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Mario Benedetti, La tregua. Lunes 18 de Febrero.
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Porque eres ave que girando en rebeldía desafía la bruma la ardua noche haciéndola más honda y más oscura y más inmenso el mar
Abismos | Piedad Bonnett
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No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
//Piedad Bonnett//
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Sobre desamores y rabia.
Esta es la primera vez que, abiertamente y sin miedo decido escribir algo sobre lo que siento. Siempre he sido halagada por mi destreza para la oralidad y mi capacidad para hablar sobre lo que me molesta, conmueve, arde o desajusta. Pero, como todas nosotras, siempre he creído que es mentira, que la gente que lo dice, lo dice porque me aprecia de alguna forma y que no hay mucho de qué escribir o mucho que decir en mis interiores.
Lo cierto es que, desde hace tiempo, la insistencia por hacer mil cosas al tiempo y auto-explorarme, se ha convertido en una necesidad para mitigar las increíbles efectos de un desamor. Un desamor inacabable, injusto, castrante, desalentador y a lo sumo, atroz. Entre esas mil cosas, escribir, ha sido el ejercicio más difícil pero el más sanador. Tengo muchas cosas que decir con respecto al desamor, su estructura, sus formas tan complejas de habitarnos, desde el género y la clase, que son las dos intersecciones que me atraviesan. Pero este espacio no es para eso, necesariamente. Que si existe alguna conclusión desde la reflexión, digamos, "académica", resulte orgánica y se incorpore a las reflexiones más profundas y que sean más cercanas para quién sea que lea esto. No es mi intención dar cátedra, pero si de algo estoy segura, es que le escritura representa, organiza nuestras ideas, coincide con otras vidas, da forma a las complejidades de nuestros pensamientos y confluye con otras personas que pueden decir: esto es lo que he estado sintiendo.
Para empezar y esto, en definitiva es asunto de clase, no he podido acceder a terapia. Por más que lo planee cada mes en mi presupuesto, siempre resulta una emergencia, un gasto imprevisto, una necesidad a atender. Y queda de nuevo, en espera. Así que, más que sanador, escribir sobre ello es exponer y transitar un dolor que me atraviesa profundamente y que necesita ser llevado a una profesional.
Este desamor del que hablo, es complejo. Estoy transitando hacia mejores formas de relacionarme y para eso necesito vivir el dolor de haber perdido una energía inmensa tratando de ser algo que yo no era. Me duelo a mí misma y me duelo por tantos llantos. Me duelo por las heridas que me ocasioné y las grietas tan profundas que me hice. Y en ese tránsito, me puse a pensar, que sólo hasta el punto de un gran desamor, yo emprendí una búsqueda seria y firme hacia mi interior. Sólo hasta quebrarme completamente, después de procesos tan dolorosos como dejar mi fe e irme a vivir lejos de casa, incluso después de eso, sólo hasta vivir el desamor fue que decidí mirarme profundamente y sin filtros.
Me estremecí mucho más, cuando por el algoritmo de Tiktok, (porque claramente se volvió un algoritmo triste y sólo sonaba "después de tanto amor, tu te vas y me abandonas") sólo me aparecían videos de mujeres hablando del famoso "glow up", todos, después de una ruptura amorosa. Y entonces todos los videos consistían en ellas yendo al gimnasio, a terapia, explorando sus hobbies, mudándose de ciudad, cambiando de amigas o haciendo más cosas y más creativas con sus amigas y dedicando tiempo a asuntos como la contemplación de la naturaleza y la conexión con ella. Y de repente yo me preguntaba, ¿acaso no es esto lo que debimos estar haciendo todo el tiempo, antes, durante y después de una ruptura de este tipo? ¿por qué esperamos hasta que un hombre nos vuelva trizas para encontrarnos con nuestra niña interior?¿no son acaso muchas de nuestras relaciones tortuosas, pero sólo, las amorosas son las que más nos mandan a un consultorio?
Pensaba entonces que yo fui criada para cuidar a otrxs. Que materno desde que tengo 12 años y que mis interacciones con las personas, son, casi siempre desde el cuidado. De la misma forma, fui criada para amar el amor romántico. La primera novela que leí fue "Del amor y otros demonios" de Gabo; y me resultaba fascinante y estremecedor que el amor nos sucumbiera en esos abismos tan dramáticos. Escuchaba mucho que debía vestirme y existir para que me miraran los chicos, performar todos esos estereotipos que ya todas conocemos. La centralidad hacia el amor y hacia la devoción por los hombres era cotidiana y es muy extraño porque mis cuidadoras fueron sólo mujeres. Sin embargo, bien sabemos, que el patriarcado no necesita de los hombres para ensancharse en la vida de todo el mundo. Sé que esto no me pasó sólo a mí. Que la mayoría de las mujeres que lean esto, sabrán de qué hablo. Todo estaba plagado del amor romántico, todo tenía que ver con darse, todo tenía que asumirse desde la negación de los deseos propios y cederse.
Después de todo esto que rastreé en mi interior, me invadió una profunda culpa. ¿Cómo me permití vivir esto? ¿Cómo le permití a otro hacerme esto? ¿cómo, yo, tan antipatriarcal y disruptiva, tan dueña de mí misma, tan independiente, tan capaz de hablar de lo que me atraviesa, accedí a cederme? No puedo mentir, me culpo todo el tiempo; me cuestiono y me fatigo enormemente con la pregunta: ¿por qué me permití estos dolores?
Pero, creo que ya no puede caber sólo la culpa. Si bien, creo que había asuntos que pude revertir, hay estructuras victimizantes que nos empujan a ciertos destinos. Hay embrollos, cómo ser criadas para ser consumidas, que nos implican ejercicios de reflexión tan fuertes, que muchas de nosotras no logramos terminar jamás. Unas porque no saben y otras, cómo yo, que son acompañadas de una profunda orfandad. Porque ser cuidadoras es una eterna soledad. Nadie cuida a los que cuidan. Y en esa fragilidad, permitimos atrocidades que, alguien con más herramientas, jamás toleraría. Me enoja absurdamente no haber hecho más por mí, pero me enoja más, que sigamos criando niñas para el consumo de los varones y del sistema. Que les sigamos diciendo a los escasos 4 o 5 años que si ya tienen novio, que cuidado con el niño de al frente; que les sigamos regalando bebés y cocinitas. Me enoja porque cuando tengan mi edad, hablarán con sus amigas del hombre que les rompió el corazón y cómo eso puede paralizar su proyecto de vida. Así como lo hace con miles de mujeres.
Me enoja que ahora mi sanación sea prioritariamente enfocada en las heridas que me dejó un hombre, teniendo otras igual de dolorosas causadas por mi familia o por amigxs. Y es prioritario porque es lo que más me paraliza por las mañanas. Es la herida que más supura, la más abierta, la más profunda. Las demás siguen ahí, pero de alguna forma, sé cómo convivir con ellas sin que me hagan retirar de una reunión porque me falta la respiración o que me lleven tres días a la cama.
Pero si algo he aprendido de Andrea Sañudo, es que la rabia es una disciplina. Se encauza y se gestiona para resistir y resignificar los dolores. Sí, la centralidad es sanar este desamor, no me voy a seguir culpando porque un hombre me esté mandando a terapia, por más antipatriarcal que yo sea, porque no tuve herramientas suficientes para evitar ser dañada y si así lo fuese, no creo tener que estar escribiendo esto para hacer catarsis. No puedo seguir culpándome por el dolor que me habita. Lo que puedo hacer ahora, es reconocerlo, desentrañarlo y transitarlo desde todas las orillas posibles, para que, algún día, ya me deje levantarme de la cama sin sentir que me ahogo. Y mientras tanto, enseñarle a mis hermanas, que el amor es amplio, está en todas partes, es una fuerza abrumadora que cobija nuestros miedos y nos hace sentir seguras. Que hay amor en cada esquina, que se ve y se siente en la cotidianidad y que negarse a sí mismas, es el verdadero pecado capital.
Con amor y mucha, mucha rabia,
Cami.
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