blackpoolfclgc
Blackpool FC
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Web Nouvelle por Lucas García Cornejo
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blackpoolfclgc · 5 years ago
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III - Soy tu Dios
Siempre estas tratando
de tener alguna personalidad
no importa cual
no importa si es la tuya
o la de alguien, capaz
que te salta la ficha
te escucha la ducha
o te encinta la vida
pero siempre estas tratando
de tenerla y decir aca está
mi tan esforzadamente lograda personalidad
no es mia
no es tuya
pero aca esta
mira
–No, no me sale, Sadiki– Dijo Cristian. Su sillon lo envolvía como envuelven las cosas acostumbradas a uno. Ese sillon estaba acostumbrado a Cristian y a sus jugos gastricos. Por esto el siempre decía "este sillon conoce lo peor de mi". A veces tambien largaba "este sillon me sostiene por dentro y por fuera", o tambien "mis fueros internos configuran el entramado de este couch". Iba cambiando la forma de decirlo. Quizas porque se aburría de siempre decir lo mismo. Ahora el sillon, que lo acompañana desde las epocas de Burslem, lo atrapaba y no lo soltaba, y la morena que trabajaba en su casa tenía que aguantarlo en estos estados desde tan, pero tan temprano.
Sadiki entró al living, desde la cocina, donde trataba de embolsar la emergente basura para sacarla a la calle, y miró a Cristian con fastidio:
–Qué es lo que dice que no le sale.
Su boca no parecía muy dispuesta a pronunciar el ingles con todo ese, a veces, innecesario refinamiento. Ella prefería buscar la forma mas fácil de decir las palabras pero a la vez lograba que se entendiera perfectamente. Salvo en casos muy puntuales. Como se verá, no era un caso de ignorar el idioma, el de Sadiki, sino mas bien de no concecionar su propia lengua. Una declaración de principios caminante tenía el DT en su casa.
–Te diste cuenta de que usas muchísimas mas palabras de las que podrías usar– Aún con la cabeza abducida entre los almohadones y con apenas las dos manos fuera de la colcha para poder escribir, el argentino se desquitaba con ella ante su propio cráter creativo.
–¿Y usted– la morena e imponente mujer se plantaba de forma muy seria cuando se la interpelaba y a veces cuando no, también– se dio cuenta de que tiene un colchón de dos plazas y media en su habitación que todavía tiene el plástico con el que vino, y esta durmiendo en el sillón como si fuera un hombre casado que lo han echado?
–No. Digo, si. Pero mi sillón es mi templo, aquí soy creativo. Creativo por demás. Además, qué te importa.
–Bueno, usted piense que ya después de los cuarentaipico uno no se puede estar sentando o acostando en cualquier lugar– dijo Sadiki ya volviéndose a la cocina –y ya entrados los setenta, ni le cuento. Ademas, si ese sillón le ayuda a "inspirarse" como usted dice, no le estaría funcionando, porque le está preguntando a su empleada cómo seguir. Ademas, ese sillón...
–Si, ya sé, ¡Ay!– el anciano entrenador se enderezó de golpe para levantarse y un par de vertebras de la zona lumbar crujieron como los cimientos de una lógica construida a base de una historia oficial del mundo al descubrir que en el universo no hay ni arriba ni abajo. Sadiki vino corriendo a ayudarlo a levantarse y una vez que se pudo recuperar dijo– este sillón de mierda.
–¡Vio! Usted me termina dando la razón siempre, señor– se apresuró a contestar Sadiki.
–Pero callate la boca. Qué me ibas a decir, que este sillón tiene un olor a mierda. Si, lo sé. Y ahora también me revienta la columna. Bueno, creo que no puedo quejar...
–¡Ah, bueno!– la mujer lo soltó y se fue al trote a la cocina de vuelta, recogió la bolsa de basura y se dirigió a la puerta– "No me puedo quejar" dice. No, no...
La mujer, en furia, dio vuelta un par de veces la llave de la puerta de entrada y salió al ruido leve de la calle de Lunes a la mañana. La avenida Cumberland no era la mas transitada en esas horas, pero sí llegaba hasta esos lares el traqueteo de los motores en calles aledañas, y el rumor de la ciudad despertando se arrastraba hasta el 19 de dicha calle, en esos momentos. Cristian se recuperó de su flagrante crujido vertebral y fue hasta la ventana que daba a la calle, abrió los postigos de un tirón que casi rompe uno de los vidrios y le gritó a Sadiki desde adentro.
–¡No, no me puedo quejar! Algún problema, ¿qué estabas por decir? A ver.
Sadiki, con toda la calma que pudo mantener en sus adentros, le contestó desde la calle, pequeño parque delantero de por medio, y trató de elevar el tono de voz lo suficiente para que su empleador lo escuche a través de los ocho metros que los separaban, pero no tanto como para despertar a los vecinos.
–Eso, justo eso. Usted dice que no se puede quejar, y lo único, lo único que hace es quejarse. Todo el bendito día.
La morena se había parado allí en la vereda y no se movía, dispuesta a seguir la conversación desde allí. Cristian, apoyado con sus dos manos en el marco inferior de la ventana, con medio cuerpo afuera, le gritaba como si estuviera dándole indicaciones al cuatro para que corra un poco mas hacia el ataque.
–Pero por favor, mujer, ¿así que soy yo el que se queja? Vos te acordas todo el tiempo que estuviste hablando de los precios del mercado ese que esta aca cerca, ¿cuanto tiempo te tuve que aguantar quejándote? ¡Y el que pone la plata soy yo! ¡Yo! Te pago y encima te tengo que aguantar quejándote. Así que no me vengas a decir...
–Así que usted me tiene que aguantar, ¿eh? ¿Sabe porque me quedo acá afuera? Porque no quiero entrar ahí y sentir el olor a vómito de años que tiene ese sillón de porquería que tiene usted. Y encima lo ama. Ama ese sillón con olor, viejo asqueroso. ¿Sabe que hago cuando entro a su casa? Me digo a mi misma "aguanta cinco minutos. Después de cinco minutos te acostumbras" Porque no se puede estar del olor, Señor Pueblos. ¡Es insoportable!
Ya Sadiki había soltado la poca mesura que estaba logrando mantener, y gritaba a la par de su jefe. Algunas pálidas caras se asomaban por las ventanas de las casas vecinas.
–¿Y sabe porque otra cosa me quedo acá? Porque quiero que se entere todo el barrio de que usted es un viejo asqueroso y que pretende que yo me quede ahí adentro con ese olor a vomito. Ahora tengo que volver a entrar, y de solo pensar que me tengo que volver a acostumbrar a ese olor me da nauceas.
–Bueno, no entres mas entonces, ¡desagradecida! ¡Quien te necesita!– Cristian cerró la ventana de un golpe y el vidrio volvió a manifestarse en contra. El míster siguió quejándose en el interior de la casa, sin nadie que pueda contradecirlo. Como tenía las cortinas descorridas pudo ver que Sadiki lloraba en el hombro de uno de los vecinos, y miraban para adentro. No le importó en lo mas mínimo. Se limpió la saliva de la cara con el almohadón del sillón, y sintió una leve arcada. Quizás el sillón necesitaba una renovación. Descartó la idea y se fue a armar su bolso para su primer entrenamiento con el plantel profesional de fútbol del Blackpool Football Club.
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Era tan parecido. Sus labios. Eran como dos serpientes arrepintiéndose de ser parte de su rostro, saliendo del mar de sus mejillas a tomar aire y volviendo a introducirse en su cráneo. La nariz era una conjunción de esferas siamesas, nacidas así por una irregularidad genética, con dos orificios por los cuales el organismo que era podría respirar. Pero no solo llamaba la atención por lo grotesco de sus facciones sino que ademas era muy, muy parecido. Quizás si lo escuchara hablar podría definirse si era pariente o algo cercano. Los ojos miraban para todos lados, de aquí a allá, frenéticamente y cada vez se aceleraba mas su vaivén. Un pequeño brillo comenzaba a salir en su amplia y plana frente que antes no estaba. Sus cabellos, prácticamente inexistentes tenían la mima forma que los suyos, y el marrón chocolate de la piel marrón era casi exacto, no hacía falta ser un diseñador gráfico para darse cuenta. Tenía que preguntárselo obligadamente.
–Señor.– un joven de cabello castaño y peinado hacia el costado sacó a Cristian de sus elucubraciones mentales– Señor, ¿está usted bien?
Tardó un poco en reaccionar y en sacar sus ojos de aquel joven moreno que le había llamado la atención. Entonces dijo:
–Si, si. ¿porqué?
–Porque estaba hablándonos y de repente se ha quedado... tildado– algunas risas surgieron de entre los players. La escena, al volver a ella en cuerpo y alma, espíritu y carne, mente y sazón, le recordó, casi indefectiblemente, a la escena en la que se presentó ante el plantel del Port Vale, hacía ya 40 años. Ahora lo encontraba la misma situación, pero otros jugadores, otros colores en las gradas, y otros dolores, mas intensos, en sus vertebras y articulaciones. Todo el plantel profesional del Blackpool estaba parado frente a él, a un costado del campo de juego, del estadio donde donde el equipo juega del local, Bloomfield Road. Estaban ubicados muy cerca de la boca del túnel por el que salen los equipos a la cancha todos los fines de semana, entre dos plateas. Idéntica la puesta en escena a aquella primera vez en Vale Park.
–Muchas cosas suceden aquí dentro, muchachos– dijo el míster señalándose la frente –y espero que aquí, aquí y aquí– dijo mientras se adelantaba señalando la frente de sus jugadores– también sucedan cosas cuando estén dentro del campo de juego. Y antes de que me olvide. ¿Donde esta el muchacho moreno? Me gustaría preguntarle si es algo de Will Smith.
Los jugadores se miraron entre sí con caras de incredulidad.
– Perdón, señor Pueblos– comenzó un joven alto y colorado –Creo que no hay ningún jugador moreno en el plantel.
Cristian estaba a punto de decir "pero si lo acabo de ver, estaba ahí mismo", pero desistió. Enseguida recordó al joven Rodrigo que se había presentado ante él el día de la conferencia de prensa y se argumentó a si mismo que su mente le estaba jugando una mala pasada. Cosas de la edad, prefirió concluir.
–Oh, con el sol de frente es medio difícil saber a quién le estoy hablando– Y con esta salida a flote volvió al lugar en el que estaba, y haciéndose visera con la mano para tapar un sol que no le molestaba en absoluto, finalizó la charla diciendo –Bueno, basta de parla por el momento, ya iremos hablando en la semana, vamos a correr un poco que se nos va la mañana. Vamos, vamos.
Dando un pequeño empujoncito a un par de muchachos que seguían por ahí, se sentó en un par de banquetas que habían dejado por ahí tiradas. Habían pasado tantos años desde que viera a los jugadores de Burslem tonteando así, mientras se ponían a trabajar. Cristian había tenido momentos de plantearse muchas de cosas en todo este tiempo, pero nunca se planteó ante el mítico tópico "los efectos del paso del tiempo" como ahora que veía los jugadores del Port Vale transformándose frente a sus ojos en los de la naranja mecánica de Blackpool. Y miles de posibilidades se presentaron frente a él. Al frente, por los costados, por detrás, abajo como por un túnel y venidas de arriba, del cielo. Por ejemplo, se preguntaba si sería capaz de separar reacciones anteriores de los estímulos actuales. Su mente estaba... un poco tocada, y él, a esta altura de su vida, lo admitía (no sin recelo), por lo que era probable que sintiera la necesidad de defenderse ahí donde no había una amenaza, por el simple efecto de ver en un jugador de su nuevo club, a uno de su club anterior. Esas memorias que a veces mezclan sus cables, pensaba Cristian, podían ocacionarle problemas. Qué pasaría si alguna vez viniera uno de sus jugadores a invitarlo unas copas un viernes a la noche y él lo rechazara por tener previamente arreglada una cita con Isabel Painache. Eso si que sería un inconveniente. Isabel no estaba mas en su vida, hacía ya muchos años. Mas de los que quisiera creer. A esas trampas de la mente les tenía temor. Pero de una cosa podía estar seguro: sintiendo o no ese temor, sucedería imprevisiblemente, de todas maneras.
Pensó en maneras de encerrar el pasado. No de eliminarlo, no de olvidar: de encerrarlo. De mantenerlo controlado, fuera del alcance del presente. Y anotó en unos papeles que tenía en el bolsillo un par de versos que desarrollaran esta idea. "Tengo que mantener el pasado en la cárcel que me permita un status quo presente" Al principio le pareció un poco cursi, pero luego terminaría siendo uno de los poemas que entrarían en su próxima publicación.
–Increíble como corre ese, Grant– un hombre le habló de atrás, acercándose.
–Si, si– se apresuró a encajar el DT –estaba viendo eso, increíble.
Era su ayudante de campo, Stephen Dewhirst. Junto a él había tres hombres mas: Robert, el preparador físico, Lester, el entrenador de arqueros y John, mas allá, acarreando una bolsa de pelotas, el utilero. Habían estado unos pasos detrás del argentino mientras este daba toda la charla inicial del ciclo.
–¿Cómo estas, Cristian? ¿cansado?– preguntó Stephen dándole una palmadita en la espalda. Odió la arrogancia en estas palabras. Le pareció sumamente despreciable la forma en que trataba de atribuirle un rasgo frente a los demás que quizás no existiera: el agotamiento. Siempre había detestado a esa gente que tiende a resaltar las flaquezas del otro, de alguna u otra manera, para minimizarlo.
Sin siquiera molestarse en contestarle, Cristian, al ver que el utilero estaba solo cargando la bolsa de balones, fue enseguida a ayudarlo. Pero cuando intentó levantar de un tirón otra bolsa que había con conos sintió un dolor espantoso en la cintura y tuvo que dejarla caer.
–¡Eh!– John, soltó su bolsa y vino a socorrerlo –no hace falta que me ayude, Señor Pueblos.
–¿Porque? ¿Porque soy viejo?– preguntó, puntilloso, Cristian, y riéndose, continuó –Cualquier cosa antes de quedarme al lado de ese idiota que tengo por ayudante de campo.
– Ah, bueno, lamentablemente si alguien lo va a tener que aguantar es usted, señor. Va a trabajar día a día con usted y tendrán que tomar decisiones juntos, y...
–¿Qué?– gritó el argentino y comenzó a reírse desencajadamente, mientras se sacaba los restos de pasto de sus pantalones.
La risa fue en aumento y el utilero no atinó a hacer otra cosa que acompañarlo en su divertimento. La risa amplia y sonora del DT se escuchó en todo el campo de juego y le generó una tos que tuvo que sentarse nuevamente para detenerla.
–Qué divertido que sos, John– le dijo al utilero, mientras este dejaba las pelotas en el centro del campo –ya me había parecido que con vos me iba a divertir, ayer cuando me los presentaron.
–Usted no cree que vaya a congeniar con Stephen, ¿verdad?
–No solamente eso, sino que no veo porqué tenga que hacerlo. Él hará su trabajo y yo el mio. Ademas, es un tipo despreciable, y para despreciable basta conmigo.
Ahora fue John el que rió, aunque con un poco de pudor por miedo a que los escuchara el susodicho, allá, lejos donde los jugadores corrían entre sogas.
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Los integrantes del plantel hicieron varios ejercicios físicos y recibieron de buen grado las instrucciones de sus entrenadores, con quienes ya venían trabajando desde hace tiempo, algunos incluso desde las inferiores. El clima comenzaba a refrescar y una brisa se levantaba por lo que el movimiento no podía cesar. Cristian miró toda la practica y vio mas entusiasmados a algunos que a otros y tomo notas. Por supuesto que entre las notas que tomo estaba el germen de varios textos que luego escribiría. Si algo no había perdido era esa fértil inspiración y deseos de no dejar de crear, veta que había aparecido frente a él durante su estadía en Burslem, y que desde aquella odisea, hacía cuarenta años, no había detenídose nunca. Bueno, casi nunca.
Junto a las notas que hablaban de que Rauf debía jugar mejor por la banda derecha en lugar de por el centro, había un par de versos que decían
"Los puertos me puertas para adentro
Y la escollera me es pollera del mar."
Luego cuando los leyera los descartaría por obsoletos. Junto a las notas, las muchas notas que había realizado sobre el dotado Marshal, un delantero como los de antes, corpuleto y que de cualquier lugar sacaba un pelotazo potente y por lo general certero, había un verso un poco mas rico que los anteriores que decía:
"Linda fiesta es estar solo cuando el limite es la sordera del resto"
Rara vez sabía a qué se referían sus propios versos, pero solía descubrirlo después, con el tiempo. Sabida es la vez en la que se paseó por varios programas de televisión planteando siempre un método diferente de escritura. En todos ellos dijo cosas diferentes cuando le preguntaban cómo creaba sus poemas. Un clip se hizo con estas entrevistas y fueron, por mucho tiempo, la bandera de aquellos que admiraban al Dt/poeta, mas por su grandilocuencia fuera de contexto, que por sus dotes en una u otra profesión. "La mejor poesía la hace Cristian Poesía cuando no hace poesía" dirían medios alternativos a los pocos días de estadía del argentino en la ciudad portuaria.
Ya había dado las instrucciones a Robert y Stephen de que manden a los jugadores al vestuario ni bien terminen con los ejercicios de sprint ya que quería compartirles unas reflexiones. Mientras tanto Lester seguía charlando con los arqueros, de los cuales uno era debutante en primera. John juntaba los conos y corría las barreras.
–Muchachos, quiero dejarles en claro un par de cositas para que no me malinterpreten– comenzó Cristian, mientras todos se iban acomodando en los bancos del vestuario. Cuando ya iban entrando los últimos, Stephen se reía con uno de los jugadores. Cristian le clavó la mirada de una manera que provocó que casi todos se dieran vuelta para mirar al ayudante de campo. Este se quedó serio y entonces Cristian continuó. Demostración de carácter de esas que no se olvidan –Les decía, quiero dejarles un par de cositas en claro, para que no nos confundamos y que logremos los objetivos que tenemos– levantó un dedo pulgar agitándolo en el aire mientras hablaba –Primero: No somos amigos, somos compañeros de trabajo, y no tenemos porque llevarnos bien. Eso no es por lo que estamos acá. Yo no soy amigo de ustedes, ni ustedes son mis amigos. Yo tengo mis problemas, ustedes tendrán los suyos, problemas de chicos de su edad, y mientras tengamos eso claro vamos a andar bien. Segundo– un par estaban murmurando allá al final del vestuario, y Cristian los escuchó cuando hizo silencio y su cara se transformó, sus arrugas se alisaron levemente, su frente se alisó también, y por ella bajaron todas las maneras posibles de odiar a una persona. Lo proyectó de una forma que tampoco nadie olvidaría jamas. Le sacó de las manos el botinero al muchacho que estaba mas cerca suyo, y se los lanzó con furia a los dos que estaban hablando.
– Hey!– dijo el joven que recibió el impacto– ¿Esta loco?
– Pero, quien se cree que es?– dijo el otro cómplice del aparente delito.
– Soy tu Dios, Williams– Dijo Cristian, con toda calma
– ¡Yo no soy Williams, viejo de mierda!
– Me importa un carajo quién sos. Y por hablarme así, o mucho menos, hemos rajado a mas de uno.
Mientras decía Cristian, el par de jugadores ofendidos se levantaron y se fueron del vestuario, así como estaban, poniéndose las camperas en el camino, aun con los pantalones cortos y los botines de césped. Se cruzaron con John que entraba con las bolsas al vestuario y hubo un topetazo en él y los players, cosa que John contempló sin entender en absoluto. Stephen miraba, callado, como analizando, casi sacando conclusiones que nadie, luego, juzgaría de prematuras.
–Alguien mas me quiere insultar? Son libres de hacerlo, yo también.
Los jugadores se miraron entre ellos, confundidos y algunos escandalizados con la violencia que acababan de vivir. Cristian tenía métodos bastante grotescos para evaluar el temperamento de sus dirigidos.
–Lo segundo, que tienen que tener en claro– siguió, suspirando de fastidio –es que me tienen que hacer caso en todo lo que diga, porque el que no me hace caso se va a la reserva y chau. No puedo trabajar con jugadores que se hacen los vivos. Eso pasa mucho hoy en día. EL otro día un arquero del Sheefield no quería salir en un partido amistoso. Ese jugador, si estuviera acá, se tiene que buscar otro club. No va a suceder dos veces eso acá, porque a la primera se van. Me explico?
Nadie dijo nada. Pocos lo miraban.
– ¿Alguien quiere abrir la boca? – les gritó demencialmente –¿Me tienen miedo? ¿Me explico o no me explico?
El grito fue la gota que rebalsó el vaso de algunos que también se levantaron y se fueron. Uno de los que estaba mas cerca de Cristian se levantó tan repentinamente que el Dt pensó que iba a golpearlo, a lo que el anciano se retrajo levemente, movimiento que no pasó desapercibido para Stephen y algunos de los jugadores. Otro de los presentes se fue también, y dos mas luego, incentivados por los que iban emigrando. A los que quedaban les dijo.
– Y tercero, muchachos– con la voz mas calma de la mañana, continuó – Tienen que ganar. Si o si. En mis experiencias previas hemos jugado bien, por momentos, pero eso no importa una mierda. Hay que ganar, como sea, y si jugamos bien, mejor. ¿Queda claro?
Varios respondieron que sí, dubitativamente.
–¿Vieron eso que sucedió?– Dijo ya mas relajado, apoyándose en un lavamanos, señalando a la puerta –Así es como uno se queda con los hombres que valen la pena. Se pueden ir, nos vemos mañana.
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blackpoolfclgc · 5 years ago
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II - El Tic Toc de las lapiceras
–Después de las fotos de rigor – dijo uno de los encargados de prensa del club – vamos a dar comienzo a la conferencia de prensa. Recuerden que solo se van a contestar dos preguntas por medio. Dicen nombre y medio al que representan y proceden a preguntar. Hay dos micrófonos. ¿Listos? – preguntó mirando a Cristian y al presidente del club, y al recibir una confirmación de ambos, concluyó diciendo – perfecto, pueden empezar.
– Buenos días Kenneth y Cristian – comenzó un joven de barba candado y gafas antiguas, con algunos kilos de mas – Quiero hacer una pregunta para ser contestada desde el lugar que cada uno tiene en esta historia. Kenneth, algo que muchos aficionados del Blackpool se preguntan ¿porqué decidieron contratar a un director técnico que lleva mas de cuarenta años sin dirigir y alejado del fútbol? Y la misma pregunta para Cristian ¿porqué cree que lo eligieron a usted y no a otro entrenador que haya estado mas cerca de este deporte?
Kenneth Shuttleworth, presidente del Blackpool Football Club, un hombre joven, tranquilo y razonable, comenzó contestando.
– Bueno, es lógica tu pregunta – reconoció para empezar, con una media sonrisa – creemos que Cristian es la persona justa para nuestro momento. Sabemos lo bueno que hizo en Argentina y sabemos que en su experiencia anterior no le ha ido del todo mal y...
– Pero fue despedido del Port Vale – arremetió el periodista interrumpiendo al jefe del club – y todos sabemos los motivos.
– Te agradecería que me dejes terminar de contestarte – sin amabilidad se defendió Kenneth, y siguió – Me parece de muy mal gusto que saques a colación temas que no son oportunos ahora, por respeto a quien esta acá a mi lado, sentado, dispuesto a escuchar y contestar sus preguntas.
– Eso de "dispuesto a contestar" lo podemos dejar en suspenso– intervino Cristian con una risita breve –Pero bueno. Mi salida del Port Vale la vieron todos ustedes por televisión, nadie de acá estaba en ese momento, salvo vos, creo– dijo señalando a un hombre entrecano que creyó conocer de su paso por la League Two hacía cuatro décadas– Así que salvo él, nadie tiene la autoridad para criticar cosas de las que no formaron parte– gesticulando en clara señal de fastidio, con ambas manos, continuó –tengan la decencia de reconocer este espacio que se les da– y mirando a Kenneth comentó –empezamos bien, eh...
Kenneth asintió y terminó de redondear la respuesta –Sabemos con certeza que Cristian Pueblos tiene la capacidad, un muchos sentidos, para llevar adelante la direccion de Blackpool y arreglamos todo para que él pueda venir. Es un placer para nosotros tenerlo, y que haya aceptado. No es nada fácil volver a un medio como este que es tan cruel a veces, y agradecemos que lo haya hecho por nosotros.
–Cristian– comenzó otro periodista presente –¿Qué vas a buscar futbolisticamente con el equipo?
–Ganar– se apuró a contestar el argentino, cortante –en el mejor de los casos.
El silencio comenzaba a dominar el recinto y ya se veían caras de confusion. Todos estaban al tanto de la fama que se le había hecho al antiguo míster del equipo de Burslem, y tambien de qué parte era real y cual no, de todas esas historias. Por eso, y mucho mas, todos estaban esperando su primer desliz.
–¿No buscaría jugar bien?– repreguntó el periodista, como eligiendo las palabras lentamente.
–¿Qué es jugar bien para vos? – devolvió Cristian, que estaba con los codos apoyados en la mesa y la cabeza hundida entre los hombros. En esa postura se veía amenazante y parecía un ave de rapiña a punto de salir volando y repiquetear en la cabeza a todos los periodistas que tanto repiqueteaban, según él, en la cabeza de los entrenadores y futbolistas.
–Jugar bien, señor Pueblos– el periodista no titubeó. Parecía estar entrenado para enfrentar a este tipo de personajes. Cristian esperaba intimidarlo, pero no lo hizo en lo mas minimo –Tener la pelota, hacerla circular, dar muchos toques sin que la toque el rival, dominar la situación y finalmente convertir.
Luego de un silencio el argentino se acomdó en la silla, y se tomó su tiempo para contestar.
–Repito: voy a buscar que mi equipo gane.
–Señor Pueblos– comenzó otro periodista.
–Perdón– interrumpió Cristian, aun dirigiendose al periodista de la pregunta anterior– Ustedes que saben tanto, ¿Cómo jugaba el Port Vale mío?
–Bueno– comenzó el aludido –tuvo muy buenos partidos, con muestras de un equipo de primera, pero tuvo otros que no fueron del todo buenos, Pueblos.
–Bien– el argentino hizo unos gestos de aprobación, bien marcados y exagerados. Agitando sus hombros, cuello, y mandibula– Entonces la dirigencia, aquella dirigencia del Port Vale echó como un perro a un entrenador que– y levantó sus dos manos haciendo comillas de aire, un gesto que ya nadie hacía– "tuvo muy buenos partidos". ¿Entendes porque busco solo "jugar bien"?
El recinto quedó en silencio, y varias camaras enfocaron el rostro de incomodidad de Kenneth. Una de las fotos mas difundidas en esos momentos fue la de Kenneth mirando de reojo a Cristian, en varias ocaciones, pero en esta en particular la mirada del presidente sobre su recien contratado fue disonante. El periodista eligió no continuar para darle el lugar a su colega que ahora si pudo continuar.
–Señor– empezó el joven y timido aspirante a periodista, cuya frente brillaba de los nervios –En uno de sus libros, destaca en un poema la importancia de la caminata...
–Perdon– interrumpió Pueblos nuevamente, el joven se sonrojó intensamente –¿Qué dijiste?
–Le preguntaba sobre uno de sus poemas donde...
–Me estas preguntando sobre un poema ¿acá?
El argentino se levantó de la silla de un salto que empujón la silla con ruedas hacia atrás y por poco no tiró el decorado con los sponsor que se ubicaba detrás de ambos. Se paseó caminando por detrás de la silla de Kenneth mientras decía – ¿ves a este hombre que está acá? Es el presidente de un club llamado Blackpool, que me contrató por mis dotes deportivas– siguió yendo y viniendo, se puso de espaldas a la masa periodística y señalo con sus dedos indices acá y allá a todos los sponsors cuyos logos figuraban en la grafica de fondo –¿Ves todos estos dibujitos? Son las marcas que pagaron por figurar acá y esperan que salgamos por television y por internet hablando de futbol, en los medios deportivos, y que su marca se publicite. ¿Ves alguna editorial aca? ¿Ves alguna librería?– lo miró a Kenneth, como para plantearle la preugnta, pero el presidente de la institucion dibujaba garabatos en un papel, tapandose el rostro con la mano, como no queriendo estar ahí en ese instante– No. No los hay. Te pido que si vas a preguntar algo primero te ubiques en donde estás.
El joven hizo el intento de comenzar una nueva pregunta pero antes de hilar tres palabras se levantó tapándose la cara y salió de la sala llorando desconsoladamente. Dos periodistas salieron tras él. El silencio reinó nuevamente en la conferencia de prensa.
Los tubos florecentes eran lo único que se escuchaba por momentos y algun rechinar de alguna silla. El tic toc de las lapiceras de aquellos que aun tenian una, y suspiros que parecían expulsar fantasmas desde las viceras de los asistentes. Un leve rumor tambien se percibia a espaldas de los conferenciantes, como el tipico pronunciar de una erre estirada y robotica de los televisores, o algun cable de audio en falso contacto. EL silencio destrababa la jaula de todos los ruidos cautivos por las voces. Cristian, con el corazon acelerado, como siempre que sentía que le estaban tomando el pelo, o que algo lo irritaba, se acomdó en la silla una vez mas esperando que aparezca la siguiente pregunta. UN habilidoso encargado de gestionar el encuentro limitó las preguntas diciendo: "A partir de ahora dos mas"
–Señor Pueblos– se animó un joven rubio y muy delgado que había estado tomando muchas notas hasta entonces –Cómo cree que lo recibirán los fanaticos del Blackpool siendo usted todo lo controverrtido que es...
Y al decir esto ultimo el joven señaló con su mano de forma fugaz la puerta por la cual salió su colega llorando minutos atrás haciendo clara referencia a este desafortunado evento. Cristian lo percibió pero decidió dejarlo pasar: estaba agotado de ser quien era. Ya había dejado claro su postura frente a la prensa en un par de movimientos, no necesitaba seguir redundando en hostilidad.
–Realmente me tiene sin cuidado– contestó el flamante técnico, mirando a ambos lados, con total desinteres– me amarán o me odiarán, no sé, no me interesa.
Allí uqedó su respuesta flotando en el aire. Hasta que la ultima pregunta apareció.
–Quería preguntar ¿Qué tipo de juego hará y si cambiará algo en sus planteos con respecto a los de hace 40 años?
Cristian sonrió, picaro, y contestó al cabo de un instante eterno.
–Todo cambia, amigo. Lo que no cambia es que cuando te vi ahí sentado me pareciste un tipo egoísta, y ahora me lo seguís pareciendo.
–Señor porqué me dice algo así, yo le estoy tratando con respeto– era el primer periodista que se defendía de sus injustos arrranques.
–Porque esperaste hasta el final, y evaluaste cada pregunta que hicieron tus colegas. Anotaste las preguntas, no las respuestas. Lo sé porque te estuve observando. Y cuando tu colega se fue llorando como un niño, miraste de reojo agradeciendo que la cuota de patetismo fue cubierta, esta vez, porque alguien que no eras vos. Egoísta, oportunista, y otros calificatios que no vienen al caso.
El hombre se sonrojo, en todo su rostro blanco y pecoso, se acomodó el cabello naranja y se levantó tirando la silla, para irse ocn un paso ofendido, letal, despechado. Cristian disfrutó enormemente decirselo, ya que lo tenía atragantado desde el comienzo, y sonreía de placer al verlo irse. Mas allá, entrado el pasillo, se escuchó un portazo.
–Ultima pregunta– anunció el moreno anfitrión.
–Si, acá Pueblos– levantó la mano un hombre de rulos y anchos anteojos de marco verde, como su corbata– En los ultimos años, en los que estuvo alejado del futbol, sucedieron muchas cosas en el mundo de este deporte. Su selección a ganado dos mundiales mas, al mando del mejor jugador que a tenido su país, la Argentina. El futbol mixto, combinando hombres y mujeres ya es un hecho en muchos paises. Han aparecido jugadores con implantes, protesis y han logrado campeonatos. Las fallas en los arbitrajes han sido reducidas casi hasta el cero absoluto por la tecnología, y las personas pueden ver partidos en realidad aumentada en las mesas de sus hogares ¿Cómo ha vivido todos estos cambios?
Cristian miró a los pocos periodistas que quedaban y dió un suspiro de aburrimiento. AL cabo de unos segundos contestó –Respirando. Y escribiendo– El hombre de rulos que había hecho la elaborada pregunta, apoyó la espalda en el respaldo de su silla en señal de abatimiento, y miró a sus colegas que le devolvieron la mirada entre gestos de comprensión como quien dice "tambien lo intenté, pero con este hombre no se puede". Cristian acomodó sus papeles y con renovadas energias comenzó a decir –Bueno, ahora que hemos terminado, y antes de que se vayan, me gustaría compartirles un poema que estuve escribiendo mientras el presidente del club contestaba sus... interesantes preguntas. No tiene titulo aún, pero seguramente entre en mi proximo libro. Dice así:
Trece son las vidas de un gato
si confiara en la palabra
de la raza que es mas agil
Mas agil que un gato
es el microfono en la mano
la mente cerrada y el oido prestos
todo el santo tiempo
escuchando que no estamos furiosos
cuando enfurecemos
y nos calmamos
a pesar de contradicción
Mas ágil que un gato
es el hombre que dice
lo que le dicen que tiene que decir,
y lo repite, y lo repite
a gente en todo el mundo
que confía en él, casi con su vida
y que luego comenta por doquier
que lo que escuchó es verdad
como que estamos respirando
y que la tierra gira.
Ágil el gato como el periodista
que no es mas que un peon
de un señor adinerado e interesado
en que el pueblo desconozca
sus negocios a costas del pueblo
y su desinformacion
Peon agil el peon del medio
ya que dice que llueve cuando hay sol
y la gente sale con paraguas
que dice que es inocente el traidor
y la gente lo aclama
que dice ese traidor ahora es un demente
y la gente lo mata
una y otra vez
y qué si el designio fuera un error
y el traidor era tu par
tu amigo/ tu padre/ tu empleado / tu chofer / tu mozo / tu salomónico jefe / tu orador.
Y qué si el falso traidor fueras vos
mas ágil que el gato es el traidor
el servidor de los medios
el que deja por un micrófono
el corazón.
–Bueno– dijo Cristian al cabo de unos segundos– quizás tenga que pulirlo un poco, pero seguramente lo integre a mi próximo. Espero que les haya gustado. Buenas tardes.
Se levantó de la silla rápidamente, junto todos sus papeles, de los cuales casi ninguno tenia que ver con el deporte, y se retiró por detrás del decorado. El presidente lo saludó en silencio, no del todo feliz, pero esto a Cristian por supuesto que no le importaba en absoluto. Mientras Kenneth se perdía a la vuelta de unos pasillos que confluían en esa parte de las instalaciones, Cristian acomodaba sus papeles en la solapa de su saco, al cual finalmente le veía una utilidad practica por el costo de su agobiante incomodidad.
Por el rabillo del ojo vió que desde el mismo recodo que surcó su presidente venía una persona con paso ágil que aún seguía hablando a la distancia con alguien que estaba mas allá, fuera de la vista del argentino. Este lo ignoró, pero al comenzar la marcha para irse no le quedó otra que mirarlo, y sonreirle falsamente. Era un joven moreno, de unos veinte o veintidós años de edad, varios centímetros mas bajo que Cristian, y con el cabello ensortijado en una muy fina mota, característica de aquellos con ascendencia africana. No obstante, al hablar el joven, Cristian se sorprendió gratamente.
–Disculpe, Señor Pueblos– el joven habló con un acento caribeño, americano claramente, y al hablar y mirarlo los ojos negros como un agujero negro, le brillaban como si el mismo agujero negro se hubiera convertido en una esfera de cristal precioso y recibiera los curiosos rayos del sol, que en este caso eran rayos de florescente, y los reflejaran tan alegremente como lo harían los ojos de un niño de tres años– ¿Tiene usted un segundico?
–¿Qué pasa?– le espetó Cristian, un tanto confundido –¿Quién sos vos? ¿De dónde sos?
Ante la mirada curiosa del DT que ya se encaminaba por los pasillos a la puerta de salida, el joven, siguiendolo, le contestó:
–Soy Rodrigo Ochoa, soy de Puerto de Buenaventura, Colombia. Solamente quería presentarme. Juego en la reserva del club. Toda mi vida escuché muchas cosas de usted y ahora tengo la posibilidad de conocerlo. Lo admiro mucho.
–Yo soy Cristian Pueblos, pibe, el tecnico del club... No...
–Si, señor, ya sé. El ex entrenador del Mercados Unidos en su Argentina natal y del Port Vale, con el cual logró un nivel de juego que el club no ha podido volver a alcanzar en estos años. Tiene siete libros publicados de poemas, y...
Cristian lo interrumpió bruscamente ya que la escena le estaba pareciendo un poco extraña.
–Ok, bueno, ya entendí que no te confundiste, sabes quien soy, ok.
–Si, claro, no hay forma de equivocarme.
Ya fuera de las instalaciones del club el anciano se puso sus lentes de sol y el joven lo miraba fijamente como tratando de evitar que el canoso hombre se desvaneciera bajo los rayos de calor. Con aires distraídos Cristian preguntó:
– Y ¿Cómo es que sabes tanto de mi? Cuando pasó todo esto que decís ni siquiera habías nacido.
–Mi papá me contó todo. Muchas cosas de usted. Lo admira también, mucho. Me pidió conocerlo en algún momentos i usted quiere. Él viene siempre a la cancha a verme. Capaz que un día pueda usted venir a ver una practica o un partido de la reserva...
–No sé, no sé, querido. Tengo muchas cosas para resolver, viste como es esto. Pero si tengo un ratito capaz que me pego una vuelta. Bueno, ahora me tengo que ir, anda a dar unas vueltas al estadio que esas piernas están un poco flacas. Chau.
Y con ese toque de irreverencia que caracterizaba a esta versión de Pueblos, se despidieron.
El flamante míster de los naranjas se perdió a la vuelta de una paredcita que aumentaba su altura y que separaba la calle del estadio. Un auto que emergió de allí llevaba un par de curiosos que aminoraron la marcha para sacarle fotos con sus teléfonos y relojes.
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blackpoolfclgc · 5 years ago
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I - Esfumarse y sentirse la nada
Nótese que todo dialogo acontecido en la presente novela se da en idioma inglés (salvo que se detalle lo contrario), dado que el protagonista ha llegado a un nivel en la practica de esta lengua que lo ha hecho independiente a este respecto. No obstante, por cuestiones de operatividad estos se expresan en español.
Gracias y Disculpe las molestias.
– Pase, por favor, pase – La mujer le indicaba amablemente el camino hacia el ala izquierda del edificio – ¿Es la primera vez que viene a la Escuela, Señor?
– Si, si – contestó – la verdad que me había quedado con ganas hace unos años y, bueno, ya no lo quería posponer mas.
– Hace unos años – se quedó pensativa la lunga mujer – no será desde aquella vez en que...
– Si – rió quedamente – Si, exactamente, desde aquella vez.
– Bueno – comenzó a decir, visiblemente preocupada, la mujer mientras caminaba a la par del visitante, ya introduciéndose en el extenso pasillo con grandes ventanales a ambos lados del mismo – No es bueno quedarse con las ganas de nada. La Escuela de Artes de Burslem ha cambiado mucho desde aquellos años. Estaba Jane en aquel entonces. Ella le hubiera hecho el recorrido que le estoy haciendo yo ahora. Seguramente mejor, incluso. Jane conocía mucho de la historia del edificio de muchos artistas de la zona.
Por los pasillos iban y venían muchas personas, lo que supuso el visitante que serían miembros de la comunidad educativa, ya sean estudiantes, docentes, o personal de la institución. Gente muy joven cargaba varios bártulos con la preocupación en el rostro por no llegar tarde o vaya a saber porqué. Algunos adultos miraban de reojo, y otros se quedaban mirándolo, reconociéndolo. Claramente eran los mas veteranos. En las paredes, blanquísimas (como pisos y techos) colgaban obras de estudiantes, y el hall había visto de reojo una muestra de un misma persona, pero no se atrevió a preguntar de quién: Era indistinto, no conocería al autor, seguramente. EN los bancos y sillas que había en pasillos, muchos estudiantes esperaban para entrar a clase y charlaban, algunos mostrándose obras, celosamente, en carpetas anchas y corpulentas. El visitante envidió esa liviandad, esa despojada manera de vivir. Esa capacidad de encerrar el ejercito de zombis en una cárcel lítica, para evitar que se coman los sueños, las esperanzas y los deseos, y así poder hablar de colores fríos o cálidos, sin culpa. Como la mayoría de la gente que habla de cosas realmente frívolas, sin culpa. Afortunados.
De entre la gente que pasaba, una mujer de mayor edad, con lentes y un delantal manchado de mil colores, se detuvo y dirigiéndose a la guía del visitante, dijo.
– Bueno! Pero que pedazo de visita que tenemos esta mañana, Kathy – Se sacó los lentes que le adelgazaban los ojos, y con su nueva y maximizada mirada, le preguntó con aire pícaro a su compañera de trabajo – No estoy segura de si conoces a quién tenes al lado, por tu juventud digo. No me malinterpretes.
– Por supuesto, Riley – dijo sonriendo ampliamente la mujer desde su inabarcable estatura – ya le expresé al señor Pueblos mi admiración, y la admiración de mi padre y mi marido por él. Por supuesto que él me cortó antes de que terminara – rió, tímidamente.
– Si – concluyó Riley – Así es de humilde, y así lo fue mientras estuvo aquí. Es realmente una sorpresa que este aquí, en la ciudad, Señor Pueblos. Dígame, por favor, que se hará cargo nuevamente del equipo.
– Mil gracias a las dos – contestó Cristian, el visitante, con una inclinación oriental, que generó risas mínimas en ambas mujeres – La verdad es que me encantaría, pero dudo que los dirigentes se arriesguen así de nuevo. Hay tantos hinchas del Port Vale que me quieren dentro como hinchas que me quieren lejos, bien lejos. Así me lo han hecho saber – dijo mientras se señalaba una parte mas oscura en su sobretodo.
– Qué es eso? – preguntaba curiosa Riley, mientras se volvía a poner los culos de botella.
– Un escupitajo – contestó simplemente Cristian, mientras la respetable señora se inclinaba hacía atrás nuevamente, con gesto de escándalo – Por eso les digo que también hay gente que no me ha recibido muy bien en mi regreso a Burslem, después de tantos años.
– Ay, estúpidos hay siempre, Sr. Pueblos – dijo Kathy, mientras sacaba un pañuelo de papel de su bolsillo trasero, ofreciéndolo al antiguo míster del PVFC.
– Si, mal de muchos... – dijo Cristian, y se quedó mirando el suelo.
– ¿Quiere entrar a algunas de las aulas? – intervino Riley, como intentando salvar a Cristian de si mismo – estoy seguro de que ninguna de las profesoras van a tener problema – y ya yéndose, con la palma en la dirección de las aulas, dijo – lleválo, Kathy, le va a encantar conocer las aulas.
Kathy avanzó mientras el argentino salía de su lapsus y tocó la puerta de una de las aulas que estaban mas cerca. Rápidamente abrió la puerta un hombre de unos 45 años, de barba entrecana y de lentes con marco grueso y blanco, detalle que le pareció de extremado mal gusto a Pueblos. Enseguida reconoció al ex director técnico del equipo de la ciudad, y se corrió del paso para que entraran. El hombre se presentó amablemente, con un apretón de manos, como Lazut, el profesor de cerámica. El argentino comentó brevemente la vez en que llevó a parte de su plantel a las instalaciones de los alfareros hacía ya tantos años. Kathy pasó y comenzó a mirar y preguntar que estaban haciendo, aunque era visiblemente evidente. En mesas altas todos tenían delante una pieza tipo jarrón de cerámica fresca en la que estaban trabajando. "Es la técnica del chorizo" comentó Lazut, y Cristian no pudo evitar el gesto pícaro tras dilucidar el doble sentido que tendría esta traducción en el vulgar humor de su tierra. Nadie se ofendería, pensó, en Inglaterra ya que el humor inglés no es conocido precisamente por su inteligencia. Mientras pasaba entre las mesas a ver las piezas mas de cerca, uno de los estudiantes, un hombre de unos veinticinco años se levantó de su banco y se fue rápidamente del aula, dejando sus cosas, y al pasar junto a él le dijo: "Idiota". Cristian lo miró pasar, lo siguió con la mirada hasta que se fue del aula.
– Ve – dijo mirando a Kathy, que lo miraba como sin poder creerlo – Tranquila, me pasa todo el tiempo, ya estoy acostumbrado.
– Pero no lo merece, señor... – comenzó a decir la mujer, pero Cristian la interrumpió.
– Bueno, quizás si lo merezca. ¿quién puede asegurar qué merece cada uno?
– Pete es así – intervino el Profesor de cerámica – no se guarda nada. ¿Saben lo que me costó poder entrar en confianza con él? – un par de chicas que seguían trabajando en sus piezas, rieron con una sola comisura de los labios, como asintiendo y recordando.
Mientras seguía recorriendo las mesas haciendo visera de vez en cuando por la fuerte luz del sol que entraba directamente por las ventanas que daban a la calle, escuchó que desde el pasillo venían gritos de niños, y desde atrás los de una mujer, en voz soprana, que les ordenaba que no corrieran. Inesperadamente los niños entraron a la sala de cerámica donde se encontraba Cristian. Eran cuatro niños de unos cinco o seis años que lo buscaron, lo encontraron y se abalanzaron sobre él, sobre sus piernas, tal era la estatura de los pequeños, diciéndole, o mas bien implorándole.
– ¡Dígale que sí! ¡Dígale que sí! ¡Dígale que sí!
Los gritos de esos pocos niños eran tan fuertes y ensordecedores que el gesto de fastidio de Cristian fue indisimulable. No estaba acostumbrado a lidiar con niños y menos con tantos a la vez. Kathy se acercó para intentar calmarlos.
– ¿Dígale que sí? – les preguntó la guía, mientras los despegaba de a uno – ¿Cómo que le diga que si? ¡Niños!
"Dígale que sí" repitió Cristian para sí. En boca de Kathy la frase cobró otro tono y lo dejó estupefacto. "Dígale que sí", le gritaron cuatro niños que salieron de la mismísima nada. No podía ser que Burslem lo hiciera atravesar los planos de la realidad nuevamente, como lo había hecho hace tanto tiempo.
Cuando Kathy ya estaba logrando separar a los niños de las piernas del ex DT, llegó, agitada por la corrida, una muchacha muy joven, con lentes azules, a tono con los reflejos de su corto cabello, y también con un guardapolvo manchado de muchos colores, cuyos bolsillos llenos se balanceaban con sus pasos. Apoyándose en el antiguo pizarrón, agotada, explicó:
– Perdón Señor Pueblos, es que – cortaba las frases para cambiar el aire – es que nos han escuchado hablar de una visita muy importante, y les hemos dichos que si usted nos dejaba iríamos a sacarle fotos a los patos en Burslem Park, mañana a la mañana – Renovando el aire, y ahora con una sonrisa blanca, gigante y despareja, remató diciendo – Han creído que era Papa Noél.
Cristian no salía de su estupefacción. Primero por la frase que repetían los niños, aun, sin parar, desesperadamente, y luego, por la belleza arábiga de la mujer que tenía enfrente.
– ¡Pero qué descontrol estos chicos! – exclamó Kathy, corriéndolos hacia afuera – así el Señor Pueblos no les va a decir que sí, les va a decir que no.
Una vez con los niños afuera, saltando al rededor de la altísimo recepcionista, la muchacha de cabello azul, devenida en atleta se acercó para estrecharle la mano al argentino, y se presentó:
– Soy Waleeda Al-Jamail, la profe de los mas pequeños – y mirando afuera, el revuelo de mas y mas niños que llegaban, y que Kathy atajaba, agregó – como te habrás dado cuenta.
– Qué nombre...– atinó a decir Cristian, sin filtro de la razón, saliendo de la estupefacción – Qué buen nombre Waleeda. ¿Es Francés?
– No, Señor... – comenzó a contestar la joven con cierta mirada extraña en su ojos, pero se interrumpió instantáneamente al ver la sonora risa que Cristian no pudo contener.
– Si, si, ya sé – confesó el argentino, mientras serenaba sus carcajadas – era una broma. Es obvio. Los nombres italianos son muy bellos.
La joven peliazul, lo miró con desconfianza nuevamente y esta vez fue ella la que rió sonoramente, solo para interrumpirse al ver que Cristian no la acompañaba.
– Qué, ¿No es italiano? – y cuando la muchacha estaba por contestar, el ex del Port Vale rompió a reír nuevamente, esta vez con la compañía de la recién aparecida profesora, quién le propinó una leve palmada en su brazo, en plena confianza.
– Bueno – cortó la escena, Pueblos, cuando ya entraba Kathy, cerrando la puerta tras de sí, como para impedir el ingreso de un imparable caudal de agua – Creo que ya me tendría que ir. No se da una idea de lo que disfruté el paseo.
– Pero señor Pueblos – argumentaba Kathy, casi con desconsuelo – Pero si acaba de entrar, vio solo una sala.
– Puedo volver en otra ocasión, ¿o no? Creo que los niños, como en mi ultima estadía en Burslem, me han revelado el camino.
Cristian se retiró del establecimiento, rememorando todas las veces en las que había salido de una situación incomoda diciendo alguna estupidez.
El verano estaba cerca en ese abril inglés, pero jamás se escaparía de la imperante humedad de las islas. Esa mañana el calor se hacía sentir y Cristian prefería caminar por la vereda de sol, en la que los rayos ultravioletas provenientes de la esfera en llamas le hacían recordar lo frágil de la condición humana, en la que un simple aumento de unos pocos grados podría acabar con la misma en un instante. Fantaseaba libremente, sin mas, porque la decisión la tenía tomada, y se paró en la esquina de la School of Arts de Burslem para hacer la llamada que debía hacer.
– Buen día – dijo una señorial voz femenina del otro lado – Blackpool Football Club, ¿En qué lo puedo ayudar?
– Hola, ¿Me podría pasar con la oficina del presidente del club?
– ¿De parte de quién?
– Cristian Pueblos
– Ah... – el tono de la mujer cambió completamente a uno menos acartonado – cómo le va, si, ya le pasó. Espere en línea, por favor
Antes de que la mujer colgara para transferir la llamada, y en los pocos segundos que le llevó discar el numero de interno, Cristian pudo oír su misma voz sobresaltada diciendo algo como "Ahí está, es él..."
– Muchas gracias
Cristian se sentó en el cordón de la vereda mientras escuchaba la música del tono de espera de algun compositor inglés de otra época. No le simpatizó para nada, pero la toleró como quién tolera algo que sabe que en el fondo tiene algo nutritivo, pero fuera de su alcance. Se perdió en la música mientras contemplaba aquel apodo de los hinchas del Port Vale, los "Potteries", escrito en una pared de enfrente, en una compañía de seguros, los andamios del edificio de al lado, que estaban refaccionando, y las detalladas decoraciones antiquísimas que se esmeraban en conservar a lo largo de los años, y que tanto contrastaban con los chatos locales nuevos con carteles de colores vomitivos. El contraste le abrumó y sintió el deseo de viajar en el tiempo hacía la Inglaterra Victoriana, donde lo antiguo y lo nuevo no parecían estar peleados a muerte. Recorrió un instante, desde su fértil imaginación, las humeantes y hediondas calles de aquella Inglaterra y la nausea lo invadió por completo. Regresó de repente con la voz de otra señora, con varios años mas de cigarrillo que la anterior.
– Señor Pueblos, ¿está ahí? ¿Hola? – preguntaba la señora, ya por cortar la comunicación.
– Hola, ¡Hola! Si, ¡estoy aquí! Perdón, es que...
– Hola, señor, por fin, ¿qué le pasó, Sr. Pueblos? ¿Está usted bien? – preguntó la secretaria del presidente del club, mas como reprimenda que con genuina preocupación.
– Si, no, estoy bien. Perdón. Es que me había cansado de esperar y...
– Lo siento, Sr. Pueblos, es que la oficina del Sr. Shuttleworth está bastante agitada por estos días, usted sabrá – contestó algo a alguien que le hablaba cerca de ella y volvió a dirigirse al argentino, en el telefono – ¿Qué se le ofrece?
– Quisiera hablar con el Señor Shuttleware, por favor.
– ¿Con el Señor Shuttleworth? – contestó con tono socarrón.
– Si, si, perdón, ShuttleWorth, eso quise decir, gracias.
– Perdón, Sr. Pueblos, pero el Señor esta ocupado – detrás se escuchaban ahora varias voces, ruidos, había mucha gente por allí – ¿desea que lo llame cuando se desocupe?
– Bueno, si, le agradezco, eh.
– Muy bien, le avisaré que llamó, hasta luego.
– Hasta – La secretaria cortó el teléfono rápidamente – luego...
Gárgolas.
El vuelo de una paloma lo llevó a mirar a su espalda, al techo de la School of Arts, y pudo divisar los frisos de la parte superior del frente del edificio. Y eso le recordó: Gárgolas. Los seres que podría nombrar como los culpables de todos sus males en aquella joven etapa en la que vivió allí, en Burslem. Fue contemplándolas a ellas que hizo el ridículo ante las cámaras de las transmisiones de los partidos. Fue por ellas que las masas, aficionadas del equipo local, lo revistieron de criticas y de burlas con respecto a su salud mental. Los videos que le había mostrado Isabel eran claras pruebas de ello que él no había registrado. Y ahí estaba nuevamente. Cuarenta años después, en la misma ciudad, rememorando detalles que se le habían escapado por completo y, casi, para siempre. La escuela de artes de Burslem había venido a su rescate para traerle en las alas de una paloma, o de una gárgola, un pedazo de su propia identidad. Un ancla para no elevarse y perderse, de tan liviano, en la inmensidad, la nada. Sacó su billetera, rebuscó un papel. Encontró varios pero eligió un de los pocos que quedaban en blanco. Sacó una lapicera de su saco y escribió tres versos. Así se sintió en paz. Anclando ese momento como si anclara algo de su identidad, para que no se vuele y se esfume en la nada, como a veces se sentía él: Esfumarse y sentirse la nada.
Cruzó la calle y decidió salir de ahí, de ese pozo de energía en el que la concentración, la carga era tan intensa. Dejaba ese edificio y ese arte para, quizás, no volver jamas. El Blackpool no juega en la misma liga que el Port Vale, pensó. Reafirmó: nunca volvería. Se puso a pensar en todos los lugares del mundo a los que ya no volvería, pero lo salvó el timbre de su teléfono móvil que tardó en reconocer por ser nuevo.
– ¿Hola?
– Señor Pueblos – una voz torpe y grabe para el esperable registro de una mujer contestó del otro lado – Me estoy aburriendo. ¿Le falta mucho?
– Sadiki, no puedo hablar ahora – manifestó Cristian, llevándose una mano a la cara en clara muestra de fastidio – estoy esperando una llamada importante. ¿Ya fuiste a la librería esa que te pasé?
– No, señor, no pude encontrar la dirección, me recorrí media ciudad y cuando me perdí, pregunte, y me dijeron que estaba saliendo de Burlem.
– Burslem – Corrigió el longevo argentino.
– Como sea. Termine pronto así me puedo ir por ahí tomar algo.
– Ah, bueno, claro – Fastidiado Cristian estaba por soltarle un agrio sermón pero en ese instante sintió el tilin de una llamada mientras hablaba con Sadiki – Mirá, me están llamando, tengo que cortar, volvé a buscar esa librería que esta a tres cuadras del hotel, no te podes perder, quiero esos libros que te pedí. Dale.
– Pero...
No dio lugar a la queja de su interlocutora y la voz desapareció. Miró la pantalla de su aparatoso teléfono y apretó sucesivamente varios botonos hasta que del otro lado una voz masculina y joven dijo:
– ¿Hola? ¿Cristian?
– Hola, si, estoy acá. Perdón – pensó para sus adentros la cantidad de veces que había pedido perdón en tan pocas horas, y si acaso esto era la entrada al mundo comercial del fútbol, que te obliga, como cualquier mercado laboral, a pedir perdón – es que este teléfono de mierda es nuevo, y no me acostumbro todavía a la insta-llamada.
– InstaCall – corrigió la voz del otro lado, y luego de una risita condescendiente continuó – Me dijo mi secretaria que me llamaste recién. Decime que pensaste y...
– Si, pensé...
– ¿Vas a agarrar?
– Si
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blackpoolfclgc · 5 years ago
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Bienvenida
En este humilde y sencillo post, declaro inaugurado el Blog de la secuela de Port Vale FC, la continuación de la nouvelle previamente publicada. Hablo de Blackpool FC.
Al igual que en el otro Blog, se publicarán uno a uno los capitulos de la Nouvelle Blackpool FC, y una vez finalizada se publicará de forma fisica en Bajo el Árbol Editorial.
Aclaración: Todos los nombres son ficticios, y cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia (?).
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