Michael Schultz. XXVII. Omega. Apostador de tiempo completo. /Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura./
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¿Cómo podía desesperarlo con tanta facilidad? Michael llevaba tiempo queriendo deshacerse de Nicole, pero no podía hacerlo. Una parte de su pasado estaba ligado a ella, y siempre la tendría en sus más profundos recuerdos. Extrañaba de vez en cuando charlar con ella, se estaría mintiendo al decir que jamás le agradó. Solían reírse juntos, hablar de sus planes a futuro. Pero todo se vio estropeado cuando el americano traicionó por completo la confianza de Nicole. ¿Qué podía hacer? Necesitaba estar del lado de su mejor amigo, y por más de quisiera apoyarla; los chicos iban antes qué las conquistas. “Me han dicho peores cosas.” Dijo con sinceridad, normalmente las chicas se le lanzaban encima para golpearlo; era de los hombres qué nunca despertaban con ellas en su cama. El rubio había escuchado un sinfín de insultos, por eso no le sorprendía que la francesa lo llamara de esa forma. ¿Se bajaría a su nivel? En lo absoluto, pero debía de confesar que le parecía divertido tenerla en esa posición. Tan indefensa. Ignoró por completo los gritos de sus compañeros, al parecer estaban preocupados por la escena qué ellos estaban dando. Pero Michael de algo estaba seguro, no la bajaría hasta que ella dejara de maldecir en francés. “¿Quieres desnudarme aquí?” Comentó con diversión, al sentir como las manos ajenas comenzaban a rasgar algunas partes de su camisa. Soltó un bufido cuando sintió la mordida de Nicole, trató de no arrojarla al suelo. Con fuerza, la colocó encima de la mesa de las computadoras. Mierda, esa chica lograba hacerlo enfadar. “¿Quieres jugar, princesa?” Comentó con un tinte autoritario, mirando a la joven con una mueca sobre su semblante. Segundos después, Michael se aferró a ella con fuerza, sujetando sus muñecas para que no pudiera zafarse. “¿Por qué me desesperas tanto?” Y al decir eso, sus orbes se encontraron directamente con los de ella.
Michael tenía la capacidad de hacerla sacar de quicio, más que los demás. La conocía, habían tenido experiencias en el pasado poco amenas en las que él analizó detenidamente las vivencias de la francesa y sus reacciones. No le conoció en el mejor momento de su vida, y desde luego solo quería borrarlo de sus memorias. Pero no era posible. Y él se lo recordaba a cada momento. Verle era desagradable, y más cuando él se dedicaba a hacerle de rabiar de aquella forma. “¡Eres un desgraciado!” Volvió a maldecir, casi escupiéndole. Era evidente que él disfrutaba viéndola reaccionar de esa forma, pero la francesa no estaba disfrutando en absoluto. Siguió golpeándole en el pecho una y otra y otra vez. Así hasta que optó por hacerlo en la cara. Pero no le dio tiempo. Tomó las manos de la f��mina y la elevó del suelo hasta cargarla sobre su hombro como si se tratara de un saco de patatas. Chilló. Inmediatamente los demás estudiantes en el lugar empezaron a hacerle señas al hombre para que salieran de allí cuanto antes, pues no era momento ni lugar de hacer esa escena. Pero Nicole, ignorante de todo aquello, comenzó a mover las piernas rápidamente para que la soltara, mientras seguía maldiciendo y pronunciando blasfemias en francés relacionadas con el rubio. Sus manos, ahora a la altura de la espalda del hombre, se aferraron a la camisa de él, para no caer, pues tenía la sensación de que más de la mitad de su cuerpo estaba en la parte trasera del hombre. “¡Bájame ahora mismo, imbécil! ¡Que me bajes te digo, no pienso calmarme, has jodido todo mi trabajo, energúmeno!” Ahora parecía haber vuelto al idioma habitual. Como veía que el hombre no parecía colaborar, una brillante idea asoló su cabeza. Le mordió en las lumbares.
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que bueno que se fue antes de que le hicieras daño. de todas maneras, ha quedado demostrada que no la querías. ella era una buena chica.
¿Ha quedado demostrado? Puedo decir una cosa, cuando enrealidad me siento destruido en el interior. ¿Era? Sigue vive, sólo que adiferencia de ella yo decidí quedarme aquí. No confundan las cosas, no la iba alastimar; pero ella fue la que me hirió a mí.
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Pensé que la querías
Debemos de seguir adelante. Era sólo una chica más.
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¿No extrañas a Adrianne?
Ella decidió irse. Ya no me importa en lo absoluto.
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La práctica de football americano había llegado a su fin, el americano no tenía ánimos de regresar a su dormitorio. Sus compañeros le hacían preguntas sobre el paradero de Adrianne, ¿qué debía de responderles? No deseaba hablar del tema; y menos cuando una de las chicas de Kappa había prometido estar con él. Comenzó a caminar por los pasillos de la institución con sus auriculares puestos, por un instante deseaba desconectarse del mundo real; embriagarse hasta perder el conocimiento. ¿Le dolía? Un poco, pero le lastimaba más el hecho de que su orgullo había sido herido. Minutos después de haber salido del entrenamiento, alguien le tocó suavemente el hombro, ¿qué diablos querían? El rubio giró rápidamente, para encontrarse con una figura femenina. Michael la examinó de pies a cabeza, dedicándole una sonrisa un tanto divertida. “¿Por qué te han dejado salir así? Excelente broma las de los chicos.” Comentó con un tinte bastante sincero, atreviéndose a mirar nuevamente la anatomía ajena. “Toma.” El americano se retiró la chamarra e inmediatamente se la extendió a la castaña. No lo habría hecho en el pasado, pero la joven se veía bastante avergonzada; y Michael no podía permitirse ver a una mujer en aprietos.
Alguien al parecer había encontrado muy gracioso el hecho de sacar su toalla y ropa de los vestidores, por lo que ahora caminaba por el campus en su traje de baño, cubriéndose el pecho como podía con sus brazos con su mochila sobre sus hombros hasta que se encontró con alguien, haciendo que sus mejillas se sonrojaran suavemente. “Disculpa ¿de casualidad no traes algo con lo que pueda cubrirme? Hace frio” hablo suavemente, mintiendo un poco ya que lo que más le incomodaba era andar así por el campus, no le gustaba estar tan expuesta.
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Hasta Adrianne te dejó, ¿qué se siente?
Vete a joder a alguien más, no tengo la paciencia suficiente para lidiar con estupideces.
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HH: ¿Qué te hizo fijarte en Adrianne tan repentinamente? ¿Quién llama tu atención aparte de ella? ¿Y qué pasó con tu esposa?
Adrianne es una chica que reúne bastantes cualidades. Ese día que charlamos me di cuenta que es una joven extraordinaria. Nicole, y se podría decir que Bexley.
Ella murió de cáncer, mientras que esperaba un hijo mío.
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Nadie le importaba en ese momento, sólo deseaba estar con Adrianne. Finalmente había tomado la decisión de salir con alguien. Ya estaba cansado de las aventuras de una sola noche; estaba seguro que lo juzgarían por salir con ella, era varios años menor que el americano. Pero no le importaba en lo más mínimo, cuando estaba a su lado todo se sentía bien. La tomó de la mano con firmeza, dejándose llevar por el apretón de su acompañante. Al entrelazar sus dedos con los de ella, pudo sentir que un escalofrío lo recorría enteramente. ¿Así se sentía la felicidad? Había olvidado por completo ese sentimiento. “Iremos a la playa, hermosa. ¿Qué tal te fue hoy?” Preguntó con curiosidad, estaba interesado en saber sobre su día; con Adrianne nada parecía aburrido, y le encantaba su voz. Joder, todo en ella lo atraía cómo un imán. Y no entendía cómo había conseguido la castaña captar por completo su atención.
MICHAEL.
al separarse, adrianne relamió su labio inferior. aún podía sentir el suave sabor de los labios ajenos sobre los propios. una sonrisa se extendió a lo largo de su boca, observando los ocelos del mayor con suma admiración. cada vez que él la miraba se sentía sumamente débil y protegida al mismo tiempo. tanteó las yemas de sus dedos sobre su pecho, la sonrisa ensanchando su tamaño aún más. ‘ claro. llévame a donde quieras.’ asintió, tomando la mano del castaño y entrelazando sus dedos con los del contrario.
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Las acciones emitidas por Adrianne lo volvían loco; cada parte de su pequeña anatomía le encantaba, y estaba seguro que en cualquier momento podía hacerse adicto a sus labios. Decidió separarse nuevamente, pero ahora contempló directamente esos ocelos que le robaban el sueño. Era cierto lo que se decía de los ojos, a través de ellos se podía ver el alma de la persona. Dejó un pequeño beso en los labios de la castaña, para dedicarle una sonrisa. “¿Nos vamos, preciosa?” Preguntó con un brillo de alegría en sus ojos, estaba entusiasmado con su cita; y deseaba que la fémina se diera cuenta que Michael tenía buenas intenciones con ella.
MICHAEL.
‘ no sabes cuantas ganas tenía de que hicieras eso…’ murmuró con cuidado luego de que se separaron por primera vez. sus mejillas ardían en un tono rojizo algo intenso. cuando este volvió a juntar sus labios, la morena apoyó las palmas de sus manos sobre el pecho del más alto, poniéndose en puntillas para acomodarse mejor frente a él. abrió un poco su boca, permitiendo que ambas lenguas comenzaran un suave jugueteo que se veía imposible de terminar. su corazón estaba sumamente descolocado, y podía sentir el del contrario mientras tanteaba su pecho. la sonrisa permanecía colada entre aquel acto.
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¿qué le podrías ver a una niña de 18?
¿Su cara, su cuerpo…? Lo que mis orbes permitan ver, cara gris.
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Se atrevió a continuar besando los labios de la cobriza, permitiéndose deleitarse con el elixir que parecía tan prohibido en un inicio. La fémina era capaz de alterar por completo cada parte de su ser, por eso no le sorprendió cuando el beso hizo que sus latidos se aceleraran. No quería quebrantar la dulzura con la que ambos se estaban demostrando su interés, pero decidió tomar con cuidado la mejilla de la contraria para perfilar con una de las yemas de sus dedos. Era tan hermosa, y tenía tanto miedo de causarle algún daño. Se separó unos segundos de ella, para controlar nuevamente su respiración. “Me moría de ganas por hacer eso.” Musitó en un susurro, contemplando los ocelos avellanos de la fémina. Antes de que ella pudiera hablar nuevamente, volvió a besarla, pero está vez de una manera más delicada; permitiendo que su lengua explorara cada rincón de la ajena.
MICHAEL.
adrianne mordisqueó su labio ante la corta distancia que el ajeno se había encargado de tomar con su propio cuerpo. la castaña poseía una sonrisa amplia en sus facciones en todo momento. observó los movimientos del contrario con sumo detalle. ante su comentario, la pequeña morena quería replicarle y corresponder sus palabras, pero aquello fue imposible ya que segundos después sus labios se encontraban encima de los otros, creando un suave y delicado beso entre ambos. la kappa sentía como si su corazón fuese a salir de su orbita por completo, no se esperaba que aquello pasara, pero tampoco era algo que le desagradara. todo lo contrario, quería que sucediera.
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“No fue nada, Adrianne.” Dijo en un susurro, deseaba probar los labios ajenos, necesitaba ahogar ese fuego que estaba comenzando a crecer en su pecho. Se atrevió a tomar con gentileza la cintura de la castaña, para acortar la distancia entre ambos. “¿Te he dicho qué eres hermosa?” Murmuró en un tono bastante bajo, tomó las flores y las colocó en el suelo; después las pondría en agua, en ese momento no importaba nada más que ambos. Volvió nuevamente a acercarse a ella, pero está vez rodeó su pequeña anatomía con sus brazos. El perfume ajeno impregnó sus pulmones, ocasionando que el americano cerrara por un momento sus ojos. “Me gustas, Adrianne.” Y al decir eso, unió sus labios con los de ella para darle un beso.
MICHAEL
la morena asintió un par de veces ante la pregunta del contrario mientras arreglaba su bolso sobre su hombro. fue allí, en ese preciso instante, que la sonrisa en su rostro se ensanchó aún más. observó el ramo de tulipanes que se encontraban en la mano del contrario y mordió su labio. sus mejillas realmente dolían en aquel momento de tanto sonreír. ‘ son preciosas…’ admitió, tomando el gesto en una de sus manos para olerlas rapidamente, depositando un pequeño beso en la mejilla del más alto. ‘ muchas gracias. no deberías haberlo hecho.’
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Soñaba de vez en cuando con el rostro de su esposa, tenía miedo de olvidarse de ella por completo. Habían pasado varios años, pero él no era de la clase de personas que miraban viejas fotografías. ¿Por qué se torturaría de esa manera? No era tan cruel. Le dolía en demasía saber que jamás la volvería a ver, pero debía de hacerse a la idea de qué ella nunca regresaría a su lado. La joven a su lado le recordaba a ella, cada parte de su rostro era similar al de su difunta esposa. Sentía un poco de miedo al ver la anatomía de la rubia. Recordó todas sus noches a lado de su amada, cada caricia que le daba sobre su frágil cuerpo; sintiendo temor de dañarla. Así de cuidadoso era con ella, no podía creer que semejante criatura se hubiera fijado en él. Megan decía que curaría cada una de sus heridas, a cambio de prometerle fidelidad por el resto de sus días. Antes de morir, le dijo que lo dejaba en libertad; él podía volver a estar con otra mujer, necesitaba dejarla ir. Quería cerciorarse que Michael no sufriera en demasía, pero esa petición era totalmente imposible de cumplir. Él siempre la amaría, con cada parte de su destruido ser. Todo en su mente daba vueltas, se trataba de una mala jugada del destino. Quería correr, pero sus pies se aferraron al suelo. El corazón del rubio comenzó a latir con fuerza, sintiéndose nuevamente completo. ¿Cómo era posible? Un simple recuerdo era capaz de ocasionar tantas cosas dentro de su ser. Lo habían educado para creer en el amor, pero después de su huida pensó que todo se trataba de una simple mentira. Todo cambió. Al conocer a la bailarina su vida comenzó a cobrar sentido. Quería convertirse en una persona, luchaba para hacerla feliz día a día. Volvió a la realidad, sintiendo cómo el viento despeinaba unos mechones rebeldes de su cabellera. ¿Bexley? No, ni siquiera se parecía el nombre de su antigua musa. “Es un nombre bastante peculiar.” Admitió, saboreando cada sílaba del mismo en sus labios. Morgan, ese es mi nombre. Y acto seguido el rubio le extendió la mano, sintiendo un escalofrió recorrer su cuerpo. Era cierto lo que decían del amor, cuando se conocía a la persona indicada todo comenzaba a mejorar. “Me llamo Michael, es un placer.” No pudo evitar extender su mano, estaba haciendo lo mismo que hace varios años, reviviendo cara a cara las emociones que en ese entonces se habían albergado dentro de su ser. “Te pareces mucho a alguien que solía conocer.” Admitió, algo confuso sobre decirle la verdad o no a la joven del rostro angelical. Tragó su orgullo, y se atrevió a observar nuevamente las facciones de su acompañante. Maldición, hasta poseía el mismo lunar de Morgan. ¿Creía en la reencarnación? No. Pero esa chica era el vivo ejemplo de la bailarina, la imagen misma de su único y verdadero amor. Esa chica podía llevarlo a la perdición sí se lo proponía, pero el americano decidió guardar la compostura. Dejando que sus ojos se deleitaran con la presencia ajena.
◤ ✕ ° › M I C H A E L..
recordaba a la perfección las caricias propiciadas de manera vacía con palabras que terminaban por prometer una vida fuera de la caja de cristal que había sido la prisión familiar le obligaban en aquel momento a que la mirada no pudiese despegarse de la silueta del mayor, los suspiros quedos acallados por el ruido blanco que producía una mente que parecía acelerarse con el solo pensamiento de que parecía que el destino deseaba que volviese a florecer todo aquello que creía ya enterrado, la necesidad de tocarle abrasadora en cada centímetro del cuerpo, alejarse, huir y olvidar que le había visto parecían las únicas opciones dentro del psique eran simplemente deseos de olvidar que le había visto, intentar borrar de la mente aquellos ojos penetrantes que parecían ser los mismos que en su momento la obligaron a desfallecer, incapaz de pensar como es que podía ser posible revivir lo que parecían heridas marchitadas, una oleada de incertidumbre, de recuerdos de todo lo que podía ser y jamás fue, de mil interrogantes y pocas respuestas, era consiente de que no había experimentado los más sublimes néctares de lo llamado amor, aquel engaño ruin no podía serlo, reacia a aceptarlo se mantuvo helada, deseando quizá desenmascarar lo que parecía un fantasma del pasado dispuesto a acosar la fina tranquilidad que parecía acomodarse en el interior, la plenitud incapaz de durar lo necesario, el psique traicionero empujándole a aquel espiral de inconsistencias, de primeras veces terminadas en fracaso y de errores de los cuales finalmente obtenía bendiciones, absolutamente todo mezclado con la posibilidad de una repetición, ¿cómo podía tratarse de algo dañino si solo podía percibir melancolía? la voz masculina logró regresar la del ensimismamiento los nervios de la inocencia interrumpida regresando a la voz que parecía hueca entre sus propios labios, los incisivos clavándose ante la duda de pronunciar palabra alguna. ❝ Bexley, me llamo Bexley ❞ su propio nombre tan ajeno a los propios labios saboreando lo que se sentía como una mentira, confusión irradiando de los poros ❝ ¿Quién eres tu? ❞ titubeante se atrevió a dar el paso a la cercanía, esperanzas mínimas de que ante el contacto se desvanecería ❝ ¿por qué sería yo el inicio de una locura? ¿por qué saber de mi? ❞ interrogantes sin respuesta aglomeradas en el miedo dibujado en los ocelos del color del olivo, la palidez del rostro extendiéndose hasta el punto del extremo ¿qué tanta verdad poseía el hecho de que el pasado siempre volvía?
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Las acciones emitidas por su acompañante le causaron bastante gracia. ¿De verdad creía que podía contra él? Decidió escucharla, una sonrisa casi triunfal se dibujó sobre su semblante cuando comenzó a maldecir en francés. Ella no lo hacía con facilidad, alguien debía de sacarla verdaderamente de sus casillas para qué pudiera ver ese lado de Nicole. Sintió el golpe del teclado, y una mueca se plasmó sobre su semblante. Esa mujer estaba verdaderamente loca, ¿deseaba matarlo? No lo conseguiría con las partes de una computadora. El americano tomó el teclado con fuerza, arrebatándoselo de una buena vez. Ya era suficiente, inclusive para alguien que disfrutaba en demasía de las peleas. “Deberías de calmarte. ¿Te tomaste tus medicamentos? Recuerda que no puedes salir sin tus pastillas, francesa.” Nuevamente se burló de ella, evitando soltar una carcajada por las palabras emitidas por Nicole. Recordó uno de sus encuentros con la estudiante, ella le gritaba a su mejor amigo qué estaba decepcionada de él; mientras que el contrario simplemente se callaba para escucharla hablar. Eso se debía de hacer en esos casos, ¿no? Dejar que la desquiciada descargara toda su ira. “Me sorprende la cantidad de groserías que eres capaz de decir en francés.” Sin consultarla, arrojó el teclado al suelo con violencia, sin importarle qué alguien pudiera estarlos escuchando. Tenía dos opciones, dejarla hacer su berrinche; o divertirse un poco con ella. Michael tomó ambas manos de Nicole con fuerza, evitando hacerle alguna especie de daño a la anatomía ajena. “Soy más fuerte, francesa.” Le dijo con un tono bastante audible, para después cargarla. Dejó las manos de Nicole a un lado, y la tomó de la cintura y la recargó en su espalda, impidiendo que pudiera seguir ocasionando algún daño sobre su cuerpo. Ese acto le causó bastante gracia, y la sostuvo con firmeza para que la fémina no se fuera a caer. “Te bajaré hasta que te calmes, o puedo tenerte así todo el resto del día, tú decides.” Le dijo de manera tranquila, esperando que la contraria tomara la mejor decisión. Por su bien, necesitaba calmarse. Sí, le había apagado la computadora, pero no iba a obtener nuevamente su trabajo. ¿Ella deseaba jugar? Los dos podían hacer lo mismo, sólo que el americano tenía todo a su favor para ganarle a Nicole.
Estúpida respuesta la obtenida, pero tampoco podía pedir demasiado viniendo de alguien como él. Al principio de conocerle, la arrogante actitud del hombre siempre la tuvo pendiente, preparada para saltar a defenderse si tenía ocasión. Pero desde luego no había cambiado, y ella sí, pero a peor. Ahora no se callaba, lo soltaba sin importarle el daño que pudiera causar, y menos a ese ser. “El infierno será lo suficientemente amplio para convivir los dos sin tener que vernos las caras” porque tampoco tenía interés por encontrárselo en el más allá. Desde luego que le molestaba su cercanía. Y su olor. Y la fragancia tan agradable que desprendía su colonia y… Ug, qué asco. Sentía náuseas cada vez que le veía, y más aún cuando hablaba, era como si su voz se perdiera y solo escuchara el mujir de una vaca. La idea le hizo soltar una pequeña risa. Seguramente él la tomaría por loca. “¿Podrías perderte? Sobras” insistió, pues no quería su ayuda. ¡A saber la de tiempo que estaría recordándole el haberle ayudado! Oh no, no podría soportarlo. Prefería arreglárselas por sí misma, incluso pedir ayuda a alguien más. Pero no todo era tan sencillo. No comprendió la última frase hasta que sus dedos fueron hasta el botón de la torre, presionando el mismo hasta que éste se apagó por completo. La pantalla a oscuras. El ventilador cesó de funcionar. Silencio. Se dieron unos segundos de completa incomprensión para la francesa, quien analizaba detenidamente lo sucedido. ¿Había sido tan hijo de puta como para apagarle el ordenador y hacer que perdiera todo su trabajo a propósito? Sí. Tomó el teclado del ordenador y, seguidamente, se lo estampó en la espalda. “Vous salaud. Vous me rappelez en enfer vraiment, trous du cul, parce que je pense que vous tuer. Vous êtes un imbécile, comment pouvez-vous penser à éteindre votre ordinateur et de détruire mon travail, idiot!” No paraba de maldecir en francés, casi chillando, ignorando si a su alrededor había alguien que pudiera escucharles. Arrastró de golpe la silla contra el suelo cuando se puso en pie y, sin dudarlo, comenzó a golpearle una y otra y otra vez en el pecho, incluso le dio una patada en la espinilla. “¡Largo de mi vista, juro que como no te largues te irás sangrando!”
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