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Conocer sin juzgar

Un día empezó a interesarme la cultura judía. Quise ─y lo he hecho─ investigar acerca de las poderosas razones que han existido para que miles y miles de personas alrededor del mundo hayan odiado (o continúen odiando) a los judíos… y he terminado amando su cultura.

Un día estaba aburrida, empecé a hacer la limpieza y ─aunque no tenía muchas ganas─ decidí no detenerme hasta terminar las tareas del diario: pero el cabello y el calor no hicieron una buena combinación en mi ánimo así que me puse a buscar en YouTube tutoriales para envolverme el cabello. Fue así que (por obviedades) encontré diversos canales donde mujeres de religión judía mostraban cómo colocarse el tichel (yidis) o mitpachat (hebreo). Los seguí viendo porque, a diferencia de los de otras religiones, son muy sencillos de usar y solo cubren el cabello (no partes de la cara, ni por completo las orejas o el cuello). Me parecieron muy prácticos.

Utilicé varios estilos hasta que uno me acomodó e incluso tomé consejos para que no se zafen o para que no se corran de sus sitio (muy útiles). Seguí con mi limpieza y dejé correr los videos. Como es sabido, YouTube siguió mostrándolos uno tras otro porque yo no los detuve y, entre limpieza y acaloramiento, hubo uno que me llamó la atención. Encontré a una persona, una mujer de voz muy dulce, muy puntual, correcta y educada que explica: ¿Por qué los judíos no creen en Jesús como el Mesías? Por que LOS JUDÍOS NO SON MESIÁNICOS? 🢃 Y pensé: «Sí, ¿por qué?». Yo no soy religiosa, no profeso ninguna religión, pero soy una curiosa de la conducta humana y de su actuar en sociedad. Por vivir en un país latinoamericano, mi principal contacto ha sido con personas cristianas y católicas, pero nunca me había detenido a escuchar a «la otra parte» y me llevé una grata sorpresa acerca de las razones que tiene la gente, el pueblo judío ─desde la religión y desde sus preceptos─ para creer y vivir de la manera en que lo hacen los observantes de la Torah. Después del video de Morah Silvana, me fui a descubrir varios más.

Hay mucho que decir al respecto, pero no es el punto de mi post. Aquí mi punto es lo agradable que ha sido para mí adquirir un nuevo conocimiento, ver a un pueblo, a un grupo religioso, a una nación entera con otros ojos. Definitivamente yo no podría (y no he sido llamada para) funcionar en el mundo como ellos lo hacen. Sin embargo, he encontrado una enorme riqueza de vida en los judíos observantes, incluso en aquellos que nosotros conocemos como ortodoxos, y aun en los ultraortodoxos: su exquisita comida, su hermosa música, su alegría, sus diversas celebraciones, su disciplina, la luz que están dispuestos a emanar para el mundo. Confieso que hubo un momento en el que sentí algo de envidia cuando escuché cuál es el fundamento de la observancia y alegría del Shabbat.

En fin, hablar de ellos me llevaría páginas y páginas, pues he estado leyendo y escuchando durante horas, durante días y durante semanas, y quizá ya puedo decir que durante un par de meses. Celebro que en este momento las redes sociales sirvan para darnos conocimiento. Si hay algo que aprendí de los judíos observantes es dejar de usar las redes sociales para perder el tiempo, para «entretenerme», para «matar el tiempo», y las he utilizado más para estudiar, para aprender y para abrir los ojos a la diversidad del mundo.

שלום לכולם (Shalom lekulam)

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Invierno, un resplandor gris (Juan Ortiz)

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Si estás esperando que los demás cambien...

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(Otro) Año de cambios

Cambia, todo cambia. Cambia el día, cambia la noche. Cambian el Sol y la Luna. Cambia Charlie y cambia Brownie. Cambia mi esposo y… ¿mi alma?

A veces creo que mi alma no quiere cambiar: está adolorida. Y le gusta permanecer en lo que conoce. De hecho, el cambio le duele, le asusta.

Pero yo le digo: El cambio es inamovible porque si hay algo que permanece… es el cambio.

Si cambias por voluntad propia, el dolor será pasajero y la alegría y el gozo llegarán a ti.

Pero si no cambias, el dolor será eterno.

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Certeza

¡Qué maravilla es la terapia psicológica! En un momento todo el caos en mi cabeza cobra sentido y puedo ver la vida de una mejor manera.

Hoy he aprendido que adaptarme a mi nueva vida, al mundo, no significa que me esté traicionando. Hace unos meses me casé, pero ya vivía con mi ahora esposo desde hace casi dos años. En este tiempo, hemos tenido muchos ajustes: conocer a nuestras familias y convivir con ellas, presentarnos ante nuestros amigos, hacer ajustes en el hogar para hacerlo más práctico, ir de una habitación a otra como si fuera mudanza: sus cosas, mis cosas, nuestras cosas...; un proceso de fumigación, compras, desechar objetos inútiles... ¿Y mis estudios? ¿Y mis proyectos? Siento que me tengo pendiente, que me tengo en pausa, que me dejo al último, que me dejo de lado... Aunque mi terapeuta me ha hecho ver que todos estos cambios forman parte de la adaptación a la nueva vida: nunca lo vi así. No sabía que adaptarme tomaba tiempo, y que no es tiempo perdido.

Respiré tranquilidad de nuevo. Ahora siento un mejor deseo de ajustar mi vida sin sentir que me traiciono ni que estoy estancado. Lo dijo mi terapeuta: te casaste. Creo que no había reparado en lo grande de este cambio en mi vida. Ya no vivo sola.

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Sobrevivir

Ajustes... cambios... EL DEBER... Nada gobierna por encima de mi sentido del deber. El problema es que mi deber solo se aplica para lo que debo hacer en función de los demás. No hay deber sobre mis necesidades, esa no es necesario cubrirlas, esas pueden quedar de lado porque debo cumplir con lo que se me pide (trabajo, bancos, gobierno, familia); lo que me pidan es fundamental, lo que necesite es secundario. Si me piden trabajo, debo trabajar aunque tenga hambre o esté fatigada. Si me piden pagar cuentas, debo dejar todo para atender ese asunto y terminarlo. Mis pocos placeres consisten en descansar un poco después del deber, o comer algo que me guste después del deber. 

Pero qué hay de mis necesidades, que no son solamente comer y descansar, sino ir tras metas que me permitan superarme, como estudiar, leer, hacer ejercicio: eso se puede posponer. Y entonces, caigo en el círculo vicioso de solo cumplir con aquello que los demás me piden, con aquello que creo que me evitará problemas con la comunidad, ¿lo mío?, puede esperar. 

Hoy la escuela no es un deber porque lo hago por decisión propia, nadie me exige que estudie. Hoy el ejercicio no es un deber porque solo lo hago por mi salud, no para participar en un equipo, ni para competir. Hoy leer no es un deber porque solo lo hago por placer propio, por incrementar mi cultura, y eso ¿a quién le importa? A nadie sino a mí. Por eso: todo lo mío puede esperar; aunque me sienta miserable, frustrada, decaída y al borde de la depresión. En esta sociedad, no importan mis necesidades, importa que cumpla con mis deberes. Si no, ¿cómo voy a pertenecer?, ¿cómo voy a sobrevivir?

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Frustración

Hace años quise publicar un cuento para niños: lo terminé, lo llevé a registrar a derechos de autor, lo presenté ante dos editoriales (una de ellas me pidió correcciones) y pudo haberse publicado, pero no fue así. 

Estudié Creación Literaria y desistí de ser escritora y vivir de mis libros. No terminó por gustarme el bello arte de crear historias, porque preferí el ensayo, y el ensayo no es literatura. En fin, tenía que decirlo porque hoy me siento con ganas de retomar la lectura, un hábito que me hace muy feliz, me enriquece, me agranda el espíritu. Pero, en la actualidad, en este momento de la vida, apenas tengo tiempo para cubrir mis responsabilidades. Y eso me frustra. Mañana será otro momento.

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Ansiedad

No me deja. Ese malestar de mi estómago, ¿por qué no se va? En fin, lo interesante es que, aun cuando yo desee cumplir con mis responsabilidades, la ansiedad hará presa de mí porque siempre tengo esa sensación de que algo hice mal y lo que sigue es un regaño o un castigo.

Por favor, nunca tengas una madre perfeccionista: nunca le parecerá suficiente lo que haces.

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Caminar

Pasos cortos, pasos largos, pasos lentos, pasos… ¿Por qué no me gusta moverme? No me gusta el dolor, ninguno, de ninguna especie, nada que tenga que ver con dolor me agrada. Apenas siento un ligero dolor, dejo de hacer lo que sea: moverme, sentir, amar… lo que sea. He vivido queriendo evitar el dolor, pero parece que el dolor está ahí, siempre, cerca. Lo único que he tenido constante ha sido el dolor. Entonces, ¿por qué no me acostumbro a él?

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Comunión

Simplemente me sacrifico sin sentir que me sacrifico. Es decir, mi actitud ante la vida es querer ayudar a los demás antes que a mí, y creo que así es como se demuestra que se es consiente del valor de la comunidad. Sin embargo, sé que esto no es sano para mí, porque soy capaz de olvidar mis necesidades para poner las de otros delante de las mías y después quejarme (en mi cabeza) de que no recibo la misma atención. Lo cual es insano, me genera ocasionalmente dolor y con mucha frecuencia un sentimiento de soledad y, por supuesto, ansiedad por ser percibida como una persona útil y confiable. Comulgo con mi comunidad, pero no me sacrifico por ellos. Ese es mi trabajo terapéutico hoy. ¡Qué difícil!

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Inmensidad

Qué difícil es imaginar dónde se ubica el fin de la vida: el fin, fin; el final final; el fin último que es la vida. ¿Cómo saberlo?, si hay un cantidad enorme (infinita) de propósitos: unos cumplidos, cientos… miles… millones no. A veces creo que lo mejor es dejar que la vida pase, que haga lo que quiera (como en la naturaleza), y dejar de esperar que porque unos cuantos (sepa cómo ha sucedido) cumplieron sus propósitos, todos (absolutamente todos) podremos llegar a eso.

No, así no es. La realidad es que el fracaso y la frustración abundan: son mayoría. Solo unos cuantos (y a saber si en realidad son felices) parece (y solo parece) que han alcanzado o saben cuál es la finalidad de su existencia. Un asunto que nunca se plantea ninguna otra especie en la Tierra.

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Nutrición

Del alma: esa es la que hace más falta. No soy antisocial, pero soy introvertida y no tolero mucho la convivencia con las personas; en particular si son escandalosas, bullangueras, o creen que son “muy divertidas”, que de todo se ríen (que en mi concepción son bobas). En consecuencia busco nutrir mi alma con personas que me aporten o enriquezcan mi vida, que me enseñen algo, vaya, que yo pueda considerarlas valiosas y útiles para la humanidad. Y las siempre “alegres” me agobian. Mi alegría se basa en algo bien sencillo: la tranquilidad. Sí, la tranquilidad me produce alegría, placer, me extasía; el bullicio me estresa. Así, estoy cansada de las persona en mi perfil de Facebook por bobaliconas. ¿Dónde podré encontrar más alimento para mi alma?

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Camino

Un paso a la vez. Semana pesada. Un inicio, un buen resultado, pero el día de descanso aún no llega.

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Domingo

Familiar. Qué emocionante es salir de casa para visitar a la familia; es tan emocionante como las carreras de caracoles: tendrás que ser muy paciente para ver a alguien ganar. En las visitas de familia me parece que todos perdemos: es una obligación convivir con personas con las que (curiosamente) no tienes mucho en común. Es una obligación compartir nuestro tiempo solo porque a su paso hemos creado vínculos de supervivencia, pero que si hubieras tenido la oportunidad de conocerlos en otras circunstancias, nunca los hubieras incluido entre tus amistades porque ¡no tenemos nada en común!