#CARTA AL COLETERO
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ch-mirae · 5 years ago
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La bolsa llamaba su atención y la impaciencia comenzaba a vencerle, estaba esperando unos segundos antes de dar el comienzo oficial, observando los números subir tanto como su propio ego, se posiciona frente a la cámara y sonríe entonces --- ¡Hey! Soy Choi Mirae, pero pueden decirme Minnie --- indice y anular extendidos, y los demás guardados, posa la mano sobre su frente, para mover ambos dedos de arriba abajo en señal de su marca personal al nombrarse. --- Bien, podemos comenzar entonces --- Lee de pasada algunos comentarios respecto al cover con Lila pero no debe sobrepasar el tiempo que le dieron para el presente enviado por una persona secreta. Toma la carta entre sus manos y comienza a leer ---  Hola, Choi Minnie --- Se detiene para repetir de nuevo su saludo personalizado y suelta una risa antes de seguir ---  Quise darte cosas que te gustaran y, te sirviera cuando fueras a bailar, desafortunadamente no logré que s.o.s senpais firmaran tus regalos --- Se detiene a observar a la cámara con una expresión perdida, respecto a que podría llegar a contener --- Aun así, espero te guste. atte: ichihara satomie. --- Deja la carta a un costado y directo abre la bolsa para jadear sorprendida --- ¡Creo que no es sorpresa que todos aquí saben que amo S.O.S.! --- Expresa algo avergonzada por aquello, cubriendo su boca con una mano para continuar sacando el primer regalo --- ¡Es hermoso! --- Exclama realmente feliz y sin poder controlar un corto gritillo de emoción --- ¿Pueden imaginarse esto firmado por S.O.S.? Sería la envidia de los constellations de Stardust --- Expresa entre risas cortas y lo deja a un lado, extrayendo el siguiente presente, el bolso --- ¡Oh por dios! --- Las mejillas se sonrojan de nuevo por la presencia del grupo --- S.O.S. sunbaenim son mis modelos a seguir, realmente esto es un regalo excelente y ¡Fantástico! --- No puede controlarse y debe tomarse unos segundos para seguir --- Bien, lo siguiente es --- Saca la botella y la toalla --- Una botella, ¡Mantenganse hidratados, es importante! --- Ordena como si fuera alguien con influencia --- Que bonito, al menos tendré cosas para estrenar cuando vuelva a entrenar --- Le sonríe a la cámara mientras habla y saca las coleteros, colocándolos uno en cada muñeca --- Bonito ¿Huh? Nunca vienen mal y siempre se me terminan rompiendo --- Explica extendiendo ambas manos para observar bien los colores. El manager le avisa que debe terminar y no reacciona ante ello, simplemente vuelve a la cámara -- Y eso fue todo, muchas gracias Tomie-ssi por estos hermosos presentes --- Sonríe nuevamente pero de forma más amplia y suspira --- ¡Adiós! --- Saluda hasta que corta la trasmisión. 
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madamemoonlaveau · 4 years ago
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𝐹𝑖𝑐𝘩𝑎 𝑑𝑒 𝑖𝑛𝑔𝑟𝑒𝑠𝑜 𝑀𝐺𝐶.-
𝐼𝓃𝒻𝑜𝓇𝓂𝒶𝒸𝒾𝑜́𝓃 𝐵𝒶́𝓈𝒾𝒸𝒶.
-Nombre del personaje: Luna Laveau.
-Apodo(s): Moon, Moonie, Lu.
-Edad: 25 años.
-Lugar de Nacimiento: Lyon, Francia.
-Orientación Sexual: Heterosexual.
-Estado civil: Soltera.
𝒞𝓊𝒶𝓁𝒾𝒹𝒶𝒹𝑒𝓈 𝓎 𝓅𝑜𝓈𝑒𝓈𝒾𝑜𝓃𝑒𝓈 𝓂𝒶́𝑔𝒾𝒸𝒶𝓈.
-Perfil mágico: Hechizera.
-Estatus de Sangre: Sangre pura, hija de mortífago y hechicera.
-Profesión y empleo: Docente de Encantamientos; dentro de la experiencia laboral comenzó como tutora de encantamientos para sus compañeros de cursos menores cuando estaba cursando 5to año de enseñanza mágica. Tras graduarse y gracias a las recomendaciones de Madame Maxime, logró entrar a la Escuela de Encantamientos, en donde pudo desarrollarse como ayudante y posterior a dos años como docente para menores con alto potencial previo al ingreso a una escuela mágica.
-Formación académica: Academia de magia Beauxbatons. Escuela de Encantamientos posterior a su graduación.
- Varita: Madera de avellano, núcleo de pluma de fénix, longitud de 11 ¾, gran flexibilidad.
- Patronus: León.
-Boggart: La imagen de su madre suicidándose.
𝐼𝓃𝒻𝑜𝓇𝓂𝒶𝒸𝒾𝑜́𝓃 𝒞𝑜𝓂𝓅𝓁𝑒𝓂𝑒𝓃𝓉𝒶𝓇𝒾𝒶 𝒹𝑒𝓁 𝒫𝑒𝓇𝓈𝑜𝓃𝒶𝒿𝑒:
- Gustos: Café, cosas dulces, el orden y la disciplina, el color azul y el invierno.
- Disgustos: Mentiras, irresponsabilidad, atrasos.
-Mascotas: Gato negro llamado Hades.
-Familiares: Medio hermano mayor muggle.
𝒟𝒾𝓂𝑒𝓃𝓈𝒾𝑜𝓃𝑒𝓈 𝒹𝑒𝓁 𝒫𝑒𝓇𝓈𝑜𝓃𝒶𝒿𝑒.
- Características Físicas:
Tez blanca que se torna pálida en los días nublados, altura de 1.70, cabello largo y castaño hasta más abajo de los hombros, apariencia asiática debido a los genes de su padre, delgada, de aspecto severo y elegante, tiende a pronunciar la letra R un poco más de lo normal debido a su acento francés, suele ir siempre con un coletero en la muñeca puesto que para dar clases se ata el cabello y para andar por los terrenos del castillo y su oficina lo lleva suelto.
-Características Psicológicas:
Luna es una mujer tranquila, amante de su trabajo y de la disciplina, no le gustan las personas irresponsables y es por ello que es totalmente severa con sus alumnos, pero eso no quita que sea alguien altamente sensible, comprensiva y bondadosa. Siempre buscara ayudar al resto lo cual es extraño debido a su apariencia seria y hostil, muy rara vez se la ve sonriendo, pero cuando lo hace hasta sus ojos toman un brillo especial.
-Características Sociológicas:
Luna, hija de Elena Laveau y ex estudiante de Beauxbatons, nacida en la ciudad de Lyon tras un amorío prohibido entre su madre y un mortífago, desde pequeña demostró real interés en la magia que su madre practicaba en casa, con tan solo 3 años aprendió a leer y lo primero que sus ojos absorbieron fueron los libros de estudio de su madre. Poco a poco se fue adentrando en el mundo de la magia y fue la niña más feliz cuando recibió aquella carta que le indicaba había sido admitida en la academia de magia de Francia. Ella y su madre estaban totalmente contentas, no así su padrastro, un muggle que además de ser policía tenía un hijo, quien se convertiría en el medio hermano de Luna.
La pequeña había mostrado grandes habilidades para el manejo adecuado de la magia, obteniendo un Sobresaliente en los exámenes TIMO; Madame Maxime quien era la directora de la academia mágica durante los años de estudio de la chica le tomo especial atención y cariño convirtiéndose prácticamente en su madrina, pues fue la semi giganta quien la instó a estudiar aún más y especializarse en la docencia, recomendando la para formar parte de la Escuela de Encantamientos en Reino Unido, por esta razón y tras un tormentoso amor con un muggle es que dejó su tierra natal, su amada Francia para establecerse en un país desconocido pero acogedor.
-Atributos:
Fuerza: 3/10
Constitución: 3/10
Destreza: 4/10
Inteligencia: 4/10
Sabiduría: 4/10
Carisma: 4/10
𝒪𝐹𝐹 𝑅𝑜𝓁.
-Face Claim: Kim Doyeon.
-Agrupación o profesión del artista: Idol, integrante del girl group ''Weki Meki''
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esinfranqueable · 8 years ago
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texto historia 4 (borrador)
Algún día seremos viejos
1.
Descubrí que vivías en el vecindario un poco después de que muriera Ramón. Ya han pasado dos años de eso. Antes Ramón se empeñaba en que fuéramos siempre por la puerta principal, aunque tuviera escaleras. Decía, “si somos dos no podemos caernos”, y me recordaba que cuando éramos jóvenes yo siempre quería ir por los caminos más difíciles. Que nunca cruzaba la carretera por el paso de cebra. Que siempre pasaba por donde no era si el camino era más corto. Además, decía, es más bonita la salida de la escalera, y nosotros siempre hemos sabido apreciar las cosas bonitas.
Cuando comencé a salir después de que se fuera siempre iba por la salida para carritos de bebé y sillas de ruedas. Me aferraba a la barandilla negra hasta que me dolía el espacio entre los dedos y el pulgar, tambaleándome. Daba todo el rodeo al edificio de enfrente para llegar a la panadería porque más llano y accesible. Por el camino, gente que corría y otros como yo.
Tú salías de otro de los portales. Bajabas también de forma insegura, llevabas un bastón y a nadie del brazo. No te dije nada y no sé si tú me viste. No sé si me hubieras reconocido.
(en esta sección irá un DNI, la fotografía de dos ancianos paseando que metí ya en un fanzine y la carta que deje la persona anterior)
2.
Saltábamos las baldosas de dos en dos porque no queríamos pisar lo rojo, y míranos ahora. Cómo de trabajada está nuestra torpeza. Ese goce inesperado que encuentra mi mano en temblar, en no estarse quieta. Por eso ya no mando cartas. Me tiembla demasiado la mano, y no puedo evitar verla todo el rato. Detesto mis manos. Manos de vieja, venas sorpresa, uñas agrietadas ocultadas bajo el suplicio de la manicura. A veces creo que sigo perpetrádome esos dolores cotidianos para olvidarme de otros más profundos. O a lo mejor sólo pretendo que hay cosas que siguen siendo importantes. Me pregunto si tú harás lo mismo. Me imagino que si. Todos los viejos se parecen demasiado
Esta mañana he encontrado una carta en el suelo. Había pasado ya por delante de tu portal. Iba metida en un sobre azul. He dudado de si merecía la pena agacharse a recogerla: así me siento de inútil y de débil. Antes nunca hubiera vacilado ante la posibilidad de lo inesperado. Ahora sólo soy capaz de temblar. De su contenido no he comprendido nada. No estaba destinada para mí, y algo en la forma en la que las palabras estaban escritas me ha hecho pensar que en realidad no estaba destinada a nadie. Sin embargo he entendido lo esencial. En cierto modo es algo similar a lo que me pasa a mí.
Me ha dado ganas de escribirte, de preguntarte. Primero he pensado en algo sencillo: una nota, un cómo estás. Luego he pensado que tal vez sería mejor simplemente saludarte cuando nos cruzáramos en el patio, o en la farmacia, ¿por qué no lo he hecho antes? Y, ¿por qué no lo has hecho tú? ¿No me has reconocido o no has querido reconocerme?
Estas cavilaciones me quitan demasiada energía. Imaginarme a mí misma arrastrándome hacia ti, vestida con las sobras de todos mis frascos de perfume semivacíos, tratando de coincidir contigo de camino a la panadería a por el pan: qué vergüenza. Será mejor que te escriba y aproveche un paseo hacia la basura para dejarla en tu buzón. O no. No sé si llegaré a hacerlo. Tal vez sólo es una excusa para que la tarde se haga más corta.
(esta sección incluirá una fotografía de unas manos y algunas notas escritas con trazo tembloroso. El contenido de las notas cambiará –al final te explico como–. También habrá una fotografía infantil y elementos propios de hacerse la manicura y un informe médico con un pastillero)
3.
Teníamos nueve años y los dos vivíamos en otra parte de la ciudad. Nuestros padres se llevaban bien y teníamos cierto beneplácito para hacer locuras hasta las ocho y media de la tarde.
Estirábamos los límites al máximo porque ignorábamos la capacidad que tienen las cosas para desmoronarse. Creíamos en el sudor, los balones de plástico y los zapatos gastados. No terminábamos de creer en que algún día seríamos viejos.
A veces yo jugaba a hacerme la niña. Todavía no era ni adolescente pero ya intuía que mi vida iba a tener mucho que ver con faldas y trenzas bien hechas. Tú te burlabas de mí, pero en el fondo te gustaba, Quizá tú también intuías algo. Pero esos juegos terminaban pronto, y de repente, zas, estábamos cruzando unos cuantos límites en bicicleta, o con los zapatos llenos de arena.
Los relojes a favor y nosotros sin enterarnos de nada. O tú sí, tal vez tú te enterabas de algo. Me agarrabas de la espalda con fuerza incluso cuando hacía mucho calor y yo gritaba “¡quita!, ¡quita!” Me decías que cuando fueras mayor y rico te pondrías una tienda como la de Javi, el de los helados, y me regalarías todas las chucherías que quisiera, y bol��grafos de colores. Yo te daba besos babosos en la mejilla hasta que un día, para vengarte, escupiste dentro en mi vaso.
No estoy del todo segura de cómo te llegaste a ir. Sé que me regalaste una pulsera de hilo rosa que había hecho tu hermana la grande. Más tarde supe de ti por mis padres, e incluso puede que nos viéramos algún otro verano.
Una vez tenía dieciséis años y vi una fotografía tuya en una reunión de amigos de mis padres. Me pareciste a la vez guapo y decepcionante. Quise levantarme e ir a buscarte como si intuyera que alguna vez íbamos a ser demasiado mayores para contarnos historias.
No lo hice.
A mis treinta y uno mi madre me enseñó una fotografía tuya en el periódico: habías publicado un libro sobre cuestiones importantes. Me preguntó si te reconocía y yo dije que sí, pero no sé si era cierto. Salías con una mujer rubia que miraba hacia otra parte y algo en todo eso me pareció muy triste.
Publicaste alguna otra cosa, pero no salió en ningún periódico. Haciéndome la tonta, miraba con descuido tu retrato en las contraportadas de tus nuevos libros.
Nunca compré ninguno, pero ese día te reconocí.
(En esta sección habrá un informe médico contrastando con el anterior, pues será una fractura de muñeca de infancia. En general, habrá elementos de infancia, coleteros, juguetes, etcétera. También las fotografías que ella vio de él y el recorte de periódico. En algunos casos estarán escritas por la parte de atrás).
4.
Cada día es como crear una montaña y morir subiendo la cuesta. Mi hija me llama los miercoles y su hermano los fines de semana, depende de qué día tiene los niños.
Hoy es viernes. Fracciono el día en partes iguales que conquisto con esfuerzo.
Hago la compra en dosis pequeñas para tener algo que hacer al día siguiente, aunque me duelan los huesos cada vez que tengo que subir o bajar las escaleras.
Antes jugaba a escuchar la voz de Ramón en todas partes. Sentía su claridad en cada rincón de la casa. Me decía “ni se te ocurra saltarte hoy la comida”, como cuando éramos jóvenes y yo pasaba los días comida con la angustia y el estómago cerrado. Me recriminaba si se acumulan demasiadas tazas en la mesilla de noche, si me ponía los calcetines desparejados.
No era tan idiota como para seguir peinándome por si acaso él me veía desde alguna parte: apenas usaba el espejo.
Cuando os vi a ti y a tu bastón aquel día, otra vez, pensé en que tu forma de moverte era la misma que tenías de niño, pero descompuesta: los gestos más lentos, más arduos, por partes. La mujer rubia no estaba. Hicimos juntos el camino hasta la panadería pero ibas tres pasos por detrás, así que yo llegué antes. Dije: una barra, y luego hice tiempo mirando los dulces para ver que pedías tú.
Una baguette. Podríamos alternar cada día, pensé, y acto seguido me sentí culpable, ridícula por pensar en eso.
Me pasé todo el camino de vuelta tratando de adivinar el material de tu bastón.
(Elementos de su vida con hijos y nietos, en cantidad variable según lo explicado al final. Muchos tickets de compras pequeñas en días consecutivos.)
5.
Llamábamos aburrimiento al cansancio porque vejez es una palabra muy fea. Ya no estaban permitidas todas las películas y algunos libros nos daban mucha pena. No podíamos jugar a planear los futuros, así que Ramón dijo que podíamos jugar a adivinarlos. El juego no terminaba de tener gracia porque no podíamos saber quién de los dos acertaba, pero si se lo decía me llamaba “señorita quejica”, yo lo traducía en mi cabeza por “vieja gruñona”, y me echaba a llorar.
Ramón me empez�� a acompañar a casa todas las noches que salíamos los compañeros de instituto. A mi madre le encantaba, a mí no siempre. Ya entonces discutíamos demasiado y él no sabía qué hacer para que yo dejara de gruñir o llorar. Hacía cosas como enfadarme y tirar lo que estuviese encima de la mesa, o marcharme corriendo a casa, andando con brío mientras él me preguntaba qué me pasaba. Cuando me besó por primera vez, fue discutiendo, y dijo que habíamos encontrado la manera de callarnos mutuamente.
También hacíamos cosas como compartir helados o ver películas y comentarlas durante horas, o fingir que yo le retenía a la fuerza cuando él se tenía que ir a clase. Leíamos con las piernas entrelazadas y compartíamos todo en los restaurantes, aunque siempre saliera perdiendo porque escogía yo todos los platos. Siempre le regalaba libros, pero yo me los leía antes de dárselos. Me decía que era “una indecencia”, pero en su voz había sonrisa.
Sabía calmarme cuando yo sólo quería llorar como si hubiera una cámara de televisión grabándome.
En privado, cambiábamos el género y el número a las palabras siguiendo ciertas reglas que hacían que todo lo que decíamos sonara ridículo.
Sé lo que pensaría ahora, sobre ti: me diría que me acercarse, que te hablara. Me recordaría que era valiente, y una cabezota. Siempre fue consciente de que tenía mis pliegues, mis secretos. Nunca le molestaba ninguno de mis egoísmos, ni siquiera los realmente ruines, y tal vez por eso los cometía sin ningún tipo de cuidado, sin miedo a la desfachatez. Hacía apología de la injusticia consciente o inconscientemente, y él nunca se quejaba, a pesar de que lo sabía todo.
En general, se trataba de que yo estuviera en calma. De que yo fuese feliz.
(Fotografías de parejas, notas de regalos, etcétera. Explico al final)
6.
Y si ahora todas las distancias son demasiado grandes qué. De la mesa a la nevera si me he dejado dentro la salsa. Del rellano al ascensor. Del autobús a la acera. Si ya no hay nadie que vaya a levantarse a traerme un vaso de agua a la cama cuando es de noche, y estoy tan cansada y ya me he tapado del todo. Si el mercado parece estar cada vez más lejos, o la casa de mis hijos, o Zaragoza. Y ahora qué, si me siento a escribir y me tiembla la mano, y, y, y, y qué. Si ya no tengo a quien llamar un viernes y tengo que poner muy alta la radio. Si ya no hay nadie que le importe que en las mesas de la casa haya más tazas de las que pueda usarse.
Pienso en la carta que encontré junto a tu casa y juego a imaginar que tal vez tenías algo que ver con lo que había escrito. Hago asociaciones. Invento historias, eventos importantes por los que alguna vez has pasado. Pienso en la mujer rubia, que no miraba a la cámara y me imagino que te escribo entonces, que te digo, hola, soy Tina, tu compañera de patio, ¿te acuerdas? Pinto nuestra relación clandestina por los años en los que trabajé, parí, se murió mi madre. Sustituyo a Ramón en algunas fotos importantes mientras continúa el juego, y luego todo me hace sentir ganas de llorar. A veces, en la historia, yo misma soy rubia. Ahora lo que soy es terriblemente ruin. Me pregunto siquiera si te acordarás de esa niña: no me has reconocido. Me planteo entonces, angustiada, si querría acaso que me reconocieras tal y como soy ahora, vieja y fea.
Si tengo la intuición de que te voy a ver, me visto con la camisa verde de gasa que me regaló Ramón en mi último cumpleaños juntos. Dijo “el verde es tu color”, y yo me reí de él con algo de crueldad. Qué tontería. Le dije que una vieja ya no tenía “un color” y traté de hacerle sentir ridículo por haber dicho esa frase. Le reproché que una blusa blanca hubiera combinado mucho mejor con todo. Él me recordó que el blanco daba mucho miedo. Sólo me la puse una vez, en el hospital, pero todo eso le hizo tremendamente feliz.
(Notas de medidas de objetos y distancias escritas con manos temblorosas. Fotos de su historia con la cara de Ramón tachada. Camisa verde y la nota que le acompañaba. Fragmentos e Beckett y Celan sobre el blanco).
7.
Aún estábamos saliendo, teníamos veintitrés años, y Ramón me dijo “no quiero ni imaginarme cómo me sentiré cuando se mueran mis padres”. Yo le respondí que eso le pasaría con todo el mundo al que quisiera, y él me dijo que no. Añadió, “no sé si "todo el mundo” va a seguir siendo importante cuando eso pase". Yo me enfadé por eso y pasamos la tarde de morros.
Un día, años más tarde, me dijo que no podía imaginarse el día en el que muriera. Me dijo, “eres demasiado cabezota para morir”, y, “seguro que apañas algo”. Cuando estábamos en el hospital no podía dejar de recordar ese momento una y otra vez, pero no conseguía acordarme de cómo había sido la muerte de tus padres. De hecho, no me acordaba de cómo había sido ninguna muerte. ¿Murió la mujer rubia? ¿Hoy es ya miércoles? ¿Por qué Ángel no llamó este fin de semana? Debería bajar a por el pan, pero hoy me dan mucho miedo las escaleras y tengo el pulso más y más vacilante. Me recuerda que ya no hay nada que se interpone entre yo y misma y mi forma de temblar. Debería bajar a por el pan porque ayer no bajaste, ni anteayer tampoco, y no puedes tener tanto pan congelado, ¿verdad?
Extrañamente, no me cuesta demasiado imaginar el día de tu muerte, y yo viudita a tu lado, rodeada de tus amigos escritores. Qué cosa más rara esa, y qué extrañas y súbitas mis manos delante de mí, dispuestas a girar el pomo, a abrir la puerta. Qué extrañas mis manos y no, a la vez. Qué necesidad esta la de salir a ningún sitio, o de moverse.
El sobre azul está en el revistero, no tenía remite, ni remitente. Pienso que tal vez debería escribir algo. Guardar la carta en una enciclopedia y meter la mía en el sobre. La mía en el sobre y entonces qué.
(Sobre azul vacío para que escribas. Notas sobre cómo murió Ramón. Una esquela.)
  Sobre cómo se alteran las historias
La idea es que el lector pueda sacar al menos tres historias diferentes según la disposición de los materiales. La primera es que a quien ella quiere realmente escribir es a Ramón. La segunda, al otro hombre que ahora es su vecino. La tercera a sus hijos. Esto se consigue alterando los elementos (por ejemplo las fotos en tres sobre el hombre, si están anotadas, tendrán un mayor contenido emocional, si las de cuatro son muy abundantes o muestran que los hijos venían antes más a menudo, o algún pequeñp conflicto apoyarán esa versión, si las fotos de pareja con Ramón son bonitas irán más para ahí…) Qué se mide en las medidas de seis. Que enfermedades tiene ella (podría jugarse con meros achaques físicos o con algo como alzheimer), o tuvo Ramón. Todos esos cambios son relevantes, de todas formas, no quiero que sea algo concluyente y quizá los mezcle azarosamente (supongo que hay un poco de las tres).
La esquela del final, en esa línea, podría ser la de Ramón, la del hombre, o la de la protagonista.
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