Relata cada día vivido a la espera de que llege el día de cambiar de vida, ciudad, amigos, trabajo...
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Primeras impresiones
Kira y yo pusimos rumbo a pasar una semana de terapia.
No es una perra a la que le entusiasme el coche pero las 3 horitas y media que duró el viaje lo llevó súper bien.
Para encontrar la casita fue como buscar a Wally: Caminito arriba, caminito abajo, por aquí ya he pasado, por aquí no hay salida, gps fuera de cobertura (ya que disponía de un móvil solo llamadas🤦🏻♀️), el dueño me decía que tenia que encontrar 3 tinajas como las de la foto que veis debajo.
Pero yo no las veía por ningún sitio, así que volví desde el principio porque estaba poniéndome nerviosa.
Al cabo del ratito lo encontramos.
Al entrar a la parcela apareció él... un hombre con vestimenta de campesino pero se le veía muy bohemio, tenía un nombre muy original, se llamaba Roble. Las conversaciones eran cortas y a veces no nos entendíamos por ser de origen Portugués, su español dejaba bastante que desear, pero aún así hizo que tuviera una agradable bienvenida, ya que sabía los motivos de mi estancia e imagino que mi cara delataba todas mis tristezas acumuladas.
Y por fin estamos dentro de la casa, un sitio pequeñito, bastante acogedor, la puerta de la casa no era para nada segura.
Si claro podías pasar la llave, pero no iba a ser muy difícil que pudieran entrar, tenía una cortina que te cubría la puerta y la cristalera...
Ya empezamos con las inseguridades.
Al lado del ventanal, había una chimenea pequeñita y Roble, tan encantador, me había dejado leña y piñas secas para que no pasara frío.
La cocina estaba bastante bien; la nevera, bueno, para una semana era demasiado pequeña;
el sofá sencillo pero a simple vista cómodo; tenía una mesa pequeñita con dos sillas pegadas a la pared; y un televisor que casualmente se rompió la antena y no se podía ver nada. Por suerte había un Dvd.
Pasamos a la zona de descanso; tenía una cómoda con imágenes religiosas, dos mesitas bastantes viejecitas; una ventana que daba a la naturaleza y a un riachuelo que pasaba por ahí; la cama grande, se la veía muy cómoda, o es que estaba tan cansada que solo tenía ganas de tumbarme en ella.
El baño.... visto lo que había visto sabía que el baño iba por el mismo estilo que la casa; una ducha bien, por decirlo de alguna manera; los muebles bueno, normalitos, pero es que todo lo que hizo que me pareciera un baño horrible fue que tenía una puerta de hierro, que estaba cubierta por otra cortina, la cual te llevaba fuera a la calle (otra puerta con seguridad increíble).
Volvemos a la parte de fuera y tenía una porchadita con su mesita, su barbacoa... tranquilidad asegurada y bien rodeada de naturaleza.
Llegó la noche, hice una llamada a mis padres para contarle que todo estaba bien.
Había sido un día agotador, necesitaba descansar y así aprovechar en levantarme prontito para ir a explorar alrededor de la casa.
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Casa la Bruja
Un día de Mayo mi mente dijo que si no hacía algo por estar bien, podría tener serios problemas.
Así que a mi mente maravillosa se le ocurrió que podría realizar un viajecito solitario que consistía en estar una semana sola en medio del parque natural de Despeñaperros.
Preguntaréis que porqué ese destino habiendo miles en Valencia.
Fue porqué necesitaba estar bien lejos para que nada pudiera influenciarme ha hacer otra de mis tonterías.
Necesitaba paz.
En las maravillosas aplicaciones del móvil para contratar casas de otras personas, descubrí esta casita rural tan encantadora que hizo que me enamorara de ese sitio.
La verdad que viendo las fotos y con ese nombre daba un poquito de rollo, sobretodo si eres una persona que te da miedo estar sola.
Pero era perfecta, naturaleza, descanso, tranquilidad… no podía pedirle nada más.
Iva a estar sola en medio de la nada, así que decidí contratarlo.
Hablé con mis padres para contarles mi situación, la cuál entendieron perfectamente y me apoyaron.
Claro estaba que si me iba para poder recuperarme necesitaba evitar cualquier distracción que pudiera hecharlo todo a perder y recaer.
Me fui a comprar una tarjeta de solo llamadas para poder estar en contacto con mis padres y dos amigas, que eran las únicas personas que sabían todo. Hice una visita a la biblioteca de mi pueblo para llevarme dos libros de autoayuda. Y ultimando las compras en el chino, me llamó la atención un libro de pintar mandalas, así que decidí comprarlo.
Parecía una idea interesante y sabía que me entretendría muchísimo.
Ya lo tenía todo, pero en el último momento quise tener una compañera de viaje, mi perra Kira, la cual sabía que iba a disfrutar muchísimo de esa estancia con tanta naturaleza alrededor.
Cogí mi maleta y las dos emprendimos el viaje a pasar una semana de desconexión total…
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Comienzos...
Después de haber pasado una mala temporada por una ruptura, con el paso de los meses, llegó el verano y mi mente por fin se sentía libre de cualquier pensamiento que me llevara a estar mal y sin ganas de nada.
Empecé a disfrutar más de las cosas, a volver a creer en mi y sobretodo en mi felicidad, esa a la que solamente depende de mi, no de alguien.
No tenía ganas de conocer ningún nuevo amor, solo quería vivir, viajar, conocer gente nueva y muchísimas más cosas para poder seguir rellenando el libro de mi vida, que se había quedado estancado.
Pero al volver a ser yo, sabía que no tardarían en empezar a salir las nuevas historias, unas interminables y otras que nunca quieres que se terminen…
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Hola! He llegado para contaros la historia que comenzó una noche de verano...
Seguidme para conocer los cambios que desencadenó esa noche.
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