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Una pequeña historia...
Cuando entré a la universidad conocí a un niño, al que llamaremos J. Bueno, J es muy simpático, demasiado para mi gusto. Es ostigante, porque más bien soy una persona callada y tímida, pero el como que me saca de esa burbuja. Bueno, él al inicio me parecía inofensivo, un poco molesto, pero nada más. Empezó a insistir con que quería traerme a casa los sábados, ya que yo tenía clases de 8 am a 12 pm. yo no quería, porque mi familia es un poco complicada, pero J insistía e insistía. Me fue a llevar a casa ese día, y como quien dice no lo dejé entrar. Ni me despedí, entré a mi casa y lo dejé afuera llamando y hablando solo. Luego de ahí salimos de vacaciones, y empezó otro cuatrimestre, nos tocó otra materia juntos. Y él se volvía más insistente con el tema de venir a mi casa. Estaba harta de su insistencia. Así que le dije que si se atrevía a venir le iba a dejar de hablar por lo que me quedara de vida. Y no lo hizo. Desde ahí todo cambió. Me habla poco, distante, etc. Fui mala con él y no lo niego. Pero en parte me dolió un poco todo, quizá porque ya me había acostumbrado a su molestia. Fue algo que yo inicié, y no quiero que cambie, porque aunque necesito más tiempo para asimilarlo, es lo mejor que pudo haber pasado. No quiero ser su amiga, mejor dicho, ya no quiero tener amigos.
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¿De qué sirve?
Tratar de ser perfectos, aún cuando es imposible. Tratar de ser bondadoso. Tratar de marcar la diferencia, aún cuando todos hacen lo mismo. Tratar de seguir las reglas de una sociedad podrida en prejuicios. Cuando al final, cuando ya trataste de ser perfecto, bueno, original, un buen ejemplo ante la sociedad, si cometiste un pequeño error todo lo demás será olvidado, y solo recordaran el error que cometiste y no lo bueno que salió de ti. Injusto, pero real.
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#Sometimes
A veces sacrificas tanto y das tanto por algo, que aunque no te guste el premio quieres quedártelo solo para creer que valió la pena.
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