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Yo, cuando era cuento.
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Terminé el primer cuento y puse en mi bio "escritxr amateur". Con el arte se coge, dicen.
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bastardaflor-blog · 6 years ago
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bastardaflor-blog · 6 years ago
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Ella pone cara de "brazoss cruzados".
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bastardaflor-blog · 6 years ago
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Empatia suicida: patético Ser leída "no famosa".
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bastardaflor-blog · 6 years ago
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Cuando tengo tanto frío que me tiemblan hasta las plantas de las manos y las palmas de los pies. Y las falanges y las larinjes. Y tirito cual marioneta. Si, tirito lento y exagerado. Todo lo hago exagerado.
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bastardaflor-blog · 6 years ago
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Una mañana de domingo, en la parada de saldan que sabe a resaca y a nariz fria. A viejas amistades y a objetivos de venta telefonica. A guiso de lentejas de la tia olga. A vínculo madurado. A escarcha. A pritiado y a nuez. Ojalá hubiera comprado un jugo de naranja para la espera.
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bastardaflor-blog · 6 years ago
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Impuls
Estabamos en ese punto en el cual, es mas fácil irse que quedarse. Viste que quedarse es cómodo hasta que ya no lo es. De eso te hablo. Me levanté de la cama, me puse la ropa sin ninguna pereza y me dispuse a armar el bolso. Yo me pregunto si ella que tanto lee, tendrá esa misma facilidad para escribir. Creo que nunca leí nada de su autoría más que algún post de facebook donde relata las situaciones en las que se ve inmersa en su trabajo como empleada de comercio, muy graciosas por cierto. Se me viene esa pregunta a la mente porque mientras me vestía miraba la cantidad de libros que tiene por todo el dormitorio, es increíble. En fin, armé el bolso. Repasé rápidamente en mi cabeza lo que había llevado. De igual manera me pasan dos cosas al irme de su casa últimamente; la primera es que siempre me olvido, algo y la segunda es que, a pesar de saber que termino recuperando lo que me olvido dias más tarde, he adquirido la costumbre de ir acomodando las cosas cerca del bolso, para luego no olvidarme nada. Pero, como te digo, siempre me olvido algo. Esta vez fueron las gafas, porque llegué de día y me fui de noche. Igual eso no es lo importante, sino lo que te decía al principio, que me es mas fácil irme y me hizo ruido. Pensé "será que ya no la paso bien durmiendo alli?" y la respuesta era rotundamente negativa, disfruto mucho compartiendo con ella la cama, el dormir, el descanso. Entonces, qué era! Ya te he hablado otras veces de esa sensación de perpetuar cosas que te dan placer y que luego son rutina y que luego me olvido porqué las empecé a hacer en un primer momento y tal, pero no se si tenga que ver con eso. El hecho es que armé el bolso, ella me cebaba unos mates amargos mientras; ahora que recuerdo, le dije que sabían deliciosos, que me encantaba el gusto y el aroma a yuyito de la sierra. Cuando vió que estaba casi lista, se puso las zapatillas y un abrigo para acompañarme. Lo curioso es que cuando llegué en la mañana yo no le dije que iba para quedarme ni ella indagó si me quedaría. Me pregunto si es eso extraño. No se sintió para nada extraño. Me pregunto, si el hecho de que nos entendamos sin mediar palabras, es lo que se me torna ajeno. Viste que a mi me gusta mucho hablar y analizar todo y a veces termino enredandome de sólo darle vueltas y vueltas al asunto. Espero que no sea este el caso. Te termino de contar, llegamos a la parada, nos sentamos una al lado de la otra, bien cerquita porque estaba helado. Imaginate que en el camino ya habia escarchita en los pastos. Me fijo la hora y faltaban 3 minutos para que en teoría llegase el bondi. Entonces la abrazo y le doy un beso de un minuto y medio. Ya se que parece poco tiempo pero pensá, un minuto y medio en un beso es un montón. Y luego la miro y ella me mira y me dice, "no queres mudarte conmigo?" Y le dije "sí". Así sin pensar. Y vino el bondi y me fuí. Y eso fue todo. Le avisé que llegué bien y nos dijimos "que descanses" y esta mañana despues del desayuno me puse a buscar números de flete e hice una lista de los que debería llevar y lo que debería vender, trocar y donar. Y ya sé que te puede parecer apresurado pero mientras más lo pienso más me gusta la idea de vivir con ella en las sierras, asique te llamé para preguntarte si me queres ayudar con la mudanza. Seguís ahí?
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bastardaflor-blog · 12 years ago
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Historia de un funeral
Había permanecido toda la llamada de pie. Cortó el teléfono y caminó hacia el lavadero donde guardaba varias cajas con pertenencias del pasado. Mientras le quitaba el polvo a una de ellas se agradecía a sí misma el haber llamado por teléfono (a pesar de la diferencia económica) y no por Skype. Se sentó en el sillón colorado que todavía olía a pintura fresca (todos los muebles que tenía en su pequeño departamento habían sido recogidos de la calle y luego reciclados) y colocó la caja entre sus piernas. Cuando se disponía a abrirla vio de lejos el mensaje en su computadora y se acercó a ella para conectarle, su batería se estaba agotando. Aprovechó para reservar un vuelo directo, redactar una lista de actividades previas al viaje y elementos que debía empacar y mandar algunos mails para justificar su ausencia: a su jefe, a Mariano para que cuidase a Lola (su perra), a Malena y por supuesto a Amador.
Durante el viaje leyó algunos capítulos de una novela y hasta olvidó por momentos a dónde se dirigía. Ya en el taxi, imaginó el panorama en casa de sus padres de manera tal que podía visualizarlo en su cabeza como si fuera una película: su madre llorando sentada en la silla mecedora, su padre serio y cansado con los anteojos en la punta de la nariz leyendo algún papel “importante”, su hermana cocinando como lo hace siempre que está nerviosa y quiere aparentar que nada pasó, y familiares que no había visto por años comentando cosas que no quería escuchar.
Ella estaba triste, por supuesto, había amado a esa mujer con todo su corazón, había pasado los mejores veranos de su vida en aquella casa de campo, recordaba hasta el olor de su manta de invierno, la imaginaba tejiendo ropita para su muñeca. Desde el primer día que pisó Madrid la extrañaba más que a cualquier persona de su familia.
Pagó el taxi (el cual le pareció excesivamente costoso), acomodó su escueto equipaje en la galería, pasando la reja, buscó en su cartera e intentó abrir la puerta con aquella llave que aún conservaba desde su último año del secundario.
Todos ocupaban el lugar que ella había imaginado. Su papá, que no la veía desde hace 18 meses, antes de saludarle dijo “¿por qué no avisaste y te buscaba en el aeropuerto?” Todo fue un trámite. Se había propuesto no llorar y no lo hizo. Estaría mintiendo si dijera que no estaba contenta de ver a su familia o que no les había extrañado en todo este tiempo, pero la sensación, así mismo, era un tanto incómoda. Ese ya no era su lugar, su cama estaba en Madrid, como así también Amador, Lola y su trabajo.
Luego del entierro fueron a casa de la Abu, a tres horas de viaje y unos cuantos termos de mate. Habían decidido venderla en cuanto esto terminase. Todo se encontraba tal cual ella lo recordaba. Su madre se llevó la manta de invierno, su padre la correspondencia, su hermana unas cuantas fotos, el cuaderno de cocina y una budinera y ella decidió quedarse y pasar la noche allí. Como era de esperarse, todos se opusieron, pero luego de una pequeña discusión accedieron, con la única condición de pasarla a buscar al otro día para almorzar juntos antes de llevarla al aeropuerto para emprender su regreso. Ella estuvo de acuerdo.
Ya no se sentía triste. Pasó casi dos horas buscando leña y cortándola. Prendió la salamandra, puso encima unas cáscaras de naranja y cerró las ventanas, comenzaba a refrescar. Leyó los últimos capítulos de la novela, encontró una bolsa con lana, un tejido a la mitad y dos agujas, intentó recordar lo que alguna vez le enseñara su abuela pero fue en vano. Tomó como nota mental aprender a tejer. Apartó, ademas del tejido, algunas fotos y un libro muy viejo de García Márquez. Tomó una ducha caliente y se acostó a descansar. A la mañana siguiente se levantó muy temprano y tomó mates en el patio del fondo, bajo un árbol que debía tener cerca de 100 años, preparó luego sus cosas y esperó a sus padres para almorzar.
Volvió a Madrid, Amador la esperaba en el aeropuerto. Le contó que echó de menos el calor, le preguntó por Lola y por Mariano. Fue todo el camino hacia el departamento hablando de lo maravillosa que es la casa de la Abuela, del tejido, del árbol de 100 años, de la salamandra y de la cascarita de naranja. Amador se sorprendía de verla más bien emocionada en lugar de triste.
Al llegar, ella vio la caja sobre la mesita, se sentó en el sillón colorado, la abrió mientras Amador permanecía de pie observándole, lo miró con algunas lágrimas en los ojos y le dijo “quiero comprar la casa de la Abuela y vivir allí”.
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bastardaflor-blog · 12 years ago
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Una vez más, la rutina.
Normal: Que está de acuerdo con una norma fijada de antemano, o con lo que se considera razonable o de sentido común. Siempre que hablé de ella usé la palabra “normal”, hasta ahora. Estando en la biblioteca tengo a mano el diccionario y es un vicio les diré, casi inevitable, chequear una u otra palabra. Muchas veces las más corrientes, las más utilizadas, las que uno da por sentadas.
No se bien qué soñé anoche pero desperté con una extraña sensación de prestar especial atención a la rutina. Me pasa que muchas de las actividades que forman parte de mi “rutina” son en realidad cosas que decido hacer porque me producen cierto placer. Y las hago un día y al siguiente y al tercero y todos, pero al repetirlas se me olvida el por qué.
A la mañana, generalmente tomo café con miel en lugar de azúcar, en teoría porque la miel es buena para las cuerdas vocales, aunque en realidad, comencé a hacerlo porque me encanta la miel. Coloqué dos cucharadas en la taza y la tercera la puse en la tostada. “Dos tostadas en vez de tres”, eso me lo enseñó ella naturalmente, no tendría yo intenciones de comer menos pan de no inculcarme su manía de pesarnos todos lo lunes antes de dormir. En fin, dos tostadas (una con miel esta vez), un pomelo (los cítricos hacen quién sabe qué cosa buena con la sangre y algo de la vitamina C), un Actimel y una banana (anoche los calambres me molestaron un poco después del partidito con los chicos). Leí del diario lo mismo de siempre, un poco de noticias (nada siniestro), el clima (el del día y el extendido de la semana para saber cuándo sería conveniente andar en bicicleta) y el deporte, pero ésta vez repasé también la sección de “Espectáculo y Cultura” y encontré algo que llamó enormemente mi atención: parece ser que, una vez por semana, un viejo teatro de la zona del mercado, proyecta películas por el módico costo de diez pesos, eligiendo para ello, un director cada mes. Hoy jueves sería el primero de Kitano, del cual no he tenido el gusto, por desgracia (me resulta interesante y más aún intrigante el cine japonés).
Irene tiene la particularidad de lograr que todos aquellos que forman parte de su vida, tomen para sí costumbres que a ella le pertenecen, o bién le caen en gracia. Yo como sólo dos tostadas desde que nos casamos, Martín juega pocker (“el pocker tienen ese no se qué bien masculino”), Andrea desde que la conoce, se viste como ella, habla como ella y me reclama lo que ella (creo que ahora es su amiga y no la mía). Y así con todos, ya no queda vecino en el barrio que no tenga un perro callejero de mascota, María y Felix tienen muebles idénticos a los nuestros, Melisa lee Isabel Allende y Julia es vegetariana, porque hasta ese punto llega el carisma de mi mujer, que todos quieren (aunque muchos no lo sepan) ser como ella.
Cuando pasaron los primeros quince minutos iba a decir como pensamiento en voz alta, que era Normal que alguien alguna vez llegara tarde. Pero ella no responde a ninguna de esas normas que conocemos o escuchamos a menudo. Yo mismo en diez años, no he podido aún anticipar ninguna de sus reacciones. De haberse conformado con la casa de Cuesta Blanca que, según mi criterio, tanto le gustaba, el auto y la mitad del negocio, no se hubiesen molestado ustedes en venir hasta acá a negociar, si es que se me permite usar tan fría palabra para denominar este trámite tan incómodo.
De todas maneras, les contaba que uno deja de disfrutar ciertas actividades cuando por causa de una suerte de avaricia, las convierte en rutina. Y aunque entiendo claramente que esto es así, insisto de todas maneras en ir esta noche al cine (ese que se improvisa todos los jueves en el viejo teatro de la zona del mercado), y en hacerlo todos los jueves. Quizas fue ese mismo deseo inevitable de repetición y permanencia el que me llevó a pedirle a Irene matrimonio, o quizas lo malo no sea convertir en rutina aquello que nos da placer y nos hace felices, sino olvidar el placer que nos provoca y lo felices que nos hace eso que elegimos alguna vez convertir en rutina. Por esa extraña razón esta mañana coloqué una de las cucharadas de miel sobre la tostada, leí también la sección de “Espectáculo y Cultura” y tengo la extraña sensación de que Irene lleva retrasada una eternidad aunque solo hayan pasado veinte minutos de la hora pactada.
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bastardaflor-blog · 12 years ago
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Recordando a Ana.
Una leche, una manteca, huevos, harina, dulce de leche. Manteca, huevo, harina, leche, dulce de leche. Harina, harina, harina, harina. Lácteos, leche, manteca. Verdura, huevos. Dulce, dulce, dulce, ¿dulce de leche? Dulce de leche.
Prioridad embarazadas. Ana estaba embarazada. ¿Qué será de la vida de Ana? El picnic de la primavera en Tigre. ¡Ja! Era tan pequeña. Cantaba. El vecino, anoche. Por eso tengo tanto sueño. Llego y me doy un baño. ¿Habré apagado el calefón? ¿No pierde gas?  Si se apaga, se enfría y corta el gas. ¿De qué material será? ¿Baquelita? No, los mangos de las ollas están hechos de baquelita porque justamente no calienta. Me tengo que comprar una olla.
-Hola, buenas tardes. ¿Efectivo?
-Sí.
-¿Va a hacer una torta?
-¿Cómo dice?
-Digo, por lo que lleva, va a hacer una torta.
-Ah, sí. Disculpe. Me agarra usted distraído.
  Cuanto tiempo pierde hoy en día uno en el súper. La gente de antes compraba en almacenes. Como la de doña Yola, cerca de la casa de la nona. ¿Dónde carajo dejé el auto? ¿Seré el único que se olvida todas las veces dónde deja el auto?
 Nada que ver este sol con el de verano. A esta misma hora, tres meses atrás, no asomaba la cabeza de la habitación. Menos mal que compré el aire acondicionado. Aunque el ventilador de techo de la casa de los viejos no estaba mal. Ana prendía el ventilador para que no se escuchase su risa de la habitación de al lado. Siempre tenía los pies fríos. Y olor a manzana. O a campo. A campo con árboles de manzana. No sé por qué tenía tantas cosquillas. ¡Jaja! ¡Manzanas! No olía a manzanas. Era el poema. Del pie que quería ser mariposa o manzana. Pobre pie. No sabía que era pie. Nunca más lo leí. Cuando llegue a casa lo voy a buscar.
-Buenas tardes maestro. ¿Lo lleno?
-Sí, por favor.
-Lindo día para ir al campo, ¿no?
Ana prefería los días nublados para ir al campo.
-Si, muy lindo día, por eso mejor tener el tanque lleno.
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bastardaflor-blog · 12 years ago
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Perdón, ¿en qué estaba?
Vivir tan cerca del desierto no era realmente malo. Si naciste allí, incluso llegabas a pensar que todos los lugares del mundo conviven con los mismos extremos cambios de temperaturas del día y la noche.
Ese verano me enteré que hacía casi 4 años que no llovía. Digo “me enteré” porque era un niño bastante distraído, y aunque miraba con atención cada vez que mi mamá me explicaba tal o cual cosa, era muy probable que en realidad estuviera pensando en otro asunto, en alguna travesura quizás.
Me cuesta un poco relatar detalles de mi infancia, ya que a menudo se entremezclan con acontecimientos que solo existieron en mi cabeza, que por aquellos tiempos era mas imaginativa que nunca.
Mi vecino no era artesano como mis padres. Tampoco recuerdo exactamente a qué se dedicaba. El hecho es que todas las mañanas, después de un desayuno casi a la fuerza (porque no era precisamente mi comida predilecta), iba a ayudarlo con los animales. Mi mamá decía, que los demás decían, que el Viejo era tan viejo que nadie en el pueblo lo había visto nacer. Quiero aclarar que San Pedro, por aquellos días, nada se parecía a los que es ahora; no había hoteles lujosos ni cosas así, aunque recibíamos turistas de todas maneras.
Volviendo a mi vecino. Una mañana parecida a las demás, escuchaba al Viejo balbucear palabras en kunza, lengua de sus antecesores, según me explicó. Pedía por lluvia. Como dije antes, hacía casi cuatro años que no llovía. Me contó historias de tiempos sin lluvia y también historias de tiempos con más lluvias que de costumbre. Pero lo que más me llamó la atención fue la historia del cielo de colores. Según el viejo, cuando él era un niño, hubo una época en la que cayó agua del cielo durante tres días seguidos, todos estaban contentos y conmocionados, incluso algunos asustados, pero él era el más sorprendido de todos. Sorprendido porque el sol, a pesar de la lluvia, partía el cielo. Como si nadie le hubiese avisado a esa poderosa estrella que las nubes rompían en tormenta.
Unos cuantos agradecían a los dioses por el agua, otros sorteaban inconvenientes ya que no estaban acostumbrados a los diluvios y pedían además, perdón a los dioses por sus errores, imaginando que lejos de ser un milagro, el agua era un castigo; pero el viejo (niño en aquellas épocas), no podía dejar de mirar al cielo. No se veía como siempre, no parecía real, tenía unas franjas que lo cruzaban de punta a punta, franjas de colores, o de luces quizás, indescriptible. “Por momento pensé que sólo yo podía verlas”, me dijo el viejo, sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo, (actividad que no recuerdo, porque como saben, soy muy distraído). A veces hablaba como si nadie le estuviese oyendo, como si yo no estuviera allí.
¿En qué estaba? Ah, sí. El cielo. Algunos de aquellos colores no tenían ni nombre aún, decía el Viejo.
Pensé en los colores. Imaginé el cielo. La lluvia. Al viejo cuando era niño. Pero poco después encontré algo para jugar y guardé la historia en mi cabeza.
Algunos meses más tarde nos mudamos a esta provincia, como estaba previsto, y al llegar nos comentaron que tampoco aquí llovía, pero el calor era bastante más agradable.
La mañana del 24 de Enero desperté a las 5 de la madrugada como mi papá, él se preparaba para ir a trabajar, yo abrí los ojos porque los truenos no me dejaron dormir más. Llovía a cántaros, estaba fresco. El olor a tierra mojada permaneció en la casa toda la mañana. Al medio día salí al patio porque la tormenta se había apaciguado. Caían finas gotas y el sol asomaba rayos a través de ellas. Levanté la cabeza y lo vi. Eran rayos, colores, luces, resplandores. Recordé al viejo disfrazado de niño, y con una gran ingenuidad imaginé que él también estaría viéndolo en el cielo de San Pedro.
Leí e investigué mucho sobre este fenómeno óptico y meteorológico a partir de allí.
Siempre me ocurre lo mismo, quiero contar algo, me acuerdo de otra cosa y me voy por las ramas. No era precisamente esto lo que quería contar clase, pero fue esa mi primera inquietud relacionada a la Física que me trajo hasta aquí. Espero que les guste tanto como a mí el desarrollo de esta materia. Abran el apunte en la pág 23.
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