No me sorprende demasiado que las serpientes coloridas o relacionadas con el arcoiris (Amaru, Boitatá, Mogonaló) sean tan comunes en la mitología sudamericana, teniendo en cuenta que la boa arcoiris (género Epicrates) se distribuye por todo el continente.
Esa foto no está editada, las escamas son así de tornasoladas. He tenido la fortuna de verla en persona y es aún más impresionante.
Y por supuesto, no tenemos que descartar los intercambios culturales con las culturas andinas. Las crónicas de los primeros europeos en el Amazonas registran que los habitantes describían lugares correspondientes a los Incas, era claro que estaban al tanto de lo que ocurría en los Andes. Los pueblos wichí (que de por sí están muy cerca a la región andina) tienen leyendas casi idénticas al Amaru, de una serpiente subterranéa arcoiris que controla la lluvia y las fuentes de agua. Y por supuesto, parece ser un patrón cultural muy profundo, miren la Huaca del Dragón (también conocida, y no es coincidencia, como Huaca Arcoiris), en Perú:
Hubo también intercambios con el otro ser mitológico tan conocido en Mesoamérica, la Serpiente Emplumada? Es muy posible, aunque quisiera hacer otro post de contacto Sudamérica/Mesoamérica para hablarlo con más detalle. Pero también, la serpiente emplumada tiene una inspiración bastante clara, solamente miren a un quetzal en vuelo:
Para quien quiera representar simbólicamente el devenir, y los ascensos y descensos de la naturaleza, el escalón y la escalera encarnan la experiencia primigenia de la humanidad. Son el símbolo de la lucha entre lo alto y lo bajo en el espacio, de la misma forma que el círculo –la serpiente enrollada– simboliza el ritmo del tiempo.
El ser humano, que ha dejado de caminar en cuatro patas para hacerlo en posición erecta, y que por lo tanto necesita de un instrumento para vencer la fuerza de gravedad cuando mira hacia arriba, ha inventado la escalera para ennoblecer sus deficiencias con respecto al animal. El hombre, que a la edad de dos años aprende a caminar, percibe la felicidad del escalón porque, como criatura que tiene que aprender a andar, recibe al mismo tiempo la gracia de poder elevar la cabeza. El movimiento ascendente es el acto humano por excelencia, que busca elevar al hombre de la tierra al cielo: es el verdadero acto simbólico que le confiere nobleza al acto humano de mantener levantada la cabeza, mirando hacia lo alto.
La contemplación del cielo es la gracia y a la vez la maldición de la humanidad.
—Aby Warburg, El ritual de la serpiente. Traducción de Joaquín Etorena.