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Anunnaki
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enzopose-blog · 7 years ago
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Belleza
Mi nombre es Billy.
Escribo esto porque se acerca el final, al menos el mío. Llegue a la vida con una condición bastante extraña que no puedo controlar. Lo tengo que enfrentar y al mismo tiempo quedar en la memoria.
Siempre fui muy tímido con el sexo opuesto. No es que no me atraigan, pero hay algo en su belleza. La belleza de una mujer logra ponerme nervioso, no sé bien cómo explicarlo, pero la belleza femenina genera un clima de superioridad tremenda con respecto a mí. Creo que no soy el único que se siente así. O muy pocos lo perciben.
Cada vez que una chica se me acercaba, mi cuerpo entraba en trance, una mezcla de nervios y miedo comenzaba a invadir mi cuerpo. Empezaba a temblar y sudaba muchísimo, era una tortura para mí. No me atrevía a mirar a la cara, sentía que la tensión podía explotarme la cabeza en pedazos.
Pase varios meses así, los peores de mi vida. Intento no recordar aquellas épocas por mi bien. No hace falta describirlos, supongo que se darán una idea.
Un día, no aguante más y tome la decisión. Ese mismo día iba a mirar la cara de la belleza y soportar lo que trajera, para bien o para mal.
No sé si en ese momento estaba preparado, pero tenía que hacerlo. No aguantaba un día más en esas condiciones. Nunca entendí por qué algo tan hermoso podía dañarme tanto.
Salí directamente para la plaza, ahí siempre hay bellezas. Solo tardé pocos segundos en encontrar una. El esplendor que irradiaba el cuerpo de esa mujer hacía que me pensara las cosas más de una vez, pero estaba decidido.
El plan era sencillo. Acercarme y preguntarle la hora. Ni más ni menos. Me costó 15 minutos en empujar mi cuerpo, pero lo hice. Me acerque lo suficiente y le pregunte la hora. Se dio vuelta y ahí lo vi. La fuente de su poder. Los ojos.
Los ojos de la mujer son la fuente de poder de su belleza. En ellos puedes perderte tan solo con mirarlos un minuto, sentir un miedo irracional que va trepando por la espalda hasta llegar a la nuca y te pone los pelos de punta.
No recuerdo que respondió. Su mirada penetrante me había hecho perder la compostura y la noción del tiempo así que escapé lo más rápido que pude.
Me encerré durante días, sin saber qué hacer con mi problema. Después de varias horas debatiendo conmigo mismo, tuve una idea. No podía dejar que la belleza femenina me haga sentir de esa manera. No podía permitirlo más. No era justo.
Iba a apagar la belleza de cada mujer que se interpusiera en mi camino.
Me sentí valiente por tomar esa decisión y ese mismo día empecé.
Cerca de las diez de la noche salí a comprar cigarrillos casi seguro que ninguna belleza se me iba a acercar. No les convenía. Esta vez era yo el que iba a atacar.
Caminando sobre la vereda empecé a sentir que mi plan podría ser una locura y que quizás tuviera una enfermedad y por lo tanto tendría que haber una cura. Pero no sé si era algo que podría plantearle a un médico. Este era mi problema y yo y solo yo tenía que enfrentarlo. Tenía que salir de mi escondite, inflar el pecho y decirle a la belleza que yo valgo lo mismo o más que ella. Suena fácil de decir, pero hacerlo…
Compré cigarrillos y encendí uno. Una pitada profunda me haría relajar un poco.
Mientras volvía a casa, algo distraído, apareció en la penumbra. Una belleza. Mi primera víctima.
Paré en seco, congelado y con la boca abierta. Vi esos ojos verdes que resplandecían en la oscuridad, amenazando mi cordura, destruyéndolo todo. No lo pensé dos veces. Agarré una baldosa del piso simulando que se me había caído algo y comencé a caminar hacia ella. Cuando estuve lo bastante cerca la golpeé con la baldosa reiteradas veces en la cabeza. Mi corazón estaba por explotar, parecía que saldría de mi pecho de la emoción.
Pero la belleza aun respiraba.
Me limpié la cara bañada en sudor con mi remera y la levanté. Me sentía un poco mejor, la sangre tapaba sus ojos por lo tanto la fuente de poder estaba bajo control. No podía hacerme daño. La cargué sobre mi espalda y la llevé a mi casa que se encontraba muy cerca, nadie podía verme.
Bajé a la chica medio inconsciente al sótano. La recosté sobre una colchoneta y me puse a pensar que haría con ella. Era mi oportunidad para decirle a la belleza que no tenía miedo.  
La mujer respiraba con dificultad mientras la sangre entraba en su boca y otro tanto se coagulaba en la nariz. Me acerqué a ella y le corrí el pelo, antes rubio ahora teñido de rojo, y la observé. Sus ojos estaban cerrados por eso no me sentía mal. La belleza, con su fuente de poder inhabilitada, no me haría daño.
Pero de un momento a otro, despertó.
Hizo fuerza para abrir los ojos y al lograrlo sentí el estallido. La fuente de poder volvió a cobrar vida. Sus ojos verdes me miraron fijamente y acompañados por un grito sentía como empezaba a destruirme por dentro. Tenía a mi peor pesadilla acostada en mi sótano.
La chica estaba con los ojos abiertos de par en par, jadeando, yo en un rincón temblando esperando que esos ojos se apaguen, pero no iba a pasar si yo no hacía algo al respecto.
De repente la mujer rubia con el cabello rojo sangre comenzó a gritar e intentaba levantarse, pero no podía, estaba malherida. Lloraba y gritaba. En mi rincón ya no me sentía a salvo, mi desesperación fue tal que comencé a golpearme la cabeza con las palmas de mi mano tratando de buscar una respuesta, una solución a lo que enfrentaba. Y ahí fue. Como cuando agarré la baldosa, no lo pensé dos veces.
Me levante y corrí hasta la caja de herramientas y tome un destornillador plano. Mire de reojo a la belleza que aún se esforzaba por levantarse. Me acerqué lentamente, le di un puñetazo y enterré el destornillador en un ojo, tres veces, lo saqué y lo clavé en el otro ojo, tres veces más. La colchoneta se iba tornando roja. Vi trozos de verde chorrear desde las cuencas ahora vacías hacia el suelo. Un verde apagado porque la fuente de poder ya no estaba.
Me tire en el piso mirando al techo respirando entrecortado por la euforia. Tal fue el alivio que comencé a reír fuerte. Carcajadas de felicidad. Al fin pude enfrentarme a la belleza. El placer fue increíble. Inmensurable.
Enterré el cadáver de la mujer sin belleza y sin vida bajo un árbol en el fondo de mi patio.
Me duché. Luego puse música y me serví una copa de vino. No me sentía así de bien desde siempre.
Esa noche dormí como nunca. A la mañana siguiente desayuné mirando el noticiero. El recuadro del título dictaba “Mujer desaparecida”. Me preocupe bastante por lo grave que era el asunto. La mujer de la foto estaba enterrada en mi patio.
Me mantuve al margen unos días hasta que la búsqueda disminuyó.
Mi segunda, tercera y cuarta víctima me las encontraría 10 días después un sábado a la noche. Estaba manejando con mi auto, volviendo a mi casa, cuando veo en la esquina del semáforo a 3 mujeres vestidas como para salir de fiesta sacándose fotos en el medio de la calle. Borrachas. Me puse nervioso y comencé a bajar la velocidad. Si pasaba por ahí me iban a mirar con esos ojos malditos burlándose de mí.
Recordé el alivio y el placer que sentí cuando derroté a la belleza por primera vez.
Pise el acelerador y las pase por arriba a las tres juntas. Chusa. Bajé del auto y de a una las subí en los asientos de atrás.
Por el retrovisor observé que algunas personas comenzaban a salir de sus casas como periodistas escondidos esperando captar la noticia que genere su ascenso.
Pero era tarde, ya estaba en camino hacia mi casa.
Estoy escribiendo esto en la mesa de trabajo del sótano, escuchando las bellezas llorar y jadear pidiendo piedad. Que ironía. Ellas no tienen piedad sobre mi problema.
Las tres tienen varios huesos rotos. Una de ellas con una fractura expuesta en la muñeca izquierda.
Quiero disfrutar esto. Puede que sea lo último que haga.
La radio habla. Dice algo sobre un auto sospechoso y unos gritos que los vecinos escucharon. Y lo peor. Mi auto fue identificado por las cámaras de seguridad. No van a tardar mucho en encontrarme.
Lo único que me queda hacer es jugar. Divertirme y esperar el fin.
Me acerco a una de las mujeres. Me mira con sus ojos azules, desafiantes.
“Por favor” me dice.
Tengo en mi mano una cuchara sopera, como antes, sin pensarlo uso la cuchara de palanca y le arranco los ojos. Mucha sangre. Muchos gritos.
Tengo los ojos azules de esa mujer en mis manos. Brillan. De a poco se van apagando. Volvió la risa a carcajadas.
No me resistí e imité al monstruo de la serie Monstruos De Verdad, ese que tenía ojos en las manos. Me pareció bueno un poco de humor ante tanto horror. Las mujeres no rieron.  
Moviendo mis dedos sobre el aire elijo mi siguiente arma, una cuchilla.
“Hola” le digo a la siguiente mujer.
Me mira temblando, llorando.
“Tengo una hija de 2 años, por favor” me dice.
Me asustó mucho esas palabras. Comencé a entender que siempre van a seguir engendrando bellezas en cuerpo de mujer y su poder se va a ir incrementando cada vez más y la gente como yo no va a tener posibilidades. Entiendo que las mujeres van a hacerse cada vez más fuertes a medida que pase el tiempo.
Nadie las va a poder detener.
Mi terror se incrementa y le clavo la cuchilla en un ojo, luego en el otro. Vuelvo apuñalar el primero. Nuevamente el segundo. El color verde vuelve a estar chorreando hacia el piso.
Falta una sola y me podre ir.
Escucho ruidos afuera. Problemas.
Cinco patrulleros parados en la puerta de mi casa. Atrás de ellos una multitud de personas. Mujeres. Ver todas esas bellezas juntas en un mismo lugar hizo que me caiga de espaldas.
Desesperado tome un martillo y le destroce la cabeza a mi última víctima. Pedazos de sesos por todos lados.
Pedazos de verde por todos lados.
Un golpe fuerte en la reja de entrada, Subo corriendo a la segunda planta y me escondo en mi habitación. Estoy asustado. No por la policía, ellos no me preocupan.
Pero si las mujeres de atrás. Eran muchas, no podría con todas. Tengo que pensar en algo.
Otro golpe más fuerte en la puerta principal. “Policía, salga con las manos en alto”.
Mierda.
Se escuchan otras voces. Voces femeninas.
Se acercan.
Escucho pasos por la escalera.
Abro el cajón del armario. Un arma. Una bala.
Me voy al infierno con la certeza que voy a quedar en la memoria de todos como las bellezas que apague se van a quedar en la mía.
Adiós.
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enzopose-blog · 7 years ago
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Viaje interestelar.
— Sírvame otra. — Le dijo Marcos al chico de la barra.
— Con gusto. — Dijo este mientras le ponía hielo al vaso
La última vez que Marcos había tomado alcohol fue antes de su accidente varios años atrás. El mismo día que se había convertido en físico cuántico. Decidió salir a festejar con unos amigos a un bar. Entre copa y copa conoció a una mujer, parecía un poquito mayor que él, rubia y de curvas pronunciadas. Ésta lo convenció de que la llevara a su casa para tener más intimidad. Marcos no lo pensó dos veces y salió a conducir en un estado de ebriedad absoluto. Diez cuadras después estrelló su camioneta contra un árbol. Nunca estuvo en peligro de muerte, pero si inmovilizado. Durante un mes no pudo caminar, no sentía la mano derecha y su hombro derecho apenas reaccionaba. De la mujer que se había ido con él no supo más nada y sus amigos dijeron que lo vieron irse solo. No le dio mucho interés al hecho, estaba muy ebrio y pudo ser producto de su imaginación. A partir de ese momento había jurado no volver a tomar una gota de alcohol.
Pero todo cambió cuando fue despedido de su trabajo en el laboratorio de física.
Desde que comenzó con la construcción de una máquina que facilitaría el viaje interestelar a la velocidad de la luz, algo que la humanidad todavía no había podía hacer, se sintió observado en todo momento. Camionetas que lo seguían desde el trabajo a su casa, llamadas al teléfono donde nadie hablaba y lo peor de todo, las pesadillas por las noches.
Necesitaba el laboratorio de física para poder usar instrumentos que solo allí había. Pero su paranoia de que alguien supiera en lo que estaba trabajando le nublaba el pensamiento y lo hacía actuar de una manera no comprometedora.
Comenzó entrando al laboratorio fuera de su horario de trabajo, luego llevándose a su casa instrumentos laborales sin permiso, noches sin dormir y llegadas tardes al trabajo.
Su jefe, un tipo testarudo, no tardó en ver las actuaciones de Marcos y dio su primer aviso.
Sonó el intercomunicador.
— Marcos Vanucci, presentarse en mi oficina dentro de 10 minutos.
Dejó el pizarrón donde estaba escribiendo unas formulas y miró a su compañero.
— Algún día tenía que pasar.
— ¿Qué cagada te has mandado Marcos? — Preguntó Enrique
Enrique trabajaba en el laboratorio hace 6 años, un año más que Marcos. Sus investigaciones se basaban más en la teletransportación. Creó un aparato para mover objetos del punto A al punto B en solo unos minutos a una distancia considerable. Pero él quería más. Quería poder transportar un ser vivo, pero sus experimentos eran fallidos. Intento transportar unos ratones a una distancia de 3 metros, pero nunca llegaban vivos al otro extremo.
— Luego te cuento. — Le respondió
Marcos se dirigía hacia la oficina de su jefe esperando que la sanción no sea grave, esperaba una reducción de sueldo o algo parecido. Llegó a la oficina y su jefe estaba esperando sentado tomando un café.
— Siéntate Marcos — Le ordenó su jefe
Marcos se sentó sin dejar de mirar la cara de su jefe
— Bien Marcos, he observado algunas conductas que nunca he visto en tus 5 años en el laboratorio. Llegadas tardes, falta de entrega de informes y por mas esta decir que ya sabes que no se debe entrar en el laboratorio fuera del horario de trabajo. ¿Se puede saber que te está pasando?
— Lo siento señor, no he dormido en noches y he venido al laboratorio fuera del horario laboral a poder completar trabajos e informes, pero no lo he logrado.
—    ¿Has visitado algún doctor? Te pueden recetar algo para el insomnio.
—    No, aun no, pensaba en ir mañana si es que hoy no puedo dormir.
—  Entiendo, pero la política de la empresa no permite dejarte libre de castigo, la física dice que las leyes no pueden romperse. — Dijo irónicamente — No puedo suspenderte ni reducir su salario por un problema de salud, pero te voy a conceder una cita con el psicólogo de la empresa a la que tienes que presentarte obligatoriamente y voy a retirarte la tarjeta de acceso al laboratorio para que no ocurra más sus visitas fuera de horario.
— Sí señor. — Respondió Marcos secamente.
— Vuelva al trabajo.
Marcos se levantó de la silla y se acercó a la puerta.
—    Sr Vanucci.
—    ¿Sí?
—    Vaya a ver a un doctor.
—    Sí señor.
     Volviendo al laboratorio Marcos sabía que el interrogatorio no había terminado. Lo     esperaba la metralleta de preguntas de Enrique. Es su compañero desde que entró en la empresa y lo ayudaba en sus investigaciones, se sentía mal por no contarle su secreto, pero no era el momento.
— ¿Porque te ha llamado el jefe Marcos? Habla — Preguntó Enrique preocupado
—     Falta de informes y llegadas tardes, solo eso — Respondió a medias
—     Ya veo. Si necesitas algo, lo que sea, me llamas, ¿Sí?
—     Si. Gracias Enrique.
—     De nada.
Marcos dio la vuelta y siguió trabajando pensando en cuál iba a ser su próximo paso. Ya sin la tarjeta de acceso al laboratorio su investigación se iba a complicar.
Sin pensarlo dos veces guardó en su mochila un par de instrumentos de mediciones y varias partes de maquinaria delicada. Si no podía continuar su trabajo en el laboratorio lo iba a terminar en su casa.
Cuando termino la jornada laboral, Marcos saludó a Enrique y salió del laboratorio lo más normal posible para no despertar sospechas.
Ya fuera del edificio subió a su auto y apoyó su cabeza contra el volante y dio un suspiro.
        << Que locura >> Se dijo así mismo.
Solo estaba a 100 metros de distancia de su casa cuando vio que en la puerta había dos personas paradas. Su jefe y un policía.
Bajó del auto y se encaminó a ellos.
—     ¿A caso creías que no iba a dar cuenta? ¿Me viste cara de estúpido? — Ladró el jefe — ¿A caso no creías que te iba a estar observando después de tus malas actuaciones? Te creía más inteligente Marcos.
Marcos no respondió.
—     Sabes exactamente que los elementos que te llevaste del laboratorio no se consiguen en otra parte. Devuélvelos. — Ordenó el patrón
Marcos le entregó la mochila en silencio.
—     No sé qué es lo que te llevas en mano Marcos, pero esto nunca lo creí de ti. Señor oficial, puede irse, no levantaré cargos.
—     ¿Está usted seguro? — Preguntó el uniformado.
—     Si seguro, gracias oficial.
El policía se subió a su patrulla y se fue.
—     ¿No vas a decir nada? — Preguntó el jefe.
—     Lo siento señor y gracias por no levantar cargos.
—     No puedo encerrar en una celda un cerebro como el suyo, sería un desperdicio. Pero tampoco lo vas a usar en el laboratorio. Estas despedido Marcos. Cuídese.
Dio media vuelta y se fue.
Marcos vio cómo su ahora ex jefe se desvanecía a lo lejos y se quedó parado en silencio.
     Volvió a subir al auto.
De camino al bar había decido llamar a Enrique para contarle todo. Le debía una disculpa.
Sacó su teléfono y marcó.
—     Hola, ¿Quién habla? — Dijo una voz al otro lado de la línea.
—     Enrique, soy Marcos, ¿Estas ocupado?
—     Estaba viendo televisión, pero no estoy ocupado. ¿Que necesitas Marcos?
—     Estoy yendo al Bar de Luis, te tengo que contar algo, te espero ahí.
—     Muy bien, allí estaré.
Marcos miraba al chico de la barra mientras le servía su quinto vaso de wiski, él pensaba que lo podía hacer mejor, pero que va, era solo un pobre chico que se estaba ganando el pan.
Se tomó el wiski de un solo trago y le dijo.
—     Muy rico el wiski, pero se me antoja una cerveza... Juan. — Dijo mientras leía el nombre del chico en su camisa.
—     Sí señor.
Divisó a Enrique entrando por la puerta.
—     Que sean dos.
Enrique se sentó al lado de Marcos, lo saludó y bebió un trago de cerveza.
—     ¿A qué se debe el honor? — Preguntó intrigado Enrique
—     Me despidieron del laboratorio.
Enrique quedó helado.
—     ¿Cómo dices? ¿Por qué? Debe haber un error, déjame hablar con...
—     No no, no hace falta Enrique, gracias. Me despidieron por llevarme unas cosas del laboratorio a mi casa porque estoy trabajando en un proyecto secreto. No se lo he contado a nadie. Pensé que creerían que estoy loco.
—     Dios, Marcos, ¿Porque no me contaste nada? Te podría haber ayudado. ¿En que estas metido?
—     Te agradezco por toda tu ayuda en estos años Enrique y perdón por ocultártelo. Estoy trabajando en una máquina que podría facilitar el viaje interestelar a la velocidad de la luz.
—     No lo creo — Dijo Enrique sorprendido.
—     Enserio, creo que estoy muy cerca de lograrlo, pero ya no tengo acceso al laboratorio. Tiene que haber alguna forma en la que pueda seguir mi investigación. — Dijo Marcos mientras miraba a Enrique esperando una respuesta satisfactoria.
—     Vaya, es increíble Marcos, no sé qué decir.
—     No me crees ¿Verdad?
—     No, no es eso, solo que, ya sabes...
—     Lo sabía.
—     Marcos no sé si pueda ayudarte en esto, no puedo perder mi trabajo, sabes que tengo dos hijas que mantener. Creo que debería irme. Cuídate.
Marcos se quedó pensando cuando fue la última vez que dos personas le dijeron que se “cuide” en la misma noche.
Eran las 20:30 cuando Enrique salió por la puerta del bar. Marcos terminó de beber su cerveza y cinco minutos después de la partida de Enrique, salió del bar.
Sentado en el auto se decidió a terminar su proyecto costara lo que costara. Él sabía que estaba muy cerca de conseguirlo y no lo iba dejar.
Encendió el auto y decidió irse a dormir.
Ahí fue cuando apareció la luz. Una luz blanca y cegadora.
Cuando recuperó la conciencia estaba tendido sobre una camilla en un lugar muy iluminado. A su alrededor había unos seres observándolo, parecían personas.
—     ¿Usted es el señor Marcos Vanucci? — Preguntó uno
—     Eh, si soy yo, ¿Dónde estoy? — Dijo mientras intentaba abrir los ojos
—     Es él — Dijo otro mirando a los demás.
—     ¿Quiénes son ustedes? — Preguntó Marcos nervioso.
—     Lo estamos estudiando desde hace tiempo señor Vanucci. Hemos aprendido su idioma y usamos la apariencia humana para parecer uno de ustedes y así poder estar cerca de usted. — Dijo una voz femenina que estaba más atrás.
Cuando se acercó, Marcos vio que era la mujer con la que había salido del bar la noche del accidente.
—     ¿Tu? Sabía que no estaba alucinando. — Dijo Marcos sorprendido.
—     He usado la apariencia hembra de su especie para poder acercarme a usted Señor Marcos. No vamos a revelar nuestra forma a un simple terrícola. Desde nuestro primer encuentro tiene en su cuerpo un microchip que nos permite saber cosas de la mente y comportamiento humano. Puede haber tenido efectos secundarios como pesadillas o paranoia. Hemos recogido mucha información a lo largo de estos años a través del microchip. Y lo que estudiamos no nos satisface, ni a nosotros ni a todos los seres vivos del universo. La humanidad todavía no está preparada para los viajes interestelares. Todavía les falta mucho por aprender y también a comportarse mejor unos con otros. No podemos permitir que gente que daña a su misma especie este paseando por el espacio exterior. ¿Quién sabe qué harían con otras especies? Debemos ser precavidos. Los terrícolas son una especie muy inteligente pero sus comportamientos egocéntricos han llegado a limites extremos. Todavía pueden cambiar, todavía pueden aprender, pero si alguna vez vemos que su especie es una amenaza para el universo, los liquidaremos.
Marcos quedó con la boca abierta mientras la mujer seguía hablando.
—     Nos tomamos la molestia en destruir toda su investigación. Ahora mismo está usted en una nave en la órbita de La Tierra. Lo devolveremos a su planeta y lo seguiremos usando para seguir estudiando la mente humana. Y por supuesto no recordará nada de esto.
—     No, no pueden hacerme esto, no voy a...
Sintió que le estaban cacheteando el rostro. Estaba tirado al costado de una carretera con el torso desnudo. Enrique lo encontró.
—     Marcos, despierta — Decía Enrique mientras golpeteaba suavemente la cara de Marcos
—     ¿En dónde estoy?
—     Levántate, vamos, te llevo a tu casa.
Con un esfuerzo terrible pudo levantarse y se sentó en el auto.
—     ¿En qué estás pensando? No puedes emborracharte y terminar durmiendo en la calle. Tienes que reaccionar. — Dijo Enrique
—     No sé, no recuerdo nada, solo que salí del bar y me despertaste.
—     Tienes suerte de que sea yo el que te haya encontrado.
Enrique dejó a Marcos en su casa. Lo saludó y vio cómo se adentraba en su hogar.
 << Viaje interestelar a la velocidad de la luz. Que locura.>> Dijo mientras meneaba       la cabeza de un lado al otro y se alejaba de la casa de Marcos.
Marcos tambaleando logro subir las escaleras. Se quitó la ropa y se dispuso a dormir. Cerró los ojos.
Una luz roja titilaba bajo la piel de su mano derecha.
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enzopose-blog · 7 years ago
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Pike
Era el fin del ultimo día laboral del Dr. Méndez en el Hospital antes de unas vacaciones. Una semana antes había reservado para la semana del 15 de febrero, con su esposa Erica, pasar el invierno en un pequeño pueblo alrededor de un bosque al sur de Escocia llamado "Pueblo Verde" que habían visto por internet, por su vigésimo aniversario y con el fin de volver a encender el fuego matrimonial que el trabajo de a poco fue apagando.
 El Dr. Méndez de nombre Martin había conocido a Erica a través de su mejor amigo Lucas en una fiesta en 1997. Se enamoraron y dos meses después comenzaron a salir como novios. 20 años después, Martin siendo traumatólogo y Erica siendo profesora de Matemática en la universidad y en algunas escuelas, dejaron de tener tiempo para su relación y su intimidad fue cayendo.
  En el camino a casa, Martin paró en un supermercado para comprar algunas provisiones para el viaje, comida, cerveza, chocolate, etc.
—      Amor ya llegué. — Avisó Martin
 Erica lo saludó con un beso fuerte.
—      Eh, guarda un poco para la cabaña — Dijo Martin entre risas
  — Jajajajaja, tonto- Dijo Erica sonriendo. — Vamos, ayúdame a terminar de empacar así en una hora salimos.
 Martin entró en la habitación y miro como su mujer guardaba mucha ropa en la valija pensando que él no necesitaría más que un abrigo grueso, una bufanda y un par de guantes.
—      Bien, el viaje será largo, así que mejor partimos ahora — Dijo Martin
 En el camino por la ruta, la pareja iba escuchando a Stevie Ray Vaughan, su músico favorito de los 80', en formato de casete, Martin siempre decía que si lo escuchaba en casete no perdería su esencia. No le agradaba mucho la tecnología.
 Luego de varias horas de viaje la tarde iba cayendo, la luna subiendo y de a poco empezaban a aparecer las primeras estrellas en el nublado cielo.  
— Bien, según este mapa, la ruta 215 debería ser esta, así que hacemos 500 metros a la izquierda y deberíamos ver la entrada al pueblo, aunque esta ruta parece media deteriorada. — Dijo Martin
  Siguieron su camino por la ruta 215 hasta que un gran cartel bastante corroído dictaba             "Bienvenidos a Pueblo Verde” — Deberían arreglar ese cartel. — Comentó Erica
  Mientras se adentraban en el pueblo a Erica se le antojo comprar un poco de vino para la cena. El problema era que no encontraron ningún negocio abierto, ni gente.
—      Qué raro, no se ve movimiento — Comento Erica
  Dieron unas vueltas con el auto hasta que visualizaron un grupo de gente en la puerta de una tienda. Era una tienda de caza para animales salvajes.
   Los pueblerinos parecían escuchar un discurso.
  La pareja bajo del auto y se acercó a la multitud.
— Miren! Comienzan a llegar los primeros turistas a este gran festival — Dijo con entusiasmo un señor gordo arriba de una tarima.
— Festival? — Pregunto Erica
— Si señorita — Dijo el gordo. — Primero déjame presentarme. Mi nombre es Osvaldo, soy el dueño de esta tienda. Cada mes de febrero salimos a cazar a Pike. — Dijo Osvaldo
 — Pike? ¿quién es Pike? — Pregunto Martin
 — Que es Pike? querrá decir — Corrigió Osvaldo — Pike es un animal que aparece cada año en invierno, más que nada en febrero, solo lo han visto dos personas y desde ahí queremos cazarlo y eso levantaría mucho más el nivel de turismo.
—      ¿Y por qué ese nombre? — Preguntó Martin
—      Porque me recordaba a un hombre malo de una serie de televisión jajajajaja — Reía el gordo Osvaldo
Este tipo está loco, fue lo que se dijo Martin a sí mismo.
— Y cuando fue la última vez que fue visto Pike? — Preguntó Erica
— Hace 50 años fue la primera y única que vez que unos vecinos del pueblo pudieron verlo, por desgracia no existían todos esos artefactos modernos para poder tomar una fotografía, pero las pruebas están. — Respondió Osvaldo.                                                                                                                                   — Punto para la tecnología — Le dijo Erica a Martín entre risas.
— Y cuáles son esas pruebas? — Pregunto Martin
— Varias personas han desaparecido para esta fecha y dentro del bosque se puede escuchar el rugido de algo furioso. Durante 20 años la entrada al bosque estuvo prohibida para estas fechas, hasta hubo un toque de queda para que la gente no salga de noche y así cuidar a los ciudadanos. El toque de queda se hizo durante 5 años durante un mes, de febrero a marzo, pero llego un momento que el toque de queda ya no hacía falta, la gente se comportaba y sabía que no debería acercarse al bosque en estas fechas. Pero todo cambio cuando dos niños jugaban a las orillas del bosque y una vecina llamo al 911 diciendo que estaba viendo como algo se estaba llevando a los niños dentro del bosque. Los cuerpos de los niños nunca fueron encontrados. Desde entonces nos reunimos a esta altura del año para salir todos juntos a cazar a Pike, lamentablemente nunca pudimos encontrarlo, pero este año, si, este año es distinto, ya presiento como se acerca, tengo un buen presentimiento de que vamos a dar con él — Dijo frotándose las manos
—¿Están conmigo? — Grito Osvaldo entusiasmado
— Siiiiiiii — Grito la multitud mientras levantaban antorchas, machetes y otros objetos punzantes.
— Creo que estos tipos están locos — Dijo Martin, esta vez a su esposa
— Si, supongo que sí, pero parecen entusiasmados — Comento Erica
— Bueno, vamos a cenar y a dejemos a los locos con su tema — Finalizo Martin.
La casa que habían alquilado para pasar sus vacaciones se encontraba a pocas cuadras de la entrada del bosque. Las inmediaciones del bosque eran muy importantes ya que se lo podía ver en cualquier parte del pueblo.
En el camino hacia la casa alquilada, la pareja admiraba fascinante el verde bosque, era hermoso, presentían que iban a tener unas lindas vacaciones.
Llegaron a la casa. Las Llaves estaban debajo de una maceta tal como había dicho la dueña. La casa era acogedora, para dos personas, una habitación, cocina- comedor y un baño, no necesitaban nada más. Pero lo que hacía hermosa esa casa era el verde lugar que lo rodeaba.
—      Qué lindo lugar – Dijo Erica
—      Te dije que te gustaría – Dijo Martin — Voy a buscar el hacha y cortar algunas leñas para la chimenea — Dijo y le dio un beso en la frente.
Erica se quedó parada en la puerta de la casa mirando la casi oscuridad que se adentraba en el bosque mientras su marido iba a cortar leña y se quedó pensando en Osvaldo y la leyenda de Pike. Por un momento tuvo miedo. Pero se distrajo enseguida cuando comenzó a desempacar. Luego se sentó y volvió a pensar.
Erica se había enamorado de Martin por la valentía que tenía para manejar y arreglar cualquier problema, por su dulzura interna y su capacidad de preocuparse y ayudar a los demás a pesar de sus propios problemas.
Pero el último tiempo lo noto distante a ella, a su relación, a todo lo que vivieron durante 20 años. Las cosas no iban bien entre ellos y hasta pensó en que la solución era el divorcio, pero decidió esperar un tiempo más a ver si las cosas podían mejorar, no era fácil tirar 20 años de matrimonio por la basura, aparte ella lo amaba.
Cuando Martin llego a la casa con la noticia de las vacaciones para revivir el matrimonio supo que había sido la mejor elección esperar a que las cosas mejoraran y lo iba aprovechar al máximo.
Martin volvió con un saco de leña.
—      Conseguí leña para toda la semana, no quería morir de frio. ¿Algún problema? — Le pregunto a su mujer que la veía con cara pensativa.
—      No, no es nada, solo pensaba. Voy a preparar la cena.
—      Me parece bien, muero de hambre, yo voy a encender la chimenea.
Ya con la chimenea encendida y con el calor que inundaba la pequeña casa, se sentaron a cenar. Un buen pollo con papas al horno, la comida preferida de Martin. Ella con su típico vino y el con su típica cerveza. Erica pensaba que pollo y cerveza no era la mejor combinación.
—      Mañana al amanecer tengo pensado en que salgamos a caminar por el bosque y disfrutar de la naturaleza, ¿Qué te parece? — Pregunto Martin rompiendo un silencio que no era incomodo como otros.
—      Me parece bien, mientras que no nos alejemos mucho de la casa, la sola idea de pensar en lo inmenso que es ese bosque y que nos podríamos perder me pone los pelos de punta.
—      Dejaremos marcas en los árboles y montañitas de piedras en el piso para guiarnos, imposible perdernos, será divertido, aparte estoy yo para cuidarte, no dejaría que nada te pase y se tengo que enfrentarme a ese tal Pike lo hare — Dijo Martin con sarcasmo.
—      Deja de nombrar a Pike, me hace acordar a esos tipos, están locos.
—      Bueno, entonces hagamos otra cosa — Dijo Martin mientras se acercaba lentamente a ella y la besó.
La luz del fuego de la chimenea alumbraba lo suficiente para que se viera su amor desprenderse desde lo más profundo de sus cuerpos y el calor anunciaba el acto sexual que prometía hacer desaparecer todo el mal que podían tener.
Durante una hora pudieron disfrutar del placer amoroso porque de repente se escuchó un ruido, como un rugido en el bosque que los paralizo.
—      ¿Que fue eso? ¿Escuchaste? — Pregunto Erica exaltada
—      No sé, puede ser algún animal, recuerda que estamos en un bosque, voy a ir a ver, quédate acá.
—      No, voy con vos, ni loca me quedo acá sola.
—      Es más seguro acá, vuelvo enseguida.
   Martin se calzo los pantalones y salió corriendo de la habitación, agarro el hacha y se acercó sigilosamente a la puerta. Sintió un sudor frio por la espalda, sintió miedo.
   Abrió la puerta y salió afuera, observando la penumbra camino unos metros hacia el bosque y vio una luz resplandeciente a unos metros de él, parecía una antorcha.
Se acercó un poco más hacia a la luz y vio que realmente era una antorcha. Era Osvaldo.
—      Eh, Osvaldo — Llamo Martin
Osvaldo se da vuelta, lo miró y se puso el dedo en los labios implorando silencio.
—      Shhh! lo he oído — Dijo Osvaldo con cautela.
¿En serio? ¿Este tipo me arruino la noche?, no lo puedo creer, se dijo Martin así mismo mientras se acercaba a Osvaldo.
—      ¿No lo oíste rugir? — Pregunto Osvaldo
—      Si, escuche el rugido, pero estamos en un bosque, puede ser un oso o cualquier otro animal.
—      No, es Pike, estoy seguro, y con esa hacha no vas a tener ninguna oportunidad ante él, así que yo buscaría un arma — Le advirtió Osvaldo
—      Y este Pike, ¿qué aspecto tiene? Si es que se sabe
—      Pike es una bestia que camina en dos patas, peludo, y bastante grande, aproximadamente 3 metros de altura y no pienses que puede llegar a ser un oso grande, porque los osos más grandes de este bosque aparecen muertos en esta época y por la cantidad de animales marinos que encontramos sin vida deducimos que también se puede mover por agua. Creemos que es un animal que no ha sido clasificado y cuando lo cacemos este pueblo crecerá económicamente.
—      Wow, bueno, parece interesante, pero como dijo, estoy indefenso con esta hacha, así que voy a volver a la casa, suerte. — Dijo Martin deshaciéndose de él.
—      Bien, tenga cuidado. — Lo despidió Osvaldo. — A, por cierto, ¿cuál es tu nombre? — Pregunto Osvaldo
—      Méndez, Martin Méndez — Dijo Martin mientras se iba de vuelta a la casa.
—      Recuerda de cerrar bien las ventanas Señor Méndez — Le aconsejó Osvaldo
—      Si, gracias.
  Volviendo a la casa, Martin se detuvo a pensar en todo lo que le había dicho Osvaldo sobre Pike, y se preguntó por un segundo si todo lo que dijo Osvaldo podría ser verdad. Y se repitió a si mismo que ese tipo estaba loco.
  Ya llegando a la casa vio que Erica estaba sentada en la puerta esperándolo.
—      ¿Que era? — Pregunto su mujer intrigada
—      Osvaldo, eso era. — Respondió Martin
—      ¿Ese tipo?, ¿qué hacía ahí?
—      ¿Tú qué crees?
—      ¿Pike?
—      Ajam, mas hablo con él, mas pienso que está loco.
—      Todos están exaltados con el tema y a veces me pregunto si es verdad en que existiera esa cosa y estuviéramos en peligro acá.
—      Eh, no va a pasar nada, vinimos acá por unas vacaciones y no vamos a estar pendientes sobre una leyenda local que ni ellos saben si es verdad, vamos a dormir y mañana haremos esa caminata en el bosque y todo estará bien. — Le dijo a su esposa mientras le besaba la frente.
Antes de acostarse Martin cerró la puerta con llave y trabó todas las ventanas.
El reloj marcaba las 07:58 de la mañana y Martin llevaba una hora despierto. El sol entraba por la ventana y se decidió levantarse para ducharse y prepararle el desayuno a su mujer que dormía plácidamente.
Mientras se duchaba pensaba en lo bien que había hecho en salir de vacaciones con su esposa. Él sabía muy bien que si no hacía algo al respecto con su matrimonio todo acabaría mal y seria su perdición. Gracias a Erica, Martin supo salir adelante de situaciones catastróficas que tuvo en su adolescencia como la muerte de su padre y la ausencia de su madre. Como consecuencia de ello él había entrado en el mundo de las drogas. Había empezado fumando marihuana, se fumaba un porro cada tanto para poder relajar la mente y no pensar que no tenía una familia con la que había deseado o que realmente merecía. Pero de un porro cada tanto fue a ser un porro por día y hasta probar otras sustancias. Lucas su mejor amigo estaba realmente preocupado por el, fue por eso que le presento a Erica, sabía que si se enganchaba podría volver a rehacer su vida y es por eso que no podía perder su matrimonio. Necesitaba una responsabilidad.
Terminó de ducharse y empezó con el desayuno, café negro para él y café con leche para Erica y unas tostadas con mermelada de frutilla.
Con una bandeja llevó el desayuno a la cama.
—      Buenos días para la mujer más hermosa de este planeta — Recitó Martin
—      Mmm, eso es café? — Pregunto Erica media dormida
—      Especialmente para vos — Dijo Martin — Dale, desayunemos que tenemos un largo día.
   Terminaron de desayunar y se prepararon para la aventura. Martin preparó unos sanguches para almorzar en el bosque y unas botellas de agua y alguna que otra fritura. Erica por su parte cargó en su mochila un kit de primeros auxilios, un mapa, una brújula y algunas que otras cosas por si acaso, unas linternas y un cuchillo y una cámara de fotos.
—      Bien, ¿todo listo? — Preguntó Martin entusiasmado.
—      Todo listo capitán — Respondió Erica poniendo su mano en la frente como un saludo.
—      Andando.
Caminaron una hora dentro del bosque observando la silenciosa y hermosa naturaleza que los rodeaba.
Erica era fanática de las aves y les gustaba muchas fotografiarlas.
—      Wow, mira, un águila real, tengo que fotografiarla — Dijo Erica en un estado de excitación.
—      Vamos a acercarnos sigilosamente para no ahuyentarla.
   Erica logro tomar la fotografía del águila real antes que esta emprendiera viaje
—      ¡Si! La tengo — Grito saltando y luego abrazó a Martin
—      Eres una experta fotógrafa, deberías dedicarte a esto.
—      Cállate. Sigamos caminando — Ordenó Erica.
—      Si mi capitán — Contestó Martin haciendo el mismo gesto que Erica había hecho antes de salir de la casa.
Caminaron por una hora más hasta que Martin oyó algo.
—      ¿Escuchas eso? — le preguntó a Erica
—      ¿Qué cosa?
Se escuchaba un shhhhhhh de fondo.
—      Creo que es un rio — Dijo Martin antes de salir corriendo en dirección al sonido
—      ¡Espera, no corras tan rápido! – Gritaba Erica mientras corría tras el
  Martin llego primero y cayó arrodillado ante la hermosa imagen que tenía enfrente. Un rio de agua celestina y una cascada en la esquina que hacía más perfecta aquella imagen.
  Cuando llego Erica quedo fascinada contemplando aquel hermoso lugar.
—      Creo que deberíamos almorzar acá — Le propuso Martin.
—      Acepto.
  Tiraron una manta en el suelo y se sentaron a comer mientras admiraban la belleza que había alrededor. Estuvieron ahí por unas horas contando anécdotas pasadas y planes para futuro.
—      Sabes — Dijo Martin — Cuando tengamos un hijo tenemos que traerlo acá y mostrarle en donde fuimos realmente felices.
—      ¿Estas planeando tener un hijo y no me contaste?
—      Te lo acabo de contar.
—      Ja ja ja.
 Luego de almorzar siguieron caminando, admirando flores silvestres y algunos animalitos.
 Cuando la tarde empezaba a caer emprendieron el viaje de regreso a la casa. Caminaron por una hora más en dirección a la entrada del bosque haciendo chistes y cantando, hasta que se detuvieron en seco con la mirada inerte y la boca abierta de par en par.
—      Eso es… — Estaba diciendo Erica antes de que Martin lo interrumpiera.
—      Un oso… muerto — Dijo sorprendido y asustado.
—      Pero cuando vinimos no estaba ahí, o sea que ha ocurrido cuando estábamos en el rio.
—      Vámonos de aquí — Dijo Martin
  Ya casi estaba oscuro por completo, no estaban muy lejos de la cabaña, pero el miedo y la incertidumbre jugaban en contra.
—      Saca las linternas — Dijo Martin
  Erica saco dos linternas, ambas funcionaban. Corrieron por el camino de regreso a la cabaña cuando otra vez tuvieron que parar bruscamente.
—      ¿Qué carajo es eso? — Pregunto Erica antes de Martin le tapara la boca para silenciarla.
—      Shhh, tranquila, ocultémonos atrás de este árbol — Dijo Martin asustado
  Martin asomó la cabeza tras el árbol para poder ver que era esa cosa y lo que observó lo dejo más paralizado que antes. Una monstruosidad parada en dos patas con una piel peluda que emanaba una maldad salida del mismísimo infierno, no podía ver más que eso, estaba cada vez más oscuro, pero si podía ver qué era lo que aquella cosa estaba haciendo, estaba devorando otro oso.
—      Oh dios — Dijo Martin preocupado.
—      Creo que esa cosa es de lo que estaba hablando Osvaldo y todos esos tipos — Dijo Erica asustada.
—      No puede ser.
—      Si, puede ser, debimos haberles creído.
—      No hay tiempo para lamentarse, lo importante es que debemos salir de acá, ¿trajiste algún arma? — Pregunto Martin.
—      No, solamente un cuchillo.
—      Perfecto — Dijo Martin con ironía. — Tenemos que irnos, pero hay que apagar las linternas, no nos puede ver o terminaremos como ese oso.
—      Dios, Martin, tengo muchísimo miedo.
—      Tranquila, vamos a salir de aquí, volvemos a la casa agarramos el auto y nos vamos — Dijo Martin calmándola. — Vamos caminando lentamente por donde vinimos del rio y tomamos otro camino para volver a la cabaña y sin hacer ruido.
Erica acepto temblando con un movimiento de cabeza.
   Lentamente la pareja empezó a caminar para atrás mirando directamente a la cosa esa                que todo indicaba que era lo que los vecinos del pueblo llamaban “Pike”.
Estaba muy oscuro, no se podía ver nada, solamente lo que la precoz luna podía iluminar. Erica estaba tan asustada que no sabía cómo mantener la calma, solo quería salir corriendo ahí.
—      Esto no puedo estar pasando, no no no.— Repetía una y otra vez.
—      Tienes que calmarte — Le dijo Martin.
—      ¿Qué tengo que calmarme? ¡Cómo quieres que me calme si estoy caminando a oscuras y hay un monstruo atrás de nosotros y ni siquiera sabemos si estamos en dirección correcta hacia la casa! — Dijo Erica con un tono más elevado.
Martin quiso taparle la boca para que no grite y en el intento de zafarse Erica cayó al piso rompiendo el silencio.
El monstruo dejó su cena y centró su atención en aquel ruido.
Erica se paró rápidamente y abrazo a Martin y ambos se quedaron paralizados al ver que Pike centraba su atención en ellos.
—      Hay que quedarnos quietos capaz no puede vernos y cuando se distrae nos vamos — Dijo Martin intentando tranquilizar la situación.
Pero no duro mucho la tranquilidad pues Pike si podía verlos y sin pensarlo empezó a correr en dirección de ellos largando un rugido que helaba la sangre.
—      ¡CORRE! — Grito Martin.
Ambos empezaron a correr adentrándose más en el bosque con el afán de poder perderse de la vista de Pike.
—      VAMOS, NO TE DETENGAS POR NADA DEL MUNDO — Gritaba Martin a su esposa.
En la corrida Erica cayo desplomada al piso al tropezarse con una roca y se rompió el tobillo
—      Ahhhhhhh — Gritó Erica de dolor — AYUDAME POR FAVOR NO ME DEJES — Gritaba Erica.
—      Nunca haría eso, vamos toma mi mano — La ayudó Martin
     Erica corría cojeando mientras Martin la ayudaba, pero él monstruo estaba cada vez más cerca.
—      Tenemos que escondernos, se escucha el rio, podemos escondernos en la cascada — Dijo Martin.
  Erica no podía más del dolor y no le quedó más remedio que aceptar.
  Cuando llegaron al rio se dieron cuenta de que Pike ya no los seguía
—      Bien lo hemos perdido de vista, una buena — Dijo Martin
—      Por favor dime que es un sueño — Dijo Erica llorando
—      Tranquila yo estoy contigo y no te voy a dejar, vamos a escondernos.
—      La única manera de llegar a la cascada es cruzando el rio, ¿crees que puedes hacerlo?
—      ¿Queda otra?
—      Agárrate de mí y yo te llevare, parece un poco profundo, pero si nos mantenemos a flote podemos llegar a la cascada.
Erica se aferró a Martin y se metieron al agua helada, caminando unos metros hasta que el agua les llego hasta el pecho y tuvieron que comenzar a nadar manteniéndose a flote en la superficie.
Ya en el medio del lago hicieron unos metros más hasta que sintieron unas ondas de agua que venían desde el otro lado
—      ¿Sentiste eso? — Preguntó Martin
—      Si lo he sentido.
—      ¡Pero qué idiota! — Dijo Martin desesperado. — Osvaldo me dijo que podía moverse en el agua.
Estaban atrapados en el agua mientras que Pike los estaba rodeando como un tiburón que acecha a su presa antes de atacar.
Erica y Martin estaban nadando lo más rápido posible a la orilla para poder escapar de las garras de aquella bestia que parecía sobrenatural.
Cuando por fin estaban llegando a la orilla que parecía inalcanzable Pike salió del agua delante de ellos con un salto que parecía romper las leyes de la física con un rugido enorme
—      ROOAARRRRRRRR.
—      AHHHHHHHHHH — grito la pareja de la sorpresa y del miedo.
Pike le dio un golpe a Martin que lo mando a volar unos metros a la orilla del agua quedando Erica indefensa.
El monstruo agarro con sus bestiales garras a Erica y pudo ver la cara de esa abominable ser sabiendo que todo había acabado, que ya no había escapatoria.
Martin que estaba dolorido tirado a la orilla del agua vio como Pike se estaba llevando a la mujer de su vida adentro del bosque. Se levantó y salió corriendo a buscarla, pero las heridas que tenían eran bastante fuertes y no podía alcanzarla.
Erica con lo que parecía ser sus últimas fuerzas le tiro un beso a Martin diciendo “Sálvate, te amo”
—      NOOOOOOO — Gritó Martin arrodillado en el suelo.
—      NO NO NO NO NO NO NO NO — Gritaba mientras golpeaba el piso con sus manos.
Con las pocas fuerzas que le quedaba se levantó y empezó a caminar de regreso a la cabaña. Planeando el rescate.
Regresó a la cabaña, curó sus heridas, encendió el auto y partió para el pueblo en busca de Osvaldo y todo aquel que quiera cazar a Pike.
Llegó a la tienda de Osvaldo, pateo la puerta al entrar y dijo
—      Pike se llevó a mi esposa y quiero todo para matarlo!
—      ¿Has visto a Pike? ¿Estuvieron en el bosque de noche? ¿Acaso no me escuchaste cuando te advertí? — Dijo el gordo Osvaldo.
Martin agarro de la camisa a Osvaldo imponiendo superioridad.
—      Escúchame bien gordo, no me importa lo que has dicho, la cuestión es que esa cosa se llevó a mi esposa y la quiero recuperar, ¿vas a ayudarme o no?
—      Seguro, tengo todo el armamento necesario para poder cazarlo, solamente hay que reclutar a algunos voluntarios, no creo que sea difícil, hay muchos que lo quieran cazar, pero, ¿puedes soltarme por favor? — Dijo Osvaldo con cautela ante la ferocidad de Martin.
—      Bien, vos ocúpate de cargar todo lo necesario en la camioneta, yo me encargo de reclutar — Dijo Martin mientras le soltaba la camisa.
—      Me parece bien — Dijo Osvaldo.
  Osvaldo estaba cargando el armamento para poder derribar aquella bestia, toda clase de armas, machetes, bombas molotov y trampas para osos, mientras que Martin se subió con un megáfono a la misma tarima en donde Osvaldo estaba dando su discurso cuando habían llegado al pueblo.
—      ¡Escuchen, voy a ser claro, cuando llegué, los tomé por locos, no creía en la existencia de Pike, hasta que hoy esa cosa se llevó a mi esposa y estoy reclutando a todo aquel que quiera cazarlo, Osvaldo es el primero que me va a acompañar, los demás que se unan agarren sus autos y todo su cargamento porque salimos en media hora! — Grito Martin
—      Siiiiiiiiiiiiii — Gritaba el pueblo con alzando antorchas y armas tal como lo hacían cuando hablaba Osvaldo. Martin lo vio como un movimiento automático.
Martin se sentó en el piso esperando que la muchedumbre se preparara para ir al bosque pensando si ya era tarde, si Pike había matado a Erica.
Osvaldo lo vio y se le acerco a consolarlo.
—      La vamos a encontrar, ya dije que este año tenía la sensación de que podríamos cazar a Pike.
—      No me importa cuál es la sensación que tenés, solo quiero encontrar a mi esposa, es todo lo que tengo — Dijo entre lágrimas.
—      Haremos todo lo posible — finalizo Osvaldo mientras cerraba la puerta de atrás de la camioneta con todo el equipamiento cargado.
Martin se subió a la camioneta, la encendió y espero que Osvaldo diera la orden a todo el mundo.
—      ¡Señoras y señores, este es el año que daremos caza a Pike y esperemos encontrar a la señorita que se llevó sana y salva, así que prepárense porque allá vamos! — Alentó Osvaldo.
—      Siiiiiiii — Volvió a gritar la muchedumbre mientas se subían a sus vehículos.
Osvaldo fue de acompañante de Martin. Emprendieron viaje hacia el bosque. Una fila de autos seguían a la camioneta de Martin, como unos 20, Martin se sintió apoyado por el pueblo, pero también sabía que lo hacían por su propio interés, que era cazar a Pike, el solo quería recuperar a su esposa.
  Luego de interminables 20 minutos llegaron a la cabaña, estacionaron los autos y todos bajaron preparando el equipo, linternas, armas, kit de primeros auxilios, faroles de noche y antorchas. Era buena toda la iluminación que llevaban, no iban a quedarse a oscuras en ese inmenso bosque
Martin se paró en frente de todos y les indico donde fue la última vez que vio a Pike
—      Bien, mi primer encuentro por Pike fue a unos minutos por este sendero, lo vi devorando un oso gigante, luego salimos corriendo hacia el lago y ahí fue donde nos atacó y logro llevarse a Erica y se fue por el camino que está a la izquierda del lago. Sé que hay posibilidades de que mi esposa pueda estar viva, no la mato en el acto, si no que la cargo y se la llevo. Así que síganme. — Dijo Martin.
—      ¡Bien, ya lo escucharon, así que carguen sus armas y andando! — Dijo Osvaldo tras el discurso de Martin.
Martin agarro un rifle semiautomático que le había dado Osvaldo, mientras la cargaba este le pregunto.
—      ¿Tienes experiencia con eso? — Le pregunto Osvaldo.
—      Tengo el conocimiento necesario. — Le respondió secamente.
—      Okey, detrás de ti — Dijo Osvaldo.
Martin, se adentró en el bosque mientras la muchedumbre lo seguía. Cuando llegaron al lago, él les indico por donde se fue Pike cuando se llevó a Erica.
Mientras caminaban por el camino se toparon un gran charco de sangre.
—      Esta fresca — Dijo Osvaldo. — Tiene que estar cerca.
—      ¿De qué será esa sangre? — Dijo uno de la muchedumbre.
—      De eso — Señalo Martin. — Un oso.
Quedaron todos en silencio contemplando la escena macabra del oso gigante descuartizado a 3 metros de ellos cuando un rugido enorme paralizo el corazón del bosque.
—      POR ALLÁ — Grito Martin cuando comenzó a correr.
Los pueblerinos se quedaron mirando en silencio y comenzaron a correr tras él. Corriendo por el sendero oscuro del bosque casi 1 kilómetro Osvaldo se paró en seco y atrás la muchedumbre hizo lo mismo.
—      Pike — Dijo Osvaldo con asombro.
—      TRAS EL — Grito Martin desenfundando el rifle.
Se acercaron hacia el monstruo y Martin se preparaba para disparar, pero Osvaldo lo detuvo.
—      Espera. Lo quiero vivo, tengo unos dardos tranquilizantes que pueden dormir a un elefante por horas — Dijo Osvaldo.
—      Fuera de mi camino — Le dijo Martin con los dientes apretados.
—      Lo siento — Dijo mientras le metió un puntapié en la tibia y Martin cayo de rodillas al suelo.
  Osvaldo se acercó más al monstruo mientras estaba de espalda para disparar, pero este se dio vuelta, Osvaldo disparó. Falló y la bestia comenzó a correr en dirección a él. El monstruo era muy rápido y Osvaldo no hizo tiempo a correr, Pike le metió un manotazo que lo hizo volar unos metros, para saltar arriba y comenzar a despellejarlo vivo.
—      Ahhhhhhhhhhhhhh, ayudenmeee! — Gritaba Osvaldo de dolor, pero su grito se ahogó en toda la sangre que Pike desprendía de su cuerpo.
  La muchedumbre comenzó a gritar y salieron todos corriendo para todos lados.
—      Noooo, vuelvan! — Gritaba Martin que comenzaba a quedarse solo en la oscuridad.
—      Ahhhhhhh — Gritaba la muchedumbre mientras corrían en todas las direcciones.
  Pike se estaba haciendo un festín con la gente del pueblo, pero no se los comía, los destrozaba.
  Un tipo de como de 45 años se puso de frente y le vacío un cargador de Aka-47 pero no le movió ni un pelo. Cuando se quedó sin balas no hizo tiempo en recargar y Pike lo agarro entre sus garras y lo partió al medio como si fuera un pan.
  La gente corría desesperada pero cada uno iba teniendo ese mismo final, ser destrozado por esa bestia que hace 50 años querían cazar. Algunos pocos pudieron huir, pero Pike aniquilo a muchísima gente en muy poco tiempo.
Martin ya estaba jugado, era huir sin su esposa o terminar como ellos en el intento de salvarla y no se iba a ir con las manos vacías.
Martin en el intento de encontrar un escondite para poder atacar encontró el rifle de dardos ensangrentado que el difunto Osvaldo había dejado antes de ser una mezcla de tripas, entrañas y sangre en manos de Pike. Se escondió en una cueva que estaba a la izquierda en donde Pike había destrozado a Osvaldo, esperando el momento justo de atacar a la bestia. Encendió la linterna dentro de la cueva y un rastro de sangre se deslizaba bajo sus pies. Observó que la cueva se extendía para abajo del suelo, como si se estuviera bajando al centro de la tierra.
Cuando más se adentraba dentro de la cueva Martin sentía un olor nauseabundo, un hedor insoportable como si la muerte estuviera descansando ahí.
—      Qué asco.
Si seguía oliendo aquel hedor y con toda la sangre y entrañas que había visto sabía que iba a vomitar hasta el alma. Se tapó la nariz con la remera que llevaba puesta y se adentró más a la cueva y lo que vio lo hizo caer al suelo de rodillas. Una montaña de cadáveres se extendía desde el suelo, hombres, mujeres y niños, descuartizados, en estado de descomposición extrema.
Martin se arrodillo y comenzó a llorar pensando que su mujer seguramente iba a estar ahí entre toda la muerte.
En estado de shock, se levantó, cargo el arma y pego un grito desaforado de bronca y con todas las intenciones de ir a matar a Pike.
Caminando en dirección a la entrada de la cueva escucho una voz.
—      ¿Hola?, hay alguien ahí? Ayuda por favor — Dijo una voz femenina lastimosa, casi sin aliento.
—      ¡Hola!, vengo ayudar, ¿dónde estás? ¿Cómo te llamas? — Dijo Martin desesperadamente.
—      Martin? Sos vos? — Dijo la mujer
—      ¡ERICA!  — grito Martin preocupado. — Estoy acá, seguí hablando así puedo seguir tu voz —
—      Ayúdame por favor — Dijo Erica
Martin desesperado buscando entre los cadáveres a su mujer escuchó un ruido en la entrada de la cueva. Un rugido feroz.
Se quedó un minuto helado, sabiendo que ya no le quedaba tiempo, pero la voz de su esposa lo hizo reaccionar.
—      Ayúdame — Alcanzo a decir con la poca fuerza que le quedaba.
Martin volvió en sí y siguió buscando. La encontró, en un manojo de brazos, tripas y un aroma detestable. Ahí estaba, su mujer, con la pierna destrozada, al borde de la muerte. La abrazó, lo más fuerte que pudo, la intento levantar, no pudo.
Los ruidos de los grandes pasos de la bestia se hacían cada vez más fuerte. Estaba cerca. Podía sentir la respiración atrás de él.
Se preparó con el rifle de dardos para dar el tiro final. Pike todavía no aparecía en el campo de visión de Martin. Estaba nervioso, le temblaba todo el cuerpo.
Martin estaba escondido atrás de una gran roca con el fin de ser invisible a los ojos de Pike y poder dispararle por la espalda.
Pike apareció. Martin disparó. Un problema. El dardo no salió. Sorprendido, Martin abrió el rifle y vio desgraciadamente que el arma no tenía carga.
Dejo el rifle en el piso y volvió a donde estaba su esposa moribunda, se acostó al lado, la abrazo, le cerró los ojos. La sombra de la bestia apareció adelante de ellos.
Con un último suspiro Martín le susurró en el oído a su esposa “Te amo”. Luego todo se volvió negro.
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