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Me costó media vida perdonar las heridas que alguien más creó en mi, al fin entendí que no ha sido mi culpa y que la gente demuestra con sus actos, lo que trae guardado en el corazón.
Erchomai
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More Underfell fukufire doodles! I got really attached to her. ;w;
Even more Fukufire
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Inktober Day 5
A catchup inktober I did while at NYCC with wee Mira and Alek!
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We hope everyone getting snow is staying safe and having fun! ❄️💚
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Que te amen bien, que te miren bien, que te cojan bien, que te mimen bien. Joder. Así, sin más.
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Y cuando te vayas te voy a extrañar, a extrañar tanto que el universo debatirá si estoy viva o muerta por tanto amarte.
Hidden
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Laura
Laura, se definía a sí misma como una mujer normal, con virtudes y defectos, como toda mujer, aunque, tal vez, envuelta en demasiada normalidad. “Nunca me pasa nada a mí”, se decía, muy a menudo. Para Laura, todos los días eran iguales. El sol, salía siempre por la misma parte y se escondía, siempre, por el lado opuesto. Sus rutinarios días, consistían en una estructura casi inamovible, como escrita en piedra: de la cama al baño, del baño a la cocina, de la cocina a la mesa, de la mesa al living, del living, otra vez, a la cocina y así, hasta llegar a la cama, nuevamente. Un día, estando en la cocina, tomó un jarrón que, Laura, lo imaginó lleno de agua y, producto del exceso de fuerza, salió volando, lejos de sus manos. Mientras lo veía caer, Laura, se llevó las manos a la cara y, sumida en la frustración, se arrodilló, y escuchó el fuerte impacto que transformó el jarrón, en cientos de trozos de loza. En medio de las lágrimas, que se asomaban por entre sus dedos, Laura, se lamentó, diciendo: “desearía no haberlo quebrado”. Después de unos segundos, Laura se secó las lágrimas y se puso de pie para limpiar el desastre que había dejado, pero, cuando miró al piso, no había rastros de los trozos del jarrón. Confundida, Laura volvió su vista al mesón donde originalmente estaba el jarrón y, efectivamente, ahí estaba otra vez, en una sola pieza. Laura, no daba crédito a lo que sus ojos le mostraban. ¿es que, acaso, esto no ocurrió?. Para comprobar que esto solo había sido una jugarreta de sus sentidos, decidió hacer una prueba. De la pared, tomó un hermoso cuadro que, su esposo, conservaba orgulloso desde su infancia, y lo arrojó con todas sus fuerzas contra el piso. Trozos de madera irreparables, salieron disparados por toda la habitación y, Laura, en el acto, se llevó las manos a los ojos y, convencida, se dijo: “desearía no haberlo quebrado”. Una vez que se detuvo el ruido de los trozos de madera golpeando contra el piso, Laura, volvió a mirar. Era imposible, pero, sin embargo, había vuelto a pasar. El cuadro estaba intacto y perfectamente colgado de la pared. Laura, sin saber qué pensar, se vio, repentinamente, con una habilidad insólita. Así, durante toda la tarde, Laura estuvo rompiendo y reparando cosas, usando las que, a esas alturas, ya eran sus palabras mágicas: “desearía no haberlo quebrado”. Por la noche, al llegar su esposo, Laura quiso enseñarle su nuevo descubrimiento, por lo que, se sentaron en el borde de la cama. Laura, lo tomó de ambas manos, y, como si se dispusiera a declarar su amor, le dijo: “ya no te amo”. El esposo de Laura, se puso pálido, soltó las manos de Laura, y se las puso en su propio abdomen, en señal de dolor. Con la boca llena de lágrimas, el esposo de Laura intentó decir algo, pero solo se pudo distinguir “… por qué así?”. Laura, con una leve sonrisa, se llevó las manos a la cara y pronunció, una vez más, sus palabras mágicas: “desearía no haberlo quebrado”, y, después de unos segundos, separó uno de sus dedos, para ver entre la mano, pero nada había cambiado. Su esposo, yacía retorcido sobre la cama, como en posición fetal. Confundida y ya sin sonrisa, Laura lo intentó otra vez: “desearía no haberlo quebrado”, pero nada cambiaba, excepto que, el marido de Laura, lloraba con mayor intensidad al escuchar las palabras mágicas que, Laura, pronunciaba con aparente frialdad. Al constatar que su habilidad había desaparecido, Laura, entró en pánico por lo que había hecho, y comenzó a abrazar a su esposo, tratando de consolarlo y pidiendo perdón, también entre lágrimas. Laura, al ver que ya no había vuelta atrás, y ante la gravedad de sus palabras, se puso las manos sobre la cara y, con profunda amargura, dijo: “desearía no haber nacido” y, en ese instante, Laura, desapareció para siempre.
Pablo Aravena L.
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