Memes, feminismo, diario, reflexiones, hipótesis, teorías y flashes.
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La amistad en lo tiempos del millennial #1
En 2017 me replanteé mi relación con la monogamia y corté con mi pareja de hacía 4 años. En 2018 me enganché mucho con alguien y me replanteé mi relación con la soltería y con el amor. Año nuevo, crisis nueva. En 2019 toca replantearme la amistad, observarla, vivirla, analizarla, deconstruirla y rearmarla.
Siempre vuelvo a escribir en tiempos de crisis, lo sé, y hoy me inspira la frustración. Es que cuando estamos felices no hay tiempo para pensar. Escribo para salir un rato de mi cabeza y ver con mis propios ojos lo que me pasa, si lo escribo lo leo, si lo escribo me lo cuento. Si lo veo quizás esté más cerca de comprenderlo.
Qué loco cómo la vida te va cruzando con gente, y cómo va definiendo la relación que vas a tener con cada persona. A la que hoy es la amiga más antigua que tengo la conozco desde que nació más o menos, catorce días después que yo. Toda la vida juntas, todos los cumpleaños, todos los exámenes importantes, los momentos difíciles. Siempre cuento lo impactadas que estábamos de que aún sin planificarlo terminábamos en los mismos círculos. Así fue que entre los 7 y los 16 hicimos toda la carrera de Inglés a la par, y a los 18, el primer día de facultad, nos dimos cuenta de que nos habíamos anotado a la misma carrera.
Con las idas y vueltas clásicas de cualquier vínculo, hoy nos encontramos las dos en la misma instancia, cursando todas las materias juntas, teniendo metodologías de estudio muy similares que hemos sabido combinar y usar a nuestro favor infinidad de veces. Además, lo que siempre nos unió fue que compartíamos el mismo tipo de humor random que el resto no entendía y a nosotras nos hacía descostillarnos de la risa en cualquier lugar.
Supimos tener épocas en las que nos veíamos una vez por año, otras en las que durante meses nos veíamos dos veces por semana, pero jamás convivimos tanto como en el último año. Cursamos juntas de lunes a jueves, más las veces que nos vemos aparte para estudiar o por algún evento en particular. Medio que nuestra relación hoy en día se basa en la facultad y se sostiene por la trayectoria, pero en lo personal somos muy distintas, y hasta a veces incompatibles.
Y es obvio que seamos distintas, tuvimos vidas distintas. Pero lo que a mí más me jode que me hagan es lo que ella hace constantemente: prometer, comprometerse con un plan en conjunto y cancelarlo o cambiarlo sobre la hora. Hoy mi frustración es esa. No sé si mi bronca tiene que ver con mi miedo al rechazo y al abandono, con que soy de Escorpio o si es lógico que me sienta así, pero me pasa esto.
Como dije, hoy nuestra relación se basa en el estudio. Toda la semana me prometió que este finde no iba a salir ni armar ningún plan por fuera de la necesidad que tenemos ambas de preparar el parcial dificilísimo que rendimos mañana. Llegó el jueves: excusas. El viernes: excusas. El sábado y el domingo: se la pasó de joda en joda y de after en after. TODO BIEN con que hagas las cosas que te gustan y seas feliz, me encanta, pero me habías dicho que este finde no lo ibas a hacer para que las dos preparemos juntas ese parcial, y yo me quedé los 4 días encerrada en mi casa resumiendo para las dos.
Y no es la primera vez que me siento así de frustrada y abandonada por ella. Es siempre la misma historia. Y cada vez que me siento frustrada me alejo, o le quemo la cabeza a mis otras amigas con descargos, ¿pero cómo me alejo si cursamos juntas TODAS las materias, estamos en los mismos grupos y ella ni se da por aludida de mi frustración?
Mañana, horas antes del examen, probablemente aparezca o bien sabiéndose todo, o bien pretendiendo que yo le explique en dos horas lo que me llevó semanas aprender, mientras ella estaba de joda evadiendo sus problemas. Y está bien que tenga sus propios métodos para hacerlo, probablemente yo también lo haga, pero para estudiar somos un equipo, y yo cuando me comprometo a hacer algo siempre lo cumplo. Y cuando me propone algo, por más enojada que esté, nunca le digo que no. Y cuando me deja tirada la perdono. En fin, la pelotuda de la relación siempre voy a ser yo.
No sé si voy a poder cambiar mi forma de ser con mis amistades, no me sale ser una soreta. Tampoco me sale pelearme con ella, porque es eso lo que va a pasar si le digo cómo me siento. Me va a decir “bueno, yo soy así, si no te gusta cagate”. Pero voy a tratar de no esperar más nada de ella, aunque sea triste no poder confiar en alguien con quien me toca compartir tantas cosas y tanto tiempo, y a quien creo darle tanto.
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Tareas de terapia
La psicóloga me mandó a pensar por qué me obsesiona tanto la trata de personas, si me da tanta fobia. Es literalmente mi mayor miedo, tengo pesadillas sobre eso, vivo paranoica, y sin embargo, desde que soy chica me la paso investigando, leyendo, mirando películas y series sobre eso. Aunque me dé miedo y me haga mal. Y así como me da tanto miedo que me secuestren a veces hago cosas que se contradicen un montón con eso, me arriesgo a verme con pibes de tinder que no conozco, a ir a sus casas, aunque sean re lejos de la mía, aunque sea de noche.
¿Por qué miro si me da miedo?¿Por qué me atrae tanto más que al resto?¿Por qué me asusta de igual manera?¿Cuál es el límite?
Yo creo que miro para estar más preparada si me llega a pasar, o para poder estar más atenta en caso de que sea posible de evitar. Cuando era muy chica vi un par de escenas de Tráfico Humano y me re traumé con el tema, pero después de grande me re interesó, más que a mis amigas que corren el mismo riesgo. También vi un capítulo de La rosa de Guadalupe que era sobre el tráfico de niñes y me quedó re grabado en la cabeza. Igual a mi psicóloga no le cierra mucho esta opción y me pide que revuelva más.
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Tengo que ser el cambio que quiero ver en el mundo, pero sobre todo en mi mundo. Estaría buenísimo que todo sea como queremos sin tener que hacer nada para conseguirlo, pero no funciona así. Por eso, si quiero importarle a la gente que quiero primero tengo que encargarme de que sepan que elles me importan a mí, prestarles mi tiempo y atención cuando lo necesiten, y cuando no también. Y si hay personas que me están haciendo pasarla mal los voy a sacar de mi vista, no les necesito. Les voy a dejar de seguir y les pediré que no me hablen más, que no me usen más, que no me boludeen más.
Si quiero estar en paz y reconciliarme con lo mejor de mí misma tengo que alejarme de las distracciones y las relaciones tóxicas que contagian malos hábitos. Tengo que dejar de hacer cosas porque estoy aburrida y empezar a elegir lo que realmente suma y enseña. Nadie lo va a hacer por mí.
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El amor en los tiempos del millennial #3
¿Se acuerdan del pibe que conocí, me invitó a la casa, me presentó a su familia, conoció a la mía, me llevaba a pasear todo el tiempo, me decía que sentía cosas lindas por mí, me enamoró y después de un día para el otro me dijo que me dejaba porque NO QUERÍA ENGANCHARSE? *no* Bueno, hace dos semanas me volvió a hablar y me dijo que “no quiere ser de esas personas que está todo bien y de un día para el otro se borran”. Y yo pensé “capaz recapacitó y esta es su forma de pedirme perdón por todo lo que me hizo sufrir. Al parecer no venía por ahí la mano.
En el momento traté de averiguar todo lo que pude sin ser insoportable, no porque me parezca mal serlo o porque no crea que ME LO RE MEREZCO considerando que estoy hace 4 meses llorándolo en terapia, sino para no agobiarlo de entrada. Y me contó un par de cosas, que se está por mudar, cosas de la hija, etc. Quedó ahí, y obvio que no le volví a hablar ni nada.
Yo seguí como siempre, extrañándolo pero sabiendo que no era nuestro momento, o que capaz no era él, esperando que las cosas se resuelvan, que él madure y entienda solo que me hizo mierda. O, de última, que me dijera de vernos para charlarlo cara a cara de una vez. Pensaba que una vez instalado en su nueva casa me propondría vernos, así que tocaba esperar.
No sé en qué planeta andaría la luna el finde pero me habían agarrado tremendas ganas de hablarle, verlo, besarlo. Y se ve que lo llamé con la mente (o me stalkeó en Twitter), porque ese mismo día me habló por Instagram, después por WhatsApp y me likeó una foto. Todo junto. Imaginen mi ilusión.
Estuvimos hablando toda la noche, le conté un poco de lo que estuve haciendo estos meses (obviando toda la parte de la depresión post ruptura). Parecía una charla de las que teníamos cuando nos estábamos conociendo, cuando estábamos bien. Pero un par de veces como que me quiso contar algo y no se terminaba de animar. Obvio que me daba curiosidad, además de que siempre soy muy preguntona.
Hasta que lo dijo, LO DIJO. Espero que el contexto y la conversación se presten y aprovechó la oportunidad para contarme que en este tiempo que estuvimos sin vernos y sin hablarnos porque él no quería engancharse conmigo, conoció a una persona con la que tuvo una relación de PURO SENTIMIENTO y le rompieron el corazón. Ni siquiera cogieron, dudo que la haya llevado a cenar con sus xadres, a conocer a sus amigues. Dudo también que ella lo haya llevado a comer un domingo con su familia, o se haya aguantado las cagadas a pedos por invitarlo a dormir varias veces, o que lo haya invitado a un recital de su banda favorita.
Tuvo el descaro, después de hacerme mierda, de venir y apuñalarme de nuevo. Porque es obvio que me va a doler, me va a doler saber que tardaste dos días en encontrar lo que se ve que en mí no encontrabas o no te alcanzaba. Y ya empecé a escribir en segunda persona, porque ojalá te pudiera estar diciendo todo esto en la cara.
Me tomé un día para pensarlo y me di cuenta de que no tendría que haberme contado eso, entonces le pregunté por qué lo hizo. Me dijo que, ahora que le habían hecho lo mismo a él, se sentía mal y quería pedirme disculpas. Fue algo así como “cheee, te dejé porque no quería engancharme con vos pero vino una persona mejor, que sí tenía todo lo que a vos te faltaba para gustarme, y me hizo sufrir”. No hay forma de que yo pueda interpretar eso como una disculpa. Es más como un pendejo inmaduro, egoísta y bastante malintencionado hiriendo a una piba que lo quiso mucho, porque es gratis.
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El amor en los tiempos del millennial #2
En febrero matcheé en Tinder con un chico de mi edad (21) que me llamó la atención porque tenía un humor bastante parecido al mío con respecto a los memes y referencias, fotos lindas (pues, es fotógrafo), es chef (y yo pastelera), me gustaba su estilo y era muy tranquilo y buena onda. Básicamente, un gran combo. Empezamos a hablar y las conversaciones eran muy fluidas, aunque tardáramos horas o días en responder, nunca se cortaba el tema de conversación. Cuando nos dimos cuenta de eso empezamos a hablar por WhatsApp también, y ahí ya se convirtió en algo de todos los días. Siempre teníamos algo de lo que hablar.
Así estuvimos cerca de un mes y medio hasta que pudimos conocernos personalmente. Un domingo a la tarde nos encontramos en Lomas y fuimos a tomar algo y comer papas fritas. Yo estaba muy insegura con ese encuentro porque ya había tenido cinco citas de Tinder consecutivas en las que el pibe no me gustaba en persona. CINCO. De hecho, ya había borrado la app porque no me funcionaba más. Me quedaba esta cita como la última oportunidad.
Salió todo bien, no era feo, ni se vestía mal, ni tenía un recorte de barba raro, ni actitudes machistas, homofóbicas, xenofóficas, nada raro. Era un pibe completamente normal (al fin). La pasamos bien, nos conocimos, nos besamos y me fui a mi casa. A los dos días nos volvimos a ver (porque él lo propuso), y yo accedí. Estuvimos toda la tarde juntos, confirmamos que nos llevábamos muy bien y acumulamos un poco de tensión sexual para la tercera cita.
Unas semanas después era su cumpleaños, así que ideamos un plan para que vaya haciéndome pasar por una compañera del trabajo ante sus padres (porque era demasiado pronto para usar cualquier otra etiqueta). Fui, conocí a todos sus amigos, jugamos al truco, hablamos de feminismo, nos divertimos. Estaba un poco nerviosa pero la verdad es que me sentí bastante más cómoda de lo que esperaba. En un momento fuimos a chapar al baño y estuvimos como media hora mientras los amigos nos esperaban. Todo tan espontáneo y normal.
Esa noche, cuando se fueron todos, yo me quedé ayudándolo a limpiar y después fumamos y fuimos para su habitación. Las primeras veces suelen ser un poco raras porque puede pasar que no entiendas mucho al otro porque no lo conocés tanto. Con él no fue así. Parecía que nuestros cuerpos se conocían de toda la vida, se dio todo tan natural, tan cómodo, tan lindo. Tuvimos química instantánea. Él no podía parar de decirlo, yo no podía parar de sentirlo. Fue increíble, no tenía ni una queja, todo había sido perfecto. Después de eso dormimos juntos y al mediodía del otro día me fui a casa. Su familia me invitó a quedarme a almorzar, pero no acepté porque todavía era raro.
Después de ese día nos empezamos a ver cada vez que podíamos, dos veces por semana me iba a dormir a su casa, cenaba o almorzaba con la familia, salíamos a comer, a pasear, a merendar a todos los lugares a los que teníamos ganas de ir. Hablábamos de mil cosas súper flasheras y profundas, nos contábamos nuestros secretos, las cosas que nos hacían felices, las que nos ponían tristes, fumábamos, comíamos, teníamos sexo, nos besábamos, mirábamos películas, nos hacíamos mimos, dormíamos, y así durante semanas. Todo marchaba más que bien.
Yo ya estaba construyendo un vínculo con sus padres, al nivel de que mencionaron si los quería acompañar a un viaje. Sin embargo, yo nunca había traído a conocer a los míos a ninguna pareja más que a mi ex con el que había salido 4 años (!). Pero quería que estuviéramos en igualdad de condiciones, además ponía fichas en que con lo bien que iba la relación podía llegar a durar, así que lo invité a casa. Se lo presenté a mi familia, a mis amigas. Cuando estábamos juntos estaba bien, estaba tranquila, estaba feliz, y se lo decía.
Nos seguíamos viendo pero lo empecé a notar un poco distante, yo estaba desbordada de emociones y él trataba de no comunicar nada. Ya no teníamos charlas profundas, ni nos decíamos todo el tiempo lo mucho que nos gustábamos, así que le pregunté directamente qué le pasaba. Me dijo que “no quería engancharse TANTO”, pero era tarde para eso. Yo seguí indagando porque esa respuesta no me alcanzaba. Y después de hablar y hablar durante días llegamos a la conclusión de que él estaba en un momento de su vida en el que no quería responsabilidades con nadie, y según él, estar conmigo era una responsabilidad, un compromiso.
Yo lo veía distinto, para mí estar juntos era un escape de todas las responsabilidades, nos veíamos porque nos hacía bien, no porque teníamos que hacerlo. Pero no pude hacer nada, no pude convencerlo, así que le di su espacio para que hiciera lo que quisiera. Eligió no hablarme más. Y desde ese momento yo estoy triste, sola, angustiada, con el corazón roto, sin poder hacer nada para cambiarlo. Lo único que podía hacer era respetar su decisión y esperar a que estuviera listo para seguir disfrutando lo que nos estaba pasando, que es tan difícil de encontrar. Y eso es lo que estoy haciendo.
Intenté hacer cosas para olvidarme, o para que me duela menos, o para no extrañarlo tanto. Es imposible. Todo me hace acordar a él, todo lo que me pasa me gustaría poder compartirlo con él, a todas las personas que conozco las comparo con él. Y nunca es lo mismo. ¿Cuánto va a tardar en darse cuenta y volver?¿No me extraña? Ya pasaron dos meses y todavía no tengo novedades. Me muero por hablarle, por preguntarle, por recordarle que sigo acá, que todavía lo quiero, lo extraño y lo espero. Pero no, tengo que darle tiempo y espacio para que se dé cuenta solo, no lo puedo presionar ni persuadir. Hay cosas que no puedo controlar.
Y en el medio de esta angustia volvió alguien del pasado. El año pasado, apenas terminé aquella relación de 4 años, me empecé a ver con un pibe de 26 años, estudiante de psicología, con el que también tenía mucha química y la pasábamos bien, pero un día le dio miedo sentir y me dejó (igual que G, pero no dolió tanto porque todavía no sentía tantas cosas ni quería sentirlas). Volvió diciendo que quería volver a verme, pero en otros términos. Que ya no es el boludo que le huía a las cosas que van bien por miedo. ¡JUSTO LO QUE NECESITO QUE HAGA G!
Pero me da un poco de esperanza, porque si a un estudiante de psicología de 27 años le costó UN AÑO ENTERO darse cuenta, dos meses para el de 21 todavía no son nada. Tengo que seguir esperando. Todavía no decidí si darle una segunda chance a F (27), porque la única persona con la que me interesa estar sigue siendo G, pero quizás pruebe. Después les cuento.
#amor#millennial#millennials#love#parejas#relaciones#monogamia#amor romantico#sexo#sexo libre#deseo#química#juventud
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Llamar la atención #1
Mis sesiones de terapia se ponen cada vez más intensas, nos ponemos a revolver cosas del pasado que no están tan buenas, y que me hacen reflexionar sobre un montón de cosas. Esta semana elegí hablar sobre algo que tenía muy guardado hace años, a pesar de ser bastante abierta y extrovertida con mis emociones. Se lo había comentado a una sola persona, mi ex novio, y no profundizamos demasiado sobre el tema porque es complicado. O para mí era complicado.
Siempre recuerdo haber sido una persona bastante alegre, sinvergüenza, divertida en mi relación con los demás. O al menos así me veía yo. Nunca de mal humor, siempre haciendo chistes, bailando, cantando, usando máscaras, disfraces, repartiendo energía positiva a mi alrededor. Lo que a muchas personas les parecería ridículo de hacer pero divertido de ver, yo lo hacía. Y en el camino he encontrado compañía, mucho público, y también haters.
Para mí los haters compartían un tipo de perfil: malhumorados. Yo en ese momento sentía que no me entendían, que tenían una energía diferente a la mía, que ya se iban a dar cuenta que es bastante triste vivir así, siempre de malas. Yo creía que mi intervención era inofensiva, y que era inútil que se sintieran molestos por eso. Y lejos estaba de ser la intención.
Durante todo el secundario tuve este perfil, y a veces, en determinados contextos es aún más difícil de sostener el efecto de los haters. Esto porque las instituciones tienen normas y bla bla bla. Sofía, siempre trasgresora, creía que su humor era inofensivo y reprimirlo con supuestas normas de convivencia anticuadas era estúpido, así que siempre con carisma lograba esquivar las sanciones, pero no las advertencias.
Este humor también lo trasladé a las redes sociales ni bien empezaron a existir. Estados de Facebook, fotos editadas, tweets... Y una de las formas más sencillas de hacer humor es la burla, obviamente arrastrando un montón de estereotipos y concepciones culturales. Pero no es culpa de la cultura que yo haya elegido ridiculizar a otros en pos de divertir a mi público.
No recuerdo muy bien el orden cronológico de los dos sucesos que me marcaron y que voy a contar ahora, pero sí puedo decir que están bastante relacionados. Una vez estaba en clase de geografía armando una lámina en grupo. Ese tipo de tareas suelen tener un clima bastante distendido en el aula, y con mi grupo estábamos justo al lado de la profesora. Mientras trabajaba, creo que me puse a cantar y bailar bajito una canción, y la profesora me miró odiosa y me preguntó sin filtro alguno “¿vos tenés problemitas?”.
Uffff, quizás ustedes lo leen y dicen “no es para tanto, no le des bola”, pero analicemos un poco el contexto. Por lo general nos enseñan que los adultos, y sobre todo con niveles de formación altos, tienen autoridad sobre nosotros y merecen nuestro respeto. Quizás es una norma que prevalece implícita, a veces nos rebelamos, pero en el fondo de mi inconsciente la pregunta de la profesora quedó como una idea súper concreta y respetada. Y ahí es cuando me empecé a preguntar “¿y si tiene razón?¿y si tengo alguna discapacidad y nunca nadie me lo dijo?¿o no me doy cuenta justamente por la discapacidad?”. Además, si era verdad, todo el mundo lo iba a saber, porque con mi personalidad estaba bastante expuesta. Y ahí fue cuando mi paz y seguridad se fueron un poco a la mierda.
Esto es lo que digo que charlé una única vez con mi ex, hace unos 5 años, y nunca más volví a mencionar hasta ahora. Pero nunca dejó de darme vueltas en la cabeza. Además empecé a atar cabos de otras situaciones parecidas. Cuando la profesora de porcelana fría, a los 7, le pidió a mamá que no me llevara más porque charlaba mucho, o por mi conducta. Cuando a los 12 nos pusieron a mi mejor amiga y a mí en horarios separados de la clase de inglés porque juntas éramos muy ruidosas.
Y después tenemos la otra parte de la historia. Creo que fue durante el mismo año, quinto de secundaria. Una chica con la que nunca había hablado, pero que no nos caía muy bien (porque somos así de prejuiciosxs), había ido al colegio con el pelo todo teñido de colores distintos y un peinado particular. Comenté con mis amigas que tenía un parecido con un personaje de los Simpsons y se rieron. Ese mismo día nos juntamos en la casa de una amiga a hacer un trabajo práctico durante toda la noche. A eso de las 5 de la mañana, en un break, me acordé de eso y lo twitteé. Yo siempre dije que pensé que no lo iba a leer nadie, porque en esa red social no me seguía casi nadie y era un horario re desolado. Pero tuve la mala suerte de que lo leyera una de sus compañeras, y sí, puse su nombre completo porque siempre me caractericé por la transparencia y hacerme cargo de las cosas que pienso.
Cuando llegué al colegio ese día, sin haber dormido, con un uniforme grande que me había prestado mi amiga y con el que me sentía súper insegura y fuera de mi zona de confort, en el medio del recreo la directora me llama en voz alta y me pide que la acompañe a su oficina. Ahí me estaba esperando la chica de la que me había burlado, con el celular y la captura del tweet en la mano. No me la esperaba para nada, y por lo que recuerdo intenté defenderme diciendo que no pensé que lo iba a ver, que no era mi intención herirla, que no me parecía un insulto haberle encontrado un parecido y alguna cosa más. Me obligaron a pedirle disculpas y prometieron decidir mi sanción correspondiente con el cuerpo de delegados de todos los cursos del colegio.
Yo en ese entonces era delegada de mi curso y me encantaba serlo, y la sanción que eligieron fue quitarme el cargo. Recuerdo que además del momento horrible que fue esa charla en la dirección, la exposición en el recreo, con los delegados, esa medida fue muy dolorosa. Cuando me lo dijeron no podía parar de llorar, fue un día horrible porque me tomaba muy en serio la responsabilidad y tenía un montón de ideas y proyectos que nunca me permitieron concretar. Y sé que es súper egoísta estar pensando en mis pérdidas, cuando quizás el daño que le hice a la chica con mi tweet también pudo ser muy significativo, pero la realidad es que desconozco esa información y sólo puedo hablar por mí y de lo que sé.
Y eso no fue todo. Además del castigo elegido por la institución y mis ex compañeros delegados, se armó una especie de crimen organizado en mi contra por parte de los compañeros del curso de la chica. Después de todo ese suceso, empecé a recibir insultos y amenazas de todos los colores en mis redes sociales, anónimas y firmadas, y también intervenciones físicas dentro del colegio. Colgaban narices gigantes en mi curso burlándose de mi cara, y un día llegué al aula y en el pizarrón habían pegado la impresión de un tweet mío de hacía meses, en el que me descargaba porque una profesora estaba tardando en corregir unos exámenes. Esa impresión claramente llegó a las manos de las autoridades antes que a las mías, y también tuve que enfrentar a la profesora nombrada.
Mi curso, y mis amigas, al ver todo esto también decidieron hacer algo por lo grotesco de la situación. Yo me la pasaba angustiada y llorando, sin ganas de ir al colegio. Si bien eran consecuencias de una acción mía detonante, el nivel de agresión y de saña había excedido los límites. Lo que hicieron fue capturar y armar un registro de todas estas cosas que me estaban haciendo en redes y en el colegio, con capturas, imágenes y relatos, y elevarlo a las autoridades. La reacción de la institución fue la siguiente: como ya era demasiado para controlar dijeron que a partir de ese momento ya no se harían cargo de lo que sucedía entre alumnos en los sitios virtuales. Es decir, no iban a hacer nada para detener las agresiones en mi contra o sancionarlas.
Esto demuestra que los valores del colegio tampoco eran mucho más nobles que los míos, aún proviniendo de personas adultas y formadas a las que debíamos respetar. Nunca nos enseñaron que no debíamos burlarnos de nadie, ni por qué esto era perjudicial, ese no era el objetivo. Simplemente manifestaron cuáles eran sus favoritismos respecto de los alumnos, que algunos merecían más respeto que otros, vaya a saber uno con qué criterio.
Y después de esto se armó medio una batalla campal entre mi curso y el suyo, porque las redes eran vía libre de insultos y odio. Se salió de control. Crearon nuevas rivalidades, un clima hostil, descontento, energía negativa que afectó a todo el colegio durante el resto del ciclo lectivo. Y todo por mi culpa.
¿Y cómo puede ser que recién ahora -después de 5 años- la psicóloga me haya hecho reflexionar sobre mis manifestaciones del humor, mi afán por llamar la atención y sus efectos colaterales? En palabras suyas, es un arma de doble filo, porque muchas veces me da poder, y el poder es así. Puedo hacer reír a la gente, y también puedo generar todo este caos.
Después de años de teoría, de feminismo, de cambios estructurales en mi forma de ver el mundo y actuar consecuentemente, aprendí a controlar un poco más ese poder, el de llamar la atención. Si bien los efectos no son algo que pueda manejar, si he podido encontrar una finalidad más sana, un mensaje mucho más útil en el que canalizar mis energías y mi capacidad de llamar la atención. Y así es como este año logré que se me viralizaran dos textos muy fuertes con respecto al feminismo. Uno sobre aceptación y amor propio, y el otro sobre el día de la mujer (los pueden leer en mi blog). Mis intenciones son mucho más elaboradas, analizadas y limpias. Ya no tengo la necesidad de burlarme de otrxs para llamar la atención, sino que transmito un mensaje que se contradice bastante con esa yo del pasado. Sin embargo, aún así hay gente que se siente herida y poco representada por mis textos. Y entre un sinfín de personajes cuya opinión no me interesa, se encuentra alguien con quien comparto la vida y el hogar desde que nací: mi mamá.
¿Se acuerdan cuando dije que una pregunta de mi profesora de geografía a los 16 me marcó de por vida por su supuesta autoridad? Imaginen cómo me afecta el rechazo de mi mamá, o el daño que siente mi mamá, o los reproches, las discusiones, el llanto, el desacuerdo que tenemos respecto de algo en lo que yo encuentro refugio y esperanza, viniendo de la persona a la que le debo absolutamente todo. Bueno, gracias terapia por darme algo con lo que quemarme la cabeza pensando toda esta semana.
#psicologia#psicoanalisis#mama#amor#reflexion#atencion#burla#bullying#colegio#institucion#violencia#humor#daño#respeto#libertad#terapia
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Me obsesiona pensar qué responderían las personas que ya se fueron de mi vida cuando les pregunten por mí. ¿Serán cosas buenas o malas?¿cuáles fueron nuestros recuerdos más fuertes?¿qué diría yo de vos? Ahí está gran parte de lo que somos y de lo que fuimos en ese momento.
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Tengo que ser coherente, ¿tengo que ser coherente? #1
Desde la adolescencia estoy convencida de que cuando nos dicen que “podemos ser lo que nos propongamos” no se refieren a que podemos llegar a adquirir un puesto monárquico en Inglaterra si cerramos los ojos y lo deseamos mucho (quizás sí, pero yo le encontré un enfoque más realista). Concentré todas mis energías en crear un proyecto de mí misma que me guste de todos lados, que sea coherente con lo que me gusta percibir en los demás y con mis propios anhelos, también intentando controlar un poco la respuesta del mundo con respecto a mí y mis actitudes (no puedo evitar querer controlar todo). Y así como hay cosas que no puedo evitar, hay conductas nuevas que pude construir, y actitudes tóxicas que logré deconstruir. Hasta que llegó el día en que fui lo que quería ser, en un sentido mucho más realista y alcanzable, como fruto de años de análisis y ejercicio.
Peeeeero todo tiene una trampita, no es tan fácil. Resulta que no somos sólo lo que queremos ser, también somos lo que nos pasa, y eso no lo podemos ni predecir ni controlar. Y si algo aprendí desde que terminé el colegio y salí al mundo (sola) es que hay miles de etapas y de momentos en la vida que son muy distintos entre sí, y también subjetivos, algo así como niveles en un videojuego, pero personalizados, y para pasarlos necesitamos descubrir nuevas herramientas en nosotros, nuevas cualidades, que ya teníamos pero nunca habíamos usado. Una vez que aprendemos a usarlas llegan nuevos desafíos, y esto no termina nunca (en el mejor de los casos).
Digo “en el mejor de los casos” porque, según estadísticas, conforme crecemos y pasan los años creemos que los contenidos a incorporar se van agotando, que mientras más cosas sabemos menos hay para aprender y nos volvemos más cerrados y no tan predispuestos a absorber contenidos que no paran de emerger y evolucionar nunca. Y no sólo contenidos, también puede aplicar al autodescubrimiento y la resolución de problemas personales. Pero la realidad es que nunca, jamás, hay que dejar de aprender y sorprendernos, ni aunque tengamos 80 años. Nadie sabe todo, y el todo vence y se reinventa constantemente.
Una vez que entendí esto, mi primera reacción fue intentar reciclar esa filosofía que me había inventado en la adolescencia. Por eso creí que todas esas nuevas herramientas que fuera desarrollando con los años debían ser coherentes con las anteriores, que la contradicción y la hipocresía eran pecados muy graves, porque así son juzgados en la sociedad. Por ejemplo, con las redes sociales queda un registro bastante específico de nuestra forma de pensar a través de los años, y a veces para desacreditar a alguien que dice algo incómodo se recurre a stalkearlx y buscar evidencia de que antes pensaba diferente, de la manera que ahora critica. Y obviamente, mucha gente se hace eco de esto y lo difunde como una contradicción imperdonable.
Obviamente sé que somos muchos los que ya entendimos que crecer no funciona así, pero comparto mi proceso para razonarlo a modo de registro y abierto a nuevas mutaciones. Hoy, lejos de condenar las incoherencias que presentan los cambios estructurales profundos, las celebro. Es mucho más satisfactorio contradecir a nuestro yo del pasado que a otras personas, porque indica evolución y crecimiento, que arranca en uno pero se reproduce y contagia a la sociedad. Como siempre digo, prediquemos con el ejemplo. Crezcamos, porque si seguimos actuando y pensando igual las cosas no mejoran, se estancan.
#crecer#adolescencia#juventud#joven#filosofia#cambio#change#crecimiento#espiritu#coherencia#contradiccion#amor#actitud#conducta#psicologia#psiquis#sociedad#razon
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Estoy empezando a caer en la cuenta de que nunca voy a entenderte cuando ni vos te entendés, y lo único que tengo a mi alcance ahora es tratar de entenderme a mí, las cosas que hice, las decisiones que tomé y por qué me afectan de esta manera. El resto es tuyo.
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El amor en los tiempos del millennial #1
Hoy en terapia, aunque ya lo venimos trabajando hace algunas sesiones, me di cuenta de que nací junto con una generación de personas que le escapa al amor romántico, las relaciones monógamas, las emociones fuertes, por miedo a sufrir. O a sufrir de nuevo, porque seguramente en la intensa adolescencia lo intentaron, es inevitable. Por un tiempo me quise hacer la revolucionaria y me pasé para ese bando, prediqué y practiqué el amor libre, que en realidad no era amor, era sexo. Sexo libre, sin amor. No digo que el amor libre no sea viable, pero por más justificaciones que le busco todavía no lo entiendo bien como para auto convencerme de que podría tener una relación así. Por lo que sé, funcionaría de la misma manera que una relación monógama, pero separa el amor del deseo. El amor sería lo que comparten las dos personas involucradas entre sí, pero con nadie más, y el deseo puede existir por fuera de ellos, con terceros, sin que exista traición o infidelidad.
Probé el amor, probé el sexo libre, e intenté probar el amor libre, pero es difícil che. Con todo esto de las apps de citas y las redes sociales es muy fácil encontrar gente dispuesta a tener sexo con vos (si sabés usarlas para ese fin), pero llega un momento en el que se limita sólo a eso. Como generación ganamos libertades y herramientas para conocer gente, pero abusamos de esa oportunidad, ya que la convertimos no en la búsqueda de una persona especial para amar, sino en el acumulamiento de conquistas, simplemente porque se puede. Esto, sumado al cuentito que nos vendió no sé quién (todavía) de que no tenemos que engancharnos, enamorarnos o involucrarnos para no sufrir.
Ese cuentito quizás provenga de que crecimos con padres que se divorciaban, matrimonios “fallidos”*, corazones rotos, peleas, celos, posesión, engaños, relaciones tóxicas, violencia, y un montón de cosas que dan miedo. Pero todavía no resolvimos bien cómo podemos construir relaciones sanas, entonces directamente las evitamos. Pero cuando queremos evitar las cosas malas nos estamos perdiendo de la mejor parte, las cosas buenas, compartir, cuidar, respetar, crecer, vivir, amar CON alguien.
Es re difícil encontrar a ese alguien con quien da gusto y felicidad compartir el amor y la vida, y cuando lo encontramos nos da miedo que venga de la mano con las cosas tóxicas que conocemos del amor romántico, pero eso es lo que hay que trabajar. Evitando engancharnos no vamos a encontrar la solución, y yo ya lo entendí, por eso dejé de buscar sexo libre y empecé a buscar personas que estén dispuestas a compartir, a sentir de verdad, a intentar hacerlo funcionar de una forma saludable y respetuosa (siempre y cuando haya deseo y química).
Pero ahora surge un interrogante nuevo que quiero resolver: ¿cómo le comunico a las personas con las que hablo, salgo, tengo sexo, que eso es lo que quiero sin espantarlxs? Todavía no lo intenté, cuando lo haga les cuento. Hablar de sexo libre es re fácil, a todxs nos convence, nadie sale lastimadx. Y considero que verme con alguien sin plantear que ya no me interesa tener sexo sin involucrarme podría conducirme indefectiblemente a perder mi tiempo, porque tengo que tratar de asegurarme de que el otro busca lo mismo. Voy a dedicar estos próximos meses a experimentar con esto, con la comunicación en torno a los deseos de las partes en torno a la relación. Seguramente no haya un único modus operandi, y dependa de cada perfil, pero algo voy a descubrir...
*Apartado sobre las comillas en “fallidos”: No creo que un matrimonio que no es separado por la muerte, sino antes, por voluntad de las partes, sea fallido. Hay un montón de cosas que se ganan y se aprenden en cada experiencia, en cada persona que conocemos, en cada relación, y la culminación del vínculo no deshace todos esos logros, sino que abre puertas a nuevas experiencias y aprendizajes. Soy fiel creyente de que lo más importante en la vida es aprender, y cuando ya aprendiste todo lo que podías de alguien está bien comenzar un nuevo ciclo. Todavía no sé si creo en el matrimonio, ni en el amor para toda la vida, pero nada de eso puede ser fallido, porque sería fallido ¿según quién? Es otro mandato social que debemos deconstruir.
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Lo que me gusta de este tipo de series británicas es que saben ser dramas y comedias a la vez (llámese Please Like Me, My Mad Fat Diary). Por un lado te hacen reflexionar un montón, angustiarte, replantearte aspectos de tu propia conducta, pero mientras tanto te van tirando un montón de chistes y referencias buenísimos para amortiguar un poco la caída. Eso es algo grandioso que tiene el humor (véase Nanette para un análisis más profundo).
Esta serie arranca con su protagonista, Dylan, un paisajista de unos 30 años, enterándose de que tiene una enfermedad de transmisión sexual (clamidia), por lo que decide contactar a cada una de las mujeres con las que tuvo relaciones sexuales para alertarlas y recomendarles que se hagan los chequeos necesarios para estar tranquilas de que no son portadoras de la misma.
Durante las tres temporadas vemos cómo Dylan, siempre de la mano de su mejor amigo Luke y su mejor amiga Evie, con los que comparte casa, hace un recorrido por todo su historial amoroso, vuelve al pasado, rememora sus errores y también sus aprendizajes en cada relación que tuvo, y cómo eso también afecta a sus amigos.
Creo que lo más lindo de esta serie es la relación súper sana de amistad entre estos tres. Se quieren, se respetan, se apoyan, se acompañan, son incondicionales, por más distintos que sean y sin importar los mambos de cada uno. Son muy empáticos y saben dejar de lado su egoísmo cada vez que es necesario. Espero poder construir para mi adultez amistades así.
Otro aspecto que me gustó mucho, y es por esto que recomiendo ver la serie a veinteañeros, es que te muestran esa otra parte de la juventud millennial que no se halla con el modelo de la familia tradicional, el amor romántico, el matrimonio, las exigencias del mundo académico y laboral del siglo pasado. Creo que somos cada vez más los que no nos vemos reflejados en ese esquema, sobre todo a esta edad. Y en la serie lo muestran con total naturalidad, aunque si bien genera conflictos internos en los personajes, nos muestra que es algo que nos está pasando a muchos, por lo que urge un cambio de paradigma.
En cuanto a las subjetividades de cada personaje, Dylan es súper enamoradizo, con un gusto bastante amplio por las mujeres en general, que disfruta el sexo y la compañía y al parecer no tiene inconvenientes para comunicarlo, salvo... (no los voy a spoilear). Luke al principio es un mujeriego empedernido que no para de conquistar y al parecer la tiene muy clara (y la facha lo ayuda), pero con el correr de las temporadas, y junto con las regresiones de Dylan, va a empezar a entender el origen de su comportamiento frío y de rechazo al romanticismo. Evie es una piba muy alegre, positiva, tranquila, inteligente, que tuvo una etapa en la que se decía en contra de la monogamia, pero con los años fue entendiendo que sentía otra cosa.
La termino con muchas reflexiones sobre mis propias relaciones y sentimientos, con bastante nostalgia por esas historias y personajes con los que me había encariñado, ganas de que salga alguna temporada más (aunque ya quedaron resueltos los problemas de la primera temporada, pero nacieron otros que requieren nuevos niveles de madurez para superar). Bastante esperanza de que el amor sano, las buenas relaciones de amistad y hasta el éxito profesional son alcanzables según parámetros y capacidades subjetivas, por fuera de los modelos y tiempos impuestos por las culturas anteriores. Y en ese camino saber disfrutar del aprendizaje y los momentos de felicidad y tristeza, todos necesarios.
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