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Miedo, inmadurez, amor, dependencia, son sinónimos para mí.

Solía ser soberbio, no tenía intención de confiar en nadie, no lo necesitaba.

-En mi día a día actual, he perdido la soberbia, estoy deseoso de poder confiar en alguien.-

Idealizar tanto una relación perfecta, ha convertido mis sueños en pesadillas, mis anhelos en frustraciones. 

Hoy ya no sé lo que significa ser feliz, he dejado de saber lo que es el amor.

-¿En algún momento lo supe?-

-¿Por qué me importa tanto ahora? ¿por qué tengo tanto miedo a la soledad?-

Necesito la paranoia de que conspiras contra mí, estoy enfermo. Me hace falta sentirte todas las noches, no importa si respiras o no, debes estar conmigo. No puedo estar tranquilo si no estás pensando en mí, obsesión. Tengo la necesidad de verte cada minuto, soy dependiente de ti. Quiero que sueñes conmigo, como yo sueño contigo, controlador. Puedes gritarme y salir corriendo pero al final del día debes estar entre mis brazos, manía.

Ese amor tan visceral, esa necesidad que me absorbe. Aquel momento en el que sentirme bien está condicionado a primero exaltar mis emociones, ese amor de 15 años, inmaduro, puro, frenético, es algo que extraño y no lo veo como algo malo

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Estar rodeado no es importante

Colocarme al borde de la curva, vislumbrar los árboles que hay montaña abajo. Cada triángulo es un árbol, sus copas parecen ser idénticas, pierdo la cuenta de todos los árboles, comienzo a creer que es el mismo árbol, que lo han copiado muchas veces y lo dibujaron enfrente de mí. Esa sensación de inmensidad, de perderte entre tantas opciones. Como cuando ves los andenes del metro durante la mañana en plena hora de trayecto laboral, ves la silueta de una persona y no puedes seguirla de manera fija, te pierdes entre tantas personas, te confundes y pasas desapercibido.

Esa sensación de que podrías morir en el bosque y nadie lo notaría, es la misma que tienes al caminar entre tantas personas mientras esperan a que se abran los vagones y puedan seguir su trayecto al trabajo. Uno entre cientos de árboles o personas, de cualquier forma uno está solo.

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¿Qué será de mí?

Ya no tengo ganas de mirar a escondidas tu celular.

He dejado de sentir celos cuando saludas a tus amigos.

Puedo dormir aún sabiendo que has salido de fiesta.

Sé que saldrás a tomar, habrá hombres guapos y aún así no me sudan las manos.

Sé que te ríes sin mesura de los chistes de otros hombres y no estoy paranoico.

¿Qué será de mí ahora que ya no siento nada?

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¿Es tarde para decírtelo?

Al silencio le confieso

Que te extraño Que me hiciste volver a confiar en alguien más Que te sueño a mi lado

Al silencio le confieso que eres tú a quién le escribo mientras no tengo un bolígrafo conmigo, que es a ti a quién le tomo fotos aunque no estés cerca.

Al silencio le confieso

Que te necesito Que me haces feliz Que jamás he probado labios más dulces que los tuyos

Al silencio le confieso, lo que tú no puedes escuchar de mí todas las noches cuando duermo sin ti.

Esta forma de actuar es incongruente, irrelevante y no tiene lugar ahora, pero el silencio nunca me juzgará por hablar a destiempo, nunca me dejará de escuchar, no importa si ha pasado un día o tres años, el silencio nunca me dirá que es demasiado tarde para escucharme (¿pero tú sí?), por eso al silencio le confieso que te quiero.

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Rutina

Buenos días, espero te vaya bien hoy.

Hola, ¿Cómo estás?

¿Qué tal tu día?

Buenas noches, descansa.

Así de sugestivo y creativo es el diálogo que sostenemos.

¿Recuerdas cuando empezamos  a dialogar? Criticábamos aquellos que se juntan y no tienen una plática, aquellas conversaciones donde el silencio se apodera de los dos. Donde lo que uno encuentra divertido e interesante, simplemente es infantil y estúpido para el otro. Esas situaciones donde el miedo te hace recurrir a ese libro que lleva por título: "300 preguntas para pretender que dialogas, cuando en realidad es lo mismo que dejes la conversación en blanco".

¿Contestar por obligación? Escribir: "jajaja", "ok", "sí", "no", "¿qué más?", "¿qué haces?"… es la rutina la que sofoca la vida que llevas, se convierte en ese deseo de dejarlo todo porque tus días son iguales, porque tu trabajo dejó de sorprenderte, porque al final del día no es que no quieras contar algo nuevo, sino que simplemente ya te da igual lo que escribas, te tiene sin cuidado si tus palabras son nuevas, usadas, copiadas, tan sólo debes llenar ese vacío para hacer sentir interés.

¿Por qué la gente no puede comprender que el silencio es interés? No siempre tengo ganas de hablar y por ello ¿significa que no me importas? Así son las reglas, pero yo nunca acordé seguirlas, yo no las inventé. Entonces si hoy no quiero hacerlo, ¿si hoy no deseo manifestar mi interés preguntando por tu día? ¿Si hoy para mí basta quedarme callado y no dirigirte la palabra en todo el día para expresarte que te quiero?

¿Por qué la palabra expresión no puede comportarse como a mí me agrada?

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Try

Try

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El reloj está firme y sus manecillas juegan con él.

Me recuerda mucho a nosotros, sin ropa, esperando explicaciones, dejando los celulares para evitar gritar.

¿De dónde vienen los recuerdos de odio que tengo?

Mira a la gente caminar, si caminas en contra flujo, seguro te pegarán, dejarás tu trayecto recto. Justo como cuando ninguno tenía más argumentos para seguir peleando, justo cuando la costumbre se topaba con la lógica.

¿Dónde nacen las ilusiones?

La lluvia está allá afuera, ha durado tanto que el día parece no terminar. Se parece tanto a ...

¿Acaso puedo existir, sin momentos en mi mente, sin recuerdos en mi nostalgia, sin ti?

Mañana seguiremos como ayer.

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Extraño tu silencio, no tus bromas.

Porque es de noche te extraño,

porque escucho música mientras afuera está lloviendo, es por eso que te extraño.

No te extraño porque necesite de tus besos,

ni porque dependa de tus abrazos cuando me siento triste.

Te extraño porque eres el silencio que puede estar a mi lado, mientras soñamos despiertos.

Porque hoy estoy tomando una cerveza michelada,

porque al dormir apago las luces y la computadora también.

Te extraño porque te amo.

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Alguien me aconseja

En la sombra del techo, cual pillo escabulléndose de su mamá,

ahí, en ese sitio alejado de la congruencia y la vista,

se  encuentra un delirio. Quien contempla minuto a minuto, cómo veo tu foto.

  Cual llanto quebrado entre recuerdos perdidos, un grito se despoja del cautiverio de mi boca.

  Entonces, el delirio se permite acercarse a mí, para susurrarme, para aconsejarme.

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Te contemplo...

Te encuentro al final del puerto,

puedes sentir la brisa.

Puedo sentir tus recuerdos.

La tarde es cálida,

justo como tu sonrisa.

Estoy frente a la inmensidad del océano,

frente a la inmesidad de lo que algún día fue mío.

Veo la calma del horizonte,

siento como murireron cada una de tus emociones.

Una ola pasa

y tus suspiros nunca más me acompañarán.

Siento la necesidad de aventarme al océano, sumergirme hasta el fondo,

intento acercarme a ti, abrazarte una vez más.

El ocaso comienza y con ello la infinidad del mar,

estás parada ahí, enfrente de mí, tan hermosa, tan distante.

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El amor se tuerce

Aprendo que hemos de hundirnos poco a poco para saciar al tiempo,

fulgurante fueron mis palabras, pero tu silencio... suprimió todo.

Sé que ahora soy un suspiro, un fantasma y en ocasiones confundo tu sombra con tus recuerdos.

Mis palabras han quedado enterradas, como los libros del rincón  de esa biblioteca pública.

Al final, debo admitir:

Vivir es convertirme en otro.

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Yo no quería

Yo no quería saludarte

no quería salir contigo

no quería besarte

no quería decirte te quiero

no quería decirte que te necesito.

No quería sentir la necesidad de tenerte a mi lado

de extrañarte

de verte todos los días

de leer tus mensajes y sonreír.

Yo no quería decirte que te amo.

No quería olvidarte

no quería hacerte llorar

no quería quitarte de mis sueños

no quería detestarte.

Yo no quería odiarte

no quería mentirte

no quería usarte.

Yo no quería degollarte

Yo no quería salpicar el suelo con tu sangre

Yo no quería arrastrarte por el suelo jalando de tu cabellera

Yo no quería descuartizarte

Yo no quería guardarte en un costal.

Yo, no quería sonreír...

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Otra vez

Si por un instante te pudiera ver a los ojos una vez más - Te volvería a mentir sin dudarlo -

Si me permitieras ayudarte a recordar porqué suspirabas al estar conmigo - También te haría recordar el dolor te causaba y las lágrimas que mancharon tus mejillas -

Somos adictos a una relación con mentiras intensas, con decepciones potencialmente desastrosas, con sonrisas falsas. Además soy adicto a todas las historias que inventaba para estar a tu lado, a todos esos sueños que yo no podía cumplir - Soy adicto a ti -

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De la nostalgia me quejo.

Podría no verte, podría no extrañarte… pero no podría dejar de soñarte.

Despertar y ser una sombra,

ser parte del olvido,

la nostalgia no me permite desaparecer.

De la nostalgia me quejo,

de aquellos momentos en que pude besarte y forman parte del pasado,

de todas las tardes y noches que platicábamos, con la ilusión de algún día conocernos.

De la nostalgia me quejo,

porque es por ella que sé que existes,

que en algún instante estuvimos mirándonos a los ojos directamente,

que llegamos a compartir la misma cama, los mismos sueños, los mismos deseos.

De la nostalgia me quejo,

sin embargo es todo lo que me queda de ti,

y no quiero dejarla desvanecer.

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¿Me arrepiento de las cosas que no hice?

Hoy quería escribirte, pero no lo hice.

Ayer quería llamarte, pero no lo hice.

Hace una semana quería verte, pero no lo hice.

Hace un mes quería pedirte perdón, pero no lo hice.

Hace un año quería matarte, pero no lo hice.

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La oscuridad

Una clase más…

Caminando a su “casa” siente el golpe de la soledad, levanta la mirada y el cielo está vacío. Gira la llave, empuja la puerta, se adentra en su celda… después de quitarse aquel uniforme que lo hace pasar desapercibido entre la multitud, procede a colocarse sus grilletes… un esclavo del abismo eso es en lo que se ha convertido aquel joven, que semanas atrás irradiaba perfección.

                La caída del sol, le indica que su día está por terminar (¿En realidad comenzó?)… La noche se adentra en su celda y entre barrotes desgastados por su demencia puede vislumbrar la luna; la cual canta, recordándole trozos de su vida. El joven se ahoga en frustración y grita, maldice a la luna por ser hermosa, por recordarle la sonrisa de ella, al mirar las estrellas se derrumba sobre el muro, y en la esquina de la ventana aún mira una estrella, recuerda el brillo de sus ojos.

                Intentando de encontrarse, escucha la voz de la oscuridad: “Te estaba esperando” el joven con tono afligido le responde, “Nunca esperé terminar entre tus brazos”, la oscuridad lo inunda con su ausencia y le comenta al joven que siempre ha estado entre sus brazos, sólo que jamás lo había deseado con tanto fervor; “Eso quiere decir, ¿que esto es lo que yo deseo?”, los barrotes comienzan a dialogar “él nunca desearía esto”, “por supuesto que lo desea, ¿sino por qué estaría así?”; un pedazo de su mente que yacía perdido en la pared menciona con cautela y serenidad: “No lo deseo, sólo busco conocer la persona en la que me puedo convertir, aunque sea tentador dejaré pasar la oportunidad”. Autoritaria y llena de rabia la voz de la oscuridad le reclama: “No puedes manipularme, ahora pretenderás que no estás devastado, que no buscas la tristeza y rasgas tus propias esperanzas”.

                La luna ilumina la celda con su melodía… /tu nombre/… la oscuridad se enfurece, y amenaza: “No me desvaneceré sin llevarme algo de ti conmigo, encontraré el recuerdo que más atesores y así tendré el deleite de robártelo”.

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Después de unos instantes la oscuridad susurra con cólera en cada palabra… “Debes estar muerto, porque no hay ningún recuerdo que atesores”.

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                La oscuridad comienza a desvanecer, y unos instantes antes de perecer el joven le confiesa… no hay ningún recuerdo que yo atesore, porque no tengo miedo de perder alguno… tengo miedo de perder la vida, porque como una vez se lo dije a ella… “Mi vida eres tú”… así es, mi vida es ella, y es el miedo de perderla lo que realmente me atormenta día a día….

La oscuridad libera una última carcajada… “Ya la has perdido… sólo tienes que mirarte cada mañana para saberlo”… esa frase deambula en la mente del joven a pesar de que la oscuridad ya no lo visite más.

… noche tras noche escucha su nombre en el cantar de la luna….

… noche tras noche la recuerda desde su celda…

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¿Odio?

Debo admitirlo, fui débil. Si acaso algún día con lágrimas en mis mejillas te dije:

"Ayúdame a ser una mejor persona".

Hoy, desconozco tu nombre. La noche asecha y con ello el momento contemplar como todo se aleja de mí, como si me hubiese subido en un tren y mirara las vías quedar atrás con el paisaje mientras el tiempo avanza.

No tengo más favores que pedirte.

No hay más ilusiones que quiera compartir contigo.

¿Odio?

Los años han de pasar, la vida no se detendrá y ninguno volverá a mirar atrás. No he desaparecido sin ti. No hay nada de especial en ello, somos como todos los demás.

¿Cuántas veces lo he escrito? ¿Cuántas veces lo he gritado?