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Domingo de pasión poco común.
Domingo, día en que supuestamente las ciudades descansan para darle pie a una semana en la que nunca sabremos que nos depara.
Mi domingo no era la excepción de otros, era demasiado tranquilo, aburrido, caluroso y solitario. Alrededor parecía que el mundo era tan insignificante para darse una buena bocanada.
Me dispuse a crear el ambiente para sacarme del estado de segundos muertos, abrí una botella de vino y a sorbos iba tramando mi deseo interno.
No vivía sola, compartía departamento con un chico muy tranquilo, bastante tranquilo para ser precisos, así que si la situación llegaba a ponerse en tono más fuerte sería el tiempo de moverle algo más que las emociones, eso sí; circunstancialmente mi amigo apareciera en ese momento presente.
Me saqué con paciencia la ropa, observe mi cuerpo largo rato ante el espejo, me deleite con la rendodes de mis pechos que pese a no tener el tamaño voluptuoso, tenía el tamaño perfecto para entrar de un buen bocado en una boca ansiosa y pasional.
Mis pezones ardientes a la espera de ser lamidos por una lengua que no necesariamente sería exclusivamente para ellos.
Me metí a la ducha, no sin antes dejar las puertas del baño, y habitación abierta tentando un poco más a la situación.
Camino a la ducha me imaginaba a este chico tímido, acosado por la duda de si entrar y acompañarme bajo la ducha o espiarme de manera morbosa.
Entre a la ducha y mientras el agua caía lentamente por mi piel comencé a notar una sensación de relajación que había cambiado por completo el panorama de ese día.
No sé si era realmente las copas de vino que me había tomado anteriormente, pero me dejaban ahora en un estado de goce y disfrute.
El agua que me atrapaba y estimulaba oportunamente con su presión me hacía sentirme reina del momento, probé aún más con la presión del agua esta vez entre mis piernas y dejaba escapar unos orgasmos suaves que hacían del momento un de éxtasis.
Las ganas intensificadas me hicieron acudir a la ambición de querer el éxtasis aún más extenso y profundo, así que cerré la ducha, tome la toalla de baño, me seque solo un poco y salí del baño a la sala.
Totalmente desnuda, con mi piel semi mojada, aún podía notarse el agua escurriendo y recorriendo cada instancia de mi piel.
Procedí a servirme otra copa de vino, abrí las cortinas del ventanal de par en par, observe que tenía un cuadro al óleo de una mujer cuyos recuerdos me erizaba hasta la médula, estaba a medio pintar así que me di a la tarea de continuar.
Mi compañero de piso nada que llegaba, pero yo no estaba ansiosa con la espera, mantenía mi nivel de libido imaginándome a esa mujer que pintaba desde una perspectiva un tanto obscena.
Me emocionaba, mantenía atenta y pasiva.
Del éxtasis en el que me mantenía había olvidado que el edificio donde vivía, daba a otro edificio residencial, desde el cual me observaban atentamente dos hombres en diferentes pisos, podía sentir el interés y la morbosidad que les producía aquella escena, expectantes a cualquier desenlace.
Mi mente motivada por el morbo me llevo a buscar en mi habitación, en mi arsenal de juegos, dos consoladores y en cuestión de segundos estaba nuevamente ante mis espectadores dándoles más de aquello que los mantenía fiel a mi ventanal.
Elegí un consolador de un tamaño considerable que por un extremo podría adherirse a cualquier lugar, decidí colocarlo en el ventanal., también tenía en mis manos un consolador de tipo succión que le daba a mi clítoris una sacudida total de mi zona vaginal, estaba tan mojada y la satisfacción parecía ser infinita.
En el ventanal me esperaba mi consolador para recibir con gozo mi vagina ya humedecida, lo introduje y comencé a gemir de un modo más fuerte, la sensación de placer se intensificaba cada vez más en mis movimientos, por supuesto mis espectadores seguían perplejos y expectantes.
Si le contase a alguien que me cogí a un ventanal quizás lo verían como un chiste y yo lo recordaría con tanta pasión como la que sentía en ese momento.
¡Menudo espectáculo se estaba perdiendo mi amigo!
Luego de un rato de frenesí con el consolador del ventanal, vi a mi alrededor todo un diluvio resultado de orgasmos espontáneo, estaba empapada aún más que en la ducha y mi alrededor era prueba material de ello, pero aun así no cesaba de bajar los fluidos por mis piernas, como ríos de placer a monto. Mis piernas ya cansadas me pedían parar y yo no quería realmente, aunque eso significará tumbarme de repente.
Quise darles aún más a mis espectadores y me
dispuse a cambiar de posición.
De espalda introduje nuevamente el consolado a un ritmo mucho más intenso, la abertura de mis glúteos dejaban ver toda mi vitalidad de ese momento desbordada.
La visión de mis glúteos chocando contra el ventanal, los orgasmos y mi clítoris a punto de estallar me llevaba aún más allá del éxtasis
Y allí continuaban ellos, mis espectadores, deleitándose con lo que no era un domingo normal, ellos estaban en el lugar, momento y circunstancias adecuadas para verme apoteósicamente excitada.
Yo no recuerdo cuantas veces exalte a la naturaleza por ese día de pasión desbordada, pero después de un orgasmo estremecedor en el que me costó recuperar el aire, cerré las cortinas triunfantes y culmino la sesión.
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Dulce y romántico día de San Valentín.
Los secreto para un buen bizcocho esponjoso listo para sumergir en leche:
Precalentar siempre el horno, cernir los elementos secos y agregarles los húmedos, lubricar el molde con mantequilla…
Esa era mi rutina desde que decidí estudiar cocina y trabajar medio tiempo en una pastelería, cada paso contaba para darle el acabado a nuestros productos que eran servidos frescos y con una calidad inigualable de satisfacción.
Los bizcochos húmedos eran nuestra especialidad, pero no eran los únicos bizcochos húmedos que estaban a la espera de ser servidos, en ocasiones tenía clientes tan amablemente satisfechos por nuestro sabor que provocaban en mí un excite de placer más allá de la cordialidad, donde una sonrisa un tanto nerviosa delataba mis pensamientos lujuriosos y después de un largo día de trabajo era una descarga de placer en su honor.
No era la única recompensa al finalizar el día para mi mente perversa, creativa y nunca satisfecha.
De vez en cuando me liaba con mi círculo cercano de amigas de turno frecuente y explorábamos lo que llamábamos:
“catación de ingredientes de manera sensorial”
Menudo nombre para lo que en esas reuniones ocurría, por supuesto inventado por mi mente morbosa a quien le encantaba, besar cada recóndito de piel, lamer y ser lamida con la viscosidad de las esencias, betunes y cremas.
Quedaba impregnados en mi olfato y gusto los rezagos de aquellas experiencias, así como el sabor natural que desprendía aquella estimulación que siempre acababan en pezones chupados al límite, vaginas hechas un manantial y la viscosidad propia de la excitación con los mismos elementos de degustación mezclados en todo mi cuerpo.
¡Todo un placer digno de probar cada mes!
Por supuesto desde el profesionalismo y la discreción, pero era evidente que esa actividad clandestina rendía frutos a la pastelería, nuestro grupo de aprendices siempre era el más motivado, puntual y creativo en cuanto a la innovación de sabores.
Desde luego de la puerta de la pastelería hacia afuera siempre recibía unas buenas revolcadas de energía sexual gracias a mi gran menester de buena compañera.
Lo mejor era después de salir de trabajo, esas buenas lamidas de coño, dedeos interminables con orgasmos seguros, producto de aquella liberación y confianza.
¡Pensarlo me enchina la piel!
Admito valerme de mis impulsos creativos para dar rienda suelta a mi perversión, pero es que yo me considero tan apasionada por el sexo tanto como por la comida.
Si hacer el amor es un placer tan amplio, imagínate solo dar rienda suelta al morbo con mixturas y sabores de por medio…
Para el 14 de febrero la pastelería estaba a tope con pedidos.
Reflexionar sobre todo el alboroto por un presente para tener permiso consensuado de mojar el bizcocho, era toda una ironía.
Pero había que ponerse a trabajar, además no era solo el trabajo lo que me motivaba, ya que tenía planificada una actividad que me mantendría bien despierta y excitada.
Le propuse a mi equipo terminar los pedidos antes de la 1 am, porque luego nos esperaba la cena de los sentidos.
Después de un proceso y arduo trabajo a las 12:58 estaba todo empacado y listo para entregar al día siguiente y nosotros para entregarnos al placer.
En primera instancia mi grupo de 5 compañeros debían despojarse de toda la ropa antes de entrar a la sala del morbo, en la cual estaba dispuesta una mesa con diferentes manjares y artículos de sexuales dispuestos como golosinas para explorar hasta en lo mínimo que pasara por sus mentes.
Los comensales en toda la extensión de la piel y bajo el consentimiento de la actividad solamente quedaban dejarse llevar por la intensidad de los sabores, olores y texturas.
Tres mujeres y dos hombres en una habitación, el almizcle de los olores se mezclaba para anticipar una guerra de fluidos, de vez en cuando, jugábamos coquetamente con la comida que caía torpemente intencional para que otro se acercase y la comiese del sitio donde caía.
Eso dio pie a que en plena cena sacara un bol donde había dispuesto nuestros nombres, los nombres de algún ingrediente y un punto erógeno, ya se imaginaran que ocurrió después. Todos sacamos un papel con un nombre de algún compañero, un ingrediente y un punto a embadurnar, para luego lamer, chupar y hasta morder.
Y en cuestión de segundos las risas de satisfacción se dejaban venir por lo que esperaba.
Me toco la lamida de vagina con miel pura de abeja y en cada fundición de la lengua salvaje de una de mis compañeras, mis muslos se afirmaban en una expresión de poseída, mis pechos hacían erupción, mis pezones firmes, mi sangre recorría tan rápido mis venas y se acumulaba en el clítoris y me lo colocaba como un aguijó, mientras que mi entrepierna se desbordaba en placer, ante esto una exclamación y una corrida de impetuosa de satisfacción desde el clímax.
Era aún más delicioso tener espectadores ante esa situación y podía ver los ojos exorbitantes de morbo de mis compañeros que vivían cada experiencia y sabor sobre la mesa con una extravagante fascinación.
Mi otra compañera tomaban los juguetes entre la función y se estimulaban la vagina desde el clítoris hasta lo más adentro
de su humedad, mientras uno de los chicos le chupaba los pezones con una destreza y sutileza, mirándola siempre a la cara.
El otro chico que nos acompañaban eran el más tímido, le costaba tomar la confianza de tocar o prefería disfrutar de los actos como espectador ante la situación, pero aun así estaba erecto, su pierna abierta dejaban ver su miembro venosos a punto de estallar y él con los ojos puestos en el escenario que se había montado de un segundo a otro, de vez en cuando tomaban algo de comida y vino para seguir disfrutando del espectáculo.
Luego de mi satisfactoria lamida, me toco ser quien probara, estimulara y devolviese el placer.
Me encantaban los pechos tan proporcionales de mi amiga, que tenían unos pezones redondos y punzantes, dispuesto para ser lamidos siempre, brotaban de ellos una temperatura que los asemejaba a un panecillo recién horneado y eso me daba más ganas de lamerlos sin parar, así que le coloque crema de menta y chocolate que era mi favorita, mientras le estimulaba la vagina con mis dedos estaba muy jugosa, puede que producto de mi gran chupada de coño, o simplemente de todo el morbo que se respiraba alrededor.
Le chupaba los pezones con la mirada fija en ella, mis ojos exorbitantes veían cada proceso de gesticulación de placer que provenía de su cara, era arte en su extensión, como me prendía nada más de verla desorbitada de placer.
El chico que se mantenía quietamente erecto se nos sumó, mientras que los otros dos integrantes estaban en las preliminares con orales mutuos embadurnando y lamiendo la vagina, pene y escroto con ganache de chocolate.
Aquello era una fiesta de gemidos y se escuchaba en diferentes tonos, con diferentes aceleraciones, todos perdidos en un mismo mundo y era el del placer.
El chico que se había sumado antes derramo miel de abeja en la espalda de la chica a quien yo la lamia los pechos, y acto siguiente ella misma abrió de par en par su trasero para pedir a gritos una penetrada fulminante del miembro de nuestro acompañante, la chica estaba irreconocible y ambos disfrutábamos tenerla así.
En un descuido me tomo por el cabello y me llevo hasta su boca para besarme tan apasionadamente, chupándome los labios, mordiendo, mientras sus manos bajaban y estimulaban mi vulva.
Yo dejaba correr más humedad lo cual considerado a la gran venida de la mamada me parecía una exageración.
Yo aprovechaba toda esa excitación para meterle la lengua y besarla hasta dejarla sin suspiros. Sus labios parecían hablar aun con mi lengua dentro de ella.
El chico se sumergía en placer de ver lo que ocurría adelante.
Mi amiga comenzó a introducir los dedos en mi vagina y a estimularlos al impacto en el cual iba recibiendo el pene por su trasero, los tres llevábamos un mismo ritmo y nuestro éxtasis se veía reflejado en nuestros gemidos que se quebraban de un momento a otro.
De los otros dos solo escuchábamos los gemidos que llegaban a complementar los de nosotros y que no eran tan dispersos.
Todos en éxtasis rotundo, todos temblorosos íbamos cayendo en un súbito orgasmo desparramado por la habitación.
A la mañana siguiente con todo listo y después de una noche de pasión intensa, abrimos la pastelería para darle la bienvenida al dulce y romántico día de San Valentín.
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La verdadera historia de mi primera vez
No siempre fui el demonio injurioso que soy ahora, pero siempre he vivido con esa parte de mí, esa parte que no pudo doblegar ni los estigmas de una familia fanática, religiosa y conservadora.
Desde que recuerdo mi despertar sexual en esas noches donde la masturbación a dedos era mi placer de eterno, verano donde las hormonas parecía no darme tregua, o esos días lluviosos donde estimularme con la fricción de las sábanas, almohadas o cualquier cosa a la que acudía para sentirme tan llena de placer, hasta estallar de humedad intensa que hacía que mi interés por los fluidos y emociones sexuales estuviese siempre expectante.
Como ahora, pero con menos experiencia.
Gracias a la genética y desde mi adolescencia mi cuerpo tomo formas que apetecían y provocaban un estímulo sexual frecuentemente entre mis amigos y vecinos.
Para mí era normal ser deseada, pero difícilmente encontraba morbo en su manera de conquista.
Mi imaginación se recreaba con videos caseros que mis amigos guardaban y hacían que estallara algo más que su mente y eso para mí solo un pequeño estímulo para lo que mi mente perversa llegaba a alcanzar.
Reconozco que la energía sexual dominante me acompañaba bajo pequeños detalles sutiles de faldas cortas, mirada intensa y ''roces inconscientes'' que cuando sucedían me despertaban esa curiosidad de que pasaría si fuese yo la dominada y si diese rienda suelta a los deseos tan perversos que pasaban por mi mente.
Mi expectativa se mantuvo así por mucho tiempo y era hasta divertido para una chica como yo incitar.
Cierto día mi abuela materna, la más religiosa mujer de cofradía, me propuso como voluntaria para ayudar en una iglesia cercana, era un pan de Dios y pese al fastidio que eso me producía no pude negarme.
Fue donde entonces me vi asistiendo a reuniones dominicales, mientras que en las noches mi cama no paraba de empaparse.
Un día mi servicio comunitario era la limpieza y orden de una capilla en desuso y cuando llegue a la capilla muy cerca de mi casa, nadie se apareció y todos los involucrados desistieron de la actividad.
Reconozco que para mí era mejor, mi humor de no haber explorado mi clítoris en la mañana por la actividad me colocaba irritante.
Me dispuse a mover bancas, objetos y alistar todo a puertas cerradas, cuando de pronto alguien llega a la puerta, asistí a abrir y como si el mismo Jesús o en cualquiera de sus representaciones estaba él.
Su porte en todos los sentidos dejaba volar mi mente como en aquellas representaciones de los videos eróticos, era muy bien parecido y tenía unos labios que me hacía imaginar en cada gesticulación que tal sería esa lengua en mi vagina.
Llegue a mojarme de solo pensarlo.
Él era tan gentil y servicial salido del mismo seminario.
Limpiamos por un largo rato y mi mente cada vez maquinaba más ideas de como llevarlo al pecado.
En unas de nuestras conversaciones surgió el tema de como sería llegar al cielo.
Y como mi mente no tenía pudor en dicho momento, le dije sin titubear:-desde el orgasmo-Él se quedó frío ante mi respuesta inesperada y aproveché para tomar más defensiva.
Le expliqué en un tono de inocencia irónica.
Que para mí el orgasmo es una manera de llegar al cielo por varios segundos sin morir.
Él, después de evadir mi comentario con reforzamiento teológico, se apartó de mí y continuamos limpiando.
Lo notaba mirándome en instantes, por su discreción no sabría decir si era rezando para apartar la tentación o dándole vuelo a su mente imaginando el color de pantis y que tan húmedas estaban.
Luego de un rato de una jordana extenuante, todo estaba listo y limpio. Aunque estaba algo silencioso, podía intuir que el deseo estaba en el aire expectante, esto porque, pese a que nuestro trabajo había culminado, ambos seguíamos sacando detalles imperceptibles.
Todo estaba dispuesto y solo faltaba darle un empujón al estímulo, aprovechando que él se había sentado en unas de las bancas y con mi calentura en aumento quise darle fin a la espera.
Para despedirme sutil e inesperadamente me posé sobre la sentada de pierna abierta, tome su cara y lo bese apasionadamente chupándole la boca como si no hubiese un mañana. Metiendo mi lengua juguetona, suave, mis labios sentían el poder del momento cuando comencé a sentir su pene erecto y caliente por encima de mi ropa. Y como experta en el arte de calentar huevos, me levanté y con voz seductora le dije:
-Espero que con esto me recuerdes cuando estés en el cielo-
Me di la vuelta victoriosa sabiendo que había desatado el infierno de su ser.
Al dar un par de pasos siento que me toman de una mano con fuerza y me sienta nuevamente sobre él, de espalda y con las piernas abiertas, luego empieza a recorrer mi cuerpo a primeros toques con sus manos, recorría todo con tanto detalle que mi excite iba incrementando, yo sentía que su pene iba a explotar en cualquier momento y solo quería que fuese sobre mí.
Era muy silencioso en palabras, pero su respiración lo delataba y era un estímulo que hacía que no solamente me mojara a mayor velocidad, sino que también los poros de todo mi cuerpo se abrieran y los olores se intensificaran.
Su euforia iba creciendo y me recorría cada vez con mayor confianza, con una mano palpaba la humedad de mi vagina sobre mi ropa y con la otra recorría a un ritmo preciso desde mi cabello, bajando por mi espalda y llegando a mis muslos que los apretaba dando un sonido de excitación que me llevaba al clímax.
Toda la excitación hizo a mi angelical acompañante, quien ahora se sometía a un demonio, diera sus primeras órdenes y en el acto, con voz decidida, me ordeno levantarme.
Al levantarme con sutileza me bajo mis licras ajustadas para dejar ver mis glúteos y mi entrepierna mojada, metió sus manos bajo mi camiseta y empezó a sentir y tocar mis pechos, no llevaba brasier, así que estaba expuesta, él los manoseaba sin pudor mientras mantenía su cuerpo pegado al mío.
Yo estaba completamente excitada, respiraba cada vez más a gusto.
Me encantaba llevar el ritmo al que mi acompañante iba, aunque lo que quisiese fuese que me introdujera su pene tan duro para gritar de placer.
En cuestión de tiempo invertimos de posición, me sentó y se arrodilló, no sin antes quitarme los pantis y meter sus dedos en mi vagina, humedad a montón para luego llevárselos a la boca y chuparlos mientras me miraba fijamente con deseo.
Llevo mis glúteos mucho más adelante del espaldar e introdujo su lengua en mi vagina que ya mojada y con su saliva me daban un calor infernalmente delicioso.
Con movimientos suaves me chupaba el clítoris como quien come un helado y yo no tuve más opción que soltar orgasmos discretos ante la situación en la que me encontraba, tan mojada, tan extasiada que empujaba de momentos su cabeza bruscamente ante mi entrepierna humedad y le mojaba la cara de mis fluidos incesantes.
Él, por su parte, al verme tan incontrolable me metía su lengua en mi vagina y saboreaba mis fluidos con un gusto tan satisfactorio que su cara lo expresaba muy bien.
Después de ponerme a gemir incesantemente, hizo una pausa y me llevo justo a un costado del al altar, encendió un velón que estaba previsto para las festividades y continuamos nuestra intensidad, esta vez yo de espalda recostada en el altar fue directo a mis nalgas, las abrió de par en par e introdujo su lengua para lamer besar y darme placer desde el clítoris, hasta mi trasero.
Todo lo que ocurría en ese momento superaba por mucho mi imaginación.
Mis amigas decían de manera sarcástica que las primeras veces eran difíciles de olvidar, pero definitivamente lo que pasaba dentro de ese lugar era más que misticismo, quedaba corto y sería poco creíble, aunque muy cierto.
Pasado un momento mi vagina y mi trasero estaban tan dilatados que él podía hacer lo que quisiera e introducir su pene erecto por donde quisiese y sin contemplación.
Decidió meterlo todo y tan duro por mi vagina, me penetro tan perfectamente que el placer se hizo más evidente desde el grito inconsciente que solté.
Luego jugueteaba con el glande metiéndolo y sacándolo por segundos, mientras que por mis piernas ya corría más que agua bendita.
Después de un rato lo introdujo completamente viendo mi desesperación, yo estaba tan excitada que pedía que me lo metiese más duro, cada vez más y a mayor ritmo, Frente a la estatua de algún santo y sin pudor.
Me dio como quiso y como definitivamente yo quería, haciendo una pausa tomo el velón encendido y me lanzo líquido de esperma sobre mi espalda y eso hizo que me exorbitara aún más.
Yo estaba intentando recuperar mi papel dominante y él en cada movimiento me llevaba a un nivel de excitación que me hacía retroceder a dejarme hacer definitivamente su voluntad.
Continúo penetrándome, pero esta vez le agrego los dedos a mi trasero apretado que estaba ya mojado y mientras yo gritaba casi sin aliento, él me estimulaba ambas zonas.
Recuerdo, no querer que parara, no querer que se terminara, venir tantas veces que no pude ni contar y él en una sintonía casi inducida al mismo tiempo en que mis piernas se desmayaban, introdujo su pene por mi trasero y descargo todo el semen dentro.
Mis piernas se tambaleaban y escurrían de todo.
Desde ese día soy más el demonio que un ángel.
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