Tumgik
alejorecaptcha · 2 years
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¿Por qué comemos palomitas en el cine?
En “Cultura Mainstream” el sociólogo y periodista Frédéric Martel recuerda el proceso de investigación que lo mantuvo viajando de Hollywood al Cairo. Se trata de un ensayo fascinante sobre la geopolítica de la industria de contenidos –tradicionalmente llamada “creativa”, “del entretenimiento” o “cultural”- y su peso económico en todo el planeta. Es un punto de vista –muy francés- sobre cómo la cultura del entretenimiento ha moldeado sociedades, economías y toda una visión del mundo.
Un ejemplo de la mecánica adoptada por el autor para ilustrar sus argumentos es la del texto dedicado a las palomitas en el cine: ¿cómo un elemento que parece anexo es en verdad un eje estratégico en una industria, y que ha perdurado en el tiempo para convertirse en un verdadero rito global e intercultural?
De nuevo, fascinante:
“Contrariamente a los responsables de los estudios hollywoodenses, que se arriesgan y a veces juegan a la ruleta rusa, los dueños de las salas de cine saben perfectamente lo que hacen: saben que su negocio son las palomitas.
La historia de la llegada de las palomitas a las salas de cine estadounidenses se remonta a la Gran Depresión de 1929. Los dueños de los cines, que todavía eran independientes en mayoría, necesitaban en aquella época de bancarrota nacional nuevas recetas financieras. Al  ver que los espectadores antes de entrar en el cine compraban chucherías en los pequeños delis o los diners que había en los alrededores, tuvieron la idea de empezar a vender también ellos caramelos o botellas de Coca-Cola. Y el éxito los sorprendió.
Las palomitas de maíz, un producto mágico, se vuelven populares en la década de 1930. Tienen la doble ventaja de ser fáciles de producir y de tener un costo ínfimo respecto a su precio de venta: 90 por ciento de los ingresos son puro margen. (…) Las salas empiezan a comprar maíz para palomitas al por mayor, directamente a las industrias agroalimentarias que lo refinan, y se comercializan unas máquinas automáticas más eficaces. Paralelamente, la industria del maíz, concentrada en el Medio Oeste, se desarrolla y multiplica su producción por 20 entre 1934 y 1940. Estados Unidos se convierte- y todavía lo es- en el primer productor mundial de maíz. El lobby del corn se estructura en el Congreso, en Washington, promocionado por el Ministerio de Agricultura Y el Ministerio de Defensa. Gracias a ello, el maíz invade todos los productos (…).
En la década de 1950, el agrobusiness del maíz identifica las salas de cine como una salida potencial para los excedentes de este cereal. Se lanza una ofensiva comercial dirigida a los exhibidores, todos ansiosos de vender más palomitas, consistente en campañas publicitarias para sus salas. (…) Los mostradores aumentan, las porciones también, y consiguiente los precios. Uno de los directivos del AMC Mall of America 14, con el cual me entrevisto en Minneapolis, me explica que la rentabilidad del cine no reside tanto en las entradas como en las concesiones cuyos ingresos conserva íntegramente el exhibidor.”[1]
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alejorecaptcha · 2 years
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Originales: desmontando mitos sobre #innovación y #emprendimiento
Recientemente, una pareja de amigos se puso en la tarea de visitar apartamentos para comprar. En una de las visitas, el agente inmobiliario, al conocer que el comprador es un académico, empezó a hacer referencias a la tranquilidad del apartamento y a la vista a un parque lleno de árboles como elementos perfectos para alguien a quien –atención- le encanta fumar marihuana. Sí, así de malamente original, increíble e inapropiado. Cabe aclarar que la realidad del comprador no puede ser más diferente.
Apenas con 5 minutos de conocer a alguien creemos saber cuál es su “perfil” y lo encasillamos con etiquetas y atributos. Damos por sentado un ritmo de vida, una personalidad y toda una historia que en realidad solo existen en nuestro imaginario. Estos famosos arquetipos –que nos recuerdan a los de Jung tan aprovechados por la publicidad y las marcas en un entorno C2C- acuden a nuestra pereza mental, a nuestra naturaleza prejuiciosa y a todo un imaginario que las marcas y la industria cultural y de entretenimiento han construido durante los últimos dos siglos en nuestras cabezas.
Sin embargo, esa “cosificación”, como la llamaría Sartre, es un juego de percepciones que establecen un sistema de convenciones  que nos ayudan a vivir más fácil una realidad sobrecargada de información. La realidad es mucho más compleja (afortunadamente) y es que vivimos en un mundo de matices donde todo es relativo y contextual.
Adam Grant -profesor en Warthon y consultor especialista en temas de innovación y motivación (y ex mago y ex atleta de trampolín olímpico, para posicionarse con una trayectoria bien original), en “Originales” se propone romper estereotipos y busca, más bien, explicar cómo navegar en el entramado universo de las convenciones corporativas y el implacable status quo con el objetivo de sacar adelante las nuevas ideas. En este camino, se centra en personajes con una perspectiva amplia del mundo, y desmonta mitos para recontextualizarlos con estudios de Ivy Leagues o a través de las anécdotas de ejecutivos “originales” que han marcado hitos en materia de innovación –como Donna Dubinsky, que se enfrentó a Jobs para defender sus ideas, o Martin Luther King, que procrastinó para producir uno de los discursos más famosos de la Historia-. De hecho, los capítulos se encadenan alrededor del crecimiento de un emprendimiento de venta de gafas online que el autor, arrepentido, subestimó en su momento.
Los originales no son, necesariamente, personajes extrovertidos, arriesgados y que se visten diferente, y los emprendedores exitosos no son solo aquellos apasionados por sus ideas que se lanzan al mercado como pioneros. Todos podemos ser unos innovadores en nuestros ámbitos, el éxito es exitoso en la ejecución más que en la idea revolucionaria, y la medición del riesgo y de la oportunidad son catalizadores más que stoppers.
“Originales” se lee fácil, está ausente de tecnicismos y avanza a través de la perspectiva de los personajes de historias cortas –muy al estilo de otros dos autores mencionados a lo largo de los capítulos y que he tenido la oportunidad de leer: Gladwell y Pink-. Las lecciones resultantes son tan prácticas como profundas y permiten contextualizar y dar un aire fresco a todos esos clichés y arquetipos sobre nuevas ideas y emprendimiento que inundan nuestras pantallas.
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alejorecaptcha · 2 years
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Yo también me invertí el apellido
Sí. Me invertí el apellido, no me lo cambié. Ya no me llamo Alejandro Medina Hoyos sino Alejandro Hoyos Medina. A muchos les parecerá ridículo que a esta edad piense en cambiar parte de mi nombre. Pero más aún, la mayoría de personas con lo primero que asocian este acto es con un acto de indiferencia, desprecio o resentimiento y hasta odio contra mi padre. Y lo primero que quiero aclarar aquí es que no lo es. AMO A MI PAPÁ. Y es más… el fue el primero en haberme apoyado 😊. Ya les contaré como fue la telenovela.
Todo comenzó con una amena conversación entre amigos en una tarde de ocio acerca de nombres, en la que terminamos comentando acerca de personas que se cambiaban su nombre o su apellido. La conversación trajo a alusión a casos de hombres que en Estados Unidos, para honrar a su mujer, luego de haberse casado se cambiaron el apellido por el nombre de su esposa contrariamente a lo que suele suceder que es que la esposa cambie su apellido de por vida al contraer nupcias; y finalmente alguien mencionó como recientemente se han documentado personas que deciden ir a “invertirse” el nombre. No necesariamente a cambiárselo.
Casualmente, me enteré de que es normal en Brasil que una persona escoja el orden de sus dos apellidos y que sorprendentemente, la mayoría escojan primero el de su madre; y que el linaje de importancia para muchas de las culturas ancestrales precolombinas era el de la madre. O sea, en algunas culturas, la jefatura política, es decir el rol de Caciques o Cacicas, por ejemplo, era heredado de generación en generación siguiendo el hilo del linaje femenino y no el masculino. Con lo cual, finalmente no era tan descabellado pensar en llevar el apellido de mi madre, aquella que además me llevó en su vientre y quien sufrió el dolor de parto… es que en realidad de descabellado pasa a ser lo más lógico.
A lo largo de mi vida, siempre ha sido motivo de profunda tristeza y compunción permanente e inconsolable llegar a la conclusión personal de que nacer mujer en este mundo es por lo general desventajoso desde el momento cero y más que desventajoso es un hecho que sella un futuro triste, y duro por no escribir otras palabras. Lo digo al ser testigo directo, vivo y ocular del caso de todas las mujeres a mi alrededor encabezadas por el ser que mas amo en este mundo: mi madre; así como por un sinfín de mujeres que han contado sus historias. Especialmente historias en las que aquellas que deciden ser madres, en su gran mayoría, sufren por periodos de total abandono, soledad añadido a adversidades y tribulaciones. Para no alargarles más la historia de lo que ya es, el caso es que en mí el tema de la mujer y sí, el del feminismo, se convirtió en uno de mis temas obsesivos y más que en un tema, en una causa.
Así que se me ocurrió que para mí personalmente, una manera de levantar mi nombre en pro de estas mujeres aguerridas, sufridas, vulneradas, abusadas, engañadas, irrespetadas, ultrajadas, olvidadas y todas las “adas”, podía ser la opción de llevar con orgullo el nombre de mi madre de primero y antepuesto. Podría ser un gesto de honra hacia mis mujeres, y hacia las mujeres, un grito de queja, un signo de GRAN ADMINRACIÓN por todas aquellas que han logrado salir adelante en condiciones que realmente nadie merece vivir, una honda de amor hacia todas aquellas para quienes no puedo hacer nada más que enviarles mi simpatía, cariño, apoyo, empatía, sensibilidad y comprensión.
No soy “feminazi”, no quiero que las mujeres sean iguales a los hombres ni nada de eso, ni lo hago por que está de moda y suena “cul”. Lo hago porque sueño con un mundo en el que la mujer sea tratada como debe ser, en el que sea honrada, amada, protegida e incluso aplaudida y halagada merecidamente y en permanencia. (Cuando se justifique, ¿no? Porque también soy consciente de que malas mujeres también... ¡sí que la hay! :)). Lo hago porque para mi es importante. Y porque tal vez, en cierta forma, es una manera de sopesar mis lágrimas, mi amargura y esta tristeza traumática e inapagable. Y lo hago porque además, se me da la gana.
Aunque la verdad, no me las puedo dar del valiente, porque obviamente me daba cosa imaginarme la reacción que mi padre podría llegar a tener; y especialmente me daba temor pensar que lo malinterpretara como un gesto de odio que terminara afectando nuestra relación… o mi herencia 😊.
Así que, con todo el miedo del mundo, o ni siquiera… con todo el terror del mundo. Abordé el tema discretamente con mi padre quien, menos mal, terminó entendiendo que no era ningún acto de deshonra y que invertirme el apellido no era incompatible con el cariño incambiable y profundo que le tengo. Por supuesto que es más que un orgullo llevar el Medina de mi padre pero también el de mi madre y si tuviera que escoger cual va primero, sin duda tenía que ser el Hoyos.
Lo que jamás me esperé y que ahora admiró más que muchos otros gestos es que mi padre se haya unido a la causa y que haya visto el lado trascendental de mi iniciativa. Pero más aún, que haya tomado su apoyo hacia mi como una forma de unirse al movimiento pero sobre todo de aceptar el daño que le hemos causado a las mujeres y de convertir este gesto también en un “Les pedimos perdón”.
No me pregunten que hubiera pasado si mi padre se hubiera opuesto, porque no ocurrió. El caso es que para mi se convirtió así en un gesto demasiado importante. En algo que tenía que hacer. En algo que estaba loco por hacer. Punto.
Así que me place despedirme estrenando firma, no sin antes agradecer de vivir en un sitio donde a pesar de todo, aún se disfrutan ciertas libertadas, como la libertad de llamarse como uno quiera. Y así me llamo yo.
Abrazos,
Orgullosamente.
Alejandro Hoyos Medina
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alejorecaptcha · 3 years
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Ecosistemas culturales, #creatividad y #marketing
Conexiones Creativas
Hace un mes (aprox) mi alma matter, el Istituto Europeo di Design –IED-, y el Art Bureau of Latin American Certifications –ABLAC-, me invitaron a asistir a un congreso en pleno corazón de la ciudad amurallada de Cartagena. En el claustro de Santo Domingo, con sus palmeras rodeadas de arcos, el #EcosistemaArte organizado por el think tank de economía creativa «Conexiones Creativas» acogió a más de 60 actores de relevancia en el sector cultural para cruzar palabras sobre temas de fondo:  lo público, lo privado, la producción, la comercialización, los medios, los públicos, los mercados…
Si bien, hubo un enfoque demasiado fuerte en torno a las artes visuales, las presentaciones fueron de primer nivel, siempre seguidas de debates de calidad. Tres presentaciones me impactaron en particular.
Conectores, emprendedores e innovadores
La presentación de Celia de Birbragher, directora de ArtNexus, fue un recorrido delicioso por las colecciones más importantes de América Latina. Celia habla con elegancia y sinceridad, con la emoción y la seguridad de aquel que es apasionado pero experto a la vez. Lo fascinante de sus anécdotas es ese perfil del cliente de arte que denotan: el que se enamora a primera vista pero que se apoya en su experiencia, en el conocimiento de la historia, y  en un olfato para descubrir aquello que tendrá un valor futuro. Un consumidor que es, además, extremadamente sensible al servicio al cliente y a la capacidad de fidelización de sus sofisticados proveedores (aka. las galerías).
La presentación de Eduardo Brandao fue una invitación a soñar. Su increíble galería Vermelho en Sao Paulo es considerada una de las más importantes de este lado del mundo. Es un verdadero centro cultural con sala de cine, editorial propia, desfiles de moda y talleres de cocina que terminan a medianoche. Un emprendimiento que responde a una visión apasionada, una misión coherente y a una estrategia orgánica de marketing: la cultura como producto (la galería) y como herramienta de posicionamiento y comunicación (acción cultural). Un ejemplo de que pasión y negocio funcionan como cocktail de éxito gracias y para la cultura.
Por último, la reflexión de Lucía González fue, de lejos, la que más removió temas de fondo. Con una visión social e integradora como pocos la tienen, pidió que se bajara del pedestal al ARTE en letras mayúsculas sinónimo de galerías, artes plásticas, y academia, para fijarnos más bien en los interesantísimos emprendimientos sociales de grupos de música urbana de las comunas de Medellín, entre otros ejemplos. Proyectos culturales que se autofinancian y con un impacto social, demostrando que con innovación y creatividad pueden ser el objeto de estructuras culturales sólidas: ¿la cultura como modelo de negocio? ¿La cultura como posibilidad de desarrollo social? ¿La cultura como salida en un país con tantos problemas –no olvidemos que Lucía trabaja en el Alto Comisionado para la Paz-?
La creatividad como motor de desarrollo
Hace un tiempo, participé en el I° encuentro de arte de Tolima, unas jornadas que buscaban evaluar el estado del arte de la industria cultural tolimense. Participé animando la mesa de marketing.
La gran problemática era si los públicos y el mercado no habían llegado ya a un punto de saturación, por un lado. Por otro, la pregunta que surgió es si no haría falta un trabajo de curaduría que permitiera una producción de calidad y diferente. Muchos de los portafolios demostraban habilidades técnicas, pero todos eran lo mismo… ¿Dónde está la creatividad, la innovación, lo diferente? ¿Si hubiese un cliente, por qué este elegiría a uno u otro artista? ¿Por qué elegiría a un artista de la región y no un bodegón chino que venden en una gran superficie?
Recordemos que el marketing tiene dos grandes pilares: la estadística y la creatividad. La estadística se enfoca en el conocimiento del mercado y los contextos, la creatividad en la oferta y la comunicación. La información estadística se puede conseguir contando y observando. Pero ¿la creatividad…? Es mucho más complejo, porque la curiosidad y el criterio se forman desde la educación en las aulas de clase, con la experiencia… Tal vez tengamos un gran reto en este sentido, ya que enseñando a generar ideas podemos provocar cambios capaces de transformar toda una sociedad, más allá del arte y de la cultura.
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alejorecaptcha · 3 years
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«Tengo buenas y malas noticias»: ¿Cuáles debería contar primero?
Daniel Pink ha sido presentador de un programa de la National Geographic, redactor de los discursos de Al Gore, pero es sobre todo conocido por ser un autor y speaker (tipo Ted) sobre motivación, comportamiento, negocios y creatividad.
En “Cuándo, la ciencia de encontrar el momento preciso”, Pink analiza los momentos y los tiempos en los que somos más productivos, más receptivos o más asertivos y su relación con la toma de decisiones personales y profesionales. Unas 300 páginas de capítulos cortos, anécdotas y tips que se leen muy fácil.
A continuación, un extracto del capítulo 5: “Finales, Maratones, chocolatinas y el poder” que se centra en cómo empezar y cómo terminar de contar esas noticias mixtas que surgen en nuestro cotidiano personal y profesional. Lo interesante: que la respuesta no es ni blanco ni negro -como todo en la vida-, sino un cocktail complejo y sorprendente.
En mi caso personal, en un contexto de cambios y reflexiones sobre «next steps», no puedo decir que el libro me haya dado la clave para tomar alguna decisión en particular. Eso es algo no-delegable, es y será una responsabilidad que tiene que asumirse como individual. Sin embargo, sí me ha permitido poner en perspectiva y enfriar la cabeza a la hora de pensar en inquietudes, ideas y «pros» y «cons» de aquellas vías que se van abriendo en el camino.
“Tengo buenas y malas noticias”.
Seguro has dicho esto alguna vez. Ya seas padre, profesor, médico o escritor y estés tratando de explicar que no has podido cumplir un plazo, has tenido que transmitir una información –en parte positiva y en parte no- y has empezado de esta forma ambivalente.
Pero ¿por qué parte de la información deberías empezar?
¿Debería ir las buenas noticias antes que las malas? ¿O lo feliz debería seguir a lo triste?
«[…] Supongamos que eres el receptor de mis noticias mixtas, y que tras prepárame para disparar (“tengo buenas y malas noticias”) añado una pregunta: “¿Qué prefieres oír primero?”). Piénsalo un momento.
Lo más probable es que optes por oír primero la mala noticia. Distintos estudios realizados a lo largo de varias décadas han revelado que aproximadamente cuatro de cada cinco personas “prefieren empezar con una pérdida o resultado negativo y terminar con una ganancia o resultado positivo, y no al revés”. Nuestra preferencia […] está clara: las malas noticias primero, las buenas al final.
[…] La ciencia de los tiempos ha revelado –de  forma repetida- lo que parece ser una preferencia por los finales felices. Favorecemos las secuencias de sucesos que suben en vez de bajar, los que nos levantan el ánimo en vez de desanimarnos, y simplemente saber que existe esta propensión puede ayudarnos a comprender nuestra conducta y mejorar nuestras interacciones con los demás. Por ejemplo, los psicólogos Ed O’Brian y Phoebe Ellsworth, de la Universidad de Michigan, querían comprobar cómo los finales modelaban el juicio de las personas. Así que llenaron una bolsa con chocolatinas Hershey’s Kisses y se fueron a una zona muy transitada del campus de Ann Arbor. Instalaron una mesa y les dijeron a los estudiantes que estaban haciendo una prueba de degustación de las nuevas variedades de la maca con ingredientes autóctonos.
[…] Una ayudante de los investigadores […] sacó una chocolatina de la bolsa y le pidió a una de las participantes que la probara y la puntuara del uno al diez.
Después, la ayudante decía: “Toma tu siguiente chocolatina”, y le daba otro dulce a la participante y le pedía que puntuara esa otra. Después, la ayudante y su participante hicieron lo mismo con otras tres chocolatinas, sumando en total cinco chocolatinas (los degustadores de las chocolatinas nunca sabían cuántas iban a probar).
El meollo del experimento llegaba justo después de que la gente probara la quinta chocolatina. La ayudante de los investigadores decía a la mitad del grupo: “Toma tu siguiente chocolatina”, pero a la otra mitad le decía: “toma tu última chocolatina”.
Las personas informadas de que la quinta chocolatina era la última –y que la supuesta degustación ya terminaba- dijeron que la chocolatina les gustaba muchas más veces que quienes pensaban que era simplemente la siguiente. De hecho, a las personas informadas de que una chocolatina era la última, esta les gustaba considerablemente más que cualquier otra chocolatina que hubieran probado. […] “Los participantes que sabían que se estaban comiendo la última chocolatina de la degustación la disfrutaban más, la preferían a otras chocolatinas y valoraron mejor la experiencia general, que los participantes que pensaban que simplemente se estaban comiendo otra chocolatina más de la serie”.
Los guionistas entienden la importancia de los finales que levantan el ánimo, pero también saben que los mejores finales no siempre son felices en el sentido tradicional. Con frecuencia, como una última chocolatina, son agridulces. “Cualquier puede crear un final feliz: solo hay que darle a los personajes lo que quieran –dice el maestro de guionistas Robert McKee-. Un artista nos da la emoción que nos ha prometido […] pero con una ráfaga de comprensiones repentinas”.
[…] “En todas las películas de Pixar, el personaje principal logra el objetivo que quiere, pero luego resulta que no es lo que el protagonista necesita. Normalmente, esto lleva al protagonista a renunciar a lo que quiere (una casa, la Copa Pistón, Andy), para conseguir lo que necesita (un verdadero pero improbable compañero, amigo de verdad, una vida con amigos)”. Esta complejidad emocional es fundamental para los finales más elevados.
Hal Hershfield  […] y Laura Carstensen, formaron un equipo junto con otros dos investigadores para explorar qué da sentido a un final.
[…] Los investigadores descubrieron que el núcleo de los finales con significado está en una de las emociones más complejas que experimentan los seres humanos: el sobrecogimiento, una mezcla de alegría y tristeza. […] Una razón por la que pasamos por alto el sobrecogimiento es que actúa por una física emocional que va de abajo hacia arriba. Añadir un pequeño componente de tristeza a un momento por lo demás feliz eleva ese momento, en vez de disminuirlo. […] Los mejores finales no nos dejan una sensación de alegría, producen algo más rico: una ráfaga de comprensiones repentinas, un instante fugaz de trascendencia, la posibilidad de que al descartar lo que queríamos hayamos obtenido lo que necesitábamos.
[…] Pero los finales también pueden ser una fuerza positiva. Pueden darnos energías para alcanzar un objetivo, pueden ayudarnos a editar lo que no es esencial para nuestras vidas y pueden ayudarnos a levantar el ánimo, no mediante la búsqueda de la felicidad, sino del poder, más complejo, del sobrecogimiento. Los cierres, conclusiones y culminaciones revelan algo esencial sobre la condición humana: al final, buscamos un significado.
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alejorecaptcha · 3 years
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La civilización del espectáculo
Una invitación a la reflexión
En el mundo de la imagen y de lo efímero, en aquel marcado por la frivolidad y el amarillismo mediático –en fin, en un mundo que ya no piensa- parece más legítimo que nunca reflexionar sobre el rol de la cultura y entretenimiento entendidos como “reflexión”.
Es un mundo tan paradójico como el descrito desde el otro lado de los medios en aquella película de Sofía Coppola que tiene lugar en un castillo hollywoodense -y por ende desprovisto de pasado, leyendas medievales o historias de guerras-. Un mundo de aburrimiento, vacío y de héroes cobardes.
En su más reciente ensayo, La civilización del espectáculo, Vargas Llosa reflexiona sobre esto, sobre la definición de cultura en su origen y su comprensión contemporánea, de la televisión, del cine… sobre su metamorfosis en la postmodernidad, y sobre su relación con aquellos temas que estructuran y construyen nuestras sociedades.
La escritura es clara y sin pretensiones y es consecuente al hacernos ir más allá de la lectura como mero objeto de diversión, sacándonos de ese círculo vicioso en el que vivimos y empujándonos a reflexionar. Sin embargo, como planteo como conclusión, considero que hay que alimentarse de los ejemplos –ciertos- que al autor lanza con sus palabras, pero que el lector debe mantener su criterio claro: la definición de cultura se ha transformado, efectivamente, pero tal vez no al 100% para mal…
La banalización de la cultura por Vargas Llosa
A modo ilustrativo, transcribo un extracto que resume bien la dinámica del libro y perteneciente al capítulo dedicado a la relación entre la cultura, política y poder. De hecho, este capítulo en particular se deja entender por el lector colombiano, tristemente, como una radiografía de nuestro país…
“La frenética búsqueda del escándalo y la chismografía barata que se encarniza con los políticos ha tenido como secuela en muchas democracias que lo que mejor conozca de ellos el gran público sea solo lo peor que pueden exhibir. Y aquello que exhiben es, por lo general, el mismo penoso quehacer en que nuestra civilización ha convertido todo lo que toca: una comedia de fantoches capaces de valerse de las peores artimañas para ganarse el favor de un público avío de mañas para ganarse el favor de un público ávido de diversión. (…)
La raíz del fenómeno está en la cultura. Mejor dicho, en la banalización lúdica de la cultura imperante, en la que el valor supremo es ahora divertirse y divertir, por encima de toda otra forma de conocimiento o ideal. La gente abre un periódico, va al cine, enciente la televisión o compra un libro para pasarla bien, en el sentido más ligero de la palabra no para martirizarse el cerebro con preocupaciones, problemas, dudas. Sólo para distraerse, olvidarse de las cosas serias, profundas, inquietantes, y difíciles, y abandonarse en un devaneo ligero, amable, superficial, alegre y sanamente estúpido. (…)
La prensa sensacionalista no corrompe a nadie; nace corrompida por una cultura que, en vez de rechazar las groseras intromisiones en la vida privada de las gentes, las reclama, pues ese pasatiempo, olfatear la mugre ajena, hace más llevadera la jornada del puntual empleado, del aburrido profesional y la cansada ama de casa. ”[i]
Sugerencia de lector a lector
Mi humilde sugerencia es la de invitar a una toma de distancia con el autor y a una delimitación de los conceptos. La prosa de Vargas Llosa atrapa, sus argumentos ácidos son fuertes y su hipótesis es indiscutible: la definición y conceptos de cultura se han transformado. Ya no hay una Kultura, si no muchas con muchas caras y dimensiones. Pero el amarillismo y el escándalo son solo una de esas dimensiones. La cultura de lo light es omnipresente efectivamente, pero me pregunto si es un fenómeno exclusivo de la postmodernidad, o si es simplemente un fenómeno que siempre ha existido de manera elitista y que en la postmodernidad  se ha masificado…
Dentro de un exceso de oferta de entretenimiento como el que existe hoy en día, soy un firme creyente de que no todo está perdido: existen millones de propuestas de calidad. El reto precisamente radica en desarrollar un criterio propio que nos permita elegir y diferenciar, en vez de recibir y tragar.
Para terminar con el principio, y para enredar más el enredo, a continuación transcribo un extracto de una entrevista a Sofía Coppola en el marco de la promoción de su película Somewhere sobre aquel aristócrata contemporáneo, tan vacío como inerte, que vive en su habitación del Château Marmont:
There’s one particular scene with the two blonde dancers and Johnny falls asleep while they’re performing and you just stretch that moment out. What kind of effect were you going for with that?
Sofia Coppola: I was trying to start the movie in his state of mind and his point of view. It should be exciting to have these twins in your room, performing, but it’s not the first time; they’ve probably come every week for months and he’s on painkillers. I didn’t want it to feel exciting; he’s kind of stuck and just really feel like you’re alone with someone in their private moments. [ii] 
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alejorecaptcha · 4 years
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#Socialmedia, redes de clientes y relacionamiento: la soberanía del consumidor
“El valor del poder colectivo de los consumidores se basa en el valor de una red. Ésta puede ser una red basada en relaciones uno-a-uno, relaciones de una persona con muchas, o de muchas que se interrelacionan entre sí. Cuando las empresas difunden sus historias de marca a través de la publicidad, en la red de consumidores, las  historias se van extiendo, pasando de un miembro a otro de esa red.  El inventor de Ethernet, Robert Metcalfe, lo explicó en su Ley de Metcalfe, que afirma que el poder de una red de n miembros en un contexto de uno-a-uno es igual a n2. No obstante, la Ley de Metcalfe subestima el poder de las redes cuando se trata de relaciones de una persona con muchas otras o de muchas que se interrelacionan, es decir, cuando los consumidores mantienen conversaciones con otros consumidores simultáneamente. Esto lo refleja la Ley de Reed, que se suele utilizar para explicar el fenómeno de las redes sociales. Según Reed, el poder de una red en un entorno de conversaciones múltiples entre diversos usuarios que se interrelacionan, con n miembros participantes es igual a 2n. Siempre que n sea mayor o igual a cinco, el poder de una red de interrelaciones múltiples es siempre mayor que el de una red de red de tipo uno-a-uno. Este sencillo cálculo es el concepto en el que se basa el poder del que goza el consumidor.”
“El poder que recae en manos de los consumidores es la plataforma para el diálogo entre ellos. Las conversaciones de múltiples participantes son las que hacen que una red de clientes sea tan poderosa. La historia de una marca no tiene significado alguno si los consumidores no hablan de ella.”[2]
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alejorecaptcha · 4 years
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Donaciones, desconfianza y empatía en tiempos de incertidumbre
Junto con un par de colegas presentamos como proyecto de grado de fin de MBA, el año pasado, un proyecto centrado en el tema de las donaciones, asociaciones, ONGs y fundaciones con una misión humanitaria. (Más allá de sonar muy MBA-millenial la cosa, el tema del impacto social se venía gestando desde mucho antes (-;).
En medio de un enredo de información, encuestas y entrevistas aparecieron, muy bien delineados, un par de ejes de reflexión:
La voluntad y compromiso por parte de los fundadores o promotores de esas fundaciones.
La desconfianza y visión transaccional por parte de todos los que ven (vemos) esas estructuras desde fuera (agravado en Colombia por una estructura social de polarización en todo sentido).
Por estas latitudes – Colombia es pasión- tenemos a muchas personas interesadas en ayudar (aunque en nuestra encuesta solo el 7% habían donado, estos lo habían hecho varias veces), afortunadamente (ya sea por consciencia social principalmente, o por esa especie de “búsqueda introspectiva” muy de tendencia, o incluso “porque toca”…). Otras no saben dónde ir, a quién donar o en quién confiar… Sin embargo, en relación a la donación, también hay muchas otras que se escudan en el concepto de la desconfianza. Por un lado, está el miedo a que “se roben” las donaciones (y no podemos obviar una cultura e historia de corrupción en todos los niveles). También, en las explicaciones tenemos a la honesta pereza o a la falta de empatía. Finalmente, y es el punto que personalmente me parece más interesante, es el del impacto.
Pobreza y Covid 19
El “enséñame a pescar y comeré toda la vida” nos habla mucho de impacto: no es lo mismo un proyecto estructurado con una mirada al largo plazo y con resultados sostenibles que una acción puntual con un impacto de un día y que apaga un incendio con una llama siempre activa. La donación, como tal, se inscribe más en una óptica cortoplacista, y según esta lógica, en una estrategia poco eficaz y sostenible en el objetivo de ayudar.
¿Pero qué ocurre cuando no hay una visión clara del largo plazo -ni siquiera del mediano-? ¿Qué ocurre cuando aparece una pandemia mundial que pone todo de cabeza y al mundo entero en cuarentena?
Según un reporte reciente de las Naciones Unidas, la pandemia podría representar que entre 180 a 580 millones de personas ingresaran al grupo de población en situación de pobreza. O sea, que en un escenario conservador tendríamos 180 millones de personas que pasarían, este año, a tener ingresos de menos de USD 1.9 para vivir por día. La ILO estima que en 2020 van a haber entre 9 y 35 millones de “working poor” (línea de pobreza de US 3.20 por día) en países desarrollados.  
En Colombia, en 2018, casi un tercio de la población era pobre, según el DANE, y unos 3.5 millones de personas vivían con menos de 117.000 pesos al mes. Además, “el 47 % de la población vive de la informalidad; es decir, viven del día a día. Una cuarentena para ellos no es otra cosa que pasar hambre. Son hombres y mujeres que viven del trabajo diario, como ser meseros, vendedores de alimentos perecederos, panaderos y trabajos casi siempre asociados al comercio.”
El impacto de la crisis es devastador, contrayendo el empleo, multiplicando la pobreza y aumentando el hambre de manera inmediata y en especial en países como los nuestros.
Donar, ahora sí
A pesar de que por todos lados nos hayan intentado enseñar a pensar en el largo plazo, a pescar en vez de recibir el pescado (de hecho, en la conclusión de nuestro proyecto MBA, confirmamos que es mucho mejor promover la asesoría en estrategia, la estructuración de data y la adopción de buenas prácticas en gestión, en vez de quedarse en el marketing de fundraising a «cliente» final, que era básicamente el punto de arranque) en esta situación de urgencia, los que podemos, necesitamos ayudar en el inmediato. El incendio es tan grande, que, si no ayudamos en el presente, el largo plazo estará demasiado comprometido. Más que nunca, necesitamos ser reactivos, empáticos y solidarios.
Por eso, en estos momentos, la donación no tiene peros. Afortunadamente, en pocas semanas han surgido cientos de iniciativas: desde empresariales a comunitarias o individuales. Si no se siente tranquilo transfiriendo dinero, puede donar comida, o incluso computadores o utensilios de aseo.
Si no se siente cómodo donando a alguien que no conoce, pregunte, ya que un gran porcentaje de sus amigos podrán hacerle una recomendación. También, su empresa probablemente está organizando una colecta, y si no, puede proponerlo. Si no tiene nada, pero tiene salud, puede donar sangre, o si es experto en algo, puede donar conocimiento. O almuerzos, si es buen cocinero. El colegio de mi perro colecta alimentos entre «los papás perrunos», como dicen ellos, arma mercados y los distribuye con las rutas, si le sirve.
No debería de haber una presión social (o más bien de “redes sociales”), para ayudar: la presión de la emergencia y la realidad de la precariedad en la que muchos que viven en nuestras ciudades ya nuestro alrededor, debería ser más que suficiente.
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