#ay qué vergüenza ser la primera i cant
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declaración policial. @lacupulaint
El interrogatorio se da en una habitación de limitado perímetro gris. Dani está sentado con las piernas entreabiertas, la espalda derecha y el mentón alzado, con la cadena dorada pendiendo del cuello como un ahorcado. No es la primera vez que está en un lugar así, tampoco la segunda ni la tercera. En realidad, nunca ha contado las ocasiones en las que terminó en una comisaría, cualesquiera que fuera la razón de por medio; lo distinto esta vez es que la aprehensión sucede en Estados Unidos, país en el que está por un castigo por calumnias allá en España. Antes de que se encienda la grabadora, en el mismo instante en que ésta se reluce en el aire y va a ser apoyada en la mesa, dice: —Yo no jodo con policías. —Y lo avisa en un Inglés perfecto, ojos que se turnan en mirar a un uniformado y a otro. Son dos y ambos escucharon la negación con oídos atentos de encontrar algo de lo que agarrarse. Resulto ser así, tal cual.
¿Cómo?
—Que no jodo con policías. —Repite. Luego encoge los hombros y pone las manos sobre la mesa, mostrándose, dando a entender que no tiene nada que esconder.
Español, ¿verdad?
Dani no contesta, tan sólo mira aguardando una pregunta que sea sincera, no una que se sabe de antemano. Uno de los contrarios lo mira abriendo el expediente universitario del de veintiún años. Verán más o menos la realidad: buenas calificaciones, más jamás perfectas, una presencia pretendiente de ser totalitaria en el campo de juego, quizá algún comentario sobre una conducta problemática en la nación oriunda, pero acá, como forastero, se comporta bien. Salvo cuando pierde el Real Madrid y ahí Dani sale a la calle.
¿Qué estabas haciendo en el momento del accidente?
Covarrubias queda en silencio un momento, pensativo. ¿Sabrán de su historia en España? ¿Es por eso que mencionan su nacionalidad? Lo mata la curiosidad pero no tiene ganas de evidenciarse, de exponerse. Cree que el prontuario no tiene nada que ver porque sucedió en otro país y tampoco hay ningún cargo pendiente, no se fue de Europa en ascuas, escondido como polizón, así que mencionar deslices en el territorio madrileño es algo que no viene al caso. Estira el cuello, después dice: —Estaba esperando a una chica. —Sostiene la mirada ajena con decisión, aprendido desde chico que esa es la manera en la que uno debe instalarse frente a los otros: nunca desviando la mirada, jamás desistiendo de postrarse mejor. —Me alejé del grupo por eso. Porque estaba hablando con una chica por Instagram y quedamos de vernos en el laberinto.
¿Te encontrabas cerca o lejos de la escena del crimen una vez que comenzaron los gritos?
Los gritos. Dani les podría dar play, pausa y también podría rebobinarlos en su cabeza. Tira los labios hacia abajo, acaso no supiera la respuesta. —Ni cerca ni lejos. —Se defiende. Quizá estaba a tres o cuatro viradas hacia la izquierda, eso es lo más posible. —Hice un camino con piedras y palos para volver con mi grupo. Lo van a ver. —Acaso eso fuera todo lo que necesita decir para dar su tema por finalizado. Ni se revuelve en el asiento ni nada, pero dobla la pierna y apoya el tobillo en la rodilla contraria.
¿Cuál era tu relación con Jack?
Qué pregunta de mierda. Qué pensará su padre allá en Madrid, tiene la incógnita de enterarse cuánto tardará la noticia en llegar ahí y qué pasará luego. Quizá el padre lo acuse de ser el homicida, o tal vez simplemente lo asuma como tal y pretenda que Daniel Covarrubias se comporte como un hombre hecho y derecho y asuma su culpabilidad y acepte una vida sin volver a pisar el Bernabéu. Seguramente eso le encantaría, pero el hijo no le dará el gusto. Queda en silencio un momento, armando el hilo conductor de la próxima frase. —Nos conocíamos. —Un chasquido con la lengua, después la pasa por el filo de los dientes con lentitud, acaso los estuviera contando. Competían o así se sentía para Dani, veían quién podía ser más cerrado, más cruel, más odiado. Claramente ganó Rowland.
¿Le conocías personalmente?
—Casi nada. —Dice. Sabe que estudiaba sociales, que tenía un círculo cerrado y que Dani lo odiaba por poder ser un maldito y tener amigos igual. Él nunca pudo conseguirlo, siempre hay algo que lo desampara. Dani quiere volver a su habitación. En realidad, quiere volver al departamento que tiene en Madrid, y quiere salir a bailar a Bling Bling y pretender que juega al fútbol y no que es lo único que sabe hacer sin mayor error que una confusión. Covarrubias se medía constantemente con Jack, así como siempre ha hecho en la vida: nunca faltar a agarrarse a alguna figura más o menos controversial para tener más ganas de dejar huella con el propio carácter complicado. —Lo cruzaba en eventos y por los pasillos.
¿Alguna vez tuviste algún conflicto con Jack?
Dani humedece los labios. No llamaría así a tener un par de choques de cabeza por no soportarse. Nunca escaló a nada, quizá nadie se enteró si quiera que Covarrubias y Rowland tenían pica. De todos modos, se pone a la defensiva otra vez: —Jack Rowland tiró una pastilla al trago de una chica. —Explica lo que las voces de la universidad saben. —Él tenía conflictos con otros.
¿Cuál fue tu última interacción con Jack?
Dani encoge los hombros. —No lo sé. —Quizá lo vio hoy yendo a entrenar con el bolso con el cambio de ropa agarrado por el hombro. Tal vez lo vio ayer, en la biblioteca. La verdad, si anotase en su cabeza la de veces que se cruza a compañeros con los que no se lleva bien... Dani se humedece los labios, preocupándose por el pellejo propio y nada más: —Quiero un abogado.
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