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Escribir estas páginas me frustra porque ya no sé quién soy. Pensé que era la muchacha mala de la historia, alguna vez leí poesía azul que me hizo sentir que definitivamente algo no andaba bien en mi cabeza. Las noches eternas de polvos mágicos y metales filudos eran lo que me representaba, esa era mi personalidad. Ahora, ¿qué mierda soy? Me puse tan malditamente cómoda en mi atuendo de triste, de víctima asesina, de pendeja, que ahora me siento completamente desnuda. Tampoco sé cómo actuar frente a la gente, me da vergüenza que piensen que sigo siendo la misma persona, pero al mismo tiempo, no quiero dejar de ser la misma persona. Extraño la oscuridad como no tienen idea, la mirada dura, la sensibilidad en la piel, lo satisfactorio que era saber que estaba en control de mi futuro mientras siempre hiciera lo mismo: lo peor para mí. El caos me daba tranquilidad, esta nueva realidad serena, supuestamente estable, me perturba. Pienso: “¿En qué momento se va todo a la mierda?”. Y espero a que eso pase, como haciendo cola para ir al cine.
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Las muchachas
Me encuentro arrodillada
como rezando
al dios equivocado.
Estoy cansada de que todo lo que entra en mí
salga disparado.
Estoy cansada del espejo
porque no me encuentro.
Me encuentro con ellas
que se burlan
porque estoy desnuda
porque estoy perdida,
confundida.
Ellas son perfectas.
Son mis mejores amigas
no me quieren
ni me abrazan
pero siempre han estado ahí
conmigo.
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He dejado de ser la gente triste
esa que adorna su casa con un agujero
y se quiere tirar por la ventana.
Abrazo a la gente triste
porque está triste
y estar triste es un veneno que se presenta
eterno
inspirador
salvaje
pero es veneno,
y el veneno te marchita el corazón
y te hace odiar
los días y
los pájaros y
la calle y
tu casa.
A veces sigo siendo esa gente triste
porque todos nos quedamos
un poco envenenados,
pero soy esa gente triste
con la seguridad
de que en mi casa
no hay solo un agujero
sino una puerta
y una ventana
que sirve solo
para pasar los días
viendo a la calle
y a los pájaros
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Tu nombre
Si volviera a tener catorce
prendería la computadora
entraría a Facebook
buscaría tu nombre
vería tu foto
y me diría
espera siete años.
Si volviera a tener dieciséis
escribiría tu nombre en mi cuaderno
y lo llevaría a todos lados
esperanzada
mientras
cometo todos los errores que cometí a los dieciséis.
Si volviera al 2017
volvería a ir a ese bar de mierda y te agarraría la mano.
Volvería a agregarte a Facebook
y a ser tu mejor amiga.
Volvería a vivir todos mis años
pero
esta vez
repetiría tu nombre
para acordarme
que en un futuro
después de grandes turbulencias
soy feliz.
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Acabo de salir de uno de los peores bajones que he tenido desde que empezó la pandemia. Los bajones son raros, son un gran indicador de que las cosas en mi rutina no están del todo bien. Que algo tengo que cambiar. Gracias a mis pastillas y a la ayuda de mi madre, mi vida está planeada para que todo salga bien: tomo mis dos antidepresivos -se supone que me quedaré con uno-, mi antipsicótico y mi estabilizador emocional a las ocho de la mañana, luego tengo clases (a veces no), hago 40 minutos de elíptica, 40 abdominales, 80 sentadillas, como cualquier huevada durante todo el día y a las ocho de la noche vuelvo a tomar mi anipsicótico y mi estabilizador emocional. A excepción de mi relación con la comida - que es desastrosa- mi vida es bastante estable. Tengo momentos felices dentro de esta rutina: me escribo durante todo el día con mi enmaorado, a veces veo películas, hago videollamada con mis amigos, hablo en la cocina con mi hermana, abrazo a mi gata, me río un rato con mis papás, escucho música profundamente, pinto y escribo poemas. También tengo momentos tristes: extraño mucho a mi enamorado, me veo en el espejo y no me gusta lo que veo, tengo pesadillas que tiñen mi día de manera extraña, me peleo con alguien, pinto y escribo poemas. Es una paleta de colores emocionales variada, pero limitada, no llega a ningún extremo.
El viernes fui a la casa de mi enamorado, después de no haberlo visto por tres meses y medio. La cuarentena acabó hace dos semanas y legalmente ya podemos salir de nuestras casas y somos supuestamente libres de hacer lo que queramos, pero con cuidado, obviamente. Fue un fin de semana precioso. Todo era tan hermoso que no paré de llorar. Lloré cuando lo vi, porque finalmente estaba ahí. Lloré cuando nos abrazamos en la ducha y nos mecimos al ritmo de la música. Lloré porque me iba a ir. Estuve extremadamente feliz: me reí a carcajadas, tuve un montón de sexo, comí un montón de cosas ricas, dormí al costado de la persona que amo, vi películas y me sentí acompañada. Estuve en el pico de mi felicidad.
El domingo regresé a mi casa, por la noche, con la sensación de que todo era una mierda. Me reencontré con todo lo que me gusta de mi casa, sí, pero esos colores emocionales no eran suficientes. No eran suficientes después de haber vivido los extremos, no sé. Me sentí fría y vacía.
El lunes ya estaba en un hoyo. Ni siquiera me provoca tanto escribir lo espantoso que fue. Empecé a sentir todos mis defectos mucho más intensamente. Estuve en el punto más bajo de mi tristeza.
Hay momentos en los que realmente todo me pesa. No sé como explicarlo ahora, porque ya me estoy recuperando, pero pienso demasiado en la muerte, en no estar. Mis sentimientos son tan intensos, que prefiero que todo se apague, prefiero estar drogada e inconsciente en algún rincón alejado de mis seres queridos. Por eso es que era adicta a las drogas, me hacían sentir menos yo. La verdad es que me odio, o por lo menos, por momentos, puedo llegar a odiarme tanto que todo el amor que alguna vez he sentido por mi misma, se anula y se borra de mí. Mi personalidad se vuelve una especie de acertijo y cuando lo resuelvo todo parece indicar que estoy tan dañada que ni siquiera debí haber existido en primer lugar, me siento un mal chiste. Ahora me pesa más que antes. Antes simplemente fumaba marihuana o jalaba coca, buscaba cualquier estupefaciente para dejar de sentir. Ahora sé que está mal no afrontar mis sentimientos y recurrir a las drogas, trato de no chupar cuando estoy deprimida, lo máximo que puedo hacer es comer demasiado.
La verdad es que tengo personalidad de adicta. La ausencia de las cosas que me hacen sentir menos me duele. Me desespera. Y sentir que algo me falta, que no puedo estar tranquila siendo yo, me hace sentir como una reverenda mierda. Cuando los demás me dicen que pare, que ya es suficiente, me doy vergüenza. Yo podría seguir infinitamente. Podría comerme toda mi cocina, chupar hasta perder la conciencia, mudarme a la casa de Rodrigo hasta que él me bote. En el pasado podría haber jalado coca hasta que me de una sobredosis, o podría haber fumado marihuana hasta quedar inconsciente. Lo único que me detiene es la mirada de los demás. Pensar que no tengo ningún límite, que sin la presión de mi familia y mi enamorado estaría desparramada por la vida sin ningún rumbo, me da miedo. Creo que siempre voy a depender de los demás porque aparentemente yo solita no puedo. Y eso me rompe el corazón.
Pensé que iba a poder terminar este texto con un pensamiento feliz, pero no puedo, hoy no. Quiero que quede claro que normalmente soy una persona estable, soy feliz y estoy orgullosa de mí. Ser borderline es muy difícil y creo que yo lo hago bastante bien, pero hay días horribles. Hay días de mierda.
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La chica que creí que iba a ser no escribe poemas.
Ella llora solo cuando corta cebollas y se ríe solo para que sepan que sabe sonreír - y qué bonita es su sonrisa-.
Viste minifalda solo cuando se quiere bien y se maquilla para que le digan qué linda te ves.
Ella lee novelas enteras y el periódico, no le miente a sus amigos y come tres veces al día, escribe en su diario y no usa borrador, no necesita cambiar nada de lo que le pasa. La chica que juré que iba a ser no se equivoca y dice la verdad y la dice solo porque no es mala, es maravillosa.
La chica que soy ahora hace todo al revés.
Parece una casa abandonada o una estación de tren porque la gente se va de ella y a veces no se sabe por qué. La chica que soy ahora llora todas las cicatrices que no ha podido cerrar, se esconde en su casa y mira por la ventana.
No quiere tener límites, pero se encierra en su cuarto. Quiere escribir sobre la felicidad y las cosas que brillan, pero le salen palabras apagadas y oraciones que no llegan a ningún lugar. La chica que soy ahora está llena de peros y ya no tiene energía.
La chica que quiero ser baila mucho y come de vez en cuando, ha dejado las pastillas y habla mucho de cuando solía llorar desconsoladamente, ya no llora así.
Ella soporta los fuegos artificiales y piensa que la vida es durísima, pero que igual la puede hacer. Ella es fuerte y agradece.
Agradece mucho haber sido ella, la otra y la de esta vez.
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Infierno número basta
Si me despierto con ganas de abrazarme
y no dejarme ir,
tómenme una foto
porque es ahí cuando el fuego de mi mirada se transforma en atardecer precioso y esa bestia que se esconde en mis bosques oscuros,
se duerme
sueña y
ronronea conmigo.
tómenme una foto
porque solo voy a poder pedir
perdón
quisiera dejar de ser tigre
un segundo y
de repente
conectar mi guitarra eléctrica
al amplificador más pequeño del mundo
y cantar la única canción que me hace llorar
la del monstruo
que amaba con todo su fuego
y
al mismo tiempo
incendiaba el universo
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Janis Ian
Deja de trenzar tu pelo al pasto te va a doler cuando se acabe el mundo entero
cuando se incendie esta canción se va a quemar también tu pelo inmaculado y esa cara de pena también mi corazón
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Desnuda frente al espejo en el Hotel Paradise
Mis flores para ti nunca fueron bien recibidas porque nadie te enseñó a querer bonito tú tampoco me enseñaste entonces se marchitaron mis flores mutantes y tontas se arrugaron hasta parecer ceniza luego vacío.
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Lo más verdadero del mundo es el lobo feroz
Cuánto miedo tenías
al salir de tu cama
tenías miedo
en el desayuno
pero qué valiente eras
cuando aparecías
con los labios rojos
y el alma dorada
a transformar
lo que sea que te pidiera la vida
en perlas.
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Ella
Pateas linda mi juego idiota de palomas y señales y disfraces, carnavales estrellitas estrellitas
pateas linda mi corazón que nos trata de alegre en este poema para
pateas linda mi envolvencia chueca mi canción brillante y así todas mis flores
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Para sanar
Algo ha pasado en esta cabeza que antes temblaba, moría y pensaba que el sucio era eterno que viva la nada.
Algo ha pasado he dejado que crezca por primera vez en mi vida una madreselva.
Algo ha pasado siento conmigo que este vacío se para en la puerta y me dice chau finalmente me voy y te olvido.
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Este podría ser el comienzo del libro que jamás escribiré.
Nunca me gustó jugar chapadas, ni policías y ladrones, ni encantados. Las persecuciones y el no saber qué mierda va a pasar siempre ha sido lo que más me da miedo, entonces tampoco me gustaba jugar a las escondidas.
Debería estar estudiando para Historia del Arte, que es un curso precioso, pero prefiero escribir sin ninguna dirección, ver Stepbrothers o Mean Girls por milésima vez y stalkear a gente que no veo desde el 2011. Voy a jalar este control de lectura y le voy a escribir a mi profesora en la última página del examen “lo siento, estaba triste y preferí hacer cosas inútiles para, después, ponerme triste por hacer cosas inútiles y continuar estando triste hasta que me muera porque ese es mi verdadero talento, estar triste”. Va a ser cague de risa y le voy a contar a mis amigos y se van a cagar de risa y todo va a ser de putamadre hasta que esté sola en mi cuarto y, nada, absolutamente nada, me parezca chistoso. Qué feo es cuando la risa deja de ser risa y se convierte solamente en un sonido raro y vacío que sirve para no incomodar a los demás.
A pesar de todo, me quiero, creo. Aunque todo lo que haga sea contradictorio y polarizado, me quiero un poco. Me quiero porque existe mi gata, los tequeños, Twin Peaks y los melocotones. Porque siento que existe mi corazón cuando leo ese poema que al final dice “pero me hacía llorar sobretodo, una cicatriz que decía: yo te adoro yo te adoro yo te adoro”. Me quiero porque ya estoy aquí, supongo. Me quiero lo suficiente como para seguir moviendo los dedos para apretar las teclas y no para agarrar una gilette y cortarme las venas. Todo es tan contradictorio y polarizado que, lógicamente, ¡también me odio! Y en la balanza imaginaria que ocupa un gran espacio en mi cerebro, el odio pesa mucho, muchísimo más.
Me odio por levantarme, ponerme mis lentes de contacto, lavarme la cara y los dientes, tomar un café, abrir la puerta, abrir la reja y salir de mi casa. Pero también me odio por quedarme en mi cama, intacta, con los ojos abiertos pero dormidos y ajenos. Me odio porque de chiquita no vi Floricienta, corría lento y no jugaba a las escondidas. Porque soy una promiscua de mierda, pierdo amigos todos los meses y no tengo estabilidad. Porque me metí a estudiar música hace un año y medio creyendo que era lo que más me apasionaba en el mundo para luego descubrir que, nada me apasiona y estoy destinada a vagar por la universidad, con mi cara de culo y mis chistes autogol, hasta que me muera o me vuelva loca. Me odio porque nada me apasiona. Porque para mí tocar es destruir. Porque en mi cabecita maltratada es TODO o NADA.
Y ese vacío que siento cuando no estoy destructivamente eufórica o ahogándome en una tristeza enferma, es peor que cualquier cosa. Prefiero sentir que me muero de felicidad o, que me quiero morir de tristeza, a sentir que ya estoy muerta. Totalmente muerta, podrida, ausente. No estoy, no tengo nombre, no tengo rasgos, no tengo nada. Estoy enterrada en mi cama.
Mis esfuerzos chistosos y patéticos por tratar de entenderme en un texto totalmente improvisado se han agotado. Creo que ya no quiero escribir más, voy a dormir para mañana volver a ser un remolino de emociones. Mentir, ser una mierda, ser buenísima gente, llorar en el baño de la universidad, fingir todas mis risas, reírme de verdad, decirle a mis amigos que los extraño, decirle a la gente que cree que somos amigos que yo también los extraño, ir al otorrinolaringólogo porque soy una mala cantante y aparentemente soy bulímica, llorar en el baño de mi casa, tomar mis pastillas,, tocar guitarra, ir a un doctor para que vea mis encías porque, repito, creen que soy bulimica, llegar a mi casa, dormir y prepararme para repetir la misma mierda.
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Lamento
Quisiera estar limpia dejar de temblar quedarme una madrugada sin haber probado oscuro y respetar la masa rara que es mi esencia adormecido por lo agrio que inunda mi pena que es una casa de puertas cerradas y ventanas abiertas
Escribir poemas que se alejen de estas palabras y no escuchar la canción tormentosa que toca mi corazón a todo volumen a todo volumen
Quisiera que por un segundo precioso inmaculado ustedes se queden callados y me agarren las manos.
(lamento número mil)
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de hace tiempo
Creo que a tu lado siempre voy a crear algo parecido a la felicidad, efímero, parecido a la felicidad. No me gustaban tus besos. Dormir en tu cama sí. Extraño tu cama y tu cuarto que parecía el cuarto de un loco. Siempre que te veía me sentía bien porque no me daba vergüenza decir que lo único que realmente quería hacer era emborracharme hasta dejar de ser yo misma. Tú probablemente buscabas lo mismo que yo, dejar de existir. Tal vez por eso nos perdimos tanto. Mis recuerdos contigo están como dormidos, acomodados, anestesiados en alguna parte de mí. Sé que son rojos y aterciopelados Y que duelen Pero no puedo tocarlos, tengo mucho miedo.
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Galatea
I
por qué cuando estamos así
a punto de mirarnos
a los ojos
y clavarnos
cualquier espina cualquier puñal
como la promesa más amorosa
alguna de las dos
voltea
para mirar a otro lado?
////vas a ser mi mejor amiga, mi peor enemiga, mi primer tatuaje, mi herida profunda y la flor más bonita/////
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Linda Party
Debí haber sabido parar
cuando lo que respiraba ya no era almendra ni caramelo, sino la mala copia del recuerdo que te embrujó.
Debí haber sabido parar cuando golpeaba la pared en vez de tocar tu espalda tocar tu espalda.
Debí haber sabido parar porque las señales que adornaban tu casa
gritaban que corra que corra
y ahora cojeo
con mi pata rota
pensando
debí parar debí parar tal vez
pero no hubiese sido
tan divertido.
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