#PedroLuisDeGálvez
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PEDRO LUIS DE GÁLVEZ: MALVADO O SÍMBOLO BOHEMIO
SU ESPOSA TERESA ESPILDORA Y SUS DOS HIJOS
FOTO MOSTRADA EN EL JUICIO PARA SEÑALAR QUE ERA UN PADRE CRISTIANO
Durante el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX los bohemios llenaron con su presencia la literatura española. Sufrieron a los 4 jinetes de su apocalipsis: alcoholismo, sífilis, tuberculosis y suicidio, que acabaron con muchos de ellos a temprana edad. En definitiva, sufrieron una miseria inmisericorde en muchos de los casos. Si a la cabeza de todos los bohemios – literariamente hablando – podemos situar a Valle Inclán, es cierto que Andalucía aportó dos figuras señeras de este movimiento artístico/social decadente: el sevillano Alejandro Sawa y el malagueño Pedro Luís de Gálvez (aunque no me puedo olvidar de un paisano mío, el lucentino Federico Canalejas). A Alejandro Sawa lo podemos etiquetar de protobohemio y su figura dio lugar a un personaje de ficción, Max Estrella, en la obra de Valle-Inclán. El caso de Pedro Luís de Gálvez es de un barroquismo social y personal cuando menos curioso. Dediquémosle unas líneas.
Pedro Luís de Gálvez nació en Málaga en 1882 y desde muy temprano, fruto de una hiperconservadora y represiva educación familiar su vida fue la de un heterodoxo social: fuga del seminario, expulsión de la Academia de Bellas Artes, paso por un correccional, varios años de cárcel en la penitenciaria de Ocaña por motivos políticos, etc. Pronto comenzó a destacar por sus obras literarias, esencialmente sus sonetos y por auténticos libelos de crítica política. Gana el Concurso Nacional de Cuentos y se hace conocido ante la bohemia madrileña. Comienzan entonces una serie de episodios que finalizarán con su muerte en 1940. Se podría decir que Gálvez realizó en Madrid un master sobre el modelo de personaje bohemio. La noche, el alcoholismo, la miseria y el hambre definen su trayectoria en los años 20 y 30 del pasado siglo, con episodios como sus buenas relaciones con la intelectualidad de la época (Picasso, Juan Gris, Marinetti, Apollinaire, Gómez de la Serna, Cansinos-Asséns) para quienes fue un autor muy reconocido, publicación de algunas obras de interés como Negro y Azul o su obra cumbre: nada menos que El sable, donde exponía todas las artes para engañar y vivir a costa de los demás.
Pero algunas de las anécdotas con él relacionadas traspasan la frontera de la moralidad, según varios coetáneos, Baroja entre ellos. Para González Ruano era un bandido que vendió a su mujer por 2.000 pesetas (aunque conociendo la catadura moral del citado periodista lo pongo en duda). Parece más cierta esta otra historia: tuvo un recién nacido muerto de la relación con una madrileña y Gálvez se paseó varios días por los cafés de la bohemia madrileña con el cadáver del niño pidiendo dinero para su entierro…
Pero donde la realidad y la ficción se confunden hasta el punto de costarle la vida fue durante la guerra civil de 1936. Gálvez fue acusado por varios de ser inductor de muchos de los asesinatos de Paracuellos del Jarama e incluso de la muerte de Muñoz Seca a quien lo visitó en la cárcel donde advirtió a los milicianos “…a este solo lo mato yo” logrando una respuesta antológica por parte del autor de La venganza de don Mendo: “Es un honor, Pedrito. Es un honor”. Otros opinan que su fama de brutalidad era solo una fachada para estar a salvo de los milicianos y además le permitía poner a salvo a varios conspicuos derechistas a los que les libró de una muerte casi segura. No hay ninguna duda de que alojó en su casa al escritor Rafael de León, que protegió a Emilio Carrere o a Pedro Mata y que salvó la vida del famosísimo guardameta Ricardo Zamora (un curioso caso de perseguido por las dos Españas). Durante su exilio Ramón Gómez de la Serna contó la siguiente historia: Gálvez apareció un día en la cárcel Modelo de Madrid y dirigiéndose con enorme teatralidad a los milicianos dijo: “He aquí a Ricardo Zamora, el gran jugador internacional de fútbol. Es mi amigo y muchas veces me dio de comer. Está preso aquí y esto es una injusticia. Que nadie le toque un pelo de la ropa. Yo lo prohíbo”, después besó y abrazó al portero gritando: “¡Zamora, Zamora!”.
Cuando finalizó la guerra Gálvez fue detenido y sometido a juicio sumarísimo y condenado a muerte, siendo ejecutado en 1940. Lamentablemente algunos a los que salvó la vida, como Rafael de León, no se presentaron en el juicio para testificar en su defensa…
La aportación de Pedro Luís de Gálvez a la literatura española no es nada banal. Para Borges era uno de los mejores sonetistas de la lengua castellana. Para finalizar esta breve semblanza algunos ejemplos de su obra poética:
FUENTE CLARA No hay libertad posible sin cultura: primero, el pan; más luego la cartilla: Si no aventas al surco la semilla, no llevarás al grano la moltura. Ni paz al hombre ni ración segura, que es la ignorancia lo que al hombre humilla: No pruebes en ti mismo tu cuchilla ni te caves la propia sepultura… Tienen los libros resplandor de aurora, son caricia y orgullo de la frente: La lectura ennoblece y enamora: nos cierra el corazón al sufrimiento, y es generosa, cristalina fuente donde apaga su sed el pensamiento.
A MARIÁ PUJOL
Personaje nacido de sí mismo, es el creador y, a un tiempo, la criatura; mente que ha enloquecido la cordura, lumbre de amor en cárcel de sí mismo. Su viejo corazón es un abismo, del Quijote fraternal hondura: sufren los dos de idéntica locura: se le seca en el seso el egoísmo. No envidia ni desea, no atesora. La cárdena noche de la guerra vierte su pluma nácares de aurora… Alto, enjuta la piel, solo, sin nido: es su patria el pedazo de la tierra donde puede acorrer a un oprimido
EPITAFIO A JULIO ANTONIO (Fragmento)
Era hermoso. Las mujeres lo destrozaron. Tanto lo amaron que se volvió tuberculoso. Nació para el Amor y la Gloria. ¡Es su historia toda dolor! Fue un poeta del barro. (Poco dinero, mucha hambre, siempre arrojando sangre y siempre con catarro.) Todas las rosas del placer se le ofrendaron en las alcobas silenciosas. Él dio las tristes rosas que de su boca se derramaron […]”.
UNA CALLE
Calle mal empedrada, sucia, estrecha y torcida. Los perros y las viejas, calentándose al sol. Una posada equívoca se ofrece en un farol. La taberna. El barbero. Huele a cosa podrida. Los renegridos muros, llenos de cicatrices. En algunas ventanas, puesta a secar la ropa: cuelga una falda negra que parece una hopa. Albergue de ladrones, vagos y meretrices. Los chiquillos, desnudos, se arrastran por el lodo: "El Bengala", "El Pasmao"... Todos tienen apodo. Un coche de tercera, negro y trágico, pasa, con la cruz en lo alto, los "pitejos" y el muerto: los baches y las piedras le hacen andar incierto, como borracho alegre que no encuentra su casa.
27/6/2019
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