Taller de Producción Visual y Recursos Proyectuales 2023 - Belén Venegas Medrano
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Registro de 2018, post entrenamiento en Brutal Striker. Adelante mi gran profe y amigx Aylin Sobrino, y a mi lado la persona que me trajo a este deporte, mi amiga Daniela Páez. A más de una persona (una siempre raya con ciertas anecdotas) le he contado mi primer torneo (como público), que fue en el Huemul. Ese día llegué en mi bici querida (que extraño tanto) y, confiada como soy, la dejé asegurada en el paradero de afuera.
Me encontré con un lugar derruido, con un "Huemul" ya descascarándose, y un gimnasio techado oscuro, pasao a meao de gato y con muchas personas tomando cerveza.
Hubo un knock out a los 10 segundos de empezar un round. Hubo una pelea que se suspendió, porque se estaban sacando tan la chucha que parecía pelea callejera y el referee terminó el round en el acto, acusando espíritu antideportivo.
No recuerdo cuál de mis compañerxs peleaba ese día, pero sí recuerdo que estábamos abajo de las graderías y que, por mi calidad de conocida de lxs peleadorxs, pude entrar a donde estaban calentando.
Me sentí como en una película. Sentí que estaba en un lugar en el que nunca pensé estar, un sucucho de historia gringa, con decenas de personas gritando instrucciones desde las graderías, todas distintas. Era un lugar nada glamoroso, al contrario, era decadente. Tan decadente que se respiraba un aire de genuino fervor, disciplina, convicción y tantas otras cosas. Después de todo ¿quién querría llegar a un lugar así, solo para figurar? El boxeo y el kickboxing tienen eso. Eso de tanto sacrificio.
Vi a una peleadora llorar encerrada en el baño, María Jesús se llamaba, y fue en una pelea con Jacqueline Ayala. En otro torneo pelearon de nuevo y Jacqueline volvió a ganar, pero María Jesús no lloró.
El resto es historia, que continua desarrollándose en el kickboxing femenino y disidente, y que hoy me propongo rescatar (recopilar, producir, archivar, destruir) en fotografías y narraciones cómo ocurrió todo. Todo esto, que es más verdadero que tantas otras cosas que he vivido.
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Video que grabó mi gran amiga Dani en abril (creo) de 2023, de la quinta versión de un torneo exclusivamente femenino y disidente, antiguamente llamado Pelea como Mujer, y hoy Fuego en el Ring. Fue en Santiago, cuando la había recién arrastrado a este deporte. Como todxs, se quedó desde la primera clase y, como algunxs, tuvo que rápidamente retirarse por un esguince en su tobillo, que se hizo barriendo un fin de semana de aseo profundo jajaj. Curiosamente, ese esguince y su consecuente retiro, la salvó de complicaciones futuras de un problema de salud más grave, en el que el deporte de contacto y combate está totalmente prohibido. Me gustaría hablar de eso, pero en otro momento, en otro proyecto. De las lesiones y los deportes de contacto. Fue el primer y único torneo al que asistió. En la noche salimos a tomar con el Ale, el Edu, la Flo y la Dani, a un bar de Bellas Artes (nos ha subido el pelo, por supuesto), e hicimos un salud por su promesa de, algún día, subirse al ring. No pasó, pero no importa. Yo también lo he dicho muchas veces. No ha sucedido. PD: En el video esta peleando Claudia Araos, que me cae mal. No recuerdo cuál es el nombre de su contrincante. Araos ganó.
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El Hallazgo: lo que he aprendido de las fotos.
(Escrito del 2018) Están en casa la mamá y el hermano chico (7) de mis amigas con las que vivo, vinieron por el finde y se van hoy. Anoche durmieron en el living porque el Emilio así lo quiso e instó a su mamá a que así también lo quisiera, atractivo, al parecer, le pareció el futón. Hoy desperté temprano, con apenas las primeras luces de la mañana, salí de la pieza y vi una bella escena: el futón con frazadas en desorden y una persona pequeña abrazada a una gran mamá. Un hijo fruto de la equivocación en la toma de una pastilla anticonceptiva, dieciocho años después de sus dos hijas, mis amigas (se llevan por un año).
Silenciosa fui a buscar mi cámara que está en un mueble del living, las cortinas estaban (siguen) cerradas y tapaban la luz que entra por los grandes ventanales. Abrirlas podía suspender el instante. Con cualquier cosa armé algo para que las hiciera de trípode, disparé con un segundo de velocidad de obturación y le puse el temporizador para que absolutamente nada se moviera en ese pedazo de tiempo en que la cámara capta cualquier pequeña fracción de momento. En fotografía un segundo es mucho, muchísimo tiempo, y es eso una lección muy valiosa.
A partir de esa pasajera experiencia quise escribir esto, reflexiones que me acompañan y se desarrollan desde que comencé a acercarme a la fotografía. Escribir acerca de lo que para mí es la fotografía, de lo que me ha enseñado la fotografía, de lo que siento que ciertas dinámicas culturales contemporáneas han aportado a la fotografía. Podría escribir también de aquello de lo que se la ha despojado, pero en mi posición, sería especular (explicaré por qué). Pero antes de empezar tengo que aclarar un par de cosas:
1. No soy fotógrafa, ni siquiera me considero una aficionada: solo me gusta mucho tomar fotos y algo me he adentrado en el mundo técnico y creativo de este gran y admirable oficio.
2. No pienso escribir acerca de cómo debería ser practicada la fotografía según yo, solo quiero escribir acerca de mi historia personal (como José Donoso escribe su Historia personal del Boom, aludiendo a Historia personal de la literatura chilena de Alone) con este bello artefacto, iluminando así recovecos, oscureciendo otros, en fin: incluyendo pedacitos de cerámica en el mosaico de lo que es la narración de cada cosa que existe.
3. Todo lo aquí vertido son reflexiones que comparto sin pretensiones de verdad y que, para crecer y transformarse, requieren de la discusión de otros y otras, de sus posiciones y sus experiencias y reflexiones que yo no he tenido la oportunidad de vivir/pensar. Muy invitados/as están a aportar a estas aristas y darlas vuelta del todo (solo si es con buena onda porque, si no, me pongo triste).
Ahora sí, empiezo.
Uso una cámara análoga, una nikon fm10, hace unos seis años. La principal razón para rescatarla del olvido de mi casa fue porque no tenía plata para comprarme una cámara digital réflex (aunque en ese tiempo ni siquiera conocía esa palabra) y ese sueño parecía muy lejano. Tengo, en todo caso, bellas fotos de otros años, incluso unas de cuando tenía ocho años. Con malísimos celulares. Con malísimas cámaras digitales. ¿Por qué sentí, desde chica, esa ferviente necesidad de fotografiar? En mi casa hay cientos de fotos y álbumes y nuestra vida familiar está bien documentada desde mucho antes de que yo naciera, desde que soy chica cada cierto tiempo miramos esas fotos y siempre suscitan en mí distintas cosas, siempre descubro nuevos rostros, personas en blanco y negro, sensaciones y potenciales memes y stickers. Yo quería documentar mi vida y las vidas que me rodean, como lo había hecho mi papá (ya lo he dicho por ahí: mi ejercicio fotográfico es documental antes que artístico). Esta última es la tercera razón para continuar con esta cámara, aunque lo descubrí mucho después. Usarla es ver el mundo a través de los ojos de mi papá, que murió de cáncer hace 13 años. Alguna vez esta cámara me fotografió a mí y a mis hermanos, a mi mamá cuando estaba embarazada, a mi yo de apenas días de nacida, a nuestros paseos en carpa a la playa en familia. Mi familia paterna se alegra tanto, tanto de saber que yo aún uso esta cámara. Ellos/as lo saben también: él vive en ella. Hoy, con 23, sigue fotografiándome, con mis amigos y amigas, en mis casas (tantas casas) santiaguinas, en mis viajes sureños, en salidas por el día, en tecitos en la playa. En un par de visitas anuales a esa misma madre que ha sido, por décadas, fotografiada, y que hoy luce una piel un tanto distinta.
La última razón para quedarme con esta cámara también la fui descubriendo a través del tiempo, usar una análoga me obligó a aprender los elementos técnicos básicos de la fotografía para poder fotografiar, entender que eso que quiero sea captado requiere de ciertas consideraciones previas para serlo (al menos así como lo imagino). En ese aprendizaje viene también la sorpresa. Luego, el develar cómo esa sorpresa opera es aún más mágico. Aprender para qué sirve cada botón de este maravilloso artefacto, cada número que demoré en descifrar y aprehender, los colores del fotómetro, cómo poner un rollo, aceptar también sus limitaciones y defectos; por ejemplo, que la primera foto siempre sale cortada, o que hay que aperrar con el rollo de 200 asa a todas porque es el más barato y fácil de encontrar, o que, esto es terrible, pero al menos una vez en la vida algún rollo se irá a rajar, o quedará mal puesto y no correrá (ya me pasó, ambas cosas, cuando recién empecé).También aprendí a querer los errores o, más bien, las huellas del artefacto que uso. Hice xilografía muchos años en Calama, cuando aún no encontraba misello de grabado mi profe me decía que no pretendiera tallar imitando trazos perfectos o imitando otros tipos de soporte. Que la gracia de tallar en madera era esa: que se notaran la imperfección de las gubias, la porosidad de la madera, todo. Así mismo ocurre con la cámara, hay veces en que hay que forzar mucho la entrada de luz para que no salga oscura (si quisiéramos que no salga oscura). El grano, que es lo equivalente al ruido en digital, se engrosa a medida en que más se le exige al rollo que capte luz. Aprender a querer y potenciar esos efectos colaterales es bello, aprender también a querer los errores, las fotos borrosas, los malos encuadres. Así una va encontrando su sello en todo o al menos así lo fui encontrando yo, tanto en mis dibujos como en mi escritura y mis fotos, dejando a esos errores andar por sobre eso que se llama perfección, que por años me frustró y frenó mucho en mi actividad creativa.
En este punto debo ya aclarar que no pretendo poner a la fotografía análoga por sobre la digital. Debo transparentar mi punto de vista más genérico respecto a la relación humano-artefacto: no es el objeto en su totalidad ni somos nosotros/as en su totalidad los/as que creamos la dinámica fotógrafa, es la relación que creamos con el objeto en cuestión. O sea, no es la fotografía análoga per se mejor que la fotografía digital, sino que las características de una y otra nos abren las puertas a potenciar distintas extensiones de nosotros/as mismos/as. Y esas características que me ofrece la análoga despertaron en mí ciertas reflexiones, intereses y habilidades que, pienso, continúan siendo tierra fértil, antes de cambiarme a las otras bondades que podría ofrecerme una reflex digital.
Mi cámara amada me ha enseñado varias cosas. Que cada momento es irrepetible y que cada disparo, de los 36 o 24 que tiene cada rollo, es imprescindible para crear el relato de cada uno. Que mis posibilidades son limitadas y que, por lo mismo, debo pensar bien cada foto y, a su vez, aprender a no pensar: a captar pronto, cosa que me cuesta hasta hoy, mucho. No sé si algún día me acercaré a las lomo. Me quedo pensando aún ¿cuántos puntos le pongo? ¿qué velocidad será adecuada? En eso me ayuda el celular, que hoy por hoy me encuentro explorando.
También aprendí a sorprenderme. Tengo tres rollos guardados que no he ido a revelar, los días de espera entre que los entrego y me los entregan de vuelta es bacán. Recibirlas es emocionante, y sentarme en la misma banca de siempre a mirarlas es un ritual.
En síntesis: me maravillan muchas cosas de la fotografía. Me maravilla pensar en toda la ciencia que hay detrás de cada disparo, todos los hombres y mujeres que han estado y están tras su desarrollo técnico y práctico. Admiro profundamente a quienes dedican su tiempo a la fotografía, pienso que con ella se desarrolla un tipo de sensibilidad muy especial. Las fotos me han enseñado a mirar todo como si fuera la primera vez que lo viera. Todo es irrepetible, cada micro segundo, aunque sea apenas perceptible, todo lo estamos mirando por primera vez, no es tan solo un como sí.
Dicho esto quiero pasar a otro tema que me tiene pensante, la digitalización, la creciente democratización de las cámaras y la instantaneidad. En los celulares las cosas solo suceden. Solo hacemos un clic y sucede. Podemos tomar las veces que queramos una foto, solo hacemos decenas de clics y sucede: no está de por medio este segundo (que al principio son hasta minutos) de tener que pensar ¿cómo acoplo los tres imprescindibles elementos de la fotografía, el diafragma, la velocidad de obturación y la sensibilidad de la luz para lograr que esto que estoy viendo sea esto que quiero que se plasme en mi foto? Podría conjeturar muchas cosas acerca de cómo vincular este momento sociocultural contemporáneo de lo instantáneo, lo efímero y lo desechable, con la fotografía digital celulística, pero realmente sería especular. Tengo muchas reflexiones al respecto pero ponerlas a prueba es otra cosa. No sé cómo vive la fotografía alguien que no ha estado vinculado a las posibilidades limitadas que conlleva la fotografía análoga, y para saberlo tendría que adentrarme en esas vivencias. Entablar esas conversaciones (que deseo fervientemente). Quizás en el celular no existe el pequeño instante de pensar ¿cómo hago para sacar esta foto? Pero algo en su lugar debe haber, algo que me interesa conocer, porque quisiera saber qué otras cosas entregan las fotos que yo aún no sé. Porque quisiera saber qué otros caminos que yo no he recorrido llevan a qué otros lugares a los que yo no he llegado.
Hoy me pasó algo más, vine a la biblioteca, me junté con una amiga. Entre las cosas que conversábamos, me dijo que ayer vio una hoja otoñal en el suelo y quiso sacarle una foto para después practicar esos colores en acuarela. Para su sorpresa, ahí en la foto estaban sus pies: encontró esa composición muy bonita. En la micro lo mismo, iba a sacar fotos a algo para practicar con acuarela pero se dio cuenta de que, fuera de ese fin, esa foto le gustaba, ese momento era bello (como cada momento). Me dijo: “me había olvidado de que el celular me da el poder de sacar fotos”. Esa palabra que usó me agradó, el “poder”. El poder que nos faculta a, como humanos, manejar la luz en un instante y plasmar fotos en pixeles por medio de un mecanismo que aún no entiendo del todo. Hoy todos/as tenemos cámaras, más malas, más buenas, y eso realmente creo yo que no importa, incluso creo que es bien positivo empezar usando artefactos de mala calidad, obligan a doblar en creatividad y el entrenamiento para compensar. Malas bicis, malos lápices de colores, malos papeles, malos celulares.
Mi iphone me invita a sacar fotos y me encanta. Me redescubrí a mí misma, me acuerdo una vez que la aylín tuiteó que ella también subía las fotos en que se veía mal porque esa también era ella. Como me encanta la ropa me gusta sacarle fotos a mis outfits de todos los días. Me gusta sacarle fotos a mi bici en nuestros paseos, me gusta sacar fotos cuando estoy curá y volá con mis amigos/as, me gusta sacar potenciales stickers, me saco selfis con la pauli y la nati (vivo con ellas) y también tengo fotos de ellas en toalla post baño y muchas fotos de la nati despertando. Grabo a mi gato cuando estoy con él en Antofa. Comparto cosas que me dan risa en la calle. Eso no lo podría hacer con mi cámara, es aparatosa, es pesada. Además el celu me permite estar presente en mis fotos. Mi papá era el hombre detrás de la cámara y yo soy la mujer detrás de la misma cámara, en consecuencia, estamos poco documentados en nuestras propias fotos. Las selfis permiten superar ese defecto.
Esto lo leí en Rayuela, no lo leía desde la primera vez que se quedó grabado en mi memoria (hace unos diez años ya) pero google es grande y solo puse “Cortázar rayuela fotografía” y he aquí:
“Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros.”
Cuando lo leí tampoco lo sabía, o no sabía que lo sabía. No sabía que sacar fotos se convertiría para mí en una manera (una de las más importantes) de combatir la nada. Sucede que tengo, hace muchos años, una persistente desvinculación del presente que perturba mis días (a veces más, a veces menos, a veces nada) y que logro superar cuando veo mis fotos y las de otros/as: es como si pudiera respirar otra vez ese aire patagónico, sentir ese frío, sentir la misma alegría. Recuerdo dónde y cuándo tomé cada una de mis fotos, qué estaba haciendo, con quiénes estaba, cómo me sentía. Volver a ellas es volver a mis afectos y a la vida. Hace años escribí: “quisiera ser una foto, o un momento infinito”. Es mi modo de lograrlo.
Termino esto preguntándome y respondiéndome ¿por qué escribo todo esto? Tengo hartas fotos de niños y niñas que tienen poco o nada de relación conmigo, porque me gustaría que ellos/as pudieran sentir lo que siento yo cuando veo las fotos de mi vida impresas en álbumes. Si vinculo esto con el párrafo anterior, creo que tiene que ver con querer compartir una herramienta para combatir la nada. Habrá quienes no la necesiten, habrá quienes necesiten otras herramientas, para combatir otras cosas, para combatir algunos algos que yo desconozco. Pero las fotos me permiten ese acceso de placer que da sacarle ventaja a esos algos que sí conozco (como lo es la nada), destaco que todo esto que armé es producto del (placentero) chispazo que me dio un (placentero) momento, el Emilio y su mamá durmiendo en el futón. Escribo por si a alguien más pudiera servirle este descubrimiento que llevo años haciendo mío, y también espero que me comenten qué algos han descubierto gracias a las fotos.
Debo dar, por último, mi comentario odioso: no por tener una cámara somos fotógrafos/as. Hay personas que han dedicado su vida a esto y, para ellos y ellas, mucha admiración y respeto. Aprendo siempre mucho de cada una de sus obras y me regocijo en ellas.
Me gusta escribir aquí a veces: es como compartir reflexiones con el anonimato o, quizás, hasta con nadie (este es uno de mis rincones olvidados del internet). Gracias por leer hasta el final.
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Entrega final para Taller de Producción Visual I, primer semestre 2023
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REPORTE: VIDEOS
De todos los medios de transporte existentes mi favorito es andar en micro, entre más vueltas se da y más se demora, es mejor para mí. Ya había grabado videos así pero, nuevamente, con el fin de guardar el documento de mis días. No se me había ocurrido que podía también documentar eso que veo a diario en el trayecto a mi casa (pero que no tiene necesariamente el fin de ser un archivo para mi memoria a futuro), un recorrido en donde el paisaje cambia totalmente a una distancia de un par de cuadras en términos de diferencias socioeconómicas que se observan en la materialidad de la ciudad. La primera vez que grabé videos así lo hice en Antofagasta durante las cuarentenas, y quise documentar algo que sé que pocas veces volvería a ver: las calles así de vacías y las cortinas de metal bajas que, por cierto, guardaban todavía todos los murales y graffitis de la revolución de octubre. El momento en que se me ocurrió repetir este ejercicio fue cuando, ya terminado mi recorrido tomando fotografías en distintos lugares del barrio norte, me devolví en la micro que más vueltas se da para llegar a mi casa, a pesar de que me quedaba más cerca caminando. En ese recorrido me percaté de que la diferencia entre ambos sectores era mucho más notoria que si solo tomaba fotografías.
Palabras clave
documento - ciudad - sociabilidad - movimiento - cotidiano
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REPORTE: PAISAJE SONORO
Usar este recurso fue algo no planificado y que se me ocurrió en el momento mismo en que recorría Santa Sabina para tomar fotografías, con el fin de retratar lo distinto que es de las Lomas de San Andrés tanto en términos materiales como de sociabilidad. Las Lomas son un sector de poco bullicio, como lo son muchas veces los sectores de grupos socioeconómicos altos mientras que, en Santa Sabina, aun no siendo un sector particularmente bullicioso, sí se oyen conversaciones de vecinos en las calles y el alto volumen de la música dentro de las casas impacta en el espacio público.
El concepto de «paisaje sonoro» lo conocí por primera vez en un podcast, "Las Raras", pero pronto lo olvidé y lo consideré una excentricidad del arte. Lo primero que llamó mi atención y que despertó mi idea de registrar sonoramente el recorrido, fue el reggaetón que se escuchaba en una casa y justo en la siguiente estaban escuchando Take on Me, y un par de casas más allá rancheras.
Usé esta herramienta para registrar las características de un espacio público y sociabilidad particular, y me gustó como recurso para aplicar a otras temáticas de interés. En uno de esos ejercicios de prueba, que corresponde al tercero de esta publicación, registré uno de los momentos álgidos del campeonato de kickboxing (deporte que practico) 'Fuego en el Ring'.
Los resultados me gustaron mucho, un problema fue que debido a que la calle tiene mucha tierra y piedrecillas, se escuchan notoriamente mis pasos, sin embargo, no quise que la grabación fuera estática, de haberlo sido no se produciría el efecto Doppler que estoy buscando. El tema de los pasos es una característica a resolver.
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REPORTE: FOTOGRAFÍA DIGITAL
La fotografía digital es un recurso que sé usar poco, y del que solo he logrado desarrollar una pequeña porción de sus posibilidades. A pesar de que no logro acostumbrarme porque sus diferencias con la fotografía análoga son muchas, entre las ventajas que primeramente hallé está, por supuesto, el poder visualizar las imágenes instantáneamente. Ello permite poder registrar un lugar y, luego, revisarlo con rapidez para corregir errores en siguientes visitas, además de registrar lo que me interesa con mayor exhaustividad, porque no tengo la limitación de las 36 fotos de un rollo. Como se mencionó anteriormente, para la fotografía nocturna esta característica fue, sin duda, provechosa.
Utilizar este recurso me permitió vislumbrar que lo que me ha alejado de la fotografía digital es, entre otras cosas como el hallazgo, la sorpresa o la paciencia, el que carece de una huella del objeto utilizado para obtener la imagen, con ello me refiero particularmente al grano y los matices del lente que utilizo y que, como una amiga me dijo, "tienen el color del recuerdo". En la fotografía digital esa huella se borra o, al menos, es una huella que aún no logro ver, explotar y que, supongo, me falta un gran recorrido aún para alcanzar ese objetivo. Tampoco pretendo poner a una por sobre la otra, más bien lo que sucede es que logro advertir mis limitaciones al usar este recurso y que en base a un acercamiento escaso no puedo emitir juicios tan amplios al respecto.
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Las dos caras del Barrio Norte
Vivo en el límite entre la población Santa Sabina y las Lomas de San Andrés, dos sectores opuestos en términos socioeconómicos que, por motivos de trabajo, he recorrido mucho. En las Lomas transitan pocas personas y, quienes lo hacen, pasean a sus perros de marca o trotan, en sus calles regulares y pavimentadas.
Mi intención con este ejercicio es documentar esos detalles tanto materiales como sociales que dan cuenta de una sociabilidad e idiosincrasia tan distinta y que se repite a lo largo del país.
Palabras clave documento - ciudad - sociabilidad
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REPORTE: FOTOGRAFÍA DIGITAL NOCTURNA
Si bien, como desarrollaré más adelante en otra publicación, no logro acostumbrarme a la fotografía digital, para el caso de la fotografía nocturna me fue muy útil el poder visualizar y corregir las tomas en el momento y hacer los ajustes necesarios para que no fuese excesivamente oscura, como solía ocurrirme con la cámara análoga, en que además utilizaba la mayor parte del tiempo un rollo de 200 ASA porque eran cuantiosamente más baratos (ya no lo son y es por ello que tomo muy pocas fotos). De todos modos, fue esa misma limitación la que me permitió explorar la fotografía en movimiento, porque al tener un ASA tan bajo debía sí o sí aumentar la velocidad de obturación a un par de segundos. Con la cámara digital pude experimentar con una sensibilidad a la luz más alta y con ello velocidades de obturación mayores.
Para realizar un efecto similar a una doble exposición lo que hice fue mantener estática la toma durante un corto tiempo y luego mover la cámara, así, en la larga exposición la primera imagen queda estática y el resto en movimiento. Es aún una tarea pendiente el que el movimiento no se vea tambaleado, lo que supongo puede solucionarse con un trípode. Lo que sí fue una ventaja evidente y que no podría haber logrado de ninguna manera con tan bajo ASA en la cámara análoga, fueron las fotografías estáticas (o casi) en ambientes de poca luz, lo que incluye recintos cerrados como el del torneo. Palabras clave: tiempo - movimiento - presente - color - urbe
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