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¿Carece de fundamento la evolución?
¿CUÁL es la esencia de la teoría darwiniana de la evolución? “En el sentido pleno de la palabra, el biológico, [...] evolución es el proceso por el que la vida surgió de materia inanimada y después se desarrolló enteramente por medios naturales.” La evolución darwiniana afirma que “casi todos los aspectos de la vida, o cuando menos los más interesantes, obedecen al aprovechamiento de las variaciones fortuitas por parte de la selección natural”. (Darwin’s Black Box—The Biochemical Challenge to Evolution [La caja negra de Darwin: La bioquímica cuestiona la evolución],* de Michael Behe, profesor adjunto de Bioquímica de la Universidad Lehigh, Pensilvania [E.U.A.].)
La complejidad irreducible: ¿escollo para la evolución?
Cuando Darwin formuló su teoría, los científicos sabían poco o nada de la asombrosa complejidad de la célula viva. La bioquímica moderna, el estudio de la vida a nivel molecular, ha desentrañado parte de dicha complejidad y también ha planteado serias dudas sobre la teoría de Darwin, así como importantes objeciones a ella.
Las células, los componentes básicos de todo ser vivo, están formadas por moléculas. El profesor Behe es católico, y cree en la evolución como explicación del desarrollo posterior de los animales. Pero también plantea serias dudas sobre el hecho de que la evolución explique la existencia de la célula. Él habla de máquinas moleculares que “transportan carga de un lugar a otro de la célula por ‘carreteras’ formadas por otras moléculas [...]. Las células se desplazan utilizando máquinas, se copian a sí mismas con maquinaria e ingieren alimento con maquinaria. En resumen, máquinas moleculares sumamente sofisticadas controlan todo proceso celular. De modo que los detalles de la vida están calibrados con gran precisión, y la maquinaria de la vida es complejísima”.
Ahora bien, ¿a qué escala se lleva a cabo toda esta actividad? El diámetro de una célula típica mide solo tres centésimas de milímetro. En ese espacio infinitesimal tienen lugar complejas funciones esenciales para la vida. (Véase el esquema de las páginas 8, 9.) No es de extrañar que se haya dicho: “El punto fundamental es que la célula —la base de la vida— es extraordinariamente compleja”.
Behe razona de este modo: como la célula solo puede desempeñar sus funciones cuando está completa, sería inviable mientras se estuviera formando mediante los cambios lentos y graduales provocados por la evolución. Para explicar su argumento utiliza el ejemplo de una ratonera. Este sencillo aparato solo puede funcionar cuando todos sus componentes están en su lugar. Un componente por sí solo —plataforma, resorte, barra de retención, percutor, seguro— no es una ratonera ni puede desempeñar tal función. Para que la trampa funcione han de estar todas las partes simultáneamente y en su debido lugar. De igual manera, una célula solo puede desempeñar sus funciones si tiene todos sus componentes en su lugar. Behe utiliza esta ilustración para explicar lo que él denomina “complejidad irreducible”.*
Esto representa un gran problema para el supuesto proceso de la evolución, que exige la aparición de características útiles adquiridas gradualmente. Darwin sabía que su teoría de la evolución gradual por medio de la selección natural corría el peligro de ser cuestionada, pues dijo: “Si se pudiera demostrar que existió un órgano complejo que no pudo haber sido formado por modificaciones pequeñas, numerosas y sucesivas, mi teoría se destruiría por completo”. (El origen de las especies.)
La compleja e irreducible célula constituye un enorme escollo para creer en la teoría darwiniana. En primer lugar, la evolución no logra explicar el salto entre la materia inanimada y la animada. Luego viene el problema de la primera célula compleja, que tiene que surgir de un solo golpe como unidad integral. En otras palabras, la célula (como la ratonera) tiene que aparecer de la nada, completa y funcionando.
La irreducible complejidad de la coagulación sanguínea
Otro ejemplo de complejidad irreducible lo tenemos en un proceso que la mayoría de nosotros damos por sentado cuando nos cortamos: la coagulación de la sangre. Normalmente, cualquier líquido se sale de un recipiente perforado hasta dejarlo vacío. Sin embargo, cuando nos pinchamos o cortamos la piel, rápidamente se forma un coágulo que sella la herida. Ahora bien, como saben los médicos, “la coagulación de la sangre es un proceso muy complejo e intrincadamente entretejido en el que actúan muchas proteínas interdependientes”. Estas activan lo que se denomina “cascada de la coagulación”. El delicado proceso de curación de una herida “depende por completo de la sincronización y la rapidez con que se produzcan las diferentes reacciones”. De no ser así, a una persona podría coagulársele y solidificársele toda la sangre o, por el contrario, morir desangrada. Los factores decisivos son la sincronización y la rapidez.
La investigación bioquímica ha demostrado que en la coagulación de la sangre intervienen muchos factores, y que para que el proceso tenga éxito no puede faltar ninguno de ellos. Behe pregunta: “Una vez iniciada la coagulación, ¿qué impide que esta continúe hasta que toda la sangre [...] se solidifique?”. Su respuesta es que “la formación, la restricción, el endurecimiento y la eliminación de un coágulo sanguíneo” constituyen un proceso biológico integral. Si falla una sola fase, todo el proceso falla.
Russell Doolittle, evolucionista y profesor de Bioquímica de la Universidad de California, pregunta: “¿Cómo pudo evolucionar este proceso tan complejo y delicadamente equilibrado? [...] Lo paradójico es que si cada proteína dependía de otra para activarse, ¿cómo pudo iniciarse el proceso? ¿De qué utilidad sería cualquier parte del mecanismo sin todo el conjunto?”. Doolittle trata de explicar el origen del proceso valiéndose de argumentos evolucionistas. No obstante, el profesor Behe dice que haría falta “muchísima suerte para que las piezas génicas adecuadas aparecieran en los lugares adecuados”. Según él, la explicación de Doolittle y su habla simplista ocultan enormes dificultades.
De modo que una de las principales objeciones al modelo evolutivo es el obstáculo insuperable de la complejidad irreducible. Behe afirma: “Hago hincapié en que la selección natural, el motor de la evolución darwiniana, solo funciona si hay algo que seleccionar, algo que es útil en este momento, no en el futuro”.
“Un silencio extraño y sepulcral”
El profesor Behe dice que algunos científicos han estudiado “modelos matemáticos de la evolución o nuevos métodos matemáticos para comparar e interpretar datos secuenciales”. Pero concluye lo siguiente: “Tales cálculos presuponen que la verdadera evolución es un proceso gradual y fortuito; no lo demuestran (ni pueden hacerlo)”. (Las cursivas de la última frase son nuestras.) Anteriormente había dicho: “Si uno investiga en las obras científicas que tratan de la evolución, y centra su investigación en la cuestión de cómo se desarrollaron las máquinas moleculares —la base de la vida—, encontrará un silencio extraño y sepulcral. La complejidad de los cimientos de la vida ha paralizado los intentos científicos de explicarlos; las máquinas moleculares interponen una barrera, de momento infranqueable, que impide la aceptación unánime del darwinismo”.
Esto plantea una serie de preguntas para que los científicos concienzudos las analicen: “¿Cómo se desarrolló el centro de reacción fotosintético? ¿Cómo empezó el transporte intramolecular? ¿Cómo se originó la biosíntesis del colesterol? ¿Cómo empezó a intervenir en la visión el retinal? ¿Cómo se desarrollaron las vías de señalización fosfoproteínica?”.* Behe añade: “El simple hecho de que ninguno de estos problemas siquiera se trate, y mucho menos se solucione, es una indicación muy clara de que el darwinismo no es el marco adecuado para entender el origen de complejos procesos bioquímicos”.
Si la teoría de Darwin no logra explicar el complejo fundamento molecular de las células, ¿cómo va a explicar de manera satisfactoria la existencia de los millones de especies que habitan este planeta? Al fin y al cabo, la evolución ni siquiera puede producir nuevas familias genéricas salvando la distancia entre una familia genérica y otra. (Génesis 1:11,21, 24.)
Los problemas del origen de la vida
Por muy verosímil que les parezca a algunos científicos la teoría darwiniana de la evolución, a la larga tienen que enfrentarse a la siguiente cuestión: Aun suponiendo que las variedades de seres vivos hubieran evolucionado por selección natural, ¿cómo se originó la vida? En otras palabras, el problema no radica en la supervivencia del más apto sino en la llegada del más apto, ¡y del primero! Sin embargo, como indican los comentarios de Darwin sobre la evolución del ojo, a él no le inquietaba el problema de cómo empezó la vida, pues escribió: “El saber cómo un nervio ha llegado a ser sensible a la luz, apenas nos concierne más que saber cómo se ha originado la vida misma”.
Philippe Chambon, autor francés de artículos científicos, escribió: “El propio Darwin se preguntaba cómo había seleccionado la naturaleza formas incipientes antes de que tuvieran verdadera utilidad. La lista de misterios evolutivos no tiene fin. Y los biólogos de hoy tienen que admitir humildemente, como el profesor Jean Génermont de la Universidad del Sur de París en Orsay, que ‘la teoría sintética de la evolución no puede explicar fácilmente el origen de los órganos complejos’”.
A la luz de las poquísimas probabilidades de que la evolución originara la infinita variedad y complejidad de formas de vida existentes, ¿le resulta difícil creer que todo evolucionó en la dirección correcta por pura casualidad? ¿Se pregunta cómo pudo sobrevivir criatura alguna en la lucha por la supervivencia del más apto mientras aún no se le habían terminado de desarrollar los ojos o mientras supuestamente se le desarrollaban dedos primitivos en un cuerpo infrahumano? ¿Se pregunta cómo sobrevivieron las células si existían en un estado incompleto e inadecuado?
Robert Naeye, escritor de la revista Astronomy y evolucionista, dijo que la vida en la Tierra es el resultado de “una larga secuencia de sucesos improbables [que] ocurrieron precisamente de la forma adecuada para que llegásemos a la existencia, como si hubiéramos ganado un millón de dólares en la lotería un millón de veces seguidas”. Ese razonamiento pudiera aplicarse a toda criatura que existe hoy día. Las probabilidades son ínfimas. Sin embargo, se espera que creamos que la evolución también produjo por casualidad un macho y una hembra al mismo tiempo a fin de perpetuar las nuevas especies. Para hacerlo aún más improbable, tenemos que creer además que el macho y la hembra no solo evolucionaron al mismo tiempo sino también en el mismo lugar. Si no se encuentran, no procrean.
Desde luego, creer que los millones de formas perfeccionadas de vida existen debido a millones de casualidades que salieron bien constituye un caso de credulidad extrema.
¿Por qué cree en ella la mayoría?
¿Por qué goza la evolución de tanta popularidad y tantas personas la aceptan como la única explicación del origen de la vida en la Tierra? En parte se debe a que es el criterio ortodoxo que se enseña en las escuelas y universidades, y pobre del que se atreva a expresar sus dudas. Behe dice: “Muchos estudiantes aprenden en sus libros de texto a ver el mundo con ojos evolucionistas. Pero no aprenden cómo pudo originar la evolución darwiniana los sistemas bioquímicos tan intrincados que se describen en dichos libros”. Y añade: “Para entender el éxito del darwinismo como ortodoxia y también su fracaso como ciencia en el terreno molecular, hemos de examinar los libros de texto que se utilizan para enseñar a los que aspiran a ser científicos”.
Asimismo afirma: “Si se encuestara a todos los científicos del mundo, la inmensa mayoría diría que el darwinismo es cierto. Pero los científicos, como toda otra persona, basan la mayor parte de sus opiniones en lo que dicen los demás. [...] También, y es una lástima, la comunidad científica con demasiada frecuencia rechaza las críticas por temor a dar argumentos a los creacionistas. Resulta irónico que en aras de proteger la ciencia, se haya pasado por alto la crítica científica tajante contra la selección natural”.*
¿Qué alternativa viable y confiable hay a la teoría darwiniana de la evolución? El último artículo de esta serie trata dicha cuestión.
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