Ojalá la falta de amor pudiera resolverse como la falta de sexo.
Ojalá pudiera masturbarme el corazón.
Salva Dávila
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“No sabemos a qué obedece tu presencia, pero estás allí, amor, totalmente desarraigada de lo que nos rodea. Estás allí sólo para que podamos amar, dispuesta nada más a que nuestros cuerpos pataleen enchispados en el tuyo y se revuelquen por turno o a un mismo tiempo en tus entrañas dulces y jugosas. Y ya lo ves, estoy hablando de ti otra vez, sé que no se puede, que es imposible, pero no importa, me gusta inventar. Nada importa si total, hundimos la cabeza entre tus senos y chupamos tu pelo como si fuera apio. Adivinarnos lo que estás sintiendo tu cuerpo cuando tus rodillas nos golpean, nos maltratan en su orden de que convirtamos todo lo que te pertenece en una bella masa líquida. Y vemos nuestras caras retratadas allí donde sabes que está la palabra felicidad escrita de la forma más desconocida. Yo le tomé una fotografía y al revelarla, no había más que un relampagueé manchoso. Ni siquiera una cámara fotográfica pudo llegar a recordarla. Ella metía la mano entre mis piernas y agarraba todo, y así dormía. Repetía que sólo nos tenía a nosotros, que fuera de nosotros no existía nada, porque juntos conjurábamos a la eternidad. Nos empujaba hasta el borde de la cama. Descolgaba las piernas y nosotros, apoyados sobre la pared, nos tirábamos de cabeza por el único camino que había en el mundo. Y nos dijo que se iba a ir, y la vieja Carmen que tocaba a la puerta, para que le apuráramos, pero nosotros jamás saldremos”.
Andrés Caicedo
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Te ofrezco
¿Con qué te puedo retener?
Te ofrezco calles estrechas,
ocasos desesperados,
la luna de los raídos suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre que
ha mirado largo y tendido a la solitaria luna.
Te ofrezco mis ancestros, mis muertos,
los fantasmas que los vivientes han honrado en mármol:
el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires,
dos balas atravesándole los pulmones, barbudo y muerto,
rodeado por sus soldados en el cuero de una vaca;
el abuelo de mi madre –con apenas veintidós años–
encabezando una carga de trescientos hombres en Perú,
ahora fantasmas en caballos desvanecidos.
Te ofrezco cualquier revelación que puedan tener mis libros,
cualquier masculinidad o humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco el núcleo de mí que he guardado,
de algún modo: el corazón central que no trata con palabras,
no trafica con sueños, y no ha sido tocado por el tiempo,
por las alegrías, por las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista en el ocaso,
años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones sobre vos mismo, teorías sobre vos mismo,
auténticas y sorprendentes noticias de vos mismo.
Puedo darte mi soledad, mis tinieblas, el hambre de mi corazón;
estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota.
Jorge Luis Borges
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El increíble viaje de amor de cada uno
Nuestor amor cambió de domicilio.Se marchó poco a poco, como quien hace una prolongada mudanza en sus ratos libres.
Lo primero que hizo fue irse resquebrajando. Una vez roto, bien partido en dos, pudo diferenciarse porque ya no era nuestro amor, era, por un lado, tu amor y, por otro, el mío, bien separados, como dos perrosm de distinto dueño.
Una vez visto esto, tras tratar de arreglarlo, negarlo y echarnos mucho en cara, finalmente decidimos dejar que cada amor hiciera su camino y nos dijimos adiós.
El mío - mi amor - se tomó bastantes prisas y se largó en una noche de borrachera con una rubia, con la que compartí el asiento de atrás de un C3 y un teléfono al que le faltaban algunos números para poder desembocar en una segunda cita. No resultó, ni tampoco resultó volver a los bares con los amigos de siempre pensando que cualquier piel podría bastar para borrarte.
El tuyo - tu amor- se metió a investigar en Facebook su pasado y allí se encontró con un viejo amor del colegio y tuvieron varias citas, la primera deliciosa, y el resto bastante rancias, porque el tipo en cuestión no resultó ser tan romántico y tu amor se vio vagando solo, en una ilusión monodireccional. A partir de ahí le perdí la pista por el bien de mi salud.
Luego mi amor deicidó tomárselo con calma porque para encajar con otro amor la prisa nunca ayuda. No fue fácil, porque un amor por sí solo tiene poco que hacer, se aburre, no está acostumbrado, quiere jugar a hacerse grande y para eso necesita conjugarse con otro amor. Le pareció buena idea hacer un casting, conocer otros amores solitarios, sin prisa pero sin pausa y convenció a sus amigos para que le presentaran corazones por encajar, para hacer veladas a cuatro. No estuvo mal aquella época pero el amor realmente no se puede programar. Quizás dos amores tengan prisa, se conozcan y lo intenten, pero aún así es posible que no puedan formar otro amor multiplicado.
De nada sirven los castings, no atiende a eso, es más sencillo. El amor se cruza con otro y lo reconoce al instante, como un perro, cuestión del olfato, así de golpe. Y es mutuo porque el amor con el que te encuentras olisquea un segundo y lo entiende también en un instante. Y ambos dicen ahora sí. Y hay una primera cita de dos amores temerosos pero ilusonados y ambos piensan ahora sí. Y a ello le siguen tardes, noches, cenas, camas, presentaciones y ambos amores les dicen a sus amigos ahora sí, y comienzan a despedirse de ellos mismos, porque van a dejar de ser un amor y otro amor, para convertirse en otra cosa. Por fin se completa el puzle - tal y como llevaban tiempo soñando -, y dejan de ser esos amores solitarios para pasar a ser el Amor, uno solo, es que resulta de sumar la primera y la segunda persona del singular. Esa conjunción, esa maravilla, que hemos convenido en llamarlo de un modo sencillo, con la palabra más hermosa del mundo: nosotros.
Marwan
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Orgullo
Se enamoraron nada más mirarse.
Él venía dolido de otro cuerpo.
Ella creía saber cómo domarlo.
Él resolvió ser distante para gustarle.
Ella que debía ser él quien diera el primer paso.
Ambos esperaron a que fuera el otro quien hablara.
Y así fue el amor más bonito de la historia
que jamás tuvo lugar.
Marwan
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La soleá
Vestida con mantos negros
piensa que el mundo es chiquito
y el corazón es inmenso.
Vestida con mantos negros.
Piensa que el suspiro tierno
y el grito, desaparecen
en la corriente del viento.
Vestida con mantos negros.
Se dejó el balcón abierto
y el alba por el balcón
desembocó todo el cielo.
¡Ay yayayayay,
que vestida con mantos negros!
Federico García Lorca
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Los heraldos negros
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
César Vallejo
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Considerando el frío, imparcialmente...
Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…
Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…
Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…
Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…
Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…
Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…
Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…
le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué mas da! Emocionado… Emocionado…
César Vallejo
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Un beso
Un beso que solo sepa hablar de ti.
Un beso que cierre de golpe la soledad,
que se apoye sobre la herida,
un beso que cauterice.
Un beso que enseñe un nuevo concepto del amor,
un beso que detenga la memoria.
Un beso que conmueva a las estatuas,
que destroce la cordura,
que lleve tu nombre,
que hable de ti,
que salte de tu boca
hasta mi vida.
Un beso que venga hasta esta habitación
y nos deje, al fin,
el futuro bien doblado
en los armarios del porvenir.
Uno con el que nos digamos todo
-aunque no haya nada que deicrse-,
el beso que me debes,
el beso que te debo,
ese beso
que nunca vas a darme.
Marwan
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Dentro
Ya no estás aquí, no puedo verte,
pero sigues dentro.
Igual que el puñal está dentro del asesinato,
igual que la moneda lleva implícita
la estafa y la calidad.
Así estás tú. Dentro.
Por eso me abro paso entre mis carnes
y voy apartando músculos, tendones y fascias,
esquivo huesos y te busco
porque te llevo dentro.
Igual que un lápiz esconde en su mina
una carta de amor o el retrato de tu amada.
De ese mismo modo te llevo yo.
Por eso retiro vísceras, empujo nervios,
buscando dónde, en qué lugar estás oculta.
Y no sé cuánto tardaré en dar contigo
pero cuando así sea - y eso sucederá -,
te diré la verdad: que te sigo amando,
que ha sido así cada día
desde el mes en que te fuiste
y después te arrancaré
- no habrá tiempo para más -,
saldrás de mí
igual que un joven se va de la niñez,
sin avisar, sin remedio,
para siempre.
Marwan
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Hago cosas raras
Digamos que hago cosas raras.
No me gustan los caminos rectos si no son hasta tu boca.
Por eso di un rodeo hasta para olvidarte.
Y nunca quise olvidarte pero me está haciendo falta.
Y he seguido haciendo cosas raras.
He intentado descolgarme las heridas de la piel.
Igual que una camiseta de la cuerda de tender.
Lo mismo que un cuadro de un museo.
Volví a conducir rápido. Suicida.
Para adelantar de noche a mis temores.
Como digo, hago cosas raras.
Te busco en los botones vacíos de la despensa.
Aún veo la primavera temblar en nuestras fotos.
En las discotecas solo hay fast food.
Ningún alma que llevarse a la boca.
Me hago un toriquete en la memoria.
Para que no se desboquen los recuerdos.
Por si olvidaste, hago cosas raras.
Y corro, de un lugar a otro.
Mi cabeza ya lo entiende pero no mi corazón.
Corro hacia las piernas de la noche.
Corro hacia las sílabas de otro cuerpo.
Corro, corro, corro.
Y no sirve de nada
y lo sigo haciendo y no sirve de nada
y lo sigo haciendo y no sirve de nada
y lo sigo haciendo y no sirve de nada.
Si algo he aprendido es que
se puede huir de todo menos de lo que se pierde.
Marwan.
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Plegaria nuclear de un cocacolo
Señor que te tienes
que me tienes
que tienes la galaxia
que tienes el uranio.
Señor, yo no me tengo.
Señor que habitas el átomo más azul
el más extenso el más redondo
el bastante construido.
Estoy sentado en este bar
y bebo coca cola
para poder hablarte:
ya tengo mis blue-jeans
de azul como de rosa submarina
desteñidos como un lavadero
donde terneros asexuados lavan
monedas falsas de oro y condecoraciones.
Ya tengo mi correa del este o del oeste
mi correa con chapa de sol
a medio día a la orilla del río
prolongada como el camino lechoso
que pintaste con yeso
sobre las nalgas la espalda el muslo
o el pecho de la noche.
Ya tengo mis mocasines de sur o norte
desalmados inherentes
ya llevan 15 días finos
y ellos como una bomba de jabón
y estos largos como el estornudo
del fusil más ahumado.
No tengo un automóvil que brille mejor
que dos naranjas en el refrigerador
que ruede mejor que dos bolas de billar
sobre el cielo verde que habita cuatro patas
pero tengo mis huesos largos
forrados de músculo brillante
que hacen caminar
pero no tengo cómo poner el brazo
contra la espalda de una cocacola
pero no tengo cómo sentir
mientras voy por el camino
el caballo castaño que me rueda –cola-de caballo-.
yo no me soy
yo no me tengo
pero yo he oído que hieren las estrellas
con esquirlas de granadas radioactivas
y lloran sus pestañas y sus párpados
yo he visto que juegan con fósforos enormes
y encienden el tabaco estratosférico
el cigarrillo
la ionosfera
yo he visto que juegan un billar circunterrestre
y hacen carambola con vanadio
que ensaya un ritmo largo
- que aúlla un perro con antenas-
he sabido que los perros orinan
contra el eje de la tierra
que ladran radiaciones a millares
de nudos de cometas
yo no me tengo
yo no me soy.
Señor, yo te confieso que bailo rock and roll
que me baño desnudo y solo
que una vez he fumado marihuana.
Señor, sólo te pido cigarrillos extranjeros
que me conserves los blue-jeans desteñidos
los mocasines largos
la coca cola helada
que me dejes ir al cine porque no tengo automóvil
sólo te exijo: yo no soy ni pienso ser.
Tiéneme, señor, que habitas el átomo más azul
y más extenso
y más redondo.
Amilcar Osorio
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Ceremonia recurrente
El animal totémico con sus uñas de luz,
los objetos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminentemente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
Vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el horizonte de tus flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.
Y después despertamos y es domingo y febrero.
Julio Cortázar
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Soneto del vino
¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto
Otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.
Jorge Luis Borges
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Mi próxima cicatriz
La miré y supe que sería inalcanzable. Aún así tenía que intentarlo. Me acerqué a ella. Le dije una sola frase: sé que mi próxima cicatriz llevará tu nombre.
Marwan
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Aunque fuera breve
Yo subía las escaleras de su cuerpo,
ella se tiraba de mi abismo.
Hacíamos una buena pareja.
Siempre nos encontrábamos a medio camino
de su caída y mi ascenso
y daba igual todo, que subiéramos o bajáramos.
Lo importante era que en algún punto,
aunque fuera breve,
ella y yo nos encontrábamos.
Eso es la poesía.
Marwan
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