#ʰᵒʷ ᵈⁱᵈ ⁱᵗ ᵉⁿᵈ? ୨୧ ft. grenfrow.
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"¿Yo?" pregunta, cierta gracia envolviendo sus palabras, sus desgracias usualmente las tomaba como chiste pero hasta ella estaba un poco agotada. "Digamos que caminar duele como el demonio y aparte, tengo raspones por todo el cuerpo, pero ¿y tú?" Arquea una ceja, notando su propio ritmo pausado y las marcas de cansancio en él. Se siente culpable al hacerlo caminar, considerando que la mayoría estaba en mal estado. "No tenías que venir, pude ir hacia ti... Disculpa." Cassandra acepta el fuego con una leve inclinación de cabeza, aunque mantener el equilibrio en las muletas le exige un esfuerzo constante. Toma una calada lenta, dejando que el humo escape con un suspiro que mezcla dolor y cansancio. "Mucho gusto, Gael." responde, permitiéndose una sonrisa pequeña mientras lo observa. Su tono tiene esa mezcla de dulzura y fortaleza que la caracteriza, aunque está claro que está agotada. "Ya sabes que me llamo Cassandra pero puedes decirme Cassie también, o Cass, como prefieras." hace una pausa, sus ojos viajan por la figura del hombre.
—Eso me dije yo. —Suelta, serio, aunque en realidad juega. En lo que le dure este tabaco, no se tomará nada en serio, ni siquiera los alaridos en la lejanía: que la nicotina lo salve por cinco minutos. Luego podrá lamentarse por no haber atendido los llamados de su madre las últimas dos semanas, ignorándola incluso cuando tenía el teléfono en la mano. Desvía la vista de la contraria, la recuerda bien, descubre que todavía hay lugar para los nervios que no tienen que ver con operar armas ni con buscar suministros, y se fija en la lumbre rojiza de su cigarro. Luego se lo lleva a los labios e inspira. — ¿Te lastimaste mucho? —Pregunta justo al tiempo en que ella continúa, pidiéndole fuego. Él asiente con la cabeza, rebuscando en los bolsillos del pantalón de jean para sustraer el mecho plástico que trae, ese que está quedándose ya sin gas. Como la vez anterior, lo enciende para ella, acercándose primero un par de pasos (va más lento de lo que le gustaría pues duele incluso el respirar, pero llega). Suelta una de sus sonrisas que es más bien un fruncir de labios. —Me llamo Gael. Pregunté tu nombre la otra vez, pero no te dije el mío.
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Cassandra soltó una breve risa ante el comentario, aceptando la llama del encendedor sin que sus dedos lo tocaran. "Que feo empezar con tanta desconfianza." contesta con gracia mientras se inclina levemente, encendiendo su cigarrillo y luego exhaló el humo en un suspiro satisfecho, el fumar daba un alivio en una noche tan ocupada y fría como esa. "Supongo que prefiero un ambiente relajado para fumar..." Lo miró con una sonrisa ladeada, como si estuviera por revelar un secreto. "Pero, puedo decir que no me molesta compartir con alguien que parece ser interesante." dejó que el comentario flotara un segundo antes de sonreír más ampliamente, echando una mirada cómplice al masculino. Estaba realmente cansada de cuidar de alguien más esa noche, ahora sólo quería relajarse.
Contraria es tan hermosa que Gael se queda tildado un momento y se olvida de su mantra de siempre, que es el nunca compartir cigarrillos y siempre evitarse la charla casual. Sin embargo, ella muestra su propio atado, por lo que la sonrisa que nace es sincera. —Así que no eres fumadora social. —A diferencia de los demás, aparentemente. Ya se está quedando sin tabaco. Acto siguiente, ofrece el mechero plástico, encendiendo su lumbre y acercándola al cigarrillo ajeno. —No lo dejaré en tus manos—dice, hablando del encendedor. —, no es personal, siempre me lo pierden.
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Cassandra era una mujer paciente, de verdad, pero aquella anciana que le había tocado cuidar esa noche estaba probando ser mucho más complicada de lo que tenía previsto, por lo que en cuanto pudo tomarse un descanso, decidió hacerlo. La terraza parecía el sitio ideal, alejado y muchísimo más callado, pensaría que encontraría el lugar solo pero tampoco le molestaba la compañía. Cassandra suelta una risita suave al escuchar las palabras ajenas, su sonrisa siempre adornando el rostro de la mexicana. "Las primeras dos." responde con cierta gracia, sacando de su pequeño bolso su cajetilla, tomando uno y llevándolo a sus labios. "¿Me prestas tu mechero?"
TERRAZA. Busca separarse del bullicio y de los acompañantes, queriendo estirar un poco las piernas, una vez que llega a la azotea. Se enciende un cigarro, fuma un rato, observa las flores y luego capta a alguien con la mirada. Se siente un poco huraño, como siempre, pero extiende algo parecido a una sonrisa (esbozo de labios fruncidos y una arruga en el entrecejo) en lo que dice: — ¿Buscabas aire? ¿O querías un cigarro? ¿O acaso quieres decirme que aleje el humo de ti?
#ʰᵒʷ ᵈⁱᵈ ⁱᵗ ᵉⁿᵈ? ୨୧ convo.#ʰᵒʷ ᵈⁱᵈ ⁱᵗ ᵉⁿᵈ? ୨୧ ft. grenfrow.#no recuerdo si había algo aquí pero hiii
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Cassandra escucha con una sonrisa cómplice mientras le da otra calada a su cigarrillo. La broma sobre los encendedores le arranca una risa breve; lo imaginó guardando encendedores en algún rincón, como un tesoro perdido que rara vez se recupera. Al final, no importa cuántos tenga uno, siempre se extravían en el momento menos esperado. "Hey, a lo mejor era yo la indicada para devolverte la confianza, tal vez jamás rompería tu corazón al perderte tu encendedor.” se permite seguir la broma, rodando los ojos ante lo absurdo de sus propias palabras. Pero hablando un poco más enserio, con lo distraída que podía ser, probablemente el masculino había tomado una buena decisión al no entregárselo directamente, por lo que no se quejaba.
La mexicana lo observa, y, cuando él admite que esta vez no le molesta compartir el momento, algo en su interior se anima a jugar un poco. con su propia sonrisa, ligeramente coqueta, le sostiene la mirada por un instante. “Bueno, tomaré en cuenta lo afortunada que soy al poder estar en tu presencia en estos momentos, entonces." responde con gracia mientras que se lleva el cigarro a los labios, sin apartar la mirada, juguetona. Dio una calada y soltó el humo con un suspiro suave, disfrutando del alivio casi meditativo de ese pequeño ritual. Gael la hizo sonreír un poco más al ver su curiosidad por las estrellas, y miró hacia el cielo ella misma, compartiendo por unos instantes ese paisaje inmenso que no se cansaba de admirar. “Es verdad, se ven casi como en un planetario,” dijo suavemente, con un tono reflexivo, de pequeña aprendió bastante de las estrellas, trabajó mucho tiempo rodeada de la naturaleza así que naturalmente le agarró una fascinación. "¡Ah, disculpa! No me presenté, soy Cassandra ¿y tú?"
—Pf, lo sé. Demuestra cuánto me han lastimado en materia de robo de encendedores. —Juega, más que nada, porque no se toma en serio el comentario ajeno, y la escucha suspirar ante el alivio del cigarrillo y le causa gracia, le agrada, es el mismo suspiro que lanza él por las mañanas, cuando fuma luego del desayuno y la ducha. Observa su propio cigarrillo antes de llevárselo a los labios, la oye pronunciar lo siguiente y levanta los ojos justo para verla sonreír. Le corresponde el gesto, seguramente sin la mitad de atractivo, lo cual no le molesta: nunca se ha considerado especialmente guapo, tampoco realmente interesante. Es, y de esto está convencido, tan sólo un hombre más. Uno que se esfuerza bastante en no serlo (en no decantar por la ira, por la desinhibición, por la frustración típica), pero un hombre más, con pesadillas comunes y acciones que, al conocerlo, se tornan predecibles. No se cree especial ni por la historia trágica de vida ni por la tensión que ejerce el mundo contra sí. —Normalmente te diría que a mí sí—trina una risa entre dientes, breve y baja, acaso fuese un chiste modestamente divertido. —, pero esta vez no es el caso. —Un poco oxidado, a lo mejor, en materia de cumplidos y verdades, Gael se lleva el cigarrillo otra vez a los labios y vuelve a fumar. Se queda en silencio un par de segundos, entonces, desviando la vista de ella al cigarrillo que consume y luego se acomoda mejor contra el barandal, observando el paisaje oscuro por la noche y luego el cielo. —Es loco—comenta entonces—, nunca vi tantas estrellas juntas. —Le gustan, una lástima no poder reconocer ninguna más que la Osa Mayor. —Tampoco vine nunca a una casa tan grande. —Y menos, ha estado tan lejos de su casa en la vida. A eso no lo dice, pero disfruta pensarlo un momento. — ¿Cómo te llamas?
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Se apoya en una de las paredes del refugio, su pierna aún sensible, pero el dolor es manejable. Observa a Gael y su mirada se suaviza un poco, el cansancio marcado en sus ojos, pero la actitud sigue siendo cálida. Su voz, algo rasposa por el cansancio, suena tranquilizadora. "Nos encontramos aquí por las mismas razones." responde Cassandra, su voz más calmada pero aún con el peso del cansancio, mientras sus ojos se suavizan al verlo, recordaba haber tenido una pequeña coqueta interacción con el masculino antes de todo el caos. "Con todo lo que ha pasado, sólo me queda fumar." No puede moverse mucho, con los raspones alrededor de su cuerpo y el desgarre que sufrió en la pierna, sus movimientos son limitados y todos apoyados por unas muletas que dejó a un lado suyo. "¿Tienes fuego? Siempre olvido el mío..." se quejó, mirándolo desde su lugar.
Todavía le quedan cigarros y se aleja de los demás vecinos para fumarse uno de los últimos. Está en eso, meditando abandonar el refugio en sí, muy a pesar de las heridas (la contusión, el cuerpo amoratado, el dolor en las costillas a cada movimiento), cuando escucha pasos. Al levantar la vista, exhalando del tabaco, observa a la persona y suelta: —En esta parte no hay alarmas de incendio—por si tiene miedo de que suenen por el humo del cigarro y que, por ende, alteren la poca calma o llame a los infectados—. ¿También escapas a pensar? En ese caso, no diré mas nada. —Trata de desviar la atención de su paquete de tabaco, no quiere convidar.
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