Escritor mal logrado y adolescente de alcohol empapado.
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Estrés.
Cuando estoy a punto de hacer algo y me llenan de explicaciones, instrucciones y demás cosas que nunca he preguntado, me estreso. No puedo, simplemente, no puedo. Mi cerebro se satura. ¿Cómo es que tenía que hacer esto? ¿En cinco minutos bajo el fuego, le retiró el agua hasta aquí y después que más? ¿Debía dar vuelta a la izquierda o seguir recto? Hacen algo que a primera vista parece simple, complicado.
Quizá por eso debería de dejar de escuchar a la gente. Espero que amarme no sea tan duro como me han contado.
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Este no es mi mes, me siento dejado hasta de mi mismo. Mi mejor amiga, la persona que más amo en este mundo, me dejó de hablar desde diciembre, tenia la esperanza de que en un mes estuviera hablando conmigo otra vez o por lo menos me escuchara, pero no.
Está bien, supongo, las personas tienen derecho a elegir quedarse o no contigo, pero pensé que tal amistad tan pura no moriría de un día para el otro.
Nota: duele más que cualquier abandono.
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Quisiera cambiar tantas cosas de mi que son imposibles de cambiar que simplemente me odio por no ser eso que quiero.
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Cuando te habíamos reservado una silla en navidad de nuevo, después de tanto tiempo, te vas otra vez.
Pero esta vez ya no vas a regresar.
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Recuerdo que de niño mi madre no quería que hablara pero tampoco quería que todo fuese silencio así que me mandaba a cantar, empezó con “la de las mochila azul, la de ojitos dormilones” y después mi abuela se encargó de enseñarme una que otra más. Algunas nanas se me quedaron pegadas “ese niño lindo que nació se día quiere que le lleven a comer sandía” y las cantaba cuando mi padre nos golpeaba. Después, mi Nana me enseñó a gritar, cada vez que la música diera pie, ahí, tomabas una gran bocanada y la soltabas en un grito que podía ser de alegria o desesperanza.
La música se volvió mi mejor compañía, mi confidente, mi mejor amiga. Me entendía con mi corazón partío cuando mi abuela partió porque “ahora quien me va a pedir que nunca la abandone, quien me tapara esta noche si hace frío” y me aliviaba el dolor de 20 golpes consecutivos al ritmo de una bulería.
Nunca nadie entendió porqué una canción significaba tanto, nunca nadie entendió que la música me destroza el alma y que por eso la tengo que cantar, para que no se me queden los pedacitos en la garganta.
Después de que cumplí los 13 el cantar se volvió complicado, el llanto se volvió un compás consecutivo del que no se podía escapar puesto que el silencio importaba más. El silencio importa más, e importará.
Salí adelante con mis canciones, con “una flor de bolsillo, marchita de buscar una mujer que me quiera” y una cara de que no importara cuantas personas me callaran yo seguiría el metrónomo o me deslizaría con gusto sobre la aguja. Sin embargo, nadie puede resistir toda una vida sintiéndose mal por expresarse, nadie puede soportar miles de frases de desparecio cuando intenta entenderse a sí mismo.
Ya no quiero cantar si cada vez que lo hago se me calla, si cada vez que lo hago molesto o se toma como si de la atención yo fuese un gandalla. Ya no quiero cantar porque nadie desea escucharme, así vaya pasando, así vaya conmigo, nadie quiere que le llene los oídos de mis “más pastillas para sobrevivir”.
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De tus caricias.
Tus manos por mi espalda
Siempre lastimaban mis cortadas alas,
Sus heridas aún abiertas
Sus cicatrices sobresalientes.
Nunca supe como parar dichas balas
Sin corromper el momento exacto
En donde tus miedos se iban
Haciendo que los míos se exhibieran.
Que tan débil soy
Como para acomodar mis plumas laceradas.
Ego.
Hoy extraño ese viaje entre el descanso pasional
Y las caricias intimistas,
Entre tu mirada que me daba al mar
Y tus sonrisas que me daban el aire
Suficiente para convertirme en brisa,
Olvidar mi cuerpo por un momento entre el incienso
Y sacar a pasear mis lúgubres talentos
Para dejarte ver incluso mis defectos,
Mis inconmensurables destellos
De odio al templo que algún día
Quise quemar hasta los cimientos.
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Que tan grandes son tus olas
Que me revuelcan entre la arena
Me llenan de calor
Y me saben a pura gloria
Que tan grande es tu costa
Que ni aun con tanto tiempo recorriéndola
He visto nada de lo que en verdad esconde
Odio que tengas tanta fuerza
Como para arrastrarme al mismo lugar de siempre
Donde mis pies ya se marcaron en la arena
Donde la marea tantas veces me ha deshecho mis pensamientos,
Mis ideas.
Odio que seas tan bella,
Odio que me tengas tomando sal y tragando pena
Pero te odio más porqué aún con mis castillos derrumbados incluso con tus propios vientos
Me dejas esperando a que me bañes otra vez de indiferencia
Mientras mi cuerpo se cocina con tus ojos, a medias.
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Subtítulos se necesitan para entender la vida,
No escucho casi nunca sus advertencias
Si es que las dice en algún punto.
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