Tumgik
boleanhar · 4 months
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¿Sería muy malo si estuviese con el culpable de la muerte de mi hermano?
No lo sé, pero desde muy pequeña..Y muy temprana edad, pusieron un peso de culpabilidad en nuestros hombros, una culpa que no se irá con nada.
» Traición de Amor — AU Medieval de Nathaniel, Corazón de Melón.
(El diseño utilizado de los personajes de CDM para esta historia son los de Universidad, además de eso, se sabe que Ámber es la hermana melliza de Nathaniel, pero en esta historia ella será mayor que él por 4 años. Sin más que decir, disfruten la historia.)
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2 de Diciembre del año 1740.
Me coloqué de puntillas mirando el horizonte y como cada vez el barco se acercaba más al reino de Erendor. Estaba emocionada puesto que llevábamos 3 días de viaje y por fin este llegaba a su fin. La puerta que daba con las habitaciones fue abierta por un sirviente, mamá, la reina Ellary, salió de los camarotes, y en su brazo llevaba la canastilla donde iba mi hermano de 9 meses: Alex. Sus piecitos se movían inquietos, y sus manitos pequeñas y rechonchas sostenían un pequeño juguete de plata la cual tenía forma de ángel, y este juguete además de tener esa forma, poseía un cascabel. Sonreía mientras llevaba dicho objeto a su boca para masticarlo y babearlo.
— Mi señora — uno de los encargados de dirigir el barco, se acercó a mamá e hizo una reverencia, —  estamos llegando. El rey me mandó a decirle que tenga sus cosas preparadas para descender de la nave.
—Muchas gracias — el hombre se inclinó nuevamente y se retiró del lugar.
La brisa costera removía mi cabello haciéndolo chocar con mi cara. Solté un bufido cuando el mismo cubrió mi vista impidiendo apreciar el puerto en donde íbamos a arribar.
— Dios mío Amelia — río mamá. Le miré desconcertada, una de las sirvientas tomó a Alex para que mamá pudiera acercarse a mí sonriente. Poniéndose en cuclillas, sus manos fueron a los mechones frontales de mi cabello, luego, los llevo hacia atrás haciendo una media coleta. Los pequeños rizos al final de mi cabello fueron adornados con unas flores y, finalmente, una pequeña diadema fue colocada en mi cabeza. Satisfecha con su trabajo se levantó sonriente volviendo a tomar a Alex.
Hice una mueca de confusión.
— Es cierto que es mejor pero, ¿por qué tanto arreglo?— pregunté confundida. Papá llegando, colocó sus manos en los hombros de mamá y los apretó con suavidad.
— No creo que quieras que Nathaniel te vea desordenada — río. Mis mejillas se sonrojaron levemente, y por ende, tuve que esconder este gesto bajando la cabeza.
Es cierto que él va a estar ahí, y a pesar de que tenemos 12 años, he de reconocer que tiene un algo que me gusta mucho de él. Su cabello dorado y aquella sonrisa malévola lo hacía diferente a todos los niños que alguna vez conocí, él era más despreocupado y amaba molestar a la gente, pero a pesar de eso, era tierno cuando se lo proponía.
La brisa comenzó a ser menos cuando el barco comenzó a arribar. Debíamos descender puesto que la famila Carello nos esperaba. Una tabla de madera fue puesta para que descendieramos. Por 10ma vez, mi madre echó un vistazo a mi ropa y cabello, asegurándose de que todo estuviera en orden. Suspirando satisfecha, comenzó a bajar siendo custodiada por papá.
Por mi parte, tomé mis guantes blancos que yacían en el delantal de mi vestido, los coloqué en ambas manos para cubrirlas de algún tipo de suciedad, tomé la sombrilla de encaje y la abrí para cubrirme del sol. Suspiré decidida y bajé por aquella tabla siendo sujetada por una de las sirvientas.
Llegando abajo me dirigí hacia mis padres quiénes se saludaban alegremente.
— Pero miren a quien tenemos aquí — la reina Adelaida se acercó sonriente hacia mí. Hice una reverencia como pude cuando estuvo enfrente mía— Amelia Roberts, cuánto has crecido, y cada vez estás más preciosa. He de decir que estás irreconocible, y estoy segura que serás una gran mujer, claro..Si todos tuvieran la misma disposición — su vista se fue hacia el camino.
Ámber, la hermana mayor de Nathaniel venía hacia nosotros con seriedad mientras un abanico cubría una parte de su rostro. Y más atrás de ella..venía Nathaniel, que a pesar de traer un traje formal y costoso, no le preocupaba, ya que si pensara lo contrario, no estaría corriendo entre la hierva mojada.
— ¡Nathaniel Carello, ven aquí en este instante! — gritó su padre. El muchacho detuvo su andar al ver la mirada amenazante de su progenitor, y cambio aquel caminar por uno más respetuoso y calmado.
Llegando a nosotros ambos hermanos, hicieron una reverencia de saludo.
— Es un placer tenerlos aquí — habló la mayor. Cerró su abanico dejando ver su sonrisa blanca— espero que disfrutéis de unos lindos días — inclinó su cabeza en señal de respeto. Nathaniel por otro lado le miraba asqueado y se limitó a soltar una risa de burla ante tal comportamiento, que según él, era "ridículo".
— ¿Y tú, hijo?¿No piensas saludar a Amelia?— Nathaniel miró a su madre incrédulo, y luego negó repetidas veces— anda, la princesa vino de muy lejos para pasar unos días contigo — ante tal comentario, sus mejillas enrojecieron, y cuando parecía que iba a responder, su hermana le empujó con la mano haciendo que chocara su cabeza con la mía.
Sus cejas se fruncieron y un puchero se formó en sus labios en el momento que quedamos frente a frente. Incómodo, tomó mi mano derecha y la llevó a sus labios dando un pequeño beso en el dorso de la misma.
— Un gusto tenerte aquí, princesa — farfulló avergonzado. Solté una risa viendo como parecía cada vez más un tómate — espero que tengas una linda estadía y que nos podamos divertir.
Y yo esperaba lo mismo. Soltándola, comenzó a limpiar sus labios de forma desesperada. Por otro lado, nuestros padres eran guiados por los gobernantes de este reino, quienes se dirigían a los carruajes para emprender camino al castillo. Nathaniel seguía a mis espaldas mientras yo observaba el paisaje.
— ¿Por qué traes guantes? — preguntó acercándose a mi lado. Miré sus ojos de forma confundida. Este nuevamente hizo un gesto señalando mis manos, las cuales estaban cubiertas por aquella tela de seda.
— Ah..pues..supongo que es por miedo a la suciedad — enarcó una ceja no satisfecho con mi respuesta, bufé y comencé a caminar siendo seguida por el mayor — no tengo porque darte explicaciones.
— Vamos a estar una semana juntos Señorita limpieza. Necesito saber porque los traes para ver si es factible robártelos o no.
Le sonreí con sorna. No era necesario decirle el posible tic que tenía: Lavarme mucho las manos. A pesar de que el castillo era un lugar bastante limpio, me era imposible pensar que todo estaba pulcro y sin alguna bacteria. ¿Podía ser consecuencia del estrés? Quizá, pero era algo de lo que no quería y no PODÍA hablar cómodamente.
— Bien — habló mi madre quien se giró a nosotros y nos sonrió — la reina Adelaida dijo que antes de ir a palacio, iremos a merendar en el Lago espejo. Ustedes jóvenes herederos al trono, se irán en la carroza dorada atrás nuestra. Daremos un pequeño paseo por el pueblo y luego, antes del anochecer, nos iremos, ¿Entendido? — asentimos. Mi madre asintió conforme para luego dirigirse a su carruaje.
Tomé parte de mi vestido para subir con mayor facilidad a dicho transporte. Al estar arriba, me senté al fondo en el pequeño asiento acolchonado, luego, Ámber se sentó enfrente y por último, Nathaniel sin cuidado alguno se sentó al lado mío sobre todo mi cabello.
— ¡Hey, fíjate en donde pones tu trasero! — grité jalando mis rizos. Levantándose un poco, se me hizo más fácil acomodar mis hebras en la espalda. Su risa comenzó a hacerse audible en mis oídos mientras el caballo comenzaba a andar.
— Deberías cortarte al cabello — sugirió.
— Jamás. Parte de mi cabello es lo que más me gusta.
— Si, si. Créeme, no creo que quieras tener todo ese pelo cuando las hojas de otoño comiencen a caer y el viento lo llene de polvo.
Entrecerré mis ojos y miré hacia el frente ignorándole. Su hermana mayor, miraba divertida toda esta situación. Suspiré y me límite a guardar la compostura en el resto del viaje, pero, no creo que cuente con la misma suerte cuando bajemos.
·///
El clima era agradable, y el nombre que tenía el Lago no mentía.
Inhalé el aroma a las flores de distintos tipos. Las voces sonaban como murmullos cuando estaba sentada bajo aquel sauce. Llevé mis piernas a mi pecho y las abracé mirando el horizonte. Sentí mi mente relajarse..Y por mucho tiempo, deseaba que ese momento durara para siempre. Bueno..
— ¡BOH!— gritó saltando de una rama.
hasta ahí.
Bajando con cuidado se colocó detrás de mí, esta vez, con más esmero.
— ¿Estás bien?— preguntó. Yo asentí— ¿estás segura? No comiste demasiado, tampoco te quitaste tus guantes, y ahora estás aquí sola.
Suspiré ignorándole, me acomodé mejor para que los rayos de sol cayeran sobre parte de mis mejillas poniéndolas un poco coloradas.
Detrás de mí, sentí como se sentaba y llevaba sus manos a mis rizos. Sus yemas recorrían con cuidado las hebras que caían por mi espalda hasta llegar a las puntas onduladas.
— No te mentiré — habló. Giré levemente mi rostro y le miré — tu cabello es muy bonito. Pero te lo volveré a decir, y esto es porque tengo una hermana que se cuida demasiado: sino lo atas en estas épocas, solo lograrás que tu cabello se reseque.
— ¿Y qué debería hacer para que eso no suceda?— pregunté. Llevó su mano izquierda a su nuca y la rascó nervioso, sus mejillas se tornaron de un color rojizo y sonrió avergonzado.
— Bueno..— murmuró — Ámber suele llevar el cabello trenzado y con distintos tipos de peinado. Si quieres..puedo hacerte una trenza. No pienses que lo enredaré más, sé cómo se hacen. Muchas veces yo suelo peinar a mi hermana.
Reí divertida aún mirándole y asentí a su propuesta. Abrió un poco sus piernas y las colocó una a cada lado de las mías, acercó un poco más su pecho a mi espalda acomodándose y finalmente, sentí como llevaba sus manos a mi pelo.
Comenzó quitando las flores y deshaciendo el peinado que me había hecho mi madre. Luego dividió mi cabello en tres partes y comenzó a tejer entre ellas.
— ¿Qué harás cuando crezcas?— preguntó. Nunca lo había pensado con seriedad, pero además de ser la futura monarca, no me gustaría ser nadie más. Quizá aprender más cosas y perfeccionarme, pero además de eso..No había nada.
— Pues..la verdad es que nunca lo pensé hasta que lo preguntaste, pero me gustaría ser una buena monarca. Me gustaría dedicarme a la música, y pues..Creo que ser una buena esposa si es que me llegase a comprometer.
— Vaya, eso no es muy común de oír — habló concentrado — a tú edad, las niñas que conozco solo piensan en jugar y son tontas. Además de eso, no tienen ninguna meta como persona en el futuro.
Asentí.
— ¿Y tú?— pregunté. Pareció meditarlo un momento antes de responder.
— La verdad es que papá dijo que tendré que ser participe de la sede de caballeros. Además de eso, sé que tarde o temprano tendré que tomar el cargo de gobernante, pero hasta que ese momento llegue, mantendré ese cargo.
— Pues vas muy bien en tu entrenamiento, ya sabes cómo trenzar el cabello cuando estés en combate— me burlé. Como respuesta, tiró de forma leve mi cabello— Auch — sobé mi cabeza.
La silueta de mamá se abría paso entre las hojas del árbol, se acercó lo suficiente para poder hablar.
— Mia, ¿puedes cuidar a tu hermano un momento? Iremos a buscar unas cosas antes de irnos— asentí — bien. Volvemos en 5 minutos, si llora, dale el biberón. Está en su canasta.
Dicho esto, se retiró. Quedamos en silencio por unos segundos, solo se oía la brisa tocar las hojas.
— Pero ya, en serio, creo que serías un gran guerrero— hablé— tienes mucho potencial.
— Sí, eso es bueno. ¿Pero y dónde queda la parte en dónde me debo casar y ser un gobernante?— sentía como sus manos llegaban al final de mi cabello y hacía un pequeño nudo para evitar que el peinado se desarmara.
— Pues no te preocupes, llegaré a tu rescate — comenzó a reír divertido. Sé alejó un poco para levantarse y posicionarse enfrente mía. Extendió su mano para que yo la tomara, y fue lo que hice, me puse de pie fijándome en su otra mano donde tenía las flores intactas.
— Necesito que te gires para poder ponerlas — asentí. Dando media vuelta, sus manos fueron a la trenza y comenzaron a poner con cuidado las flores. Llegando a la última, el llanto de mi hermano comenzó a ser audible. Suspiré.— Creo que deberías ir si no quieres que te deshereden — reí leve. Separándome un poco fui lo más rápido posible a un cesto de picnic en dónde yacía el biberón de mi hermano.
Este cesto, estaba sobre una mesa, un poco alejada de la canasta donde estaba el bebé. Disminuí mi andar cuando había llegado al lugar. Abrí la cesta buscando entre todas las cosas, algunas sonaban entre ellas puesto a que eran de metal. Cuando encontré el biberón cerrado y con líquido en su interior listo para ser servido, el silencio inundó el lugar. Sentía unos ojos observarme y unas ramas crujir.
Levanté mi vista rápido encontrándome con plena oscuridad. Una sombra asechaba en los árboles, y de la nada, el llanto cesó, un frío inexplicable inundó mi ser cuando un grito me volvió a la realidad.
— ¡Amelia!— Nathaniel habló sacudiéndome desesperado. Mis ojos le miraron de arriba a abajo dejando caer aquel objeto para alimentar a mi hermano. Su ropa estaba con cortes y algunas zonas de su cuerpo estaban con sangre. Mi vista fue al cesto donde se supone que estaba Alex.
No, no, no..
Apartándome de él, corrí casi cayendo en el intento mientras las lágrimas caían con rapidez por mis mejillas. Llegando al lugar, me arrodillé y ví lo que quedaba del canasto; parte del tejido estaba roto, la manta que lo cubría estaba rota junto a su juguete de plata que estaba intacto, pero todos tenían algo en común: estaban con manchas rojas.
Tomé aquel cascabel y lo llevé a mí pecho abrazándolo. Las lágrimas comenzaron a caer con más fuerza junto a un grito desgarrador que salía de mi garganta.
!!
Aquella pesadilla por sexto año consecutivo, se había vuelto a repetir.
Abrí mis ojos en medio de la noche, me senté con rapidez en el respaldo de la cama. Mi pecho subía y bajaba debido a la ansiedad mientras las lágrimas caían fuertemente. Él sudor helado caía por mi frente, y luego de eso, una vela fue encendida siendo puesta en el velador. Unos brazos femeninos me rodearon con calidez calmandome.
— Rosa..— hablé entrecortada. Mi rostro estaba oculto en el hueco de su hombro— es hoy..No quiero, no quiero volver a ver todo esto..Se sigue repitiendo una y otra vez..No quiero.
<<<<
Mamá llegó corriendo al escuchar el grito. Su vista fue de un lado a otro confundida, viendo mi ropa y manos con sangre y sobretodo, viendo cómo su hijo menor no estaba.
— Amelia..— habló temblorosa— ¿dónde está tu hermano?— no hubo respuesta por mi parte. Las voces cada vez se volvían más inadubles. Cada vez se volvían más agresivas buscando a algún culpable.
— ¡Si supieras criar a tú hijo, nada de esto sucedería!— una bofetada resonó provocando un eco. Entonces..todo estaba perdido..un pitido inundó mis oídos, finalmente, cayendo en la oscuridad.
2 de Diciembre del año 1746.
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boleanhar · 4 months
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Hey dios, ¿estás ahí? Tengo una carta y es para tí.
Sentí que estaba bien, que esa luz era real
más cuando desperté, mis ojos volvieron a llorar.
Pensé que era cierto y palpable, que era un acto admirable
Pero la luz de la desdicha volvió a mí, como una flor vuelve a llamar a un colibrí.
No sentí miedo, sentí felicidad, más esa misma, se volvió a esfumar.
Sentí que las lágrimas eran recuerdos, y que los recuerdos estaban en el olvido, más con un pequeño chas, volvieron como un remolino.
¿Alguna vez van a terminar aquellas alucinaciones que creí verdaderas? Que con una pipa y manzanilla, se hacían más nuevas.
Le temo al tiempo y al pasado, e incluso a alguna personas, pero ver la hora de mi muerte..es una de mis peores memorias.
Puesto que muchas veces estuvo a mí puerta, pero porque yo la obligué a venir, no porque ella hubiera decidido que era tiempo de partir.
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