#La Casa Del Dragón
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nebulamorada · 3 months ago
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stepson!Rickon Stark who every night since targ!reader's arrival asks her to sing him a lullaby in valyrian with the intention of learning it as much as he could to sing it on the day of her wedding with his father; the wrong pronunciation and the "R" much softer than it should end up making him muddle the words as he sings, but confident until he finishes when he sees the emotion on his new mother's face
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xitsemm · 4 months ago
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TOM THE ACTOR YOU ARE
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lonelymagpies · 6 months ago
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Happy pride my fellow fruity friends🏳️‍🌈🧡💛🤍💗❤️
(Waiting for the day I’ll have my asexual representations in fantasy shows, wìmeanwhile ill headcanon Aemond as demisexual)
Also shoutout to Bi king Daemon, we’ve been robbed.
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karsoliar · 3 months ago
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Helaena and Dreamfyre ✨
(This is my first time making a dragon)
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frangonzalezorigami · 1 year ago
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Ancient dragon, designed by Satoshi Kamiya and folded by me using a 50cm square of unryu paper.
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westeroswisdom · 10 months ago
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A fan poster for House of the Dragon Season 2 featuring Aemond Targaryen and Vhagar. From digital creator 8 3 P I X E L S T U D I O S at Instagram.
Aemond may be looking for more food for Vhagar.
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jisatsu-draw · 3 months ago
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diamantar · 5 months ago
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UNIÓN INDIRECTA
→ Lucerys Velaryon x fem!Targaryen!OC | Alicent Hightower x Rhaenyra Targaryen.
✦ Sinopsis: La vida no deseó que estuvieran juntas, pero sus hijos eran capaces de unirlas en formas más allá de la simple compresión.
✦ Advertencias: Incesto / Matrimonio arreglado / Nacimiento / Fluff.
✦ Palabras: 738
✦ Pedido: @dlwlrmas-world
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Alicent jadeó ansiosa y sostuvo con más ímpetu la mano de su hija, quien concentraba toda fuerza existente en pujar. Lanzó la cabeza hacia atrás y gruñó apretando los dientes, la Hightower temiendo que los rompiera mientras las venas del cuello saltaban y sudor caía desde la linea del cabello.
—¡Solo un poco más, Princesa! —exclamó la partera en jefe.
La joven soltó el aire contenido y miró el techo sin un pensamiento coherente, el dolor de una nueva contracción transformándole el rostro y preparándola para repetir el proceso.
—¡Viene, viene, viene! —avisó una ayudante arreglando un gran paño.
—¡Ahí…!
El agudo alarido del bebé penetró profundo en los oídos y sonrisas se formaron, palabras escurridizas rebotando en las paredes mientras las sirvientas se movían de un lado a otro.
—Lo lograste —suspiró Alicent extremadamente aliviada, con la mano libre yendo a quitarle el cabello del rostro.
—Por los Siete —jadeó exhausta, instintivamente acomodando los brazos y recibiendo a la pequeña criatura.
—Es un varón, mi Reina —festejaron las comadronas.
—¿Sano? —preguntaron madre e hija.
—Absolutamente. Respira y no presenta deformidades.
La joven miró al niño y sonrió rozando con cuidado una de las rojizas mejillas, enseguida saltando en el lugar gracias a las desgarradoras puntadas.
—Llamen a mi esposo —ordenó a una de las sirvientas.
La Hightower se puso recta y aguardó manteniendo modales, el Velaryon cruzando las puertas en menos de un parpadeo. Admiró la caótica escena y la sangre en las sabanas, pálido y tenso perdiendo el apuro y dando pasos inseguros al interior de la habitación.
—¿Cómo estás? —indagó, nervioso echando vistazos al pequeño bulto mientras se aseguraba de que ella no estuviera en peligro.
—Agotada y adolorida —reconoció relajando el cuello contra las almohadas—. Acercate, saluda a tu primogénito.
Lucerys cumplió y se inclinó a ver al bebé de rubios cabellos, con labios entreabiertos analizando cada detalle como si fuera irreal que aquello también lo creó él.
—Tan pequeño... —murmuró fascinado, la fijación siendo tal que ignoró la presencia de su madre.
Alicent tensó los hombros y conectó miradas con Rhaenyra, la cual asintió en reconocimiento antes de pasar.
—Felicitaciones —habló sincera colocándose al lado del muchacho.
—Gracias —dijo sonriente sintiendo un gran entumecimiento en las caderas—. ¿Quieres ver a tu nieto?
La oferta le recordó que finalmente era abuela y por unos segundos quedó petrificada, al momento mirando al pequeño tan desconcertada como Lucerys. Alicent ocultó la gracia que le provocaba verlos tan asombrados y se sumió en sus pensamientos, años atrás jamás imaginando estar en una situación como aquella.
Cuando el arreglo del matrimonio fue propuesto ciertamente se había manifestado en contra, pero no podía negar que el trato era beneficioso al los Velaryon ser una casa histórica llena de poder y dinero. Además, por más que prefirió hacer ojos ciegos, no podía negar los sentimientos de amor entre su hija y Lucerys. Empezó a temer las consecuencias de interponerse en el romance, por lo que, luego de mucha consideración, aceptó y aseguró la línea Hightower en Marcaderiva.
La noticia contentó a Viserys y rápido preparó la boda, los jóvenes uniéndose en alegría y poniéndose a trabajar en traer descendencia apenas tuvieron oportunidad. Tomó algunos meses, pero el embarazo pasó increíblemente rápido y ahora estaban ante la prueba irrefutable de la unión de las figuras femeninas más importantes del reino. Alicent jamás esperó que su relación con Rhaenyra llegara a nuevo puerto después del gran distanciamiento, pero aquel momento parecía sacado de un sueño.
La reina inspiró profundo y junto las manos al frente, con cariño admirando la escena hasta que sintió los claros ojos Targaryen posados en ella. Levantó la vista y conectó con la princesa, el sentimiento en aquellos irises hablando más de lo que alguna vez podría salir de sus labios. El corazón inmediatamente se aceleró y sintió los pómulos amenazar con tomar color, por un momento perdiendo noción del alrededor y confiando que estaban solas en los aposentos. De pronto el llanto del bebé cortó el aire y Rhaenyra miró al niño, allí golpeándola la concepción de que habían creado vida a través de sus hijos.
La descabellada idea empalideció a Alicent, pero la sonrisa y aura maternal de su antigua compañera solo la llevó a fantasear irracionalmente. Generar existencia entre dos mujeres era imposible, pero, ante los jóvenes nuevos padres, de alguna manera podía confirmar que lo habían logrado.
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lukites · 2 months ago
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〝 CONSUME DE MI 〞
Aemond x lucerys
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Aemond siempre estuvo obsesionado con Lucerys. ¿Quién diría que un joven tan desquiciado podría estar enamorado de un bastardo? Pero para Aemond, Lucerys era irreal, inalcanzable para cualquiera excepto para él. Era su Lucerys, y de nadie más.
Sin embargo, lo arruinó. Él fue el origen de su propia tortura, una tortura que aceptó con gusto, porque quería ser el único en la vida de aquel bastardo. Sería su destino, su sombra, su verdugo... y su salvador.
(Metáfora del amor como canibalismo: esto no es una historia romántica, pero si deseas verlo así, adelante; yo no soy quien te obliga.)
(Advertencia: contiene contenido sensible.)
Después de la caída del dragón Arrax, Lucerys esperó la muerte con resignación. Pero la muerte no llegó. Fue salvado, pero por las manos que menos deseaba. Por Aemond Targaryen, quien se atrevió a llevarlo a King's Landing, sin importarle lo que pensara su hermano mayor o su madre.
Lucerys abrió lentamente los ojos, sintiendo un dolor punzante recorrer todo su cuerpo. La vista le era borrosa y le costaba enfocar, pero notó que no estaba en sus aposentos. Con los labios apretados, sintió un escalofrío al ver una sombra acercándose hacia él.
Frunció el ceño al reconocer la figura. Aemond. Su corazón latía frenéticamente mientras apretaba con fuerza la sábana bajo su mano, tratando de moverse, de escapar. ¿Pero a dónde iría? Ya estaba atrapado. Ya estaba acabado.
Aemond se acercó con pasos calculados y se sentó a su lado, su ojo violeta fijo en el rostro tembloroso de Lucerys.
“Pensé que ya estabas muerto” dijo Aemond con una calma inquietante “pero veo que aún tienes el valor de seguir vivo.”
Lucerys abrió la boca, pero sus labios temblaron sin emitir sonido. Su voz parecía haberse evaporado, como si alguien le hubiese arrancado la lengua.
“¿Dónde estoy?” logró murmurar al fin, su tono agudo y quebrado.
Aemond desvió la mirada hacia una mesa cercana, tomó un pañuelo y lo mostró con una sonrisa sutil en sus labios delgados.
“Estás en mis aposentos” respondió, observando la reacción de Lucerys.
“No...” susurró Lucerys, con voz temblorosa, negando con la cabeza. “No quiero estar aquí.”
“Qué lástima” respondió Aemond con frialdad. “Porque este es el único lugar donde te quedarás ahora.”
Se acercó más y con un gesto lento y calculado, pasó el pañuelo sobre la piel de Lucerys, limpiando las manchas de sangre que aún adornaban su rostro. Lucerys apartó la mirada, su cuerpo rígido, evitando el contacto.
“Deberías estar agradecido” dijo Aemond, su voz como hielo. “Después de todo, te salvé. Mi hermano quería que te ejecutaran, propuso incluso que fueras dado como alimento a nuestros dragones. Pero yo me negué. No soportaría verte arrancado de mi lado otra vez, no ahora que te tengo atrapado. Solo para mí.”
Lucerys frunció el ceño; las palabras de Aemond eran como veneno para sus oídos.
“¿Qué quieres de mí?” preguntó con voz baja, llena de angustia. “Mi dragón está muerto, yo ya estoy enterrado en tu tortura. Ya tienes tu satisfacción al haberme hecho daño.”
Los labios de Aemond se curvaron en una sonrisa ligera, casi imperceptible.
“Aún falta” dijo mientras movía sus manos con delicadeza, cerrándolas en forma de puño. Sin darle tiempo a reaccionar, presionó su puño cerrado contra el pecho herido de Lucerys.
Lucerys soltó un gruñido de dolor, sus ojos fijos en el ojo único y felino de Aemond. Sentía que el dolor le quemaba la piel, pero Aemond no parecía afectado en lo más mínimo por su sufrimiento.
“Tu corazón” susurró Aemond con frialdad.“ Quiero tu corazón.”
Lucerys parpadeó, confundido por lo que Aemond decía, hasta que sintió cómo la mano de Aemond apretaba aún más fuerte contra su pecho, justo donde su corazón latía aceleradamente.
“Te di la oportunidad de venir conmigo, Lucerys” prosiguió Aemond con un tono de reproche. “Pero te negaste y preferiste apoyar a tu maldita madre.”
Lucerys desvió la mirada, tratando de escapar de su única mirada, pero Aemond lo agarró del mentón con brusquedad, obligándolo a mirarlo a la cara.
“No intentes ignorarme” gruñó Aemond, su voz cargada de furia contenida. “Mírame, mira lo que me hiciste cuando éramos niños, cuando yo también era un niño.”
“Lo siento...” murmuró Lucerys con voz apenas audible, su cuerpo temblando.
Aemond negó con la cabeza, lentamente.
“Ya es tarde para pedir perdón” dijo, llevando una mano a la mejilla de Lucerys. “Lo único que quería era tu amor.”
“Pero yo no te amo, nunca lo haré” respondió Lucerys con frialdad, sintiendo cómo su corazón latía con rabia y miedo.
Aemond gruñó suavemente y presionó su mano aún más en el pecho de Lucerys.
“Sabía que dirías eso” murmuró, su voz un susurro venenoso.
Lucerys sintió que su cuerpo dolía intensamente. Hubiera preferido morir junto a su dragón Arrax que estar atrapado allí, con el tuerto de Aemond.
“Pero eso no significa que te dejaré libre” dijo Aemond acercando su rostro al de Lucerys. “Mírate... tan destrozado, y aun así sigues siendo perfecto a mis ojos.”
Los ojos de Aemond se fijaron en los labios de Lucerys, que temblaban. Notó cómo estaban más rojos de lo normal, con pequeñas manchas de sangre en el borde.
“Quiero sentir tus labios, quiero sentir tu sangre, Lucerys. Verte a mi merced.”
Los ojos de Lucerys se abrieron con sorpresa y su rostro se tensó, lleno de preocupación.
Aemond acercó su rostro al del joven, deteniéndose a escasos centímetros de sus labios, y sonrió levemente.
“Me gusta verte así.”
“¿Así cómo?” preguntó Lucerys, con un nudo en la garganta.
“Débil.”
Sin previo aviso, Aemond se lanzó hacia los labios de Lucerys. Este intentó empujarlo, pero sintió la mano de Aemond detrás de su cabeza, atrayéndolo aún más al beso. No lo iba a soltar.
El beso fue duro, invasivo, como si Aemond quisiera devorarlo. De repente, Lucerys soltó un grito ahogado cuando sintió los dientes de Aemond morder su labio inferior, causando que la sangre brotara. Pero Aemond no se detuvo; siguió besándolo y chupando la sangre de sus labios.
Un gusto extraño, una mezcla de deseo y rabia.
Aemond finalmente soltó el beso y se alejó lentamente, mirando a Lucerys fijamente durante unos segundos.
“Te quiero a mi lado, Lucerys. Solo para mí.”
Lucerys no entendía nada. Su rostro permaneció confuso hasta que vio cómo Aemond sacaba una daga de su traje y, sin previo aviso, la clavó en dirección a su corazón.
Soltó un grito ahogado, su rostro se contrajo de dolor, tratando de hablar, pero la presión en su pecho lo detenía. Aemond susurró mientras se acercaba a su oído.
“Sh, sh, sh” murmuró con calma, tocando la mejilla pálida de Lucerys. “Tu dolor se irá.”
Lucerys desvió la mirada y finalmente cerró los ojos. Aemond lo observó fijamente, su ojo en los labios del joven, y se acercó lentamente para darle un beso frío y suave.
Se separó y susurró en su oído.
“Tú fuiste quien provocó esto.”
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seven7arts · 5 months ago
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House Of The Dragon 2x03
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elcuadernodeazulea · 2 months ago
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A SON FOR A SON
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nebulamorada · 2 months ago
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Winterfell is a really beautiful place for targ!reader Rhaenyra's daughter after her life in the crownlands, she doesn't have the shit-smelling air of Kings Landing and she doesn't have to be on the defensive to defend herself or her mother and siblings. of malicious glances, instead she has warm and friendly banquets in her lord husband's great hall, sitting on his lap while Cregan stabilizes her with a strong grip on her thigh while the lords share hunting stories and the ladies share glances affectionately mocking their husbands. The recent pregnancy of Lady Glover, a relative on Cregan's mother's side, is a topic of conversation when the due dates are close to those of the targ!reader herself, both sharing experiences of upbringing and with the lady giving targ!reader some advice on what to expect since in reality, she was not the one who gave birth to little Rickon, without having any other intention of being kind and maternal with the young girl so far from her mother, something that targ!reader recognizes perfectly because contrary to the austere climate cold, the people of the north are nothing but warm in their hearts and the camaraderie and loyalty they share only among their own is almost palpable.
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xitsemm · 5 months ago
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"That's the way I'd do it."
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gottdeswill · 1 year ago
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karsoliar · 8 months ago
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Viserra Targaryen 💅🏻
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rubimoon45 · 4 months ago
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Una Gira Real bastante corta
Pairing: Benjicot Blackwood x fem!reader
Sinopsis: la gira real de la princesa comienza con rumores sobre su belleza e incapacidad de escoger a un pretendiente de su agrado. En las Tierras de la Tormenta se rumoreaba sobre su delicadeza, en el Valle del Arryn sobre su y ahora en las Tierras de los Ríos se hablaba sobre su austeridad en caso de elegir a un hombre de esa zona.
PARTE I
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La Gira Real inició en las Tierras de la Corona, continuó por las Tierras de la Tormenta y ascendieron al Valle del Arryn directamente en dragón. Buscarle un pretendiente adecuado a la princesa, según comenzaban los rumores, se estaba convirtiendo en una guerra en la que el victorioso sería alabado como un verdadero vencedor por cumplir todas las exigencias de la familia real. Aún sin tener la sangre de la Reina Rhaenyra corriendo directamente por sus venas, comenzaba a comentarse que la sangre del dragón se mantenía fuerte en todas sus líneas. Por supuesto, eso parecía contentar a Daemon Targaryen más que a cualquier otro, que respondía con cada rechazo con un cuervo instándola a continuar con la gira.
En su opinión, las Tierras de la Corona solo eran seguidores fieles a la corona y que aspiraban a relacionarse estrechamente con la familia real a cualquier coste. Estuvieron descartados desde el primer momento, por supuesto, y porque ninguno de los hombres que se presentaron consiguieron llamar su atención como esperaba. Había oído que la gira de la Reina fue corta, acortada por ella misma, antes de su primer matrimonio; no nacido de su gira, cabe mencionar, sino de una alianza para relajar las tensiones entre los Targaryen y los Velaryon. Los siguientes fueron los Baratheon en las Tierras de la Tormenta. Ahí fue recibida con agasajos propios de una dama de alta cuna y princesa, pero ese cuidado no fue compartido. Salió volando en Vermithor tan rápido como pudo, dirección al norte y con guardias Targaryen esperándola.
El Valle del Arryn no se quedaba corto. Lady Jayne la recibió de buena gana, al ser familia de la Reina, y no tuvo reparos en detener cualquier rumor que acechara a la princesa y a sus decisiones cuando ella rechazó al tercero. Había escuchado tantas Casas relacionadas con los Royce que al final de día acabó saturada de tantos cumplidos, promesas falsas y hombres adultos que comentaban haber conocido y competido por la belleza que fue Lady Laena, su madre, antes de comprometerse con Daemon Targaryen. Lady Jayne y los suyos la despidieron recordándole su próximo destino y esperando que de tener un pretendiente ya en mente lo anunciara próximamente a la Reina. Tal vez Lady Jayne fuese consciente de las tensiones que podrían generar esas acciones de la corona a la hora de buscar un pretendiente fuera del seno de los Targaryen, y quisiera ayudarla a mantener la mente clara.
Ciertamente la guerra se había evitado con las alianzas previstas por su tío. Los Hightower no impusieron su poder después de la reafirmación de Lucerys sobre su derecho sobre sucesor de Marcaderiva, perdiendo la fuerza que necesitaban para sus ambiciones. Con la muerte de Viserys I, Rhaenyra lo sucedió con éxito y todas las Casas recordaron su juramento, desligándose de la telaraña que Otto Hightower había tejido todos esos años para alzar a Aegon como rey sobre su media hermana. Por supuesto, no faltaron las amenazas de Daemon para recordar a los más reticentes a quién se enfrentaban ahora recién coronada y sobre quiénes iban a rebelarse; al puro lema de la Casa Targaryen, Sangre y Fuego.
Montó a Vermithor a primera hora de la tarde y salieron tan pronto como el sol asomó de entre las nubes de la cima del palacio de piedra. Volar en dragón era más rápido que seguir una caravana real. Afortunadamente, la organización de la Gira funcionaba perfectamente a cómo fue planeaba. Para cuando llegó a las Tierras de los Ríos a lomos del segundo dragón más grande de Poniente, Naerys Targaryen desmontó en el suelo húmedo y embarrado cercano a los dos ríos que confluían en Aguasdulces. La Casa Tully de Aguasdulces, Naerys se tomó su tiempo para observar el castillo en medio de ambos ríos, y el agua que chapoteaba contra los bordes. Su ancestro y fundador había entregado a los Tully los dominios de la antigua Casa Hoare como recompensa por su fidelidad en la Conquista de Poniente. Como Grandes Señores, se esperaba que fueran ellos los que la acompañasen a recibir a los pretendientes. Dado el temporal que se avecinaba por el este y que los había acompañado, los hombres de los Ríos estarían llegando a la fortaleza de los Tully para presentarse mañana a primera hora ante su princesa.
Como si fuera un presagio, el que parecía ser la cabeza de la casa
-Señor Tully, un placer estar en vuestras tierras.
-Lamento decirle que nuestro señor no ha podido levantarse de la cama para recibirla, princesa, pero me ha mandado a mí a recibirla con todos los honores que trae eso. Soy su hijo, Elmo Tully -dándole una larga reverencia, que se alargó un tiempo de más, los ojos del hombre, que no debía superar la cuarentena, se posaron sobre ella. Por supuesto, que la salud del viejo señor debía ser considerada con precaución a esas alturas-. Sin duda, mi princesa, y me consuela que haya llegado antes de las tormentas. Aquí, en nuestras tierras, conocemos el mal tiempo solo con levantar la cabeza al cielo y ver hacia dónde se mece el viento.
-Fortuna entonces en haber cogido a mi dragón.
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-La princesa Naerys Targaryen, hija de la Reina Rhaenyra -comenzó diciendo. Tuvo ganas de corregirle en lo último, pero era sabido por todos que la Reina la consideraba una hija más junto con sus hermanas, aún sin haber nacido de sus entrañas y útero. En compensación de la niña que abortó al escuchar de la repentina muerte de su padre, a la que habrían llamado Visenya-. Cada representante de su Casa expondrá su candidatura ante ella en orden, pacíficamente. Cualquier atentado contra su seguridad o el honor de cada Casa será severamente castigado.
Naerys se puso cómoda en el antiguo torno de la Casa Hoare, entregado por su ancestro a la Casa Tully. Definitivamente era más cómodo que sentarse en el Trono de Hierro, aunque los pies le quedasen colgando por su tamaño. Los primeros candidatos se presentaron con promesas de compromiso, felicidad y un hogar que darle a su enorme dragón una vez se mudase a sus tierras. La Casa Mallister y la Casa Cox. Una presumía de haberse relacionado en tiempos antes de los Conquistadores con los Targaryen, aunque eso fuera un desconocimiento para ella, y la Casa Cox, vasalla de los Baelish.
Rechazó a los dos, y señaló a los siguientes. Uno era un hombre adulto de la Casa Frey que alardeaba de haber entregado a su padre Daemon su lealtad en caso de haber ocurrido una guerra por la sucesión. Lo rechazó al instante con amabilidad, solo con la mención a la guerra. Una risa resonó en el espacio de piedra cuando el rostro del hombre Frey se frunció al ser cortado en su discurso. Solo la presencia de los guardias Targaryen llegados esa misma mañana consiguió que se retira de la fila junto con los rechazados. El siguiente pretendiente fue presentado por Elmo Tully, como había estado haciendo con cada uno y el mismo tono neutro y serio.
-Aeron Brakcen, de la Casa Brakcen de Soto de Piedra.
Naerys asintió, instándole a pasar. Era un joven de no más años que ella, con los colores bronce de su Casa, supuso, y el estandarte de un semental a dos patas en el pecho. Tenía el pelo por los hombros, de un rubio sucio, y un semblante redondo que aparentaba lucir más adulto.
-Soy Aeron Bracken, mi princesa, hijo de Amos Brakcen y sobrino del actual señor de Soto de Piedra -se presentó. Su voz resonó en la piedra fría del castillo. Fuera, llovía como lo predicho, y casi sentía pena por el dragón que esperaba por ella habiéndose acostumbrado a las cuevas de Rocadragón tras la muerte de su jinete anterior-. Puedo ofreceros tierras, joyas y todo lo que deseéis. Protección frente a las amenazas que acechen vuestro hogar.
Cruzó las piernas, dándole una larga mirada al heredero de la fortaleza a su lado. El rostro de Elmo Tully se mantuvo estoico, pero ese último comentario consiguió hacerle poner los ojos en blanco y que se recostara sobre su asiento, sacándole un suspiro. El silencio que se hizo se notó cuando las cabezas del resto de los pretendientes se volvieron entre ellos. Aeron Bracken se quedó inmóvil como el primero de la fila, sin saber bien qué hacer.
-Todos parecéis convencidos de que mi tío Aegon va a romper la sucesión de nuestra Reina, señores. Aún si se encuentra al otro lado del mar y no desea sentarse en el Trono de Hierro -Naerys se miró las uñas-. A no ser que usted apoye a mi tío Aemond que controla los dominios de los Peldaños de Piedra en nombre de la Corona, en una posible aspiración por ser varón. Supongo que sea eso.
Otra risa. Seguida de varias carcajadas. Pudo ver cómo Aeron Bracken perdía la compostura y sus orejas se ruborizaban a simple vista. Naerys levantó la mirada de su pretendiente. Tres chicos se reunían en la fila, apartándose del resto de pretendientes pero sin duda esperando a su turno con ella. Solo había uno que destacaba por su risa más escandalosa del resto y los ojos clavados en ellos.
-Usted, señor -anunció. Las risas se detuvieron, el silencio se instaló en la sala a excepción de su voz-. No puedo verlo bien desde aquí. Acérquese.
-¿Yo, mi princesa?
Naerys se inclinó para examinarlo. No debía de ser más mayor que ella, tal vez de la misma edad o unos años por encima de ella. Iba vestido de negro y rojo, colores similares a los de la Casa Targaryen, pero con la diferencia de que un broche en forma de cuervo sujetaba la capa que caía por la mitad de su cuerpo. Un rostro, atractivo y joven, con un pelo negro despeinado en una cara blanca.
-Supongo que viene a vender su candidatura a la hija del Príncipe Canalla.
-Por supuesto que vengo a por su mano, pero a diferencia de mi contrario puedo ofreceros a vos y a vuestro dragón vistas a algo más que no sean montañas y praderas secas. Todos conocemos cómo los Bracken hacen cuando nadie mira
Pudo ver cómo los hombres se separaban y echaban para atrás cuando Aeron Bracken se dio la vuelta con la mano en la empuñadura de su espada. El muchacho al que se enfrentaba, sin embargo, no retrocedió, simplemente les dio a todos una sonrisa arrogante y descarada que habría puesto a más de una dama patas arriba.
-Yo no, mi señor -interrumpió-. Me gustaría que me iluminaseis.
-Robando terrenos Blackwood, princesa. Cambias los mojones de las fronteras para que sus rebaños pasten en nuestras tierras y luego las cambian de nuevo para ocultar su fechoría.
-Es una vil acusación, joven Blackwood, y no es ni el momento ni el lugar en el que hacer un juicio -dijo Elmo Tully, agarrando los reposabrazos de su asiento en un intento de no responder a las intenciones del joven.
-Solo respondía a la pregunta de nuestra princesa, lord Tully. Nada más.
Aeron Bracken tensó los hombros, matando con la mirada a las acusaciones que habían hecho sobre su casa. Naerys, entonces, se puso en pie trayendo consigo la mirada de todos. Una vergüenza, es lo que era. Instar a un derramamiento de sangre en medio de la Gira Real de una princesa.
-Esto es una pérdida de tiempo -murmuró, atrayendo la atención de Elmo Tully. El hombre se inclinó hacia delante, hasta quedar de pie con los brazos a los costados-. Continuaremos mañana antes del banquete.
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Naerys miró al viejo árbol que se levantaba amenazante sobre su cabeza. No más grande que Vermithor pero sin duda capaz de derribar hasta al hombre más fuerte.
-Lamento haberlo convocado tan de repente. Quería disculparme por lo sucedido en el salón. Aquí puede exponerme su candidatura sin...amenazas externas.
-Es honor, princesa. Soto de Piedra nunca ha tenido una princesa Targaryen o una dama de tan alta cuna.
-Así tengo comprendido por los maestres -explicó, y señaló al árbol que tenía delante-. A las princesas nos enseñan a bordar y una historia general que a los príncipes se les explica con todo detalle. Todavía dudo cuando miro un mapa y me dicen que señale algún punto con un nombre raro.
Los ojos del muchacho se posaron sobre el árbol, y luego en ella. No dijeron nada, pero vio la extrañeza en ellos por cómo la miraba. Hubiese preferido una risa a como estaba acostumbrada por sus tíos adultos o sus hermanas, que ese semblante casi estoico y carente de emoción.
-En la Fortaleza tenemos un árbol arciano, como recordatorio de que representamos a todas las ramas de Poniente. Tenemos un septo, un altar a los dioses de Valyria y un arciano, que algunos tildarían como una ofensa a la fe verdadera -inició, pasándose la lengua por los labios y con las manos juntas. La tela del vestido se mecía con la brisa que ascendía por las murallas del castillo y acababa en el patio ralentizada-. ¿Qué opina de eso, lord Bracken?
El muchacho Bracken no perdió el tiempo en responderle, con los brazos a su espalda atendiendo a lo que ella decía. Habían acordado verse frente al árbol viejo del patio interior de la fortaleza de los Tully, con, por supuesto y razones de decoro, guardias que los vigilasen.
-Mi hogar se remonta a los tiempos de los Primeros Hombres. Luchamos por establecernos y seguir nuestras convicciones, hasta que la Fe se impuso sobre nosotros y la defendimos fielmente.
-Apoyasteis a los militantes, tengo entendido -repasó sus lecciones de historia con él.
-Sí, mi princesa -asintió. Las hojas oscurecidas por las estaciones se mecieron sobre sus cabezas, algunas siendo arrastradas por el viento y otras sujetándose a las ramas-. Cuando el rey Aenys y Maegor se enfrentaron a la Fe, nosotros defendimos la religión y lo que significaba.
Naerys asintió, comprendiendo bien sus palabras.
-Mi familia no verá bien eso con buenos ojos, dada nuestra facilidad para cabrear a la Ciudadela con lo mínimo que hacemos.
Aeron Bracken sonrió, el pelo meciéndose en su rostro. Naerys hizo lo mismo, poniéndose a su lado, alejándose la corteza dura del tronco y la fuerte corriente que comenzaba a entrar en el patio. Las nubes amenazaban con otra tormenta.
-A raíz de cambiarnos a la fe verdadera, con respeto a sus convicciones, los Blackwood llevan atacándonos y tomando nuestras tierras.
-No deseo escuchar de guerras ni de conflictos ancestrales, solo de lo que cada Casa cree que puede aportar a la Corona con mi mano -respondió con severidad, obligando al joven a contener su lengua. Luego, Naerys lo pensó mejor y le sonrió aunque su corazón tirase hacia el otro bando-. Temo que eso sea debatido por los otros, señor. Vuestra historia, me refiero.
-Solo un tonto debatiría la historia que narran las crónicas de los Ríos.
Las mismas crónicas que llevaban años siendo escritas y reescritas buscando una historia general pero que se enfrentaban a la opinión de los maestres y la historia escrita antes de la Conquista. Naerys se limpió las manos en el corsé del vestido, que empezaban a sudar por el nerviosismo de exponer a la lluvia o de discutir sobre la historia de un continente que nunca gobernaría.
Ya se estaba dando la vuelta, de vuelta a la fortaleza, cuando Aeron Bracken se giró sobre sí mismo con la mano en la empuñadura de su espada y el rostro descompuesto.
-¿Puedo acompañarla hasta su dragón, princesa?
Naerys no necesitó darse la vuelta para responder.
-A no ser que sea un jinete, temo que mi dragón lo queme como almuerzo.
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Al menos la conversación con Aeron Bracken le dio una idea de lo que hacer esa tarde. Volaría sobre Vermithor antes de que estallase la tormenta, de nuevo, y regresaría a la fortaleza Tully cuando bajase de entre las nubes. Había escuchado de su tío Aemond que volar sobre las nubes era más divertido en una tormenta, como vivir una aventura y salir de las formalidades que significaban quedarse en la Fortaleza y atender a cuestiones de nobles. La primera vez, lo consideró un imprudente, pero cuando lo hizo... Fue más divertido de lo que él le explicaba.
En la fortaleza se cambió de ropa a una más adecuada al vuelo, de cuero negro, y salió acompañada de guardianes leales hasta una distancia prudente del dragón al que la guiaban. Vermithor se veía desde lejos, con sus escamas doradas y largos cuernos blancos y amenazantes. A diferencia de Caraxes, tenía el cuello más corto, pero de un grosor más abundante y adecuado a su enorme tamaño. Lo que no se esperaba al llegar era ver, no tan lejos de aquella magnífica bestia, a tres figuras rondándole. Los ojos negros de Vermithor apenas les prestaban atención, como cosas insignificantes que rondaban a su alrededor y no suponían una amenaza para su posición.
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-Si tanta curiosidad tienen por un dragón, señores, solo tendrían que haber preguntado en el salón.
Los tres miraron a sus espaldas sorprendidos y asustados. Naerys terminó de colocarse los guantes de cuero negro, tirando de ellos. Reconoció a los dos primeros como los hijos del heredero de la Casa Tully, a su vez adornados con un broche con el símbolo de su familia respectivamente. El otro fue fácil de reconocer por los colores que llevaba y su ahora reconocida facita.
-¿Va a montar en esa bestia, princesa? -preguntó uno de ellos.
Aunque los reconociera, sus nombres se le atoraban en la cabeza después de una gira con tantos apellidos y regiones. No supo quién era Oscar y quién Kermit, pero simuló que los conocía por quiénes eran como pudo. Clavó un tacón en la tierra empapada, levantando el fango cuando volvió a caminar hacia su dragón, pasando por el lado de ellos sin prestarles más atención de la necesaria.
-¿Vermithor? No es más que un gato grande, amarillo y quejica. Prefiere el clima de Rocadragón.
Como si fuera convocado, la gran cabeza de Vermithor se meció en su dirección. No enseñó los dientes, pero bien podría haberlo hecho con el mar humor que tenía siempre. Sacudió la cabeza, alejando a los pájaros que bailaban a su alrededor entretenidos. La Furia de Bronce, el dragón nacido en la cuna del rey Jaehaerys I, el temible dragón que enfrentaba a Vhagar en tamaño.
-Las tierras de Benji son similares a las de la Corona, señora, podría enseñárselas para su dragón -comentó uno, seguido de unas risas nasales y varios golpes.
-No le haga caso, princesa, solo es un patán -dijo el otro.
Ninguno sonaba como un verdadero señor, pero supuso que la juventud tenía eso. Ella, que solo se relacionaba con su familia, apenas podía disfrutar de esos lazos de amistad con otras personas.
-¿No se proponen ustedes? Podrían tener un huevo de dragón con mi mano. A cambio de ser leales a la Corona.
-Lo somos, princesa -respondió uno, solemne-. Ella es la verdadera Reina y quien la usurpe se enfrentará a las Tierras de los Ríos con todo lo que tenemos. Pero no somos adecuados para su rango.
Por supuesto. Formalidad que sonaba a una promesa que bien podría estar vacía. La Gira le había dado esa enseñanza. Tiró de las cuerdas que colgaban firmes de la montura del dragón, que estiraba para comprobar su tensión y por las que podría ascender hasta la silla sobre su lomo.
-Por supuesto, sino se habrían presentado o aprovechado en la comida con su padre, señores -Vermithor gruñó, un sonido gutural y tan antiguo que calaba los huesos de aquellos que lo escuchasen. Su mandíbula temblaba, a la vez que los dos huesos de su craneo se separaban para enseñar los afilados y peligrosos dientes que abundaban en su boca. A sus espaldas se escucharon los jadeos de sorpresa y miedo. La Furia de Bronce, suspiró-. Gīda, Vermithor.
Estiraba el brazo, que aunque no llegaba hasta su cabeza, acarició las escamas doradas y sucias por el temporal de las Tierras de los Ríos, sintiendo la piel caliente de su interior. Del fuego nacían y del fuego vivían, pero su interior ardía como si su alimento fuera ese elemento y no la media docena de animales de pastoreo que le daban para tenerlo contento. Vermithor dejó de gruñir, pero no de mirar enfadado a los tres muchachos a sus espaldas. Naerys le rio las intenciones, acariciándolo un tiempo de más hasta que los brazos unidos a las alas se movieron para dejarla ascender.
-Pobre del hombre que pida su mano y su dragón no lo acepte, princesa.
-Pobre del hombre que tenga que compartir lecho conmigo si se atreve a retar a mi dragón por mi cariño -respondió ella. Los tres muchachos se tensaron-. Rȳbagon naejot issa -acarició su cuello, rígizo y escamoso, más duro que las piedras de la isla donde se criaban y pasaba el tiempo junto con sus jinetes. Vermithor sacudió una vez más su enorme cabeza, los cuernos con él, y aulló al cielo a la vez que se levantaba en sus patas traseras y usaba los brazos alados para moverse hacia delante, como una serpiente reptando pero más fácil-. Sōvegon.
Naerys se agarró a las riendas, dándole un último tirón a los guantes que la protegerían del tiempo y de las quemaduras de las cuerdas. En cuestión de segundos, Vermithor ya había extendido en su plenitud sus largas alas, estirándolas, y volviendo a flexionarlas esta vez en vertical. Su cuerpo tembló, cuando el peso del dragón se despegó del seguro suelo.
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Cuando Vermithor aterrizó con ella, gruñendo y exclamando quejas sobre el terreno húmedo propiedad de los Tully, Naerys tenía la trenza revuelta y la ropa revuelta pegada al cuerpo. La ropa de montar de los jinetes debía de ser ajustada para evitar accidentes durante las maniobras, pero había jinetes que se las arreglaban como podían, como la Reina Rhaenys y la Reina Visenya durante la Conquista. Desmontó con la facilidad de un gato, ayudándose de las gruesas escamas que descendían hacia el pecho del dragón dorado y de las membranas gruesas de sus alas, de diferentes grosores dependiendo de la zona.
Lo que no se esperó fue que una figura ya conocida en el muelle del río. Al castillo de los Tully solo podía accederse cruzando el río en barca, una que pasaba cada cierto tiempo cuando el tiempo empeoraba para evitar ahogamientos. De haber llegado con mejor tiempo, tal vez la espera no se hiciera tan insoportable como tener que esperar bajo la suave llovizna y humedad asfixiante que le inundaba los pulmones. Al parecer, volar sobre las Tierras de los Ríos no solo era tedioso por la lluvia, sino también por la presión y la humedad de ese lugar. No sabría decir por qué, pero culparía a los maestres de no haberla avisado antes de su Gira Real.
-¿Sus amigos lo han perdido, señor?
-Oscar y Kermit Tully, princesa. Esos bastardos... -se inclinó suavemente, aferrándose a la tirantez del cinturón que sujetaba parte de su capa roja y de sus ropas oscuras. El broche metálico resplandecía entre tanta austeridad-. Regresaron antes que yo a la fortaleza y aquí me tiene, solitario en mis pensamientos esperando al barquero.
-Lamento escuchar su mala suerte.
-No hay nada de lo que disculparse. Solo a esos dos tontos que comparten cabeza y maldades.
Naerys tiró con fuerza de los guantes, dedo por dedo, deshaciéndose de la pesada tela. Primero lo hizo con la mano diestra, y luego con la zurda, en la que tardó más por la tensión del tejido alrededor de su piel.
-Espero que su vuelo haya sido igual de placentero que el de un hombre común a caballo.
-Hay quien dice que son lo mismo, señor -explicó, dejándose caer a su lado. No había más asiento que el banco donde él esperaba sentado. Lo que la sorprendió fue ver que no se apartaba para darle más espacio o por incomodidad de tenerla a ella envuelta en el olor de un dragón, nada grandioso, a su lado-. Esos mismos dicen que en Dorne hay gusanos bajo la arena esperando a comerse a quien amenace al reino o a su pueblo.
-Vaya idiotas -se rio él, encogiéndose de hombros ante el repentino frío que se levantaba. Naerys agarró los guantes antes de que salieran volando.
Las nubes lucían amenazantes a cada rato que pasaba. Los estandartes Tully de la fortaleza se revolvían por el mal tiempo que parecía quererse dejar caer sobre las Tierras de los Ríos.
-Conozco la historia de muchas de las Casas de Poniente. Mi educación se basó en eso -confesó, recogiéndose la falda y sentándose en el banco de piedra que decoraba el patio mientras esperaban a la barca-. Sin embargo, tengo entendido que los Blackwood tienen una historia de lo más curiosa. Oh, por ahí viene.
Se levantó rápida, tomando el brazo que el muchacho le ofrecía para subirse a la barca de madera que con facilidad los llevó río abajo hacia la fortaleza. Benjicot Blackwood se sentó frente a ella con sencillez, recogiéndose el final de la capa para estar más cómodo. El hombre que impulsaba la barca, un hombre anciano pero de brazos fuertes, parecía sumido en sus pensamientos.
-Es uno de los castillos más antiguos en pie, que se remonta a los Primeros Hombres -inició él-. Tenemos un enorme arciano que es el hogar de cientos de cuervos, de ahí el nombre de Árbol de Cuervo. Estamos lo suficientemente cerca de la costa como para que puedas ver la bahía, en caso de que sientas nostalgia -estudió su expresión, a ella, sin saber qué más decir que pudiera no saber a esas alturas. Al menos era listo. Estaba aburrida de caballeros que hablaban de guerra, de la pureza de la sangre de los Targaryen, de la dichosa costa que veían los Blackwood desde su torre más alta.
Todo señor de sus tierras debía aprenderse la historia de su Casa como algo obligatorio, pero supuso que en el caso de la Casa Blackwood la historia tenía más peso si estaba constantemente en tensiones con su vecina. Aún con esas, le sorprendía el hecho de que no se hubiese presentado con los otros pretendientes y solo hubiera encarado la valentía de Aeron Bracken como si fuera un juicio y no una candidatura por la mano de una princesa Targaryen.
-No tuvo tiempo de presentarse cuando los pretendientes hablaban.
-Sin duda mi padre me castigará por ello.
Naerys jugó con los dedos.
-Lord Blackwood luchó por la mano de la Reina hace unos años en su Gira. Mató a otro pretendiente, un Bracken sin duda. Pensaba que años después haría lo mismo.
-Todavía queda tiempo, princesa -respondió. Al estar sentado, se dio cuenta de la daga que colgaba de su cinturón y lo cerca que estaba de su mano en caso de necesitarla-. Antes de que se vaya a las Tierras del Oeste con los leones.
-Un dragón no teme a las ovejas. Menos va a temer a un león bañado en oro.
-Dicen que las Tierras del Oeste están bañadas por costas tan suaves que solo los Greyjoy de las Islas del Hierro son una amenaza para ellos, esos cobardes -en un principio, pensó que iba a añadir algo más solo por el tono brusco y burlesco con el que hablaba de sus vecinos al oeste, pero le sorprendió ver que contenía su lengua-. ¿Hará la gira hacia las islas, princesa?
-No. Al parecer, han llegado a un acuerdo de tregua para ser recibidos como unos pretendientes más en el continente.
-Estaría más cerca del mar -comentó, al parecer haciendo muestra de su amplio conocimiento en la geografía del continente. Claro, porque era un joven más que aspiraba a convertirse el señor de sus tierra como heredero.
Otra vez con el dichoso mar. Solo le dieron ganas de soltar una carcajada y retirarse a sus aposentos antes que volver a hablar del mar, las vistas, el sal... Le daba igual todo eso.
-Echo de menos el mar, sí, pero para eso tengo un dragón con quien vuelo todos los días y me protegería. A veces es mejor que un marido al que...complacer.
Se bajaron de la barca. En compensación por su servicio, Benjicot le dio un par de monedas que el hombre agradeció con un gesto de cabeza. El hombre continuó el trayecto, remando sin dificultad y siguiendo el ritmo acelerado del río. Benjicot y ella quedaron solos, sin alguien que los vigilase.
-Suena como si no quisiera casarse.
-El deber y el disfrute no son lo mismo. Sin duda que una mujer gobierne avanzará Poniente, pero tardarán en vernos como algo más que un útero en el que trabajar.
Su propia madre había muerto para darle a su padre un heredero, un niño que también murió cuando Vhagar calcinó a su madre tras darse cuenta de que moriría en el lecho y sin esperanzas de salvar a uno de ellos. Pero, ¿cuántas mujeres habrían muerto por eso? La propia Aemma Arryn, su madre Laena, la hija de la reina Alyssanne, Daella, ... Todo porque los maestres no pretendían estudiar el cuerpo de una mujer por el decoro y la intimidad y seguir el curso natural de las cosas.
Antes de darse cuenta, estaba girando los anillos en sus dedos con la mirada perdida en lo que fuese. En el barro, en la tierra, en el fuerte caudal que azotaba los bordes erosionados.
-Mi señora madre también murió al darme a luz, y mi padre no ha vuelto a casarse desde eso.
-Dicen que la guerra es el campo de batalla de los hombres y el parto el de las mujeres, lord Blackwood -comentó, en un tono lúgubre que no dejaba a la imaginación los oscuros pensamientos que comenzaban a arremolinarse en su cabeza. El recuerdo de un lecho ensangrentado, los gritos de unas mujeres de tez que había pasado de uno saludable a uno casi funerario y los cuchicheos de las parteras... Todo eso había ocurrido hacía trece años, pero continuaba presente como su propio reflejo-. Los hombres del reino creen que les beneficiaría tener lazos con los Targaryen para reclamar un huevo de dragón y, sin embargo, ninguna lo ha hecho por temor a la furia de los dragones.
-Son magnificas bestias.
Ella sonrió, dándole la razón, tal vez un poco más altiva que de costumbre. El chapoteo del agua mecía el río en un incesante baile, retando a los banquetes en su honor celebrados para pedir su mano. Palabrería, juramentos, rostros encantadores que la perseguirían por una gota de sangre en su descendencia,...
-La madre de la Reina, Lady Aemma Arryn, que los dioses la acojan en su gloria, podría haberlo reclamado como herencia materna. Pero no lo hizo. Se conformó con un matrimonio real y vivir en la Fortaleza Roja -dijo ella. De repente, su rostro se ensombreció, la sonrisa cayendo y vacilante-. Lo cierto es que el desconocimiento hace a las personas tontas y ella al igual que su madre temía a esas bestias. Hasta el mejor de los jinetes dragón teme a algo.
El mejor y el peor. Sus hermanas temían que sus dragones, todavía consideradas crías por muchos, no crecieran más. Su padre temía los desaires de su dragón, que siempre se había mantenido fiel a él y nunca desobedecido una orden dada por su vínculo. A mayor tamaño, los dragones buscaban sus propios objetivos. Vermithor ansiaba regresar a los oscuros pasadizos de Rocadragón. Y un dragón tan anciano y respetado como Vhagar, descansar después de años con jinetes yendo y viniendo.
-Lo lamento -se disculpó, rápida, al ver el rostro serio y vacilante del muchacho que la observaba. Sus labios se había convertido en una fina línea y tenía el rostro pálido-. Mi tía Helaena debe de haberme pegado su incertidumbre para hablar.
Alzó la cabeza al cielo, dejando escapar un sonoro suspiro. Iba a llover, si no lo estaría haciendo ya en otra zona de las Tierras de los Ríos no muy lejanas. Lo que significaba que Vermithor iba a estar toda la noche quejándose solo porque a ella le desgradaba ese tiempo que le alborotaba los rizos y la humedad la asfixiaba.
-Espero verle en el banquete y mañana con los pretendientes que quedan -dijo, limpiándose el sudor en las faldas del vestido. El estómago le pesaba como si fuera a echar todo lo comido esos días-. Este lugar... Se vuelve tedioso, pero mantiene cierto encanto a diferencia del este.
Le dio una última sonrisa a Benjicot Blackwood, también vacilante y demasiado forzada, antes de reunirse con los caballeros leales a los Targaryen y a los Tully por igual que esperaban un movimiento. Aún de espaldas, podía notar el peso de dos pares de ojos clavados en su nuca, en ella, a medida que se alejaba e iba haciendo más pequeña al ojo humano. Lord Elmo Tully esperaba tranquilo en la puerta junto con uno de sus hijos, que miraba al suelo aburrido y moviendo algo entre los dedos. Cuando llegó a ellos, Naerys sonreía más tranquila y con el corazón latiendo desbordado por el nerviosismo. Algo que no había notado ni sentido desde que abandonaron la Fortaleza Roja.
Puede que aprendiese con eso que el deber y el disfrute sí eran lo mismo. Con la persona indicada.
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-Rȳbagon naejot issa, sōvegon = Listen to me , fly.
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