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BACKGAMMON
Backgammon es un juego de mesa que en casa se jugó toda la vida. Se necesita un tablero especial que usualmente viene en forma de caja la cual al abrirse muestra los lugares y colores que van en cada parte. Adentro están los dados que dirán con qué suerte le toca a uno mover las fichas, que son de dos colores. No sé por qué papá eligió ese nombre para la lancha, nuestra embarcación. Es la primera vez que me lo pregunto. Tal vez por lo lúdico, porque la lancha era su juego; tal vez su forma de buscar originalidad; por cómo suena… o como un tributo a ese juego. Tampoco sé qué llevó a papá a comprar su primera lancha, pero se graduó con esta, su tercera y final.
Para cuando yo nací ya había cambiado la primera y estaba en venta la segunda. Y, mientras mamá estaba embarazada de mí, se construyó la tercera: Backgammon, en casi los mismos nueve meses. Para ese entonces él ya tenía ideas claras sobre cómo quería que fuera la lancha: tamaño, casco, motor, etc. Esta vez la lancha era blanca, para que estuviese lo menos caliente posible. Había un exceso de blanco. Las butacas de proa eran grandes y blancas, espalda contra espalda (back to back). Tenía motor dentro de borda y, en la popa, había una larga colchoneta blanca y dos asientos más…blancos. Supe timonear esa lancha desde que tengo memoria. En los ochenta no salía tanta gente a navegar por el Delta; así que íbamos a esquiar los cinco y después a almorzar. Tengo fotos mías con cuatro o cinco años, muy serio, timoneándola.
Me acuerdo que a los diez años le preguntaba a papá cuándo podría usar la lancha yo solo. Mi conexión con la realidad siempre fue muy errática. Me tomó el examen cuando nos agarró una tormenta como pocas y me dijo que, si timoneaba sólo hasta la guardería, me la prestaría. Yo acepté el desafío. No era fácil. Habrá pensado que no me animaría, que no podría con el río embravecido, todas las embarcaciones y la tormenta. Pero lo hice, hasta dejar la lancha amarrada. Igual no me dejó usarla hasta que cumplí los 18.
En la proa también puso otra colchoneta blanca. Me encantaba tirarme ahí con la cabeza casi por delante y el viento dándome en la cara, volando sobre las aguas dulces del Paraná. Los back to back tenían una pequeña colchoneta transversal encima para que uno se pudiera sentar en el asiento o arriba en el respaldo. El timón era negro (¿oh sorpresa!) y estaba del lado izquierdo, como en los autos, pero al revés del resto de las lanchas. Backgammon no fue sólo una cosa en mi vida ni un juego ni una lancha. En cierto aspecto fue mi gemela, dado que nacimos prácticamente al mismo tiempo: tenía mi edad, a diferencia de mis hermanos que me llevan 8 y 9 años. Era nuestra casa de fin de semana, nuestra salida de un sábado o domingo por la vieja Panamericana camino hacia San Fernando, el santuario para estar los cinco juntos divirtiéndonos al aire libre, la salida de la ciudad, era el Delta del Paraná. Mi Delta. Pero ese Delta que fue cambiando a lo largo de los años.
Un día en mi adolescencia pude finalmente invitar a amigos sólo, en quinto año de la secundaria obtuve el permiso de papá y de la Prefectura. “¿Nos vamos a la lancha? ¿Vos qué tenés?”. Entonces Ale, Herni y yo nos decíamos a qué clases faltaríamos y todo se resolvía con un “Dale, vamos”. Luego logré sacar el brevet de timonel para velero yate motor y navegué mar afuera. Leía las olas mientras timoneaba, como si fueran un braile náutico. Era un gaucho de los ríos, y Backgammon un corcel peludo y blanco que galopaba sobre las olas.
Salíamos desde el colegio con el Fíat Uno de mi familia, que había sido originalmente de mi hermano. Ya en el camino nos sacábamos las corbatas y el bolso para cambiarnos. El Delta nos unió como ninguna otra cosa. Tal vez era ese aire o más que aire: oxígeno. Un elixir gaseoso con sorpresivos aromas de la naturaleza. Uno volvía del río renovado, sobre todo si se había bañado en él, nuestro Ganges. Disfrutábamos como locos.
Un día a los chicos se les fue la mano. Decidieron, en contra de mi voluntad, ir en la colchoneta de proa en pelotas. Hicimos tanto lío que salió una señora con una escopeta gritándonos de todo (menos “lindo”) y aceleré rajando. Los chicos nunca más fueron en bolas, pero se cagaron de risa toda la tarde. Yo tenía una mezcla de risa con preocupación por si Prefectura nos agarraba en alguna posición “sospechosa”. Era como llevarlos de viaje a otro continente donde las reglas de nuestro día a día no se aplicaban.
Después me llegó el momento de las mujeres. Mi primera ida con una novia a la lancha se cortó con su “No te lo puedo creer, ¿en serio no trajiste?”. No había llevado preservativos, James Bond un poroto. Ir sólo con mi mujer del momento fue también muy especial. Los abrazos, los roces de piel, las risas. A veces no mucho más que eso; pero eso no es poco. Para nada.
Cuando era chico en general yo manejaba o estaba tirado en la colchoneta de atrás, arriba de la panza de mamá. Esto pasó mientras mamá y papá estuvieron juntos. En invierno de 1992 se separaron. Igual mamá fue al río algunas veces más. Mi hermano se fue a vivir a EE.UU., y cada vez que venía de visita tratábamos de hacer una salida en lancha con papá y mi hermana. Luego del divorcio, Backgammon era un espacio que podíamos compartir papá y yo. A veces invitábamos gente. Claro que en su momento, si bien saboreé cada uno de esos momentos, no les di el valor que les doy ahora. Cuando algo se va…
Si salir un fin de semana estaba bueno, salir durante la semana era lo máximo; tenía el río para mi. El canal Vinculación, el San Antonio, el Urión, el Honda, el Paraná de las Palmas, el Capitán. El Paraná de las Palmas enorme, del otro lado el Sueco….El canal del Este, adonde íbamos a esquiar.
La cantidad de gente que tiene lancha y sale los fines de semana aumentó de una forma descomunal a medida que fui creciendo. Nada fue igual que en los ochentas y noventas. El río reventó.
La última etapa de la lancha fue la de la pesca con Patrick y las salidas con papá los fines de semana. Con Patrick logramos liberar nuestros jueves durante varios años para salir a pescar. La Backgammon se introducía en un nuevo territorio: la pesca. A mí me costaba despertarme temprano, pero sabía que Patrick me esperaba ansioso. Cómo extraño esas salidas. La enormidad del Río de la Plata, los movimientos de la lancha contra el agua, el silencio del pescar, las charlas, las cervezas, los piques, los doradillos y otros pescados; cada uno, un trofeo.
Los últimos años sólo salía los fines de semana con papá. Son parte del papá radiante, canchero y ganador. Su manía con las cremas de protección solar. Tanto se cuidó. Hasta que la enfermedad no le permitió salir más al río antes de irse. Traté de aguantar con la lancha todo lo que pude; pero los gastos empezaron a subir y era un lujo que no podía continuar solventando.
Así que la puse en venta y este año tocó decir adiós. Cuando posteé algunas fotos en Facebook despidiéndome de Backgammon recibió más adioses de los que consiguen otras personas. Sé que el Delta me estará esperando, sé que volveré. Mientras tanto espero que quien la esté usando sepa disfrutarla al máximo, como yo lo hice durante casi cuarenta años. El antiguo y viejo novio le desea todo lo mejor a su gran compañera de ruta, mientras rememora momentos con su papá, a quien tanto extraña.
#backgammon#lancha#delta del Parana#embarcación#embarcaciones#rio de la plata#argentina#buenos aires#anécdotas#amigos#papá
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Este poema es una especie de norte. Es conocido en inglés pero nunca me había puesto a pensar que era un desperdicio que no se pudiera leer en español. Aca esta y despues en inglés.
Si… por Rudyard Kipling
Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también toleras que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.
Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: «¡Resistid!».
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!
If— By Rudyard Kipling
If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or, being lied about, don’t deal in lies,
Or being hated, don’t give way to hating,
And yet don’t look too good, nor talk too wise:
If you can dream—and not make dreams your master;
If you can think—and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same;
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to broken,
And stoop and build ‘em up with wornout tools;
If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: «Hold on»;
If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with kings—nor lose the common touch;
If neither foes nor loving friends can hurt you;
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds’ worth of distance run
Yours is the Earth and everything that’s in it,
And —which is more— you’ll be a Man my son!
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