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Un fárrago de existencias contigentes
Al leer los cuentos de Borges, es ineludible percibir cierta tendencia en su literatura, la propuesta de un mundo que nos inunda en algo tan ajeno, pero a la vez, tan cercano y asimilable. Nos relata su propia cosmovisión, en cuanto a la concepción del universo y nosotros mismos. En “La Biblioteca de Babel” esta característica emerge con naturalidad, una alegoría al mundo, manifestando la morfología cíclica del universo y los esfuerzos humanos por hallar un centro inalcanzable.
La biblioteca es el universo, y consta de galerías hexagonales y un número determinado de libros que abarcan todas las posibles combinaciones de los veinticinco símbolos ortográficos. Aun dada esta limitación, la biblioteca es interminable, o al menos así se ha comprobado mediante las expediciones correspondientes. El carácter cíclico y el constante retorno sobre sí misma nos plantean una arquitectura indeterminable, terrenalmente hablando, puesto que somos obstruidos por los tentadores hexágonos: “La certidumbre de que todo está escrito, nos anula” (pp.80)
Ahora, al afirmar que todo está escrito en los libros de la biblioteca, podríamos inferir mediante la lógica que existiría un catálogo de catálogos, un libro contenedor de todas las verdades y manifiesto de todo lo arcano. Si bien, la certeza de que el universo es finito y concebible nos consuela y justifica, posteriormente nos atormenta, inquieta nuestra razón porque nos sentimos capaces de todo, y evidenciamos la nada: “La certidumbre de que algún hexágono encerraba libros preciosos e inalcanzables, pareció casi intolerable” (pp.77)
Actuando desde la desesperación del alma, los hombres, habitantes de la biblioteca, comienzan la búsqueda de un libro que concentrara la biblioteca en sí mismo, que dilucidara el universo en su totalidad. ¿Sería posible que en la infinidad de elementos irrelevantes para el objetivo, existiese uno excepcional? Toda búsqueda terrenal por encontrar el porqué del universo es en vano. Intentamos descifrar el caos -que pudiese estarlo en su estado natural o no-, encontrarnos en la perdición y explicarnos, mediante diversas disciplinas, lo inexplicable.
Borges, finalmente, no presume nada, simplemente nos lanza a un vacío reflexivo, donde desprenden cuestionamientos, incluso a nuestra utilidad en el mundo. Podríamos eternamente dudar de nuestra existencia, siguiendo fielmente nuestra naturaleza, pues estas cuestiones son las que nos mantienen vivos. Tal vez el catálogo de catálogos estaba en un anaquel o en el término inexistente de la biblioteca, quizás estaba en el centro, centro que puede estar en cualquier hexágono o en ninguno. Podríamos agotarnos leyendo todos los libros de la biblioteca, aun cuando su inutilidad esté empíricamente comprobada. Probablemente, la literatura y las ciencias, no sean más que perturbaciones de la mente, empeñadas en mantener al centro dinámico inescrutable. Aun así, existe la vana ilusión de que algún ser, en algún momento pueda descubrir este universo criptográfico: “Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza” (pp.81)
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Eterno adiós
Lamentable pérdida de mi plenitud que tus huesos retornen desde la tierra y que el polvo se vuelva aire que tu último respiro sea frente a mis ojos y que oiga tu desesperanzado grito de auxilio llenando mis venas que te ahogues en mis lagrimas de gratitud que el mar te devuelva a mis sentidos y que recites armónicamente esas ultimas palabras que brillarían en mis ojos por cada recuerdo permíteme navegar dentro de ti y afirmar todo lo que hasta ahora son creencias no me dejes en la incertidumbre regálame tu último pulso que lo será todo, entregándote a la nada lamentable perdida de mi plenitud por favor, que la muerte te abandone un segundo
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"The ocean is my cathedral." - Islay Aitchison.
The series is an exploration of contemporary religious-less self-baptism. Some photographed indoors and some photographed in nature, these photographs present the ritualistic and intrinsic quest for self-baptism in the contemporary age. The series can be seen as a portrait of the human condition, our primal search for meaning and self-discovery. Although these women do not identify with a religion, they feel a sense of renewal and reconciliation in certain places. I have photographed them carrying out their religious-less self-baptism with their eyes closed, in their private moment. Contrary to popular and historic representation of women in art, they have voices – a quote alongside their image concretes their intelligence and sense of spirituality and the honesty of the image. Also, they are named; they are real women with real thoughts on the world and their minds. They are not represented as fragile and small in their surroundings; rather, they appear empowered and in the process of renewal. Each photograph shows immersion, and through immersion these women find power and purpose.
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