#esteban durante
Explore tagged Tumblr posts
Text
Acabo de terminar de ver La Sociedad de La Nieve y estoy con mil emociones.
mucha gente se llena la boca diciendo que es una copia de Viven y siento que los que dicen eso o no vieron la pelicula o la vieron con los ojos cerrados. J. A Bayona y todo el equipo detras de esta pelicula le tuvieron el respeto y el cuidado que se merecia, no estoy tratando de faltarle el respeto a Viven pero hay que ser sinceros, cambiaron tantas cosas y pareciera que hicieron la pelicula sin ganas de hacerla, la cantidad de errores no solo en la trama sino tambien en todos los aspectos de la pelicula como el vestuario e imagen (me vas a decir que estuvieron 72 dias en Los Andes y tenian la ropa impecable? que no les crecia la barba? ni bajaran de peso?) y ni hablar de el momento del copiloto y el mate, que carajos es eso?
Volviendo con La sociedad de la Nieve, es una película de la puta madre, no me acuerdo la última vez que sentí tanto con una película. La escena antes de la avalancha? dios, fue de risa a llanto en un segundo, las transiciones y la actuación de todos fue impecable.
#la sociedad de la nieve#juan antonio bayona#the society of the snow#netflix#enzo vogrincic#matias recalt#Carlos paéz Rodriguez#agustin pardalla#paula baldini#esteban kukuriczka#felipe gonzalez#simon hempe#rafael federman#me gusto mucho que pusieran los nombres de los que fallecian durante la pelicula#casi siempre los dejan para los creditos#no se
154 notes
·
View notes
Text
... i fucked up.
(one shot)
🗯ADVERTENCIAS/TAGS: enzo vogrincic x reader, smut, porn with plot(?), infidelidad, reader es infiel, fingering, squirting, enzo es el cuerno, moral muyyy cuestionable, sobreestimulación, un poco de size kink (no importa si reader es gorda o flaca, tetona o plana ENZO ES MAS GRANDE), age gap de 10 años (reader 20 enzo 30), sexo sin protección, sexo rudo(?), choking (muy ligero), llanto durante el sexo (de placer), un poco emocional y confuso al final.
eran las siete de la mañana cuando ibas saliendo de tu apartamento compartido con tu novio blas. te dirigías al set de la nueva película en la que estaban trabajando él y otros dos chicos de LSDLN, enzo y francisco, ya que formabas parte del equipo de maquilladores en esta nueva película, al igual que en la anterior. de hecho, fue gracias a aquella que te hiciste pareja del rizado y formaste amistad con la mayoría de los otros actores, volviéndote más cercana con enzo.
fue el mismo blas quien solicitó a los directores y productores de este nuevo proyecto que te contrataran para trabajar como maquilladora, así que tú no podías estar más feliz pues significaba que ibas a estar cerca de él más tiempo... y cerca de enzo también.
a los tres meses de hacerte novia de blas, asististe a una pequeña reunión en casa de juani que organizaron entre todos los chicos, como matías había llevado a su novia al igual que esteban, el de rizos decidió llevarte a ti también. lo que no sabía él es que esa misma noche empezarías a guardar un secreto con enzo.
sentados en los escalones de la entrada de la casa más alejados del ruido, cada uno con una cerveza en la mano, estabas con enzo charlando y riéndote de sus incontables chistes, blas no había querido unirse ya que estaba concentrado jugando con la play4 de juani.
"no no pero ahora decime algo, con sinceridad". dijo el castaño repentinamente, haciendo que la risa que tenías cesara un poco.
"¿qué?" dijiste un poco nerviosa sin dejar de sonreír igualmente.
"¿vos estás satisfecha con blas? ¿él te hace sentir bien?"
tragaste duro sintiendo como tu boca se secaba de los nervios, ¿qué pregunta era esa?
"e-eh, a qué te refieres?"
"digo, no niego que blas sea un buen novio, he visto cómo es contigo, pero a veces lo veo muy infantil, no sé, falto de experiencia," chasqueó la lengua, sentiste como ponía su mano en tu rodilla descubierta y la apretaba.
con cada palabra que salía de la boca de enzo y con cada acción te ponías más nerviosa, aunque realmente no le faltaba mucha razón. a pesar de tener la misma edad que blas, sentías a veces que no andaban en lo mismo...
"te pregunto, ¿él te coge bien?"
te ahogaste con tu saliva.
"perdoname el atrevimiento," se retractó casi instantáneamente mientras sobaba tu espalda, ayudándote en tu ataque de tos. "creo que tomé mucho, no mido lo que digo".
cuando dejaste de toser te quedaste mirando al suelo por un momento, enzo era un hombre atractivo y muy intimidante, no lo ibas a negar, pero no captabas por completo sus intenciones y tampoco querías malinterpretarlo, tal vez te pregunta esas cosas porque te considera su amiga cercana y te tiene confianza, así que decidiste ignorar su mano en tu pierna otra vez y tanteaste el terreno.
"tranquilo, s-solo me agarró por sorpresa" le sonreíste. "nada más lo hemos hecho dos... tres veces, creo" notaste como abrió más los ojos, mirándote asombrado. "y realmente no ha sido la gran cosa" murmuraste con pena.
qué carajos estabas haciendo.
"mhm," enzo asintió y frunció el ceño, mirándote atento mientras pensaba. "¿por qué no es la gran cosa?
suspiraste recordando como han sido las experiencias con blas hasta ahora, sintiendo un poco de frustración. "perdoname el atrevimiento a mi ahora," te sinceraste "dios, que vergüenza, pero..." te acercaste un poco a su oreja, hablando más bajo como si alguien más aparte de él te fuera a escuchar. "no me he venido con él nunca, siempre termina y se duerme".
enzo tomó el último trago de cerveza que le quedaba. "no sé por qué no me sorprende sabés," soltó una pequeña risa y desechó la lata en el tacho de basura que había en una esquina. "como te dije, le falta," dijo mirándote a los ojos y acariciando tu muslo con su pulgar "no sabe todavía cómo satisfacer a una mujer".
"¿y tu qué, si sabes?" preguntaste de repente y te sorprendiste de tus propias palabras.
ya había llegado demasiado lejos la conversación, y no sabías por qué no te detenías. tal vez eran las cervezas en tu organismo, o simplemente era la atracción sexual tan fuerte que sentías por enzo que ya no lo podías ocultar.
"no te voy a afirmar nada, chiquita" acercó su cara a la tuya mientras te acomodaba un mechón de pelo detrás de tu oreja. "deberías comprobarlo tu misma".
cortaste el poco espacio que había entre ustedes y lo besaste con deseo.
rápidamente su lengua se apoderó de tu boca haciéndote soltar un pequeño gemido y poner tu mano en la parte de atrás de su cabeza, tomando su cabello.
te separaste cuando un sentimiento de culpa te llenó el cuerpo.
"e-enzo, espera" pusiste una mano en su pecho, jadeando, mientras mirabas el suelo con pena. "esto es malísimo, sabes?" negaste con la cabeza cerrando los ojos y abriéndolos despues de una pausa. "yo quiero mucho a blas, no entiendo por qué hago esto" dijiste más que nada para ti misma.
el mayor te tomó por la barbilla suavemente, obligándote a mirarlo. "nena, esto no tiene por qué significar nada, si?" acarició el borde de tu mandíbula con sus dedos, mientras observaba tus labios "pero entiendo si no quieres seguir".
tomaste aire y suspiraste temblorosa, tenías un conflicto interno. por un lado no querías hacerle esto a blas, te sentías como una mierda y sabes que si se enteraba se iba a ir todo al carajo, pero por otro... tenías tantas ganas reprimidas y acumuladas, que tus bragas ya estaban empapadas y tu coño pulsaba nada más con un roce en tu pierna y medio minuto de besos. realmente patético, pero nadie podía culparte.
"solo será esta vez, y luego seguimos como siempre, como amigos, y hacemos como que no pasó". volviste a cerrar los ojos intentando prometerte a ti misma algo que sabías sería difícil de cumplir. enzo asintió juntando sus frentes y retomando aquel beso hambriento.
enzo se separó, se levantó y se dirigió a la puerta. "espera aquí un momento".
al entrar vio a todos en un desastre, la música estaba demasiado alta y casi todos estaban borrachos ya, algunos jugando cartas y otros bailando. blas seguía jugando con la consola ahora acompañado de matías.
le dijo que te empezaste a sentir mal y que te llevaría a casa, el rizado dudó un poco pero finalmente terminó agradeciéndole. enzo tomó tus cosas y salió de nuevo.
esa noche tuviste tu primer orgasmo provocado por un hombre.
sobra decir que no fue cosa de una vez.
cuando estabas cerca de tu destino recibiste un mensaje de uno de tus compañeros de trabajo, habían rodado la grabación para otro día por un problema con los productores.
bufaste con fastidio y marcaste el número de blas.
"hola lindo, buenos días" lo saludaste cuando contestó. "oye, no tienes que venir hoy al set, no sé si te avisaron ya pero cambiaron la fecha del rodaje".
"mierda, justo salí de bañarme, eh, bueno" escuchaste su voz frustrada. "me voy a dormir otra vez, ya qué. venís?"
"voy a aprovechar de comprar unas cosas, ya que estoy acá, para no perder el día" dijiste recordando al ver un super en la esquina.
"bueno, está bien, traeme algo" dijo divertido y supiste que estaba sonriendo.
"claro, te quiero" hiciste un sonido de beso. "nos vemos".
colgaste y te encaminaste hacia dicho supermercado, cuando sentiste otra vez la vibración de tu celular en tu bolsillo.
era enzo.
"nena, estás sola?"
en menos de veinte minutos estabas en el auto de enzo dirigiéndote hacia su casa.
hablaron de cosas cotidianas y de la nueva película, tú riendo ocasionalmente de los comentarios del mayor.
era increíble el contraste entre esos momentos tranquilos e inocentes y lo que sucedía cuando estaban en privacidad. apenas cerrada la puerta de la casa enzo ya tenía sus labios sobre ti y sus manos encima de tu cuerpo.
te cargó por los muslos y enrolló tus piernas en sus caderas, los llevó a ambos a su habitación y se sentó en el borde de la cama contigo en su regazo. llevó sus besos hasta tu cuello, donde empezó a lamer y morder suavemente un punto que ya conocía a la perfección, un punto que te hacía poner los ojos en blanco y empezar a frotar tu coño contra su bulto.
enzo ya se había memorizado tu cuerpo.
te sacó el suéter que tenías y desabrochó tu brasier en el proceso, tomó una de tus tetas en su mano y acercó su boca a tu pezón, empezando a lamerlo en círculos y succionarlo con la fuerza necesaria para hacerte gemir y jalar su pelo entre tus dedos.
"me encanta lo sensible que eres, tan preciosa" jadeaste ante el apodo.
en un instante, enzo te había acostado en la cama y ahora él estaba encima de ti, repartiendo besos desde tu pecho hasta tu abdomen, donde sentías su aliento caliente bajar hasta tu vientre.
alzaste la cabeza y sus miradas se encontraron cuando empezó a bajar tu short y tus bragas al mismo tiempo, sin dejar de verte, hasta que los terminó de sacar por completo dejándote descubierta ante él.
abrió tus piernas y al encontrar tu coño brillante y húmedo, no pudo evitar relamerse los labios.
"bebé, intentemos algo" dijo mientras te jalaba por tus piernas hacía él, te apoyaste en tus codos sobre la cama para verlo mejor. "si se te hace mucho solo decime, pero tenés que dejarte llevar igual" asentiste con un poco de nervios. desde hace varios encuentros enzo te había ayudado a experimentar algunas cosas nuevas y todas te habían gustado hasta ahora, así que te preguntabas qué sería esta vez.
subió ligeramente una de tus piernas y envolvió su brazo en tu muslo, mientras que con su otra mano frotaba tus jugos en sus gruesos dedos y en todo tu coño, desde tu entrada hasta tu clítoris, el cual empezó a frotar en circulos con su pulgar haciéndote cerrar los ojos y jadear, echando tu cabeza hacia atrás.
metió despacio dos de sus dedos y los empezó mover dentro ti con un ritmo lento, curvándolos ligeramente hacia arriba sin presionar del todo tu punto más sensible, provocándote, desmoronándote ante él. por ahora no había nada nuevo, solo era enzo sabiendo usar sus dedos como un experto. hasta que aceleró el ritmo y la fuerza de sus movimientos, presionando por completo y únicamente tu punto g, con la palma de su mano rozando tu clítoris repetidamente.
todo se volvió demasiado intenso de repente, tus cejas estaban arqueadas en una expresión de placer, tus labios rojos de tanto morderlos formaban una 'o' de la cual salían gemidos y lloriqueos que iban directamente a la erección de enzo, que estaba roja y adolorida encerrada en su pantalón.
abriste los ojos y se encontraron rápidamente con los del mayor, que te miraban con adoración.
"m-me voy a venir, en-" enzo asintió, alzaste tu cabeza y bastó solo con mirar como su mano cubría completamente tu coño, para que un orgasmo te recorriera desde la cabeza hasta la punta de los pies, haciendote soltar un jadeo seguido de un fuerte gemido, mientras tu espalda se arqueaba y tus piernas intentaban cerrarse involuntariamente.
enzo no cesó el movimiento de su mano, más bien mantuvo el mismo ritmo lo cual hizo que tomaras su muñeca intentando sacar sus dedos por la sobreestimulación.
"solo un poquito más, chiquita" dijo quitando tu mano con delicadeza y acercando su cara a la tuya para tratar de distraerte con un beso.
pronto sentirías como se formaba un nuevo orgasmo en tu vientre, pero esta vez se sentía raro.
tomaste otra vez la muñeca del castaño "e-enzo, creo que me voy a-". te interrumpió una sensación de presión en tu vientre.
un segundo orgasmo más intenso que el anterior, te llevó a sentarte de golpe mientras se formaban lágrimas de placer en tus ojos, tus uñas se clavaron en la piel de la muñeca del mayor con fuerza y lo único que sentías eran los espasmos de tu cuerpo y tu coño alrededor de sus dedos.
cuando te calmaste un poco abriste los ojos, los cuales ni siquiera sabías que tenías cerrados, solo para encontrarte con la cama totalmente empapada al igual que el brazo y la mano del castaño, cuyos dedos seguían dentro de ti, ahora quietos.
te asustaste y te giraste hacia él, haciendo que salga de tu cuello donde estaba repartiendo besitos.
sacó sus dedos con cuidado de tu coño haciendote soltar un quejido, sintiendote vacía de repente, y viste como se metió ambos dedos en la boca, limpiándolos con ella. jadeaste por lo obsceno que se veía.
"qué vergüenza... perdoname". dijiste viendo otra vez el desastre que era la cama.
"nada de eso," respondió recostándote otra vez. "fue demasiado caliente ver como te venías tan duro, te gustó?"
"la verdad sí..." dijiste bajo, "mucho". lo miraste a los ojos y viste como algo se oscureció en ellos.
"decime, tu novio te ha hecho venir así, princesa?" dijo observándote, con la voz más grave y baja de lo normal.
"n-no, nunca". de repente estabas apretando tu coño alrededor de la nada otra vez.
enzo pensaba que esta era una de tus mejores facetas, cuando estabas desnuda en su cama, temblorosa y jadeante, completamente jodida por él, porque sabía que era él y solo él quien te llevaba a ese estado. tú ni siquiera debías hacer nada complicado para ponerlo caliente, le era suficiente ver como reaccionabas a las cosas que le hacía a tu cuerpo, porque tu placer era el suyo.
parecía que con cada encuentro que tenían, más atraído se sentía hacia ti, más hermosa eras en cada ocasión.
tenía tiempo sin sentirse de esa manera.
a todo esto, el mayor seguía completamente vestido, así que tomaste el borde de su camisa y la subiste intentando sacársela.
"¿todavía tenés ganas?" te miró con diversión, incrédulo, quitándose la ropa igualmente.
observaste sus anchos hombros y sus brazos, tan grandes en comparación con los tuyos. enzo como tal, era tan grande al lado tuyo, y tan fuerte. amabas como te podía cargar y mover fácilmente, como sus grandes manos apretaban tu cuerpo mientras empujaba su miembro dentro de ti.
el hecho de que no solo era más grande en físico, sino en edad también, te excitaba más de lo que le podías admitir.
cuando el castaño liberó su polla de la ropa interior que se había vuelto incómoda, sentiste que se te hizo agua la boca. la punta estaba sonrosada, brillante con líquido preseminal, y viste como una gruesa vena sobresalía a lo largo de la base.
"dejame chupartela, por favor", casi suplicaste, levantándote para quedar más a su altura y tomando su polla en tu mano, recogiendo la humedad de la punta para empezar a moverla de arriba a bajo más fácil.
"no, no, preciosa" detuvo tu mano. "necesito ya estar dentro de ti".
te empujó suavemente y tu hiciste un puchero en frustración, pero te volviste a acostar, con enzo encima tuyo.
con una mano apoyada al lado de tu cabeza como soporte, alineó su miembro en tu entrada con la otra. no te preocupaste por el condón porque ya habían hablado el tema, ambos estaban sanos y tu estabas con la pastilla.
"nena, mirame". te dijo obligándote a mantener contacto visual, le gustaba ver tus expresiones en todo momento.
un gemido de alivio salió de ambos al sentir como finalmente introducía la punta, pero cerraste los ojos con fuerza cuando siguió empujándose dentro de ti. no importaba que tan mojada estuvieras, el grosor de su miembro casi siempre los obligaba a tomar una pausa.
sentiste como su pelvis chocaba con la tuya y exhalaste fuertemente, el castaño corrió el cabello desordenado que se habia pegado a tu frente, y comenzó a repartir pequeños besos.
"estás bien? querés que me mueva?" murmuró contra tu piel, bajó su mano desocupada hacia donde ambos se unían y empezó a frotar círculos en tu clítoris con sus dedos.
el estímulo hizo que tu coño se apretara alrededor de él, sacándole un jadeo.
asentiste con fervor, moviendo tus caderas en un intento de estar imposiblemente más cerca de su cuerpo. "s-sí enzo, cogeme duro esta vez". tus mejillas se enrojecieron, ya no tenías nada de pena.
"¿ah, sí? ¿querés que te coja fuerte y que te deje sin caminar bien?" el castaño rió al verte asentir con ojos grandes mientras te relamías los labios.
"¿querés llegar a casa y que blas se de cuenta de que no está haciendo su trabajo como debe, ah, chiquita?" masculló y se irguió en su lugar, comenzando sus embestidas controladas pero duras, sus manos apretando con fuerza tus caderas y sosteniendote.
gemidos agudos salían de tu garganta mientras jalabas las sábanas en puñados, sentías como el placer hormigueaba en la punta de todos tus dedos, estabas sensible todavía por los orgasmos anteriores.
tus tetas rebotaban con cada estocada, enzo las tomó en sus manos y las amasó, pellizcando y frotando sin cuidado tus pezones, mientras aceleraba el movimiento de sus caderas. la punta de su polla llegaba a golpear tu cervix haciéndote lloriquear, pero el ligero dolor solo te excitaba más, y enzo sintió como te contraías en su miembro.
"mirá como me apretás, dios" el mayor dijo casi sin aliento. "así querías que te cogiera? hmm? querías que fuera malo contigo, princesa?"
lo miraste directamente a los ojos con una expresión de placer puro. "sí, sí, m-mierda, tan rico- ah,"
agarraste una de sus manos y la dirigiste hacia tu cuello "a-ahorcame enzo, dios" suplicaste prácticamente fuera de ti misma y tus ojos se llenaron de lágrimas otra vez, extasiada. estabas muy cerca y sabías que querías correrte con sus manos en tu cuello.
sin detener sus duras embestidas, el mayor envolvió su mano y apretó con cuidado los lados de tu cuello, haciéndote girar los ojos y echar la cabeza hacia atrás, mordiéndote el labio inferior. "qué preciosa sos-" se acercó a tu oreja dándote un beso en la mejilla antes de murmurar muy, muy bajo "no sabés cuánto te amo".
no descifraste qué palabras dijo enzo en tu oído, porque el tercer orgasmo de esa mañana te azotó con más fuerza que los dos previos.
tu vista se nubló y tu boca se abrió sin soltar ningún ruido, agarrabas con fuerza la muñeca de enzo cuya mano seguía en tu cuello, pero que yacía quieta ahora, nada más que acariciando tu piel suavemente.
con un gritito ahogado tu cuerpo pareció ganar consciencia de nuevo, y sentiste como el castaño todavía se empujaba con dificultad dentro de tu agujero, de forma más desordenada y errática por cómo tu coño se contraía repetidamente alrededor de su miembro.
tu mano se posó en su abdomen débilmente, intentando alejarlo de ti por lo incómodo que se estaba volviendo tanto estímulo, hasta que su orgasmo llegó de manera repentina, llevándolo a sacar su polla y venirse sobre tu vientre, gimiendo con el ceño fruncido mientras terminaba de exprimir hasta la última gota de semen sobre ti.
lo único que se escuchaba en la habitación eran sus respiraciones agitadas y ocasionalmente pequeños gemidos tuyos, estabas completamente sensible y podías sentir las corrientes de placer en todo tu cuerpo aún. al recomponerse, enzo bajó delicadamente tus piernas temblorosas de la posiciónen la que estaban, y se levantó a buscar un paño para limpiarte.
al llegar de nuevo a la habitación, el castaño recién pareció notar tus mejillas sonrojadas y húmedas, al igual que tus pestañas, por tus lágrimas.
"bebé, te hice daño?" preguntó preocupado analizando tu cuerpo, temía haberse pasado. "fue demasiado para vos?"
acarició tu rostro suavemente, apartando las lágrimas de tus ojos.
"estuvo más que perfecto, enzo" lo miraste con ojos adormilados y una pequeña sonrisa en tu boca, estabas tan saciada.
tan satisfecha.
la expresión en su cara se suavizó y te devolvió la sonrisa. "deberíamos ducharnos" dijo antes de darte un piquito en los labios.
"estoy taan, tan cansada sabes" te quejaste e hiciste un puchero que enzo también besó.
"no importa chiquita, nos metemos en la bañera y yo te limpio, sí?"
no entendías nunca esto. pasaban de tratarse como amigos normales... a tener sexo así de sucio, para luego tratarse con una intimidad que parecía de pareja.
cuando tu verdadera pareja te estaba esperando en el apartamento que compartían.
¿te sentías culpable? demasiado, todo esto era el resultado de un error, un error que cometiste en una noche de desliz. todo por no haberte comunicado desde el principio con tu novio sobre su situación sexual. tu estabas segura de que lo amabas, simplemente sentías que... el sexo con él era lo terrible.
la peor parte era que tal vez ya no había vuelta atrás. los meses pasaron y perdiste la cuenta de las veces que estuviste con enzo, blas no sospechaba nada pero sabías que era cuestión de tiempo para que se enterase.
sí debías poner un alto a la situación con el mayor, aunque no sabías cómo, ni cuándo exactamente.
por los momentos, solo te dedicarías a disfrutar de los dedos que masajeaban tu cuero cabelludo suavemente en aquel baño.
pensabas que no sería tan difícil dejar el tema con enzo, después de todo, antes de besarse y coger, eran amigos muy cercanos. el único sentimiento que había entre ustedes era ese, amistad.
o al menos eso creías tú.
#enzo vogrincic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic x reader#oneshot#smut#enzo x reader#enzo vogrincic one shot#enzo vogrincic fluff#lsdln
878 notes
·
View notes
Text
𓏲╰ ᰔᩚ · # ﹕꒰ ENZO MATÍAS ESTEBAN FRAN
⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ FELIPE AGUSTÍN SIMÓN ꒱ ↷
⌜ 𝐀𝐕𝐈𝐒𝐎𝐒: headcanon narrado, sexo sem proteção, dirty talk (degradação, dumbification, elogios), pegada no pescoço, masturbação fem e masc, tapinhas, cockwarming, manhandling, breast/nipple play, humping, somnophilia(?), exibicionismo, cigarro ⋆ .⭒˚。⋆ ⌝
𓍢ִ໋🀦 VOCÊ ACORDA EXCITADA APÓS UM SONHO ERÓTICO ─────
✰Ꮺ !𝐄𝐍𝐙𝐎
O sono leve o faz abrir os olhos no primeiro som agudinho e manhoso que ecoa da sua garaganta. Suspira, esfregando os olhos para conseguir focar na silhueta que o seu corpo forma sobre a cama, ao lado dele, os feixes de luz do banheiro penetrando por baixo da porta do quarto. Nena, te chama baixinho, toca no seu braço.
Você sobressai, desperta de imediato, um pouco confusa, piscando os olhinhos em meio ao escuro da madrugada. “Te acordei, amor?”, o som da voz dele é rouco, aveludado, tem ternura quando percebe que você ainda estava dormindo antes dele mexer contigo. Acaricia o canto do seu rosto, “desculpa. Me desculpa, okay? Vem cá”, te leva para mais próximo, até que entrelacem as pernas e a sua cabeça descanse no peito masculino. “É que você ‘tava resmungando, pensei que estivesse falando comigo...”
Um bocejo escapa da sua boca, arrasta o rostinho contra a blusa de algodão que ele usa de pijama, “eu ‘tava sonhando só”, conta.
“Sonhando, hm?”
“É. Com você.”
Os seus olhos se acustumam com a escuridão, as pupilas dilatadas oara dar tempo de flagrar o sorriso repuxando na face do uruguaio. Você respondeu de uma forma tão genuína que ele recebe a informação com ramance de imediato, o afeto que sente por ti dominando os ânimos quando descobre que nem quando está desligada, dormindo, a sua mente é capaz de esquecê-lo. Mas você sabe, bem sabe, o conteúdo desse sonho. O corpo quente, as têmporas suadinhas. Vem, vamo’ dormir de conchinha, ele te toma entre os braços, encaixa-se na sua costas. Um beijo estala na sua bochecha. Pode ouvir a respiração masculina ao pé do seu ouvido, o suspiro de relaxamento. Você até fecha os olhos de novo, morde o lábio, pisando em ovos com a vergonha para instigar não quer saber o que aconteceu no sonho?
“Não, cê não...”, ele começa a se justificar, mas para no meio do raciocínio. O silêncio que se instala no quarto por esses míseros segundos até que ele saque as circunstâncias é de fazer os seus joelhos se apertarem um contra o outro, na espera. Poderia ser pornográfica e explicitar todo o cenário que a sua cabeça criou, só que não precisa pois Enzo puxa o ar para os pulmões, ah..., compreendendo tudo sozinho.
Te abraça com mais força, a virilha sendo jogada contra a sua bunda, como se quisesse fundir seu corpo no dele. O sonzinho da risada soprada na região posterior ao seu ouvido te arranca um arrepio. “Então, é isso que fica se passando na sua cabecinha quando tá dormindo? Essas coisas feias...”, e você se encolhe mais, o eco da voz rouca de sono repercutindo por ti inteirinha. A ponta do nariz grande roçando na sua bochecha, a mão que antes só te envolvia, agora subindo para apertar o seu seio. Quanto mais ele empurra o quadril contra ti, mais vontade tem de espaçar as pernas para que ele possa colocar logo.
Para Enzo, é muito bom saber que aparece nos seus sonhos, e melhor ainda quando te come tão bem durante o dia que quando você deita a cabeça pra descansar ainda está pensando nele. “Eu já te fodi hoje”, sussurra, os dentes mordiscam pela sua nuca, “Duas vezes, nena... e você ainda quer mais?”, segura na sua mandíbula para virar seu rosto pra ele, sela os lábios nos teus, “Ah, uma mulher tão bonitinha, mas que só pensa em levar pica, olha, até sonha...”, e você chama o nome dele, Enzo, prolongando a última sílaba num dengo sem igual só para que ele possa te calar com um ‘shh’, um murmuro de tranquilizante, garantindo, “sem chorar, nena, não precisa chorar, tá?”, é ágil pra te livrar do short de pijama e trazer a ereção. “Calma”, sopra, com outro sorriso, se ajeitando pra entrar, “aqui, toma...”, desliza, ocupando, a umidade intensa fazendo ir lá em cima de uma vez só. Tão molhadinha, ele não deixa de citar, “sonhou que eu ‘tava te fodendo tão bem assim que ficou toda molhada desse jeito, amor?”
O toque da mão alcança a sua garganta, envolve, enquanto o quadril se arrasta no colchão, indo e vindo, pra preencher o seu interior. Assim, de ladinho, debaixo da coberta, tudo parece ainda mais quente, gostoso. Você fica paradinha, conquistada, recebendo o que ele te oferece, na velocidade que quer. Se permite entreabrir os lábios, mansa, pra só perceber que está até babando quando a saliva vaza pelo cantinho da boca e atinge a fronha do travesseiro.
“Bobinha...”, Enzo ri, limpando pra ti com as costas da mão. Pega na parte traseira do seu joelho e ergue a sua perninha um pouco pro movo ângulo facilitar melhor. Mas, às vezes, se o ritmo aumenta, ele escapa de ti, de tão babadinho o pau escorrega pra fora muito fácil, os seus remungos se misturando ao dele, ah, não..., sendo o tom do homem com aquele resquício de deboche, como se tirasse uma com a sua cara. Um sorriso vadio que é melhor você nem se virar para flagrar. “Vai ter que ser devagarinho, okay?”, diz, retornando pro compasso lento, torturante de meter, os pés da cama nem remexem contra o piso do quarto. Morde o lóbulo da sua orelha, “mas prometo que não paro até encher bastante a sua bucetinha de porra, tá bom?”
⠀⠀
✰Ꮺ !𝐌𝐀𝐓𝐈𝐀𝐒
No cômodo escuro, a única fonte de luz vem do celular do argentino. Corre o dedo e os olhos pela tela do aparelho, entediado, sem vontade alguma de fechar os olhos e dormir. E ao contrário dele, você não demorou a pegar no sono na hora que vieram pra cama. Tão apagada desde do dia cansativo que a mente descontrai a sua tensão com o mais promíscuo dos cenários, não é mesmo? Se entrega ao devaneio inconsciente, o corpo virando de bruços, o quadril empurrando contra o colchão pra virilha roçar. Se encolhe, o cenho franzindo, um resmungo doce ecoa da garganta, o nome do rapaz reverberando abafado, Matí...
Os olhos de Matías vão pra ti, acende a luzinha do abajur na mesinha de cabeceira pra poder ver melhor. O sorriso brota tão fácil nos lábios que tem até que se conter pra não soltar um risinho. Quer ver até onde seu corpo vai, se vai mesmo se esfregar no colchão na frente dele — o que internamente está desejando que aconteça. Mas você para, o som da respiração ecoando mais alto, como se o possível sonho erótico tivesse chegado ao fim justo agora que ele te notou. Por isso, tem que se aproximar, implicar.
“Você é tão putinha, meu deus...”, sussurra ao pé do seu ouvido. Matías, que susto, você rebate de volta, despertando num sobressalto. Aperta no ombro dele, quando o corpo masculino pesa sobre o seu propositalmente. “Tava fantasiando peripécias comigo, né? Nossa, que piranha...”, e a sua reação menos irritada é estalar a língua e tentar empurrá-lo pro lado, sem muito sucesso, porque ele pega nos seus pulsos, te domina toda só pelo prazer de continuar provocando feito um pestinha. “Até dormindo você pensa na minha pica, garota. Eu posso te comer o dia inteiro que ainda vai sonhar que eu tô fodendo, não é? Ah, que cérebro de puta cê tem.”
Ai, cala a boca, cara, você rebate, virando o rosto pro outro lado, longe de onde sente a ponta do nariz dele roçar. “Ih, mas tá bravinha, é? Tá bravinha?”, e você jura, o sangue até ferve quando ele começa com esse tom debochadinho, “você que sonha com a porra do meu pau, geme o meu nome e tudo, e você que tá bravinha?”
“Eu não gemi seu nome!”, devolve, convicta, mas ele tem o gosto de te garantir que sim, gemeu sim, e igual quando ele tá metendo tão forte que você fica burrinha, de olhos revirando. “E daí?”, você o olha com pouca paciência, “E daí, cara?! O que que tem? O que cê vai fazer?”
O que eu vou fazer?, o argentino repete a pergunta sugestiva que você jogou no ar mesmo sem perceber. Está sorrindo de novo, canalha. De repente, se ergue, te solta. Senta sobre as panturrilha, bem entre as suas pernas, a carinha mudando pra uma expressão plena, inocente. “Não sei, nena”, dá de ombros, “O que você quer que eu faça, hm?”
Você pousa o olhar na figura dele. Sem camisa, só com aquele short de pijama que você sabe que não está usando nada por baixo. Matías não vale nada, é tão vadio quanto você, com certeza tem algo em mente. E não está errada. Ele enrosca o antebraço por baixo dos seus joelhos e te arrasta pra mais perto. As mãos tocam no interior das suas coxas, vão descendo e descendo até a virilha. “Quer que eu transforme seu sonho em realidade, é isso? Quer que eu te foda igualzinho você sonhou?”, questiona, sem tirar os olhos de ti. Os dedos alcançam a barra da sua calcinha, desenha pela costura, chegando até onde o tecido está molhadinho. “É isso que você quer?”, arreda pro cantinho, só levando agora o foco pra sua buceta babadinha de excitação. “Poxa, deve ser isso que você quer, né? Mais pica, porque o que ganha normalmente não é suficiente pra essa buceta gulosinha”, deixa um tapinha ali, que te faz crispar os lábios, sentindo a região esquentando. “Mas eu deveria te foder? Deveria, mô?”, pende a cabeça pro lado, fingido.
Não demora a colocar a ereção pra fora, porém. Segura a si própria entre a palma da mão, fecha os dedos ao redor da rigidez, na vontade que as circunstâncias o despertaram. “Pior que eu acho que você é tão cachorra que deve ter mentido tudo isso só pra ter uma desculpa pra pedir uma foda”, acusa, casual, te fazendo morder a isca pois se apoia sobre os cotovelos para rebatê-lo não menti nada. “É?”, ele chega mais perto, o olhar devorando os seus lábios torcidinhos num bico adorável, “Então, cê é só a cadelinha mais burra por pau que eu já conheci mesmo.”
Você vê a cabecinha batendo contra o seu clitóris, resmunga baixinho, porque está com o pontinho tão sensível de tesão que o simples choque te faz arder. E o jeito que ele se esfrega por ali é cruel, principalmente quando leva até no buraquinho, aponta e tudo, mas não afunda. Matí..., o nome ecoa da sua garganta, numa súplica. Ele sorri, ladino, “Isso. Foi bem assim que cê gemeu meu nome ainda agorinha”, diz, “Geme de novo. Me pede pra meter em você, vai”, encoraja sem vergonha alguma, “Chora um pouquinho pelo meu pau, e eu prometo que coloco em você, princesa. Juro de dedinho”, mordisca o próprio lábio, se divertindo com a sua cara de irritada retornando pra face.
⠀⠀
✰Ꮺ ! 𝐄𝐒𝐓𝐄𝐁𝐀𝐍
Ele não está dormindo. A posição é reconfortante, a mão espalmada na lateral da sua barriga, a lateral da face deitada nos seus seios. Gosta de sentir o seu corpo tão pertinho, do jeito que está abraçada a ele, com os dedos nos cabelos do homem. Mas não é a melhor das circunstâncias pra pegar no sono; depois de um dia estressante, a cólica roubando todo o seu bom humor, só queria poder tê-lo guardadinho dentro de si, ficar cheia, aconchegada, ao ponto que o conforto é tamanho que fecha os olhinhos e dorme fácil fácil de tão cansada.
Esteban te oferece o que necessitava, se enterra todo e fica quietinho, só te ouvindo ressonando, completamente entregue. Já planeja sair de fininho, com cuidado pra não te acordar, quando você espasma, apertando-o com mais força, contraindo ao redor dele. Ei, o que foi?, a voz do argentino soa calminha, vai invadindo os seus ouvidos conforme ganha consciência. Ele ergue o torso, toca no cantinho do seu rosto, afetuoso, “O que foi, cariño?”, sopra. Os seus olhos se abrem devagarzinho, sendo a face do homem a primeira coisa que vê, à luz da televisão ligada no quarto, o player do filme pausado na metade da reprodução.
Os fios dos cabelos dele estão bagunçadinhos, os lábios entreabertos, e aquele olhar carinhoso te derrete toda assim que nota. Kuku, chama num tom choroso, travando mais as pernas na cintura dele. “Oi, tô aqui, meu amor”, ele assegura, colando a ponta do nariz na sua, “Você me assustou... Teve um sonho ruim?”, quer saber, e você nega, não, bem baixinho, “É? Foi um sonho bom, então?”
Muito bom, a sua resposta ganha um sorriso levinho dele, quase que de alívio. Mas é só o seu quadril começar a remexer por baixo do homem que a sua fala recebe a interpretação correta. Esteban desde a mão pra entre as suas pernas, tem que esgueirar o dedo pra tocar no melzinho que escorre pela ereção e parte justamente de ti. Não era pra estar tão molhadinha assim se estava dormindo, a não ser que...
“Me fode”, você pede, com charme. Ele retorna a atenção pra ti, sorrindo, não diz uma só palavra, ainda aparentando incrédulo com a verdade. A carinha de lezado te dá mais tesão, leva a resmungar com dengo, rebolando, praticamente implorando pra ele realizar só mais esse desejo seu. “Nossa, cê tá tão manhosinha hoje...”, o escuta apontando.
É que eu tô ovulando, justifica. “Não tá, não”, ele desmente, “Te fodi durante o seu ‘período fértil��� todinho, princesa, não é possível que você ainda precise tanto de pica...”, o tom de voz masculino permance tranquilo, o que é ainda pior pra sua sanidade, porque ouvi-lo te negando, com tanta gastação, é mil vezes mais excitante. “Tô começando a achar que é você que é uma menina muito desesperadinha, sabe? Eu não ligo de te comer todo dia, mas será que se passa outra coisa na sua cabecinha senão a vontade de dar a bucetinha pra mim?”, está te olhando com os olhos cheios de ternura, “hm?”
⠀⠀
✰Ꮺ !𝐅𝐑𝐀𝐍
“Bom dia, flor do dia”, a voz agudinha dele sopra ao pé do seu ouvido. Não só te desperta do cochilo da tarde, também traz um sorriso enorme pro seu rosto, os ombros encolhidos debaixo da figura masculina que te envolve sobre a cama e beija o seu pescoço. “Pensei que não fosse mais acordar...”, aí ele deita ao seu lado, de braços abertos, o rosto virando para te olhar. “Hoje é sábado, são umas cinco da tarde, só pra te situar.”
“Para, eu não dormi tanto assim...”, você retruca. Levanta as costas do colchão, esfrega os olhinhos. Quando se senta, as mãos acabam descendo pelo corpo, automáticas, pra tocar entre as pernas. A umidade te incomoda, te faz questionar na verdade. Não se lembra de nenhum estímulo que pudesse te deixar mais molhada que o normal ao acordar pela manhã. Os dedos voltam meladinhos, chamam a atenção de Francisco, que se apoia nos cotovelos, exibe um sorriso.
“Hmm, sonhou comigo, foi?”, te caçoa de imediato. Mesmo que a sua reação seja estalar a língua, olhando para ele com cara feia, ainda não eo suficiente para lacrar os lábios do garoto. Inclina o corpo na sua direção mais uma vez, a face indo de encontro com a curva do seu pescoço para mergulhar ali, “E o que eu tava fazendo nesse sonho que te deixei assim, hein? Hein?”, pesa por cima de ti, de faz deitar sobre o colchão de novo, rindo, “Eu te fodi gostoso, é? Hm?”, mordisca a sua pele, esfrega o nariz por baixo do lóbulo da sua orelha. “Eu te comi assim?”, de prontidão se coloca no meio das suas pernas, segurando nos seus joelhos para separá-las mais. A virilha encosta em ti, praticamente ensaia a estocada fictícia.
Francisco!, você repreende, porém perde todo o crédito porque está rindo. “Já sei!”, o sorriso travesso na face do argentino denuncia que está pronto para alterar a posição, “Eu te comi assim”, facilmente te vira de bruços, puxa o seu quadril pra te empinar, mas você foge do toque, cai com o peito no colchão, para, seu bobo, gargalhando de tamanha gozação. E ele vem por cima, deitando a cabeça nas suas costas. Segura no cós do seu short de pijama, brinca com o tecido, fazendo uma horinha antes de perguntar, como quem não quer nada, “vai ficar molhadinha assim mesmo?”
Você espia sobre os ombros, sorri, “por quê?”
Ele quer fazer pouco caso, indiferente, mas o sorriso também invade os lábios, “ah, se o meu amorzinho sonhou comigo, nada mais justo do que eu dar pra ela igualzinho ela sonhou, né?”, a proposta te agrada, bastante. O argentino muda a direção para se deitar com as costas no colchão, a cabeça na direção dos pés de cama. Bate a palma da mão por cima da bagunça de lençóis, “Vem, senta na minha cara”, convida sem pudor, “deixa eu te chupar, cê é tão gostosinha...”
“É?”, você se livra rapidinho do short antes de engatinhar sobre ele. Para com o rosto sobre o dele só pra deixar uns beijinhos estalados, uhum, ele confirma num murmuro, vai ser meu café da manhã. E você ri, soprando ar contra os lábios dele, “tá bom... mas eu também quero meu café da manhã.”
Ele faz biquinho, esticando os lábios pra tocar nos seus de levinho, “aí, eu deixo você me mamar, pode ser?”
⠀⠀
✰Ꮺ !𝐅𝐄𝐋𝐈𝐏𝐄
Talvez seja por causa dessa posição, do toque quente dele. Os corpos abraçados sobre o colchão, a cabeça de Felipe no seu ombro, o joelho dele entre as suas pernas, e a palma da mão segurando o seu seio por baixo da blusa do pijama. Com certeza é isso, porque foi só fechar os olhinhos pro cochilo da tarde que a mente foi longe, desligou, e acendeu o cenário prazeroso das mãos e da boca do argentino tomando os seus peitos. E despertar, excitada, com o contato certinho da forma que imaginou não facilita nada, não é mesmo?
Luta contra o próprio anseio, mesmo que o formigamento abaixo do umbigo seja desesperador. Quanto mais tenta não pensar na fantasia, mais o cérebro revisita as cenas eróticas. Vívido, se lembra de tudo. Das mordidas nas mamas, da língua molhada chupando a pele, e até do som estalado que a boca fazia ao mamar os biquinhos. Respira fundo, tentando se controlar. Pensa em se erguer, em deixar a cama para ir se saciar sozinha, porque o rapaz pesando por cima de ti até ressona, no sono profundo.
Sente os mamilos durinhos, tanto que o resvalar no tecido da blusa é torturante, incomoda. As mamas aparentam o dobro do peso, embora paradinha, só englobando a carne, a palma dele é capaz de te instigar, desejar que aperte, mesmo sabendo que doeria. Seria muito pervertido da sua parte se se esfregasse no jeolho dele só um pouquinho? Tipo, só um pouquinho, só... Devagarzinho, com cuidado, nem o acordaria... Ai, nossa, se sente muito suja por não conseguir se aguentar. Remexe os quadris, lento, o bastante pra roçar o pontinho sensível e conseguir um alívio.
Solta o ar dos pulmões. Pode ser que esteja presa demais ao próprio deleite porque parece alheia ao seu redor; ao som distante da televisão ligada no cômodo ao lado, da cidade, da respiração do Otaño. Rebola mais um pouco, o braço que envolve as costas do argentino o segura com mais vontade, os dedos procurando pelos fios dos cabelos espessos dele. Ar escapa por entre a sua boca, num arquejar. E morde os lábios, de imediato, julgando que fez barulho demais, até cessa o movimento dos quadris.
Mas o ecoar rouquinho da voz masculina te desconcerta, “continua, bebê”. Felipe arrasta a face pelo seu colo, com ternura, ainda está grogue de sono, dá pra notar, só que a disposição de te oferecer prazer sobrepassa qualquer outro desejo que tenha nesse momento. Ele encaixa melhor o joelho entre as suas pernas, a palma da mão se fecha ao redor do seu seio, com firmeza. Arranca um gemidinho doce, reclamando da pontada que sente no biquinho e se deliciando com a rigidez do toque ao mesmo tempo.
“Pensei que estivesse dormindo”, ele cochila, o ar soprando no seu pescoço, “mas a minha garota é insaciável, tô achando... Aposto que até sonha comigo fodendo ela”, e o jeito que você se retrai toda leva Pipe a cogitar que está mesmo correto. Levanta o olhar pra ti, aqueles olhinhos claros te mirando com brilho, um pequeno sorriso ameaçando tomar conta dos lábios. “Ah, nena...”, se entrega total ao escárnio, ao ego inflado pela constatação, “queria muito que você não fosse essa cadelinha boba que tu é, mas não dá, né? Cê não se aguenta”, sobe a barra da sua blusa, traz pra fora só os seus seios para poder usurpar do local todinho. Chupa um, continua apertando o outro, com apetite. Solta o biquinho duro num estalo, a face corada e a voz bêbada pra zombar “não pode me ver que precisa de atenção, não é?”, fricciona os dedos no outro mamilo, “é uma putinha muito necessitada de carinho. E tanto faz como eu vou te comer, né? Posso ficar só mamando nos seus peitinhos”, afunda o rosto no vale dos seus seios, esfrega a ponta do nariz ali, “te colocar pra rebolar na minha coxa, ou te dar pica. Tanto faz. Tanto faz pra quem é a cachorrinha desesperada preferida do Pipe, né?”
⠀⠀
✰Ꮺ !𝐀𝐆𝐔𝐒𝐓𝐈𝐍
Você deita de bruços, a lateral da face deitada no braço esticado do homem. Não é sempre que isso acontece. Na verdade, nem se lembra da última vez. Normalmente, vai deitar tão cansada que a mente nem tem tempo de fantasiar. Mas a circunstância inesperada não é um problema, nem de longe. Se tem algo que Agustín já deixou bem claro que não dispensa é a oportunidade de te foder.
Toca sobre o peitoral nu, chamando o nome dele baixinho. O argentino suspira, despertando, “oi, nena”, dizendo. Eu queria que você me fodesse, você vai direto ao ponto, sem rodeios. Um silênciozinho domina o quarto por um momento, a lascividade das suas palavras causando tensão no ambiente, porém é só o tempo necessário para ele ganhar o domínio do próprio corpo e se levantar para acender a luz no interruptor.
O sorriso ladino dele é a primeira coisa que você vê, torna-se impossível controlar o seu próprio, mordendo o lábio, travessa “Então, a minha mulher me acordou só pra pedir pica...”, ele balança a cabeça negativamente, fingindo alguma decepção, “tsc, onde é que eu fui arrumar uma puta tão emocionada...”
Eu meio que tive um sonho contigo, você explica. Ele se aproxima da cama de novo, o joelho afunda no colchão macio, “é mesmo?”, a cabeça pendendo pro canto. Você me comia tão bem que eu não vou conseguir dormir mais, murmura, com manha, aquela carinha de anjo, os lábios crispadinhos só pra apaixonar o homem. “Entendi”, ele diz, “aí, precisa que eu te dê um trato pra poder ficar bem cansadinha e pegar no sono mais fácil, né?”
Uhum, é exatamente isso que você precisa. “Beleza”, ele estica a mão para pegar no seu tornozelo e sem dificuldade nenhuma te puxar até a borda da cama. “Vou te comer bem, daquele jeito que deixa as suas perninhas tremendo. Você sempre dorme igual um anjinho depois”, segura no seu quadril, te vira de modo que possa te colocar de quatro. Só afasta o tecido da calcinha, o dedo correndo pela umidade exacerbada, “molhadinha desse jeito... Seria até pecado se não me deixasse meter em você, linda.”
A mão entrelaça nos seus cabelos, desce na nuca, aperta. É uma pegada bruta que te faz arrepiar, toda empinadinha nessa posição, apenas esperando ardentemente que ele coloque em ti. O arranhar dos dedos na sua cintura, segurando pra poder se encaixar certinho. Não tem motivo pra não pôr tudo, com tanto melzinho escorrendo, a ereção vai inteira pra te rechear. E já que vai te foder da forma mais canalha que conheça na intenção de deixar cansadinha, os tapas estalados não podem faltar. A carne da sua bunda até queima, o corpo todo estremece, o gemido dengoso escapando na sua voz quebradinha. Chega a se perguntar se os vizinhos conseguem ouvir, pelo menos, o estalo do tapão... Ah, que vergonha... Mas eles que se danem dessa vez, vai, você necessita uma boa foda pra literalmente apagar sobre o colchão depois de bem gozadinha.
⠀⠀
✰Ꮺ !𝐒𝐈𝐌𝐎𝐍
Abre os olhos, o corpinho ferve, as pernas enroladas no lençol da cama dele. Ainda consegue sentir a buceta latejando, e não sabe se é reflexo das estocadas fortes de agora há pouco ou da fantasia despudorada que levou todo o prazer que sentiu da foda pra sua mente desacordada.
Com as pálpebras cerradas, de bruços, desce a mão lá pra baixo, pressionando o antebraço contra a barriga. Tem que tocar pra ver o estrago. Desabou no travesseiro depois do terceiro orgasmo, sem ânimo pra mais nada, nem um sorrisinho ou um ‘obrigada’, e com esse maldito sonho, então, deve estar ainda mais babadinha, né? Pô, e põe babada nisso. A mistura das jorradas de porra entre os lábios íntimos inchadinhos, o interior das coxas, junto da excitação atual. Sente o clitóris dolorido, como se clamasse por uma atenção ali, mesmo que pouquinha, quando puxar a mão pra fora de novo. E até ia ceder a si própria, claro, mas só se o riscar do isqueiro não te fizesse abrir os olhos.
“Dorme uns quarenta minutos direto e, quando acorda, a primeira coisa que faz é se dedar escondidinha...”, a voz masculina ecoa nos seus ouvidos. Vê a silhueta do homem, apoiado no parapeito da janela aberta, a luz do pôr do sol criando o desenho do corpo seminu. O cigarro sendo tragado; a fumaça jogada no ar. Se força bem as vistas, também dá pra notar um sorrisinho sacana na face do argentino, “...eu sempre escolho as mais vagabundinhas mesmo...”
Você levanta parte do torso, se apoiando no cotovelo para retrucá-lo, “cê bem que podia me foder. Eu tenho meus dedos, sim, mas cê tem os dez e um pau à toa”. Ele ri, soprado, espia na sua direção por cima dos ombros, “te foder, é?”, sopra a fumaça, “de novo?”
A entonação é maldosa, de escárnio. “Se eu meter em ti mais uma vez, linda, cê vai se apaixonar.”
É a sua vez de rir, dando a ele um gole do mesmo tom de gozação. “Cê precisa de mais que uma pica pra me fazer apaixonar, Simón.”
É?, ele se vira pra ti, os braços sustentando no parapeito. “Engraçado. Eu juro que quase ouviu um ‘eu te amo’ mais cedo, os seus olhinhos brilhando só porque a minha pica tava metendo em ti.”
Você revira os olhos, num suspiro. “Tá, depois a gente pode ficar de gracinha um pro outro, agora vem aqui e faz o que eu tô precisando”. E ele caminha até ti, de fato, a proximidade te levando a crer que foi respeitada, que toda a marra do argentino caiu por terra na sua primeira simples instrução depois de dar o gostinho pra ele do que é foder uma buceta.
Mas Simón se inclina apenas para alcançar o outro travesseiro, “quer gozar de novo, gatinha?”, e oferecê-lo, deixando por cima de ti, “se esfrega aí, você consegue”, e retorna pra janela, pra mesma posição em que estava antes.
Parece uma piada de mal gosto, a feição na sua cara já diz tudo que um milhão de palavras pra expressar a frustração não conseguiria dizer. Até poderia rebater, talvez contar pra ele que sonhou agora mesmo que dava pra ele mais uma vez porém sabe que só vai fazer a energia de puto dele crescer e não está com paciência pra ego de homem agora — ainda mais um hermano.
Muito bem, guia o travesseiro pra entre as pernas, se encaixa sobre, um ângulo bonzinho pra roçar. “Isso aí”, o escuta murmurando, os olhos fixados na sua figura, “viu como você consegue?”, o tom gozador não vai te afetar mais, pois já tem a mente feita com a sua provocação. Ignora tudo que Simón te diz, cada palavra suja, termo degradante. Deixa ele te chamar de putinha, de cadela, falar o quanto parece uma virgenzinha procurando um alívio no meio da madrugada porque não tem ninguém pra te comer. O seu foco é a performance, a sensação deliciosa que se constrói na boca do estômago.
Rebola, jogando o bumbum no ar, a bagunça úmida se espalhando pra fronha. A cabeça pendendo pra trás, a face de deleite sendo pensada para ser um doce aos olhos do argentino. Quer atiçá-lo — ao bruto, quer se vingar do ‘não’ que recebeu. Logo, os lamúrios se tornam mais audíveis, a voz torcendo no dengo, os gemidos vazando pelos lábios entreabertos. Simón, o nome dele ecoando pelo cômodo.
“Fala comigo, nena”, sente o toque quente da palma na sua bochecha, a carícia suave. Arrasta a bochecha nas costas da mão dele, dócil, mas sem comunicar mais nada, quietinha. Se esfrega mais, mais, os quadris dançando por cima do travesseiro. Chega até a quicar, pornográfica mesmo, propositalmente gostosa demais para o homem que pega na sua mandíbula, aos suspiros. Quer dar um tapinha na sua bochecha, igual fez diversas vezes mais cedo, porém somente morde o próprio lábio, a outra mão apertando a ereção que se forma dentro da cueca. “Ah, sua cachorra...”, o resmungo em meio ao sorriso é o primeiro sinal do seu triunfo. Com certeza, ele pensou que você fosse choramingar, estupidamente implorar pra ser fodida pelo pau dele e nada mais que isso. Não esperava que o deslumbre de te ver tão exibidinha na cama assim, se masturbando, fosse uma possibilidade. “Cê não vai deixar em meter em ti agora, vai?”, pergunta mesmo já sabendo a resposta, recebendo o seu aceno negativo. “Pô, nem a cabecinha?”
Você ri, não, nega. E ele não desiste, aparenta ainda sustentar a marra de antes, só que, sem dúvidas, está mais mansinho. “E porra? Quer na boquinha? Não vai desperdiçar leitinho, vai?”
#imninahchan#lsdln cast#headcannon#headcanon#enzo vogrincic#esteban kukuriczka#matias recalt#simon hempe#felipe otaño#fran romero#francisco romero#agustin pardella#enzo vogrincic smut#matias recalt smut#francisco romero smut#agustin pardella smut#esteban kukuriczka smut#simon hempe smut#felipe otaño smut#la sociedad de la nieve#the society of the snow#a sociedade da neve
472 notes
·
View notes
Text
kinktober 2024.
em comemoração aos +400 followers (🤯🤯) decidi me desafiar e nesse próximo mês eu vou participar do desafio do Kinktober. para quem não conhece a proposta: basicamente, durante os 31 dias de outubro eu vou postar um imagine/smut por dia com diferentes prompts. alguns desses smuts e imagines poderão conter conteúdo “dark” (já que é outubro quero deixar as coisas mais temáticas hehe). esses conteúdos contarão com avisos.
segue a lista:
1 - primeira vez com Matías Recalt. 2 - sonho molhado com Simón Hempe. 3 - sexting com Blas Polidori. 4 - caçador/presa com Enzo Vogrincic. 5 - breath play com Agustín Pardella. 6 - age kink com Esteban Kukuriczka. 7 - bondage com Agustín Della Corte (inédito). - breve menção à @cherryblogss que me fez querer escrever sobre ele depois de ler os smuts dela. 🩷 8 - dacrifilia com Pipe Otaño. 9 - gangbang com ?.* 10 - sonofilia com Matías Recalt. 11 - inocência com Simón Hempe. 12 - dupla penetração com Blas Polidori & Pipe Otaño. 13 - desconhecidos com Enzo Vogrincic. 14 - voyeurism com Agustín Pardella & Esteban Kukuriczka. 15 - privação sensorial com Agustín Della Corte. 16 - fear kink com ?. 17 - degradação com Matías Recalt. 18 - fotografia com Simón Hempe. 19 - massagem com Blas Polidori. 20 - knife play com Enzo Vogrincic. 21 - devoção com Esteban Kukuriczka. 22 - exibicionismo com Agustín Pardella. 23 - obsessão com Agustín Della Corte. 24 - vingança com Felipe Otaño. 25 - castidade com ?. 26 - stoned sex com Matías Recalt. 27 - cnc anal com Simón Hempe. 28 - aftercare com Blas Polidori. 29 - lap dance com Enzo Vogrincic. 30 - peeking com Esteban Kukuriczka. 31 - festa de halloween.
* = vão ser sorteados os meninos com os temas que possuem o ? para deixar a nossa semaninha mais interessante, hehe.
sem vocês nada disso seria possível. gostaria de agradecer cada uma de vocês que leram, interagiram e fizeram do tumblr um refúgio pra mim. que vivan los hombres do cast de lsdln, mas principalmente viva las mujeres desse fandom que viraram minha família. 🩷
as asks estão abertas caso as senhoras desejem me inspirar com seus cenários mirabolantes!
#lsdln cast#lsdln#simon hempe#enzo vogrincic#pipe otaño#matias recalt#agustin pardella#society of the snow#la sociedad de la nieve#a sociedade da neve#blas polidori#esteban kuku#agustin della corte#kinktober#kinktober 2024
153 notes
·
View notes
Text
Into Your Arms (Surrender) - Enzo Vogrincic
+18! Intro I/Intro II/Intro III.
SoftDom!Enzo. Creampie, dacrifilia, dirty talk, fingering, hand kink, hiperespermia, masturbation, sexo oral, sexo sin protección, size difference/size kink (porque Enzo es más alto y la tiene grande), aftercare, edades no especificadas. Español rioplatense.
Enzo es tu amigo.
Es extraño, considerando que es también tu creador de contenido favorito hace meses, probablemente más de un año, y quien provocó los mejores orgasmos de tu vida, pero no significa que la amistad que formaron no sea válida y una de las mejores que tuviste hasta el momento. Probablemente ese fue el motivo que te molestó porque, bueno, ¿no se supone que un amigo comentaría a otro amigo que está visitando su ciudad?
Descubrir vía Instagram que frecuentó tu sitio favorito, la cafetería que tantas veces le mencionaste, te parece ofensivo como mínimo. Y el colmo fue la fotografía de la florería ubicada en una esquina no muy lejana a tu hogar, donde capturaste atardeceres para él. ¿Está haciendo un tour por tu ciudad tomando como referencia todos los lugares que le enseñaste, pero no pensó en decirte que venía?
Puede que intente sorprenderte, repite la voz en tu cabeza, pero no estás segura de que tenga motivos para hacerlo. ¿Por qué te escogería, justo a vos, de entre sus quién-sabe-cuántos miles de suscriptoras y suscriptores? Y de querer sorprenderte, ¿no te habría ocultado sus historias? ¿No habría evitado compartir las fotos para que no sospecharas?
Definitivamente tiene que tener otros motivos, razonás en un intento de sepultar cualquier patética esperanza, y puede que no le importes lo suficiente como para molestarse en recordar dónde vivís. La cafetería es famosa en redes sociales y esa florería es imposible de ignorar, ¿por qué se molestaría en comentarlo con vos en caso de recordar que le hablaste de ellas?
Decidís desactivar las notificaciones, tanto para sus historias como para sus publicaciones, antes de silenciar tu teléfono y continuar con tus ocupaciones. Tu vida no gira en torno a Enzo, por mucho que lo adores, así que no es una opción permitir que lo-que-sea que esté haciendo durante su tiempo libre impacte en tu humor y en tu relación con él.
Una relación que fue, antes que nada, profesional.
El resto de tu día se desarrolla con calma hasta que chequeás tu teléfono nuevamente y te encontrás con una notificación informándote sobre el nuevo video en su OnlyFans. Lleva una semana sin publicar más que fotos y un audio de corta duración que escuchaste antes de dormir, pero ignorás lo que te provocan las etiquetas que incluye en la descripción (sobre todo las de orgasmos múltiples y dirty talk) para continuar con tu trabajo.
Intentás concentrarte, esforzándote como siempre, pero el contenido que te envió la editorial para la que trabajás es insípido, tan terrible que resulta doloroso de leer. Masajeás tus sienes y pensás qué hacer con los horrores presentes en el manuscrito: el informe que confecciones para el editor será el que determine qué tan rápido acepta o rechaza leer este material y, consecuentemente, qué tan rápido lo publican o no.
Entre notas que pretendés incluir en el informe, correcciones de errores absurdos en el archivo, descansos y suspiros de frustración, tu mirada siempre termina sobre tus audífonos. Considerás buscar audios de otros creadores; entre ellos Esteban con su literatura erótica o Matías, que no tiene límite a la hora de degradar a sus suscriptoras, pero sabés que no tienen el mismo efecto. Nadie puede hacer lo que hace Enzo.
Escondés tu rostro entre tus manos, molesta por pensar en él, incapaz de recordar cómo era tu vida cuando su ser no invadía tu mente cada minuto del día. ¿Qué hacías antes de obsesionarte y reproducir sus audios y videos para sentirte acompañada en la soledad y el silencio de tu sala de estar? ¿Qué pensabas cuando despertabas sin sus mensajes de buenos días? Imposible recordar.
Es indignante y vergonzoso reconocer que ahora él significa muchísimo más, que ya no es sólo su contenido, es patético. ¿Quién podría enamorarse de un completo desconocido? ¿Quién podría enamorarse del desconocido con el que desarrolló una amistad? La parte lógica de tu cerebro intenta argumentar que es imposible no enamorarse de alguien como él, pero…
El reloj marca las cinco. Dejás de lado las preguntas que te asfixian y también tu trabajo.
Ignorás los mensajes que recibiste hace horas, minutos luego de esa notificación de OnlyFans, pero aún así esta página es la que reclama tu atención en cuanto te escondés bajo las suaves sábanas luego de un baño. Tu respiración se vuelve irregular con sólo ver la miniatura del video: Enzo recostado en su cama, desnudo, sus uñas enterrándose en su muslo y en su abdomen un océano de semen.
El sonido de su voz es suficiente para despertar esa sensación cada vez más recurrente en tu estómago. No es excitación, tampoco nervios o vergüenza por disfrutar esta clase de contenido, es un sentimiento que provoca que esperes sus cumplidos por razones que van más allá de satisfacer tus necesidades sexuales. Es ese motivo que te mantiene despierta cada noche.
-¿Qué tal?- pregunta cuando la cámara por fin hace foco en su rostro. Una sonrisa tira de sus labios y peina su cabello con una mano mientras continúa buscando el mejor ángulo, batallando por unos minutos antes de dejarse caer sobre el colchón. Jamás elimina la introducción de sus videos y ese es un detalle que te fascina.
Desabotona su camisa lentamente, los anillos en su índice y meñique derechos brillando, para permitir ver su abdomen tonificado y su erección contenida por su ropa interior. El color oscuro de su bóxer no oculta la humedad del mismo y te mordés el labio pensando en qué estaría pasando por su mente o qué estaría haciendo minutos antes de comenzar a grabar.
Suspira. Lo imitás.
-Tenía tantas ganas- dice en voz baja-. Necesito…
En lugar de terminar la oración desliza la prenda unos centímetros para poder liberar su miembro. Infinidad de veces lo admiraste, en todos sus estados, pero jamás deja de sorprenderte el sentimiento de anhelo que despierta en vos. Esta vez no es la excepción, por supuesto que no, mucho menos considerando las prominentes venas que recorren toda su extensión junto con las gotas de líquido preseminal.
Utiliza su pulgar para esparcir su humedad, primero por todo el glande y luego más allá, sin ocultar esa arrogante media sonrisa en su rostro cuando se desnuda. El recuerdo de la primera vez que comprendiste el significado de su expresión, cuando gemiste por la sorpresa mientras él te enseñaba lo que era un anillo de silicona y explicaba sus beneficios –que no le hacen falta, claro está-, te hace temblar.
Y no sólo su sonrisa es la misma, pensás una vez que el recuerdo se desvanece lo suficiente como para concentrarte en la pantalla, también lo es el estado desesperado de su erección. No estás segura de poder con su tamaño pero, Dios, es tan tentador que de tenerlo en tus manos intentarías todo lo posible para lograr complacerlo. Utilizarías cada centímetro de tu cuerpo para satisfacer a Enzo.
Deslizás una mano hacia tu centro una vez que comienza a masturbarse.
Tu excitación humedece tus pliegues pero ignorás tu entrada y te concentrás, sólo por el momento, en tu clítoris. Algunas caricias suaves, otras ejerciendo más presión, círculos que siguen el ritmo lento de la mano de Enzo; su respiración profunda y algún que otro suspiro se derraman directamente y con claridad en tus oídos gracias a tus audífonos.
-Estuve toda la semana pensando en esto- confiesa. Se estira para tomar el lubricante y arroja unas gotas en su palma para luego continuar-. Todos los días pensando en vos...
Cerrás los ojos y suspirás. Sólo su voz bastaría para guiarte hacia el orgasmo.
-Necesito tenerte conmigo.
Un gemido escapa de tus labios.
No hay forma de ignorar la necesidad que se expande por tu cuerpo o el latir de tu corazón… y tampoco el de tu clítoris -repentinamente más sensible que antes-. Normalmente intentarías comportarte justo como lo hacés durante las videollamadas con Enzo: paciente, calmada, permitiéndote disfrutar cada sensación, esperando el momento indicado y su indicación.
Aún así, consciente de lo rápido que podría terminarse este momento por tener como estímulo el video, comenzás a mover tus dedos con más energía y vigor para imitar la rapidez con la que él masajea su miembro. Imaginás que son sus dedos los que juegan con tu cuerpo, permitiéndote saborear un muy necesitado orgasmo, no dejándote más opción que dejarte llevar por el placer.
Tu respiración termina sincronizándose con la suya y cada vez que Enzo suspira o jadea vos gemís. Las palabras continúan cayendo de sus labios, algún que otro cumplido y esos apodos cariñosos que te hacen sonreír como una idiota, pero lo que más te provoca son las miradas cargadas de intensidad y deseo que arroja hacia la cámara.
Muerde su labio inferior una y otra vez en un intento de contenerse. Espera que el dolor sea suficiente para olvidarse del placer, lo sabés, pero los músculos de su abdomen tensándose y la manera en que arroja la cabeza contra el respaldo de su cama son claros indicios de que está fracasando. Separa más las piernas, exponiéndose sin timidez, mostrándote el lugar que te corresponde.
Estás considerando introducir un dígito en tu interior cuando te interrumpe su voz.
-Necesito tenerte para poder cogerte toda- se aclara la garganta-. Tu boca, tus tetas, esa conchita toda apretada.
El orgasmo te golpea y te mordés la lengua para no gritar.
Mantenés los ojos fijos sobre la pantalla mientras en su desesperación él utiliza ambas manos para tocarse. Enzo tiene manos grandes, perfectas para utilizarlas como gargantilla o capturar tus muñecas y someterte, pero aún así no cubren por completo su miembro y esa imagen, en combinación con tus dedos todavía torturando tu clítoris, te hace retorcerte de placer.
Respirás lenta y profundamente, tu mano ahora descansando sobre tu abdomen mientras con la otra sostenés tu teléfono, arrepintiéndote inmediatamente de esto último cuando por error tocás la notificación en la parte superior de la pantalla. Es un mensaje de Enzo: “¿Estás enojada conmigo?”.
Parpadeás rápidamente. El gesto no te saca del trance.
Todavía no recuperás el control de tu cuerpo y tu mente batalla por comprender el mensaje, pero un sonido distante te obliga a reincorporarte y arrancar tus audífonos. El timbre suena, suena y suena, no escuchás la voz de la persona que está del otro lado y sea quien sea parece tener la única intención de interrumpir tus actividades.
Estás segura de que no esperabas la llegada del correo.
Tomás la ropa que dejaste doblada sobre tu escritorio, sin importarte que se trate de tu pijama, para vestirte rápidamente y correr en dirección a la entrada. Tu liberación corre por tus muslos, incomodándote y recordándote que necesitás regresar a tu cama, pero ignorás el llamado de tu cuerpo para ocuparte del llamado en la puerta.
-Perdón, estaba en el…- tu voz se quiebra a media mentira-. ¿Enzo?
Respira temblorosamente y vos retrocedés.
Humedecés tus labios con tu lengua una, dos, tres veces, buscando las palabras para preguntar qué está haciendo allí, pero permanecés en silencio y él sólo se encoge de hombros, como si no tuviera una explicación lógica que justifique encontrarse en tu puerta un viernes luego de las seis p.m. Intenta hablar, falla, vuelve a intentar, su pulgar juega con el anillo en su índice.
Te recibe entre sus brazos cuando te arrojás contra su pecho y el aroma de su perfume golpea tus sentidos. La sensación de sus manos sobre tu cuerpo, masajeando tu espalda y aferrándose desesperadamente a vos, resulta irreal y mágica. Es como una extraña especie de déjà vu, pensás mientras sus dedos se deslizan por tu cabello, pero sabés que jamás te habían abrazado así.
Nunca antes habías sentido que tu lugar era en los brazos de otra persona.
-¿Qué…?
-Quería verte- besa tu cabello, ignorando todo lo que su ser (y su voz, más grave en persona) genera en tu sistema-. Necesitaba verte.
Abandonás tu refugio en su pecho para mirarlo y él sostiene tus mejillas entre sus manos. Cuando tomás sus muñecas podés sentir bajo tus dedos sus pulsaciones descontroladas, pero es un detalle en el que no podés concentrarte porque toda tu atención está puesta en sus ojos oscuros y sus pupilas que parecen esconder un algo.
-¿Por qué no me dijiste nada?
-Porque no sabía si querías verme.
-¿Cómo no iba a querer verte?
-Pensé que estabas enojada conmigo porque…
-Estoy enojada con vos.
-¿Por qué?
-Porque no me dijiste que venías- lo empujás pero se rehúsa a dejarte ir-. Porque estuviste en todos los lugares de los que te hablé pero no me mandaste un solo mensaje preguntando si…
-Porque quería que me respondieras las historias cuando vieras las fotos- explica casi sin respirar-. Quería que vos decidieras si verme o no, no quería proponerlo e incomodarte y…
Deja de hablar en cuanto ve tu expresión.
-No, pará, ¿cómo sabías mi dirección exacta?
-¿Recordás ese sorteo que hice para quienes pagaban la membresía más cara?- asentís. Suspira y cierra los ojos con fuerza-. Era mentira.
Tu mueca de incredulidad lo hace reír.
-Quería hacerte un regalo por tu cumpleaños- sus pulgares acarician tus pómulos y cuando derramás una lágrima él la limpia-. En ese momento se me ocurrió que era la única forma de conseguir tu dirección. Todavía tenía los datos.
Guardás silencio. Enzo una su frente con la tuya y ambos fingen que los milímetros que separan sus labios de los tuyos no son tan peligrosos.
-Jamás pensé que te vería en persona- decís en un susurro y, sin poder controlar tu lengua, agregás:- Justo antes de que llegaras estaba viendo tu video.
-Pensaba en vos.
-No mientas.
-Nunca te mentiría- jura-. No sabés las ganas que tenía de conocerte y...
-¿Y…?
-Estás temblando.
Es patético, te dice tu cerebro, temblar en sus brazos sólo por lo mucho que te emociona conocerlo. Reparás entonces en tu falta de ropa interior, en tu cabello todavía húmedo y un poco despeinado, en tu pijama arrugado, en tu confesión sobre haber estado viendo su video hasta hace pocos minutos. Siempre pensaste que llegado el momento de encontrarse todo sería diferente. Planeado. Perfecto.
Enzo, sin embargo, no parece notar todos esos detalles y continúa observándote con esa intensidad característica de sus ojos oscuros, como si intentara descifrar tus pensamientos, ignorando que su cabello cayendo sobre tu rostro y el calor de sus manos sobre tu piel sólo empeoran tu estado porque son una confirmación de que esto es real.
Horas atrás estabas enojada por su falta de comunicación y en este momento lo tenés en tu puerta, confesándote que pensaba en vos mientras grababa su video, dejándote saber lo mucho que anhelaba conocerte y negándose a soltarte. Te encantaría reclamarle por su mentira, bromear, pero el gesto te resulta conmovedor y las palabras mueren en tu garganta.
-¿Te puedo besar?
Un pequeño gesto afirmativo de tu parte basta.
En un principio sólo es un roce prácticamente imperceptible, sus labios y los tuyos conectándose por pura inercia para deshacer el ínfimo espacio que los separa, pero cuando suspirás contra su boca cualquier delicadeza queda en el olvido. Es un beso hambriento e impaciente que sólo interrumpe cuando delinea tus labios con su lengua, preguntando.
Explora el interior de tu boca mientras te obliga a retroceder y gemís por la fuerza de sus manos sobre tu rostro. Cierra la puerta rápidamente para seguir besándote y te acorrala contra la pared, su mano en tu nuca para prevenir que te golpees, deslizando su pierna entre las tuyas antes de tomarte por la cintura y forzarte a sentirlo contra tu centro.
-¿Esto está bien?- pregunta cuando encuentra tu mirada.
Escucharlo preguntar por tu consentimiento en sus audios jamás te preparó para lo excitante que sería escucharlo preguntar en la vida real. El deseo que nubla su mirada no nubla su juicio, reflejándose su preocupación y consideración por tu comodidad en su voz ronca. Sonreís.
-Está perfecto- contestás y tirás de su ropa para volver a besarlo. Tu respiración irregular empeora mientras entre besos continuás hablando:- No puedo creer que estés acá.
En lugar de contestar te empuja aún más sobre su muslo y cuando utiliza su agarre en tu cintura para moverte bajás la mirada, encontrándote con que tu humedad mancha la tela de su pantalón. Tu expresión de mortificación y timidez, lejos de lograr que se detenga, sólo lo provocan más.
-Te estabas tocando cuando llegué, ¿no?
-Sí.
-¿Qué usaste?
-Nada. Sólo me toqué.
Desabotona la camisa de tu pijama sin romper el contacto visual y tira con fuerza de tu pezón izquierdo. Ignora tu mano cerrándose sobre su muñeca y masajea tu pecho, todavía sujetándote por la cintura con su otra mano, sus ojos ahora fijos en tus pechos y en las reacciones que sus acciones despiertan en tu cuerpo.
-Me encantan tus tetas, ¿sabías? Son perfectas.
-No…
-Sí, son perfectas, mirá.
Obedecés sólo para terminar arrepintiéndote por lo que la escena genera en tu cerebro. La imagen de tu pecho en su mano parece extraída de tus fantasías, sobre todo considerando la manera en que encajan perfectamente y con el frío material de sus anillos provocando que tu pezón continúe erecto, dejándote sin palabras.
-Son perfectas, ¿viste?- repite mirándote a los ojos. Su mano asciende hasta descansar donde puede sentir tus latidos-. Estás hecha para mí.
Temblás.
-Enzo…
-¿Qué querés? ¿Qué necesitás?
-A vos.
No tenés idea de en qué momento y cómo llegan a tu habitación.
Enzo te recuesta sobre las almohadas y luego de deshacerse de algunas de sus prendas se posiciona sobre tu cuerpo. Llena tu rostro, tus labios, tu mentón y tu cuello de besos mientras su mano juega con tus pechos hasta el cansancio, masajeando y pellizcando, haciéndote llorar con la sugerencia de utilizarlos para satisfacerse y nada más. Los golpea, justo como siempre dijo que haría, pero sus golpes son más caricia que tortura.
Utiliza sus uñas para recorrer el valle entre tus pechos, la zona de tus costillas y tu estómago, haciéndote sisear y regañándote cuando no permanecés quieta. Llega hasta el elástico de tu pantalón, frenando justo debajo de tu ombligo para hacerte cosquillas, regalándote así un momento para que lo detengas en caso de desearlo.
-¿Querés que te toque?
-Quiero que me cojas.
-Entonces primero tengo que tocarte- besa tu mejilla-. Necesito prepararte.
Retira tu pantalón, sin desperdiciar la oportunidad de acariciar tus piernas con vehemencia mientras lo hace, para luego deshacerse también de tu camisa y detenerse para contemplar tu cuerpo desnudo. Estás totalmente expuesta mientras él aún mantiene su camiseta y su ropa interior y el contraste te hace sentir vulnerable.
Sus manos en tus rodillas son una indicación que comprendés en cuestión de milisegundos y separás tus piernas para permitirle verte. Su respiración se entrecorta y su mandíbula se tensa. Intenta recuperar la compostura, esforzándose para no reclamar tu cuerpo como un salvaje, piensa en todo lo que le gustaría hacerte (nada de esto sirve para frenar sus impulsos).
-Tenés una conchita tan linda- se recuesta entre tus piernas y besa tu muslo-. Y es toda mía, ¿no?
-Tuya, sí.
Utiliza dos dedos para trazar una línea desde tu entrada goteante hasta tu clítoris, donde se detiene para dibujar círculos con una exasperante parsimonia que te hace rogar por más. Ignora tus súplicas, sus dedos recorriendo múltiples veces el mismo camino, antes de posicionar uno contra tu entrada y ver cómo se contrae con anticipación.
-Estás muy mojada, mi amor- vuelve a besar tu muslo y sólo para torturarte continúa:- Me parece que no vamos a necesitar el lubricante.
-Enzo...
-¿Qué?
-Apurate.
-Mirame- ordena. Cuando no obedecés decide morderte para llamar tu atención-. Necesito que me hables, ¿sí? Cualquier cosa que quieras, cuando algo no te guste, si duele...
-Está bien.
Te recompensa introduciendo su dedo medio y mordés tus nudillos. Sus dedos, más grandes y más largos que los tuyos, te hacen sentir llena y tocan en tu interior todos esos puntos que por lo general no podés encontrar. Mientras realiza pequeños movimientos, arrastrando el dígito dentro y fuera de tu estrecha entrada, gira su muñeca y curva la punta del mismo.
-Acá, ¿no?- sonríe cuando te escucha gemir.
Besa tu clítoris un par de veces, el contacto breve y suave, como una especie de advertencia antes de utilizar su lengua y labios en vos. Está tan desesperado por probarte que no se molesta en medirse y cuando te quejás por la sensibilidad, producto de tu anterior orgasmo, no parece importarle en lo absoluto. Continúa devorándote y tantea tu entrada con un segundo dedo.
Tirás de su cabello -es tanto o más sedoso de lo que pensabas- y te movés contra su boca, cualquier remanente de autocontrol ahora perdido, porque nunca antes habías experimentado algo así. El sonido producido por la mezcla entre tu humedad y su saliva es obsceno, ambos fluidos empapan tu centro, tus muslos, su mano y su rostro, pero eso parece excitarlos más.
-Más- exigís cuando sentís la proximidad de tu orgasmo.
Enzo introduce otro dedo y no podés hacer nada más que dejarte ir entre sollozos. En lugar de detenerse aumenta su tempo, sujetando tu pierna para impedir que escapes y manteniendo sus labios adheridos a tus pliegues para beber de tu liberación. Tus manos en su cabello, batallando por alejarlo y simultáneamente presionándolo más contra tu cuerpo, su nombre en tu boca, las contracciones de tus paredes y todo tu ser comienzan a volverse una adicción para él.
Se obliga a dejar de frotarse contra el colchón. No quiere arruinarlo todo.
-¿Querés más?- ofrece cuando vuelve a posicionarse sobre tu cuerpo. Tus pestañas brillan por las lágrimas que derramaste y él besa el rastro húmedo en tus mejillas mientras tu mano baja por su torso antes de colarse en su ropa interior. Cuando comenzás a tocarlo la calidez de tu palma amenaza con desbordarlo y busca refugio en tu cuello-. Dios... Me vas a matar.
-¿Así está bien?
-Sí, sí.
Cuando se reincorpora tomás su mejilla en tu otra mano y él gira su rostro unos centímetros para poder besar tu palma. Sólo deja de mirar tus ojos para ver tu boca, la manera en que mordés tu labio inferior con fuerza, tu mano envolviéndolo con dificultad y llevándolo hacia el límite. Cuando bajás la mirada comprendés el motivo de su fascinación y no podés evitar gemir.
Gotea cantidades absurdas de líquido preseminal sobre tu estómago.
-¿Enzo?
-¿Qué?
-Es muy grande- intenta ocultar su sonrisa, pero es en vano, ya conocés el significado y no te molestás en ocultar tu frustración ante su reacción arrogante-. No es gracioso.
-Perdón, bebé, es que…- se interrumpe con un gemido profundo que te hace apretar los muslos-. Está bien si querés parar.
-No quiero- aclarás-. Es que...
-¿Tenés lubricante?
Estirás el brazo para tomar el lubricante, perdido entre tus almohadas, sin dejar de tocarlo. Quién lamenta más el tener que separarse del otro es una pregunta sin respuesta, pero lo hacen, porque es necesario y porque saben que sólo será cuestión de unos minutos. Con expresión serena, intentando calmar tanto tus nervios como los suyos, Enzo deja caer unas gotas del producto en tu centro.
Vuelve a deslizar sus dedos en tu interior, separándolos y maravillándose con la imagen de tu entrada dilatándose, antes de arrojar un poco más de producto con la esperanza de facilitar la penetración. Tirás de las sábanas cuando un tercer dedo entra en tu cuerpo y ambos fingen ignorar la manera en que tu mirada permanece siempre sobre su mano.
-¿Qué decís?- pregunta mientras utiliza la base de su mano para ocuparse de tu clítoris-. ¿Estás lista?
-Sí.
Hace una pausa para desnudarse y perdés la capacidad del habla cuando por fin podés apreciar todo su cuerpo: los músculos en sus brazos, su pecho y su abdomen tonificado, el rastro de vello en la base de su miembro. Intentás dejar de mirarlo, concentrarte en su rostro, pero no parece molestarle y tampoco tenés la fuerza para despegar tu mirada de su persona.
Ocupa el lugar entre tus piernas, sosteniéndose con un brazo mientras guía su miembro hacia tu entrada, su rostro sobre el tuyo para poder mantener el contacto visual. Cuando delinea tus pliegues con su punta gemís y colocás una mano en su pecho, tus uñas rozando su piel, suplicándole silenciosamente y también rogándole para que se dé prisa.
Una pequeña exclamación hace que separes los labios -tu mandíbula cayendo exageradamente- una vez que comienza a penetrarte. El dolor te sorprende, pero es tolerable, sobre todo porque Enzo se mueve con la lentitud y la suavidad necesarias para permitir que te acostumbres a su tamaño. Rasguñás su pecho con los siguientes centímetros y él frunce el ceño, concentrado, intentando no provocarte más dolor.
-¿Necesitás que pare?
-No- negás rápidamente-. No pares.
Continúa hasta que la mitad de su miembro desaparece en tu interior y sólo entonces se detiene. La contracción de tus músculos sobre su extensión ya es exquisita y puede ver en tu rostro que necesitás un minuto o dos para recomponerte. Junta con su pulgar la saliva que mancha tu mentón y lo utiliza para jugar con tu clítoris.
Tu expresión de vulnerabilidad y total entrega le hacen perder el control. Mueve sus caderas sin pensarlo y gritás, pero tu cuerpo cede, recibiéndolo sin oponer mucha más resistencia. Termina de hundirse sin dejar de tocarte, esforzándose por mantener un ritmo constante para relajarte, ignorando el irrefrenable deseo de utilizarte de todas las maneras posibles hasta que sólo recuerdes su nombre.
Llevás una mano hacia tu abdomen bajo mientras balbuceás incoherentemente (sólo comprende las palabras profundo y llena) y él la cubre con la suya antes de ejercer presión. El gemido roto y tu respiración son la única advertencia que recibe antes de ver cómo otro orgasmo sacude tu cuerpo, tu espalda arqueándose y tus piernas rodeando su cadera para tenerlo más cerca (es imposible), tus párpados cerrados con fuerza y las lágrimas que no dejan de caer.
Sólo deja de tocarte cuando intentás apartar su mano, presa de la sobre estimulación, aunque escoge ese momento para comenzar a moverse. Sus estocadas no son precisamente lentas, pero el ritmo te permite acostumbrarte a la sensación de plenitud y el insufrible placer que produce la fricción entre su cuerpo y el tuyo.
Descansa sus codos a ambos lados de tu rostro para poder estar más cerca.
-Estás muy apretada- dice contra tu boca-. Me encantás.
-Me…- te interrumpís y humedecés tus labios en un intento de reunir valor. Cerrás los ojos antes de confesar:- Me encanta tu pija, Enzo.
Captura tus labios en un beso lleno de una pasión que se refleja también en el brutal golpe de sus caderas. Tu cuerpo se sacude sobre las sábanas y cuando Enzo rompe el beso –sus bocas permanecen unidas por un hilo de saliva- su mirada termina en tus pechos, hipnotizado por cómo suben y bajan con cada embestida, tus pezones erectos provocándolo.
El sonido de sus cuerpos colisionando resuena entre las paredes de tu habitación junto con tus gemidos agudos y su respiración pesada, el contacto de sus labios y tu piel con cada beso que deja en tu mandíbula y tu cuello, tus protestas cuando utiliza los dientes. Se queja cuando tus uñas se clavan en sus brazos, dibujando como lo hicieron en sus hombros y espalda, pero no intenta detenerte. Quiere un recordatorio de este momento.
En un fugaz movimiento intercambia sus posiciones, recostándose sobre el colchón y dejándote sentada sobre él, sus manos ahora sujetando con firmeza tu cadera para guiarte. El nuevo ángulo y el constante roce de tu clítoris sobre su pelvis te hacen delirar: repetís su nombre como una plegaria, rasguñás su pecho, rodeás su cuello con una mano y sujetás su mandíbula con la otra, desesperada por sentirlo.
-Sos hermosa, ¿sabías?- pellizca tu pezón y cuando intentás zafarte de su agarre golpea tu pecho con su palma abierta-. Y sos mía. Toda mía.
No estás segura de si son sus palabras o el placer lo que motiva tus acciones, pero plantás tus pies sobre el colchón y tus manos sobre su pecho en busca de apoyo, robándole con tus rápidos y pequeños saltos un gemido gutural. El esfuerzo hace arder tus músculos luego de unos pocos minutos pero no te detenés, querés volverlo loco y se siente muy bien como para parar.
Cada vez que tus muslos impactan con su cuerpo su punta besa tu cérvix y gritás. La línea que separa el placer y el dolor termina de difuminarse cuando sentís sus uñas en tu pierna y en tu cadera, cada vez más profundo, como si intentara marcarte de todas las maneras posibles.
Cuando Enzo rodea tu cintura con sus manos y toma impulso para embestirte te frustrás, molesta por ser incapaz de controlarlo como él te controla y también excitada por el poder que tiene sobre vos, pero la fuerza de sus movimientos termina haciéndote caer sobre su pecho y allí olvidás cualquier pensamiento que no sea su nombre.
Besás sus clavículas y él besa tu cabello antes de abrazarte con fuerza. Gemís sin control.
-Me vas a dejar llenarte toda, ¿no?- pregunta. Cuando no respondés tira de tu cabello para obligarte a mirarlo y no está seguro de qué disfruta más: las lágrimas que caen en cascada por tus mejillas o el hilo de saliva que escapa de tus labios-. ¿Querés que te llene la conchita?
-Sí, sí, sí.
Besa tu frente y cuando buscás su boca te corresponde. Tus suspiros, jadeos y gemidos se derraman sobre sus labios, así como las palabras inentendibles que le dirigís, pero él no necesita de palabras para saber lo que intentás comunicarle. Puede sentir tus pezones erectos contra su pecho y la manera en que tu interior succiona su miembro desesperadamente.
Golpea tu mejilla para llamar tu atención.
-Sos mía, ¿entendiste?
-Y vos sos mío.
-Siempre- con su mano en tu nuca te obliga a descansar tu frente sobre la suya. La intensidad y devoción que brillan en sus ojos te hace temblar entre sus brazos-. Somos el uno para el otro.
Sus palabras te empujan hacia el orgasmo y arrastrás tus labios por su mandíbula antes de buscar refugio en su cuello, desbordada por su confesión, por cómo sus brazos te rodean, por la forma en que abusa de tu cuerpo sin consideración.
El placer es intolerable y sentís el impulso de cerrar las piernas, pero la cadera de Enzo se interpone, así que mordés su hombro para lograr sobrellevar la brutalidad de tu clímax. Esto parece ser el último empujón que necesita para su propio orgasmo, porque sus embestidas frenéticas se tornan erráticas.
-Toda, Enzo, toda- suplicás-. Por favor.
Intenta contenerse, prolongar el momento, pero es imposible considerando lo que estás pidiendo con tanta desesperación. Recorre todo tu cuerpo con sus manos y finalmente se deja ir (sus yemas sobre la piel que rodea tu entrada y rozando su miembro cada vez que entra y sale) con un gruñido. Llena tu interior con su semen caliente y no deja de moverse hasta que está seguro de que no queda nada más por derramar.
Besa tu hombro mientras intentan recuperarse.
-¿Estás bien?
-Sí- contestás con un hilo de voz-. ¿Vos…?
-Mejor que nunca.
Soltás una risa tímida.
-Estás temblando otra vez- susurra cuando abandonás tu lugar en su cuello. Peina tu cabello y busca cualquier señal de incomodidad o dolor en tu rostro-. ¿Estás segura de que estás bien?
-Sí.
-Voy a...
Abandona tu interior lentamente y protestás por la sensación de ardor en tu entrada. Besa tu mejilla para disculparse y te recuesta sobre el colchón, estirándose para poder tomar su camiseta y cubriéndote con ella. Suelta una carcajada.
-¿De qué te reís?
Se arroja a tu lado.
-Nunca imaginé que esto iba a pasar- acaricia tu mejilla-. Pensé que sería diferente.
-¿Te arrepentís...?
-No. Nunca. Jamás pienses eso- vuelve a acercarse a tu rostro-. Es así como tenía que ser.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Por supuesto.
-¿Qué estabas haciendo antes de venir?
-Fui a ver la obra que protagoniza un amigo.
-¿Y por qué recién cuando llegaste me mandaste un mensaje preguntando si estaba enojada?- tomás un mechón de su cabello entre tus dedos-. ¿No se te ocurrió que podía estar ocupada?
-Qué suerte que no lo estabas, ¿no?- ríe-. Pensaba hablar con vos antes, ¿sabés? Cuando no me respondiste las historias pensé en decirte.
-¿Y qué pasó?
-No podía esperar más. Quería verte.
Tu sonrisa es reemplazada por una mueca de disgusto rápidamente y cuando bajás la vista Enzo comprende el motivo. Su liberación corre por tu piel y mancha tus muslos de manera tentadora, pero la cantidad que cae humedece y oscurece las sábanas.
En silencio abandonan la cama y te conduce hacia el baño. Espera pacientemente junto a la puerta y cuando lo invitás a entrar te sigue hacia la ducha, donde no puede evitar besarte mientras el agua caliente impacta de lleno en sus hombros y su espalda.
-Lo dije en serio- asegura cuando el vapor los rodea por completo-. Somos el uno para el otro.
#enzo vogrincic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic fluff#enzo vogrincic x reader#lsdln cast#lsdln smut#lsdln x reader
99 notes
·
View notes
Text
⭐️ bad habit. enzo vogrincic x fem!reader x esteban kukuriczka
🪐 minha masterlist
» cw: smut! por favor só interaja se for +18! ; infidelidade e leitora meio gaslight gatekeep girlboss (i support womens rights but mostly womens wrongs!!); band!au; leitora!guitarrista; enzo!vocalista; kuku!baterista (e☝🏻com buzzcut); threesome; fingering; oral masc e fem; face fucking; squirting; dirty talk; praise kink + degradação; p in v; sexo desprotegido; menção a creampie; sexo anal; nipple play; choking; uns tapinhas; rough sex; um pouquinho de size kink e messy sex; kuku e enzo sacanas se alfinetando de vez em quando; double penetration; chupões; masturbação masc; finger sucking; voyeurismo e cuckholding if you squint; kuku meio ciumentinho *its the silly in me ✋🏻😌🤚🏻*
» wn: [*gil do vigor’s voice* braSILLLLL!!!] eu adorei escrever essa aqui, espero muito que vocês gostem, lobinhas!! 🐺✨ sinto que isso é óbvio mas por favor não traiam na vida real ok amigas?! e nem sexo desprotegido em, vamos transar com responsabilidade sempre!! eu ouvi essa música enquanto escrevi isso, recomendo fortemente que ouçam pq ela é bemmm a vibe desse oneshot (e também é muito boa e sexy ihihiii) 💋🍒
—————————————————————————
— Ai, tá bom, tá bom. — Você disse pela décima vez ao discutir com seu namorado. Estavam no carro dele porque ele tinha feito questão de te levar no ensaio da sua banda, também fez questão de falar na sua cabeça de novo sobre o jeito que Esteban e Enzo eram muito abusadinhos para o gosto dele. Destacava a forma que o baterista te comia com os olhos durante seus solos de guitarra, e como o vocalista te abraçava enquanto cantava.
— Caralho, por que você não me ouve? É nítido o jeito que eles são doidos por você, você só tem que parar de dar moral pra eles. — Seu namorado dizia, bravo.
— Eu queria entender por que você tá tão noiado com isso, eu nunca dei moral pra eles. A gente é da mesma banda, ué, trabalhamos juntos. E agora, nós dois estamos atrasados para nossos trabalhos porque você tá de birra com eles. Já terminou?
— Já… Vai lá, tchau.
— Tchau. — Com isso, você saiu do carro, andando depressa em direção ao estúdio, carregando a bolsa pesada com a guitarra dentro e ajeitando seu vestido soltinho um pouco amassado.
Antes mesmo de entrar no studio, conseguia ouvir Kukuriczka batendo de levinho nos pratos da bateria enquanto jogava conversa fora com Enzo. Ambos olharam para a porta quando você entrou, e sorriram um para o outro quando viram que você estava do jeitinho habitual desde que começou a namorar: estressada, afobada e facilmente irritada. Seu comportamento e seu namoro era um tópico recorrente entre os homens, eles não entendiam como ou porque você namorava aquele cara careta, que não era de tudo uma pessoa ruim, só era sem sal, chatinho. Apesar de não saber da fofoquinha frequente entre seus colegas, você mesma já sabia que você e seu parceiro não combinavam tanto assim, e, mesmo com poucos meses de namoro, sentia vontade de terminar, só não tinha criado coragem ainda de admitir que o motivo era que tudo com ele é muito sem graça, não gostava de cair na rotina, coisa que ele fazia de propósito.
— Tá atrasada. — O loiro finalmente disse, ainda sentado, enquanto via você colocar os cabos na guitarra, descendo com os olhos lentamente para a sua bunda, coberta pelo vestido florido.
— Tá falando de mim mas a Vic nem chegou ainda. — Você disse enquanto terminava de preparar sua guitarra.
— A Vic não vem, Agustin passou mal e ela teve que levar ele pro hospital. — O moreno informou, deitado numa pilha de travesseiros que sempre estavam no chão, era o lugarzinho que vocês tinham para descansar.
— Tá falando sério? Porra… — Você reclamou, como que ia ensaiar sem a Victoria?
— Calma, bebita… Dá pra gente ensaiar ainda. — Esteban finalmente se levantou, chegou perto de você e te deu um abraço de lado, enquanto acariciava seu braço rapidamente, um sinal de “relaxa”.
— Sai, Esteban. Como que fica calma, cara? A gente tem um show amanhã e ainda temos que repassar duas músicas. — Você disse e se afastou dele, andando em direção a caixa de som que já estava perfeitamente configurada, então deu meia volta e sentou perto do moreno que estava deitado, o qual apenas observava seu comportamento com um dos braços atrás da cabeça. Você colocou o rosto nas mãos e bufou, era só o que faltava mesmo, depois de uma briga com o chato do seu namorado, vocês ainda marcaram um ensaio atoa. Você não viu, mas o silêncio momentâneo era porque os meninos se entreolharam e telepaticamente concordaram que sabiam o jeito de resolver seu problema.
— ‘Cê tá tão bravinha esses dias… — Enzo disse, baixinho, enquanto virava o corpo em sua direção. Kukuriczka também se sentou ao seu lado, te analisando.
— Eu tô estressada com o show. Nervosa. — Você disse, ainda de olhos fechados enquanto se deitava, ficando entre os dois homens, apoiando a cabeça em um dos travesseiros macios.
— Só isso? — O careca perguntou, ainda olhando para o amigo, sugestivo. Você não respondeu a pergunta, sabia muito bem o que eles achavam do seu namoro e do seu namorado, foram incontáveis as vezes que ouviu eles falaram que você era muita areia pro caminhãozinho dele. Sentia a mão de Kukuriczka tocar no seu joelho, fazendo carinho ali, conseguia ouvir também barulhos que indicavam que Enzo chegava mais perto de você.
— Não começa, gente. — Você alertou, sabia muito bem o que eles iam falar, pela milésima vez.
— Não, ué. A gente tá preocupado com você só… — Enzo disse, num tom de falsa preocupação, ao colocar a mão sobre a sua barriga e fazer carinho ali, enquanto Esteban também deitava ao seu lado, agora, com a boca perto do seu ouvido e a outra mão grande fazendo carinho no seu cabelo. — Desde que você começou a namorar esse cara tem andado de cabeça quente… —
As mãos de Esteban que estavam no seu joelho começaram a brincar com a barra do seu vestido, fazendo carinho com a ponta dos dedos na sua coxa. “Ele não te fode que nem a gente, bebita? Hm? Por isso que você tá tão estressadinha assim?”, Kukuriczka perguntou no pé do seu ouvido enquanto a mão apertava de levinho a carne macia, sentiu a boca secar e os pelinhos do braço levantarem ao ouvir a pergunta.
É, tem isso. Seu namorado não sabia, mas antes de você conhecê-lo, tinha transado com seus colegas de banda. Aconteceu depois de um show na cidade vizinha, no quarto de hotel que os meninos dividiam, vocês três estavam muito felizes com a performance e um pouco bêbados de champanhe, até hoje, não sabe muito bem quem tomou a iniciativa, mas lembrava perfeitamente das coisas que aconteceram naquela cama: o jeito que Enzo te lambia e dedava; as coisas sujas que Esteban falava enquanto chupava seus peitos; o jeito que o loiro passava a cabecinha na sua entradinha molhada, só para te virar e comer por trás enquanto a enquanto Enzo metia na sua buceta, fazendo questão de comentar com o amigo como você estava molhando a virilha dele toda... Desde então, não passou um dia sequer sem pensar em como era boa a sensação dos dois te usando, ou como queria ser preenchida por eles ao mesmo tempo de novo. Não tinha contado para seu parceiro porque ele já tinha muito ciúme deles, seria pior ainda se ele descobrisse que eles não queriam só te comer, e sim te comer de novo. E pra piorar: quando seu namorado ouviu a música nova e questionou os gemidos no fundo, você teve que insistir que eram obviamente falsos, mas sabia muito bem que eles tinham sido gravados nesse dia específico, devido a uma epifania de Enzo enquanto te chupava, nem precisou convencer Esteban a pegar o gravador de áudio do celular e registrar o momento que você gozou na língua do moreno.
— Claro que não, você acha que ele dá conta de uma putinha dessa? — O moreno disse antes de dar um beijo molhado no seu pescoço. Você bufou, frustrada com o tanto que precisava deles de novo, não queria trair seu namorado, mas era muito difícil tomar alguma decisão sã com as mãos grandes de Kukuriczka subindo cada vez mais pela sua coxa e Enzo beijando seu pescoço.
— Isso é errado, gente… — Você dizia, mais para você mesma do que pra eles, sabia que não deveria se entregar ao prazer, por mais que quisesse muito.
— Não é nada… Você vai terminar com ele daqui uns dias, não vai? Ele não precisa saber… — Esteban disse baixinho no seu ouvido, mordendo de levinho seu lóbulo, sorriu ao ouvir você soltar um gemidinho quando a mão de Enzo subiu da sua barriga devagarinho até seu peito, apertando ele por cima do tecido. — E outra coisa, olha como você tá molhada já… Que tipo de amigos nós somos se não te ajudarmos com isso? Hm? — Ele pontuou quando a mão finalmente tocou a sua calcinha, até impressionado com o quão rápido ela ficou encharcada, fazia círculos largos ali, aplicando um pouco de pressão enquanto espalhava a umidade pelo tecido.
— Porra… A gente… Tem que ensaiar… — Você estava ofegante, disse a frase enquanto tentava conter seus gemidos. Ficava cada vez mais difícil de não fazer barulho: não só devido ao jeito que Esteban te provocava ou que Enzo beliscava seus mamilos por cima do vestido, os dois também beijavam seu pescoço ao mesmo tempo.
— Ah, mas eu não quero ensaiar mais não… ‘Cê quer, Enzo? — Esteban só parou de beijar seu pescoço para fazer a pergunta ao amigo, até ergueu o rosto para olhar pra ele, como se não soubesse a resposta, aproveitou que a boca parou perto da sua bochecha e te deu um beijinho molhado ali, e depois outro no cantinho da sua boca. Ele era muito cínico, o tom de voz era tranquilo, nem parecia que estava arredando sua calcinha para o lado para que pudesse te masturbar sem o tecido atrapalhando, sorrindo safado ao ouvir o barulhinho molhado das suas dobrinhas sendo exploradas pelos dedos compridos. Enzo era significativamente menos atentado que o amigo, mas quando o assunto era você, jogava tão sujo quanto o loiro: também parou de beijar seu pescoço para olhar para o amigo, fingiu até pensar na resposta antes de contestar a pergunta, fingia também que não via seu rostinho observar os dois com a boca entreaberta, e os olhinhos se fechando lentamente quando Enzo finalmente abaixou o seu vestido a fim de expor seus seios, e desceu com a boca até seu mamilo, chupando ele e fazendo um estalinho quando o soltou da boca. “Não quero não… E tenho certeza que ela não quer também, né nena?”. Você não conseguia nem responder, mordia o inferior a fim de conter um gemido, mas a tentativa foi por água abaixo quando Esteban enfiou um dedo dentro de você, sua cabeça afundou nos travesseiros ao jogá-la para trás, já tonta de tanto tesão. “Por favor…”, você pediu baixinho, nem sabia o que.
Esteban tirou os dedos de dentro de você, e antes que pudesse protestar contra, percebeu que ele usava as mãos para retirar seu vestido, e logo se posicionou entre suas pernas, tirando a sua calcinha e lambendo sua buceta de baixo para cima, sem nenhuma cerimônia. Os dois garotos soltaram um gemido baixinho: Esteban por finalmente sentir seu gostinho de novo e Enzo por te ver nua. Você gemeu baixinho ao sentir a língua circular seu clitóris devagarinho e depois os lábios finos chuparem sua vulva enquanto afastava as dobrinhas com os dedos em formato de V, logo os enfiando em você, te fazendo levar as mãos até o cabelo baixinho e descer com elas até a nuca quente, enfiando levemente as unhas ali, já que os fios loirinhos não estavam mais lá para serem puxados. O moreno não perdia tempo enquanto o loiro te devorava, deixou de mamar seus peitos para se ajoelhar do seu lado, uma das mãos se encarregou de desfazer o laço da calça de moletom que usava, retirando a ereção para fora, e a outra fazia carinho no seu cabelo, tirando os fios do seu rostinho.
— Eu sei que tá gostoso nena, mas olha o que tá te esperando aqui, hm? — O moreno disse enquanto guiava o pau para tua boca, mas antes, passou a cabecinha melada de pré-gozo na bochecha quente, sorrindo ao ver o líquido clarinho na sua pele, e sorriu ainda mais quando você colocou a língua para fora, franzindo o cenho devido ao jeito que Esteban te chupava. Ele esfregou a glande na sua língua antes de dar batidinhas com o pau contra o músculo macio e molhadinho, queria te provocar mais um pouco: colocou a cabecinha na sua boca e logo tirou, deslizando o pau agora babadinho de saliva no cantinho da sua boca até sua bochecha, suspirava ao ver a cena. Esfregou o membro grosso nos seus lábios babadinhos antes de se enfiar todo na sua boca. — Isso… Você não tem nem ideia do quanto a gente ‘tava com saudade de te ter assim, nena, só pra gente… — Ele sussurrava entre gemidos, o que honestamente quase te fez explodir: já não bastava o jeito que Esteban te chupava enquanto te fodia com os dedos compridos, o Enzo ainda tem que falar putaria e gemer enquanto fode sua boca devagarinho? Puta merda. — ‘Cê é tão boazinha… Só a gente te trata do jeito que você gosta, não é? E deixa eu te contar um segredo… Eu tô morrendo de saudade do seu gostinho, só deixei ele te chupar primeiro porque depois que você gozar vai ficar mais apertadinha ainda pra mim…. — Apesar dele falar baixinho, Esteban conseguiu ouvir, sorriu sacana enquanto lambia seu clitóris para lá e para cá, falou um “Filho da puta…” baixinho contra sua buceta, enfiou mais um dedo em você, ficou com ciúmes.
Você sentia seu orgasmo chegar, Esteban não parava de te lamber e encostar os dedos no seu ponto G com força, somado a isso, Enzo apertava seu mamilo entre o indicador e o médio enquanto os quadris se movimentavam cada vez mais rápido, com um sorriso sacana no rosto sempre que te fazia engasgar no pau dele. Você soltou um gemido alto e arrastado enquanto gozava, abafado pelo membro que entrava e saía da sua boca, fazendo o moreno jogar a cabeça para trás e fechar os olhos ao sentir as vibrações ao redor do pau. Você achava que nunca tinha tido um orgasmo tão intenso assim, e quando retirou o membro da boca - mas continuou masturbando ele com a mão - e olhou para Kuku, teve certeza: o queixo e a camisa dele estavam completamente encharcadas, ele sorria enquanto balançava a cabeça, orgulhoso. “Essa é nova”, enquanto tirava a camisa e limpava o queixo molhado com ela.
Sentiu a mão de Enzo no seu cabelo e guiando sua cabeça para que sua boca envolvesse o pau dele novamente, voltando a fuder sua boca depois que você colocou logo todo o comprimento dentro da cavidade, engasgando um pouco no membro grosso quando a virilha encostava na pontinha do seu nariz arrancando alguns “Isso…” dele, mesmo assim, não conseguia deixar de notar o loiro abrindo suas pernas e se colocando no meio delas. “Só quero matar um pouco da saudade dessa bucetinha gostosa… Deixa, reina? Hm?”, a pergunta era quase retórica, ele sabia que ao dar batidinhas com a glande rosadinha na sua intimidade ainda sensível não tinha como você dizer não, consentiu com um gemido, abafado pelo moreno entrando e saindo da sua boca. Ele pincelou a cabecinha melada de pré-gozo contra sua intimidade antes de entrar em você, mas não deixou de pontuar: “Caralho, ouve isso” ao ouvir o barulhinho molhado que a ação ocasionava. Puxou um arzinho entre os dentes quando se enfiou em você enquanto observava você mamar o amigo, encostando a virilha na sua ao meter fundo, mas devagarinho. “Porra… Se eu tivesse uma bucetinha dessa pra fuder todos os dias, não ia precisar de mais nada nessa vida. Tá apertadinha demais, cara”, segurava suas pernas para conseguir meter mais forte, mais fundo, fazendo você envolver novamente o pau que chupava com as mãos, masturbando o moreno enquanto jogava a cabeça para trás, gemendo.
Esteban, com muita resistência, saiu de dentro de você, queria comer o buraquinho que só ele já tinha entrado. Subiu pelo seu corpo até ficar por cima de ti, pouco se fudendo que isso te atrapalharia a continuar masturbando Enzo, colocou as mãos nas suas bochechas e te puxou para um beijo molhado. Até ouviu o moreno protestar, mas o loiro não ligou. Ele colocou os braços por baixo das suas costas e te levantou, sem quebrar o beijo, com suas pernas ao redor dos quadris dele - te permitindo sentir o pau duro e meladinho de você - e os peitos colados, a pele na pele. Ainda com uma mão no seu rosto, a outra foi parar no seu cabelo, puxando de levinho suas mechas, arrancando mais um gemidinho de você, Enzo observava vocês se beijarem, retomando os movimentos de vai e vem no pau grosso por conta própria depois de descartar a camisa que usava. Sentiu Kukuriczka puxar seu cabelo, curvando sua cabeça para trás e expondo seu pescoço para ele, aproveitando para beijar e succionar a área tão suscetível para receber chupões, ignorando totalmente o fato de que com certeza seu namorado veria as marcas depois. “Tadinha… Tava a tanto tempo sem ser fudida direito que eu fiz sua bucetinha chorar, pobrecita… É um pecado, sabe? Uma menina tão linda ficar tão carentezinha assim…”, ele dizia enquanto segurava um dos seus peitos e guiava ele até a boca, mamando um enquanto apertava o outro.
— Ainda bem nós somos muito bonzinhos, não é? Vai levar pau nos dois buraquinhos agora… Que nem vagabunda… Do jeito que você gosta. — Ele disse com a boca pertinho da sua, deu dois tapinhas na sua buceta enquanto olhava nos seus olhos, “Aqui…”, depois, enfiou o polegar boca, e passou o dígito molhado entre sua bunda, massageando sua entradinha apertada, “E aqui…”. Te colocou em cima de Enzo, mas antes de te sentar no moreno, já latejando, passou o indicador na sua buceta sensível, se aproveitando da lubrificação e levando até o seu buraquinho de trás. Esteban levantou seus quadris enquanto Enzo firmava o pau para que você pudesse montar nele com facilidade, vocês dois soltaram um gemido quando as virilhas se encostaram, engolindo todo o comprimento dele. Sentava devagarinho para que Kukuriczka pudesse enfiar um dedo no seu cuzinho, te preparando pelo menos um pouco para levar ele atrás, te fazendo gemer ao mover os dedos, ele beijava e lambia a curva do seu pescoço. Sentia também as mãos de Enzo na sua bunda, ditando o ritmo da sua sentada, enquanto xingava e gemia baixinho.
Esteban retirou o dedo de dentro de ti para que pudesse tirar a calça e ficar de joelhos atrás de você. Seus olhinhos que antes estavam fechados devido à sensação de Vogrincic finalmente te preenchendo de novo, se abriram ao Esteban segurar seus quadris, cessando sua sentada e te imobilizando para que pudesse se enfiar em você, você gemeu em desaprovação quando teve que parar de cavalgar Enzo, mas logo puxou um arzinho quando sentiu a cabecinha melada de pré-gozo ser esfregada na sua entradinha apertada, sentiu o corpo ficar levinho quando ele finalmente entrou em você, devagarinho e com facilidade. Você instintivamente enfiou as unhas no peitoral do homem embaixo de você e levou a outra mão para trás, procurando a coxa de Esteban para segurá-lá enquanto ele te fodia, e olhou para baixo, vendo um sorriso sacana no rosto de Vogrincic.
— Olha só… Nossa garota tá de volta… Quem diria que ela só precisava de uma foda decente pra ficar mansinha de novo, hm? — Enzo disse enquanto passava as mãos pela sua bunda e quadril, logo depois apertando e chegando seu corpo para frente, fazendo você se mexer nos dois paus. Você jogou a cabeça para trás ao gemer, encostando ela no peitoral de Kukuriczka, arrancando uma risadinha sacana dele ao te olhar por cima e perceber como você já estava burrinha de tanto tesão, uma mão grande parou na base do seu cabelo e curvou sua cabeça mais para trás ainda, a outra livre subiu da sua barriga até seus peitos, apertando os dois com uma mão só, depois, até seu pescoço e enforcou ali de leve enquanto se mexia dentro de você, a palma subiu até seu rosto e deixou um tapa na sua bochecha, “perra”. Sentiu Esteban empurrar seu torso para baixo, encostando seu peito com o de Vogrincic, o qual não perdeu tempo em segurar seu queixo e te puxar para um beijo molhado. Você só conseguia gemer ao sentir os dois apertando sua bunda com força o suficiente para deixar roxa depois, os movimentos que Kukuriczka fazia causavam com que você subisse e descesse no pau de Enzo enquanto ele metia por trás, sentia os dois entrando e saindo de você ao mesmo tempo.
— É a bucetinha mais gostosa que eu já comi… Me encanta… — Enzo agarrou a base do seu cabelo, para que seu ouvido ficasse perto da boca dele, e que pudesse também ver seus peitos balançarem a cada estocada. — É a putinha mais linda também, muito boazinha… O corno do seu namorado não vai entender nada quando você chegar em casa com a buceta toda lambuzada e o cuzinho cheio de porra, né? — Ele lambia e dava mordidinhas no seu pescoço, lutando contra o sorriso sacana que se formava no rosto, levou uma das mãos até seu peito, apertando ele antes de guia-lo até a boca, chupando e mordendo seu biquinho enquanto segurava a carne macia, que balançava com cada estocada. Até o que te comia por trás riu também, ainda mais quando você não conseguiu responder nada, só gemer. “Fica até mais apertadinha depois de ter esguichado”, Enzo disse no pé do seu ouvido, mas o loiro ouviu.
— Tá cantando marra mas quem fez a bucetinha dela chorar fui eu, né nena? — Esteban disse enquanto curvava o corpo sobre o seu, deixando beijos molhados na sua escapula enquanto metia mais fundo ainda.
Enzo respondeu a provocação do amigo, usou um tom doce com fundo de sacanagem, enquanto passava a mão grande pelo seu rosto, apertando suas bochechas e ocasionando um biquinho nos seus lábios, enfiou dois dedos na sua boca enquanto levantava os quadris, metendo mais forte por baixo em você, descendo a mão pelo seu torso, deixando traços da sua própria saliva até chegar no seu pontinho sensível, esfregando ele com três dedos: “Ah, mas não tem problema… Eu pretendo fazer isso ainda, de qualquer maneira.”
#esteban kukuriczka#enzo vogrincic#esteban kukuriczka smut#esteban kukuriczka x reader#enzo vogrincic x reader#enzo vogrincic smut#lsdln smut#lsdln x reader#lsdln cast#cwrites
241 notes
·
View notes
Text
– 𝐨𝐥𝐝𝐞𝐫. ⋆ ˚。 𖹭
𝑤arnings: conteúdo exclusivo para +18.
ೀ ׅ ۫ . ㅇ atendendo a esse pedido; esteban!dilf e funcionário do pai da leitora; inspirada na música ‘older’ da isabel larosa; perda de virgindade; leitora meio femcel (lê-se completamente biruta das ideias), riquinha e mimada; manipulação (de ambas as partes); o esteban é meio escroto e a leitora também (aqui é cobra engolindo cobra); age gap; penetração vag.; sexo desprotegido (e nem pensem em fazer isso); daddy kink; corruption kink; size kink; uso de apelidinhos (‘boneca’, ‘bonequinha’, ‘chiquita’, 'princesa'); degradação (uso de ‘vadiazinha’); menção a chocking, praise kink (?); oral (masc.) e creampie; oral (fem.); fingering; dirty talk.
idollete’s typing… ୭ ˚. ᵎᵎ. rsrsrsrsrsrs fui completamente influenciada pela diva @creads e me rendi ao kuku dilf também. also, essa história é o exemplo de um relacionamento nada saudável e que não deve ser seguido. só é permitido fanficar, tá bom, chicas?! also², eu me inspirei não só na música da isabel, mas no videoclipe, que também não deve ser romantizado. tudo que tem aqui é para propósito bucetisticos visse. also³, mesmo sendo primeira vez e tudo mais, isso aqui tá 0 romantismo (mim desculpem tô no cio quer dizer período fértil).
Quando você o viu pela primeira vez, você sabia que ele seria seu.
Conheceu Esteban em sua festa de 18 anos. É claro que justamente no seu aniversário o seu pai convidaria parceiros de negócios, homens que você nunca havia visto ou conversado, mas que lhe cumprimentavam como se fossem familiares distantes se reencontrando. Ele não. Indiferente, o homem nem sequer olhou na sua cara durante mais da metade da noite. E é claro que isso te enfureceu, quem ele pensa que é, vindo até a minha casa, a minha festa, e não falando comigo?
De longe, era possível perceber a postura desinteressada dele diante dos homens com quase o dobro da sua idade, que se gabavam por suas riquezas e posses. Esteban não poderia dar a mínima. Nascido em berço de ouro, nada daquilo o surpreendia. O que quer que eles houvessem conquistado durante a vida, Esteban já havia nascido possuindo. Por isso, não demonstrou um pingo de interesse, ou comoção, pela garota que o encarava a cada instante. Sentia o olhar queimar a nuca, mas ele era um homem ocupado demais e a sua atenção deveria ser merecida, não dada a qualquer um. Especialmente para mimadas como você.
No entanto, para a ruína de Esteban, era impossível não ser magnetizado pela sua presença. Você chamava atenção por natureza, não precisava se esforçar para receber sorrisos e cantadas por onde passava. Como uma bonequinha, vestia-se com roupas delicadas, sempre com uma sainha, a clássica double flap rosinha claro e os lábios brilhando com gloss. Você era uma vista para os olhos e isso enfurecia o argentino, que te ignorava de propósito. Mas você estava disposta a tê-lo. E você sempre conseguia o que queria.
Foi preciso mudar de tática. Percebeu que Esteban não se curvaria às suas vontades como os outros garotos faziam. Não, Esteban era um homem e, para tanto, você precisaria de mais que uma atitude esnobe e alguns amassos no fundo de limousines. Você bancaria a boa garota até que ele cedesse. Visitava o escritório com a desculpa de que queria saber mais sobre os negócios da família, enganava a todos com a falsa postura atenta, disposta a ajudar qualquer um e até mesmo fazer o trabalho pesado – que você sempre pagava algum estagiário para realizar no seu lugar – para a surpresa de toda a sua família.
Por ser o braço direito do seu pai, Esteban passou a fazer parte do seu convívio. Ou melhor, você se inseriu na rotina dele. Quando estava ocupado demais para lhe ajudar, tudo que o seu progenitor dizia era “pergunta ao Esteban” e te mandava ir embora. Foi assim que você se viu fazendo visitas diárias à sala do Sr. Kukuriczka, como letreiro na porta indicava. A princípio, ele desconfiou da abrupta mudança no seu comportamento, esperto demais para cair no seu papinho. Sempre inexpressivo e soando entediado, ele te ordenava o que fazer. Nunca ajudava, ele mandava. E quando você errava – propositalmente em todas as ocasiões – ele te repreendia, bruto. “Eres una estúpida. Muévete, déjame hacerlo”.
Com o passar do tempo, ele parecia ceder, no entanto. Mais amigável a cada dia, até te elogia quando você resolve um problema – supostamente – por conta própria. Você o flagra sorrindo na sua direção, mínimo, mas estava lá. Te permitiu descobrir mais sobre ele; 31 anos, divorciado e pai de uma pequena de 4 anos. Dócil, Esteban se tornou um amigo. Ou era isso que ele queria que você pensasse. Enquanto te consolava, te envolvendo em um abraço e enxugando as suas lágrimas após mais uma briga com o seu pai, o argentino fingia interesse nos seus problemas, garantia que compreendia perfeitamente a sua raiva por não ter sido permitida a ir para Aspen no meio do semestre letivo, te acalentava, “pode chorar, chiquita, eu estou aqui”, mas te amaldiçoava por sujar o terno caro dele com toda aquela choradeira idiota.
É justamente um desses momentos que dá início ao grand finale do seu plano. Estavam juntos na sala dele, você deitada na otomana de couro, encarando o teto ao passo que resmungava sobre mais um casinho fracassado da faculdade, ele te observava com o mesmo semblante neutro de sempre, meneando a cabeça vez ou outra, só ouvia o seu falatório interminável.
– Sabe, Kuku… – Você começou, se virando de bruços no pequeno sofá, balançando os pézinhos no ar. Parecia angelical, só parecia. – Acho que preciso mudar o meu foco. Mudar o ambiente, procurar alguém fora da faculdade e do clube de golfe. Acho que preciso de alguém mais velho.
Esteban sabia exatamente onde aquela conversa iria chegar e ele te permitiu continuar. Arqueou uma das sobrancelhas, como quem te pede para prosseguir. Te ouve, então, reclamar sobre como garotos da sua idade não sabem de nada, são imaturos e nunca atendiam às suas expectativas. Sobre como sempre quis um homem de verdade. O último comentário arranca um riso nasalado do argentino, incrédulo com o quão sonsa você consegue ser.
– Isso é porque eles são apenas garotos. É o que eles fazem. – A resposta parecia resignada, quase te fez desistir da ideia, mas Esteban continuou. – Além do mais, garotas como você sempre dizem que querem um homem, embora nunca aguentem o que um homem de verdade faz. – Era completamente sugestivo e ele sabia. Tinha total consciência das implicações quando deixou a poltrona e caminhou até você, pairando sobre ti, imponente, com as mãos no bolso da calça social. – Então, o meu conselho para você, chiquita, é que continue com os mesmos playboyzinhos de sempre.
– Mas eles são tão chatos! – Birrenta, você argumentou. – Com todo aquele grude e melosidade, me chamando de vida logo depois do primeiro encontro. – Enrolando uma mecha de cabelo, fez uma pausa, fingindo ponderar algo, quando, na verdade, tinha todo aquele diálogo na ponta da língua. – Acho que preciso de alguém só um pouquinho mais frio. – Novamente, uma pausa, dessa vez para ensaiar uma timidez que nunca existiu em ti. – Tipo…Você.
Com a cabeça levemente tombada para o lado, Esteban só pôde rir do teu teatrinho. Te mediu de ponta a ponta do corpo, tão pequena em comparação ao porte dele, a saia revelando um pouco mais das coxas diante da posição, os lábios rosados que faziam o pau dele pulsar por dentro da cueca. A destra te tocou o os fios, alisando-os, te fazendo ronronar baixinho, carente pelo toque dele, desceu até o queixo, segurando o seu rostinho, como quem está prestes a ensinar algo e precisa de bastante atenção.
– Não peça por algo que você não pode aguentar, boneca. – Soou como um alerta, quase uma ameaça tendo em vista o olhar sombrio que ele te lançava. – Além do mais, eu não curto pirralhas metidas. – Aqui estava o velho Esteban, sempre com uma forma de te degradar, a diferença é que dessa vez ele fazia com um sorriso no rosto.
– Tenho idade o suficiente. – Dando de ombros, você se desvencilhou do toque dele, embora o seu interior desejasse por mais. – Eu nunca deixo eles me tocarem, sabia? – Felina, se ajeitava, colocando-se de joelhos sobre o estofado, ainda mais sugestiva na nova posição. – Não sinto vontade…
– Uma bonequinha intocável. – O olhar dele acompanhou o teu, que encarava o volume discreto paralelo ao seu rostinho. – E acha que eu sou o que precisa, hm? Para, o que?! Te deflorar? É essa a sua fantasia suja? Dar para um cara mais velho logo na sua primeira vez? Porque os moleques riquinhos que você anda não saberiam te tratar feito a vadiazinha que você é? – Estoico, Esteban permanecia te encarando de cima, nunca saindo daquela postura de superioridade, queria você se sentindo menor que ele, submissa.
Franziu o cenho e uniu os lábios em um biquinho manhoso diante da aspereza das palavras dele, chegando até mesmo a deixar um chorinho escapar, exibindo o melhor semblante magoado, como se a calcinha não estivesse ensopada só de ouvi-lo se referindo a ti dessa maneira. “Assim não”, foi o que você murmurou, piscando os olhos, dócil. Esteban imitou a tua expressão, cínico.
– Qué? Quer que eu te diga que você é uma boa garota enquanto te faço carinho no cabelo, é isso? – A voz exibia um sarcasmo explícito, não disfarçava o tanto que gostava de estar naquela posição. – Quer que eu te elogie, que diga que você é a coisinha mais bonita que eu já coloquei os olhos? – Com a destra, pegou um punhado dos seus fios, sem puxá-lo, apenas pressionando, domando. – Ou prefere que eu te recompense por ser uma bonequinha tão boa quando conseguir levar o meu pau por inteiro?
A verdade era que Esteban queria ser egoísta, queria te colocar de joelhos no chão frio e encher a sua boca dele, foder até te deixar com a garganta magoadinha, sem voz, assim ele não ficaria um bom tempo sem te ouvir sendo irritante. Fantasiava com o barulho dos teus engasgos, em como se curvaria sobre ti, prendendo o seu rostinho bonito contra o caralho teso, o nariz encostado na virilha. Pensa em como poderia gozar só com o brilho desesperado dos seus olhos, sem ar, rendida às vontades dele, arruinada para qualquer outra pessoa que não fosse ele. Mas ele não te daria esse gostinho, não seria mais um dos seus segredinhos para ficar na sua estante.
Não. Esteban queria te foder, tomar algo de ti que seria só dele. Que ficaria na estante dele. E não te dar nada em troca.
O que ele não sabia é que estaria ainda mais arruinado uma vez que provasse de ti.
– Eu… – Com a voz quebrada, você tentou se aproximar dele, sendo impedida pelo aperto paralisante. – Eu…Quero você.
– E o que você quer que eu faça? Dímelo.
– Quero…Que você me toque… – Em um falso acanhamento, suas mãos percorrem o próprio tronco, espremendo os seios por cima da blusa. – Aqui. – Mais atrevida, desceu até a barra da saia, apontando para as coxas. – Aqui. – Suspendendo o tecido, revelou a calcinha rendada delicada. – E aqui.
Esteban te queria e você sabia disso. Criou uma persona e se moldou em uma garota agradável para se aproximar, até que o tivesse na palma da sua mão, disposto a arriscar a carreira e todo o resto pelo gosto de ser aquele que te corromperia para sempre. Por isso, foi preciso muito esforço para esconder o sorriso viperino quando ele, de modo abrupto, te mandou levantar e se sentar na mesa dele. Queria vê-lo perdendo o controle. Faminto por algo que só você poderia dá-lo.
Obediente, você se posicionou exatamente como ele mandou. “Tira tudo”, ele disse, “e senta com as pernas abertas”. E foi usando um terno impecável e certamente superfaturado, que Esteban se ajoelhou diante de ti no meio do escritório dele. O mesmo homem que te desprezou, havia caído perfeitamente no seu joguinho.
Ali, exposta, sentiu seu ventre contrair em excitação e ansiedade pelo primeiro toque. Estremeceu sob as mãos dele quando as coxas foram agarradas e separadas ainda mais, para o agrado do argentino. Os lábios macios te beijavam a pele desde o ventre até a parte interna da virilha, os dentes arranhavam contra a derme sensível, marcando com a língua e saliva, deixando um rasto que você não esqueceria jamais.
Seu interior pulsava em necessidade, fazia o melzinho escorrer e molhar todos os papéis importantes deixados na superfície de vidro. A língua contornou o sexo encharcado, lento e suave, te provando e provocando, deslizou desde o clitóris até a entradinha virgem, arrancando gemidos dengosos de ti. As palmas enormes se fecharam ao redor das suas coxas, te mantinham paradinha enquanto a boca te devorava.
Não havia nada de casto no jeito com que Esteban te chupava. Não, ele fazia uma bagunçava, esfregava a ponta do nariz contra o pontinho sensível, babava toda a barba com o teu líquido e te lambia com gosto. Sabia exatamente o que fazer e como fazer para te ter derretida, rebolando contra o rosto masculino em busca de mais contato, de, enfim, ser saciada.
Observou quando Esteban se afastou apenas para que pudesse envolver um dos próprios dígitos com a saliva, levando-o até o buraquinho que piscava para ele, pensou em como o seu gosto ficava ótimo na ponta da língua dele, mas essas eram palavras que você jamais ouviria. Rodeando o canal estreito, o argentino te encarava intensamente, assistindo todas as suas reações para os estímulos, sem desviar nem mesmo quando o dedo passou a deslizar por entre as paredes, sentindo o pau pulsar ao te ver tão tontinha daquele jeito.
Um filete de saliva escapava do cantinho dos lábios, as bochechas estavam coradas e o peito subia e descia, ofegante. Ouviu quando ele rosnou, ainda que baixo, ao sentir o quão apertada você era, imaginando como seria a sensação quando ele te enchesse. Embora os dedos fossem largos, não se comparavam ao estrago que o pau dele faria. Então, Esteban te preparava, mamava o clitóris inchadinho enquanto o dedo ia e vinha na buceta ensopada.
– Tão bom… – O chiado escapou dos seus lábios sem que você sequer percebesse. – Esteban… – O chamado saiu quando um outro dedo deslizou pelo seu interior, te fazendo contrair violentamente. – Você…
– Tsc. Será que você tem uma bucetinha tão carente assim que só um pouco de atenção é o suficiente para te deixar com essa cabecinha vazia?
Um polegar agora fazia movimentos circulares contra a região sensível, fazendo você se molhar ainda mais para o homem, sendo alargada agora por três dígitos. Os movimentos te entorpeciam, faziam os dedinhos do pé contorcerem e os quadris perderem o controle, empurrando-se contra o punho alheio.
– Você está se fodendo na minha mão, boneca. – Não era uma pergunta. Esteban estava constatando em voz alta somente para te humilhar mais um tanto. – Mas acho que eu deveria esperar isso vindo de uma virgenzinha feito você… – Ele queria te chamar atenção, perguntar onde estava aquela atitude boçal de sempre, mas o jeitinho patético que você ficava desesperada por pica o distraía completamente dos seus objetivos.
A formigação no seu ventre indicava que um orgasmo estava próximo, te arrancando suspiros em deleite, sem se importar com o barulho que fazia ao chamar o nome do argentino como em uma prece devotada. Com os lábios entreabertos e o cenho franzido, você gozou no que parecia ser o momento de maior euforia da sua vida, sentindo todo o corpo arrepiar e estremecer. Se sentia tão leve quanto uma pena, poderia se considerar vitoriosa naquele momento, havia conseguido o que queria de Esteban e agora poderia seguir em frente para a sua nova obsessão do momento.
No entanto, pareceu congelar no lugar ao abrir os olhos e vê-lo envolvendo o caralho duro com uma das mãos, enquanto a outra desfazia o nó da gravata, deixando-a de qualquer jeito no tronco. Seu olhar queimava na extensão, a pontinha rosada estava coberta em pré-gozo, que Esteban espalhava até a base, o interior pulsou novamente, se sentindo abandonado de repente. Você queria mais. Queria sentir tudo aquilo te enchendo, te tomando.
O argentino se aproximava lentamente, se colocou entre as suas pernas, envolvendo-as ao redor do próprio corpo, te fazendo sentir a dureza contra o pontinho sensibilizado. Por impulso, você avançou nos lábios dele, mas Esteban não permitiu que o beijo acontecesse, exibiu um sorriso perverso diante da sua fraqueza e acenou em negação.
– Sem beijos, princesa. – Ele claramente se divertia com aquela situação. – Garotinhas mimadas feito você não merecem beijo. – Mas ele te provocava, falava rente aos seus lábios, permitindo que eles quase se encostassem. – Precisam aprender a ouvir não, você precisa de alguém que te coloque no seu lugar.
Os sexos, por sua vez, estavam em seu contato mais íntimo, pele com pele. Você sentia as veias contra os lábios separadinhos com a fricção, observou quando Esteban cuspiu na própria mão, envolvendo o caralho com a saliva, deixando mais fácil, molhado, sujo, “Mas não se preocupa, não, tá? Eu vou te foder até você aprender direitinho”, ele pontuou quando esfregou a cabecinha na sua entrada, “Relaja…”, te acalmou, se mantendo naquela provocação, “Vai ser boazinha e levar tudo que o papai tem pra te dar, né?”. O apelido fez os seus olhinhos brilharem, o que não passou despercebido por Esteban, notando a sua cabeça acenar freneticamente, necessitada dele como nunca antes.
– Você é tão suja… – Ele te distraía com beijos e mordidas no pescoço. – Ficou animadinha assim porque gostou do que eu disse, foi? Quer me chamar assim, eh?
Retraída, você concordou. As bochechas esquentavam e ganharam um tom ainda mais corado, perdida no próprio prazer, sentiu quando a pontinha foi pressionada no seu interior, soltando um murmúrio doído quando foi, pouco a pouco, preenchida pelo homem. A lentidão era tortuosa, cada centímetro era sentido, de modo que um chiado cheio de manha escapou, tentando se acostumar com a invasão.
Esteban te acariciava os seios, envolvia os mamilos com a língua, te dando mais estímulos para suportar a ardência. Estava molinha nos braços dele, entregue, os sentidos à flor da pele passeando entre os limites da dor e do prazer. O argentino sussurrava no pé do teu ouvido o quanto você era apertada, mas que era tão boa em recebê-lo, que ele poderia passar horas dentro de ti. Vulnerável também, ele se encontrava entorpecido, dominado pelo tesão. Agarrada ao tronco dele, você suspirou quando as virilhas se encontraram, aliviada.
– Você é tão grande. – Revelou, apoiando a cabeça no ombro masculino. – Tá me deixando tão…Cheinha. – O tom manhoso era o suficiente para enlouquecer o homem ainda mais, desesperado para se afundar em ti e te deixar cheia não só do pau dele, mas da porra também.
Quando a dor começou a dar lugar para o prazer, seu corpo passou a buscar mais daquele contato, remexendo o quadril lentamente, descobrindo o seu próprio prazer também.
– Essa é a buceta mais gostosa que eu já comi. – A voz masculina saiu abafada, grogue. – Tá sentindo, né? Como eu te deixo estufadinha de pica. – Riu nasalado contra o teu ouvido, te arrepiando quando deslizou um pouco para fora, somente para entrar em ti de novo. – A princesinha da família levando pau pela primeira vez na vida bem debaixo do nariz de todo mundo.
Esteban passou a repetir os movimentos, entrando e saindo do seu interior, até que os seus chiados ficassem mais e mais necessitados e a sua buceta babasse ainda mais pelo pau dele, pulsando freneticamente. Ele havia te arruinado. Com um único movimento, o argentino meteu em ti de uma vez só, arrancando um gritinho fino dos seus lábios, que logo se transformaram em gemidos e murmúrios desconexos quando o quadril dele ia e vinha com maestria.
Sua coluna arqueava a cada investida contra o interior apertado, tentando se segurar ao que podia diante da força das estocadas e o impulso que Esteban pegava para que foder do jeito que ele sempre quis. Com a cabecinha áerea, você se viu chamando-o, “papai”, uma, duas, três vezes, ouvindo um grunhindo em resposta, aumentando a intensidade dos movimentos, mais selvagem, sedento. Você o havia arruinado.
O que havia começado como um joguinho de egos, parecia se findar naquele momento. Nos corpos suados que se entrelaçavam, nas palavras sussurradas, nos gemidos que escapavam, nas mãos que se agarravam, no encontro dos desejos. Mas o que vocês possuíam estava longe de terminar, porque embora os caras mais novos não fossem nada iguais a Esteban, ele acaba de perceber que você não era como nenhuma outra mulher também.
Ambos estavam arruinados e condenados um ao outro para sempre.
#idollete#esteban kukuriczka#esteban kukuriczka x reader#esteban kukuriczka smut#esteban kukuriczka fanfic#la sociedad de la nieve#a sociedade da neve#society of the snow#lsdln#lsdln cast#smut#pt br
204 notes
·
View notes
Text
oie amigas do tumblr, é a primeira vez que venho falar aqui entao to envergonhada 🫣🫣 mas eu penso constantemente nesse cenário e queria compartilhar
se ninguém ligar eu apago e sigo a vida como se nada tivesse acontecido ✌🏻✌🏻
e isso aqui ficou ENORME porque eu sou delulu e me empolguei muito socorro!!!!
penso muito na leitora sendo toda cult estudiosa, que tem uma melhor amiga muito amiga mas que é mais fodase a vida é uma só. o lance é que essa melhor amiga é filha do kuku!dilf. a leitora sempre achou ele muito simpático, um pai solo excelente e também um puta de um gostoso mas obviamente nunca falou nada porque né? é o pai da melhor amiga dela
ai um dia ela ganha um convite da inauguração de uma galeria super chique e até chama a melhor amiga dela, que não aceita pq não é nem um pouco o tipo de role dela, entao a leitora vai sozinha mesmo
só que quando chega lá acaba que ta muito chato, só tem gente velha e que já se conhece entao você fica assim 🧍🏻♀️completamente sem saber o que fazer. até que do nada alguém te cutuca falando “mentira que vc ta aqui”, quando vira da de cara com o esteban todo gatinho vestindo uma camisa social azul escura e uma calça de alfaiataria preta ainnn 🤤🤤🤤🤤
a leitora fica assim 🫢😏 mas dá oi normal e eles conversam um pouco e os amigos do esteban chegam e ele introduz ela ali no grupinho, porém você ta real entediada e fica toda avoada durante a conversa. o esteban percebe e da umas risadinhas e te zoa
você fica toda envergonhada dele ter reparado mas ele diz que o role ta chato mesmo e te oferece uma carona até sua casa, você obviamente aceita até porque é uma universitária pobre e economizar no uber é uma delícia
quando entra no carrão do esteban fica se sentindo mais pobre ainda, antes de ligar o carro ele parece estar meio pensativo e sugere de vc ir pra casa dele esperar a filha - que tinha saído pra alguma balada e ia voltar sei lá que horas da madrugada - e fazer uma surpresa pra ela, ja que você anda estudando muito e quase nao vê mais sua melhor amiga
você topa pq ia ficar em casa no tédio então prefere passar um tempinho com o gostoso do kuku!dilf. qnd vcs chegam na casa nada pequena ele diz que vai tomar vinho e te oferece, vc obviamente aceita e ele chega com um vinho que provavelmente vale um órgão seu
quando vocês estao sentados no sofá, jogando conversa fora (ele adora ouvir vc falar entao nao para de perguntar sobre sua vida) surge o assunto festas universitárias. você conta que não gosta muito porque ninguém lá é muito interessante. o esteban já fica assim 🤔 e decide tentar tirar alguma coisa de vc, perguntando mais ainda. ate que depois de ficar cavucando na sua cabeça vc simplesmente solta - ja meio altinha do vinho - que quem nao é interessante mesmo sao os meninos
o esteban tem a pachorra de dar uma risadinha na sua cara e perguntar “ah é? por que?” bem baixinho, chegando cada vez mais pertinho. você fica toda sem graça e nao consegue nem falar, mas o kuku nao desiste fácil e dá um golão no vinho, colocando a taça na mesa de centro e volta a ficar do seu lado mas dessa vez tao pertinho que você consegue sentir a respiração quente dele batendo no seu rosto
ele fica te cozinhando mais um tempinho até você mesma nao aguenta mais ele tão perto, a boca ate roçando na sua então beija ele de uma vez. ele SORRI no meio do beijo e abre a boca beeem devagarinho, enfiando a língua dentro da sua boca muito lentamente. é aqueles beijos que até da um soninho de tao gostoso sabe? 🫦🫦🫦🫦
ele coloca a mão na parte de trás da sua coxa e te puxa pro colo dele, sem parar de te beijar. quando você senta, consegue sentir o volume já se formando ali. você ta tão atônita de tudo que só deixa a taça de vinho pela metade cair no chão. vocês saem do transe pelo barulho que surge. você olha pra parte de trás do sofá e vê a taça toda espatifada no chão e o vinho molhando tudo. começa a pedir desculpa toda envergonhada mas a única coisa que o esteban faz é dizer “shhh” e voltar a te beijar
vocês estão nessa de se beijar lentinho a um tempão, as vezes você rebolava um pouco no volume do esteban que só crescia e ele apertava sua cintura e sua bunda quando sentia suas intimidades se esbarrando.
ai o esteban começa a beijar seu pescoço igual tava beijando sua boca, lento e molhado. você solta uns gemidos toda contida pq tava morrendo de vergonha. quando a mão dele ta fazendo um carinho na sua coxa, quase chegando na sua buceta - que se encontra completamente melando - você para a mão dele e se afasta toda vermelha de vergonha
“eu nunca fiz isso” você fala tão baixinho que se o esteban nao tivesse tao perto nao teria escutado. ele afasta a mão devagar e te olha com os olhinhos brilhando, com mais tesao que antes. “você quer que eu seja seu primeiro?” ele pergunta com cuidado, tava morrendo de medo de você desistir mas queria que fosse o mais confortável possível caso aceitasse. “quero” você respondeu sem hesitar e ele perguntou mais uma vez pra confirmar e de novo você diz sim
ele volta beijar seu pescoço do mesmo jeito de antes, mas ao invés de seguir o caminho que tava seguindo ele vai pro seus peitos, apertando com certa força. ficando ainda mais encantado em como cabe direitinho na mao dele, aperta os biquinhos por cima da blusa e você só consegue gemer, rebolando cada vez mais rápido na ereção dele presa dentro da calça
de repente ele abaixa sua blusa um pouco decotada e abocanha seu peito, chupando, lambendo e mordendo, te fazendo agarrar o cabelo dele e se inclinar cada vez mais em direção aquela boca, gemendo ja sem vergonha
esteban tava encantado com você, com os seus gemidos, em como tudo era a sua primeira vez, em principalmente em como ele seria o seu primeiro. quando ele finalmente leva os dedos até a buceta encharcada ele se afasta dos seus peitos pra dizer “é virgem mesmo, não fiz quase nada e já ta molhadinha”, e vai em direção ao seu pescoço deixando vários beijos e mordidas
depois de te deixar bem relaxada, te dedando bem lentinho, conseguindo colocar só dois dedos de tao apertadinha, ele te deita no sofá e tira toda sua roupa, e aproveita e tira a dele também. quando você ve o pau desse homem fica com medo de doer muito, ou ate mesmo de nao caber, ele obviamente percebe sua carinha de pavor e da uma risadinha mas logo ja ta te acalmando dizendo que vai ir bem devagar
quando ele ja ta entre a suas pernas, pronto pra entrar pergunta mais uma vez se ta tudo bem e diz pra você avisar se doer. esteban entra realmente bem devagar, o que pra ele ta sendo um puta sacrifício ja que você é muito apertada e ainda fica apertando o pau dele a medida que ele vai entrando. ele só sabe gemer e murmurar uns xingamentos enquanto vai entrando, suando de tanto esforço que tava fazendo pra nao meter com força e rápido
você se sente sendo toda esticada por dentro, e a ardência leve no seu canal, mas nada insuportável. “entrou tudo, nena” ele fala e te da um beijo lento, se afastando um pouco e entrando novamente, você solta um gemido bem baixinho em meio ao beijo
ele vai indo assim, entrando e saindo de pouco em pouco beeem devagarinho ate você começar a gemer de prazer e pedir pra ele ir mais rápido. em nenhum momento ele te fode do jeito que realmente gostaria, ate porque sabe que você nao aguentaria. prefere ir no seu ritmo e na próxima vez - porque sim vai acontecer uma próxima já que o bichinho ja gamou no seu chá e vai precisar dele de novo - ir no ritmo que gosta.
quando ta pertinho de se desfazer, esteban descer uma mao ate seu clítoris e começa a massagear ele rapidinho, te fazendo gemer mais alto e agarrar o cabelo dele com força “esteban… ta muito bom”, você geme enquanto arqueia as costas, sentindo seu orgasmo se aproximar
quando esteban da uma mordida no seu lóbulo e geme “porra…” bem baixinho e arrastado no seu ouvido você sente seu corpo todo se arrepiar e goza forte. ele, que ja estava bebado de prazer, ao sentir você apertando ele daquele jeito e gemendo tao gostoso nao aguenta e goza dentro de você. assim que sai nao demora a olhar a obra de arte a sua frente, e ve a própria porra vazando de dentro da sua boceta magoadinha
você ta tao burrinha de prazer que nem consegue dizer nada, só sente o cansaço avassalador tomar conta de você, mas antes de pegar no sono definitivamente sente esteban te chamando “você ta bem?” pergunta todo preocupadinho “aham” é tudo que consegue dizer “quer que eu te de um banho?” você ate ia questionar sobre a chegada da sua melhor amiga mas ta tao tontinha que só assente com a cabeça e sente o mais velho te carregando
bônus: ele te leva pro chuveiro e te dá um banho gostosinho, cheio de produtos caríssimos e o estaban nao se aguenta de te ver toda bobinha que ajoelha e te chupa ali mesmo, te fazendo gozar na boca dele duas vezes ate que a filha dele chega e os dois fingem que absolutamente nada aconteceu, pra ele te comer na madrugada seguinte na bancada da cozinha enquanto a sua melhor amiga dorme tranquilamente
enfim, amaram? 💋💋
#lsdln#esteban kukuriczka x reader#esteban kukuriczka#esteban kukuriczka smut#i wanna kisss himmm#most beautiful guy in the world#i love him#i want him#smut#la sociedad de la nieve#esteban me come
149 notes
·
View notes
Text
⸻ ❝ % 𝒔𝒂𝒍𝒆 % ❞
felipe otaño ₓ f.reader ₓ simón hempe
wc.: 3,5k
prompt: quando você e sua amiga marcam de fazer um quatro é par durante sua passagem na argentina, mas ela acaba te dando bolo meia hora antes
obs.: oi meus bombonzinhos, mais uma vez, eu falo que vou escrever com calma e escrevo em dois dias, preciso de intervenção seríssima (vulgo carteira assinada), mas depois dessa prometo que vou desacelerar e ficar aqui uns dias só de resenha!!! peço que leiam com atenção e encontrem o cameo que o esteban faz nessa aqui🤣🤣🤣 além disso... eu ia colocar rimming porém não sabia se tinha público pra tal, então caso vocês gostem eu coloco numa próxima (se vcs n sabem oq é n adianta perguntar pois eu fico com vergonha de explicar bjss💋)
obs.²: eu senti muito ciuminho das coisas que incitei no pipe nesta rajada aqui, mas também dei muitas risadinhas, espero que gostem, lobitas <3
tw.: smut, linguagem chula, consumo de álcool e drogas, nipple play, sexo oral (f e m), masturbação (f e m, mas é bem rapidinho), light spanking, dumbfication (desculpa colocar isso em quase tudo, eu sou maluca), manhandling (essa tb k), p in v, sexo vaginal, sexo desprotegido (se protejam, gatinhas), creampie se você ler de ponta cabeça, portunhol duvidoso, e se tiver algo mais me avisem pfvr! MDNI
— não, você só pode ter enlouquecido. — você reclamou enquanto desfilava pelo quarto de hotel com a toalha enrolada no corpo.
— por quê? na verdade, eu já confirmei então você vai sim, bonita. — sua melhor amiga, cris, dizia dando de ombros e rolando na cama para ficar de bruços.
— você O QUÊ? — ergueu a sobrancelha olhando para a garota que não te respondeu mais. — não, não, não, acho que 'cê não tá entendendo. nós não conhecemos esses caras. — você ia até lá cruzando os braços.
— eu conheci um deles anteontem na balada, a gente deu uma rapidinha no banheiro e depois trocamos nome e telefone. — ao passo que cristina dizia seus olhos esbugalhavam, mas era tanta informação que você se limitou a estalar a língua e se sentar na beira da cama com ela.
— se eles nos doparem pra gente virar aquelas mulas de traficante, eu nunca que te perdoo, ouviu? — bufou.
— vai ser ótimo, relaxa e confia na mãe. vai querer ajuda pra se depilar?
você fez um beicinho e então assentiu logo voltando para o banheiro arrastada pela loira que contava os detalhes mais sórdidos sobre a foda com o tal de simón enquanto te arrancava cada mínimo pelinho das áreas indesejadas.
o "quatro é par" que sua amiga tinha te enfiado era no dia seguinte, sexta-feira, ou como eles falavam lá, e você particularmente achava um luxo, viernes. e como de costume, quando vocês duas queriam fazer coisas diferentes, normalmente saíam para cantos diferentes e se encontravam no fim do dia.
o que não mudou daquela vez, cris ia fazer uma rota culinária e você ia bater perna nos shoppings e galerias antes de ir se encontrar no endereço que marcaram. tinham muitas maquiagens e roupas lá que você não encontrava no brasil, ainda que sua grana estivesse curta, pretendia levar uma blusinha pelo menos.
quando o relógio já marcava cinco e vinte da tarde, você achou melhor ir pro ponto de encontro, tomando um táxi já que não saberia chegar de metrô e sozinha.
era um prédio alto, algumas varandas nos ultimos andares, acabamentos espelhados, bem chiquezinho até, isso porque você tinha ido com roupas casuais de bar/balada. suspirou se recostando numa muretinha de pedras e pegou o celular para ligar para a loira.
— cadê você? — foi direta.
— ooii!!! — uma barulheira danada te fazia tampar o outro ouvido para conseguir entender o que acontecia na linha e o que ela falava. — eu tô pra chegar ai! trinta minutinhos! mas vai indo com eles quando eles chegarem! — você franzia o cenho.
— como assim? achei que você tava vindo! — e a ligação caía. — filha da! — rangeu os dentes e então guardou o aparelho na bolsinha de ombro de novo, cruzando os braços.
se você tivesse que contar quantas vezes cristina tinha sido impulsiva naquela viagem e feito loucuras você teria que usar os dedos dos pés também.
— ali, acho que é ela. — ouviu uma conversa atrás de ti.
em segundos dois rapazes se aproximavam de onde você estava, um tinha a pele bronzeadinha, bigode e barba, e um sorriso hiper convidativo, o outro vinha mais atrás, acanhado, a pele clarinha combinando com os olhos verdes, ambos parecendo duas torres surgindo no seu campo de visão e assim que você notava os brincos na orelha do primeiro sabia que se tratava do garoto que sua amiga tinha falado.
— você é a amiga da cris, não é? prazer, simón. — ele estendia a mão e você sorria, se levantando. — esse aqui é o pipe.
o outro dava um passo para frente e se curvava para te cumprimentar com um beijinho no rosto e você não deixava de notar o quão cheiroso ele tava. quando se afastavam você alternava o olhar entre ambos, e talvez tivesse que dar os créditos para aquela desnaturada depois, porque eram muito gatos.
— e onde ela tá? — simón perguntou e olhou o celular brevemente, provavelmente pra checar as mensagens.
— acabei de falar com ela, disse que tá vindo. — embora você não acreditasse.
— ahh, beleza, vamos entrar então. a gente alugou um quarto aqui. — o mesmo respondeu fazendo com que você franzisse a testa, mas não tardasse a seguí-los.
você estaria mentindo se disesse que não estava apreensiva, na verdade, não era nem mais o medo de te doparem e fazerem algo ruim, porque eles definitivamente não tinham jeito, mas o hotel caro e o fato de estar com dois homens enormes e lindos te fazia ficar fraca das pernas. normalmente, você era mais seletiva, não se deixava impressionar fácil e era tida como metida porque raramente aceitava ficadas aleatórias, mas as olhadinhas involuntárias e curiosas que você vinha dando neles indicava que não seria assim.
o quarto de escolha ficava no último andar, a vista era linda, assim que entravam pela porta eram agraciados pela janela panorâmica aberta para a piscina do lado de fora e para o centro da capital com os prédios e torres de comunicação, tudo começando a se acender.
no mini bar, uma infinidade de bebidas, sucos e água para escolher, além de alguns salgadinhos e petiscos, bem diferente do airbnb barateza que você vinha dormindo. sem se conter, você colocava suas coisas no canto do sofá e ia até a parte aberta, brisa soprando seus cabelos no mesmo segundo. andava até a grade e olhava para baixo, soprando um risinho.
— te gusta? — se virou e viu pipe ali paradinho com os braços pra trás. tão lindo...
— você não? dá uma sensação boa, de ver as coisas de cima. — contava antes de voltar a atenção para a paisagem.
quando simón aparecia por lá também perguntava se não queriam pegar umas bebidas e ligar a água quente da piscina para ficarem relaxando. não passava por sua cabeça negar algo assim, mas quando você precisava tirar suas roupas para entrar só de calcinha enquanto felipe e simón te olhavam de longe, e você sabia que eles o faziam, suas bochechas coravam num rosinha bebê e seu coração errava uma batida.
deixou o celular perto da borda e agradeceu quando felipe te passava uma latinha, abrindo o lacre e golando devagar enquanto observava os dois se desfazerem de suas camisas e calças para entrarem só de cueca.
— entãoo... — limpou a garganta. — quantos anos vocês tem mesmo?
— eu vou fazer 26 esse ano, o pipe faz...
— 25, final do ano.
— e se conheceram como? — você perguntava, querendo urgentemente quebrar o gelo.
— a gente se conheceu num curso de teatro, na real, depois disso viramos amigos. — felipe respondeu. — e vocês?
— cursinho preparatório. já faz uns cinco anos. — e então o toque do seu celular se fazia presente. — falando nela... — dava um sorrisinho e atendia o telefone. — e aí, chegou?
— amiga...
naquele momento, você já sabia que cristina não estaria no saguão esperando, sabia que ela não estaria num táxi presa no congestionamento à rumo do lugar também, sabia que ela sequer tinha cogitado ir de verdade, mas, ainda assim ouviu até o final.
— amiga, eu vim no centro, vim pra conhecer os restaurantes e barraquinhas, mas amiga... tinha um mimico aqui, ele todo bonitinho assim, loirinho, cara de nerd bonzinho, um narigão, alto... acho que conheci o futuro pai dos meus filhos, por favor não fica brava! — a ligação não tinha nenhum ruído agora, o que significava que ela estava num ambiente mais calmo, o que já era algo, mas porra. — tá na linha? amiga? ó, tenho que ir, desculpa, você sabe que te amo né? aproveita por mim. — e o famoso "tu tu tu" de ligação encerrada.
sua cara de paisagem seria cômica se não fosse trágica. apertou os lábios e largou o celular de novo sobre a toalha perto da borda, antes de olhar para simón, que não precisava que você falasse para entender o que tinha acontecido.
— sinto muito. — você dizia por fim quando ele apenas dava um riso de escárnio, quase desacreditado.
— tranquila. acontece, né?
— olha, se vocês quiserem que eu vá embora pra vocês poderem curtir como quiserem, não tem problema pra mim. mesmo.
— não. — felipe se adiantava. — nada a ver isso. — ele olhava para o amigo que virava uma lata inteira e já abria outra. — acho que a gente pode fazer bom proveito, só nós três mesmo.
você ouvia e trocava olhares com o moreno antes de se voltarem ao mais novo outra vez. era engraçado como seres humanos faziam tantos rodeios para transar, diferente do restante dos animais que tinham o sexo como ferramenta de sobrevivência, foder era bem mais do que isso, era conquista, era envolvimento, troca, show, e desde o momento em que você tinha levantado naquela manhã você tinha plena consciência de que terminaria a noite com dois homens no mesmo quarto, claro que, você não podia contar com sua amiga sendo uma bomba relógio, mas você sabia que não ia ter muitas horas de sono.
o que ficava implícito ali era óbvio e começava a ficar bastante palpável se você levasse em consideração que a fala de felipe tinha feito você sentir umas borboletas no seu baixo ventre, mas resolveu se fazer de sonsa, segurando a cerveja com ambas as mãos e desviando os olhos pra qualquer canto.
— só se ela quiser... — simón disse simples, se apoiando nas bordas com os braços esticados.
— e aí, linda... qué va a ser? — o otaño se virava pra ti.
você mordeu o lábio e soltou num estalido
— preciso beber um pouquinho mais.
sua resistência pra álcool era grande, tinha aprendido a beber desde os quinze anos de idade, o que podia ser bem ruim quando tudo que você queria era ficar bêbada, mas naquelas situações onde você só precisava ficar mais leve, era perfeito, o que te levava automaticamente pro que acontecia depois da terceira lata esvaziada.
engatinhando pela piscina, que tinha o diâmetro de uma banheira grande, você se aproximava de pipe, se apoiando nos ombros largos e fortes para se sentar no colo do garoto. deslizou os dedinhos pela pele molhada e suave e o observou o rostinho lindo, um pseudo bigodinho começando a se formar, nariz perfeito, e uma boca carnuda.
— posso te tocar? — ele perguntou, ainda sem mover as mãos.
— pode... — sorriu e então se virou para o que assistia antes de chamar ele com o dedinho.
felipe era lento, pousou as mãos em suas coxas, apertando, deslizando até sua cintura e acariciando sua barriguinha que se contraía. subia mais um pouco, segurando seus peitos por baixo e então envolvendo os dois e os juntando. simón chegava por trás, tirando seu cabelo do pescoço e depositando alguns selares enquanto observava o que acontecia na parte da frente do seu corpo e em como o amigo parecia vidrado nas suas expressões.
— não vai se apaixonar na primeira foda, pipecito. — provocou tirando um "tsc" do garoto.
— fácil falar, olha a carinha dela. — você encarava os olhos verdes, mas ele te segurava o queixo e te forçava olhar para trás, soltinha de tudo já.
o primeiro a te beijar era o hempe, que parecia descontar a frustração de não ter sua amiga ali só pra ele, e você não se importava de ser quem iria "pagar o pato", uma mãozinha apoiada no peitoral de felipe e a outra na nuca de simón, arranhando os dois e puxando-os mais para si. arfou na boca do mais velho quando sentiu a língua quente do outro começar a lamber e beijar seu colo sensível.
estava se sentindo uma cadela no cio, nem sabia se aguentava dois, completamente gulosa, e eles, pobres meninos tapeados, tendo que dividir.
— deixa... — desfazia o beijo assim que uma ideia surgia. — deixa eu te chupar. — pediu a simón, que rapidamente subiu os olhos de avelã aos do colega
felipe confirmou cúmplice. quando você menos esperava era erguida pelo rapaz, se agarrando nele com um gritinho, envolvendo o pescoço grosso com os braços para não cair. o vento gelado fora da água fazendo você se arrepiar e estremecer, roçando os bicos rijos no peito dele. te levava para o sofá largo do quarto, a cama podia esperar. indicou que você deitasse com a cabeça no braço do móvel e deslizou a mão por entre seus seios até o umbigo, só para aflorar mais as sensações que estava tendo da repetina mudança de temperatura.
— tem certeza que aguenta assim, cariño? — simón perguntou tocando seu cabelo.
a vista que você tinha era quase hipnótica, o volume evidente na boxer vermelha do argentino, por pouco não roçando na sua bochecha, e você confirmava, tirando um risinho baixo dele. com as mãos curiosas, abaixava o cós da cueca, fazendo o membro teso escapar.
— encaixa na minha boca. — pediu o vendo erguer as sobrancelhas surpreso.
— ouviu isso, pipe? tô começando a achar que ela desmarcou com a amiga de propósito, con ganas de tener dos a la vez, sí?
revirou os olhos e segurou a base do pau, começando a fazer um vai e vem lento, sentindo ele terminando de crescer com o toque e colocando a linguinha pra fora tentando alcançá-lo, mas simón negava. os olhos ficando afiados e sedentos. o moreno segurou seus pulsos, te fazendo largar ele, mas você não tinha tempo de se emburrar já que quase instantâneamente os dedos de pipe se entrelaçavam nos seus, só então percebendo que o garoto estava entre as suas pernas, e agora te mantendo bem presa rente ao estofado.
— mudei de ideia, flor, eu vou foder sua boca. e ele vai te mamar. — simón detalhou, falando devagar pra você entender, se curvava sobre ti e cuspia sobre a sua boquinha antes de espalhar a baba com o polegar por seus lábios. — fique sabendo que o nosso garoto aqui foi eleito o melhor oral do curso de teatro. vai te cuidar direitinho.
balançou a cabeça positivamente e deu uma última olhadinha pra baixo. conforme o hempe segurava o pau, roçando a glande inchada na sua boca, o otaño te soltava uma das mãos para colocar sua perna apoiada sobre o encosto e afastar o tecido da calcinha. gemia com a primeira lambida sobre sua rachinha, dando a oportunidade perfeita para que o outro adentrasse a cavidade abafada e úmida.
simón puxou o ar soltando um "ssss" e fechou os olhos começando a mexer o quadril pra frente e para trás, mas sem colocar tudo, só até a metade.
e felipe olhava a cena de camarote, com uma ponta de inveja que ele compensava quando socava o rosto na sua buceta. a ponte reta do nariz roçando seu clitóris teso quando ele movia o rosto de um lado pro outro como um animal selvagem com sua presa. ouvia um gemido manhoso seu e se afastava só para poder rir soprado com o amigo. continuando a lamber, usando os polegares para afastar teus labiozinhos, expondo a carne rosada e macia.
você ficava inquieta, a mistura de sensações fazendo seu cérebro borbulhar. os olhos lacrimejavam quando o pau em sua boca escorregava um pouco mais fundo, batendo em sua garganta te fazendo esperniar e descontar levando os dedos livres até um dos seios, apertando e beliscando o próprio biquinho. a mão de simón ia até a sua te incentivando antes de subir pelo seu pescoço envolvendo ali e sentindo o contorno do membro.
— porra... vai ficar com o meu formato por alguns dias, princesa... — ele sacaneava, apertando a região para que você ficasse com o espaço ainda mais estreito, fazendo suas iris desaparecerem por alguns segundos com os olhos semi-cerrados.
o som típico do vai e vem babado com os sons lascivos de quando pipe te chupava forte, mastigando a carne molinha, fazendo esticar para soltar e repetir tudo de novo. ele até fechava os olhos, concentrado, e não conseguia evitar de roçar o quadril no sofá, com a ereção que começava a doer e pedir por atenção.
sua mente terminava de virar purê quando simón se curvava de novo, metendo o pau até ficar com a base grudada no teu rosto, esticando o braço para poder dedar seu grelinho enquanto o mais novo usava a língua para explorar sua entradinha, colocando o músculo quase todo dentro, fazendo o triplo de força para segurar suas coxas no lugar.
— hmm! — "reclamava" de boca cheia dando um tapa ardido em sua virilha.
simón gozava sem aviso prévio, isso se as veias e as bolas dele pulsando não tivessem sido suficiente pra te alertar. enchia tua garganta e saía rápido vendo você engasgar e babar porra lambusando-se toda.
— para, pipe. — ele soprava ofegante, vendo o garoto levantar o olhar com as bochechas, o nariz e o queixo lustrosos de lubrificação.
— quê foi? — perguntava puxando ar.
o hempe o fitava com uma expressão de "ahn?", não tava na cara? simón segurava seu cabelo perto da raíz e levantava quase brusco mostrando seu estado completamente bagunçado e deplorável ainda tentando engolir todo o gozo que tinha sido despejado em si.
— vai perder a chance de ver uma mina burrinha de levar pica, quicando pra você? ah para né, senta ai. — ele indicava.
você era levada para o colo do maior, sem culhões de admitir que eles estavam te tratando como você gostava. ver o semblante de felipe apenas aumentou teu fogo, ele não parecia muito diferente, os olhos embaçados de tesão e vontade, a boca inchada de te chupar... tudo nele implorando por você. o beijava de forma desengoçada enquanto ele te erguia o quadril com um dos braços, dando algumas pinceladinhas com o membro antes de te soltar e fazer você encaçapar ele todo, gemendo um na boca do outro.
simón ia até as roupas que havia largado nuna cadeira de sol e tateava a calça procurando um baseado, acendendo e indo se sentar na poltrona do lado do sofá para observar. já tinham saído com a mesma garota por umas semanas, mas nunca tinham dividido uma no mesmo dia. as mãos grandes do amigo te seguravam a bunda ajudando nas quicadas e ele tinha colado suas testas para não perder nenhum gemidinho e expressão de deleite sua. em minutos, o pau do hempe voltava a endurecer.
você sentia a buceta piscar, o orgasmo tão pertinho que era impossível não gemer como uma cadelinha, choramingando quando as púbis se chocavam.
— m-mais... mais... por favor...
ele sorria de canto, afetado, tão perto quanto você, mas tinha há muito aprendido com simón que era melhor quando as garotas imploravam pra gozar.
— quer mais, nena? — sussurrou antes de morder seu inferior e te dar uma palmada, fazendo você subitamente parar de se mover com o falo enterradinho em si. — explica... fala comigo, quer mais o quê? — perguntou com uma falsa preocupação te fazendo lamuriar e mordiscar um dos ombros dele.
— mais forte... — pedia e o fitava. — me come mais forte.
— xiiii, falou que você é soca fofo. — simón alfinetou antes de rir alto, ainda mais quando o outro o mostrava o dedo do meio.
felipe fechava a expressão e te encarava, e apesar de você estar bem acabadinha já, não quis desmentir o hempe, porque sabia que homens ficavam um milhão de vezes mais tesudos quando faziam as coisas na base do ódio. sorriu bobinha e ele passou a língua pelo interno da bochecha pensando por exatos dez segundos no que fazer com você antes de te fazer sair de cima para levantar.
agarrava seu braço e te arrastava de volta lá pra fora, te apoiando na grade de proteção da cobertura. pouco ligando se o ar frio te seria incômodo ou se você ficaria mais retraída para ele entrar de novo, ou ainda se alguém visse, apenas curvando suas costas e empinando sua bunda para voltar a meter, naquele ângulo e com mais autoridade conseguindo ir muito mais fundo em ti.
— e eu me controlando contigo, só pra você ser uma putinha igual todas... — ele soprava um arzinho pelo nariz. — perra. repete, fala pra mim o que você é. — descia a boca até sua orelhinha.
— h-mm... eu... — pipe negava e mordia seu lóbulo antes de descer a mão até seu abdômen, fazendo pressão ali. suas pernas chegavam a vacilar e ele ria rouco. — p-puta... eu sou uma puta, e... — fazendo um esforço descomunal pra se lembrar como juntar uma sílaba na outra. — e uma cachorra...
quando finalmente podia ter seu orgasmo se abraçava no braço torneadinho do garoto que te segurava e gemia sem parar sentindo seus fluídos com o dele se mesclando já que seu aperto era a gota d'água para o maior. você gotejava a mistura quando ele deixava seu interior maltratado.
não tinha tempo de voltar a ser um ser humano pensante normal antes que simón fosse até você e te jogasse sobre o ombro, dando tapinhas nas costas do melhor amigo.
— minha vez chega nunca? seu comilão. — ele brincava, te levando pra cama desta vez.
pelo resto da noite, você tinha fodido em cada mínimo canto daquele quarto, de pé, de quatro, apoiada na janela de vidro com os peitos amassados e a bel prazer de quem estivesse nos outros prédios ao redor, no chão, sem absolutamente nenhuma parte do corpo ser esquecida por eles. o quatro é par tinha sido furada, mas a promoção de pague um, leve dois até que tinha sido muito boa.
#lsdln smut#la sociedad de la nieve#pipe otaño reader#pipe otaño smut#simon hempe reader#simon hempe smut#2 for 1 today
166 notes
·
View notes
Text
Depois do Expediente
Uma jovem confiante se sente inexplicavelmente atraída por Esteban, seu reservado e mais velho colega de trabalho.
(Eu simplesmente amei escrever isso, e espero que vocês gostem o tanto quanto eu)
Avisos: Diferença de idade, conteúdo sexual (nada explícito) e menções leves a exaustão e saude mental.
Masterlist
A brisa da noite tornou-se sua única companhia durante o trajeto até o ponto de ônibus. Os gritos do seu chefe, ouvidos mais cedo, ainda ecoavam em sua cabeça, enquanto você lutava contra a rotina repetitiva de acordar, trabalhar e dormir. Mal comia e não bebia água de forma saudável.
Foi então que Esteban Kukuriczka foi transferido para o seu setor, você começou a querer se cuidar, passar mais perfume e comprar roupas novas.
Ele era uns 10 anos mais velho, alto e magro, sempre com os óculos na ponta do nariz, transmitindo a imagem de alguém com muitos diplomas, enquanto você tentava terminar sua única graduação. Algo nele despertava sua curiosidade: os dedos longos e ágeis, e a falta de aliança no anelar.
Você tentava se aproximar, oferecendo café ou um sorriso amigável, mas Esteban parecia preferir se manter distante, respondendo de forma séria e cordial, mas com uma barreira invisível entre vocês.
Uma colega comentou que ninguém sabia onde ele morava, e havia quem jurasse que ele passava as noites em um hotel, o homem nunca Socializava no almoço ou participava de atividades em grupo.
A pressão aumentou na empresa devido a uma nova demanda de projetos. Por serem os únicos no setor, vocês começaram a tirar horas extras, trabalhando em uma sala de conferências enquanto o resto do predio se encontrava vazio.
O silêncio era preenchido apenas pelo som dos teclados e o zumbido das luzes fluorescentes.
— 22:00, acho que está bom por hoje — você disse, levantando-se com dificuldade. Esteban, surpreso, ajustou os óculos.
— E você? Não vai parar por aqui também? — você perguntou.
— Sim, só preciso salvar mais essa planilha — ele respondeu.
Após alguns minutos, você ouviu a máquina dele desligar. Enquanto caminhavam até o elevador, você perguntou:
— Aceita um café? A lanchonete do outro lado da rua está aberta.
— S... Sim — ele respondeu, hesitante.
Na lanchonete, o aroma do café fresco envolveu vocês. Você pediu um expresso duplo, e Esteban um cappuccino, ambos para viagem.
Depois de pagar, vocês saíram. O ar fresco da noite contrastava com o calor do lugar. Enquanto caminhavam, você decidiu perguntar:
— O que você gosta de fazer nas horas vagas?
Ele pareceu surpreso.
— Eu... gosto de ler, principalmente ficção científica.
— Sou fã de romances — você disse, dando um gole no café. — Tem algo sobre emoções e relacionamentos que me fascina.
Esteban olhou para o chão, pensando.
— Isso é... interessante. Nunca li muitos romances.
Você sorriu, tentando encorajá-lo.
— Se quiser experimentar, posso te recomendar alguns. Adoro Jane Austen.
Ele hesitou, mas um pequeno sorriso surgiu.
— Ouvi falar dela. Talvez eu deva tentar.
Com um impulso de coragem, você decidiu dar um passo adiante.
— Que tal trocarmos números? Assim posso te enviar algumas recomendações.
Ele parou, surpreso, mas concordou. Enquanto digitava seu número, seus dedos tremiam levemente.
Na mesma noite, você mandou uma mensagem para Esteban, ansiosa e surpresa com a desculpa que havia dado para conseguir seu número.
A expectativa quase fez seu coração parar, e a resposta finalmente chegou, com breves conversas sobre livros. A timidez dele ainda era palpável.
No dia seguinte, no trabalho, Esteban se comportou da mesma forma cordial de sempre, o que a deixou um pouco chateada.
Ao longo da semana, você continuou enviando mensagens, calculando cuidadosamente o que dizer para não parecer desesperada, e notou que ele começou a se sentir um pouco mais à vontade com você.
Com o tempo, as conversas evoluíram de livros para filmes, músicas e fotografias. A interação começou a chamar a atenção dos colegas, que comentavam sobre como você havia conseguido se aproximar do homem até então intocável. Você disfarçava sua quase paixão platônica e respondia com desculpas.
Após algumas semanas, vocês passaram a tomar mais cafés juntos. Esteban até te emprestou um livro de Isaac Asimov, o que a fez se sentir mais à vontade para fazer perguntas mais pessoais.
— O que te inspirou a trabalhar no nosso setor? — você perguntou certa vez.
Ele hesitou.
— Sempre fui fascinado por como as coisas funcionam, como um quebra-cabeça.
Aproveitando a abertura, você perguntou:
— E onde você mora?
Ele parecia surpreso, mas respondeu:
— Moro em um apartamento perto. Não muito longe.
— Que legal! Eu moro a cerca de 20 minutos de ônibus — você disse.
Após alguns dias, você soube que uma feira de livros aconteceria na cidade no fim de semana. Era a oportunidade perfeita para se aproximar mais de Esteban.
— Você gostaria de ir à feira de livros comigo no sábado? — você perguntou.
Ele hesitou.
— Ah, eu… não sei…
— Vai ser divertido! Podemos conhecer lançamentos juntos — você incentivou.
Após um momento, Esteban assentiu, um sorriso tímido surgindo.
— Tá bom, eu aceito.
Finalmente, chegou o dia. Quando você avistou Esteban te procurando no meio da multidão ansiosa por livros, um sorriso iluminou seu rosto.
Era estranho vê-lo fora da roupa formal do trabalho, mas ele parecia ainda mais atraente. Seu cabelo caía sobre a testa, e ele exalava uma aura de nerdismo que você achava encantadora.
— Esteban! — você o chamou.
Ele se virou, um pouco surpreso, e, ao te encontrar, apenas olhou para você.
— Oi! — ele disse, sua voz tímida.
— Pronto para explorar? — você perguntou.
Vocês percorreram a feira, explorando clássicos e lançamentos, e até comeram algo. Ao final do dia, cansados, esperaram o ônibus enquanto seu coração acelerava, percebendo que Esteban talvez nem tivesse notado seus sentimentos.
Entraram no ônibus vazio, e o caminho foi silencioso.
— Esteban, eu gostei muito de passar o dia com você — você disse, lembrando que não fazia uma pausa do trabalho há muito tempo.
— Foi legal — ele respondeu timidamente, mas com um toque de empolgação na voz.
Você olhou para os lábios dele por um momento. Será que deveria...?
Sem pensar duas vezes, você o beijou. Não foi nada grandioso, apenas um toque rápido.
— Eu realmente gosto de você — você sussurrou, ainda perto do rosto dele.
Esteban se afastou, a cabeça baixa. Um frio na barriga tomou conta de você, pensando que havia cometido um erro.
— Aqui é o meu ponto — ele disse, sem expressão, fazendo sinal com a cabeça para se despedir.
Você também fez um gesto de despedida, observando-o descer do ônibus e se afastar até se tornar invisível.
Você não mandou mensagem quando chegou em casa, tomada pela vergonha, e passou o resto do final de semana na cama, remoendo o momento.
Na segunda-feira, você teve que encará-lo. Ele a tratou como sempre: "Bom dia, tudo bem, obrigado." As palavras habituais saíram de sua boca, e quando você o encarava, desviava o olhar sempre que ele a pegava. Esteban era sua obsessão; você precisava dele.
Era a última semana em que vocês teriam que tirar horas extras, como de costume. Assim, você e Esteban se encontraram na sala de conferências, tarde da noite, como no começo.
— Desculpe pelo que aconteceu no ônibus — você disse, parando de digitar, mas sem olhar para ele.
Ele hesitou por um momento, a mão parando sobre o teclado. Então, respirou fundo e disse:
— Ah, não se preocupe com isso. Às vezes, as coisas... acontecem.
Você sentiu que a tensão ainda estava no ar.
— Eu apenas projetei algo na minha cabeça que você não é obrigado a seguir — você disse, tentando soar leve, mas sua voz traiu um pouco da insegurança.
Esteban chamou seu nome, e ao olhá-lo, você percebeu que ele se levantava da cadeira. Ele se aproximou, e antes que pudesse processar, suas mãos encontraram seu rosto enquanto ele te beijava lentamente, com pura vontade.
Você também se levantou, ficando na ponta dos pés por conta da altura. Abraçou-o com força, mantendo os lábios unidos aos dele, sentindo a intensidade do momento aumentar.
Esteban era feroz e ao mesmo tempo melancólico; suas mãos grandes desceram pelo seu corpo até se encontrarem com suas costas. Ele se afastou do beijo para respirar, e você o olhava, tentando entender que esse era o mesmo Esteban por quem você havia se apaixonado todo esse tempo.
Então, você o puxou, andando para trás até se sentar na mesa do computador, com Esteban em pé entre suas pernas.
— Por onde você esteve? — você perguntou, segurando-o pela gravata.
Estava enlouquecida pela paixão que crescia cada vez mais, e ele respondeu com a voz rouca, quase um sussurro:
— Estive aqui... sempre aqui.
Ele se inclinou lentamente, os lábios voltando a encontrar os seus, mas dessa vez com uma suavidade que contrastava com o desejo contido. Seus dedos entrelaçaram-se nos cabelos dele, e a gravata escapou de suas mãos quando ele a puxou para mais perto.
O momento se intensificou e vocês se entregaram um ao outro ali, na mesa do computador, deixando o mundo ao redor desaparecer. A cada movimento, pilhas de papéis e canetas caíam ao chão, mas nenhum dos dois se importou com a bagunça crescente.
No final, a sala era um completo caos: papéis espalhados por todos os cantos, peças de roupa jogadas ao acaso, cabelos desgrenhados, e marcas de batom rubro ainda visíveis nos lábios de Esteban. Vocês riram baixinho ao olhar a cena, e Esteban se inclinou para te dar mais um beijo, dessa vez suave, como quem queria te reafirmar que estava tudo bem. Esse beijo fez seu coração disparar novamente, até que a realidade do momento se impôs.
—Vamos arrumar esse lugar — ele disse, olhando ao redor com um leve sorriso.
Você levantou, reunindo suas roupas e as vestindo peça por peça. Já recompostos, vocês se ocuparam em organizar a bagunça da sala, tentando retomar a formalidade do ambiente. Mesmo assim, a cada poucos minutos, você lançava um olhar para Esteban, quase sem acreditar no que havia acontecido ali.
Na volta para casa, você desabafou, contando a ele como o admirava em segredo, mesmo antes de conhecê-lo a fundo. Ele ria timidamente, com as bochechas coradas, enquanto ouvia cada palavra. Quando chegaram ao ponto de ônibus, você olhou para ele, seu coração acelerando mais uma vez, e propôs, com um sorriso:
— Quer ir pra minha casa?
Gente desculpe qualquer erro, meu celular está funcionando pela misericórdia de cristo, foi muito difícil corrigir isso pq ele simplesmente não me obedece.
Dividers: @cafekitsune
#esteban kukuriczka#esteban kukuriczka x reader#esteban kukuriczka x you#esteban kukuriczka smut#lsdln cast#enzo vogrincic#lsdln#lsdln x reader#a sociedade da neve#simon hempe#felipe otaño#lsdln fanfic#lsdln smut#lsdln imagine#esteban kukuriczka imagine
68 notes
·
View notes
Text
geração coca-cola
esteban kukuriczka x leitora
n/a importante: alô, queridas, peço desculpas pela demora nessa fic. tive uma pequena série de imprevistos que me impediram de postar antes, mas agora estamos aqui. dito isso, vamos aos avisos. é uma fic temática que se passa na década de 1980, é potencialmente ofensivo aos fâs de legião urbana e é a minha primeira tentativa num smut. isso é, em grande parte, para ser divertido, mas, vou avisar que o esteban é um babaca nessa fic. olhei pra ele de fito e disse "I need to make a jerk out of this boy". sim eu amo o esteban nerd mas... aqui nesse blog está reinando o esteban babaca. beijocas, e boa leitura.
Desde que você se entende por gente no mundo, entende também a existência de ESTEBAN KUKURICZKA nele. As suas amigas do colégio frequentemente te perguntavam sobre isso, como havia sido crescer ao lado de Esteban. Em resposta, você só ria com escárnio e respondia: “foi bastante… importante, me fez desenvolver consciência de classe.”
No fundo, as estreitas relações da sua família com a de Esteban eram somente uma peça do destino, um grande azar na sua concepção. Quando se mudaram para a capital, seus pais, sempre muito envolvidos com a vida religiosa, conheceram os Kukuriczka numa espécie de quermesse da Igreja Matriz. Os casais se deram bem, é claro, mesmo com as diferenças sociais entre os banqueiros de sobrenome importado e a sua família de professores.
Houve, portanto, um esforço para que Esteban e você se dessem bem também. Foi em vão. Ele era uma criança mimada, engomadinha. Usava blusões caros e importados e costumava chorar se um deles se sujasse, mesmo ele sendo quatro anos mais velho que você. Por fim ele era somente… autocentrado. Agia como se o mundo girasse ou deixasse de girar de acordo com a vontade e os prazeres dele, uma espécie singular de babaquice disfarçada que te tirava do sério desde a adolescência.
Ao contrário do filho, os pais dele eram bastante gentis. Se não fosse por Esteban e suas constantes reclamações mesquinhas sobre a temperatura da água que lhe estava sendo servida, você quase poderia esquecer o quão burgueses os Kukuriczka eram. O casal parecia se afeiçoar por você, algo que, de alguma maneira, parecia irritar o jovem, que te encarava com um olhar raivoso e enciumado. Não te importava.
Com o tempo, você passou a conviver com Esteban cada vez menos, obedecendo à sua própria vontade de evitar a um reviração constante dos olhos durante o jantar. À medida em que você envelhecia, ia dispensando a presença nos eventos mais corriqueiros que ocorriam na casa dos Kukuriczka, limitando o contato com Esteban somente em ocasiões mais importantes ou formais, como aniversários e coisas do gênero.
Agora, já na universidade, vocês mal mal se cumprimentavam nos corredores, apesar de estarem fazendo o mesmo curso. Esteban tinha a vida universitária que se esperaria dele, regada a sexo, drogas e rock’n’roll, sempre por aí com a manada de homens das cavernas que ele chamava de amigos, todos igualmente ricos e fúteis. A cada semana, Kukuriczka aparecia com uma garota diferente no braço, levando-a para passear no Aero-Willys 1965 do pai. Era um espetáculo, completamente grotesco e irritantemente burguês, mas, que, da mesma maneira que as revistas de fofocas sobre pessoas famosas, era capaz de te manter muito entretida
Talvez, principalmente porque algo dentro de você sentia que aquela atitude esnobe e de falsa superioridade que o mais jovem dos Kukuriczka sempre esbanjava não o levaria muito longe na vida, ainda mais porque estava somada ao total descuido e desleixo com os estudos e a vida adulta. Afinal de contas, nenhuma quantidade de dinheiro compensa um cérebro liso e danificado pelas altas doses de lança-perfume e MD. Talvez, a criança que habitava dentro de você e ainda se lembrava da comparação constante ao status social de Esteban se alegrava com aquela perspectiva, não importa o quão ruim fosse admitir isso.
— E como ele era quando criança? — Uma das suas amigas da faculdade pergunta, os olhos quase formando corações enquanto ela encara Esteban e a namorada da semana no pátio da universidade. Indiferente, você morde o sanduíche que trouxe de casa e encara o rapaz loiro que acaricia a jovem em seus braços, beijando-a sem vergonha no meio do dia.
— Chorão. — Você responde, dando de ombros.
— Tá, mas… ele era bonitinho?
— Bonitinho? — Uma das suas outras amigas intervém, ao mesmo tempo irritada com a atitude da primeira, esta oferece uma nova perspectiva para a conversa. — Fala sério. É claro que ele era bonitinho. Apesar de ser um babaca, você já olhou para ele? Deve ser o homem mais bonito que já vi. Contanto que permaneça calado, é claro.
Nesse momento, você continua observando o ósculo público no qual Esteban se envolveu com a namorada da vez e, pela primeira vez em anos que o conhece, se vê obrigada a concordar com o julgamento das amigas. Ele era um homem bonito. Bonito o suficiente para te colocar na cabeça uma dúvida estranha e, quem sabe, cruel; como você nunca havia percebido a beleza dele antes? Quem sabe até tivesse notado, por um breve instante, mas nunca o suficiente para que a beleza dele fizesse com que a mesquinhez e a atitude esnobe fossem deixadas de lado.
Mas agora? Com ele a dez metros de distância, com o Sol iluminando aquele cabelo dourado dele enquanto os dedos passeavam pelos fios escuros da namorada? Droga, te fazia até desejar que fosse com você. Que estranho esse instinto… que… que ridículo, que infantil! Como assim o teu coração sentia que o seu desprezo pelo maior playboy que você conhecia poderia ser facilmente esquecido em troca de um beijinho?
— Nem calado há jeito pra ele, — você formula, finalmente, após alguns instantes de silêncio entre as amigas, tentando ao máximo esconder a contradição que agora habitava a sua mente. — Eu mais prefiro o Alain Delon.
— Por favor, — uma das amigas retruca, revirando os olhos mas ainda os mantendo na cena com Esteban. O beijo cessou agora, e ele somente encara a namorada com olhinhos apaixonados. Algo em você o detesta mais ainda por isso. — O Delon está na França. O Kuku tá bem aqui. Ele sim é um colírio para os olhos. Inclusive, o Matí me contou que eles vão todos ao show da Legião hoje à noite. Devíamos ir também.
— A gente vai fazer o que num show da Legião?
A pergunta sai em tom de surpresa da sua boca, principalmente porque você sabia o interesse das amigas em comparecer ao show da Legião. No fundo, você não podia exatamente culpá-las; Matías Recalt, Felipe Otaño, Agustín Pardella e Enzo Vogrincic, todos no mesmo lugar. Esses sim eram colírios para os olhos. Uma pena todos eles serem amigos de Esteban. Pelo menos, apesar de endinheirados, nenhum deles parecia remotamente tão esnobe quanto Kukuriczka. Certo, talvez você só não os conhecesse; de perto, ninguém é normal. Mesmo assim, você não precisava dessas informações. Se se mantivesse ignorante à possível babaquice deles, tudo estaria bem.
— Escutar Legião. Ver os meninos. Nos divertir um pouco e, principalmente; viver, nena!
Era convincente. Ao menos naquele instante pareceu. Não importava muito, a sua amiga estava certa; era preciso viver. Nem que isso significasse uma noite num local completamente insalubre, correndo o risco de acabar na questionável companhia de Esteban Kukuriczka. Na melhor das hipóteses, descolaria um beijinho bom com um dos amigos dele e não precisaria pensar nem por mais um segundo na inquestionável e, por você, recém descoberta, beleza daquele homem.
No cair da noite, as amigas todas reuniram-se e foram se aprontar na sua casa, com o seu pai prometendo uma carona de ida ao local do show. Despreocupado, ele disse que a volta era por conta de vocês e, com uma piscadinha, apostou que a maioria de vocês não voltaria para a própria casa naquela noite. Um comentário como esse vindo dele era típico, praticamente esperado. Você só soube rir e revirar os olhos, pensando consigo que um encontro terrivelmente sensual num show da Legião Urbana não te faria mal algum numa noite como aquela.
Renato Russo já ensurdecia os ouvidos quando vocês adentraram o local. Uma de suas amigas localizou Matías rapidamente no meio da multidão e tratou de unir os grupos masculino e feminino. O cenário era propício para consumar os desejos por você idealizados ainda durante o intervalo na faculdade. No entanto, olhou para os lados no ambiente; enquanto a maioria dos presentes cantava e dançava, você dava falta de Esteban.
Foi necessário morder a língua para não perguntar sobre ele. Não havia razão para você fazer isso, muito menos razão para reparar que ele não estava ali. Ridícula, você se sentia ridícula assim; obviamente sentindo uma fagulha de atração por ele. Determinada a esconder-se da própria confusão sentimental, você foi buscar uma cerveja num estande perto do palco; não lhe faria mal.
Acontece que o que era uma cerveja facilmente transformou-se em cinco, todas seguidas, sob a desculpa silenciosa e pessoal de que você precisava se soltar mais. Quando finalmente voltou a onde estavam suas amigas, se deu logo de cara com quem faltava.
— Não achei que você era do tipo que escutava Legião.
As palavras escapam a sua boca rápido demais, a ponto de que você não tem nem tempo de pensar sobre o que está falando, ou na forma que está muito próxima do corpo de Esteban, falando praticamente no ouvido dele, devido à altura da música.
— Eu poderia dizer o mesmo sobre você, nena. Achei que só curtisse música soviética.
— Você é muito engraçadinho, Esteban, — seus olhos se reviram, involuntariamente, e você para um instante e a fala, para encará-lo, o rosto muito perto do seu, quase próximo o suficiente para que você consiga tocar nos cílios dele com os seus. As sardas que adornam as bochechas masculinas estão em evidência e aqueles olhos escuros e penetrantes, completamente indecifráveis também não param de te encarar. Você joga a culpa no álcool quando fica corada e sabe que ele percebeu. Sabe disso principalmente porque ele põe uma mão na sua cintura, percebendo que você estava se desequilibrando mesmo de pé.
— Bebeu demais?
A sua resposta sai num soluço. A música é desimportante, por mais que esteja alta. É ridículo que você consiga sentir seus olhos se arregalando, tentando prestar atenção nos detalhes da cara dele. Puta merda, não é que era bonito mesmo?
Esteban suspira, ainda olhando pra você. Há um sorriso sacana no rosto dele. Você conhece esse sorriso, ele o tem desde que era criança e fazia algo que não era permitido, mas se recusava a pedir desculpas por aquilo. Era inquestionavelmente esnobe também, mas, pela primeira vez, aquele trejeito te atraia. Te fazia querer beijar aquela face, tão bela, tão masculina.
— Deixa eu te levar em casa, então.
— Você é doido? Eu não vou dar pra você!
Não era exatamente algo coerente para se dizer, mas, apesar da sua relutância em admitir isso, você já estava alta, quem sabe até bêbada. As cinco cervejas foram uma péssima decisão e só te levaram a trilhar os caminhos que você queria evitar, no caso, os caminhos até a pele e o corpo de Esteban Kukuriczka.
— Você me escutou? — Ele riu diante das suas palavras, de novo com o mesmo sorriso sacana na face. Era óbvio o quanto o seu estado quase fora de qualquer consciência e racionalidade massageava o ego dele. — Não te ofereci uma foda, nena, te ofereci uma carona.
— O show nem começou direito.
— Porra, e nem vai. Nós dois concordamos que isso aqui nem é música de verdade. Você não gosta de Legião Urbana. Nem eu. Você está trêbada. Eu estou sóbrio. Pode se beneficiar de uma carona. Estou sendo legal com você.
Neste momento, Esteban estava falando em seu ouvido, baixo o suficiente para que só você o escutasse, mas ainda assim tentando abafar a música. Ele estava certo; você não gostava de Legião Urbana. Era uma grande monotonia musical e…
Ele estava sendo legal com você?
— Nossa, é por isso que o jornal preveu um temporal para amanhã? — Você pergunta, se apoiando na ponta dos pés para falar ao pé do ouvido de Esteban, que simplesmente aumenta a força com a qual pega na sua cintura, talvez numa tentativa de te dar apoio.
A feição dele é assumidamente confusa, mas, quando ele entende a sua piada bêbada, sorri. Aquilo era algo nunca antes visto por você, aquele sorriso. Talvez, se puxasse muito atrás na memória, lembraria de Esteban sorrindo daquele jeito cândido e verdadeiro quando ainda era uma criança, mas não se deu ao trabalho, ao menos não naquele instante, decidindo finalmente por só apreciar a vista.
— Você é uma gracinha, nena, realmente muito gracinha, — você não soube se foi a voz dele, ou as palavras em conjunto, ou se tão somente foi a repetição do apelido, mas algo naquela frase te fez sentir a necessidade de apertar as pernas uma à outra, uma busca vã por um alívio que não viria daquele movimento. — Deixa eu te tratar bem, uma vez na vida, pode ser? Amanhã você nem se lembra e pode continuar me achando o mesmo babaca de sempre.
— Acha mesmo que eu vou me esquecer disso? É mais a minha cara me lembrar e acabar com a sua fama de mau. — Você provoca, sorrindo boba enquanto se apoia no ombro dele.
— Você sabe que não é só fama.
É no fim da frase que ele te puxa para um beijo, uma mão ainda na sua cintura e a outra no seu queixo, guiando. É estúpido o quanto você queria que isso acontecesse, mas só percebeu quando já estava acontecendo, quando sentiu a língua dele invadir a sua boca e as mãos te puxarem para mais perto. Há uma luxúria estranha e particular na forma que os lábios de Esteban buscam os seus, no jeito que os dentes dele mordem a parte inferior da sua boca. É um canalha de alta categoria, esnobe, mesquinho, mas beija bem para um caralho e está te enlouquecendo de tesão. O fez desde a manhã quando estava com a namorada!
Com essa palavra ecoando na mente, você reúne forças para ir contra os seus instintos e desejos e afastar-se de Esteban, interrompendo o ósculo apaixonado. Ele deixa um som decepcionado e patético escapar da boca, mas isso não suaviza a sua expressão confusa e raivosa.
— Cadê a tua namorada? — Você formula, finalmente, e faz com que Kukuriczka olhe para ti com o cenho franzido.
— Na casa dela? Comendo outro? Nena, eu sei lá! Isso não importa, tá certo? Nunca foi nada sério.
— Eu não sei porque diabos eu deveria acreditar em você, Esteban, principalmente depois de todo o seu papinho de fama de mau.
— Fala sério. — Ele bufa, olhando para você com a expressão meio decepcionada. Esteban permanece com aquelas malditas mãos na sua cintura, explorando a pele no seu corpo ao mesmo tempo que mantém a discussão calorosa contigo. É o suficiente para te deixar louca, é claro, se não de raiva, então de tesão.
— Você realmente sabe como cortar o clima. Impressionante. Nem eu sou babaca a ponto de trair uma mulher. Eu sei o que você acha de mim, mas esse é o tipo de coisa que eu não faria, — Esteban diz e dá de ombros pra você, claramente frustrado. Talvez pela primeira vez na vida, você sente que conversou com um homem de verdade, não o garoto mesquinho e esnobe de sempre. Era mais forte do que você acreditar no que ele dizia e, por mais que detestasse admitir, gostaria de retirar as palavras anteriores e voltar a beijá-lo. — Vambora. Vou te deixar em casa.
Merda. Ele ainda tinha a coragem de ser legal contigo. De ser… verdadeiro. Não sabia dizer se a atitude te enchia de raiva ou te deixava ainda mais excitada. Parecia que estava conhecendo uma pessoa totalmente diferente do menino que viu crescendo durante todos esses anos. E, estranhamente, ou talvez pelas cinco garrafas de cerveja, você gostava desse cara.
— Não precisa, Esteban, de verdade. Nem você merece ter que ser legal com a garota que te acusou de traição.
— Gracinha, — novamente, o sorriso. Os corpos já estavam desgurdados, e Esteban estava alguns passos na sua frente, com uma mão para trás segurando a sua pelo pulso. — Além da traição, nena, nem eu seria capaz de deixar uma amiga ouvindo essa música terrível pelo resto da noite. Ainda mais se ela estivesse mais para lá do que pra cá.
Estranhamente, você o permite te conduzir para fora do local e para dentro do carro. O famoso Aero-Willys 1965. Sempre cavalheiro, Esteban abre a porta para você e também a fecha, somente depois entrando no carro e dando a partida. Ele liga o rádio e vocês dois só fazem rir quando ele já está pegando o caminho em direção à sua casa e a música tocando é Geração Coca-Cola; maldita Legião Urbana.
— Essa é até boa, vai? — Você comenta, rindo com a janela pra fora do carro, sentindo o vento da noite, somado à velocidade do veículo, balançando nos seus cabelos.
— É péssima. A pior de todas… — a voz de Esteban morre no meio da frase, quando o carro para no sinal vermelho. Mesmo encarando a noite ao seu redor, você sabe que ele está te encarando.
— Perdeu alguma coisa na minha cara?
— Só queria ter certeza de uma coisa, — a voz de Esteban é baixa, doce, suave. Também uma nova descoberta. Antes de continuar, ele dá a partida no carro novamente, mas estaciona meros dez metros adiante do sinal. Em resposta, tudo o que você faz é emitir um som, confuso, franzindo também as sobrancelhas. — Queria ter certeza de que você é mais bonita dentro do meu carro e perto das estrelas.
O jeito que ele te olha, somado às palavras doces e gentis que saem da boca e o álcool que circula no seu sangue, te fazem acreditar que talvez ele nem seja tão babaca quanto você havia imaginado. Por isso, talvez, ou ainda pelo tesão que se acumulava no seu corpo desde a manhã, você só soube puxá-lo para outro beijo, íntimo, dessa vez, caloroso; real.
Esteban pode ser o que for, mas não é idiota. Te beija de volta com gosto e prazer, as mãos explorando a pele das suas coxas, perigosamente perto do ponto mais sensível entre as suas pernas. Mesmo enquanto o beija, você consegue sentir que ele está sorrindo, pensando, planejando uma forma de consumar aquilo.
— Quer me levar pra casa? — você pergunta, dúbia, brincando e provocando como uma raposa. Só sente as mãos dele no cós da sua calça, explorando a área sem cerimônia. Quando percebe, Esteban já passou da sua calcinha e ainda não disse uma palavra.
— Você não escuta mesmo, não é, nena? — Os lábios dele se contorcem e a garganta deixa escapar um som melódico quando os dedos finalmente encontram o seu ponto sensível e negligenciado. É impossível fingir costume à sensação, e o nome dele sai da sua boca, num gemido, enquanto Esteban somente sorri com satisfação e continua explorando, com maestria.
Você não decifra as palavras dele logo de cara, mas se entrega às sensações mesmo assim. Aos poucos, ele insere um dos dedos longos em você, claramente feliz em encontrar a região inquestionavelmente molhada. Era gostoso, claro. Esteban sabia o que estava fazendo, sabia o ritmo e a pressão que deviam ser aplicados e a delicadeza necessária para te fazer chegar ao ápice somente com os dedos. Só que nada disso era suficiente. Era bom, mas você ainda se sentia totalmente vazia. Não estava nem pedindo para ir para a casa dele, não mais, só sabia dizer, em gemidos, “por favor… por favor… por favor…”; quase um pedido, uma súplica para a qual não parecem existir palavras.
— Já disse, nena, não vou foder com você. Aceite o que lhe é oferecido e… dê graças a Deus.
#esteban kukuriczka x leitora#esteban kukuriczka x reader#kuku!babaca#pelo amor de deus olhem as fotos dele de fito ! muita cara de fdp que vai destruir a sua vida depois de fazer coisas indizíveis contigo
41 notes
·
View notes
Text
afterglow
pairing. enzo vogrincic x reader
cw/tw. angst, fluff, diferencia de edad no especificada, enzo tarda pero se comunica, pronombres femeninos
word count. 2.3k+
observabas a enzo reír en medio de una conversación con esteban, el característico brillo de sus ojos avivado por la chispa de la charla. estabas sentada en un sillón con un vaso de limonada, habiendo bailado solo unos minutos antes con tu novio. cansada, decidiste tomarte un breve descanso.
juani aparece en tu campo visual, eclipsando al otro par de hombres. "¿todo bien?" pregunta, pronunciando tu nombre con una ligera sonrisa amigable.
"con hambre nomás. espero que la cena llegue prontito", respondiste, devolviendo la sonrisa. el oji celeste te ofreció un bocado de su snack, el cual aceptaste gustosa. "gracias. por cierto, aún estoy un poco enojada contigo por la recomendación de 'robot dreams'. yo no olvido ni perdono", bromearon juntos, mientras él te miraba con diversión. la película había provocado un remolino de pensamientos en tu cabeza durante al menos veinte minutos.
"¿me vas a negar que es alta peli?"
"alta peli para ver en plena crisis existencial y encontrar otra razón para contemplar el suicidio como opción", respondiste, provocando una risa en juani.
"quizás, solo quizás, tengas un poquito de razón", admitió, juguetón.
alzaste la palma en señal de que se detuviera y negaste con la cabeza. después de beber un sorbo de tu limonada, añadiste: "nunca más tomaré una recomendación tuya en el futuro, rata", apuntándole con el dedo en un gesto fingido de enojo, mientras juani llevaba ambas manos al pecho, simulando estar herido.
“sos una llorona, vos me hiciste lo mismo con esa peli del chico del internado.”
“¡sí pero yo te advertí!” dices y tomas la última gota de tu limonada mientras te encoges de hombros.
enzo, quien estaba al tanto de tu diálogo con caruso en la lejanía, dirigió su mirada hacia tu figura en el sillón una vez más. un atisbo de inquietud cruzó sus ojos al notar la conexión entre tú y el oji celeste. alzó una ceja luchando contra la incertidumbre de qué es lo que te tenía tan cautivada en la conversación con juani. tras un breve pero intenso instante de contemplación, decidió acabar con su duda y se disculpó con esteban para empezar a caminar hacia tu dirección.
se acercó al lado de juani y colocó una de sus manos en su hombro con más firmeza de lo habitual, sin que este realmente lo note, tu sonrisa creció ante la imagen de tu pareja. pronunciaste "amor" con ternura, acompañado de un saludo de mano, antes de continuar con la conversación con el argentino.
"dejemos tu llanto de lado. decime qué es lo que te gustó más de la peli.”
enzo los escuchó por un par de minutos más, tratando de comprender de qué se trataba. rápidamente entendió que se referían a una película que habías visto recientemente, pero él no, a veces hablabas sobre temas que realmente él no podía seguir por su escaso conocimiento al respecto. a pesar de su esfuerzo por disimularlo un sentimiento de incomodidad lo estaba empezando a molestar, se quedó en silencio observando desde la periferia.
todo tipo de pensamientos llenaban la mente de enzo, sobre la brecha generacional existente entre tú y él. "es normal que entables una conversación tan fluida sobre un gusto en común con alguien cercano a tu edad," pensó con un deje de pesar. le dolía imaginar que la diferencia de edad podría alejarte de él, aunque solo fuera en aspectos insignificantes. anhelaba comprender tu mente, el amor y la devoción por ti lo colocaban en esta situación incómoda. ¿su edad poco a poco te alejaría de él?
cuando los chicos avisaron que la cena había llegado, todos se dirigieron al grupo para disfrutar de la comida y de una conversación interminable durante la siguiente hora. sin embargo, enzo se quedó sumido en esa preocupante idea, que daba vueltas y más vueltas en su cabeza. podía responder con simpatía a las conversaciones en el grupo pero era claro que su actitud cambió, y no se podía encontrar aquella chispa en sus ojos.
al notar esto, la preocupación se apoderó de tu cuerpo, como una sombra que se cernía sobre ti. enzo esquivaba tu mirada, sus ojos evitando encontrarse con los tuyos, manchando tu corazón de azul con cada segundo de silencio.
bajaste la mirada a tu plato, sintiendo una sensación de malestar formándose en tu estómago. te sentías perdida, sin saber cómo abordar la situación. llevaste tu mano a su pierna con un leve apretón seguido de lentas caricias, buscando desesperadamente algún indicio de respuesta en él.
probaste un bocado de tu plato, intentando mantener la compostura, consciente de que no querías que el ambiente en la reunión decaiga. los chicos notarían si algo andaba mal, y eso era lo último que querías. sin embargo, tu mano seguía moviéndose en enzo, sin lograr generar reacción alguna en el uruguayo.
¿habías hecho algo mal? ¿qué dijiste o hiciste para causar su indiferencia? te hallabas remando entre todas las posibles opciones, sintiendo cómo la incertidumbre te envolvía en un mar de dudas.
pronto la reunión llegó a su fin; despedirse del grupo se convirtió en una tarea que les llevó más de un par de minutos, prolongándose en un tenso adiós. finalmente, se encaminaron hacia el auto de emanuel, que se ofreció a llevarlos al hogar del actor. te acomodaste, con la mirada fija en la ventana, mientras movías los dedos de tu mano en un tic nervioso, anticipando la charla que te esperaba en casa con tu novio.
enzo empezó una conversación con emanuel y su pareja, y tú te excusaste con una vaga explicación sobre el cansancio que sentías. sin embargo, bajo esa fachada de tranquilidad, la incertidumbre se apoderaba de ti.
unos quince minutos después, llegaron al apartamento. fuiste directamente a dejar tu bolso en el mueble, y finalmente, decidiste romper el silencio que se había vuelto más opresivo con cada paso que daban.
"¿qué está pasando?", preguntaste, buscando desesperadamente el contacto visual con enzo, anhelando que sus ojos te buscaran con la misma intensidad que tú a él. cruzaste los brazos, una barrera improvisada para protegerte y reunir fuerzas para lo que podría ser tu primera discusión real con enzo. "todo iba bien. te dejé hablando con kuku y de repente comenzaste a actuar extraño. ¿estás enojado conmigo?", dijiste, enfrentando el problema directamente, aunque te costara un gran esfuerzo.
"no lo sé, lo siento. no quería arruinarte la noche", se disculpó enzo, con la mirada gacha y la voz cargada de pesar.
negaste con la cabeza, sintiendo cómo se desvanecían tus ánimos al mirar al suelo. "debes saberlo. me has ignorado toda la noche. algo debe haber pasado, algo debo haber hecho", insististe, el nudo en tu garganta haciéndose más apretado con cada palabra.
"vos no has hecho nada, te lo juro", respondió enzo, pero su voz sonaba distante, como si estuviera luchando contra algo más que una simple discusión.
"¿por qué te está costando tanto?” la pregunta salió de tus labios mientras esperabas desesperadamente una respuesta que nunca llegaba. “¿estás celoso de juani, es eso?”
enzo negó rápidamente con la cabeza. podría estar consumido por sus inseguridades, pero no jugaría contigo ni con la confianza que habían establecido en su relación. entonces, ¿por qué no podía enfrentarse al elefante en la habitación y discutirlo contigo? "yo confío en vos. no tiene nada que ver con juani", respondió, aunque sabías que había más detrás de sus palabras de lo que estaba dispuesto a admitir.
"si confías en mí, ¿por qué no me dices qué está pasando? somos adultos, en. podemos arreglarlo", insististe, tratando de mantener la calma.
"somos adultos", enzo repitió tus palabras, finalmente respondiendo a tu mirada. “lo siento. aquí el único problema soy yo."
sacudiste la cabeza y te acercaste a él. "no, en. pero tenemos que hablar. siempre lo hacemos. no somos nada sin hablar", afirmaste con determinación.
enzo asintió y tomó tu rostro con ambas manos, suspirando con amor y tristeza al mismo tiempo. una mezcla de emociones se reflejaba en sus ojos al ver tu esfuerzo por sonreír, aunque aún cargabas con la ansiedad.
"tenés razón. no somos nada sin hablar. he sido un boludo ¿no?", admitió enzo, mientras tú asentías con una sonrisa, las lágrimas amenazando con escapar de tus ojos. "no llores, amor. realmente no has hecho nada", dijo, buscando sonar lo más sincero posible, porque realmente lo estaba intentando.
"pero dime", insististe, anhelando entender qué estaba pasando en su mente.
"siento que mi edad me está alejando de vos", confesó finalmente enzo, revelando el tormento que había estado inundando su mente durante gran parte de la noche.
la sorpresa te embargó por unos segundos, y moviste la cabeza en negación una vez más. "eso no va a pasar, enzo. yo te amo", afirmaste con firmeza.
"yo también te amo, mi amor. pero me está poniendo de los nervios no poder compartir algunas cosas contigo, no poder involucrarme. estar ahí no es suficiente. necesito hacerte saber que sos escuchada y que cada palabra que decís me interesa e importa", confesó enzo, abriéndose de una manera que te hizo sentir aún más cerca de él. “¿y sí encuentras a alguien que sí comprenda hasta las cosas pequeñas que yo no?”
muchas personas afirman que enzo es alguien serio, que mantiene constantemente sus sentimientos bajo control. puede que no estén completamente equivocadas al decir que tiende a mantener un perfil bajo, pero es una mentira para aquellos que realmente lo conocen, que en realidad, él comparte cómo se siente y demuestra constantemente cuánto ama, cuida a las personas que le importan. es desgarrador darse cuenta de que había estado sintiéndose así, y que no habías podido hacer nada para calmar su preocupación. es válido que una inseguridad lo embargue.
respiras profundamente, y una lágrima resbala por tu mejilla. "me siento escuchada y amada por ti cada vez que te digo literalmente cualquier cosa, y tú estás siguiendo la conversación. o incluso si no lo haces, porque es algo que desconoces. nunca podría pensar en dejarte, ¿te das cuenta cuan feliz me haces? he dicho cada palabra con cada gramo de honestidad en mi cuerpo. no te culpo por haberte sentido así, puede que ambos lidiamos con pensamientos parecidos pero estamos para resolverlas juntos, ¿no?"
enzo asiente con una sonrisa ligera, dejando escapar algunas lágrimas que rápidamente limpiaste. el uruguayo observa tus movimientos con ternura, sus ojos reflejando un torbellino de emociones. luego, tomó tus manos con las suyas y las acercó a sus labios, besando delicadamente tus nudillos.
“sos demasiado increíble.” dice con una sonrisa que refleja todo el cariño que siente por ti, deposita un beso en tu mejilla y termina con la tarea de limpiar tus lágrimas. “te debo una disculpa amor, de cualquier manera no debí de ignorarte como lo hice, no te mereces ese trato nunca, por más triste que esté o lo que sea. saqué todo de proporción y lo siento, jamás quiero ser la razón de tu tristeza.” expresa honestamente.
“está bien, gracias por decirme, siempre estoy.” replicas y rodeas su cintura con tus brazos, enzo inmediatamente responde al abrazo y apoya su cabeza en tu hombro. “te amo.” a veces parecía que un abrazo podía decir más cosas que un beso o cualquier otro tipo de caricia, ¿no?
“yo también te amo, mucho.” las sonrisas en los rostros de ambos crecen significativamente,
“¿qué te parece si vemos una peli? la que vos quieras.” enzo propone y asientes. caminan hacia el mueble donde se ponen cómodos, apoyas tu cabeza a su hombro mientras piensas
“qué tal… ¿’flipped’?” enzo pronuncia rápido y entusiastamente un sí, tomas el control de la tele para reproducirla.
“¿es nueva?” pregunta, curioso por descubrir más sobre la película que habías elegido.
“para nada, es del 2010 y transcurre en los 50.” le respondes y antes de dar play comentas; “ahora que pienso, mis películas favoritas transcurren en el siglo pasado ¿tendrá un mensaje oculto?” él sonrió, acostumbrado a tus análisis profundos sobre prácticamente todo lo que te rodeaba, especialmente cuando se trataba de encontrar coincidencias y significados.
“¿qué sos una amante del siglo xx? con razón estás conmigo.” bromeó el mayor, provocando una suave risa en ambos mientras él recibía un golpe suave en la pierna por tu parte.
“sí, pero además de eso.” respondiste, con un destello de complicidad en tus ojos.
“los escenarios son muy lindos, te doy un punto por tu buen gusto.” enzo elogia, evocando en su memoria todas las películas situadas en aquella época.
“¿cuántos llevo?” cuestionas juguetonamente.
“331 y contando.” responde enzo con una sonrisa cómplice.
“vamos por más.” presionas finalmente play y te recuestas una vez más junto a él, listos para sumergirse en la historia que les esperaba en la pantalla.
enzo te observa con palpable cariño cuando realizas una acotación sobre alguna escena que llama tu atención, adora tu habilidad para transformar un momento tenso en el largometraje en uno lleno de risas, la manera de compartir todo lo que piensas, sin reservas, tu autenticidad inundando la habitación y su corazón.
para el final de la película, ya pasada la medianoche, culpando al cansancio acumulado y al calor reconfortante del cuerpo de enzo, te quedas dormida a pocos minutos del desenlace. el castaño nota tu suave respiración y la tranquilidad que ha invadido tu rostro mientras duermes, y decide seguir el mismo rumbo. con cuidado, apaga la televisión y se recuesta a tu lado, atrayéndote hacia él en un abrazo protector y cálido.
una sonrisa tierna se dibuja en sus labios mientras acaricia suavemente tu cabello. es un momento de paz y conexión, una imagen de serenidad y amor, donde el simple acto de estar juntos es suficiente para llenar sus corazones.
con un suspiro de satisfacción, enzo cierra los ojos y se deja llevar por el dulce abrazo del sueño, sabiendo que no hay lugar en el mundo donde prefiera estar más que junto a ti.
w/n: gracias a quien me mandó la request 🤍 aunque siento que en el camino me desvié, el resultado me ha gustado mucho :D pueden mandarme más ideas, aprovechen mis semanas de vacaciones 🫡
235 notes
·
View notes
Text
⌜ 𝑨𝑽𝑰𝑺𝑶𝑺: gangbang [declaro oficialmente aberto meu período fértil slk], fwb, diferença de idade, bebida alcoólica, cigarro [cuidado com os pulmão preto], dirty talk, degradação, elogios e dumbification, oral masculino, dacryphilia, bukkakke(?), breast/niple play, um tapinha na bochecha e um ‘papi’ [me perdoem eu não me controlo], dupla penetração, anal, sexo sem proteção [no puede no]. Termos em espanhol — guapo (bonito, etc), dímelo (me diz), díselo (‘diga a/para’), porfi (informal pra ‘por favor’) ˚ ☽ ˚.⋆ ⌝
꒰ 𝑵𝑶𝑻𝑨𝑺 𝑫𝑨 𝑨𝑼𝑻𝑶𝑹𝑨 ꒱ me perdoa se eu sou uma p****
𓍢ִ໋🀦 VOCÊ DEITA A CABEÇA NO OMBRO DE FRAN, AS PERNINHAS REPOUSANDO POR CIMA DO BRAÇO DO SOFÁ ─────
— Vai me dar uma carona? — reitera, embora já tenha escutado a oferta diversas vezes antes, durante e agora, no pós do rolê. Sempre pegava carona de moto com o Recault.
Ele, sentado no outro sofá, adjacente, não desvia a atenção do maço de cigarro, capturando com os lábios uma unidade. Uhum, murmura, e quando risca o isqueiro, você estica a mão pra roubar o pito, guardar de volta na embalagem. Aqui dentro não, alega, vai lá fora com eles.
O olhar do argentino segue em direção à sacada do apartamento, onde os homens conversam enquanto fumam. Poderia, sim, de fato, se levantar e participar do assunto facilmente, afinal é a opção mais favorável pra narizinhos tão sensíveis quanto o seu e de Romero, porém um pensamento diferente do desejo de pitar toma conta da mente.
— E sobre eles... — Volta os olhos pra ti. — Já vai embora mesmo? Não ia... sabe?
Um sorrisinho ameaça crescer no seu rosto. Sabe exatamente a que ele se refere.
— Não sei... — mas prefere fazer chamar, encolhendo o corpo. A barra do vestido justo se embolando no seu quadril.
— Ah, qual foi? — o garoto devolve. Se inclina de leve, chega mais próximo pra poder ir sussurando. — Não vai me dizer que tá tímida... — E você cobre parte do rostinho com a palma da mão, respondendo perfeitamente às expectativas alheias. Matí sorri também. — Ah, vai, eu e o Fran ‘tamo aqui... Não precisa ter vergonha de nós, não é como se não tivesse dado pra gente antes. E eles... — espia os outros dois, entretidos demais na conversa que têm pra poder perceber que são assunto da discussão vizinha. — Eles são de boas. Vão te tratar feito uma piranha, que nem você gosta.
Você verga o pescoço pra trás, tenta encarar Romero, o qual bebe um gole da cerveja na garrafa.
— Fran, o Matí me chamou de piranha...
Francisco coça a nuca, cogitando as palavras pra responder, e acaba sendo o mesmo abusadinho de língua venenosa de sempre.
— E ele mentiu?
Tsc, você resmunga. Não é que queria ser defendida nem nada, não se pode esperar outra resposta senão essa mesmo. É só pela manha, pelo suspense que vem fazendo desde um certo momento, desde que vieram pro apê de Romero depois de sair. Encontraram com dois amigos dos garotos num bar e estenderam o ócio pra mais algumas horas no conforto dos sofás largos e da madrugada quente.
Tudo muito calculado, você tem certeza, assim que Matías menciona, com a cara mais lavada possível. Já é contatinho fixo dele, Fran entrou no meio mais tarde, trazendo sua personalidade atrevidinha e melosa. Agora, os outros dois...
Quer dizer, são um colírio pros olhos. Esteban, retraído, tem um olhar que beira o poético, um sorriso de lábios finos e uma fragrância tão agradável ao olfato que quando o abraçou naquele bar, cumprimentando, quis que ele não te soltasse nunca mais. E Enzo, igualmente mais contido, ostenta um charme old hollywood, com os cabelos espessos, acumulando atrás da orelha, mas casual também, de pulseirinhas no pulso.
E, sei lá, só o fato deles serem mais velhos que você, Matí e Fran ao mesmo tempo, os faz mais saborosos ainda.
Morde o lábio, discretamente, os observando. Esteban joga o pescoço pra trás, soprando uma bufada de fumaça no ar, e volta a atenção pro Vogrincic. A cabeça pendendo pro canto de leve, atencioso.
Enzo apaga a bituca no cinzeiro apoiado no parapeito. Corre os dedos pelos cabelos escuros, ajustando as mexas atrás da orelha, gesticulando com as mãos de dedos longos, que parecem mais ásperos, grossinhos. Pô, imagina só dois dentro de você, vai valer por três, nossa...
Alterna o foco entre ambos, fantasiando consigo mesma. E quanto mais alimenta seu lado carnal, mais faz a ideia de ser dividida essa noite parecer um final de festa plausível.
— Son muy guapos, ¿no? — Matías comenta, como quem não quer nada, ao flagrar seu olhar nada casto em direção aos amigos dele. — Eu só ando com gente atraente que nem eu.
— Eu admiro seu narcisismo, Matí. — Fran murmura, levando a garrafa à boca, porém para no meio do caminho quando percebe ah, então eu sou bonito também, e ri.
Mas você nem se dá conta do bom humor, nem percebe, pois a cabecinha está voando longe, com a ajuda dos olhos. Mordisca a pontinha da unha, divertindo-se com a perversidade da própria mente. Porra, o Esteban parece ser aqueles tipos que faz carinho na sua cabeça enquanto você mama ele...
— Ah, é isso que você quer? — Se assusta ao perceber que falou alto demais, e agora o Recault tem consciência dos seus desejos lascivos. Antes que possa detê-lo, no entanto, o argentino rapidamente se vira para o outro e dedura: “Kuku, a gatinha aqui quer que ‘cê faça carinho na cabeça dela enquanto ela te mama!”
Merda, você tem vontade de enfiar a cabeça numa panela quente quando a atenção da dupla recai sobre ti. Vê Esteban apagar o cigarro no cinzeiro, e fica mais inquieta conforme ambos deixam a sacada pra se aproximar de vocês três na sala de estar.
Enzo senta no mesmo sofá que o Recalt, abraçando uma almofada sobre o colo. Na face, tem um sorrisinho de lado, diferente do Kukuriczka, que vem com a expressão mais neutra na sua direção.
Esconde as mãos no bolso da bermuda de algodão, te olhando por cima. O que foi que disse?
— Diz pra ele, princesa — Matías te encoraja, sorrindo, canalha. — Diz.
Você perde a postura porque Esteban está perto. Ele tem um jeitinho tão acolhedor, tão doce, e é justamente por isso que você sente vontade de desaparecer no colo de Francisco por tão manhosa que fica. A vontade é miar feito uma gatinha no cio e se oferecer como um pedaço de carne, nunca ficou tão suscetível.
O mais alto sorri, tranquilo. Levanta as suas perninhas, pra se sentar no sofá junto contigo, e as pousa sobre as coxas dele. Acaricia a região do seu tornozelo, afetuoso.
— Sabe... — começa — ...Matí é um pirralho chato, não liga pra ele. Você não precisa fazer, ou dizer, nada que não queira, cariño. A noite já está sendo muito legal só por ter te conhecido.
Caramba, dá pra ficar mais desejável que isso? Meu Deus, o calor que você sente dominar o corpo parece querer te colocar em combustão. E quando ele te olha com a nuca deitada no encosto do estofado, aquelas íris castanhas brilhando, docinhas igual um caramelo. Quer gritar me come me come me come de tanto tesão.
Não aguenta, então. Rapidinho está no chão da sala, abandonando os braços de Fran de qualquer forma, só pra se colocar sentada sobre o piso, entre as pernas abertas do mais velho.
— Fode a minha boquinha, Kuku — apoia o queixo no joelho alheio —, porfi.
Esteban entreabre os lábios, mas sem saber bem o que dizer. A sua falta de vergonha pra ser baixa com as palavras o pega desprevenido, o que, nem de longe, é algo ruim pra quem tinha topado uma dinâmica tão plural feito a escolhida pra esta noite.
— Eu disse, viu? — Matías fala. — Não vai negar pra ela, né, cara?
O homem te olha. Deita a lateral da face no punho fechado, cotovelos no braço do sofá, feito te admirasse. Com a outra mão, toca no seu rosto, contornando o maxilar até erguê-lo e segurar no seu queixo. Pra uma menina tão lindinha, diz, é difícil falar ‘não’.
— Mas eu quero um beijo primeiro — é a única condição, e você prontamente se apoia nos joelhos para selar os lábios nos dele. Esteban sorri entre os selinhos, a boca vermelhinha com o seu batom. Te tocando na nuca, indo e vindo com os dedos na sua pele, entre os seus fios de cabelo.
Está desabotoando a camisa ao passo que as suas mãozinhas inquietas se encarregam de abrir a bermuda. Aquela maldita expressão tão calma, nem parece que vai ganhar um boquete neste instante mesmo. Te dá tanta ânsia que crava as unhas nas coxas masculinas, na espera ansiosa por recebê-lo na sua boca.
E quando o tem, porra, só de vê-lo cerrar os olhos por um segundinho ao arfar profundo, já te faz rebolar sobre as próprias panturrilhas, excitada.
Ele te ajuda com os cabelos, com tudo que pedisse na verdade. Se quisesse que o mais velho surrasse a ponta da sua língua com a cabecinha gorda, faria sem pensar duas vezes. Mas você gosta de se lambuzar nele, não? Deixa um filete de saliva vazar de entre os lábios pra escorrer pelo comprimento já molhado, duro na palma da sua mão, pra subir e descer com a punheta lenta. Caridosa, empenhada. Alheia a qualquer olhar lascivo dos demais na sala de estar, ou quaisquer comentários sarcásticos que eles possam estar murmurando entre si.
Daí, Fran tem que agir. Ardiloso, se senta no chão, pertinho de ti. Apoia o peso do corpo nas mãos espalmadas no piso, pendendo as costas pra trás ao te encarar bem bonitinha no que faz.
— Sabia que eu falei pro Matí que ‘cê ia dizer não? — comenta, sem mesmo esperar que você fosse parar de encher a boca pra focar em outro alguém. — Mas olha só pra ti... — O rapaz exibe um sorrisinho ladino. — Não posso esquecer da putinha indecente que você é. Fica fazendo dengo, mas é uma garotinha sem-vergonha, não é?
E você ronrona, de boca cheia. Francisco se inclina pra perto, aproveita que você deixa Esteban escapar pra recupar o fôlego, apenas punhetando com as mãos agora, pra sussurrar ao pé do seu ouvido. Posso te dedar enquanto você mama ele?
— Você aguenta, não aguenta? — Beija o seu ombro. — Hm?
— Aguenta, sim — é Esteban quem responde por ri. Toca no canto do seu rosto. — Olha como faz tão bem... Merece um agrado enquanto está sendo tão boa pra mim. — Com o polegar, limpa o excesso de saliva que escorre pelo seu queixo. — Vai aguentar, não vai, cariño?
Você faz que sim. Mesmo se ele propusesse a maior atrocidade, você faria que sim igualmente. Quer agradar e, agora, também não se importa em ser agradada.
Francisco impulsiona o seu corpo pra frente, precisa que seu quadril esteja mais elevado para que o ângulo permita subir a barra do seu vestido e arredar a calcinha pro lado. E você se esforça, o plano é se esforçar ao máximo, porém no primeiro toque dos dedos no seu íntimo, estremece.
— Poxa, já tão molhadinha... — Fran comenta, naquele tom de voz que faz tudo parecer zombaria. — E tudo isso só porque ele tá fodendo a sua boca?
Matías ri, soprado, o que você esperava da nossa vagabundinha preferida pra meter?, e leva um golpe na face com a almofada que Enzo segurava no colo. O Vogrincic aperta os olhos, seja mais cavalheiro com as palavras, pirralho, repreende.
Já Francisco beija o seu ombro mais uma vez. Dois dedinhos vão fundo em ti, deslizam com facilidade. Acariciam por dentro numa região propícia a te fazer ver estrelas. O polegar, por fora, pressiona outra área mais sensível ainda.
Você engole os choramingos, usa as mãos em Esteban quando necessita arfar, respirar fundo, pra controlar o desejo. Mas não aguenta, não consegue dar conta das duas tarefas. O quadril empinadinho se empurra contra os dedos, remexe lentinho, no automático. Porque foca tanto no estímulo que recebe, cega nisso, aparenta se esquecer que não pode simplesmente deixar a boca cheia pra sempre sem respirar.
Engasga, então. Umas duas vezes. Tosse, com os olhinhos vermelhos e marejando. Um fiozinho transparente te prendendo à cabecinha lambuzada, ao liberá-la da sua garganta quente.
Esteban te ajuda a se recompor, todo carinhoso.
— Calma, mi amor, respira. — Limpa a lagrimazinha que ameaça correr pela sua bochecha. E sorri, terno. Te acha mil vezes mais formosa aos olhos nessa forma vulnerável, fofa, que tem vontade de te pegar pela nuca e ele mesmo encher a sua boca de novo.
— ¿Qué te pasa? — Fran espia por cima dos seus ombros, flagra o seu olhar de coitadinha. — Awn, não aguentou... Pensei que fosse aguentar, princesa.
E essa é a deixa pra te oferecer mais ainda. Mais fundo com os dedos, mais rápido. Mais pressão por cima do seu clitóris, circulando o local. Você passa a servir somente, paradinha, aí sobra pros dois a função de tomar as rédeas. Segura nos joelhos masculinos, levando pela frente e por trás.
É preenchida em ambos os buraquinhos quase que no mesmo ritmo. O rosto vira uma bagunça molhada, uma mistura devassa de batom vermelho manchado, saliva e porra escorrendo pelo queixo, gotinhas no pescoço. E a mordida que recebe na nádega, sem pudor, te faz lamuriar, manhosa. Fran se diverte com o som dos seus gemidinhos, o barulho ensopadinho da sua garganta sendo fodida. Não controla a reação de enfiar a mão por dentro da bermuda pra tocar a si próprio.
Você goza sem refrear. Incapaz de prender o tesão que retém, a situação erótica na qual se colocou contribuindo absurdamente. Uma descarga elétrica percorre o corpo dos pés à cabeça, feito um arrepio. Os músculos dormentes, doloridos. O peito pesando e a mente tão, mas tão fora de si, doente de prazer, que deve revirar os olhinhos, tola.
Nem pensa direito, vazia de raciocínio, só houve a fala de que eles querem se derramar na sua boca e se põe sentada no chão outra vez. Separa os lábios, língua pra fora, como Fran demanda. Os jatos morninhos acertam a sua bochecha, o nariz, lambuzam a face. É uma conjuntura que envolve tamanha submissão da sua parte que os suspiros e as palavras chulas que ecoam de ambos se torna comum pros seus ouvidos.
Francisco senta de volta no sofá, recuperando o fôlego. O calor do próprio corpo o faz puxar a camisa, apoiar a nuca no encosto do estofado. Esteban, porém, permanece à sua frente mais um pouquinho. Também respira mal ainda, quando toca o seu queixo, admira o estrago que fora causado em ti.
— Muy bien, bebê. — Pousa a mão sobre a sua cabeça, acaricia. — Perdoa se eu não te fiz carinho antes, igual você queria. É que estava tão bom que eu me esqueci. — Se inclina, deixando um beijinho na sua testa.
Você tem vontade de choramingar de novo, se debater no chão enquanto lamuria e diz perversidades obscenas. Por que ele tem que ser assim?! Te faz ter vontade de oferecer comida, casa, buceta e roupa lavada. Só manha, porém, com os olhinhos caindo junto dos ombros, o observando sentar no sofá outra vez.
Enzo sorri, te olhando.
— Vem aqui, vem. — Estica o braço. — Chega de ficar nesse chão frio servindo esses dois.
Você cambaleia, engatinhando até poder ser tomada nos braços e subir pro colo do uruguaio. Olha o que eles fizeram contigo, aponta, analisando o seu rosto. Um grande ‘gentleman’, quando puxa a própria camisa para usá-la na limpeza da sua pele manchada. Matías, também no estofado, ri, balançando a cabeça negativamente, incrédulo com tamanha cortesia.
Bem melhor, Enzo escorrega o indicador na ponta do seu nariz, amoroso, ao finalizar. Não se importa com a peça agora suja, joga em qualquer cantinho mesmo. Pode arrumar outra emprestada com o Recault, mas não poderia deixar a gentileza passar — ainda mais porque percebe que você se derrete toda.
As suas bochechas queimam, retraída. E o calor da palma da mão dele soma-se à quentura do seu corpo quando toca o seu rosto. Só que desce, não esquenta só ali. Caindo pelo canto, rodeando rapidinho no seu pescoço, e desviando pra lateral. No ossinho da clavícula, até contornar a curva do ombro, levando consigo a alça do seu vestido.
A timidez some logo, porém, mesmo com os seios expostos dessa forma. Talvez seja o olhar ambicioso, banhado à cobiça, que te acende o íntimo, te manipula a ansiar por ele de volta.
Lembra do meu nome?, ele te pergunta, com a voz rouca. E você, que vinha no esquema de só sentir, e não pensar, demora a ter a iniciativa de uma resposta, apesar de saber muito bem o que dizer. O homem sorri, pousa o indicador no seu lábio como se quisesse orquestrar o movimento que deveria ser feito ao ele mesmo responder — Enzo.
Você repete, igualando o balançar dos lábios com os dele. Quase hipnotizada, boba. Ri, quando ele ri também. Se ele quisesse falar um milhão de coisas pra você ficar repetindo assim, feito um bichinho de estimação, repetiria sem pensar duas vezes. Só quer se entregar total pra ele e curtir todo o deleite que tem certeza que vai sentir nas mãos do uruguaio.
Fran e Esteban também sorriem, julgam adorável a forma com que o amigo parece te domar por completo, tão suave na dominância. Matías, por outro lado, estala a língua, de braços cruzados.
— Tá sendo muito bonzinho com ela — alega. Tomba pra perto, só pra poder te encarar. — Conta pra ele — encoraja —, conta pra ele a putinha que você é. — E você ri, virando o rosto pro outro lado. — Conta que gosta quando eu falo sujo com você, no seu ouvidinho, pego forte no seu cabelo pra te comer. — Estica o braço pra alcançar a sua bochecha e dar um tapinha, chamando a sua atenção de volta pra ele. — Hm?
— É verdade? — o tom do Vogrincic é aveludado, baixo. Pros desavisados, soa complacente, mas quanto mais você interage com o uruguaio mais percebe que ele é tão canalha quanto o Recault é, a diferença é que mascara com o charme. — Gosta quando Matí faz essas coisas contigo? — A mão grande sobe pela sua nuca, afunda os dedos na raiz do seu cabelo e retém os fios, firme. — Que te pegue assim? É? — Inclina pra frente, próximo com a boca do seu ouvido. — Que fale o quê? Que você não vale nada, que vai te comer forte? Ou pior?
Qual foi a palavra que o Matí usou mesmo? Mira na direção do amigo brevemente, mas nem precisa de uma resposta, porque volta o olhar pra ti mais uma vez, sorrindo, ah, sim, ‘putinha’...
Você o envolve, escondendo o rostinho na curva do pescoço dele. Mas o homem não te deixa recuar, as mãos escalam pelo seu torço, te empurrando de leve pra trás, pra encontrar o olhar no dele novamente. Cobrem por cima dos seus seios, só que apenas uma das mamas ganha uma carícia. Os dedos enroscam no mamilo durinho, aperta um pouquinho.
— Gosta dessas coisas, nena? — reitera. — Hm? — Do nariz erguido, pra te encarar, abaixa o olhar e roça a pontinha pela região do colo, curvando lentamente a sua coluna para que possa com a boca umedecer a pele. — Dímelo. — Beija por entre o vale dos seus seios, de estalar os lábios. Você segura nos cabelos dele, suspira, de olhinhos fechados. — Díselo a tu papi.
E você derrete só com o uso do termo. Admite que sim, gosta dessas coisas, que, às vezes, é ainda pior, por isso não abre mão do Recault, muito menos de Romero, pois pode encontrar o que procura neles. Mas, também, se defende. Matí é muito provocador, né? Curte tirar do sério, implicar. Você é baixa, danadinha sim, porém o argentino gosta de degradar mesmo.
A boca quente toma um biquinho, a pressão em volta dos lábios suga, cruel. Língua umedece, lambe. Você arqueja, permitindo que te devorem os peitos, enquanto se força pra baixo, encaixando o meio das pernas sobre a ereção.
Matías se levanta do sofá. Se posiciona atrás de ti, puxa de leve os seus cabelos pra te fazer pende a cabeça e mirá-lo.
— ‘Cê é tão cachorra... — caçoa, com um tiquinho de raiva por ter saído como o ‘vilão’, porém com mais desejo do que tudo. — Quer meter nela, não quer, Enzo?
Enzo levanta o queixo, os cabelos bagunçadinhos o deixam mais atraente, em especial quando sorri ladino, cafajeste. Vamo’ meter nela junto, a proposta do Recault faz o uruguaio morder o lábio.
Toca o seu rosto, amoroso.
— Consegue levar? — pergunta, numa falsa preocupação. — Não vai ser muito pra ti? Eu não acho que vai dar. Mal aguentou o Fran e o Esteban ao mesmo tempo, e olha que eles nem pegaram pesado...
Você une o sobrolho, quase que num desespero. Não, vai dar sim... E ele parece imitar a sua expressão, caçoando, óbvio.
— Tudo aqui? — Com os dedos, toca no seu ventre, com a sobrancelha arquiada. Alivia as linhas do rosto, abrindo um sorrisinho. — Ah, acho que não, nena...
Você até ia choramingar mais, insistir, embora tenha plena consciência de que ele só está tirando uma com a tua cara. Acontece que Matí beija a sua bochecha, aquela risadinha de moleque no pé do seu ouvido pra tranquilizar ‘relaxa, se ele meter aí, eu posso te foder aqui por trás.’
Vai deixar ele fazer isso, bebê?, Enzo continua provocando, com o mesmo sorriso na face. Deita atravessado no sofá, com a cabeça no braço do estofado, para levantar o quadril e retirar as roupas de baixo. O Recault se despe também, a pausa entre se livrar da camisa, e antes de se ocupar com a calça, sendo ocupada com as mordidinhas perto do lóbulo da sua orelha.
Você fica de pé apenas pra empurrar a calcinha pernas abaixo, logo vindo por cima do uruguaio outra vez. Verga pra frente, de joelhos no estofado. Alinha a ereção entre as pernas, desce devagarinho, toda meiguinha, com a boquinha entreaberta.
As mãos de Enzo seguram na sua bunda, apertam a carne. Quando se empina para que o outro possa te tomar junto, resvala a ponta do nariz na do Vogrincic, o qual sorri mais, acaricia a sua bochecha. Matías utiliza a própria saliva pra molhar o caminho, bem devasso, esfregando a cabecinha de cá pra lá, instigante. Ao forçar pra dentro, arranca um resmungo seu, um lamúrio doce que é facilmente calado com o selar nos lábios de Enzo.
Queria poder saber descrever a sensação. Deveria ter se acostumado, quando tem uma referência de já ter experimentado com os seus contatinhos, mas, sei lá, porque é com alguém diferente, tudo aparenta mais intenso. A completude. A fadiga. Ambos jogam o quadril até ti, ocupam tudo no seu interior quase que ao mesmo tempo. Matías torce os fios dos seus cabelos no próprio punho, a mão de Enzo envolve o seu pescoço, o geladinho do anel prateado dele contra a sua pele ardente.
Se sente não só passível, mas conquistada, deliciosamente domesticada. Leva o olhar pro sofá adjacente e flagra os outros dois capturados pela cena sórdida. Fran com a cabeça descansando no ombro do amigo, e Esteban com tamanho amor nos olhos que você não dura muito tempo.
Quando Enzo continua metendo depois do seu orgasmo, procurando pelo dele, é ainda mais gostoso. Te inunda por ali, te dá tudo de si pra te deixar pingando. E Matías faz o mesmo, claro. Enche o outro buraquinho, orgulhoso dos jatos de porra abundantes, quentes, que te faz reter.
Você desmonta sobre o uruguaio, exausta. O corpo não aguenta mover ao mínimo, pesado, espasmando. Com a lateral do rostinho no peitoral suado, até cerra os olhinhos, tentando regular a respiração junto com ele.
— ¿Estás bien, cariño? — Esteban se ajoelha pertinho do sofá, de frente pra ti. Acaricia na altura da sua têmpora.
Uhum, você responde de volta, a voz tão frágil e doce que ambos riem. Enzo beija a sua cabeça, afaga os seus cabelos.
— Te odeio, Matías — Fran resmunga, pegando uma almofada pra abraçá-la. — Olha só pra esses filhos da mãe... Já tô sentindo que vamo’ ter que dividir ela com eles de novo...
Matí sobe a calça, abotoa de volta. Com um sorrisinho de canto, oferece um olhar para os amigos mais velhos, que agora parecem fazer parte dessa dinâmica casual.
Abre os braços, e se curva, vaidoso. De nada.
#imninahchan#la sociedad de la nieve#a sociedade da neve#the society of the snow#enzo vogrincic fanfic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic x reader#enzo vogrincic#matias recalt smut#matias recalt x reader#matias recalt#esteban kukuriczka fic#esteban kukuriczka fanfic#esteban kukuriczka smut#esteban kukuriczka x reader#esteban kukuriczka#francisco romero fanfic#francisco romero smut#francisco romero x reader#francisco romero#fran romero
507 notes
·
View notes
Text
🎃 kinktober - day thirty-one: festa de halloween.
— aviso: muita safadeza. masturbação f e m!receiving, chupadinha no peito, oral m!receiving, sexo desprotegido, penetração vaginal, creampie.
— word count: 3,5K.
— notas: chegamos ao fim do nosso mês incrível. queria agradecer vocês por toda as interações e por todo o apoio durante esse tempo! foi um desafio, mas foi incrível para me dar um pouco da disciplina que eu precisava, hehe. nesse tempo ganhamos mais de 350 novos seguidores. sejam bem vindos! obrigada por tudo, galera.
a fantasia de vampira tinha sido uma ótima escolha para a noite. os seios estavam apertados no corset preto de couro e a bota de amarração que ia até além dos joelhos exibia um salto enorme, te deixando maior do que você já era. a mini saia cheia de babados dava o toque final, além da boca cheia de sangue e a maquiagem pesada.
a ideia da festa de Halloween tinha sido de Matías. infernizara o restante do grupo para que todos concordassem em se fantasiar e ficaram bêbados em plena quinta-feira, esquecendo de qualquer compromisso que tivessem na sexta. como você e os seus amigos eram irresponsáveis, tinham aceitado o convite de Recalt.
Felipe e Simón prometeram que a buscariam em casa para que pudessem ir juntos. você apreciava a ideia porque não pretendia dirigir uma vez que estivesse bêbada, além de odiar a ideia de pegar um carro de aplicativo com uma pessoa desconhecida. Hempe e Otaño, que dividiam um apartamento, sempre se ofereciam para serem seus motoristas particulares já que a sua casa ficava entre o caminho de praticamente todas as coisas.
"daaaale, mami. está re linda." Simón elogiou assim que você cruzou a portaria do prédio. você deu uma rodadinha, exibindo a fantasia enquanto os dois aplaudiam.
"doces ou travessuras?" indagou, retirando duas balinhas do vão dos seios, jogando uma para cada um.
"com você travessuras, sempre." Pipe deu uma piscadela, abrindo a porta de trás para que você entrasse.
Simón estava vestido de prisioneiro. trajava um macacão laranja, manchado de sangue aqui e ali para um maior efeito assustador, além de ter uma algema presa em um dos pulsos. Pipe estava de O Fantasma da Ópera, usando um terno de alfaiataria com uma máscara branca que tampava a metade do rosto. você não deixou de achar os dois uns gostosos, mas resolveu guardar aquela informação para si mesma.
uma vez na festa, você se admirou com o que Matías e Malena tinham feito no próprio apartamento. os móveis tinham sido retirados da sala e a decoração era assustadora, com manchas de sangue, manequins malucos e correntes de verdade espalhadas por todo o lugar.
"se dedicaram à essa festa, hein?" você elogiou assim que os encontrou no cômodo de luz azul. uma música alta tocava e você se perguntou como eles tinham feito para não atrair reclamações dos vizinhos.
"o Matías é inclinado para a arte do mal. ficou feliz igual pinto no lixo decorando a casa." Malena explicou, a olhando de cima a baixo com um sorriso no rosto. "como você está linda!"
não deixou de sorrir. todos que tinha visto até então tinham se dedicado muito às suas fantasias. Enzo estava vestido de palhaço, uma expressão triste pintada no rosto com roupas ensanguentadas para completar o look. Matías tinha decidido ir de Frankestein e era cômico como ele, tão pequenininho, fingia ser um monstro gigante e assustador. Esteban estava vestido de Psicopata Americano, a capa de chuva sobre o terno e a gravata vermelha. Pardella tinha ousado uma fantasia de Freddie Mercury e Della Corte estava vestido de Thomas Shelby. Blas decidira ir de Wybie do filme Coraline.
“eu tenho uma surpresa para vocês.” Matías anunciou na pequena roda de amigos, além dos outros convidados que estavam por lá. “eu e a Male tivemos a grande ideia de fazer um ponche especial. é só para quem gosta de travessura.”
Matías esfregou uma mão na outra, como um gênio do mal. deu uma piscadela para você e para o resto dos amigos antes de descobrir a bacia de ponche e colocar uma pilha de copos descartáveis ao lado. você, destemida, pegou um dos copos e o encheu com o líquido carmesim. levou até os lábios, sentindo um gostinho salgado misturado aos sabores frutados e alcóolicos. decidiu dar de ombros e beber um pouco mais, para que a noite finalmente começasse.
começou a dançar com as amigas na pista de dança improvisada na sala de estar. Malena agarrou a sua cintura enquanto vocês dançavam reggaeton, cantando à plenos pulmões. não demorou para que Matías se juntasse a brincadeira, abraçando vocês duas enquanto gritava a letra de alguma música de Chencho Corleone. seu corpo começou a esquentar no meio do ato. agradeceu por estar tão despida, senão, já estaria suando há muito tempo. seu peito se enchia em uma alegria incabível, o coração cheio de amor pelos os amigos. cada vez que olhava para o rosto de Male e Matías, sentia uma vontade irresistível de sorrir.
“acho que vocês duas deveriam se beijar.” Matías incentivou, arrancando uma risada de vocês duas. você concordou, segurando o rosto da namorada do argentino para que pudesse depositar um selar terno nos lábios macios cheios de batom. suas mãos tremiam, embora o restante do corpo parecia estar firme. “agora eu acho que vocês deviam me beijar.”
não era a primeira vez que aquilo acontecia. quando se andava muito com o mesmo grupo de amigos, acontecia de vez ou outra você ficar com algum deles. você só se surpreendia de como tinha sido rápido daquela vez. fazia apenas uma hora desde que você tinha chegado. geralmente, levava um tempo maior para que vocês aceitassem que a noite se resumiria em ficar com alguém da própria rodinha. mas, ali estava Matías sorrindo para você com seu sorriso diabólico.
Malena empurrou a sua cabeça em direção a de Matías, fazendo com que seus lábios se tocassem. o corpo de Matías estava tão quente quanto o seu. o braço dele que antes te abraçava estava ao redor da cintura, a mão livre procurando por sua bunda debaixo da minissaia. a língua rápida e firme de Recalt desbravou o interior da sua boca, arrancando o ar dos seus pulmões. o interior das suas coxas queimou em calor, a calcinha pesando pela umidade logo em seguida. quando o argentino a largou para que pudesse beijar, também, a própria namorada, você sentiu a cabeça tontear.
resolveu pegar um pouco mais de ponche para beber, encontrando Simón e Pipe perto da mesa, rindo de alguma piada que ambos compartilhavam. sorriram ainda mais largo ao te ver, reiterando o quão bonita você estava. pareciam bêbados assim como você e o restante da festa.
“que tinta verde é essa na sua cara?” Simón apontou para o redor da sua boca.
“trombei com o Matías.” você mentiu, pegando um dos guardanapos da mesa para limpar a tinta verde do rosto. “saiu?”
“trombou e caiu na boca dele, né?” Pipe riu. “não saiu. tu ‘tá parecendo a She Hulk.”
um biquinho de chateação se formou na sua boca, sabendo que você provavelmente teria que esfregar o rosto para tirar aquilo dali. anunciou que iria ao banheiro para se limpar e os dois meninos se prontificaram em ir junto de você. não sabia o porquê de estar com o julgamento tão afetado, mas, na hora, você não achou nada de errado com a ideia.
uma vez no banheiro, Pipe molhou a toalha de rosto na pia, limpando o seu rosto com cuidado. Você o ajudou enquanto encarava o próprio reflexo no espelho, tentando minimizar os efeitos da bagunça que estavam fazendo. enquanto você se debruçava pela pia, Simón observava a sua calcinha aparecendo por debaixo da saia curta que você usava. o corpo aqueceu de imediato, o membro enrijecendo rapidamente com aquela visão. deu um cutucão em Felipe, mostrando o que via para que ele pudesse ver também. o rosto de Felipe, que já tinha perdido a máscara há muito, enrubesceu.
“Felipe, saiu?” você indagou, olhando cada lado do rosto no espelho.
“tô.” Otaño respondeu, perdido nas curvas da sua bunda e da sua coxa.
“tô o que?” você ergueu uma das sobrancelhas, confusa. quando olhou pelo espelho para os dois idiotas atrás de você, ambos encaravam a sua bunda. “que porra é essa?”
“foi mal, nena. é que ‘cê tá tão gostosa.” Simón sorriu, dando de ombros. suas pernas estremeceram com o elogio, a sensação de calor e peito cheio de carinho voltando a nascer em você. tentou se controlar. nunca havia ficado com mais de um amigo em um mesmo dia.
“gostosa é pouco.” Felipe concordou, ainda olhando para a sua bunda. “tá divina.”
decidiu que o rosto estava perfeito, virando de frente para os dois meninos para que eles parassem de olhar para o seu corpo daquele jeito. sabia que se fosse muito elogiada, acabaria cedendo. estava num estado hipersensibilizado e qualquer mero olhar a deixava acesa como um pisca-pisca.
“melhor a gente voltar, né?” você consertou o corset, o que serviu apenas para atrair mais olhares para si mesma. quando reparou melhor, percebeu que conseguia ver o membro de Simón enrijecido atrás do macacão. o tecido não era dos mais grossos e você presumiu que, além da cueca, ele não usava mais nada.
“sem um beijinho?” Hempe fez um biquinho, fazendo suas bochechas esquentarem.
“se ele ganhar, eu também quero.” Pipe afrouxou alguns dos botões da camisa social, o calor o fazendo querer subir pelas paredes.
ambos estavam na frente da porta. você sabia que eles não impediriam a sua saída, mas uma coisa dentro de si a fazia querer cumprir o desejo de ambos. o calor voltava a subir pelas coxas, aquela sensação gostosa de tesão no baixo ventre a puxando como um ímã para os dois. você se colocou entre os corpos de Simón e Pipe, entrelaçando os braços ao redor do pescoço de Hempe para deixar um selar demorado nos lábios dele. Felipe agarrou a sua cintura, roçando a própria pelve na sua bunda. apesar de não estar tão nítido quanto Simón, ele também estava duro. o membro roçou de um lado para o outro nas suas nádegas antes que Otaño decidisse que precisava de mais. você nem teve tempo para aproveitar o beijo lento e gostoso de Simón antes de ter a sua entrada invadida por dois dedos.
uma exclamação escapou dos seus lábios entre o beijo. Simón se separou de si para poder ver o que estava acontecendo, abrindo um sorriso largo ao ver o quão facilmente você tinha sido dominada. no milésimo de segundo que o argentino largou a sua boca, Pipe aproveitou para que fosse a vez dele de tomar os seus lábios em um beijo caloroso. os dedos dele deslizavam pelas suas paredes com facilidade devido a sua lubrificação. estava tão molhada que fazia Otaño pulsar em desespero na sua própria calça.
Simón, por outro lado, apreciava as coisas com calma. puxou o seu corset para baixo, exibindo os mamilos rijos dos seus seios. agarrou ambos com as duas mãos, apertando, brincando um pouco com eles antes de colocar um deles na boca. você gemeu de novo, derretendo mais um pouco nos dedos de Pipe enquanto a língua e a boca quentinha de Simón faziam maravilhas ao chupar e mordiscar os seus mamilos.
tinha decidido que daria para os dois ali mesmo quando uma batida na porta a retirou dos seus pensamentos. envergonhada, você empurrou Felipe e Simón para longe. ajeitou o corset rapidamente e a calcinha que tinha sido puxada para o lado, abrindo a porta do banheiro e saindo em disparada. não viu nem mesmo quem é que estava esperando para poder utilizar o lavabo.
decidiu que iria para a varanda fumar um cigarro e controlar todas as emoções que sentira naquele meio tempo. o ar fresco fez bem para o seu corpo que parecia estar em chamas. quando lembrou que a bolsa estava dentro do apartamento, se desanimou um pouquinho. mas, como se tivesse sido abençoada, encontrou Pardella e Enzo fumando em um cantinho escuro da varanda. você se autoconvidou para a rodinha, sorrindo assim que Agustín lhe ofereceu o cigarro.
“está linda hoje, hein?” ele a elogiou, fazendo você sorrir.
“eu adorei a sua fantasia.” você rebateu, encarando Enzo logo em seguida. “e a sua.”
Enzo ergueu o copo de ponche que bebia em agradecimento. conversaram mais um pouquinho sobre assuntos amenos enquanto a sua pressão arterial ia diminuindo, fazendo o calor ir embora em ondas. vez ou outra, Felipe, Matías e Simón ainda cruzavam a sua cabeça e faziam você estremecer.
“tá com frio?” Enzo indagou, curioso. você negou com a cabeça, mas o uruguaio insistiu para que vocês entrassem. justificou que Matías e Male não se importavam quando vocês fumavam dentro do quarto deles e os arrastou para lá, onde tudo estava mais calmo.
você agradeceu pela calmaria, retirando as botas dos pés que já doíam por terem sido apertados. ali dentro, com o cheiro do tabaco e com os efeitos da nicotina, você conseguiu se acalmar. se sentou na cama macia, encarando o teto.
“ainda estou embasbaco como você está linda.” Agustín a elogiou mais uma vez. você sorriu, um pouco bobinha.
“cê quer dar, cê fala.” você brincou, arrancando gargalhadas dos homens mais velhos. Gostava de ficar ao redor de Enzo e Agustín. eles não eram tão desesperados quanto o restante dos meninos, eram mais centrados, educados, mais sutis. embora naquele momento Agustín não apresentasse sutileza nenhuma em encará-la.
“eu gostaria do contrário, na verdade.” ele deu de ombros, dando um gole no seu copo plástico. “acho que de todos os amigos, nós dois somos os únicos que ainda não tivemos o prazer da sua companhia.”
Pardella apontou para ele e Enzo, que concordou. aquilo era uma mentira, claro. você também não tinha ficado com Kuku ou Della Corte, mas entendeu que Agustín queria enfatizar o seu sofrimento por você não ter dado moral para ele. era um ator, é claro. tinha que dramatizar as suas falas.
“bom, agora vocês estão tendo.” você balançou os pés, sedutoramente. já tinha aceitado que qualquer interação naquela noite resultaria naquela descarga de tesão que percorria o seu corpo, arrepiando a pele e eriçando os pelos em todos os lugares.
“isso significa o que eu acho que significa?” Enzo ergueu uma das sobrancelhas. tinha sentido os efeitos, também. o corpo estava a flor da pele. o seu cheiro, sua aparência, tudo servia para que ele a desejasse de uma maneira nunca vista antes.
você os chamou, utilizando o indicador. Agustín foi o primeiro a se sentar do seu lado, deixando o copo de lado. Enzo veio logo em seguida, sentando no lado contrário. ambos colocaram as mãos sobre a sua coxa, acariciando a pele desnuda e quente.
suas mãos viajaram para o cós da calça dos dois. não estava com mais tempo para beijinhos e provocações. já tinha tido todas as preliminares necessárias para aquele momento, então apenas puxou ambos os membros para fora. o de Enzo era grande e grosso, o de Agustín era menor, mas não ficava para trás em quesito de diâmetro. você sorriu, satisfeita.
a destra e a canhota começaram a trabalhar, o pulso realizando um movimento circular enquanto você subia e descia. ambos os homens gemeram em resposta, as cabeças encontrando a curvatura do seu pescoço. Agustín descontou o prazer dele em mordidas e chupões, enquanto Enzo, mais educado e polido, deixou beijinhos e optou por gemer baixo no seu ouvido.
“porra, você é tão boa nisso.” o uruguaio elogiou, colocando a mão dele sobre a sua. ele guiou os seus movimentos, mostrando para você todos os jeitos que ele gostava. Agustín tomou a mesma iniciativa e você riu ao ver o quão eles eram diferentes. Enzo preferia um toque lento, mas vigoroso. Agustín gostava de um toque mais leve e célere.
suas mãos doíam no meio do ato, mas o tesão que movia o seu corpo foi o combustível para que você continuasse. Pardella e Vogrincic pareciam perdidos nos mesmos pensamentos, pois os gemidos tinham se tornado mais altos e necessitados. os corpos estremeciam, as coxas de ambos estavam trêmulas e vez ou outra eles se afastavam das suas mãos.
Pardella foi o primeiro a gozar, xingando uma enxurrada de palavrões enquanto capturava os seus lábios em um beijo raivoso e necessitado. Enzo veio logo em seguida, agarrando seu pescoço enquanto se derramava na sua mão.
“gracias, chiquita.” Agustín sorriu. “agora sei porque todos gostam tanto de você.”
depois de limpa, você resolveu terminar o cigarro com Agustín e Enzo, que agiram como se nada tivesse acontecido, como bons cavalheiros. conversaram por horas até que eles decidiram sair do quarto. você, exausta das emoções do dia, decidiu descansar um pouco mais na cama macia do casal anfitrião. estava quase pegando no sono quando algumas pessoas entraram no quarto.
“opa, perdão. Você estava dormindo?” era Esteban, acompanhado de Blas e Della Corte. tinham um baralho na mão, prontos para jogar alguma partida.
“não, não. podem entrar.” Você sorriu, se sentando na cama. “o que vão fazer?”
“jogar pôquer. quer?” Della Corte acendeu a luz, se sentando no chão com o restante dos amigos.
“eu não sei jogar pôquer...” você fez um beicinho. Della Corte sorriu.
“e vinte e um?”
“esse eu sei!” você se animou, se sentando ao chão junto deles.
“vamos jogar vinte e um, então.” ele concordou, colocando o bolo do baralho entre vocês quatro. “com uma condição, quem perder a rodada, tira uma peça de roupa.”
Blas riu, desacreditado. Esteban enrubesceu quase de imediato, embora também risse. Agustín, no entanto, te encarava ao dizer as palavras e você soube que ele estava fazendo de propósito. o que quer que fosse que Matías tinha jogado naquele maldito ponche, estava dando mais efeito do que provavelmente deveria. você, indômita, ergueu uma das sobrancelhas.
“eu topo.” olhou para Blas e para Esteban logo em seguida. “vocês também?”
depois que todos concordaram, vocês começaram a jogar. na primeira rodada, Blas tinha perdido, o que fez com que ele abandonasse o casaco enorme que usava para a sua fantasia. Agustín ainda a encarava, como um predador esperando que a sua presa vacilasse. ele sabia que você não estava usando nada debaixo daquele corset e rezava para que você perdesse em alguma rodada. com sorte, o próprio Della Corte tinha sido o perdedor do segundo round, abandonando o colete que usava sobre a camisa social. na terceira rodada, você perdeu. um silêncio se instaurou, a tensão palpável. por pura sacanagem, você tirou as meias que usava.
“isso não vale.” Agustín apontou para você, rindo. você deu de ombros e o jogo recomeçou. Esteban finalmente perdeu, abandonando o blazer. o jogo seguiu até que caiu na sua vez de novo. insaciável pela adrenalina, você retirou a sua calcinha.
nenhum dos presentes ousou comentar, mas o fogo nos olhos de Della Corte crescia conforme as rodadas iam passando. Blas estava bêbado, se inclinando cada vez mais para perto de você. Esteban encarava as suas pernas vez ou outra, tentado a visualizar o seu sexo destampado.
“você perdeu, nena. o que vai ser agora?” Agustín indagou assim que você pediu por mais uma carta. com muito cuidado, desamarrou as cordas do corset e o retirou, deixando os seios à mostra.
“não sei vocês, mas eu não consigo jogar assim.” Esteban passou a mão pelos cabelos, encarando seus seios despudoradamente. você sorriu, vitoriosa.
“tem outro jogo que podemos jogar.” você deu de ombros. “inclui vocês três me fodendo, que tal?”
decidiu que tinha sido temperada por tempo o suficiente para não ser fodida naquela noite. e já que estava no inferno, decidiria sentar no colo do diabo. ou pelo menos, no de Agustín.
ele foi o primeiro a concordar com a ideia. não respondeu, apenas te segurou pelos cabelos e deixou um beijo nos seus lábios capaz de arrancar os seus lábios fora. te virou de costas, subindo a sua saia. rosnou baixinho ao ver a sua bucetinha, tão úmida que brilhava à luz do quarto. desabotoou a calça e, em segundos, estava com o membro na sua entrada. Esteban não ousou perder tempo, também desabotoando a calça. empurrou o membro para dentro da sua boca de imediato, segurando os seus cabelos com cuidado. Blas veio por último, colocando a sua destra ao redor do membro dele.
os movimentos entraram em harmonia em poucos segundos. quando Agustín a penetrou, um gemido baixo foi abafado pelo membro de Esteban. Della Corte era grande e não era gentil, socando cada centímetro do que tinha entre as suas paredes. você combinou as investidas do uruguaio com os movimentos de vai e vem da sua boca, permitindo que Esteban entrasse por completo em sua boca. o sentiu atingir a sua garganta, causando uma leve ânsia de tempo em tempo. Blas ajudava a guiar os seus movimentos, se convertendo em gemidos com a sua destra ágil.
os gemidos dos três homens eram como música. Agustín gemia pesadamente, necessitado. Blas era mais vocal, clamando pelo seu nome. Esteban, mais contido, se pautava em elogios enquanto fodia a sua boca;
não existiam palavras para descrever o quanto de prazer você estava sentindo. o corpo estava sensibilizado, os nervos aflorados. o mínimo toque era capaz de lhe causar arrepios. Agustín acertava todos os lugares enquanto te fodia, e o simples fato de Blas e Esteban estarem lhe usando eram mais que suficientes para deixar você ainda mais excitada.
com um gemido abafado, você atingiu o seu ápice. as pernas tremeram, mas Della Corte a sustentou. você gozando foi o necessário para que ele também se derramasse no seu interior. Esteban levou mais alguns estímulos para terminar na sua boca e Blas veio em seguida. você estava uma bagunça, mas não podia negar que estava mais que satisfeita.
você: matías, oq vc colocou na bebida noite passada? della: tb quero saber simón: fiquei mt loco matías: n botei nada vcs tudo tiveram efeito placebo >:)
#simon hempe#enzo vogrincic#pipe otaño#matias recalt#agustin pardella#agustin della corte#blas polidori#esteban kuku#lsdln cast#lsdln#kinktober 2024#kinktober
91 notes
·
View notes
Text
Una condena agradable - Matías Recalt
Cap I. Cap II. Cap III. +18! Dom!Matías celoso y posesivo. Begging, creampie, degradation, exhibicionismo, fingering, grinding, nipple play, posible spit kink, sexo oral (male recibe), sexo sin protección, slapping, voyeurismo, edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
Matías adora a sus compañeros de rodaje, de eso no hay duda... Adora el vínculo que se formó entre los integrantes del grupo durante los largos meses que pasaron en hoteles y en el set, la pasión que comparten por el trabajo que realizaron y el apoyo mutuo. Por esos motivos y más fue que decidió organizar una cena.
No fue un trabajo sencillo: cuando una mitad del grupo podía la otra se veía imposibilitada, el clima arruinaba las posibilidades de reunirse, surgía un evento al que debían asistir o alguien cancelaba y los demás también lo hacían, hasta que llegó el día en que –para sorpresa de todos- el plan se concretó gracias a Enzo.
Con un simple mensaje en el grupo de WhatsApp en el que dejaba saber que iba a estar en la ciudad y proponía hacer algo, el asunto se solucionó en menos de veinticuatro horas. Matías agradeció internamente al uruguayo por la acción, luego por la sugerencia de trasladar la cena al jardín para tener más espacio, y más tarde por ser él quien se encargara principalmente de hacer los arreglos allí.
¿Pero ahora…? Ahora se arrepiente de todo.
No recuerda en qué momento dejó su lugar a tu lado ni por qué, sólo sabe que cuando regresó alguien más había ocupado su silla y vos estabas inmersa en una conversación con Enzo. Puede que estén hablando de música, películas, libros o lo que sea que el mayor te haya enseñado en la pantalla de su celular que te hizo reír a carcajadas, pero a Matías no le importa eso. Sólo puede pensar en cuánto desea acercarse y rodearte con sus brazos o sentarte sobre su regazo y poner sus manos en tus muslos descubiertos.
Las voces de Esteban y Francisco lo regresan a la realidad con una pregunta que no logra procesar, por lo que responde con balbuceos mientras se pone de pie trastabillando. Se acerca lentamente, cada paso permitiéndole apreciar más y más cómo las luces con las que decoraron el jardín resaltan el color de tus ojos y hacen que tu cabello brille, y también ve la forma en que Enzo se inclina para hablarte al oído.
Pero siendo tan receptiva, siempre percibís la cercanía de tu novio y rápidamente volteás a verlo con una sonrisa, ignorando la acción de Enzo y lo que tuviera para decir. Matías te devuelve la sonrisa, una sensación de satisfacción instalándose en su abdomen bajo, y toma tu mano cuando extendés tu brazo hacia él a modo de bienvenida.
-¿De qué estaban hablando?- pregunta, tan simpático como siempre, antes de darte un beso en la mejilla. Su mano se desliza por tu hombro y tu cuello como si se tratara de un masaje.
-Enzo me estaba mostrando unas fotos de sus gatos, ¿querés ver?
Matías no quiere ver, en este momento poco le importa cualquier cosa que no seas vos, pero asiente enérgicamente para mantener la fachada y finge interés cuando ve las fotografías. Enzo explica el contexto y el anillo en su dedo brilla bajo las luces cuando el movimiento de sus manos acompaña sus palabras, las cuales Matías no registra en lo absoluto.
Alzás la mirada cuando sus manos se entrelazan inocentemente sobre tu pecho.
-¿Me acompañás…?- señala el interior de la casa-. Quiero buscar el número de una heladería.
No te da tiempo a responder y mucho menos comentarle que pueden pedir helado desde cualquier aplicación de delivery disponible, su mano en tu espalda te obliga a ponerte de pie y seguirlo. No te preguntás por qué no busca el número que tanto necesita en la cocina o por qué no se detiene junto al teléfono de línea, tampoco el motivo por el cual te arrastra escaleras arriba.
Sabés la razón desde que sentiste la forma en que te miraba.
Te dirige hacia la habitación más cercana y cierra la puerta a sus espaldas con tranquilidad: la expresión en su rostro no delata sus pensamientos (plagados en su totalidad con la imagen de su amigo acercándose descaradamente a tu figura) y sus hombros relajados te hacen dudar por un breve instante, pero su silencio es inquietante y tus labios tiemblan con una sonrisa nerviosa.
-¿La estás pasando bien?- se acerca lenta y sigilosamente, como si se tratara de un depredador, obligándote a retroceder hasta que tu espalda toca la pared junto a la ventana. Comienza a jugar con una de las tiras de tu vestido-. Te vi muy entretenida con Enzo
-Estábamos hablando de los Oscar.
-¿Viste qué lindo que estaba con ese traje?
Te mordés el labio para contener la risa… pero el daño ya está hecho y es sólo cuestión de unos segundos para ver los efectos: su palma impacta con fuerza sobre uno de tus pechos e inmediatamente comienza a pellizcar tus pezones, aún más sensibles de lo usual debido a la tela que roza tu piel. Desliza las tiras de tu vestido por tus hombros y la prenda cae hasta tu cintura, revelando las marcas que sus dientes y sus labios dejaron por la mañana.
-¿Ahora te quedás callada?- te pellizca nuevamente y esta vez no intentás reprimir el gemido que te provoca-. Contestá.
-¿Y si nos escuchan?
La sombra de una sonrisa maliciosa cruza su rostro, pero sólo comprendés lo que significa cuando sus manos ejercen presión sobre tus hombros para dejarte de rodillas. Te obliga a mirarlo a los ojos tirando de tu cabello con fuerza y la posición se torna dolorosa luego de transcurridos unos minutos, pero adora verte a sus pies y recordarte cuál es tu lugar.
El sonido de su ropa es distante y sus movimientos rápidos apenas te permiten asimilar lo que ocurre antes de sentir que su miembro golpea tu mejilla. Debería avergonzarte la forma en que tus labios se separan instintivamente, tu lengua asomándose con la esperanza de probarlo cuanto antes, pero en lo único que pensás es lo mucho que te excita ver a Matías así de celoso.
Mantiene el contacto visual mientras acerca su miembro a tu boca y delinea tus labios para humedecerlos con su excitación antes de deslizarse sobre tu lengua, el sabor más que familiar haciéndote suspirar. Tus labios se cierran sobre la punta y emite un siseo cuando comenzás a succionar, sus párpados luchando para no cerrarse cuando el calor de tu boca lo envuelve y el placer lo invade.
Los dedos en tu cabello te obligan a separarte de él, pero no te da tiempo a protestar porque el deseo lo lleva a adentrarse nuevamente en tu boca en menos de un segundo. Repite el mismo movimiento una y otra vez, hundiéndose más y más hasta golpear tu garganta con cada embestida y hacer que tus ojos se llenen de lágrimas. Parpadeás para disipar las lágrimas y tu máscara de pestañas comienza a correrse, pero él no piensa detenerse hasta arruinar todo tu maquillaje.
Sus movimientos se tornan desesperados y abusa de tu boca sin consideración, casi olvidando o eligiendo ignorar que necesitás oxígeno, pero su oído siempre está atento a los matices en los sonidos indecentes que provoca su accionar... Y también al efecto que este tiene en tu ser, nublando tus ojos con una bruma familiar y dilatando tus pupilas casi al máximo.
Una de sus manos cubre tu nuca para evitar que te golpees mientras la otra tira de tu cabello para mantenerte estática en tu lugar, una contradicción que señalarías si tu mente permitiera que fueras consciente de ello.
Matías se deleita con la imagen de tu labial difuminado y los restos que este dejó en su piel, la saliva que corre por las comisuras de tus labios y tu mentón ahora también goteando hasta manchar tus muslos y deslizarse entre ellos. Tus manos se acercan a tu centro y decide darte un respiro al notar la forma en que tus dedos se contraen debido a la necesidad de tocarte, pero no te deja ir sin antes golpear tus labios y tu mejilla con su miembro goteante.
Te ayuda a ponerte de pie y te conduce sutilmente hacia la ventana, empujándote con delicadeza hasta que las cortinas se deslizan sólo lo necesario para que tu espalda entre en contacto con el cristal frío. El contraste al sentir la calidez de sus manos sobre tu cuerpo te hace suspirar, sobre todo cuando sus dedos se deslizan bajo tu vestido y te rozan a través del algodón humedecido.
-¿Y si nos vienen a buscar?- preguntás en un susurro, como si los invitados ocupando el jardín pudieran oírte-. ¿Y si nos ven?
Sus labios se curvan en una sonrisa y podrías jurar que sus ojos se oscurecen por completo... Eso es precisamente lo que él quiere, lo comprendés una vez que sus dedos hacen a un lado tu ropa interior y se introducen en tu interior sin previo aviso, pero sin dificultad alguna gracias al estado en el cual te dejó luego de utilizar tu boca.
-Qué putita que sos- besa tu mejilla con suavidad-. Cómo te gusta chupármela.
No lo negás, por supuesto que no, porque es la verdad. Matías sabe cuánto disfrutás tenerlo en tu boca y adora torturarte recordándotelo cada vez que tiene la oportunidad, que es casi a diario; pero también adora sentir la forma en que tus líquidos brotan de tu interior y mojan sus dedos. Curva los dígitos rozando tus paredes y gemís con fuerza, tu rostro contrayéndose en una mueca de placer que hace palpitar su miembro. Comienza a aumentar el ritmo progresivamente y es recompensado con tus jadeos, tus súplicas y promesas.
Se detiene en seco al verte tomar aire y retira sus dedos de manera abrupta, el brillo en ellos evidente cuando serpentean con lentitud sobre la extensión de su casi dolorosa erección. Levanta la falda de tu vestido hasta descubrir por completo tu centro, así como la parte posterior de tus muslos y tus glúteos, y desliza su punta sobre tu ropa interior, la mezcla de tus fluidos y el líquido preseminal humedeciendo la tela hasta volverla prácticamente traslúcida.
Tirás de la prenda arruinada para descubrir tu intimidad y lloriqueás cuando su glande acaricia tu clítoris, deslizándose luego entre tus pliegues y cayendo en un vaivén que amenaza con hacerte perder la cordura. Observás casi en trance cómo su miembro ardiente desaparece entre tus piernas una y otra vez, resplandeciendo cuando la luz lo golpea.
-Mati…
-¿Qué?- sus ojos encuentran los tuyos-. ¿Qué querés?
-A vos, por favor- arquea una ceja-. Por favor, por favor, te necesito.
Te acaricia una última vez antes de sujetarte por los hombros y obligarte a voltear, una de sus manos presionando tu rostro contra la ventana mientras la otra tira de tu cadera hasta posicionarte a su antojo, en un ángulo que le permite apreciar la forma en que tu ropa interior se adhiere a tu piel. La idea de romperla es tentadora, pero se limita a hacerla a un lado.
Observa la forma en que tus ojos analizan el exterior, confiando en que vas a detenerlo si sentís que la situación te supera, y se oye suspirar contento cuando siente la forma en que tu cuerpo se relaja por completo.
Dirige su miembro hacia tu entrada brillante y acaricia tus pliegues, pero el evidente rastro de tu humedad en tus muslos lo distrae y sólo se recupera cuando movés tu cadera para incitarlo a continuar. Comienza a introducirse en tu interior, tan cálido y apretado como siempre, y tus gemidos se tiñen con desesperación ante la sensación de plenitud que te otorga.
-Más, Mati, por favor.
No hay forma de que se niegue.
Sus movimientos son lentos pero expertos y el sonido que produce la colisión entre su cuerpo y el tuyo es suficiente para hacer que tus rodillas tiemblen, las fuerzas abandonándote debido al placer que te consume cada vez que sentís su miembro alcanzar el punto más profundo de tu ser. Sus gruñidos y suspiros hacen que te contraigas a su alrededor, arrancando más sonidos similares de sus labios.
Sentís su respiración sobre tu cuello, sus labios entreabiertos dejando besos en tus hombros y en tu espalda, las palabras que susurra contra tu piel pero que no lográs comprender debido a otros sonidos. Sus dedos abandonan su lugar en tu cabello para masajear uno de tus pechos con fuerza y luego atacan tus pezones, ya erectos y sensibles debido al roce constante con la ventana.
Tus piernas amenazan con cerrarse cuando sus dientes capturan la piel sensible entre tu hombro y tu cuello, la sensación del dolor dejándote al borde del orgasmo. Te libera y su lengua se desliza sobre la zona afectada con intención de aliviar la irritación, pero el resultado es tu respiración agitándose y tus jadeos inquietos.
Una de sus manos danza cerca de tu centro y por un segundo creés que está a punto de tocarte, pero te sorprende el sentir que vuelve a arrugar tu vestido entre sus dedos para luego obligarte a sostenerlo. Rezás porque ninguno de sus amigos decida apartarse de la mesa, rogás que nadie se acerque al árbol y observe las ramas que ocultan la ventana, porque de lo contrario verían el completo desastre en el que te transformó Matías.
Dejás salir un gemido más que sonoro cuando sentís su mano acariciando tu abdomen bajo, el sonido repitiéndose y escalando en volumen cuando sus dedos se contraen y sus uñas rozan tu piel. Dirigís una mirada a tus pechos y a las marcas rojizas que los adornan en señal de pertenencia.
Un destello de luz llama tu atención y te alejás del cristal para estudiar el jardín, pero tu visión nublándose y el vidrio empañado por tus suspiros te impiden ver con claridad. Los movimientos de Matías no cesan y una embestida particularmente profunda hace que cierres los ojos al gemir, las lágrimas deslizándose por tus mejillas y humedeciendo tus labios entreabiertos. Cuando repite el movimiento soltás un grito, desbordada por el fuego que parece recorrer tus venas.
Sus dedos se deslizan sobre tu piel expuesta hasta llegar a tu clítoris, la humedad recubriendo la zona y dificultando un poco sus movimientos por un breve instante. Dibuja círculos con precisión, pero cuando ejerce todavía más presión pronunciás un hilo de palabras incomprensibles y sabe que tu orgasmo está a unos pocos segundos de distancia, sólo tiene que…
-¡Matías!- decís entre dientes, tu cuerpo rígido-. Enzo… nos está viendo.
La acción pasa desapercibida debido a que tus ojos están fijos en la silueta que se oculta a la sombra del árbol, pero Matías arroja la cabeza hacia atrás presa del éxtasis. Aumenta el ritmo de su mano, los movimientos de su cadera son brutales y su miembro está causando estragos en tu interior, que se evidencian cuando tus piernas flaquean al tiempo en que apretás tu vestido entre tus dedos.
Está mal. Está muy mal, pero…
Con la concentración suficiente, podés distinguir la forma en que Enzo mueve su mano de arriba abajo sobre su entrepierna. El anillo en su dedo brilla de vez en cuando, un débil hilo de luz delatando su presencia de la forma más descarada, pero lo que verdaderamente te provoca es la forma en que sus ojos se iluminan cuando da una calada al cigarrillo que sostiene.
-Sos mía, ¿entendiste? De nadie más- tu novio acentúa sus palabras con estocadas profundas que te roban el aire-. ¿Entendiste…?
Asentís, repitiendo tuya un sinfín de veces, sorprendida por el peso de las lágrimas formándose una vez que tu orgasmo te golpea. Intentás mantener los ojos abiertos, pero el placer te vence y cuando decidís dejarte ir Matías te sostiene entre sus brazos para evitar que te desmorones.
La cortina regresa a su lugar, pero tu atención está puesta en tu novio y el calor de su cuerpo envolviendo el tuyo, el cual está enteramente a su disposición. Tus gemidos no disminuyen y tu orgasmo se prolonga hasta que comenzás a quejarte debido a la sensibilidad, tu respiración agitada dificultando la articulación de palabras.
Con una última estocada, Matías llena tu interior con su semen. Se recupera mientras reparte uno que otro beso en tu cabello y toma tu mentón entre sus dedos para obligarte a voltear y besarte.
-Mía- susurra contra tus labios, su voz aún entrecortada y cargada de sexo.
-Tuya- jurás, sintiendo cómo abandona tu interior y acomoda tu ropa rápidamente.
Le dirigís una mirada suplicante al sentir la forma en que su liberación comienza a escaparse y humedecer tu ropa interior, pero su única respuesta son una sonrisa y un beso en tu frente.
Pequeñas aclaraciones:
1) El título y parte de la trama están fuertemente inspirados en Persiana Americana de Soda Stereo, pero la versión de los 11 Episodios Sinfónicos que fue el álbum que escuché mientras escribía. Lo recomiendo para acompañar la lectura en caso de que vuelvan a leer esto ♡
2) Si creen estar viendo esta publicación por segunda vez... no se equivocan, es porque nuevamente tuve un desencuentro con Tumblr 😭
taglist:
@madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia ♡
#matias recalt#matias recalt smut#matias recalt x reader#enzo vogrincic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic x reader#lsdln cast#esteban kukuriczka#esteban kukuriczka smut#esteban kukuriczka x reader
200 notes
·
View notes
Text
⭐️ pleasure over matter. fem!reader x esteban kukuriczka
🪐 minha masterlist
» cw: smut! por favor só interaja se for +18! ; consumo de álcool; kuku!dilf pai de menina e sex deprived; leitora!babá; sexo desprotegido; p in v; nipple play; creampie; breeding kink; oral fem; nuances de size e strength kink; menção a masturbação masc; messy sex!!!; big cock; dirty talk; slow burn (só até a putaria começar 😛); age gap implícito (uns 13 anos de diferença)
» wn: sim mais um esteban dilf. e sim ele sex deprived de novo. o motivo? tesão. minha buceta? explodida. hotel? trivago. enfim minhas gatinhas cheirosas eu me diverti e me empolguei muito atendendo a esse pedido (lê-se passei mal de tesão) então acabou ficando meio grandinho, mas espero que vocês gostem!!! 💐💞💋 a música que eu ouvi escrevendo foi pink matter do frank ocean, recomendo que ouçam 💗🌷
—————————————————————————
Estava sentada no bar enquanto ouvia o moreno ao seu lado falar pela enésima vez sobre sua função ‘importantíssima’ no escritório, dando mais um gole da sua bebida a fim de se distrair do encontro que não estava dando nem um pouco certo. Você tinha a semana corrida, de manhã e de tarde cuidava da menininha loira e à noite ia para a faculdade. Sua rotina cheia foi o motivo que suas amigas insistiram para você aceitar sair com o homem, mas agora, se arrependia amargamente de perder seu sábado para ficar ouvindo um cara metido que não perguntou nada sobre você até agora.
Para sua felicidade, o telefone tocou, ficou aliviada em ter uma desculpa para cortar seu acompanhante, mas logo se transformou em preocupação quando leu “Esteban Kukuriczka” na tela do celular.
— Sr. Kukuriczka? Tá tudo bem? — Você perguntou preocupada, o homem não era de entrar em contato a noite, muito menos num final de semana.
— Oi querida, tá tudo bem sim… Desculpa te ligar assim do nada, mas a Sofia tá com febre e ela tá pedindo pra te ver, você está ocupada?
— Não, não… Eu vou pra aí agora.
— Tá bem, me passa seu endereço que eu mando um uber para te buscar.
Com isso, você se despediu do seu date com a maior cara de “sinto muito” possível, explicando que era urgente do trabalho, por mais que estivesse completamente aliviada de sair de lá, e também, com o coração molinho porque a garotinha doente queria te ver.
O restaurante não era muito longe do apartamento dos Kukuriczka, então logo estava na porta do prédio, que se abriu rapidamente para que você pudesse entrar. Durante a subida do elevador, ajeitava a aparência, tentando estar apresentável para ver o homem. Esteban era um pai incrível, só precisava de uma babá devido ao trabalho que exigia a presença dele durante praticamente o dia inteiro. Lembra-se muito bem de quando ele te contratou: descobriu a vaga por meio de uma amiga da sua mãe, e quando você chegou no apartamento para ser entrevistada, não esperava nem um pouco um pai tão bonito quanto ele. Você realmente era ótima com crianças, então não tinha porque ele não te contratar, além do mais, a mãe dela não era lá das mais presentes, então seria bom ter uma figura feminina tão doce quanto você.
Quando chegou no andar, a menininha e o pai já esperavam por você na porta aberta: a garotinha usava um pijama comprido de ursinho - o qual você tinha um igual, que Esteban tinha dado para vocês combinarem nas noites de pijama - com uma pelúcia nos braços, os fios loirinhos estavam bagunçados e a carinha manhosa enquanto segurava a mão do pai, o qual estava agachado do lado da criança e te observava andar pelo corredor. Você fez um biquinho ao ver a menininha tão abatida, “Ô meu amorzinho…” sussurrou enquanto se agachava para abraçar ela, sem nem se importar como o vestido curto podia subir pelas coxas. Colocou as costas da mão na testinha quente enquanto observava o pai ficar de pé, “Você já deu remédio pra ela?”, perguntou preocupada.
— Já sim. Já dei banho morninho, jantinha e coloquei o pijama favorito dela, né filha? — Ele respondeu, a garotinha que assentia com um biquinho no rosto te fazia derreter, genuinamente a amava como se fosse sua bebêzinha, era uma menina extremamente doce, parece que era você quem sentia dor ao vê-la assim. O pai extremamente atencioso também não ajudava no seu estado, desde que o viu sabia que ele era extremamente atraente, mas porra, alguma coisa sobre ele sempre ser tão carinhoso mexia com você, ainda mais agora, que observava vocês abraçadas enquanto estava de pé, ainda fazendo um carinho no topo da cabeça da filha. — Ela disse que quer que você leia uma historinha pra ela… — Disse baixinho, fazendo você abraçar a menininha mais forte ainda, tomada pela fofura dela.
— Tá bem, vamo lá. — Você se levantou com a menininha no colo e caminhou até o quarto dela, o barulho do saltinho no piso de madeira quase ofuscou um suspiro pesado de Esteban, que fechava a porta enquanto te observava andar até o quarto, e logo caminhou até a cozinha. Você deitou a garotinha na cama macia, ajustando os travesseiros para que ela ficasse confortável, mostrou as opções de livrinhos e sorriu ao vê-la ponderando as alternativas. Se sentou na beirada da cama e começou a ler as páginas com a voz mais suave que conseguia, enquanto a mão livre fazia um cafuné nos cabelinhos loiros. Talvez o que fez ela dormir tão rápido fosse a atmosfera agradável: o quarto na temperatura ideal, as paredes rosinhas e a iluminação baixinha que fazia as estrelinhas fluorescentes do teto brilharem. Ou talvez fosse a sua voz lendo baixinho a história bonitinha, ou até mesmo o corpinho febril e cansado, mas independente da razão, não queria atrapalhar o sono dela, então, se levantou com cuidado e caminhou até a porta, fechando ela suavemente e depois indo até a cozinha.
— E aí? — O homem perguntou com um sorrisinho simpático no rosto, apesar da pergunta quase ter passado despercebida por você, distraída ao vê-lo com os braços apoiados na bancada da cozinha, os cabelos grisalhos levemente bagunçados e as mangas da camisa dobradas até o antebraço cheio de veias.
— Dormiu… Tadinha, tá toda manhosa. — Você apoiou as mãos sobre a bancada também, do lado oposto do homem, brincando com os anéis que usava. Sorria simpática ao vê-lo assentir com a cabeça, com um sorrisinho cansado no rosto e os olhinhos fechados.
— Eu te atrapalhei ou alguma coisa? — Ele perguntou enquanto pegava uma garrafa de vinho branco na geladeira e duas taças no armário.
— Não… É… Eu ‘tava num encontro, mas você na verdade fez um favor pra mim, o cara era péssimo. — Você sorria educada, se distraindo ao encarar as mãos grandes que abriam o vinho com pouca dificuldade. Ele sorriu em retorno, despejando o líquido nas duas taças, quando a segunda já estava quase na metade, hesitou, “Nossa, eu nem perguntei se você quer. Desculpa”. Você balançou a cabeça e assegurou que queria sim, então ele deu a volta na bancada e entregou a taça na sua mão, te chamando para se sentar no sofá confortável. Ele se sentou de uma vez só, passando a mão grande no rosto e nos cabelos, você se sentava devagarinho no móvel macio, uns três palmos de distância do homem que parecia estressado.
— Perguntei porque te liguei do nada num sábado à noite, e a sua roupa é… Tá… Diferente. — Ele se referia ao vestido preto, gesticulava e se embolava um pouco ao falar, tentando encontrar palavras respeitosas para pontuar a roupa que contornava seu corpo de uma forma que o fazia pensar em coisas indecentes. A verdade era que Esteban se arrependia de ter te contratado, sabia que não era nem um pouco ético querer a babá mais nova da filha, foram inúmeras as noites que ele sonhou em te ter na cama dele. Se sentiu especialmente sujo no dia que recebeu um vídeo que você tinha gravado da filhinha na praia, no qual quando você virou a câmera para si mesma e deu um tchauzinho, conseguia ver perfeitamente seus peitos no biquíni amarelo, tentou ignorar o que sentia debaixo das calças ao pensar na cena, mas a noite, durante o banho, não resistiu em printar o frame e se masturbar para ele, imaginando como seria chupar os mamilos durinhos marcados no tecido e como queria que a guardar a porra todinha dentro de você e, se tivesse sorte, te tornar a mãe de outra menininha dele.
O desejo que sentia por você era tão grande que chegou até a pensar em te demitir, só não prosseguiu com isso porque Sofia ficaria devastada e, honestamente, sabia que não encontraria outra tão boa quanto você. O nervosismo passou batido por você, presumiu que era apenas cansaço, ou que ele apenas não tinha gostado do vestido. “Você… Não gostou?”, perguntou insegura. — Não! Não… É um vestido muito bonito… Ficou bom em você, ficou ótimo. — Ele respondeu um pouquinho afobado, apesar do tom de voz continuar tranquilo e baixinho. Você sorria tímida e educada enquanto olhava para o homem ao seu lado. Deu mais um gole no vinho, o que talvez fosse uma péssima ideia, afinal, já tinha bebido alguns drinks mais cedo, e o álcool só intensificava a sua vontade de tê-lo daquele jeito.
— E você? Tá arrumado também.
— Pior que eu também tinha marcado algo, mas… Acabei cancelando por motivos óbvios. — Ele bebeu um gole quando terminou a frase, parecia frustrado, o que fez você sentir uma pontinha de ciúmes na barriga.
— Eu entendo você ficar frustrado, mas pelo menos pode marcar outro dia…
— Não, eu… Não tô frustrado por isso. É só que… Ah, deixa.
— Ei. — Você colocou a mão no joelho dele, assegurando que podia confiar em você. — Pode falar, coloca pra fora…
— É que desde que eu me separei da mãe da Sofia, nunca me relacionei com mais ninguém. E apesar de eu já ter trabalhado essas inseguranças que a traição me deixou, sei lá… Hoje eu nem queria sair com essa moça, sabe? — Ele olhava pra frente enquanto desabafava, deu uma risadinha incrédula antes de continuar. — Parece horrível mas eu fiquei até aliviado quando a Sofi ficou doente, porque me deu um motivo concreto de desmarcar o encontro… E o pior é que ela é uma mulher legal, mas só… Não sei… Não é o que eu quero... —
Enquanto ele falava, você se aproximou dele. “O que você quer agora?”, perguntou baixinho, com certa esperança de ouvir o que queria. Ele balançava a cabeça com um sorrisinho tímido nos lábios, e quando finalmente se virou para você, suspirou pesado, logo voltando a evitar seu olhar. “Esteban… Tem alguma coisa que eu possa fazer?”, o loiro mordia o inferior enquanto acenava um ‘não’ com a cabeça que não te passava certeza nenhuma, passando os dedos compridos na borda da taça quase vazia. Você retirou a taça que ele segurava nas mãos e a colocou sobre a mesinha de centro, substituindo o cristal com a sua mão, acariciando os dedos compridos enquanto olhava a respiração do homem ficar cada vez mais pesada. “Nena…”, seu apelido saiu da boca dele como uma advertência, uma repreensão, que servia mais para ele do que para você. A tensão no ar que tinha se acumulado até hoje era palpável, a sala tão quieta que quase conseguiam escutar os batimentos acelerados.
Você com delicadeza levou a mão grande que segurava até sua coxa, atenta a expressão do homem que seguia sua ação com o olhar, parecia hesitante, apesar de ter apertado de levinho a carne macia, fazendo você soltar um suspiro. Decidiu acabar com isso de uma vez por todas, devagarinho, passou uma das pernas para o outro lado dele, se sentando no colo do homem, de frente para o rosto cheio de sardinhas, o qual você segurou com as duas mãos, enquanto as dele descansavam sobre seus quadris. Quando ele finalmente olhou para seus olhos, “Pode descontar em mim… Me usa pra tirar tudo isso de você”, você sussurrava com o rosto pertinho do dele, os narizes quase se tocando, enquanto chegava os quadris para frente, fazendo ele puxar um arzinho pela boca. Apertava seus quadris e sua bunda com força ao te sentir roçar contra o membro que já doía de tão duro, tentando a todo custo resistir, se relembrando o quão errado isso é, por mais que quisesse muito. “Por favor…”, suplicava com a voz doce, o que fez ele transbordar por completo: uma mão grande parou na sua bochecha e te puxou para um beijo, molhado e desesperado.
Você gemeu dentro da boca dele ao sentir a língua quente explorando sua cavidade de uma forma selvagem, bagunçada e urgente, sentia sua intimidade cada vez mais molhada e pulsando ao redor de nada, algo que Esteban também sentiu, já que sua buceta coberta pelo pano fino da calcinha estava bem em cima da ereção que latejava. Sentiu ele apertar sua bunda com mais força e segurar sua coxa enquanto se levantava, sem nenhum aviso prévio, caminhando até o quarto com você no colo sem nem interromper o beijo ou mostrar sinais de dificuldade.
Depois de fechar a porta do cômodo, não perdeu tempo em te deitar na cama macia. Esteban te beijava de uma forma quase animalesca, resultado de tanto tempo se contendo em não atacar sua boca como fazia agora, você sentia o cantinho da boca ficando cada vez molhado e as vibrações causadas pelos grunhidos que ele soltava dentro da sua boca. O ósculo só foi interrompido para que pudessem respirar, ainda com os narizes encostados um no outro que puxavam e soltavam o ar de uma forma pesada. Não teve nem tempo de se recompor antes dele retirar seu vestido com pressa, você admirava a forma que os olhos dele passeavam pelas suas curvas, acompanhando as mãos grandes que deslizavam sobre elas e as apalpavam. Afundou a cabeça na cama quando as mãos pararam nos seus seios, o “Caralho…” que ele soltou baixinho e ofegante foi direto para sua buceta, te fazendo até erguer os quadris para tentar aliviar a necessidade que sentia ali.
Sentiu ele abocanhar um de seus peitos, chupando o máximo que coubesse dentro da boca e soltando devagarinho, parando para vê-lo babadinho antes de lamber seu biquinho com a língua relaxada, apertando a carne macia enquanto molhava cada vez mais seus mamilos sensíveis. Perdida no prazer, abriu os olhos com dificuldade, mas valeu muito a pena: via os olhinhos marrons que antes estavam fechados, se abrirem só para ver como as mãos grandes apertavam um seio contra o outro, a os lábios finos entreabertos porque estava completamente hipnotizado na visão dos dedos compridos beliscando seus biquinhos molhadinhos. Sussurrou um “Gostosa…” antes de levar a boca até eles novamente, sedento enquanto chupava o que foi negligenciado antes, logo descendo os beijos babados para o meio dos seus seios. Quando finalmente olhou para você, sorriu sacana ao ver seu rostinho, que se contorceu mais ainda quando sentiu as mãos grandes descartando sua calcinha.
Você suplicava mentalmente para ele te fuder logo, já que nessa altura do campeonato não conseguia nem formular frases coerentes mais, a única coisa que saia da sua boca eram ‘Hmm’ manhosos, torcendo para que ele entendesse o recado. E, porra, é claro que ele entendeu. Não era novidade que nenhum homem chegava aos pés de Esteban, mesmo antes dele te levar para a cama: era raro encontrar um cara tão inteligente, carinhoso e gostoso quanto ele, mas nesse exato momento, não conseguia admirar nenhuma outra qualidade dele a não ser a forma que ele te deixava com o corpo molinho, burra de tanto tesão, terminando de acabar com você quando colocou a mão grande sobre a sua boca, olhando fixamente nos seus olhos enquanto usava a outra mão livre para desfazer o botão da calça que usava, colocando para fora o membro extremamente duro.
Sentia ele pincelar a cabecinha suja de pré-gozo entre suas dobrinhas, se deliciando ao ouvir o barulhinho molhado. Lutou contra a vontade de fechar os olhos - de tanto prazer - só para ver o formato de ‘o’ que os lábios fininhos se transformaram enquanto se enfiava devagarinho em você, arrancando até um gemidinho falhado da boca do homem. Por mais que você não tivesse visto o tamanho dele, conseguia sentir que era grande, sabia que se não estivesse encharcada sentiria até dor, mas, agora, o jeito que ele te preenchia só te trazia prazer, fazendo você arquear as costas, franzindo o cenho enquanto olhava para o rosto corado do homem em cima de você e levando as unhas até as costas largas cheias de sardinhas. A mão grande permanecia sobre sua boca, mas Esteban enfiou o rosto na curva do seu pescoço, a fim de abafar os próprios gemidos. Entrava e saía de você lentamente, fazendo você sentir perfeitamente a extremidade do pau tocar sua cérvix, arrancando um gemido mais alto de você quando ele estocou com mais força e segurou suas bochechas com uma mão, te beijando novamente, as línguas não conseguiam nem se mover sincronizadamente de tanto prazer. Ele interrompeu o ósculo mas mantendo os lábios encostados.
— Nena… Você… Porra… Não sabe há quanto tempo… Eu quero isso… — Ele dizia ofegante e entre gemidos, te beijando sedento para abafar os barulhos que vocês dois faziam, nem se importando de melar sua boca e até um pouco do seu queixo de saliva, na verdade, achava extremamente excitante te ver desse jeito debaixo dele: completamente fudida, bagunçada e tão tonta de prazer quanto ele. — Se você continuar me apertando assim não vou durar muito, nena… — ele advertiu e te beijou com mais força quando você envolveu suas pernas ao redor do quadril dele. “Goza dentro de mim… Por favor…”, a frase que saiu dos seus lábios de forma suplicante arrancou um gemido grave dele, que estava prestes a transbordar todo dentro de você. Seguido disso, com os dentes cerrados e os olhos até lacrimejando, palavras embaralhadas saíram da boca dele entre gemidos roucos, algumas do tipo “Te encher de porra” ou “Te dar meus filhinhos” enquanto ele se esvaziava todo em você. Continuou metendo devagarinho depois que deixou toda gotinha de porra dentro da sua buceta, retomando o beijo lento enquanto ainda criava coragem de sair de você, se deliciando ao ouvir você choramingar e gemer baixinho, bêbada de tanto tesão.
Você não achava que tinha como melhorar, até ele começar a deixar beijos molhados pela extensão do seu pescoço, só saindo de dentro de você para descer mais ainda pelo seu corpo, lambendo e chupando seus peitos, sua barriga, sua cintura, descendo até sua virilha e dando lambidas largas e preguiçosas no seu monte de vênus, descendo devagarinho até seu pontinho inchado e sensibilizado. Antes de te chupar do jeito que queria, parou para observar como você pulsava ao redor de nada, afastando suas dobrinhas só para observar melhor seu buraquinho que liberava uma mistura de sua excitação e da porra dele, passando o indicador comprido ali e enfiando de volta para dentro, arrancando um gemido seu. “Quiero que seas mia para siempre, nena… Que seas mi mujer… La madre de mis hijas… Hm?”, interrompendo as palavras bonitas para dar beijos molhados na sua intimidade, usando e abusando da bagunça que ele tinha feito ali.
Você não conseguia responder, atordoada da sensação tão gostosa dele te chupando logo depois de te fuder como nunca tinha sido antes. Mas honestamente, nem precisava, ambos sabiam que você queria que essas palavras bonitas se concretizassem tanto quanto ele e que, depois dessa noite, isso com certeza aconteceria.
#cwrites#esteban kukuriczka#esteban kukuriczka smut#esteban kukuriczka x reader#lsdln x reader#lsdln cast#lsdln smut
172 notes
·
View notes