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“I don’t care about perfect timing, this is it” (Julia x David:Bodyguard oneshot)
Nota: Es el primer fic que escribo y me motivé porque me hacía falta ver/leer una escena de ellos en el elevador. Quise escribirlo en español porque primeramente, es mi idioma y segundo, creo que no he encontrado fics de Julia&David en español. El título se inspira en una estrofa de la canción “Schedules” de Sigrid.
Contextualización: Esta escena se ubica entre la primera vez de ellos y la segunda. *Me rehuso a creer que Julia murió así que si vuelvo a escrbir otro one shot, siempre será en el espacio-tiempo infinito de los cap 1 al 3. oki? jaja*
Estaban en el elevador del hotel que los subía a las habitaciones. Se sentía la tensión entre ellos, los dos habían tenido un largo día de trabajo, pero la tensión no era sólo por eso. Ambos hicieron un leve movimiento en sus lugares que hizo que se tocaran las manos, sus dedos. Por unos segundos. A ella le dio un escalofrío por dentro, él tragó saliva.
No se miraron, querían hacerlo, pero temían qué podría pasar cuando sus miradas se juntasen. Era todo bastante incómodo después de aquella noche, que ninguno de los dos pudo olvidar.
En la mitad del viaje algo pasó y el elevador se detuvo. Frenó bruscamente y se apagaron las luces, pero segundos después se prendieron barras de iluminación en el panel de los botones, tenían un color amarillo tenue. Esa era toda la luz que tenían.
¿Qué fue eso? ¿qué pasó David? -dijo Julia preocupada.
No lo sé ma’am, pero no se preocupe, estará todo bien. -contestó David-. Atención, aquí DI Budd, el elevador se ha detenido, pero todo está bien, no veo ningún peligro aún. -David anunció a través del auricular.
La preocupación de Julia no se había disipado en sus ojos y David lo notó.
De seguro ha sido un corte de luz en el hotel, o una falla técnica, pero estamos bien. La protegeré -le dijo intentando calmarla y lo dijo en serio, él la protegería siempre-.
Julia sintió unas fuertes ganas de abrazarlo, sus brazos fuertes protectores, acogían su cuerpo y le brindaban seguridad. Las palabras de David la calmaron un poco. Pero no lograron calmar la tensión y las ganas de tocarlo, de que él la tocara.
David ya había presionado la alarma del elevador que avisaba del fallo y había avisado a la central, el protocolo se había seguido. Pero en ese momento, el protocolo era lo menos que le preocupaba realmente, cómo actuar con Julia sí.
Había un silencio calmo y poca luz, sus respiraciones eran audibles y finalmente estaban frente a frente mirada fija en los ojos del otro. Julia miró los labios de Budd y luego lo volvió a mirar a sus ojos. David no le quitó la mirada a sus pupilas ni un solo momento, sus ojos azules taladraban los pardos ojos de ella. Julia desvió la mirada mientras se acarició el cabello hacia atrás con la mano derecha y al subir la mirada…
No me importa buscar el momento perfecto, este es. -Julia lo besó.
Fue un beso profundo, un beso que esperó por dárselo, porque llevaba rato intentando sacar esa noche que tuvieron de su mente, esos besos que él le dio, y no lo lograba. Quería sentirlos de nuevo. David rápidamente correspondió su beso y la tomó por el cuello y la cabeza. La apoyó contra la pared del elevador. Julia tenía sus manos abajo que comenzaron a subir por debajo de la chaqueta, pero por encima de la camisa, acarició sus pectorales y terminaron en su mandíbula. Intentaba dominar el beso. David le mordió el labio inferior sutilmente. Ambos tenían los ojos cerrados, pero tuvieron que abrirlos cuando separaron sus bocas porque necesitaban tomar aire, sus frentes estaban juntas, sus ojos hacían conexión. No había mucha luz, pero era como si de sus miradas saltaran chispas.
Oh Julia, yo… -dijo David.
Ella rodeo sus brazos en su cuello y se sujetó dando un brinco que la elevó a la cintura de David. Él la afirmo, la tenía segura contra la pared. Se besaron nuevamente, este beso comenzó de manera más lenta y rítmica, pero a medida que las lenguas de ambos se fueron incorporando, el beso comenzó a ser rápido y más desincronizado. Les volvió a faltar el aire, separaron sus bocas. Julia podía sentir a David excitado. Él se acercó a su cuello y le dio delicados besos. Eso hizo que Julia pusiera sus ojos en blanco y luego los cerrara.
De pronto sonó el elevador, era el sonido que avisaba que ya habían llegado al piso que marcaron. Las manos de Julia estaban sudadas. Abrió los ojos, un poco asustada un poco excitada, miró a su lado y estaba David Budd, quieto esperando a que las puertas se abrieran para abrirle paso a ella. Julia se tocó rápidamente su labio, verificando si tenía alguna herida o algo, porque la mordida que David le dio la sintió muy real. Definitivamente, su mente le estaba jugando una mala pasada… o una buena, sólo ella podía decidirlo. Se encontró con un pensamiento que la avergonzó pero que, bajo toda esa vergüenza e incomodidad, se escondía el deseo de que realmente aconteciera eso.
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“No puedo abrir los ojos”
Les voy a contar cómo el 9 de setiembre del 2007 casi me quedo ciego en un accidente de auto. Todo empezó tres semanas atrás cuando conocí a una chica hermosa en un evento de mi antiguo trabajo. Y de hecho, esa parte es una linda historia.
Fui al evento y estaba más que aburrido. Estaba parado en la barra y miraba a todos sin sentirme parte de nada. En eso, una chica hermosa de ojos marrones se acerca a la barra a pedir algo también, la miro, me mira, una sonrisa y nada más. Se fue.
Al rato la miraba de lejos cada vez que pasaba o estábamos en rango visual, y me miraba de vuelta. Un amigo de trabajo me dijo “ Qué esperas oye, anda a hablarle” pero yo dudaba. La verdad es que puedo ser muy suelto de palabras, pero a veces, me quedo corto. Pero finalmente cuando decidí hablarle ya no la encontré. Busqué por todo el evento pero al parecer ya se había ido. Me fui, algo triste, pero con una extraña sensación de que la volvería a ver.
A la semana siguiente, dos semanas antes de mi accidente, tuve otro evento de trabajo. Fui con el mismo amigo (mi ex jefe nos daba las entradas que le daban a él pero como era día de semana y tenía familia, nos decía “vayan ustedes y tomen por mi”). Al llegar, nos acercarmos a la barra de “trago gratis” sin movernos mucho de ahí.
A la hora y algo, la veo entrar al evento. Tenía la esperanza de que pasara pero, siendo realistas, no había muchas chances. Pero llegó. La vi de lejos, me miró, sonreímos pero estábamos bien lejos. Volteé a la barra, me tomé una copa en seco y me armé de valor: “Hoy le voy a hablar”. Volteé de nuevo pero se me fue de la vista y, lamentablemente, este evento era más grande que el anterior.
Empecé a caminar de arriba a abajo, de esquina a esquina, pero no la vi más. Y, de hecho, mi amigo estaba buscándola también, aunque él lo hacía porque ella había llegado con algunas amigas (De trabajo seguro) bastante guapas también. Nunca la encontramos. Había desaparecido. “Creo que me he inventado lo del otro día” le dije a mi amigo, “Ya fue ya”, así que nos quedamos en la barra hasta que nos botaron del evento. Una semana después, una semana antes de mi accidente, unos amigos me dicen para ir al bar Sargento Pimienta de Barranco.
Me junté con mi mejor amigo y nos fuímos para allá. No recuerdo si le había contado o no a él, o a alguien, el haber visto a esta chica hermosa de ojos marrones a la que nunca le pude hablar pero yo no había dejado de pensar en eso. Literal, me había hecho toda una idea romántica del tema. Así era en la universidad.
Mi mejor amigo siempre me molestaba con eso; bueno, todos me molestaban con eso. Ccreo que no le conté a nadie sobre el tema porque seguro me iban a decir “Te enamoraste, otra vez”. Fuimos a Sargento. Llegamos y, para variar, lleno de gente. Para quien conoce Sargento sabe que es un bar muy grande y que, cuando está lleno, es realmente divertido e interesante.
Nos fuimos directo a la barra y me quedé hablando con mi mejor amigo un rato. Tomábamos cerveza, reíamos y mirábamos a toda la gente. Nada fuera de lo ordinario. Un buen rato y un par de cervezas después, mi amigo dice “Oye, esa chica te está mirando”, yo volteó y era ella en el centro del bar, con unas amigas, tomando cerveza, y ella me había encontrado a mí. La miré, sonreí pero no supe qué más hacer.
En esos segundos de dudar de qué hacer, ella se acercó con una botella de cerveza en la mano, yo tenía un vaso, también en la mano, recién servido y me dijo “Hola! Quieres?” Y me acercó la cerveza. Yo en pánico total, y totalmente lejos de lo que debí decir, respondí “No gracias, ya tengo” y levanté mi vaso.
Ella, totalmente desconcertada, respondió “Oki” y se fue. No sé cuántos segundos pasaron hasta que mi amigo me tiró un puñete en el brazo “Qué te pasa idiota?”. Volví del trance, lo miré y le dije “Soy un idiota no?”. Ella había vuelto al mismo lugar con sus amigas. Me sequé el vaso y me acerqué. No sé si me miró extrañada o sorprendida, pero sin que ella pudiera hablar, le dije “Soy un idiota” y le enseñé mi vaso vacío.
“Un poco” dijo riendo y me sirvió de su cerveza. No dejamos de hablar en toda la noche. No había momento en que no la hiciera reír o ella a mí. Sus hermosos ojos marrones eran más que suficiente para ignorar a toda la gente alrededor. Era un cliché. Pero uno lindo. Al final de la noche, me dio su teléfono y quedamos en escribirnos. Yo estaba flechado. Por fin la conocí. Durante los siguientes días conversamos todo el día por mensajes de texto (era una época pre cualquier smartphone).
Y la verdad, yo recuerdo que chatear por mensajes de texto es muy parecido a hoy solo que con algo más de ansiedad. Pasaron los días hablando sin parar y llegamos al 8 de setiembre, un día antes de mi accidente. Ese sábado, nos juntamos en la casa de un amigo, mi mejor amigo, su novia y yo a ver el Perú - Colombia, partido amistoso que quedó 2 a 2 y en el que Perú empató al final con gol de Paolo Guerrero (El primero creo?).
Mucha emoción y mucho ron. Tomamos una botella entre todos, mi mejor amigo casi nada porque manejaba, entonces entre tres, aunque su novia no tomaba mucho entonces la botella fue entre dos. Durante todo el partido, ella me había mandado mensajes y yo también. Conversando de tonteras y sobre todo que ella estaba con unos amigos en Miraflores.
“Por qué no le has dicho para salir” me preguntó mi amigo y la verdad no sabía. No lo había hecho por miedoso. Pero al rato me animé y justo cuando le iba a decir por mensaje para vernos en la semana, ella me escribe “No quieres venir? Estoy con una pareja de amigos aburrida”. Eran recién las 9 o 10 de la noche. Mi mejor amigo me dejó en una esquina en San Borja y agarré un taxi para Miraflores.
No podía de la emoción. La iba a ver, era la primera cita (o algo así) y de hecho, si no fuera por ella y toda su iniciativa no hubiera pasado nada. Llegué a Miraflores y ella estaba con su pareja de amigos (que no era pareja, eran amigos, me enteré luego) tomando unas cervezas en un carro en el malecón. Encontré el auto, sus amigos sentados adelante y yo me senté con ella atrás. Conversamos, reímos, yo no paraba de verla, ella a mí y nos tomamos varias cervezas hasta que su amigo, que manejaba, dijo “Vamos a Barranco!”. “Vamos!”. A partir de este momento mis recuerdos de la noche son selectivos, y los completo con lo que mi lógica me hace recordar y lo que algunos amigos que me vieron aquella noche, me hicieron recordar. Fuimos a todos los bares de Barranco.
Casi todos. Empezamos por Victoria Bar (Mochileros en esa época creo), y ahí tomamos algunas cervezas más, me encontré con una amiga, que dice que me vio feliz, y no parábamos de reír. Al rato nos fuimos a Sargento (Algo que yo no recuerdo) pero sé que no pudimos entrar. Fuímos a otro bar, más cervezas, y con ganas de bailar fuimos al parque Kennedy. Específicamente al bar rojo en Cantuarias. Entramos, lleno de gente, era como la 1 o 2am, y empezamos a bailar. Ella conmigo y al lado sus amigos. Al rato, la chicas se van al baño. Y este amigo, ya pasado en cervezas, me dice “Me gusta ella” (la que me gustaba a mi) Y completó con algo como “no sabía que ibas a venir”.
Pero lo dijo riendo, como que aceptaba la situación, aunque nunca me voy a olvidar que lo dijo. Le hablé de que yo pensaba que la otra amiga era su chica “No, estás loco, una amiga nomás”. Ellas regresaron del baño y seguimos bailando en parejas. Recuerdo que le dije algo como “Oye, a tu amigo le gustas”, y ella se rio diciendo “pero es solo mi amigo, no me gusta”.
Recuerdo conversar algo más hasta que me agarró la mano. De nuevo, ella tuvo la iniciativa. Me miró y antes de que ella lo haga, yo le di un beso. Uno perfecto. Uno de esos que nunca te vas a olvidar no por lo rico del beso, si no por lo que sentiste en el cuerpo. Al abrir los ojos, ella aún los tenía cerrados. Los abre, nos miramos y ella me dio otro. Luego seguimos riendo y bailando. Su amigo, a las 2.50am, aprox (ya entenderán por qué ahora sí mi exactitud) dice “Vamos al grifo de Pezet!”.
Él quería seguir tomando pero no bailando. En esa época los grifos y bares no tenían horario de cierre y vendían alcohol a toda hora. Y como estábamos en su carro, todos dijimos que “ya”. Subimos al auto y salimos del parque Kennedy, agarrando la avenida Pardo a toda velocidad. Yo estaba sentado con ella atrás, no sabía si el auto iba rápido o lento, yo solo la miraba. Me dio un beso más y nos abrazamos yo sentado al medio y ella en la ventana izquierda. Si no lo saben, la avenida Pardo tiene dos óvalos que la cortan en pocas cuadras. El primero óvalo lo pasamos bien.
En el segundo, solo recuerdo que este amigo, intentó acelerar aún más. Y, luego, lo que les cuento yo no lo recuerdo pero me lo contó ella. Este amigo perdió el control del auto entrando al segundo óvalo y lo cruzamos hasta dar con un árbol.
Ella me contó que cuando yo vi que el auto perdía el control y entraba al óvalo, grité “Cuidado!” Y me le tiré encima para protegerla. Ella me cuenta que al chocar directo contra el árbol, ella rebotó en mi sin mayor golpe aunque se golpeó con la ventana pero yo, que mis brazos estaban sobre su cuerpo, salí sin como agarrarme, con mi rostro directo al parabrisas.
Aquí es donde tuve suerte, los airbags del auto ya se habían desplegado y estos aguantaron mis hombros e impidieron que me salga hacia el árbol, porque ahí sí no la contaba. Pero mi cara rompió el parabrisas y reboté de vuelta al asiento trasero. Imaginen la avenida Pardo a las 3:06am (según parte policial) y un auto blanco del año estrellado en un árbol.
Ella me contó que me vio tirado en el asiento trasero con la cara llena de sangre y que parecía, efectivamente, muerto. Que gritaba demasiado y que su amigo le gritaba que se calle. La amiga que iba de copiloto se había cortado toda la pierna porque el tablero del auto se había partido. Dicen que ,a los minutos, un señor francés que estaba hospedado en un hotel frente al óvalo, salió y que no dudo en sacarme del auto y echarme en el suelo mientras llegaban los bomberos.
Ella me cuenta que lloraba asustada porque yo no respondía. Llegaron los bomberos, me subieron inconsciente a una camilla y mi siguiente recuerdo es oler algo horriblemente feo pero despertar justo en el momento exacto en el que me subían a la ambulancia.
Me subieron y el bombero me preguntó “Cómo te llamas?” “Jano… qué pasó?” Yo no recordaba nada. “Has tenido un accidente. Tienes a alguien a quién llamar?” “Sí, mi mamá”. Y con toda la suerte del mundo, mi celular seguía en mi bolsillo, lo saqué y cuando quise ver para marcar el número me di cuenta de que mis ojos no abrían y que toda mi cara ardía como si tuviera la peor erisipela del mundo.
“No puedo abrir los ojos” le dije al bombero. “Y no vas a poder” me contestó. “Tienes muchos cortes, dame el celular y dime el número”. Y nunca olvidaré ese “Y no vas a poder” aunque no tuve mucho tiempo de pensar en eso, llamaron mi mamá (ella dice que la llamé tres veces, yo recuerdo solo una). “Mamá he tenido un accidente, estoy bien (eso creía) me están llevando a la clínica El Golf”.
Mi mamá llamó a unos tíos que vivían cerca y que fueran a revisar que era verdad, mientras ella venía desde Surco. Yo recuerdo en la ambulancia, trataba de entender, aún con el alcohol y el susto, ¿por qué mis ojos no abrían? Intenté abrirlos con la mano pero el bombero me detuvo “No hagas eso, no sabemos qué daño tienen tus ojos, no los abras porque puedes mover los vidrios y empeorar el daño”. Algo así me dijo aunque fue mucho más largo. Llegamos a emergencias y ahí nos habían llevado a los cuatro del auto aunque al amigo no, porque no tenía nada gracias a los airbags del piloto.
Entraron los doctores de emergencia, a la amiga le cosieron la pierna y a ella le cosieron un pequeño corte de la ceja, felizmente no tenía nada más. Durante eso llegó su papá; recuerdo solo su voz porque yo no podía aún abrir los ojos. Gritaba desesperado. Insultada por qué habíamos sido muy irresponsables y que el olor a licor era insoportable.
Yo recuerdo decir, sin poder verlo, “Señor es mi culpa, no debí dejarla subir al auto, es mi culpa, no la grite a ella”. Decía. En eso, el papá, en su furia total, me gritó “Tú cállate! Que te has llevado la peor parte”. Y jamás olvidaré esas palabras. Recuerdo segundos después intenté abrir los ojos de nuevo y nada. Todo entumecido, ningún músculo de la cara me funcionaba. Intenté de nuevo abrirme los ojos con las manos y esta vez lo logré aunque no vi nada. Vi solo luces y algunas sombras, como viendo a través de una ventana empañada. La enferma al darse cuenta me quitó las manos y me pidió por favor que no lo hiciera más. Al rato llegó mi mamá. Escuché su voz
“Mamá aquí estoy”. Entró a la sala, me cogió la mano y me dijo algo como “Chino qué te has hecho?”. Y yo recuerdo responder algo “Aún no me veo mamá”. No sé si ella lloraba o no pero su voz no era de alegría. Cuando el doctor, luego de atender a la amiga y a ella, llegó a mi, le dijo a la enfermera “A él no lo podemos curar así, hay que operarlo, llamen a la oftalmóloga”. Yo seguía agarrado de la mano de mi mamá. La siguiente media hora fue confusa.
Me prepararon para operación de manera súper rápida. Yo seguía entre el alcohol y el susto, y de hecho recuerdo que hablaban de que no era ideal operarme así pero era necesario. Recuerdo la voz del anestesiólogo, ya en quirófano, me dijo “Cuenta hasta 10” y conté “1, 2, 3..” Y me dormí. Algunos dicen que mi operación duró cinco horas, otros nueve, otros siete, la versión oficial creo que es siete pero ninguno de mis tíos ni mi madre se acuerda al 100%. Lo que todos recuerdan, es que mi tío, el doctor de la familia, preguntaba a cada rato qué estaba pasando porque se supone me iban a operar dos horas. Y en un momento, salió una enfermera a decir que yo había perdido el ojo izquierdo y que estaban tratando de salvarme el derecho
Para todo esto, había tenido suerte porque a esa hora en emergencia estaba un cirujano plástico, que había ido por un pariente suyo, y una cirujana oftalmóloga, que había estado poco antes, y volvió. Estaba en buenas manos. Cuando terminó la operación, hablaron con mi mamá. La enfermera había exagerado un poco, mi ojo izquierdo iba a estar bien, pero no sabían qué tan bien. Mi siguiente recuerdo es despertar, sin poder ver obviamente y escuchar a mi mamá decir “Aquí estoy chino” y me estaban llevando al cuarto, yo tenía una super venda en los ojos, que me apretaba muy duro y no podía ver.
En el cuarto me explicaron “Tus ojos estaban llenos de vidrio, inclusive detrás del ojo. Hemos tenido que mover el ojo derecho, sacarlo de su lugar para encontrar vidrios detrás que podrían haber dañado mucho. Hemos tenido que raspar, limpiar la cornea, la conjuntiva y vas a necesitar varios días para que se puedan regenerar, y varios meses para que recuperen su fuerza, felizmente eres joven”. Así pasé varios días, echado en la cama de la clínica, sin poder ver nada, con un dolor horrible en los ojos, y solo tiempo para pensar. No sabía nada de ella. No pensé mucho en eso tampoco. No comía, no hacía nada más que estar echado ahí. Me cuenta mi mamá que cada ciertas horas entraban a darme “mi droga” para no sentir dolor, y que en esos ratos, yo hablaba muy gracioso.
Mi mejor amigo venía a acompañarme, se sentaba a mi lado, me agarraba la mano mientras leía y yo estaba echado ahí sin saber cómo iba a ver, ni el daño total. Tuve unas divertidas anécdotas sobre cómo una enfermera me llevaba al baño (yo sin poder ver), y me “asistía” en mis quehaceres. La verdad es que mucho respeto por las enfermeras. Al cuarto día, el doctor entró y dijo “Es hora de quitarte las vendas y ver cómo vamos”. Para todo esto, yo no me había visto para nada en días. Me llevaron al consultorio de la oftalmóloga y me quitaron las vendas. Al principio no vi nada, veía luces, sombras pero muy poco.
A los minutos empecé a aclarar. Distinguí a mi mamá. A mi mejor amigo. Y la doctora me pregunta “Cómo te sientes?” “Puedo ver” dije, y recién ahí, solo ahí, empecé a llorar sin control. Había estado días pensando en que no iba a ver nada y que bueno, esa sería mi vida a partir de ese momento. Pero felizmente no. Luego de llorar pedí para verme en un espejo, me recomendaron que no pero quería verme. Me paré, como pude, y me vi en un espejito en el baño de la doctora. Parecía que había perdido unas tres peleas de Box seguidas.
Estaba “hecho concha” como me gusta decir pero no había dejado de ser yo, porque ese había sido mi miedo todos esos días: dejar de ser yo. La doctora me explicó que aún faltaba recuperar en algo mis ojos, y que me iban a vendar de nuevo un día más. Al día siguiente, me quitaron las vendas definitivamente (aunque dejaron las de la frente), y recién ese día me dio hambre. Le dijeron a mi mamá que podía seguir la recuperación en casa; que no iba a ser fácil pero que iba a estar bien.
De hecho, a mi ojo izquierdo le tomó como tres meses enfocar de nuevo, y por todo un año usé lentes oscuros de día y de noche. Si bien mi vida cambió totalmente, empecé a trabajar como fotógrafo (pero esa es otra historia), ahora también mis ojos son muy sensibles a la luz y a todo en realidad, pero puedo ver bien y solo fueron unos días sin luz. ¿Y ella? Mientras me recuperaba la llamaba todos los días y ella a mi; pero el susto y la culpa habían cambiado lo que yo sentía. Solo me sentía culpable por haberla hecho pasar por eso y ya no esa atracción
Pero no dejábamos de hablar, como amigos, al menos eso yo pensaba. Varios meses después ella me confesó que se quedó esperando que la vuelva a invitar a salir, que me había dado mi tiempo por mi recuperación pero que ella estaba enamorada de mí. Yo solo pude responder que el susto me había ganado y que no podía dejar de sentir esa culpa horrible. Y que no sabía que ella sentía eso, veníamos de meses de hablar como amigos.
Pero yo ya no lo sentía; nunca entenderé realmente por qué, el susto lo cambió todo. Pasó más tiempo, años y dejamos de hablar; a veces me saluda por mi cumpleaños y yo en el suyo, lo último que sé es que se casó, tuvo una hija linda y eventualmente se separó. Así fue como un 9 de setiembre casi me quedo ciego pero tuvo algo de ser una linda historia.
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