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Las amapolas habían sido nuestra flor. Cada vez que las veía, algo dentro de ella se encendía, como si fueran un recordatorio de la belleza que existía en lo más sencillo, en lo que a veces uno no ve. Pero aquella tarde, cuando caminaba por el campo donde crecían, su mente no podía dejar de pensar en ti.

Te veía a ti, con tus ojos llenos de esperanza, esos ojos que siempre miraban hacia el futuro con la certeza de que el amor llegaría, que tú lograrías lo que te habías propuesto: que ambas se amarían de la manera en que lo soñabas. Tú veías las amapolas como un símbolo de su amor, de lo que un día podría ser. Te gustaba pensar que, como ellas, lo que había entre las dos podría crecer y florecer con el tiempo, que su color rojo sería testigo de su pasión, de sus momentos compartidos. Pero no era así.

Te adoraba, sí, pero el amor que tú esperabas no nacía en mi corazón. Yo te quería, te apreciaba profundamente, pero no podía ofrecerte el amor que deseabas. Cada vez que intentaba hacer que mi alma se alineara con la tuya, me encontraba vacía, como si algo me impidiera cruzar esa frontera invisible entre lo que sentía y lo que tú querías sentir. Las amapolas, en su delicadeza, me recordaban lo que no podía ser.

A menudo caminaba entre ellas, tratando de entenderme a mí misma, intentando encontrar la respuesta en sus pétalos rojos. “Tal vez si le pido a Dios,” pensaba, “tal vez si me esfuerzo más, podría amarte de la forma que tú necesitas.” Pero cada vez que miraba las amapolas, sentía que esa belleza vibrante, esa intensidad que tú deseabas, nunca podría reflejarse en lo que yo te podía dar.

Tú te quedabas esperando, con esa paciencia que solo el amor no correspondido sabe ofrecer, mientras yo me sentía cada vez más incapaz de ser la persona que merecías. Me dolía verte, me dolía verte con tus ilusiones, con tus sueños de un amor que nunca llegó a formar raíces en mí. Te deseaba, sí, pero no de la manera en que tú lo soñabas.

Esa tarde, mientras las amapolas danzaban al viento, entendí que el amor no puede forzarse. Algunas flores simplemente no florecen en los mismos jardines. Las amapolas no necesitan que alguien las apriete para crecer, solo necesitan su propio tiempo, su propio espacio. Y aunque te quise mucho, supe que, como ellas, había cosas que no podían ser forzadas.

Recuerdo ese último día, cuando me dijiste que lo habías entendido, que aunque te hubiera querido de tantas maneras, el amor que esperabas no estaba en mí. Las amapolas, que habíamos admirado tanto, fueron el último recuerdo de lo que nunca fue.

Al final, me quedé en silencio, mirando el campo de amapolas, aceptando que algunas historias no tienen el final que deseamos, que no siempre el amor se da en la forma en que lo imaginamos. Pero, incluso en ese silencio, las amapolas seguían ahí, recordándome que lo que no florece, no es menos valioso.

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No nos veíamos a menudo,

pero en su amor había un refugio,

una presencia invisible

que me cuidaba como un manto.

Cuando era niña, su voz

era el susurro que me tranquilizaba,

sus manos, las que me guiaban

en cada paso de torpeza e inquietud.

Era la fuerza que no se veía,

el sol que alumbraba aunque nublara,

la que me protegía sin que lo supiera,

la que me quería sin pedir nada a cambio.

Y aunque el tiempo y la distancia

nos separaron en tantas estaciones,

su cariño nunca dejó de ser mi raíz,

invisible, pero constante.

Ahora que ya no está,

me queda el vacío de su partida

y el eco de su cariño,

que aún me acompaña,

como una sombra que nunca se va.

El dolor de la ausencia es grande,

pero también lo es la gratitud,

por haber sido su niña,

por haber sido querida

por haber sido mi única amiga,

quien me protegió,

quien, en su forma silenciosa,

me dio todo lo que pudo.

Y aunque no nos veíamos a menudo,

su amor sigue aquí,

en cada rincón de mi ser,

como un faro que no se apaga,

y en sus recuerdos,

siento que vuelvo a ver su

forma más brillante.

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Si mi corazón te hubiera elegido, te habría sostenido con la misma firmeza con la que el mar abraza a la orilla, sin miedo a la distancia ni al paso del tiempo. No habría permitido que ninguna tormenta nos separara, porque sabría que, en cada latido, estarías presente. El amor que siento no se mide en momentos ni en promesas rotas, sino en la convicción de que, si te eligiera, no habría fuerza capaz de deshacer el lazo que nos une. Si mi corazón hubiera tomado esa decisión, no te habría soltado, porque tú habrías sido mi hogar.

Te habría cuidado en silencio, como la tierra cuida a sus raíces, sin esperar recompensas ni reconocimientos. Cada día a tu lado habría sido un susurro constante de gratitud, un recordatorio de que, aunque el mundo cambie, mi amor por ti permanecería inquebrantable. No habría dudas, no habría miedos, solo la certeza de que, en cada latido, te encontraría. Si mi corazón te hubiera elegido, no te habría soltado, porque te habrías convertido en mi razón, mi destino, mi todo

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Seguirás pensando en mí?

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Si perderte no me mata, voy a vivir medio viva.

Porque cada latido será un eco vacío, cada sonrisa, una mueca sin alma.

El mundo seguirá girando, pero yo caminaré a medias, con los pies en la tierra y el corazón en el abismo.

Si perderte no me mata, me condenará a la existencia de los que sobreviven, a los que respiran por inercia y se levantan por costumbre.

Porque perderte es como un incendio en el alma, que no arrasa del todo, pero deja cenizas donde antes ardia el fuego.

Si perderte no me mata, quizá aprenda a vivir medio viva, pero nunca entera."

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Dejé que mis sentimientos callaran, que se quedaran escondidos en un rincón oscuro para no escucharlos gritar. Moría todos los días cuando las palabras con las que alguna vez besé tu alma se quedaban en el nudo de mi garganta. No me dejé llorar, porque las lágrimas harían más real la pérdida, y solo era cuestión de tiempo que tu recuerdo me convirtiera en agua.

Me obligué a soltar cuando yo misma me estaba aferrando, creí olvidar cuando en realidad cada sentimiento volvió uno a uno, volviéndome loca. Dije que ya no te amaba, pero aquí estoy, sintiéndote en todos mis huecos. Dije que ya no te pensaba, pero el recuerdo de tu risa me perfora el alma.

Aquí estoy, diciéndote que sí, que mi amor por ti sigue intacto a pesar de todo, que te extraño y me muero por un abrazo tuyo. Pero ya no me duele, ya no me avergüenza decirle a los demás que yo todavía pienso en ti.

Esta vez lo haré diferente: que con lo que amor se unió, que con amor se separe.

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Antes de irme le dije que el amor que siento por ella es más grande que nuestra relación. Que esta ha sido una manera muy bonita de expresarlo, pero que el amor que siento por ella va más allá de todo esto.

Espero que ella lo entienda.

Espero que no me espere.

-Elena Codes

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No te merezco; fuiste más de lo que mi estúpido corazón pudo sentir. Eres más de lo que pude desear, pero no eras la correcta para mí. Eres perfecta, te lo juro que es así, pero mirarte a los ojos me hacía sentir vergüenza, porque tus ojos reflejaban un amor que yo no podía sentir.

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Qué hago con toda la energía que se desprendió al enamorarme de ti, en ese bendito día en el que como un idiota, me permití quererte de más, cuando te conocía de menos.

De menos horas que a otros amores fugaces, de menos momentos que a otros lamentos, de menos tiempo, mucho menos tiempo del que hubiera querido.

Porque como lo he pensado tantas veces, tal vez el problema fue que te quise a destiempo. Me enamoré de ti muy rápido, y olvidarte.. olvidarte ha sido lento.

Libro: Contigo, sin ti y después de ti.

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Se que las promesas son solo palabras, pero me gustaba creer que te acordarias de ellas. Mi amor por ti se quedó atrapado en el tiempo, entre las estrellas que nunca te pude dedicar y en el café que se terminó por enfriar.

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A menudo querer no es suficiente, porque a veces quieres y sencillamente no se puede. No es posible porque no estás en el mismo lugar mental, porque tú quieres algo y la otra persona lo contrario, porque la vida te ofrece cosas y algunas de esas cosas te alejan, te cambian, irremediablemente. El amor no basta porque el amor, además de sentirlo, hay que decirlo, hay que construirlo, hay que hacerlo. El amor requiere de mucha paciencia y de mucho tiempo, requiere estar presente, que las personas vivan en el mismo momento, a la misma vez. A menudo vivimos en el mismo lugar pero en distintos instantes o en el mismo instante en distintos lugares. Para amar hay que coincidir y hay que hacer una apuesta por compartir. Eso es imposible si alguien está enganchado al pasado como una bolsa de plástico a las ramas de un árbol, nunca junto a ti, o proyectada al futuro como un cohete en busca de vida enotro planeta, nunca aquí. El amor requiere de voluntad, pero a veces te esfuerzas y no. A veces quieres mucho y te quieren y no. Y te duele porque lo intentas y no funciona. Por eso a veces lo mejor es dejar ir. Es asumir la quimera. Es aceptar la fantasía decantada en la pastosa realidad con calma y con afecto. Es decir "te quiero, pero aquí no es", "aquí ya no", es agradecer todo lo vivido, toda la intimidad, todo el esplendor de la guarida de cielo compartida. Esa, tuya y mía, en la que ahuyentamos el miedo a irnos de este mundo solos y a marcharnos sin haber profundizado como viento en el bosque. A menudo querer no es suficiente y hay que aceptarlo. Hay que separarse y seguir el camino.

-Roy Galán

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Tal vez en otra vida sea lo que querías que fuera, mi amor.

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Tengo, del mismo modo

Que confesarte de una manera dulce

Que te he olvidado

Que tus fotos son una caricia del pasado.

Pero en mi mañana ya no te miro

Que he aprendido que recordarte

No es más que un beso a mi herida

Para que no se sienta tan sola

Como yo cuando me la hiciste.

Que aquí hace tiempo que ya es primavera

Aunque haya días de tormentas torrenciales

Pero mírame: he aprendido a bailar

Quién lo diría, amor

Con esta vida que llevo tan llena de tropiezos.

No sé dónde estás

Pero sé que en el lugar que sea

Estarás orgullosa de mí por olvidarte.

Te he olvidado

Amor roto

Pero no tengas miedo

A que nadie te recuerde

La poesía jamás te olvidará.

-Elvira Sastre

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Después de ti

no volví a tocar a otras mujeres

durante un tiempo.

Cada mañana

me decía a mí mismo que debía guardar luto por aquello

que estaba muerto.

-Miguel Gane

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Hemos tenido que borrarnos para descubrir que, al final, como las grandes historias, solo fuimos palabras.

Tendrá que ser así, mi amor: tú desapareciendo de los poemas y yo de las canciones.

-Elvira Sastre

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Diciembre vuelves a dejarme con muchas heridas.

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Eres el golpe de suerte que necesitaba, y aunque a veces no estamos preparados para nadie, ya me joderia no estar preparada para volver a verte.