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No estar solx espanta al susto

Llevaba casi 5 años sin nadar en el mar. 5 años. Lo contemplaba con la inmensidad de siempre, con el asombro que me produce la inconmensurabilidad. Pero ya no lo nadaba. Me metía, sí, no más allá de la cintura y no más allá del primer rompimiento de las olas. Me había pegado el susto de mi vida un verano que me fui con los muchachos a Gesell: Santi, el Mono, Pablo, Lucas, Nacho, creo que Agustín – alguno más del Episco que no recuerdo – y yo.

El ritmo de ese verano, el verano del susto, era duraznos con vino, medialunas, duraznos con vino, fideos, duraznos con vino y duraznos con vino. Todos ellos y yo. Salíamos todas las noches, volvíamos al camping ya de día. Una de esas noches, creo que de las últimas y probablemente por el cansancio, volvimos cerca de las 4 de la mañana. Y escucho: Gigo. Gigo. Gigo, vamos al mar? Y yo que nunca supe dormir mucho y que siempre me prendo en todas… Se asoma mi cara (porque yo era la única que dormía sola en una carpita iglú): Mono. Qué hacés? Qué hora es? Las 7. Bueno. Sí. Vamos. Dale. Desayunamos? Sí. Qué? Duraznos. Pero tienen vino. Poco, poco. El Mono, claro, estaba haciendo el curso de guarda vida de la Cruz Roja, y yo estaba estudiando Políticas. Me fui con él llevando el toallón y Humano demasiado humano de Nietzsche. (queda clara la disparidad, no?)

Tan temprano no hay guardavidas. Entramos al mar ni bien pisamos la arena (esto es importante porque en esos instantes de demora soy fundamentalista). Puedo recordar la temperatura del agua y que las olas estaban rompiendo dos veces. Cruzamos el primero. El Mono cruzó el segundo… Yo no. Llegué tarde (a veces los nunca son mejores) esa milésima de segundo que transformó la mañana y los veranos que siguieron. El mar me revolvió, me giró, me raspó, me dolió. Asomaba la cabeza con un poco de suerte y me volvía a revolcar. Para mi fueron horas. Pero no. Hasta que me escupió en la orilla. Toda cortada la espalda, las piernas, la malla desordenada y con un susto que no me entraba en la expresión. El Mono seguía adentro. Con la vergüenza de aquellxs que reconocen su torpeza busqué el toallón y boca abajo en la arena traté de entender qué había pasado. Santi esa tarde me prendió un cono de diario en el oído porque el dolor era insoportable, no sé si esas cosas funcionan; lo que si funciona es que no estar solx espanta al susto. Y también me desinfectó la espalda. No iba a volver al mar. Si la vida fuese un libro volvería a esa página.

5 años después, Pinamar, todas ahí, congregadas. Éramos 10. Se acomodan las cosas, me saco la remera y encaro, Lili hace lo mismo. Pero Lili sigue, se mete, va. Me mira. Dale Gigo. No, Li. Acá está bien. Dale, boluda. No, no. Se vuelve. Gigo, dale. No, Li. Le tengo miedo, che. Recuerdo su expresión cómo recuerdo sus manos. No me miró para jugar, cómo me estaba mirando. Enderezó la cara y me miró con la serenidad y la seriedad de quien se queda. Yo te llevo. Dame la mano. Le di la mano. Y escúchame. Arriba. Abajo. Abajo. No me soltó. Es que no estar solx espanta el susto. Volví al mar.

Hay algo en las manos. Estoy segura. En las manos y en los gestos de las manos que me conmueve de manera particular. Para mí tomar una mano es uno de los gestos de amor más bonitos. Hay manos. Hay manos muy lindas. Yo conozco pocas. Las de Lili danzando con anillos y bailando en gestos son unas de ellas.

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XVI

10.30 am – 16 Enero 2005

- Gorda, ya nació Oli. Estamos en la Trinidad con Vani.

Creo recordar que era sábado. Recién acostados con Demián en un colchón en el piso, con resaca y mucho dolor de cabeza. Estaba esperando conocer a Oli. Porque, de manera mágica, era lo primero que ya quería sin siquiera haberlo visto.

Esta es la historia que le cuento hace 18 años de la que sólo sobrevive una frase: la tía drogada contando demasiados dedos. Y es el resumen perfecto.

Lo único que pude comprar en el camino y con lo que llegué a la clínica fue el diario de ese día. No recuerdo que diario ni tampoco porque consideré que él tenía que saber cuáles habían sido las noticias del día en el que había nacido.

Entro a la habitación. Vani hermosa sin poder hablar por la cesárea y Dario con una felicidad que ocupaba todo Cerviño hasta llegar al hipódromo. Oliverio ya tenía cara de Oliverio y era una rana blanca en el pecho de mi hermano a quién la tela esa de gasa le colgaba en el hombro como si hubiese nacido para acunar bebés.

Lo miro. Lo miro mucho. Me preguntaba porque no abría lo ojos si teníamos que conocernos si yo iba a ser el sujeto que lo iba a llevar a todos lados. Que íbamos a ser amigxs. Empiezo a contarle los dedos de la mano. Largos. Larguísimos como los dedos de Vani. 5 en cada mano, estamos bien. Los dedos del pie: 1,2,3,4,5,6… No, no puede ser. 1,2,3,4,5,6. Puta madre.

-        Dari, scht, Dari. Qué gorda? Chabón, tiene 6 dedos – murmuré sin casi mover los labios. No, gorda drogada, ya se los conté. Pero, boludo, mirá.

Claro que de drogada todo. Pero, acá nadie lo puede negar, los pies de los bebes son un ramillete de dedos, sí, un ramillete de dedos. Es como que están puestos sobre el borde sin tener espacio, entonces se amontonan. Oli, claro, tiene 5 dedos en cada uno de sus pies.

Oli fue el 4° en casa en nacer un 16 (XVI). Mamá un 16 de Julio, Dario un 16 de Mayo, yo un 16 de septiembre y Oli un 16 de Enero. 16 es mi número.

Oli no fue ni es lo que imaginé. Es muchísimo mejor.

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Truco

Hola. Hola. Qué haces? Ya no voy a jugar al truco con vos.

-        Nooooo mamáaaa, es para mí.

No que si llama Leandro que le avise. Por? Antes contame de coso. No le digas coso, no me gusta. Bueno, el boludo ese. Boludo me parece un montón. Yo no le digo boludo a Esteban. No? Estás segura? Le digo? Bueno si le digo es porque es un boludo Esteban. Jajaja. Se besaron? No. Ves que es un boludo coso. Jajajaja. Y seguro vos estuviste charlando y no te quedaste quieta, hasta el culo te debía transpirar. Sí. Porque se te nota, Gigo. Se te re nota. Por eso no quiero jugar más al truco con vos, porque cuando te tocan buenas cartas se te re nota, se te escapa por los ojos, no lo podés creer. Pero cuando me tocan malas las juego re bien. Pero el juego es todo y así se pierden puntos. Como ayer. Y el campeonato? Ah, bueno ese lo vamos a jugar igual, pero practica poner otra cara. Vas a handball hoy? Sí. Vas con la bici? Sí. Me pasas a buscar? Dale. Pero esperame en la puerta así no toco timbre.

 Ese campeonato lo ganaron. Y ganaron todos ese verano. Siguieron jugando juntas. Fernet. Cigarrillos. Esteban se casó, tiene hijxs. Coso vive en el sur. Ahora pasa que hasta la cara que controla la cara se conocen. Ahora pasa que con los besos sigue igual, eh. Porque hay cosas que te definen y no se pueden cambiar: la alegría de la buena racha y los nervios cuando te gusta alguien.

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¿Había sido hoy? ¿Sí? ¿Todo había pasado hoy? ¿Qué hora es? ¿Un mismo día puede contener todo esto? Quise pensar en silencio para no despertarme. Pero me despertó. Me dolió. A veces no son errores, son aciertos a destiempo.

Me levanté. No quise siquiera pasar por el baño, ya conozco mi cara después de los largos sueños que convidan olvido luego de lágrimas y quejas. Sabía que tenía que comer algo, llevaba más de 20hs sin comer. Puse la pava con el descuido de quién por obligación está tratando de hacer algo, me hice tostadas que luego no comí. Otra vez el nudo en la boca del estómago, otra vez la náusea, otra vez las lágrimas. Y sin poder controlarlo: "Sos una princesa, pero estas cosas te apagan".

Desaparecer. El deseo más hondo de no querer estar. Algo gritaba adentro, pero no tengo voz, hoy no tengo voz.

Entonces me atacó la polilla del recuerdo fresco: La llamada de teléfono, mientras me revolvía todavía sin ropa en sábanas usadas, mi imagen pequeña en una cama inmensa: La espalda contra la pared, las rodillas pegadas al pecho, la mirada en el ventilador, las manos vacías. Pero antes de eso, antes de la desdicha, hubo dicha. Sería imposible sentir la desdicha si antes no fuiste feliz. Me obligué a sonreír mientras traía al presente lo dulce de la risa, lo raspado de su voz, la tuca perdida en sus dedos. 

Fui directo a cambiar las sábanas, a tirar todo en el lavarropas. El mareo,la náusea, y el vómito. Entre dientes me decía que este pequeño acto de teatro, de drama tenía que terminar. Que no se puede hacer carne todo porque peores cosas van a llegar, también mejores - claro - pero las mejores no se vomitan, no se duelen. 

Que hay que estar preparadx para perder porque es en las derrotas donde uno se ve mejor. Las alegrías suelen ser colectivas, las tristezas no. 

Sin embargo, tuvo razón: Estas cosas te apagan.

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Mi cuarto punky

Mi cuarto que nunca alcanzó a ser punky más que unas horas, quizá las únicas horas que compartimos y el piso se llenaba de tu ropa y de la mía. De los libros que me leías en voz alta, de mis borradores por todo el piso, las biromes, los papeles. Tu mochila, la mía, las películas. Tus "Gi" gritados desde la computadora para que apagara la hornalla antes que se hierva el agua para el mate. Y entonces vos en cuero y yo en bombacha corrigiendo lo último que escribiste. Me acerco para preguntarte: "Esta idea, si la modificamos ¿Así?" Dejás lo que estás haciendo; la caricia, me sacás el lapiz de la boca, el beso. "Adoro tu boca. Te escucho, pero no me toques los cojones, Gi." Mi puchero, mi "gumpft". Me acercás a vos desde mis caderas: "Te adoro, villera." Pero al rato: Vos, la bici, la capucha, los auriculares. "Te quiero, Gi. Cuidate". Esta sonrisa, y la duda eterna de la felicidad que traerá la próxima siesta si puedo dormirla con vos.

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Proxenetismo

Y, entonces, te transformé en palabras. Por los destiempos, por los silencios, por protestas, por miedo, por vergûenza, por no molestar.

"(...) Tengo miedo de ese proxenetismo, de tinta y de voces, mar de lenguas lamiendo el culo del mundo."

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Cerrame la puerta

Voy a sacar la bandera blanca

evitarme la paliza y los muertos por contar

Voy a esconderme en mi cama

donde duermen los que no esperan.

Voy a tirar el freno de mano,

siempre fui buena copiloto

Evitarme las tormentas por compartir

buscar otro lugar donde empezar

Demasiado rock & roll sin impalas

Cerrame la puerta de tu infierno

Deja que me sacuda el barro Verte será siempre  un placer

Voy a quedarme con tus "Si, claro, mi amor"

que sonaban y se veían tan bien, tan vos.

Me llevo tu tristeza, tu cansancio, tu sueño

voy a dejarte pasar sin besos en la frente

En mi reino dejo las palabras,

pero supongo que nunca pensaste

que alguien pudiera escribirte una canción

ni siquiera diez años después.

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Sobre todo cuando llueve

Claro, pensaba, si uno pudiese elegir a sus Pinkys la historia sería otra. Pero hay cosas que no pueden elegirse. Hay cosas que te tocan, que pasan. Ingenua Mara al pensar que la figura del doppelgänger no podía ser tan peligrosa. Lo es. El "gemelo malvado" es eternamente malvado. Ya lo sabía Stevenson cuando escribió "El extraño caso de Dr Jekyll y Mr Hyde".

Quizá fuese eso lo que le dió todo el encanto, todo el éxtasis. Vaya uno a saber. Pobre Jekyll, él acaba con los dos. Ahí reside su grandeza, ahí también la pequeñez de Hyde. Pobre Jekyll creando un monstruo que no pudo no amar. Cómo hacerlo si era todo él. Ilusa Mara, ya terminando el segundo piso de su vida. Todo había salido bastante bien, ella lo sabía. Cuando se deconstruye es porque se ha construído, y se puede volver a hacer.

Estaba allí también Carolina. Carolina no era de esta tierra y estaba por estrenar sus 24 años. A Caro la divertía pasar el tiempo con Mara. Los pasajes de Mara de Guatemales a Guatepeores la hacían reir hasta mostrar todos sus dientes, pero en el fondo de la risa, adivinaba Mara, se acurrucaba la bronca y el dolor, porque a Caro no le gustaba ver a Mara por el piso.

Entre risas se acomodaban la vida del revés. Carolina salvó a Mara muchas noches y demasiadas mañanas para ser contadas. Mara escuchó todas y cada una de las historias que Caro tenía y contaba con un español poco transitado. Caro desde el ritmo de su sangre le tatuo en la frente lo sencillo, lo fácil, todo lo que Mara olvidaba cuando hablaba de Doppelgänger. Para Caro eso era inentendible, para ella las cosas se medían de otra manera. Qué me venís con toda esa mierda Mara, por favor. Terminá con eso, ya - decía. Divina. Por donde uno pueda mirar.Mara no olvidó a Stevenson, tampoco la figura del gemelo malvado. El otro de uno tiene que estar por ahí, tiene que estar.

Si uno pudiera elegir a sus Pinkys. Si se pudiera. Sobre todo cuando llueve.

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Y fue hoy

Con una actitud enana, cobarde, pero tan propia de aquellos (nosotrxs) que podemos escribir hasta que los dedos se acalambren, que podemos poner en palabras el sonido de otras voces pero incapaces de hacer melodías con nuestro corazón, te despedí. Y me fui.

Me fumo el último cigarrillo del paquete, porque hoy también es el día que dejé de fumar. Supongo que es un miércoles distinto. Me cebo unos mates, tienen espuma y en silencio me sonrío. Supongo que también puedo quedarme con estas cosas.

Puedo dejar de imaginar y volver a pensar. Poner el alma en su lugar, quitarle lo vencida, correrle la nube de encima, sacarle lo gris, volverle la risa, la chispa. Encender mi luz y seguir, con menos peso. Sin lágrimas.

Puedo ahora volver al vagón de los que siguen, de los que miran para adelante, de los que se dejan sorprender, los que se dejan encandilar, de los que pueden querer sin esconderse, de los sin prejuicios.

Me quedan días en los que voy a pensarte cada vez que un buen libro llegue a mis manos, en los que quiera compartir alguna escena de película, en los que quisiera realmente verte conmigo y el Ratón Mickey y el Pato Donald.Por ahora voy a disfrutar de la libertad de poder decir que te juro que te amo. La felicidad de tener en las manos el haz de luz que se esconde en el centro del amor, olvidandome todo lo oscuro que lo rodea.

Ya no espero nada. Se fue la ansiedad y volvió la libertad junto con mi sonrisa. Tan linda. Siempre tan linda.

De lejos llegó la voz de la negra, en el medio de su dolor, de sus semanas, de su angustia, se rió cuando le conté. Y en su voz lenta y quebrada, supe que se había acabado la espera. Que la soledad está mejor acompañada si quién te acompaña puede ver en vos lo que vos dejaste pasar por alto. Si quien te acompaña quiere ser acompañadx.

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Cualquier cosa, cualquier lugar, siempre.

Sonaba The Killers cuando tocaste el timbre de este domingo.

Mi cara al verte tiene que haber confirmado tu presagio. Me abrazaste fuerte, los ojos se me pusieron brillosos. Murmuré que nada me hacia tanta falta en este domingo como un abrazo. Me besaste el cuello: Cambiaste el perfume! Hace años ya.

Me hiciste girar, hicimos la escena de Taxi Driver, sonreíste al recordar mi costumbre de estar siempre en ropa interior. Imitando mi voz dijiste: Es que en las piernas siempre tengo calor.

Tu mochila traía lo que solías traer para rescatarme: películas, música y golosinas. Sacaste cada cosa a su tiempo.

"Me levanté pensando en vos y me mandé." Ponés The Cure y sin siquiera mirarme me decís: ¿Qué te preocupa? No volvés los ojos para seguir: ¿Cómo se llama? ¿Y el moretón en la pierna?  No sé. No sé.

Las piernas sujetadas al pecho, mi silencio de siempre; te acerco lo que estoy escribiendo. Mientras leés preparo el mate."Eternamente hermosa, nena". Me robás la primer sonrisa. Los años hicieron que después de leerme buscaras con los ojos lo último que estuve leyendo.

Te cuento, me vas secando las lágrimas con la manga del buzo. Los mocos cometelos que lo venís haciendo bastante bien. Segunda sonrisa. Abrís la mano para darme un marroc. Te digo que no, que me estoy cuidando. "Vos sí estás triste" me decís molesto. Cuando llorás te ves hermosa porque pareces real.Tan preciosa como cuando reís.

Cambiás la música: Hacés que suene Divididos y me cantás. Bailando te acercás, a los ojos me decís que estoy más hermosa que nunca. Que tengo todo, incluso, las piernas más lindas.

Hace cuánto ya? te pregunté. ¿ Del último rescate o desde que te confesé que sos la vara con la que mido a cualquier mujer? Suena Teléfonos/White trash... Reímos, empezamos a saltar y al unísono decimos: ¿Te acordás la noche de Cemento?

Te pregunto por ella. Bien. Lo de siempre, gorda. Qué sé yo. Estamos bien. Te manda saludos, entre dientes, pero te manda saludos. A menudo te menciona. Me sonrío.

Te cuento de mis sobrinos, te enamora mi amor y los adorás. No podés creer que Sofi siga viva. Veo que aprendiste algo y ponés QOTSA

Te muestro la tele nueva. La investigás. Sacás de la mochila la peli a la que sabés que no puedo negarme: We'll always have Paris, me decís. Suelto una carcajada y te digo que hace años que no sos mi Humphrey Bogart. Nos acostamos. Puchereo mientras te cuento que anoche no dormí bien, que hace tiempo que tengo problemas para conciliar el sueño. Hablás de mi trabajo, de mis horarios, me retás un poco y comenzás a darme palmadas en la cola intentando comprobar si el viejo método de llevarme al sueño sigue funcionando. Ni lo intentes, hace mucho tiempo que no me duermo así.

Me siento en la cama. Te miro, me acariciás la cara y con voz de ayer me decís: Sos un rompecabezas, bonita.

Sacamos fotos. Hablamos. Reímos. Leímos.

Me salvaste el domingo te digo al oído mientras te despido en un abrazo. Me besás los ojos: Hace años vos me diste mucho más. Te respeto mucho más de lo que te amo. Fuiste vos! Ya no sabía a quién le había robado esa frase. Te reís, me abrazás y me mojás la oreja sabiendo que lo detesto. Nos guiñamos un ojo.

Cualquier cosa,

Cualquier lugar,

Siempre.

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Ellos

Atacada por la madrugada y el dolor. Escribir sobre ellos, podría decir con certeza, nunca será fácil.

Fueron mi más temprana adquisición. Lo primero que fue enteramente mío y de nadie más. Y así permanecerá.

Con el tiempo fui sumando pertenencias, pero ellos fueron los primeros. Son mis hermanos y de nadie más. Mis viejos son míos y de ellos. Compartidxs. Mis sobrinxs son míos y también sobrinxs de otros. Compartidxs. Mis amigxs, son míos y por eso son amigxs de otros. Compartidxs.

Ellos armaron mi mundo y lo llenaron de cosas. Soy la más chica de dos hermanos varones. Ellos me enseñaron a caminar, a atarme los cordones, a defenderme de los pellizcones del jardín, a lavarme los dientes. Me prestaron su música, sus gustos, sus juguetes, me regalaron su tiempo. Me enseñaron a compartir, a ceder, el valor de la amistad, a tomarle el tiempo a los viejos, a bajar la cabeza ante el primer reto para hacer el trámite corto. Me hicieron crecer tranquila, acompañada y segura. Cómo buen trapo nuevo absorbí todo. Los copié todo en cuanto pude. La ropa, los modos, las frases. Hoy, ya en la adultez, reconozco los préstamos, algunos los conservo por nostalgía, otros los hice míos, otros los dejé en el camino.

Tengo muchas cosas de ellos. Algunas clavadas en la retina.

Dario me enseñó la calle, a mirar a la gente, a saber de antemano que va a pasar.Que a veces es mejor hacerse el boludx. Me enseñó que no importa lo que se dice, sino cómo se dice. A hablarle a la gente en su idioma. Que un corazón de minotopo es lastimado con mayor frecuencia, pero también sana más rápido. Me enseño a imaginar. Me inventó historias, cuentos. Me mostró que se puede ser feliz.

Leo me enseño a pensar, me prestó su ingenio. Me enseñó a reir hasta el dolor de panza. Con él aprendí que los dos juntos somos más fuertes que separados. Con él comprendí la bondad. Él me mostró que uno puede hacer todo. Que uno puede. Hay que intentar.  

El amor por ellos me enseño esto: Detrás de lo oscuro del amor: del egoísmo, del miedo, del temor a la pérdida, de la muerte, hay en el centro del amor un haz de luz que brilla hasta cegar y es la libertad del amor libre.

No soy ellos, soy su imagen reinventada.  La sangre crea parientes, la lealtad familia - dicen. 

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Every dog...

Principios de Enero 2011.

Anochece en mi barrio y en toda la ciudad.

Triinngggg. Me acerco a la puerta. ¿Quién es? Del otro lado un jadeante "Yo". Abro la puerta con el conocimiento exacto de la voz pese a lo agitado del asuntillo.

Por ese momento el sillón de tres cuerpos que alguna vez decoró el living familiar se hallaba en la entrada de mi casa. No alcancé a abrir la puerta cuando entró, mochila a cuestas y se dejó caer en el sillón. ¿Qué pasó? Adiviná. ¿Te quisieron robar? No. Bueno, no sé, decime. Mientras la situación y él me hacían reir. Espera que me recupere. Nunca en mi vida corrí tanto. Decí que soy un toro. ¿Me contás?

Extiende la mano. Tomá, esto es para vos. Lo traje de España. Lo agarro, lo abro y Zas! Se me iluminó la cara. Genial. Gracias. Esta hermoso. Abrazo. Buenisimo. Saltito infantil de por medio, como me acontece cada vez que recibo algo que realmente me gusta.

Pero, entonces, ¿Qué te pasó?

Ah, pero sos un aparato. ¿Qué tiene que ver? Bueno. Ya.

Lo mismo le pasó en otras ocasiones, pero ya no corrió.

Lo dejé reposar en mi entrepiso unos días, lo abría, lo miraba, lo pensaba. Febrero. Lo llevé a enmarcar. Pero yo quería pintar el marco, tenía ideas buenisimas. Dejé el poster, me llevé el marco.

Pasaron los meses. Demoré en pintar. Demoré en decidir. Hace poco lo terminé. Hace poco hice lo que tenía que haber hecho hace meses, no está cómo quería. Pero al final de cuentas no siempre nos quedamos con lo que queremos y las cosas no siempre salen como esperamos.

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Robado.

Iba a robarle todo. Porque le divertía. Le divertía la teoría de los tiburones blancos mal terminados, le divertía el asombro de siempre primera vez cuando veía el cruce de autopistas y decía: Qué loco cómo se pensó esto. Le divertía recordar cada vez que había dicho: Cuán difícil puede ser? Le causaba mucha gracia cada vez que ella explicaba la teoría de la bondiola creada sólo para sostener una ridiculez. Se le achinaban los ojos cada vez que hablaba sobre cómo determinar la edad de alguien en rigor de cómo hablaba del frío, el calor, de cuánto tiempo pasaba en al agua y el tiempo que demoraba en meterse al mar ni bien lo veía. Le divertía la sorpresa con la que volvía a contemplar el mundo cuando descubría algo nuevo en cualquier cosa: música, películas, libros, historia, lugares. Le encantaba ver como ella adoraba las infancias y decía que siempre era mejor ser niñx porque los raspones y los moretones se curaban más rápido que las traiciones y los corazones rotos.

Le gustaba saber que bastaba acercarse a su espalda a la mañana para que ella se entregara a los besos sin demora. Que los abrazos le resultaban entrañables porque el mundo hacía silencio y había paz. Que le era imprescindible que antes de levantarse la despertara porque Mara necesitaba el primer beso de la mañana. Y para él verla sonreir dormida deseandole un buen día y besándolo con la más hermosas de la dulzuras, aún sabiendo que seguro ella no se pudo dormir, que dio mil vueltas le resultaba tan sensual que le costaba irse. Sabía que para ella nunca eran suficientes los besos porque eran la expresión más acabada del amor. También sabía que no podía mentirle, no sólo porque ella ovillaba la memoria de manera perfecta, sino porque ella atesoraba todo con la curiosidad y la intrepidez de una criatura: lo que se decía, cómo se decía, a los gestos, a su cuerpo. El amor en ella era el asombro de todas las mañanas, de volver a elegir, de poder contemplar. Amanecía con la sonrisa vestida y el abrazo dispuesto. Para ella el amor era poder ver, tocar, acompañar, estar ahí haciendo del instante una eternidad. Conocía tanto como improbables eran sus únicos dos miedos. Cuando esos miedos fueron realidad y a ella sólo le quedó el miedo al miedo y la mirada se le apagó no supo qué hacer y se fue.

De lejos la vio llorar, acurrucarse, perderse, callarse, mentirse, dolerse, culparse, esconderse, tirarse, ensuciarse, romperse, odiarse, rendirse y también de lejos un día que no esperaba ver llegar, la vio bailar y en sus ojos encontró que todo aquello que lo fascinó ahora le era inaccesible y perfecto. Sintió en la boca del estómago el vacio tan parecido a la acidez, que ella le cuidaba con tanto amor, que confirmaba que por más que se hubiese llevado todo lo divertido en ella, todas sus teorías, todas sus risas, no se pudo quedar con la dulzura de sus besos. Ahí en la punzada, justo cuando empieza a volver el aire ella le sonrío y se acercó. Se fundieron en un abrazo. Sintió como le latía el corazón, sintió el pecho de ella apretándose contra él. Cuando buscó sus ojos encontró el cariño, la sonrisa y el brillo; lo que ya no estaba era esa forma de mirarlo. Esa forma que nunca pudo explicarle y que cada vez que él le decía: Me vas a mirar siempre así? Ella decía: Así cómo? Nunca pudo decirle y ella nunca supo. 

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