diegovmiranda
Diego Miranda
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diegovmiranda · 4 months ago
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"Los griales non sanctos del rock argentino". I was interviewed for the print edition of Rolling Stone Argentina in 2023.
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diegovmiranda · 4 months ago
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"Las disquerías no son lo mío", by Diego Miranda: story published in the book "Me cago en las disquerías" in September of 2021. - "Hola, mi nombre es Diego y soy un adicto".
Dicen los expertos que el primer paso es admitir que tenés una adicción y que no tenés ningún tipo de control sobre ella. El problema conmigo es que todos los pasos que vinieron después siempre tuvieron el mismo objetivo: enroscarme más en ese mundo.
Si apurás a cualquier coleccionista la respuesta más común al "por qué" del asunto suele ser más o menos así: que la experiencia del vinilo no se puede comparar a un servicio de streaming, que uno tiende a apreciar más la obra, que el arte de tapa, que el sonido... Pero lo cierto es que uno colecciona discos, básicamente, para sufrir. Por el masoquismo de abocarse a una tarea imposible. El coleccionista sufre cuando se entera tarde de ediciones limitadas, sufre mientras revisa el wishlist de Discogs y ve los precios en euros, sufre cuando escucha un disco y se da cuenta de que es una prensada espantosa. Yo sufro de manera particular cuando voy a disquerías.
Bueno, quizás sufrir no sea la palabra que mejor lo describa, pero comprar discos en disquerías casi siempre tuvo un sabor agridulce.
No le encuentro la gracia a comprar discos en disquerías. La culpa de esto quizás la tenga mi viejo, que una vez en el Parque Rivadavia me dijo algo que me quedó grabado a fuego: "Con plata cualquiera compra". Me lo dijo, medio en broma y medio en serio, cuando tenía 14 años y le pedí 5 pesos para comprar un disco que me sabía de memoria de tanto escucharlo en casa: "No todo va mejor" de Jorge Schussheim.
Salir de una disquería con discos abajo del brazo me genera la misma sensación que debe tener un cazador que se compra una hamburguesa en McDonalds: saciás el hambre, sí, pero perdés la posibilidad de comerte un lomo de ciervo con salsa de arándanos por el mismo precio. Hay algo que nos une a la mayoría de los que estamos metidos en esto: siempre vas a querer más discos de los que tenés. Ergo, casi siempre vas a necesitar más guita que la que tenés para comprar esos discos.
Así es como aprendí ciertos yeites del vicio, como tomar notas de vinilos que no compraría jamás, pero que sé que son valiosos - one man's trash is another's man treasure. Donde la mayoría deja pasar un disco de Ricky Martin en una batea de 2 dólares, yo lo levanto sabiendo que se vendió a 120 dólares en Discogs. Llenar el caché de mi cabeza con tantos GB de este tipo de información hizo que no quedara lugar para otras cosas inverosímiles como nombres de compañeros de trabajo o fechas de cumpleaños de familiares, pero esa es otra historia.
El asunto del canje no pasa solamente por los discos. Todos tenemos nuestras adicciones, y pueden ser de lo más diversas. Así como un adicto al crack roba y vende cobre para sostener su adicción, uno comienza a explorar alternativas para conseguir vinilos. Una vez llevé en la valija muñequitos de Star Wars para canjearle a un coleccionista fanático de la saga. Otra vez, un pedal de bajo. Durante meses también busqué una buena flauta
traversa para canjear por un incunable. Y a esta altura ya no descarto llevar prácticamente nada, siempre y cuando no ocupe demasiado espacio y sea legal llevarlo. A esta altura, también, ya ni hace falta darle explicaciones a Michelle mientras armo las valijas.
Diría que Michelle es mi esposa, pero es bastante más que eso. Nacida en Chicago, me la crucé de casualidad en Buenos Aires cuando ya había puesto manos a la obra para irme a vivir a España, allá por el 2006. Los planes cambiaron, y a mis 23 jóvenes años cambié el pasaje, el pasaporte, el idioma y me vine a vivir con ella a Los Angeles. When you know, you know. Michelle en esta historia también es una enabler, por supuesto. Sé de varios coleccionistas que meten discos o equipos a escondidas a sus casas para evitar pelearse con sus parejas. Ella está parada en la vereda de enfrente; me quiere así piantao.
El haberme instalado en el norte me da una gran ventaja a la hora de intentar conseguir incunables pampeanos: siempre tengo cosas interesantes para canjear. Es por esto que el primer lugar que reviso cuando voy a cualquier disquería es, indefectiblemente, la sección de saldos. Cada vez que voy de visita a Buenos Aires los carry-on SIEMPRE pesan más que las valijas que se despachan a la bodega del avión. Creo que el día que una azafata se de cuenta al querer ayudarme a levantar una, lejos de multarme, me va a cagar a trompadas. ¡Y con razón!
Una vez, volando por LAN, nos tocó hacer escala en Santiago de Chile. Antes de subir al avión una de las azafatas avisó que "aleatoriamente" debían enviar carry-ons a la bodega por falta de espacio. Al final resultó que la cuestión aleatoria era por portación de pasaporte: si eras argentino, te tocaba. Michelle fue a encarar a uno de los comisarios de abordo, y con razón - mientras encintaban nuestras pequeñas valijas por atrás pasaban pasajeros con enormes bártulos, más que un abordaje parecía un sketch de Benny Hill. Ahí fue cuando soltó la frase que fue detonante de la avalancha: "I can't fucking believe this!" Vi en cámara lenta como una de las azafatas se dio vuelta y le disparó un "What did you just called me?". Todos mis intentos de hacerle entender a esta muchacha de que la palabra fuck es una de las más maravillosamente versátiles del idioma inglés; que puede ser usada como verbo, sustantivo o adjetivo y que no la estaban puteando fueron en vano, nos dieron nuestras valijas y nos prohibieron subir al avión. Mientras la manga se cerraba lentamente con nosotros aún adentro un tipo nos informó que estábamos en la temida no-fly list, que es donde ponen a los terroristas. Después de firmar varios documentos prometiendo que no íbamos a hacer volar el avión en pedazos ni nada parecido, y después de diez horas (!) de espera, abordamos el siguiente vuelo. Quizás por nuestras caras de zombies esta vez nadie nos dijo nada sobre los carry-on.
A esta altura es una obviedad mencionarlo, pero uno va acomodando su vida según el vicio, y el mío desde siempre fue la música. Lo de empezar a comprar discos de vinilo fue circunstancial, nomás. En los lejanos tiempos del dial-up, bajar discografías completas en cuestión de segundos era ciencia ficción y había que arreglárselas de otra manera. Un CD nuevo estaba 20 pesos, y con eso en Parque Rivadavia comprabas una pila de discos. Así es como empecé a ir religiosamente; casi siempre con resaca y casi siempre con amigos a los que inicié en el vicio. La tarde del domingo se extendía en el departamento de mi viejo, donde nos abocábamos a limpiar, embolsar y escuchar los discos mientras tomábamos mate.
Si sos mi amigo muy probablemente compramos discos codo a codo en alguna disquería o feria. Muy probablemente saqué uno en particular del cajón, te pregunté si lo tenías y cuando me dijiste que no te obligué a comprarlo. Porque es así: amigos son los que te hacen escuchar música nueva.
Cuando cursás el secundario en un colegio religioso y tenés aires de adolescente rebelde es bastante fácil hacer amistades - te terminás juntando con los que desencajan. Con un grupo de amigos solíamos ratearnos de educación física para subirnos al 17 e ir desde Wilde hasta la galería 5ta Avenida, en Microcentro. Por ese entonces había solamente dos disquerías: Abraxas y Duck-ö-Homo. La primera, atendida por un tipo con la cara de orto más fulminante que jamás vi detrás de un mostrador, quizás por el fastidio de tener que lidiar semanalmente con los mismos tres pibes que gastaban poca plata. La segunda era la tienda de Nekro, que por ese entonces comandaba la banda de "hardcore gay antifascista" Fun People.
Era un grupo que íbamos a ver seguido y nos gustaba mucho, pero mentiría si dijera que visitábamos frecuentemente la disquería solo por eso. La verdadera razón es porque estábamos perdidamente enamorados de la novia de Nekro, que atendía el local.
Nunca supe cómo se llamaba. Pelirroja de ojos claros, su onda para vestir contrastaba con la insipidez de nuestros uniformes escolares. Flotaba sin tocar el piso entre un mar de fanzines y discos de vinilo. Tenía un minicomponente noventoso de los que tienen la bandeja en la parte de arriba, siempre con música sonando fuerte. Por supuesto, era la novia que los tres queríamos tener, pero todo se movía en un plano netamente onírico. ¡Hasta llegamos a escribirle canciones! A la distancia, ella muy probablemente sabía lo que pasaba y hasta le generaba ternura ver a estos púberes embobados al punto de tener vergüenza de dirigirle la palabra.
Hay dos disquerías en actividad que aún visito cuando estoy en Buenos Aires, una de discos nuevos y una de usados. Las dos están cerca del Obelisco, y las dos están dentro de una galería (¡por supuesto!). La primera es Musicono. El dueño se ganó un lugar en el ambiente vinílico con una estrategia simple pero efectiva: a costas de recortar su ganancia, vende más barato que cualquier otro disquero. Es un lugar peligroso para visitar si tenés un presupuesto escueto porque trae discos a pedido de afuera, y eso hace temblar cualquier economía. Ono es el de rulos, suele estar acompañado por un pelado que responde al nombre de Carlos que es cascarrabias como el sólo pero más bueno que Lassie dopado.
La disquería de usados es Rockabilly. Está del otro lado de la 9 de Julio, en la galería Taurus (le cambiaron el nombre a "Galería del Óptico", pero me rehúso a llamarla de esa manera), en el primer subsuelo. Y también, la visito principalmente porque tiene buenos precios, pero también porque su dueño, Chiche, es una enciclopedia viviente y tiene buen gusto para curar las bateas.
Del otro lado de la misma moneda hay disquerías que no volveré a pisar nunca. No daré el nombre de este personaje por no mandarlo al frente tan evidentemente, pero sé que
varios de ustedes sabrán exactamente de quién hablo.
El tipo en cuestión es uruguayo y se dedica a esto hace más de tres décadas. Si entrás a su disquería dos cosas probablemente te llamen la atención. La primera, es que los discos usados están sellados en una bolsa de nylon. O sea, no hay manera de saber en qué estado está la placa sin llevarla al mostrador. ¿Tanto cuesta poner una etiqueta que diga cuán castigado está ese vinilo? Vaya uno a saber. La segunda es la manera en la que están marcados los precios, porque es en números romanos. Y esto no es porque el tipo sea fanático de la Roma del año 800 antes de Cristo, no. Lo hace para subirle el precio a todos los discos más rápido. Una tablita pegada en la batea te traduce que, por ejemplo, XV no quiere decir "quince pesos", sino 4000. La paradoja es que lo escuché quejándose de que todo sube de precio, pero es el que vende más caro. Por lejos.
A los 14 años, caminando por Avenida Corrientes veo un 7'' acomodado sobre una de sus vitrinas y me freno de inmediato. Era "That Thing You Do!" de la banda ficticia The Wonders. Así fue como entré por primera vez a la disquería, con el firme propósito de comprarlo. El diálogo fue más o menos así.
- Hola, ¿a cuánto tiene el simple de la vidriera?
-Ah... ¿éste? Pasa que no sé si quiero venderlo. Quizás me gustaría canjearlo por algo del mismo valor. Colecciono música de los 60s. ¿Qué tipo de música escuchan tus padres?
- (dubitativo) De todo un poco. A mi viejo le gusta el jazz, mi vieja es fanática de Litto Nebbia...
- ¡Ahí está! Mira, te propongo algo. Revisa entre los discos de tu madre, si encuentras uno con cinco tipos sentados sobre un muro y abajo dice "Los gatos salvajes", te lo canjeo por ese.
Yo no sabía mucho sobre discos, pero sí sabía que el que me estaba pidiendo era imposible de encontrar. Me pregunté a cuántos pibes de mi edad les habrá tratado de hacer la misma agachada, y pisé la vereda con una mezcla de incredulidad y bronca por no haberlo mandado a la puta madre que lo parió.
Porque es así: las disquerías no son ni serán nunca lo mío. Salvo que vaya con amigos, claro, o esté perdidamente enamorado de la chica que atiende.
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diegovmiranda · 6 years ago
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Photo coverage and review of Nirvana’s “reunion” at CalJam 2018.
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diegovmiranda · 6 years ago
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“Congratulations” spot for Independiente winning the Sudamericana Cup, written and produced for FOX Deportes.
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diegovmiranda · 7 years ago
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DIRECTV Promos Reel
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diegovmiranda · 8 years ago
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Interview and analog photo session with Spanish band MOURN, for indiehearts.com
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diegovmiranda · 8 years ago
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Review and photo coverage for Rolling Stone Argentina of the two shows played by Morrissey in Los Angeles: http://www.rollingstone.com.ar/1565180-morrissey-espero-que-esto-no-sea-el-fin
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diegovmiranda · 8 years ago
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Rage Against the Machine - L.A Rising, July 2011
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diegovmiranda · 9 years ago
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“Ambiciones Secretas”, promo produced and written by Diego Miranda for DIRECTV.
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diegovmiranda · 9 years ago
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“Outside Lands 2015 con Raquel Sofía”, social piece about the activation done for Toyota Latino. Concepted, produced and written by Diego Miranda. 
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diegovmiranda · 9 years ago
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“Lollapalooza 2015 con Becky G”, social piece about the activation done for Toyota Latino. Concepted, produced and written by Diego Miranda. 
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diegovmiranda · 9 years ago
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“El buscador de tesoros”, social piece for Toyota Latino. Concepted, produced and written by Diego Miranda. 
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diegovmiranda · 10 years ago
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"La Rescatista", social piece for Toyota Latino. Concepted, produced and written by Diego Miranda. 
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diegovmiranda · 11 years ago
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Photo shoot for Toyota Latino for use as background their social channels.
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diegovmiranda · 11 years ago
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Review and photos of Lollapalooza 2013, for Rolling Stone Argentina. http://www.rollingstone.com.ar/1608345
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diegovmiranda · 12 years ago
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Photo shoot in Mexico City for the Spring 2013 Collection of Sudaca t-shirts.
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diegovmiranda · 12 years ago
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Photo coverage of Juanes concert in Los Angeles for People en Español. link: http://www.peopleenespanol.com/gallery/en-que-andan-los-famosos-109#579641_579856
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