#y otro me da cosa preguntarle porque no quiero parecer desesperado
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caramba-caramba · 4 months ago
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No quiero sonar como un suelto pero NECESITO BESAR A UN HOMBRE 😫😫😫 ha pasado mucho tiempo :'(
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headless-angel-writes · 4 years ago
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Besos sabor calabaza
Summary: Octubre, y lo que este otoñal mes proporciona, es el mejor mes para enamorarse. y nada como un mágico huerto de calabazas para que el romance surja 
Advertencias: Menciones mínimas de elementos de Wayward Son
Palabras: 1618
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                                      Baz               
Me había prometido a mi mismo jamás volver a poner  siquiera un pie sobre Estados Unidos otra vez. 
Después del fiasco que fue nuestra primera vista, no me quedaron ganas de regresar. Demasiados recuerdos amargos se relacionaban con el lugar como para pensarlo. Mi plan era, mientras me quedara vida, mantenerme lo más alejado posible de ese país maldito.
Y, sin embargo, aquí estoy, parado en un huerto de calabazas en algún punto de Omaha. Cómo dicen por allí: uno propone, Dios dispone, llega el diablo y todo lo descompone. 
Aunque, esta vez, todo es diferente. Ningún tipo de criatura nos persigue, Agatha no está secuestrada y Watford no es un caos. Sólo somos un grupo de amigos disfrutando de unas  vacaciones. Bien merecidas, por cierto. 
Algo que mejoró bastante después de nuestra primera vez aquí, fue la relación entre Snow y yo. Una vez que has chocado contra el fondo, lo único que queda es regresar a la cima…  lo cual requiere de paciencia, trabajo conjunto y de amor, por supuesto. 
Sacudo la cabeza para alejar de mi mente nuestras penas pasadas. De momento quiero ser sólo un veinteañero disfrutando un paseo con el amor de su vida. 
Snow habla, sacándome del trance. 
—Nunca antes había conocido un huerto así. 
Su voz suena alegre, infantil incluso. 
—Ni yo— admito —No se parecen nada a los que mi padre tiene. Más bien, es como Disneylandia de calabazas. 
Se ríe. Tiene su mirada de "¿Hablas en serio?"
—No puedo imaginarte trabajando en un huerto, Baz. 
—Pues deberías, los Grimm son granjeros. 
Lo cierto es que a mi pocas veces me dejan trabajar allí, gracias a Fiona. Ella no quiere desgraciar así el apellido Pitch. 
Me da un codazo, sabiendo lo anterior tan bien cómo yo, y continúa la conversación.
—Y jamás he visitado Disney.  Sólo llegué a verlo en los VHS de vacaciones que regalaban con las películas. En el orfanato, ya sabes. 
Lo sé. Duele pensar en su infancia. Rodeo su cintura con mi brazo, reconfortandolo. 
—Algún día, iremos juntos. 
Él gira la cabeza y me sonríe tímido. Caminamos hacia un puesto de palomitas, no tenemos prisa alguna. 
Pen, Shep y Aggie decidieron ir a un concierto. Si no estámos con ellos es porque Snow decidió que quería probar todas las botanas posibles. Especialmente, una Bomba de Calabaza que incluye pay, helado de vainilla y chocolate. 
Debería asquearme su apetito por los dulces; lo encuentro adorable. 
 Tengo mi mano izquierda sobre su espalda baja. La punta de mi meñique se cuela debajo de sus pantalones, sintiendo su piel tibia; sólo lo hago por coquetear con él. Snow no se queda atrás, su cola está envuelta desde mi muñeca hasta mi codo. 
Ignoro si él tiene control sobre esa parte de su anatomía o sólo actúa por instinto. No importa, ya que al final siempre termina buscandome. Es un contacto que me ayuda a poner los pies sobre la tierra. 
Real. El frío otoñal, los ruidos de gente pasando un momento agradable, el olor dulce a caramelo y la presencia cálida de Simon Snow a mi lado. Todo ello es real. 
—¿A dónde quieres ir ahora, amor?—pregunto.
—Al laberinto de Maíz. —dice, buscando con la mirada algún letrero que nos indique el camino. 
—Vamos a preguntarle a algún empleado. 
Solo damos unos cuantos pasos y nos topamos con dos trabajadores. Un alto chico rubio y una chica morena, también bastante alta.  Ambos van vestidos con camisas rojas a cuadros y overoles. 
—¿Podría decirme por favor cómo llegar al laberinto de maíz? —pregunta Snow, con una sonrisa amable. 
Él chico, cuya etiqueta pone Josiah, resplandece, como si esto fuese el objetivo de su vida. 
—Claro. Tienen que ir a… 
Nos dice una serie de instrucciones que memorizo de inmediato, le doy las gracias y guio a Snow. 
En cuestión de unos pocos minutos ya estamos en la entrada del laberinto. Como empieza a oscurecer, da un poco de miedo, aun si es irracional. 
Snow me toma de la mano, entrelazando nuestros dedos, y  es el primero en entrar. Siempre es el más valiente de los dos. Caminamos sin fijarnos mucho en el rumbo, solo disfrutando la compañía del otro. 
—¿Habías hecho esto antes? —me pregunta cortando el silencio. 
—No, es mi primera vez…  ¿Por qué la pregunta? 
Se encoge de hombros. 
—Sólo estaba pensando en que haremos si no podemos encontrar el final. 
Lo considero unos segundos. 
—Somos magos, solo será cuestión de un movimiento de la muñeca y ya. 
El precioso Simon Snow me mira como reproche. 
—Eso sería hacer trampa. 
Lo ignoro y sigo caminando. 
Llegamos a un callejón sin salida y siento a Snow temblar a mi lado. Sé que no está asustado, su ritmo cardíaco no indica ello. Voy a molestarlo un poco. 
Suelto su mano y me paro frente a él, asegurándome de resaltar mi altura superior. Ahora está confundido. Coloco un dedo bajo su mentón para hacerlo mirarme. 
—¿Tienes frío, mi niño?
Sus mejillas se llenan de arrebol de forma que me dan ganas de morderlas. 
Antes de que pueda contestarme, me quito mi bufanda azul, la bufanda de madre, y la acomodo alrededor de su cuello. No soy un santo y dejo que mis dedos toquen su piel por más tiempo del necesario. 
Cuándo la prenda está en su lugar, apoyo mis manos contra su pecho. Pareciera que su corazón quiere salirse y saltar a mi por como lo siento en mi palma. 
—Va bien con tus ojos, Simon.
Él sólo baja la mirada, casi tímido. 
                                    Simon
Ya he tenido suficiente. Baz ha estado jugando conmigo todo el día. Tocandome, acariciándome, y ahora diciéndome cosas dulces. 
Pero no me ha besado ni una sola vez. Y me empiezo a sentir desesperado. 
No voy a aceptar que me traten así. 
                                    Baz
Estamos parados en un rincón a media luz dentro de un laberinto de maíz. A solas. Snow está usando mi bufanda, temblando entre mis brazos y es mío. 
Quiero besarlo. Voy a besarlo ahora… 
Y, entonces, él me besa a mí. 
En un principio sólo pega sus labios a los míos y los mueve con cuidado. Es tierno y pareciera que no tiene prisa alguna. Sus manos están jalando mi cabello, y eso se siente fantástico. 
Bajo, lento y suave, mis manos por su pecho hasta dejarlas sobre su cintura. Aprieto y lo escucho soltar un jadeo. Es imposible tenerlo más cerca, pero de todos modos lo intento. 
Siento la tibia lengua de Snow rozando mis labios. Abro la boca y él aprovecha para profundizar nuestro beso. Mueve su mandíbula de la forma en que me enloquece, sus manos acarician mi cara. Para poder alcanzame bien, esta parado de puntas.
Toca mi paladar y se me sale un gemido. Siento cómo sonríe sobre mis labios.  Cuelo mis manos debajo de su camisa, él tiembla y jadea. 
 Estoy tentado a cargarlo y salir de aquí para buscar un lugar más privado cuando escucho pasos seguidos de alguien diciendo:
—Todos los años es lo mismo. 
Entre abro los ojos. Veo pasar corriendo a dos figuras uniformadas. Los empleados de antes. Quisiera sentir más vergüenza y pena por ellos; la boca de Simon está matando todo lo que intento pensar. 
Succiono su labio inferior una última vez antes de separarme. Ambos tenemos la respiración bastante agitada. Ni aún ahora me siento avergonzado. Sus manos me acarician la nuca. 
—Llevaba todo el día deseando esto. —dice suspirando. 
Su aliento me roza la cara. Pellizco una de sus mejillas, le doy un beso en el nacimiento del cabello. Sólo entonces me alejo con un paso. 
—Vamos, Simon…  aún debemos ir a buscar tu bomba de calabaza. 
Ante mis palabras sus ojos resplandecen. Siento una ola de cariño nacer en mi. Toma mi mano y me hace salir del callejón. 
—Salgamos de aquí. —Dice para luego concentrarse en buscar la salida.
Nos toma poco más de media hora llegar al final del laberinto, pues de vez en cuando nos detenemos para compartir algunos besos. Mis labios se sienten un poco entumecidos. Y no sólo por el frío. 
El área de conciertos y el local donde venden las Bombas están a muy poca distancia de la salida. Pago por sus golosinas, me he propuesto cumplir cada uno de sus caprichos, por más pequeños que sean. Me recargo en una barda, él se sienta sobre ella. Estamos esperando a que nuestros amigos salgan de su concierto.  Snow está tan contento comiendo que me da curiosidad.
—¿De verdad saben tan bien? —presunto.
—Mucho más que bien… ¿Te gustaría probarla, Baz?
Hay algo un poco coqueto en su voz. Interesante.
—Si, quiero.
Sonríe y sé que voy a tener problemas.
—Cierra los ojos y ven.
Asiento y me acerco a él. Efectivamente, soy recibido con el postre más exquisito de todo el mundo: los labios de Simon Snow. Me acomodo bien entre sus piernas. Cuando él abre la boca soy capaz de sentir la mezcla de sabores: realmente es deliciosa.  
Su lengua, usualmente cálida, se siente fría contra la mía. Es extraño pero muy placentero. disfruto de sus caricias un poco más antes de separarme de él. Snow me sigue, buscando continuar con el beso. Tomo su mentón en mi mano derecha. 
—Sabes a calabazas, Simon.
Él sólo se rie. Soy muy afortunado de estar vivo,  ambos lo somos.
Me abraza, escondiendo el rostro en mi cuello, me hace cosquillas. Correspondo rodeándolo con fuerza. Levantó la mirada y a lo lejos, alcanzo a notar a los empleados que nos ayudaron hace un rato. Ellos también están compartiendo un abrazo. Se ven lindos juntos.
Con el amor de mi vida entre los brazos, sonrío sinceramente por ellos. 
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¡Hola!
Hace poco leí la novela gráfica de Rainbow y me encantó la idea de ver a Simon y Baz en ese universo. Me parece adorable y aquí está este pequeño fic. Iba a publicarlo el 31 pero un Desmuerto y otras cosas se me cruzaron.
¿Qué tal su vida últimamente? ¿Cómo los trata la pandemia?Cuídense por favor
Gracias por leer~
Ciao!
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franklin-vinicio · 6 years ago
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Mi primera cita...
 Un chico romántico nunca olvida la primera vez que llega una chiquilla a escabullirse en el corazón de uno.
Aquella brillante y alumbrada tarde recuerdo olía a flores y el sonido de las hojas chocar entre sí, por raro que parezca recuerdo ese crepitante sonido de las hojas secas romperse al compás de mis pasos.
Ese día en el cole estuvo todo muy divertido, con mis amigos peleándose entre ellos y pateando la pelota. Como de costumbre, en aquellas soleadas tardes caminaba por el cole con mi amigo Daniel, molestando por ahí a cualquier niñato que me plantara la mirada y silbando atrevidamente a las chicas mayores que se veían lindas. Todo marchaba como un día ordinario en mi vida, cuando repentinamente en lo profundo de mi bolsillo empieza a temblar algo, me  asusté por un momento al ver un número DESCONOCIDO en la pantalla de mi móvil y la llamada entrante. Sin miedo y con la fuerte seguridad que me caracteriza respondo con seguridad.
 -¡Alooo!-  medio segundo después, una voz dulce y entusiasta me responde:
- ¡Holaaaa Vinny, no sabes quién soy, pero quiero que sepas que soy tu fan!-
¡Hay Dios mío, me congelo! Es una voz de soprano bellamente entonada y parece acariciar mis oídos con su frase como si la estuviera cantando. Pero la curiosidad puede conmigo. Camino dos pasos y miro a Daniel, que me planta la mirada en modo interrogatorio y con la cabeza asiente. Decido que soy muy fuerte y quiero llevarle el juego y le respondo: -¿Mi fan? ¿Es una broma o algo? ¡Porque yo conozco bien a mis fans, y tu voz no suena como si lo fueras!-
¿Qué acabo de decir? Eso sonó tan arrogante, para sorpresa mía escucho una dulce risa en el auricular. Sí, eso ha funcionado por el momento y ella responde entre risas. - No sabía que tenías tu propio club, pero créeme que esto es algo distinto...-
Ese silencio me hace sentir cosas, y su voz se ha tornado tan hermosa, estoy pensando en que responder cuando de súbito continúa diciendo:
-¡me gustaría verte, sé que me conoces pero quiero que sea una sorpresa!-
Lo pienso y siento que quizá sea una trampa, pero decidido a ir a la par con el juego, le digo con firmeza.
-¡Si nena! Pienso lo mismo, y si ya nos conocemos no habrá mayor misterio  -por un momento su voz se me hace tan familiar, suena como alguien que he visto - Dime entonces, señorita fantasma, ¿cómo será que nos veremos?
- Es una sorpresa! tengo algo que te va a gustar...-   Y clack! _LLAMADA FINALIZADA_ 
Me quedo parado con el móvil en mi mano, ¡qué descaro! ¿Me ha cortado? ¿Una chica me ha cortado la llamada? Estoy en shock cuando Daniel se acerca y me empuja...
- ¡hey, ya respira que solo ha sido una chica!-
¡Le miro con ganas de pegarle y porque aun no entiendo que es lo que ha sido eso! -¡Es que no ha sido solo una chica, Daniel, eso ha sido algo más!-
-¿algo más? jajajaja ¡Eso no ha sido nada!- me responde con sarcasmo.
Intento controlarme, pero algo dentro de mí se está alocando con gran fuerza, y no sé qué es eso... sé que Daniel no podrá entenderme, así que me voy corriendo hasta encontrar a  mi amiga “Ivonne”.  Una chica delgada, de aspecto juguetón y sonrisa contagiosa, ella que tiene la experiencia que yo como un chico de 12 aún no he tenido, ella lo sabe.
Puesto que me ha contado de sus novios y cosas que consiguen que me escandalice y siempre que lo hace me pongo rojo de nervios. Ella, que al mirarme, sabe que algo traigo solo sonríe. Se limita a escuchar todo lo que le digo y le agradezco que sea así, de pronto, que apenas y puede terminar de reírse mientras se agarra su estómago de la risa que le provoca mi historia. Y con gesto amigable toma mi mano y entre risas pero con un tono de seriedad me dice. 
 -tranquis mi Vinny, ya verás que será algo lindo, no te preocupes que algo sucederá, y pues si es que no es así, solo llama al 911-  Risas y más risas. Siempre me hace reír con algo...
- Jajajaja Gracias Ivonne, es que no aguanto esa sorpresa-  le digo un poco desesperado pero gracioso.
 Por el resto de la tarde no intento llamar al misterioso número, no lo intento, no quiero, me da miedo que sea algo que no espero, pero mi mente no me deja en paz. Sigo intentando reconocer esa voz, me suena, ¿pero dónde? Se siente raro, no puedo ni siquiera mirar a la pizarra, estoy tenso.  
¿Qué va a pasar? ¿Quién es la dueña de la voz misteriosa? ¿Acaso está en mi cole? Pienso en tantas cosas, pero lo medito también. Y recuerdo de películas los secuestros a niños de brillante hermosura, y pienso si no seré una próxima víctima de una de esas patrañas. Intento entretenerme cómo puedo, mi amigo Aldo me ha prestado su PSP, y me entretengo jugando como puedo, me divierten mucho los vídeo juegos, y cuando estoy a punto de terminar una brillante partida, empieza nuevamente ese temblor en mi bolsillo. Pauso lo más rápido que puedo y saco a toda prisa mi móvil y veo un mensaje. 
_NÚMERO DESCONOCIDO_
<Mi querido Vinny, tenemos una cita hoy...>
Me quedo viendo por largo rato la pantalla.  Con incredulidad me pongo a responder de inmediato. <Señorita fantasma, será mejor que no sea un juego> 
Le doy en enviar. 
Mi amigo Aldo que lo ha visto todo, con un rostro sombrío y lleno de curiosidad me pregunta por qué estoy tan inquieto.  -Una chica, mi amigo- veo que se pinta en su rostro un semblante pícaro y con sus puños me da unos ligeros golpecitos en  mis brazos, y con su sonrisa leona incapaz de contenerse me dice: -¡Vamos! ¡Que hoy será toda una tardecita!-
No le entiendo bien, total él siempre ha sido un poco raro, pero ha sido un buen amigo, y de cuando en cuando nos escapamos del cole para ir a jugar play, sé que es en buena onda, siempre me apoya  en toda locura que quiera hacer, y por más tonto que suene lo que le digo que haremos, el solo sonríe y no dice nada, pero lo hace, es divertido, siempre me cayeron bien la gente que no hace muchas preguntas...
Otro mensaje:
_NÚMERO DESCONOCIDO_
<Me gustan los juegos, de otro modo, ¿cómo nos divertiríamos?> Está bien, no aguanto más y llamo al misterioso número... Timbra una vez... dos veces...  tres...  -y luego-    beep... beep... beep... _LLAMADA FINALIZADA_
No me ha contestado, eso me enfurece.  Y lo intento nuevamente... dos... tres...  cinco veces, está bien no me ha respondido, quizá si tengo razón y es de mi cole, quizá ahora mismo está en clases... y decido responder en un mensaje. <Está bien querida señorita fantasma, y bien, dime algo,  para tu juego ¿hay algo que necesites?>
Le doy en enviar, y al instante recibo un mensaje.
_NÚMERO DESCONOCIDO_
<Si, necesito que hagas lo que yo te pida, así es el juego, ahora dime tú, aceptas jugar conmigo para conocerme>
Wau, esta chica si es interesante, pienso en que voy a responder y llega otro mensaje.    <No soy muy paciente, respóndeme> 
Hey, yo te he llamado varias veces y no me has contestado y esperas que te responda? Con la poca paciencia que me queda y con mi rostro pintado de emoción respondo... < Está bien, acepto, pero tú también deberás jugar a mi juego> Y lo envío.
Al instante llega un mensaje:  <Hey querido, te he dicho que me gustan los juegos> Leer eso me gusta, me emociona, no se qué sentir, siento que todas mis hormonas dentro de mi están en una gran batalla campal pululando por salir y explotar, un ligero cosquilleo se apodera de mis brazos y mi espalda, siento calor y se siente bien. Una hora después recibo su llamada, y de golpe siento eso que me ha gustado tanto.          -Hola Vinny, el juego es de la siguiente forma, te veo a las 5 pm en la puerta de la iglesia. Dime, mi querido Vinny, ¿lo has comprendido?-
Hipnotizado por aquella voz tan dulce e infantil, no lo pienso mucho y respondo. -Así será señorita fantasma-  escucho una risa juguetona y graciosa detrás del auricular, se escucha tan sexy esta mujer que no puedo esperar más, y con un entusiasmo y gracia que es típica de chicas juguetonas me responde con claridad.   
- Esooo! ¡Así me gusta, no puedo esperar que eso pase!- y se hecha a reír. 
-beep... beep... beep...-
¡Me ha cortado nuevamente la llamada! Me enojo y pateo una silla, y pienso qué será lo que está tramando. Me detengo a pensarlo por un momento y recuerdo que tengo que verle donde me ha dicho y recuerdo que debo estar ahí a las 5pm, y yo salgo del cole a las 6:30 pm, miro mi reloj y veo 4:12 pm.
¿Cómo voy a hacerlo? Me parece raro todo esto, y decido esperar. A las 4:30 me pongo mi mochila dispuesto a irme entre el cambio de hora. Nunca fui bueno para obedecer a mis profes, pero vaya que ellos me quieren tanto. Entonces salgo caminando dispuesto a irme, espero en la entrada del cole  unos minutos a que no haya nadie mirando y salgo caminando como si nada, sin más que la esperanza de conocer a la dueña de la voz fantasma. 
 Nada más ver la iglesia me lleno de miedo, pero continúo. Miro mi reloj 4:55, pienso en ir como hemos quedado y a las 5.00 puntual aparezco en la puerta, pero no veo a nadie, no hay nadie, me enojo, me desilusiono y pienso que efectivamente me han jugado una broma de mal gusto. Al instante mi móvil empieza a sonar y su voz me dice: -Sabía que llegarías, ahora dirígete hacia la cafetería del frente y sube al segundo piso... beep... beep... -  La llamada se corta otra vez, al parecer tiene por costumbre colgar las llamadas...
 Pido paciencia y voy  a la cafetería, entro y en seguida veo unas cuantas personas en las mesas, chicas y chicos conversando y comiendo alegremente. Nada más verlas ya me he memorizado la cara de todas ellas y sé que no conozco a ninguna, no como la chica fantasma, que  me ha dicho que me conoce.
Subo las escaleras hasta el segundo piso esperando encontrar alguien, y en medio de las escaleras recibo su llamada:  -Aló-    -Me gusta tu elegancia querido Vinny, quiero que te sientes en la mesa que da a la ventana- Intento preguntarle algo pero ya me ha cortado la llamada, intento no desesperarme y cuando he llegado al segundo piso de la cafetería veo que no hay nadie. Camino hasta la última mesa que da a la ventana y me siento a mirar si aparece alguien. Cuando de pronto llega la señora de la cafetería y pone dos tazas en la mesa y se esfuma por donde vino. Estoy pensando en las molestias que se tomó esta chica para poder verme, tanto que me siento halagado. 
En ese momento aparece un rostro conocido por en medio de las escaleras, con unos movimientos felinos y de delicada elegancia, la veo acercarse, con seguridad llega y clava en mi sus potentes ojos de color verde intenso, con un grácil movimiento me acaricia el rostro al mismo instante que deposita en mi mejilla un caluroso y largo beso con sus labios rojizos. Sin mediar palabra se sienta al lado mío, por un momento me quedo perdido mirando en sus profundos ojos verdes, intentando no perderme por siempre entre ellos, me toma la mano y con una bella sonrisa me dice con un hilo de voz, que por primera vez en mi vida me ha hecho sentir temor ante una hermosa chica:  
 -Al fin puedo verte, al fin en frente de ti-   el tacto de su suave  mano acariciando levemente la mía, era como una electrizante sensación que recorría todo mi cuerpo. En vano intenté parar el frenesí de los latidos de mi corazón, pero ahí estaba, bombeando a toda fuerza, intenté reponerme y mirándole fijamente a los ojos le digo.
-Vaya sorpresa… esto ha sido todo un número-
-¿Pero valió la pena?- me corta en seco a la espera de una respuesta.
-¡Pues eso está por verse Carolina!-
Carolina, una chica hermosa como un sol, de ojos intensamente segadores y de belleza inigualable, cuyos dorados rizos parecen tener su propia personalidad. A menudo nos vemos en reuniones familiares que los amigos de mis padres hacen, casi siempre ella pasa atareada ayudando en la cocina o cuchicheando con otras chicas de su edad que también llegan a esas reuniones, todo es genial. Siempre hay mucha comida y buen vino que mi papá utiliza para entonar mejor los pasillos y boleros que canta apasionado con su guitarra. En esas reuniones a mi mamá le gusta hacer que sus hijos participen de un número haciendo lo que sea, casi siempre me toca cantar y tocar la guitarra junto a mi hermanita menor. Y a esas niñas les gusta mucho lo que hacemos, luego salimos a jugar mientras nuestros padres se quedan sumergidos en conversas de sus años mozos.
-Sí, lo mismo digo, espero no me decepciones- me dice con algo de picardía.
Tan pronto nos echamos a reír y conversamos de cosas que nos divierten, el café sabe muy bien hoy, y los pastelitos de chocolate están exquisitos. No puedo apartar mis ojos de su carita tan guapa, me siento en sueño, ha sido tan genial dejar el cole por esta bella compañía, sus manos son tan suaves y todo ha estado genial, ha sido tan fácil ser yo mismo con esta chica, por qué no lo hicimos antes me preguntaba.
Entre risas y halagos, ella se acerca peligrosamente hacia mí y alargando su mano, pasa con delicadeza su dedo pulgar por el extremo de mis labios limpiándolos de chocolate que se ha quedado ahí por un rato. Wau eso se ha sentido tan bien, con mimo hago lo mismo y consiente del guantazo que me puedo ganar, me acerco hasta ella lo suficiente como para presionar sus hombros a los míos y juguetón le quito el chocolate que tiene en un extremo de los labios y en seguida me chupo el dedo. Intento no mirarle, me siento como un tonto haciendo cosas raras, con el rabillo del ojo veo que se ha sonrojado. Clavo mis ojos en ella y sacando el dedo de mi boca le sonrío graciosamente, y consigo que se ponga a reír. Oh por los cielos, se ve tan linda cuando ríe.
-Carolina, vámonos de aquí, hay un lugar que me gusta y quiero que lo veas-
No puedo esperar un no como respuesta, así que tomo su mano y salimos de la cafetería como dos chiquillos tomados de la mano, caminamos por un rato sintiendo el aire fresco de la tarde en nuestros rostros, montaña arriba ha sido fácil correr de su mano.
En cuanto llegamos, puedo ver en sus ojos su emoción y otra vez ahí su linda sonrisa deslumbrando mis ojos, me gusta verla así, estamos viendo la ciudad caída a nuestros pies y sentados en la hierba verde  de la montaña nos tomamos la mano, el sol se encuentra en frente de nosotros y está a punto de esconderse tras las nubes de color rojo que se ha pintado en el cielo, no puedo creerlo, el cielo está rojo anaranjado y el sol se está poniendo en frente de nosotros.
-Este es uno de mis lugares favoritos, aquí puedo sentir magia, y puedo ver la magia y la belleza en todo su esplendor- le digo mirándole fijamente.
-Esto es hermoso…- su voz se corta por un instante y clava sus intensos ojos verdes en mí.
No sé qué pensar, no sé qué hacer, solo sé que la distancia entre nosotros se está haciendo cada vez más corta, nos miramos fijamente y siento tantos nervios, como nunca he sentido, siento cosquillas en mi estómago y un hormigueo en mis piernas, no aguanto más. Me acerco a ella lo más que puedo o ella me permite, y ella hace lo mismo, en un momento que me pareció una eternidad cierro mis ojos. Y dulcemente toco sus rizos, estoy tan cerca de ella que su aroma se ha hecho tan embriagante, dulce, un  aroma dulce inunda mis  sentidos, ¿acaso ese aroma son frutos rojos?, pero no importa, su mano me toca dulcemente la mejilla, y sin pensarlo le doy un dulce beso en sus labios, como si apenas los rozara.
Me quedo ahí plantado sintiendo lo suave de sus labios, oh por Dios ¿qué estoy haciendo? Esto se siente tan bien. Me alejo un poco y al abrir mis ojos la veo ahí con sus ojos cerrados como levitando en el sol, esta vez es ella quien lo hace, me sujeta suavemente de la barbilla y me besa, no puedo evitarlo, esta chica me ha gustado tanto. Una sensación de calor se apodera de mí, y no puedo detenerme, ella lo hace igual. Y cada beso se intensifica, mi corazón está latiendo con mucha fuerza, siento su legua pasar suavemente entre mis labios una y otra vez, entonces hago lo mismo, oh si, esto es magia, si alguna vez me he inspirado en mi vida y si alguna vez me he sentido feliz, no se se compara a esto, es hoy, y es ahora, ella no deja de besarme, ¿Acaso es un sueño? De verdad está sucediendo.
Éxtasis, verdadera pasión es lo que ahora me domina, siento como me devora con cada beso, y yo hago lo mismo, mis labios están empapados de su aroma, de su sabor, vaya cuánto me gusta esto, no puedo detenerme, no ahora no. Por un instante en el que apenas podemos respirar, solo le doy tiernos besitos en los labios.
El cielo ha perdido su radiante brillo, el sol se ha ido, o por los cielos, ¿Cuánto tiempo hemos estado perdidos aquí? Hacemos un gran esfuerzo en ponernos de pie e iniciar la caminata de regreso.
Corremos, saltamos entre las flores y todo es risas y besos robados que tan bien nos hacen todo el tiempo, no puedo creer que esto sea real, tengo que seguir besando sus labios, no puedo detenerme, llegamos al parque cuando la noche está entrando y de pronto alguien llama a su teléfono.
-Es mi mamá-  asiento para que responda y lo hace- Hola ma! Dígame que pasó… Si… aja… está bien…
Mientras habla por teléfono no resisto un instante más y empiezo a besar sus labios mientras la voz del otro lado del móvil no se detiene. Se aparta bruscamente y escucho que dice –si mami, enseguida voy… aja… si…-  al escucharlo la abrazo tiernamente y aprieto sus dorados rizos con mi mano, halo de su cabello hacia atrás y todo su cuello queda justo ante mis labios, como no puedo aguantar un segundo más empiezo a llenar su cuello de besos, suaves, uno tras otro, recorriendo cada rincón.
Que aroma tan delicioso, no puedo detenerme y ella que ha estado hablando normal, empieza a detenerse, hasta que escucho un débil gemido salir de ella y con su otra mano se apresura y se tapa la boca, y empieza a soltar pequeños gemidos, como no puede hablar se zafa de mí. Hasta que termina la llamada como puede más rápido. Me mira con reproche y me suelta algo tan dulce:
-Querido príncipe, si mi mamá supiera lo que estamos haciendo de seguro nos mata a ti y a mí, pero recuerda que te quiero vivo y quiero tus besos- y me da un largo y romántico beso en los labios.  
Y continúa: -mañana te veré pronto, será mejor que estés dispuesto a perderte por un tiempo, hay un juego que me gusta mucho… y… y ya lo verás…- Me besa con tierna pasión, camina un par de pasos hacia atrás, me envía un beso volado y me guiña un ojo, se despide moviendo su mano, se voltea y se va sin más…
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cuadernodeliteratura · 7 years ago
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«Hijos del mar», Edwidge Danticat.
Dicen que más allá de las montañas hay más montañas. Ahora sé que es verdad. Sé también que hay aguas eternas, mares infinitos, y mucha gente cuyo nombre a nadie importa. Miro hacia el cielo y te veo allí. Te veo llorar como un caracol aplastado, como lloraste cuando te ayudé a arrancar tu primer diente. Sí, te quería entonces. No sé por qué, cuando te miraba pensaba en hormigas rojas, ardientes. Quería que me clavaras las uñas y me dejaras sin sangre. No sé cuánto tiempo estaremos en el mar. En este pequeño barco hay conmigo otras treinta y seis almas desertoras. Llevamos como velas unas sábanas que ondean llenas de manchas de un rojo brillante.
Cuando subí a bordo, me pareció poder oler todavía el semen y la inocencia perdida de aquellas sábanas. Levanto los ojos y pienso en ti y en cuantas veces te resististe. A veces parecía que lo desearas, pero siempre supe que querías que te respetase. Pensabas que te estaba poniendo a prueba, cuando lo único que yo deseaba era estar cerca de ti. Pero tal vez tengas tú razón. Fantaseo demasiado. Me temo que voy a tener pesadillas cuando nos adentremos en el mar. Odio de veras tener todo el día el sol en la cara. Si volvemos a encontrarnos, verás lo moreno que estoy.
Ahora que me he ido, seguro que tu padre te casa con alguien. Hagas lo que hagas, no te cases con un soldado, por favor. Casi no son humanos. Haiti est comme tu l’as laissé. sí, exactamente igual a como lo dejaste. balas día y noche. el mismo agujero. todo igual. estoy cansada de todo esto, me irrita y me pone de mal humor. paso las horas persiguiendo cucarachas por la casa. las aplasto con el talón. me vuelven loca, todo me vuelve loca, estoy encerrada el día entero. cerraron las escuelas cuando el ejército tomó el control. nadie menciona el nombre del antiguo presidente. papá quemó los carteles y las viejas insignias de la campaña. mamá enterró sus insignias en un agujero, detrás de la casa. ella cree que quizás vuelva, dice que entonces las desenterrará. nadie sale de su casa. nadie. papá quiere que tire las cintas de tu programa de radio. rompí algunas cintas de música, pero todavía tengo tu voz, doy gracias a dios de que te marcharas a tiempo. los otros jóvenes de la federación han desaparecido. nadie ha oído nada de ellos, creo que deben de estar en la cárcel. tal vez estén todos muertos. papá se preocupa un poco por ti. no te odia tanto como tú crees. el otro día le oí preguntarle a mamá, ¿crees que el chico está muerto? mamá dijo que no lo sabía. creo que él siente haberse portado tan mal contigo. ya no dibujo mis mariposas porque ni siquiera me apetece ver el sol. en cambio, mamá dice que las mariposas pueden traer noticias, las de colores claros traen buenas noticias y las negras nos avisan de la muerte. nosotros tenemos toda la vida por delante. solías decirlo, ¿recuerdas?, pero entonces las cosas eran muy distintas. Hay una chica embarazada a bordo. Debe de tener nuestra misma edad. Diecinueve o veinte años. Tiene el rostro cubierto por unas cicatrices que parecen heridas de navaja. Es bajita y habla con un sonsonete que me recuerda a los aldeanos del norte. La mayor parte de la gente del barco es mucho mayor que yo. He oído decir que muchos de estos barcos llevan a bordo niños pequeños. Me alegro de que éste no. Creo que me rompería el corazón ver todos los días a un niño o a una niña en mitad de este mar, recordándome con su cara inexpresiva el desesperado futuro de nuestro país. Bastante duro es ya para los adultos. Bastante duro es para mí.
Antes de tener que estudiar tanto para los exámenes de la universidad, solía leer mucho sobre América. Estoy intentando recordar si leí algo sobre Miami. Hace sol. Allí no nieva como en otras partes de América. No puedo decir con exactitud a qué distancia estamos. No creo que estemos muy lejos de nuestra costa. En el mar no hay fronteras. Todo parece una misma cosa. Ni siquiera puedo decir si vamos a caer por el borde de la tierra. Tal vez el mundo sea plano y nosotros vayamos a descubrirlo. Como los navegantes de antaño. No soy muy religioso, ya lo sabes. A pesar de ello rezo todas las noches para que no nos encontremos con una tormenta. Cuando consigo dormir, sueño que un huracán nos atrapa, y luego otro, y otro. Sueño que viene un viento del cielo y nos reclama el mar. Y nos hundimos en él y nadie vuelve a saber nunca de nosotros.
Ahora acepto mejor la idea de morir. No es que la haya aceptado por completo, pero soy consciente de que puede suceder. No me interpretes mal. No quiero ser un mártir. Un muerto no sirve para nada. Pero si la muerte viene, sé que no puedo gritarle y decirle que se vaya.
Espero que otro grupo de jóvenes pueda hacer el programa de radio. Durante mucho tiempo ese programa fue toda mi vida. Estuvo muy bien tener una radio como aquélla, donde podíamos hablar de lo que queríamos del gobierno, de lo que queríamos para el futuro de nuestro país.
Hay muchos protestantes en este barco. Muchos de ellos creen ser Job o los Hijos de Israel. Parece como si esperaran que alguien bajara del cielo y abriera el mar para nosotros. Dicen que el Señor es quien da y que el Señor es quien quita. Nunca me ha sido dado mucho. ¿Qué podrían quitarme? Si pudiera matar. Si supiera magia wanga, los borraría de la faz de la tierra, hoy han disparado a un grupo de estudiantes delante de la cárcel de fort dimanche. se estaban manifestando por los cuerpos de los seis de la radio. así es como os llaman, los seis de la radio, tenéis un nombre. tenéis una reputación. mucha gente cree que estáis muertos como los otros. quieren que les devuelvan los cuerpos a las familias, esta tarde, el ejército dio por fin algunos cuerpos. les dijeron a las familias que fueran a buscarlos a las salas de indigentes del depósito. nuestra vecina la señora roger volvió a casa con poco más que la cabeza de su hijo. en realidad, sólo con su cabeza. en el depósito le dijeron que un coche le había atropellado y había arrancado la cabeza del cuerpo. cuando la señora roger fue al depósito, le dieron la cabeza. antes de que la viéramos nosotros, había estado paseando la cabeza por todo port-au-prince. sólo para mostrar lo que le habían hecho a su hijo. los macoutes se reían de ella desde las casas. le preguntaron si aquello era su cena. hicieron falta diez personas para evitar que saltara sobre ellos, la hubieran matado, los muy perros. nunca más saldré de casa. ni siquiera al patio para respirar. siempre te están vigilando, como buitres. por las noches no puedo dormir. cuento las balas en la oscuridad, me pregunto si es verdad. ¿pudiste realmente marcharte? me gustaría que hubiera algún modo de estar segura de ello. sí, lo haré. seguiré escribiéndote tal como te prometí. lo odio, pero seguiré escribiendo. sigue haciéndolo tú también, ¿vale?, y cuando nos volvamos a ver, parecerá que no hayamos perdido el tiempo. Hoy ha sido, en verdad, nuestro primer día en el mar. Todo el mundo vomitaba con cada balanceo del barco. Las caras que me rodean tienen ya ese color tostado por el sol. «Ahora no nos confundirán con los cubanos», dijo un hombre. Pero algunos cubanos también son negros. El hombre dijo que él estuvo una vez en un barco con un grupo de cubanos. Su barco se había detenido para recoger a los cubanos en una isla cerca de las Bahamas. Cuando los guardacostas se toparon con ellos, llevaron a los cubanos a Miami y a él lo mandaron de vuelta a Haití. Esta vez se había embarcado con papeles y documentos que mostraban que era perseguido por la policía de Haití. Además, por si quedaba alguna duda, tenía una pierna rota.
Una señora mayor tuvo una insolación y se desmayó. La reanimé mojándole los labios con agua salada. Durante el día llega a hacer mucho calor. Por la noche, hace mucho frío. Como no hay espejos, nos miramos las caras los unos a los otros para ver lo débiles y enfermos que empezamos a estar.
Algunas de las mujeres cantan y cuentan historias a los demás para evitar los vómitos. Entre tanto, yo miro el mar. Por la noche, el cielo y el mar se unen. Las estrellas parecen inmensas y cercanas. Se reflejan y brillan en el mar. A veces creo que puedo alargar la mano y coger una del cielo, como si fuera un fruto del árbol del pan o una calabaza o cualquier cosa que nos pudiera servir en este viaje.
Cuando cantamos Querido Haití, no hay otro lugar como tú. Tuve que dejarte antes de poder entenderte, algunas de las mujeres lloran. A veces, quisiera detener la canción y ponerme a llorar yo también. Para esconder las lágrimas simulo tener náuseas, por el olor del mar. Ahora ya no canto nunca con ellos. Probablemente tú no sepas mucho de esto, porque tu padre siempre te ha vigilado de cerca, en tu casa tan protegida con tu gentilísima madre. No, no me río de ti por ello. Si algo siento, es envidia. De haber sido chica, tal vez me hubiera quedado en casa en lugar de salir a politiquear y a meterme en problemas. Cuando llevas un par de días en el mar, huele como todo el pescado que te has comido, todos los cangrejos que has cazado, todas las medusas que te han picado las piernas. Estoy harto de este olor. También estoy harto de cómo empieza a oler la gente del barco. No sé cómo lo soporta Célianne, la chica embarazada. Está todo el tiempo con la mirada perdida en la distancia, frotándose la barriga.
Nunca la he visto comer. A veces las otras mujeres le ofrecen un pedazo de pan y lo coge, porque ella no tiene comida. No puedo evitar pensar que el niño nacerá en cuanto ella no pueda resistir el hambre.
La otra noche nos despertó con sus gritos. Creí que le dolía el estómago. Empezó a entrar agua en el barco por un agujero que estaba donde ella dormía. Hay una grieta a popa que parece que vaya a romper el barco en dos si crece. El capitán nos apartó y tapó el agujero con brea. Todos empezaron a preguntarle si todo iba bien, si todo acabaría bien. Él dijo que esperaba que los guardacostas nos encontraran pronto.
Uno no puede irse a dormir después de esto. Así que todos nos pusimos a mirar la brea a la luz de la luna. Estuvimos así hasta que amaneció. No puedo evitar preguntarme cuánto tiempo va a resistir la brea. Papá encontró tus cintas, empezó a gritarme y a preguntarme si estaba loca, sólo espera que levanten la prohibición de la gasolina para marcharnos de la ciudad, estos días no deja de molestarme porque no puede salir y conducir su furgoneta. todas las fábricas norteamericanas están cerradas. siguió gritándome por lo de las cintas. me llamó egoísta y me preguntó si había visto u oído lo que les había pasado a las putas busconas como yo. le respondí que yo no era una puta. no tenía ningún derecho a decirme eso. me empujó contra la pared por haberle faltado al respeto, me escupió en la cara. me gustaría que los macoutes le mataran. me gustaría que le alcanzara una bala, para que viéramos lo asustado que en realidad está. yo no eché a tu estúpido alborotador. me eché a gritar, sí, fuiste tú. fuiste tú, cerdo inmundo, no sé por qué dije esto. me dio una bofetada y siguió golpeándome hasta que llegó mamá y me apartó de él. me gustaría que una de esas balas me diera a mí. La brea aguanta bien por el momento. Han pasado dos días y no hay escapes. Sí, definitivamente soy africano. Ya soy más oscuro que tu padre. Quise comprarle un sombrero de paja a una de las señoras, pero no me lo quiso vender por las dos últimas gourdes que tenía sueltas. ¿Crees que tu dinero sirve para algo aquí?, me preguntó. A veces olvido dónde estoy. Si sigo tan abstraído, acabaré saliendo del barco como quien va a dar un paseo. La otra noche soñé que moría e iba al cielo. Aquel cielo no era como yo lo imaginaba. Estaba en el fondo del mar. Había estrellas marinas y sirenas a mi alrededor. Las sirenas bailaban y cantaban en latín, como los curas en la catedral durante la misa. Tú estabas allí conmigo, en el fondo del mar. Estabas con tu familia, a un lado. Tu padre se comportaba como si estuviera mejor que nadie y se ponía en la entrada de una cueva, delante de ti, para que yo no pudiera verte. Yo intentaba hablarte, pero cada vez que abría la boca no salían de ella más que burbujas. Ningún sonido. Ahora se dedican a esto. si entran en una casa y encuentran a una madre y a su hijo, les apuntan con una pistola a la cabeza y hacen que el hijo se acueste con su madre. si se trata de una hija y su padre, hacen lo mismo. algunas noches papá duerme en casa de su hermano, el tío pressoir. el tío pressoir duerme en nuestra casa, por si acaso llegan, así papá no tendría que acostarse conmigo. sino que sería el tío pressoir quien lo hiciera, y eso no sería tan malo, conocemos a una chica que tuvo un hijo de su propio padre, y esto es lo que papá no quiere que ocurra, aunque le cueste la vida. todavía no se puede comprar gasolina. si no, ya estaríamos en ville rose. papá tiene un amigo que va a conseguirle gasolina de un soldado, tan pronto como tengamos gasolina, cogeremos la furgoneta y nos dirigiremos rápidamente hacia la civilización, así es como papá lo dice, civilización. dice que las cosas no van tan mal en las provincias. yo todavía no le dirijo la palabra. no creo que vuelva a hacerlo nunca. mamá dice que no es culpa suya. que está tratando de protegernos. él no puede protegernos, sólo dios puede protegernos. los soldados pueden venir y hacer con nosotros lo que quieran. esto hace que papá se sienta débil, dice mamá. se enfada cuando se siente débil. ¿por qué iba a estar enfadado conmigo? yo no soy uno de esos cerdos de las pistolas. mamá me preguntó qué te había pasado. dijo que vio a tus padres antes de que se fueran a las provincias, no le quisieron decir nada. yo le dije que te habías ido en barco después de que asaltaran la emisora de radio. habías escapado y te habías embarcado hacia dios sabe dónde. ese chico será un buen hombre, dijo, listo como el hambre. pasó los exámenes de la universidad un año antes que cualquiera de los de aquí. mamá respeta a la gente ambiciosa. dijo que papá no te quería para mí porque no parecía que pudieras ofrecerme algo que ellos no me pudieran dar. quiere que encuentre un hombre que me sea de provecho, alguien que vaya a darme más de lo que ahora tengo. a una chica ya no le basta ser bonita. no tenemos buenos contactos con la alta sociedad. el tipo de hombre que papá quiere para mí no tiene nada que ver conmigo. todo lo que uno puede esperar es un poco de amor, dice mamá, tan poco como una gota en un vaso si te conformas con ello, o una catarata, un río, si es eso lo que necesitas. no tenemos contactos con la alta sociedad, dice, pero tú eres una chica con estudios. lo que ella llama tener estudios no es mucho, de todos modos. van a anunciar los resultados de los exámenes de la universidad por la radio la semana que viene. entonces sabré si has aprobado. escucharé tu nombre. Pasamos el día de ayer contando cuentos. Uno dice ¿Krik?, y tú respondes ¡Krak! Podría contarte muchas historias, te dicen, y luego te las cuentan, pero más que nada las cuentan para sí mismos. A veces parece que hayamos pasado más años en el mar que en tierra. El sol sale y se pone. Así es como sabemos que ha pasado un día. Siento como si estuviéramos navegando hacia África. Quizás iremos a Guinin, a vivir con los espíritus, con aquellos que vivieron y murieron antes que nosotros. Seguramente nos expulsarían de allí también. Alguien tiene un transistor y a veces escuchamos la radio de las Bahamas. En las Bahamas tratan a los haitianos como a los perros, dice una mujer. Para ellos, no somos humanos. A pesar de que su música suena como la nuestra. De que se parecen a nosotros. A pesar de que nuestros padres son los mismos africanos que cruzaron juntos este mismo mar.
¿Quieres saber cómo va la gente al baño en este barco? Seguramente, del mismo modo en que lo hacían en aquellos barcos de esclavos hace muchos años. Hay un rincón reservado para ello. Cuando tengo que orinar, me la saco, me apoyo en la baranda y lo hago rápidamente. Cuando tengo que hacer lo otro, cojo un trozo cualquiera de papel, me agacho y tiro los restos al mar. Siempre me siento incómodo por el olor. Es muy humillante tener que agacharse delante de tanta gente. La gente se gira, pero no siempre. De vez en cuando me pregunto si realmente hay tierra al otro lado del mar. Quizás este mar es infinito. Como mi amor por ti. la noche pasada fueron a casa de la señora roger. papá se metió dentro en cuanto la señora roger empezó a gritar, los soldados estaban buscando a su hijo. la señora roger gritaba: le habéis matado. hemos enterrado su cabeza. no podéis matarle dos veces, los soldados daban voces, ¿perteneces a la federación juvenil de esos maleantes que estaban en la radio? ella gritaba: acaso os parezco joven? ¿puedes identificar a los amigos de tu hijo? le preguntaron. papá nos había sacado de la casa de puntillas y fuimos a la letrina de atrás. desde allí podíamos oírlo todo. creí que me iba a ahogar con el olor de heces podridas. ellos seguían gritándole a la señora roger, ¿pertenecía tu hijo a la federación juvenil? ¿no estaba en la radio hablando de la policía? ¿no dijo abajo con los tonton macoutes? ¿no dijo abajo con el ejército? dijo que los militares tenían que irse; ¿no escribió eslóganes? fue a reuniones ¿verdad? se manifestó en la calle. deberías haberle aconsejado mejor. ella maldijo las tumbas de sus madres. simplemente dijo gritando, ¡espero que vuestras madres nunca descansen en sus malditas tumbas! ella seguía chillando, ¡ya le habéis matado una vez! ¿queréis matarme a mí también? adelante. ya no me importa, ya estoy muerta. ya me habéis hecho lo peor que podíais hacerme. habéis matado mi alma. ellos insistían y seguían levantando la voz y preguntándole: ¿era tu hijo un traidor? dime los nombres de todos sus amigos que eran traidores como él. la señora roger al final grita, sí, ¡era un traidor! pertenecía a ese grupo. estaba en la radio. estaba en las calles manifestándose. os odiaba como os odio yo, criminales, le matasteis. empiezan a golpearla. se oye. se pueden oír los culatazos de las pistolas en su cabeza. suena como si le estuvieran rompiendo todos los huesos del cuerpo. no puedes dejar que la maten, le susurra mamá a papá. ve y dales dinero como hiciste con tu hija. el único dinero que me queda es para irnos de aquí mañana, dice papá. no podemos quedarnos aquí mientras la matan, susurra mamá. mamá empieza a moverse como si fuera a salir por la puerta. papá la coge por el cuello y la aprieta contra la pared de la letrina, mañana nos vamos a ville rose, dice. no lo echarás a perder, no pondrás a tu familia en esa situación, no harás que nos maten. salir allí sería como pedir la muerte. todavía no está muerta, dice mamá, quizás podamos ayudarla. te quedarás aquí, le dice papá. mi madre esconde la cara en la pared de la letrina. empieza a llorar, se puede oír gritar a la señora roger. la están golpeando, machacándola hasta que no se oye nada. no puedes dejar que maten a alguien sólo porque tienes miedo, le dice mamá a papá. sí, sí puedes dejar que maten a alguien porque tienes miedo. ellos son la ley. están en su derecho. simplemente nos estamos comportando como buenos ciudadanos, respetando la ley de este país. esto ha estado ocurriendo por todas partes, y esta noche ocurrirá de nuevo y no hay nada que nosotros podamos hacer. Célianne se ha pasado la noche gimiendo. Durante un rato ha parecido que estaba a punto, pero quizás el niño sea muy testarudo. Ella gritó que estaba sangrando. Hay una mujer vieja que parece haber tenido muchos hijos. Dice que Célianne no pierde sangre. Ha roto aguas.
Los únicos recién nacidos que he visto en mi vida eran pequeños ratones. Su piel parece apenas un delgado velo. Pueden verse todas sus venas y todos sus órganos. Siempre he deseado hurgar en ellos para ver si mi dedo atravesaba su piel.
Me he ido a la otra punta del barco para no tener que mirar dentro de Célianne. La gente está observando. El capitán le ha pedido a la comadrona que mantenga tranquila a Célianne, para que el barco no se balancee y se abran más brechas. Ahora hay ya tres agujeros cubiertos con brea. Siento miedo al pensar qué ocurriría si tuviéramos que elegir entre nosotros quién se quedaría en el barco y quién moriría. Si llegara ese punto, todos nos comportaríamos como buitres, yo incluido.
El sol se pondrá pronto. Alguien dice que este niño no será más que otra boca hambrienta. Por lo menos tendrá los pechos de su madre, dice un viejo. Hoy vamos a comer los últimos restos de comida que nos quedan. corre el rumor de que el antiguo presidente va a volver. hay mucha gente que va a ir al aeropuerto a recibirle. papá dice que no nos vamos a quedar en port-au-prince para ver si es verdad o si es mentira. ya vuelven a vender gasolina en el mercado. las comparsas de carnaval han tomado la calle. nosotros vamos en dirección contraria, a ville rose. quizás allí sea capaz de dormir por las noches. las cosas no se resolverán con el regreso del antiguo presidente, dice mamá ahora. la gente está demasiado esperanzada, y a veces la esperanza es el arma más peligrosa que se puede usar contra nosotros. la gente cree cualquier cosa. la gente diría haber visto de nuevo a cristo marchando con la cruz si tuviera suficiente fe para ello. mamá le dijo a papá que tú embarcaste. papá me dijo esta mañana, antes de que nos fuéramos, que era un mal padre por todo lo que había pasado. dice que un padre tendría que ser capaz de hablar a sus hijos como un hombre civilizado. toda esta locura le ha hecho sentir que no puede hacer nada. lo único que quiere es vivir. papá y mamá no se han dirigido la palabra desde que salimos de la letrina. sé que papá no nos odia, o que no lo hace de la manera en que yo odio a esos soldados, esos macoutes, y toda esa gente que dispara sus pistolas. en el camino hacia ville rose, vimos a unos perros lamiendo las caras de dos muertos. uno de ellos era un niño pequeño que estaba tirado al lado de la carretera con el sol dándole en los ojos abiertos y sin vida. vimos a un soldado sacando por la fuerza de una cabaña a una mujer, llamándola puta. el soldado le estaba afeitando la cabeza, pero evidentemente no nos paramos. papá no quiso ir a casa de la señora roger para ver cómo había acabado aquello, pensaba que los soldados podían estar allí todavía. papá conducía muy aprisa. creí que iba a matarnos. paramos en un mercado del camino. mamá compró un poco de ropa negra para ella y para mí. la cortó en dos pedazos y nos tapamos con ellos la cabeza para guardar luto por la señora roger. cuando me acostumbre a ville rose, tal vez dibuje para ti algunas mariposas, depende de las noticias que me traigan. Célianne ha tenido una niña. La mujer que ha ejercido de comadrona coge al bebé como si lo mostrara a la luna y susurra oraciones... Dios, a esta niña que Tú has creado, guíala, por favor, según tu voluntad durante todos sus días en esta tierra. La niña no ha llorado.
Tuvimos que arrojar algunas cosas al mar, porque el agua está empezando a entrar lentamente.
El barco debe perder peso. He tenido que echar por la borda mis dos gourdes como ofrenda a Agwé, el espíritu de las aguas. Ayer oí murmurar al capitán que habría que hacer algo con algunas de las personas que no se recuperan de los mareos y las náuseas. Temo que pronto me van a pedir que tire este cuaderno. Quizás tendremos que desnudarnos todos hasta quedar como cuando nacimos, para no ahogarnos.
La niña de Célianne es una niña preciosa. La llaman Swiss, porque esta palabra estaba escrita en la navaja con la que cortaron el cordón umbilical. Si fuera mi hija, la llamaría soleil, sol, luna o estrella, los nombres de los elementos. Todavía no ha llorado. Circulan rumores sobre cómo quedó Célianne embarazada. Algunos dicen que tuvo una aventura con un hombre casado y que sus padres la echaron de casa. Los rumores proliferan aquí, como en cualquier otra parte.
¿Te acuerdas de nuestros absurdos sueños? Pasar los exámenes de la universidad y trabajar duro para llegar hasta el final, tan lejos como pudiéramos en los estudios. Sé que tu padre nunca me hubiera aceptado. Yo hubiera intentado ganármelo. Tendría que haberme arrancado el corazón si quería que dejara de quererte. Espero que estés escribiendo tal y como prometiste. ¡Jesús, María y José! Todo el mundo huele fatal. Discuten entre sí. «Es culpa de la mala suerte que yo esté metido aquí con un indigente como tú», se dicen. Piensa en ello. Pelean porque se creen superiores unos a otros, cuando podemos hundirnos todos como el plomo.
Hay un viejo desdentado, que intenta ver lo que estoy escribiendo. Chupa la punta de una vieja pipa de madera que no ha visto el fuego en mucho tiempo. Parece un cuadro. Bien mirado, se podría llenar un museo con las imágenes que hay aquí. Sigo sintiéndome un cobarde por haber huido. ¿Has oído algo de mis padres? La última vez que los vi, en la playa, mi madre tuvo un kriz. Se desmayó en la arena. La vi volver en sí cuando zarpamos. Pero evidentemente no sé cómo debe de estar ahora.
El agua se está empezando a acumular en el barco. Nos turnamos para intentar sacarla con una palangana. No sé qué es lo que impide que el barco se parta en dos. Swiss no llora. Siguen dándole palmadas, pero no llora. evidentemente el antiguo presidente no vino. arrestaron a mucha gente en el aeropuerto, y mataron a muchos de ellos. lo oí por la radio. esta noche, mientras cenábamos, le dije a papá que te quiero. no sé si esto cambia las cosas. sólo quiero que sepa que he amado a alguien en la vida, en caso de que nos ocurriera algo a uno de los dos, creo que él debe saber esto de mí, debe saber que en mi vida he amado a alguien aparte de él y de mi madre. sé que lo entiendes. tú eres el de los gestos nobles. sólo quería que supiera que soy capaz de querer a alguien. me miró directamente a los ojos y no dijo nada. te quiero tanto que se me ponen los pelos de punta con sólo pensar que podría pasarte algo. papá giró la cara como si me despreciara desde el día en que nací. te estoy escribiendo bajo el baniano del patio de nuestra nueva casa. sólo hay dos habitaciones y el techo es de lata y hace música cuando llueve, sobre todo cuando graniza. entonces parece que caigan encolerizadas lágrimas del cielo, hay un arroyo al pie de la colina en la que está la casa, un arroyo tan poco profundo que ni siquiera podría ahogarme en él. mamá y yo pasamos mucho tiempo hablando bajo el baniano. hoy me ha dicho que a veces hay que elegir entre el hombre al que amas y tu padre. toda su familia se oponía a que se casara con papá porque él era un jardinero de ville rose y ellos eran de la ciudad, algunos incluso universitarios. me lo ha dicho todo en el patio, bajo el baniano, en voz muy baja para no herir los sentimientos de papá. yo le veía mirarnos fijamente desde la casa. le oí carraspear como si nos hubiera oído, como si por el mero hecho de estar juntas le hubiéramos herido profundamente. Célianne está tumbada con la cabeza apoyada en la barandilla del barco. La niña todavía no llora. Ambas parecen muy tranquilas en medio de este caos. Célianne abraza a su hija contra su pecho. No parece que vaya a poder lanzarla al mar. Le he preguntado por el padre del bebé. Ella sigue repitiendo la historia, ahora con los ojos cerrados y sin apenas mover los labios.
Una noche ella estaba en casa con su madre y su hermano Lionel, cuando irrumpieron violentamente diez o doce soldados. Los soldados le pusieron una pistola en la cabeza a Lionel y le obligaron a acostarse con su madre. Lionel se negó. Su madre le dijo que les obedeciera, porque tenía miedo de que le mataran allí mismo si seguía resistiéndose. Lionel hizo lo que su madre le dijo. Lloraba mientras los soldados se reían de él y le apretaban cada vez más fuerte el cañón de la pistola en el cuello.
Después, los soldados ataron a Lionel y a su madre, y violaron, uno tras otro, a Célianne. Cuando terminaron, arrestaron a Lionel por crímenes morales. Célianne nunca supo nada más de él.
Aquella misma noche, Célianne se cortó la cara con una cuchilla para que nadie pudiera reconocerla. Mientras las cicatrices sanaban, empezó a tener vómitos y le salieron erupciones en la piel. Después se dio cuenta de que estaba engordando. Se enteró de la existencia de este barco y se embarcó. Tiene quince años. hoy, mamá me ha contado toda la historia bajo el baniano. los muy bastardos iban a por mí. iban a arrestarme. me vinculaban con la federación juvenil y querían llevárseme. papá se enteró de ello, fue al cuartel y les dio dinero, todo el dinero que tenía. nuestra casa en port-au-prince y todas las tierras que su padre le había dejado. se lo dio todo para salvar mi vida, por eso estaba tan furioso, mamá me lo ha contado esta noche bajo el baniano. no tengo palabras para agradecérselo a papá. no sé cómo hacerlo. debes amarle por esto, dice mamá, debes hacerlo. nunca podrás olvidar el sacrificio que ha hecho. no sé cómo hacer para darle las gracias. ahora es más que mi padre. es un hombre que dio todo lo que tenía para salvar mi vida. esta noche han leído en la radio los nombres de los que han aprobado los exámenes de la universidad. has aprobado. Estamos más tranquilos respecto a las vías de agua. El capitán ha puesto en las brechas toda la brea que le quedaba y parece que el agua no va a entrar durante un tiempo. Mucha gente se ha ofrecido voluntaria para tirar a la hija de Célianne por la borda. Ella no les deja. Están esperando a que se duerma para hacerlo, pero ella no duerme. No sabía que los niños muertos fueran de color morado. Los labios sobre todo, porque la niña es muy negra. Morada como el mar cuando se ha puesto el sol.
Célianne se va durmiendo poco a poco. Debe de estar cansada después del parto. No quiero tocar a la niña. Si alguien va a tirarla al mar, creo que debería ser ella. Han tirado todo lo que salió del cuerpo de la madre después de la niña. Ahora van a lanzar al bebé muerto. Pienso si todo esto no atraerá a los tiburones.
Célianne tiene las uñas hundidas en la espalda desnuda de su hija. El viejo de la pipa me ha preguntado: «Kompé, ¿qué escribes?». «Mi testamento», le he contestado. me estoy acostumbrando a ville rose. aquí hay muchas mariposas, muchísimas. hasta ahora ninguna se ha posado en mi mano, lo que significa que no tienen noticias para mí. a veces no puedo bañarme en el arroyo contiguo a la casa, porque el agua está helada. sólo al mediodía está bien, pero entonces podría verme mucha gente. lo que hago es coger un cubo de agua por la mañana y dejarlo al sol para bañarme por la noche bajo el baniano. ahora el baniano es mi amigo más fiel. dicen que los banianos pueden vivir cientos de años. y que las ramas que caen al suelo pueden convertirse a su vez en árboles. si le dieran la oportunidad, dice mamá, un baniano podría convertirse en un bosque. desde este lugar, bajo el árbol, veo montañas, y, detrás de ellas, más montañas. infinidad de montañas peladas. es como si todas estas montañas me estuvieran alejando cada vez más de ti. La ha tirado por la borda. Me fijé en su cara contraída antes de que soltara al bebé. Éste cayó ruidosamente al agua, flotó un rato y después se hundió. Y poco después ella saltó también. En el mismo momento en que se hundía la cabeza de la niña, se hundió la de ella. Desaparecieron juntas como dos botellas en una catarata. Todo sucedió muy aprisa. No hubo ocasión de intentar salvarla. Era imposible. El mar en este lugar es como los tiburones que lo habitan. No tiene piedad.
Dicen que tengo que tirar mi cuaderno. El viejo tiene que tirar la pipa y el sombrero. El agua entra otra vez y están intentando achicarla. He pedido un momento para escribir esta última página y he prometido lanzarlo después. Sé que nunca lo leerás, pero ha estado bien imaginar que te tenía aquí hablando conmigo.
Espero que mis padres estén vivos. Le he pedido al viejo que, si algún día llega a tierra, les cuente lo que ha sido de mí. Me ha pedido que escriba su nombre en «mi libro». Le he preguntado cuál es su nombre completo. Se llama Justin Moise André Nozius Joseph Frank Osnac Maximilien. Lo dice de una manera que uno podría pensar que es un rey. «Sé que se acerca un barco de los guardacostas. Lo he soñado», dice el viejo. Señala una mancha lejana en el horizonte. Miro hacia donde señala y no veo nada. Aquí, ver un barco debe de ser como ver un espejismo en el desierto.
Ahora debo tirar mi libro. Se va a hundir con ellas, con Célianne y su hija y con todos esos hijos del mar que tal vez pronto me reclamen.
Voy hacia ellos ahora como si ese fuera mi destino, como si el mismo día de mi nacimiento mi madre hubiera elegido para mí una vida eterna entre los hijos del azul y profundo mar, aquellos que han escapado de las cadenas de la esclavitud para crear un mundo debajo de los cielos y de esa tierra sanguinolenta en la que vives.
Tal vez fui elegido desde el principio de los tiempos para vivir en el fondo del mar con Agwé. Quizás por eso soñé en la estrella marina y en las sirenas y en la misa católica submarina. Tal vez era una invitación para que yo acudiera. En cualquier caso, sé que te seguiré recordando aunque me convierta en un hijo del mar. hoy he dicho gracias. he dicho gracias, papá, por salvarme la vida. él sólo rezongó un poco y me puso una mano en el hombro. la quitó enseguida, como una mariposa. y después allí estaba, la mariposa negra volando a nuestro alrededor. empecé a correr y a correr para que no se posara en mí, pero de hecho ya había traído las noticias. sé lo que debe de haber ocurrido. esta noche he escuchado bajo el baniano el transistor de mamá. en la radio sólo hablan de más asesinatos en port-au-prince. esos cerdos se niegan a parar. no sé qué va a ocurrir, pero no me imagino viviendo aquí para siempre. te escribo debajo del baniano. mamá dice que los banianos son sagrados y que a veces, si llamamos a los dioses bajo sus ramas, oyen nuestras voces con más claridad. ahora siempre hay mariposas a mi alrededor, mariposas negras a las que hurto mi mano para que no se posen en ella. les tiro piedras, pero vuelan demasiado aprisa. anoche en la radio oí que otro barco se había hundido en la costa de las bahamas. no puedo imaginarte allí, entre las olas. se me ponen los pelos de punta. desde aquí no puedo ni siquiera ver el mar. más allá de estas montañas hay más montañas y más mariposas negras y un mar infinito como mi amor por ti.
Autor: Edwidge Danticat
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laurafalero · 7 years ago
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A ciegas
Voy caminando por un suelo gomoso, no veo nada, antes me divertía, ahora me da miedo. Avanzo temerosa, pero avanzo. Extiendo los brazos y las manos, parecen estar desesperados por encontrar algo, o todo lo contrario, nerviosos por palpar lo desconocido. El aire que exhalo es espeso, aunque al entrar es fresco, pero al transitar la sombra, la verdadera sombra, se va volviendo pesado y turbio. Parece niebla. Eso. Voy caminando sin ojos por la niebla. 
No se si es de día o de noche, solo quiero encontrar mis ojos. No se si se me cayeron cuando iba o cuando volvía, ni tampoco me acuerdo si me los saqué un rato para descansar. Por momentos me parece que me los robaron, pero ese sería un episodio difícil de olvidar, además tendría que haber ido hacer la denuncia, y de eso no me acuerdo. Si se me cayeron en la calle, estoy perdida, ¿quién se robaría unos ojos tan oscuros? No se venderían ni en Tristan, a no ser que los haya encontrado un coleccionista, pero eso sería mucha casualidad, aunque, ¡hay gente que colecciona cada cosa! Podría buscar en google, “coleccionistas de ojos en Uruguay” y llamarlos y preguntarles. Explicarles que los necesito para trabajar, que son mi fuente de sustento, y que si no los recupero de seguro muera. El coleccionista me tiene que entender, porque nadie mejor que el sabe la importancia de los ojos, de hecho algo deben de tener los míos ya que por eso los eligió. Voy a tener que leer sobre ojos, me abruma mi ignorancia, me decepcionaría mucho a mi misma si no supiera que tengo ojos privilegiados. Si veo como nadie ve... 
La niebla está tibia, mis manos parecen tocar el aire, lo acarician como a un amansa loco, siento energías que van y vienen, cuerpos, manos en la espalda, en la nuca, algo me acomoda, escucho sonidos que reconozco y otros que nunca los había percibido de esa forma. Mi sien esta fruncida, tengo los hombros altos y por momentos me defiendo de algo que no se lo que es, porque no lo veo, y tampoco lo escucho, pero se que está ahí. Sonrío, algo de todo eso me divierte. Parece que estoy jugando, y que hay otros como yo, sintiendo la energía, nuestra energía, nuestro animal conectado con su instinto. Eso, cuando te falta un sentido, te volvés más animal. ¿Ven? No lo tengo que googlear: veo como nadie ve, por eso alguien quiere mis ojos. 
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itnasmorilla · 8 years ago
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¡Tercer relato! Esta semana @supercerdo​ ha elegido el #7. Lo cierto es que ha supuesto un pequeño quebradero de cabeza, pues quería que fuese único e inesperado y... bueno, ya lo veréis.¡Espero que os guste!
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7. Escribe una historia ficticia sobre un encuentro con una celebridad en un restaurante.
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Según su reloj, pasaban pocos minutos de las 10 y media cuando bajó del autobús. Iba con tiempo de sobra para llegar a la presentación de su trabajo. Se encaminó hacia la facultad repasando mentalmente los puntos de la exposición, cuando un fuerte rugido de su estómago le recordó que apenas había probado bocado desde la noche anterior.
“Debería tomar algo.” Pensó “¡Menudo ridículo si estas se ponen a sonar en medio de la presentación!”
Miró a su alrededor buscando alguna tienda de comestibles, pero fue un bar con lo que se encontró. El clásico local de barrio, de toldillas verdes medio deshilachadas y carteles pegados en los cristales de la puerta anunciando partidos televisados y promociones de tapas. Sobre la entrada, en un antaño cartel luminoso proporcionado por una reconocida marca de refrescos, se podía leer: BAR-RESTAURANTE CASA CANO.
Entró en el local dándose por satisfecho. Saludó al entrar, siendo respondido por el camarero y un movimiento de cabeza de un parroquiano que leía un periódico deportivo. Se dirigió a una mesa de madera llena de marcas, y se sentó. No terminó de coger la carta colocada junto al servilletero, cuando el camarero ya estaba a su lado con la libreta y el bolígrafo listos para tomar la comanda. No tardó en decidirse por un sándwich especial completo y un refresco.
Atendido, miró el reloj. Tenía poco menos de hora y media para llegar a clase, así que procuró serenarse. Mientras esperaba, examinó la clientela del bar: En la barra, en un extremo pegado a la pared que daba a la cocina, estaba el hombre que leía el periódico deportivo. Dos mesas más alejadas de la suya, una pareja de señoras mayores desayunaba acompañadas por dos grandes carros de la compra. En un rincón, frente al televisor que emitía un programa de cotilleo matutino, un hombre tomaba una cerveza sin apartar la vista de la pantalla.
Las tripas volvieron a rugir, esta vez con mayor insistencia. Volvió a mirar el reloj y comprobó que llevaba esperando unos veinte minutos. “¿Cuánto se tarda en preparar un sándwich?” protestó mentalmente.
Impaciente por el hambre, se aproximó a la barra para preguntarle al camarero. Al acercarse, vio que no estaba y escuchó un diálogo bastante airado proveniente de la cocina.
- ¿Oiga? -preguntó sin mucha esperanza de ser atendido
- No creo que te oigan. -respondió el lector del periódico sin mirarle- Llevan un rato ahí dentro. Se les ha debido joder algo gordo.
- Bueno, pero ese no es asunto mío, no sé si me comprende…
- No, ni el mío…
Se disponía a llamar de nuevo, cuando el camarero regresó a su puesto tras la barra.
- Perdone, ¿Sabe si le queda mucho a mi sándwich?
- Verás; el sándwich lleva hecho un rato, pero es que ha pasado algo y el cocinero no sabía si sacarlo. Creo que al final va a preparar otro.
- ¿Se ha caído al suelo?
- No, está perfectamente.
- ¿Se ha quemado?
- No, tampoco.
- Bueno, pues ¿qué le ha pasado para que no se pueda comer?
- No, si comer se puede comer. Es que…
- Si se puede comer me da lo mismo lo que haya pasado. -interrumpió- Si no le importa, sírvame el primero que ha hecho, que es el que he pedido. Voy con algo de prisa.
- Está bien, está bien. Ahora mismo lo saco.
Regresó a su mesa con una sensación extraña. No sabía si estaba confuso, molesto, hambriento, nervioso o todo a la vez. Pudo escuchar cómo volvían a discutir dentro de la cocina, pero a los pocos segundos apareció de nuevo el camarero, esta vez portando un plato con su pedido.
- ¿Qué es lo que le había pasado? -preguntó mientras el camarero se acercaba con la comida y la bebida.
- Compruébalo tú mismo.
Al ponerle el plato delante, pudo ver que la rebanada de pan que coronaba el sándwich tenía grabada la cara del mismísimo Cristo. Había visto imágenes del estilo en internet, pero ninguna con semejante nivel de detalle. Parecía una fotografía auténtica.
- ¿Cómo ha hecho esto? -preguntó asombrado.
- No lo ha hecho el cocinero. Ha salido así. Está tan asombrado como nosotros, o más. Con decirte que se ha quedado rezando delante de la sartén…
- Lo cierto es que parece una foto… -murmuró examinándolo más de cerca- ¡Esto tienen que verlo mis colegas!
-Pues espera, que hay más… -dijo el camarero- Si me permites…
Tomó el tenedor que había sobre el plato y ejerció una ligera presión sobre la rebanada hacia abajo. La salsa de tomate de la cara inferior comenzó a asomar por los puntos donde estaba la corona de espinas.
- ¡La leche! -exclamó fotografiándolo.
- La hostia, diría yo…
- Pues nada. Esperemos que esté tan bueno como parece.
- ¿Cómo? ¿Qué te lo vas a comer?
- Claro, para eso lo he pedido.
- ¿Pero tú sabes lo que puedes sacar por esto en internet?
- ¿Quién va a querer pagar por un sándwich frío?
- ¡Por la rebanada, hombre!
- ¡No tengo otra cosa que hacer que llevar encima un cacho de pan con la cara de Cristo!
Al oír esto, el cliente del periódico se acercó y miró por encima del hombro del camarero.
- ¡Coño, Raúl! ¿Ahora hacéis dibujitos en los bocadillos?
- ¡Que ha salido solo! ¿Tú te crees que el Bienve sabe pintar con las sartenes?
- ¡Engracia, Conchi! ¡Venid a ver esto! -llamó el parroquiano.
Las dos señoras abandonaron sus desayunos y se apresuraron en llegar hasta la mesa. “¡Qué energía tienen cuando se trata de un chisme!” pensó con fastidio.
Ambas se quedaron perplejas, santiguándose varias veces ante el retrato de su Señor plasmado en aquella rebanada de pan cada vez más seca.
- Oigan, si me permiten que desayune tranquilo… es que tengo prisa.
- Pero, ¡¿cómo te vas a comer al Señor?!  -exclamó una de ellas.
- ¿No se lo comen ustedes cada vez que comulgan en misa? -murmuró irritado.
- ¡Pero eso es algo simbólico! -repuso la otra- ¡Esto es un milagro! ¡El Señor Jesucristo se ha manifestado en tu comida para decirte algo!
- Que tengo hambre.
- ¡Un respeto, joven!
- ¡Dejadle en paz y que se coma su sándwich tranquilo! -exclamó el cliente que veía la televisión- Lo que decís de que es Cristo, no es más que una serie de quemaduras en el pan que, aleatoriamente, han quedado con esa forma.
- ¡¿Qué sabrás tú?! -exclamó de nuevo la mujer- ¡Que te pasas el día ahí aferrado a la cerveza en lugar de hacer nada!
- Lo que usted diga, doña Engracia… -respondió volviendo a centrar su atención en el televisor.
Harto de tanta disputa, tomó el sándwich y se dispuso a darle un bocado.
- ¡NO! -exclamaron todos a la vez
- ¿Qué pasa ahora?
- ¿Y si de verdad es un milagro? -preguntó la que, dedujo, era Conchi- Eso solo lo puede confirmar un sacerdote.
- El padre Andrés es el párroco del barrio. -añadió Engracia.
- Oigan, tengo hambre y prisa… Por favor… -rogó.
- ¡No te preocupes, chaval! -exclamó el parroquiano dándole un golpe en el hombro- ¡Que te traigo al cura en un suspiro y que él decida!
Se llevó las manos a la cabeza desesperado. Consultó el reloj y calculó mentalmente; apenas una hora para llegar. Se limitó a tomar pequeños tragos del refresco para echar algo al estómago mientras oía el parloteo alterado de las mujeres y la discusión del camarero con el cocinero, el cual había salido de la cocina para comprobar si el sándwich seguía de una pieza.
A los pocos minutos escuchó el tintineo de la puerta al abrirse. Se giró esperanzado de encontrase al parroquiano con el cura para que todo aquello terminase, pero su esperanza se transformó en decepción. Los recién llegados eran una pareja de chicas, una de ellas con una enorme cámara fotográfica colgada al cuello.
- ¡Ahí, en esa mesa! -señaló el cocinero nada más verlas llegar- ¡Ese chico!
Ambas se acercaron hasta el punto indicado. La fotógrafa comenzó a disparar ráfagas con la cámara hacia el plato. Su compañera se sentó frente a él.
- Hola, soy Clara Merino, para el diario digital “Sucedió Así” -se presentó dejando una tarjeta de visita junto al plato- ¿Nos responderías a unas preguntas? ¿Te importa que grabe la conversación?
- Eh...
- ¡Genial! ¿Qué te ha llevado a entrar aquí y pedir este sádwich?
- Tenía… ¡tengo hambre! ¡Yo no contaba con esto!
- ¿Dirías que es una casualidad o un milagro?
- ¡¿Y yo que sé?! ¡Una casualidad, supongo!
- ¿No crees que Jesús se te haya manifestado?
- ¡No! ¡Y si lo ha hecho es una broma de mal gusto porque debería saber que voy con prisa!
- ¿Te importaría posar con el plato?
- ¡No, nada de fotos! Por favor, solo quiero desayunar…
De nuevo sonaron las campanillas de la entrada.
- ¡Aquí está el cura! -gritó alguien.
El parroquiano y el sacerdote entraron en el local seguidos por un grupo de curiosos que acudían a ver el milagro. Al parecer, el hombre debió pregonar a los cuatro vientos que Cristo se había aparecido en el bar y medio vecindario había ido a verlo.
En pocos segundos aquello se convirtió en un hervidero de gente que gritaba y parloteaba. La periodista se había lanzado a entrevistar al sacerdote que confirmaría si aquello era una verdadera obra divina o algo fruto del azar, el camarero discutía con el cocinero por haber llamado a la prensa, las señoras Engracia y Conchi habían comenzado a entonar himnos religiosos acompañadas por varias amigas que habían llegado con el grupo de curiosos, el flash de la cámara volaba de aquí para allá, y el cliente de la tele se quejaba a voces de que no se oía nada.
De pronto, un golpe seco en la barra llamó a un silencio que se fue propagando entre los presentes hasta no oírse más que el rumor de la ciudad al otro lado de los muros.
El plato vacío, a excepción de unas pocas migajas, reposaba sobre la barra frente al joven que miraba al camarero con atención.
- La cuenta, por favor.
- Al final…
- Me lo he comido. -Afirmó
- Pero, ¿cómo…?
- ¿No dice la Biblia que se dé de comer al hambriento? ¡Pues ea!
- ¿Y qué tal… estaba?
- De la hostia.
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libretaencomposicion · 5 years ago
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«Hijos del mar», Edwidge Danticat. Dicen que más allá de las montañas hay más montañas. Ahora sé que es verdad. Sé también que hay aguas eternas, mares infinitos, y mucha gente cuyo nombre a nadie importa. Miro hacia el cielo y te veo allí. Te veo llorar como un caracol aplastado, como lloraste cuando te ayudé a arrancar tu primer diente. Sí, te quería entonces. No sé por qué, cuando te miraba pensaba en hormigas rojas, ardientes. Quería que me clavaras las uñas y me dejaras sin sangre. No sé cuánto tiempo estaremos en el mar. En este pequeño barco hay conmigo otras treinta y seis almas desertoras. Llevamos como velas unas sábanas que ondean llenas de manchas de un rojo brillante. Cuando subí a bordo, me pareció poder oler todavía el semen y la inocencia perdida de aquellas sábanas. Levanto los ojos y pienso en ti y en cuantas veces te resististe. A veces parecía que lo desearas, pero siempre supe que querías que te respetase. Pensabas que te estaba poniendo a prueba, cuando lo único que yo deseaba era estar cerca de ti. Pero tal vez tengas tú razón. Fantaseo demasiado. Me temo que voy a tener pesadillas cuando nos adentremos en el mar. Odio de veras tener todo el día el sol en la cara. Si volvemos a encontrarnos, verás lo moreno que estoy. Ahora que me he ido, seguro que tu padre te casa con alguien. Hagas lo que hagas, no te cases con un soldado, por favor. Casi no son humanos. Haiti est comme tu l’as laissé. sí, exactamente igual a como lo dejaste. balas día y noche. el mismo agujero. todo igual. estoy cansada de todo esto, me irrita y me pone de mal humor. paso las horas persiguiendo cucarachas por la casa. las aplasto con el talón. me vuelven loca, todo me vuelve loca, estoy encerrada el día entero. cerraron las escuelas cuando el ejército tomó el control. nadie menciona el nombre del antiguo presidente. papá quemó los carteles y las viejas insignias de la campaña. mamá enterró sus insignias en un agujero, detrás de la casa. ella cree que quizás vuelva, dice que entonces las desenterrará. nadie sale de su casa. nadie. papá quiere que tire las cintas de tu programa de radio. rompí algunas cintas de música, pero todavía tengo tu voz, doy gracias a dios de que te marcharas a tiempo. los otros jóvenes de la federación han desaparecido. nadie ha oído nada de ellos, creo que deben de estar en la cárcel. tal vez estén todos muertos. papá se preocupa un poco por ti. no te odia tanto como tú crees. el otro día le oí preguntarle a mamá, ¿crees que el chico está muerto? mamá dijo que no lo sabía. creo que él siente haberse portado tan mal contigo. ya no dibujo mis mariposas porque ni siquiera me apetece ver el sol. en cambio, mamá dice que las mariposas pueden traer noticias, las de colores claros traen buenas noticias y las negras nos avisan de la muerte. nosotros tenemos toda la vida por delante. solías decirlo, ¿recuerdas?, pero entonces las cosas eran muy distintas. Hay una chica embarazada a bordo. Debe de tener nuestra misma edad. Diecinueve o veinte años. Tiene el rostro cubierto por unas cicatrices que parecen heridas de navaja. Es bajita y habla con un sonsonete que me recuerda a los aldeanos del norte. La mayor parte de la gente del barco es mucho mayor que yo. He oído decir que muchos de estos barcos llevan a bordo niños pequeños. Me alegro de que éste no. Creo que me rompería el corazón ver todos los días a un niño o a una niña en mitad de este mar, recordándome con su cara inexpresiva el desesperado futuro de nuestro país. Bastante duro es ya para los adultos. Bastante duro es para mí. Antes de tener que estudiar tanto para los exámenes de la universidad, solía leer mucho sobre América. Estoy intentando recordar si leí algo sobre Miami. Hace sol. Allí no nieva como en otras partes de América. No puedo decir con exactitud a qué distancia estamos. No creo que estemos muy lejos de nuestra costa. En el mar no hay fronteras. Todo parece una misma cosa. Ni siquiera puedo decir si vamos a caer por el borde de la tierra. Tal vez el mundo sea plano y nosotros vayamos a descubrirlo. Como los navegantes de antaño. No soy muy religioso, ya lo sabes. A pesar de ello rezo todas las noches para que no nos encontremos con una tormenta. Cuando consigo dormir, sueño que un huracán nos atrapa, y luego otro, y otro. Sueño que viene un viento del cielo y nos reclama el mar. Y nos hundimos en él y nadie vuelve a saber nunca de nosotros. Ahora acepto mejor la idea de morir. No es que la haya aceptado por completo, pero soy consciente de que puede suceder. No me interpretes mal. No quiero ser un mártir. Un muerto no sirve para nada. Pero si la muerte viene, sé que no puedo gritarle y decirle que se vaya. Espero que otro grupo de jóvenes pueda hacer el programa de radio. Durante mucho tiempo ese programa fue toda mi vida. Estuvo muy bien tener una radio como aquélla, donde podíamos hablar de lo que queríamos del gobierno, de lo que queríamos para el futuro de nuestro país. Hay muchos protestantes en este barco. Muchos de ellos creen ser Job o los Hijos de Israel. Parece como si esperaran que alguien bajara del cielo y abriera el mar para nosotros. Dicen que el Señor es quien da y que el Señor es quien quita. Nunca me ha sido dado mucho. ¿Qué podrían quitarme? Si pudiera matar. Si supiera magia wanga, los borraría de la faz de la tierra, hoy han disparado a un grupo de estudiantes delante de la cárcel de fort dimanche. se estaban manifestando por los cuerpos de los seis de la radio. así es como os llaman, los seis de la radio, tenéis un nombre. tenéis una reputación. mucha gente cree que estáis muertos como los otros. quieren que les devuelvan los cuerpos a las familias, esta tarde, el ejército dio por fin algunos cuerpos. les dijeron a las familias que fueran a buscarlos a las salas de indigentes del depósito. nuestra vecina la señora roger volvió a casa con poco más que la cabeza de su hijo. en realidad, sólo con su cabeza. en el depósito le dijeron que un coche le había atropellado y había arrancado la cabeza del cuerpo. cuando la señora roger fue al depósito, le dieron la cabeza. antes de que la viéramos nosotros, había estado paseando la cabeza por todo port-au-prince. sólo para mostrar lo que le habían hecho a su hijo. los macoutes se reían de ella desde las casas. le preguntaron si aquello era su cena. hicieron falta diez personas para evitar que saltara sobre ellos, la hubieran matado, los muy perros. nunca más saldré de casa. ni siquiera al patio para respirar. siempre te están vigilando, como buitres. por las noches no puedo dormir. cuento las balas en la oscuridad, me pregunto si es verdad. ¿pudiste realmente marcharte? me gustaría que hubiera algún modo de estar segura de ello. sí, lo haré. seguiré escribiéndote tal como te prometí. lo odio, pero seguiré escribiendo. sigue haciéndolo tú también, ¿vale?, y cuando nos volvamos a ver, parecerá que no hayamos perdido el tiempo. Hoy ha sido, en verdad, nuestro primer día en el mar. Todo el mundo vomitaba con cada balanceo del barco. Las caras que me rodean tienen ya ese color tostado por el sol. «Ahora no nos confundirán con los cubanos», dijo un hombre. Pero algunos cubanos también son negros. El hombre dijo que él estuvo una vez en un barco con un grupo de cubanos. Su barco se había detenido para recoger a los cubanos en una isla cerca de las Bahamas. Cuando los guardacostas se toparon con ellos, llevaron a los cubanos a Miami y a él lo mandaron de vuelta a Haití. Esta vez se había embarcado con papeles y documentos que mostraban que era perseguido por la policía de Haití. Además, por si quedaba alguna duda, tenía una pierna rota. Una señora mayor tuvo una insolación y se desmayó. La reanimé mojándole los labios con agua salada. Durante el día llega a hacer mucho calor. Por la noche, hace mucho frío. Como no hay espejos, nos miramos las caras los unos a los otros para ver lo débiles y enfermos que empezamos a estar. Algunas de las mujeres cantan y cuentan historias a los demás para evitar los vómitos. Entre tanto, yo miro el mar. Por la noche, el cielo y el mar se unen. Las estrellas parecen inmensas y cercanas. Se reflejan y brillan en el mar. A veces creo que puedo alargar la mano y coger una del cielo, como si fuera un fruto del árbol del pan o una calabaza o cualquier cosa que nos pudiera servir en este viaje. Cuando cantamos Querido Haití, no hay otro lugar como tú. Tuve que dejarte antes de poder entenderte, algunas de las mujeres lloran. A veces, quisiera detener la canción y ponerme a llorar yo también. Para esconder las lágrimas simulo tener náuseas, por el olor del mar. Ahora ya no canto nunca con ellos. Probablemente tú no sepas mucho de esto, porque tu padre siempre te ha vigilado de cerca, en tu casa tan protegida con tu gentilísima madre. No, no me río de ti por ello. Si algo siento, es envidia. De haber sido chica, tal vez me hubiera quedado en casa en lugar de salir a politiquear y a meterme en problemas. Cuando llevas un par de días en el mar, huele como todo el pescado que te has comido, todos los cangrejos que has cazado, todas las medusas que te han picado las piernas. Estoy harto de este olor. También estoy harto de cómo empieza a oler la gente del barco. No sé cómo lo soporta Célianne, la chica embarazada. Está todo el tiempo con la mirada perdida en la distancia, frotándose la barriga. Nunca la he visto comer. A veces las otras mujeres le ofrecen un pedazo de pan y lo coge, porque ella no tiene comida. No puedo evitar pensar que el niño nacerá en cuanto ella no pueda resistir el hambre. La otra noche nos despertó con sus gritos. Creí que le dolía el estómago. Empezó a entrar agua en el barco por un agujero que estaba donde ella dormía. Hay una grieta a popa que parece que vaya a romper el barco en dos si crece. El capitán nos apartó y tapó el agujero con brea. Todos empezaron a preguntarle si todo iba bien, si todo acabaría bien. Él dijo que esperaba que los guardacostas nos encontraran pronto. Uno no puede irse a dormir después de esto. Así que todos nos pusimos a mirar la brea a la luz de la luna. Estuvimos así hasta que amaneció. No puedo evitar preguntarme cuánto tiempo va a resistir la brea. Papá encontró tus cintas, empezó a gritarme y a preguntarme si estaba loca, sólo espera que levanten la prohibición de la gasolina para marcharnos de la ciudad, estos días no deja de molestarme porque no puede salir y conducir su furgoneta. todas las fábricas norteamericanas están cerradas. siguió gritándome por lo de las cintas. me llamó egoísta y me preguntó si había visto u oído lo que les había pasado a las putas busconas como yo. le respondí que yo no era una puta. no tenía ningún derecho a decirme eso. me empujó contra la pared por haberle faltado al respeto, me escupió en la cara. me gustaría que los macoutes le mataran. me gustaría que le alcanzara una bala, para que viéramos lo asustado que en realidad está. yo no eché a tu estúpido alborotador. me eché a gritar, sí, fuiste tú. fuiste tú, cerdo inmundo, no sé por qué dije esto. me dio una bofetada y siguió golpeándome hasta que llegó mamá y me apartó de él. me gustaría que una de esas balas me diera a mí. La brea aguanta bien por el momento. Han pasado dos días y no hay escapes. Sí, definitivamente soy africano. Ya soy más oscuro que tu padre. Quise comprarle un sombrero de paja a una de las señoras, pero no me lo quiso vender por las dos últimas gourdes que tenía sueltas. ¿Crees que tu dinero sirve para algo aquí?, me preguntó. A veces olvido dónde estoy. Si sigo tan abstraído, acabaré saliendo del barco como quien va a dar un paseo. La otra noche soñé que moría e iba al cielo. Aquel cielo no era como yo lo imaginaba. Estaba en el fondo del mar. Había estrellas marinas y sirenas a mi alrededor. Las sirenas bailaban y cantaban en latín, como los curas en la catedral durante la misa. Tú estabas allí conmigo, en el fondo del mar. Estabas con tu familia, a un lado. Tu padre se comportaba como si estuviera mejor que nadie y se ponía en la entrada de una cueva, delante de ti, para que yo no pudiera verte. Yo intentaba hablarte, pero cada vez que abría la boca no salían de ella más que burbujas. Ningún sonido. Ahora se dedican a esto. si entran en una casa y encuentran a una madre y a su hijo, les apuntan con una pistola a la cabeza y hacen que el hijo se acueste con su madre. si se trata de una hija y su padre, hacen lo mismo. algunas noches papá duerme en casa de su hermano, el tío pressoir. el tío pressoir duerme en nuestra casa, por si acaso llegan, así papá no tendría que acostarse conmigo. sino que sería el tío pressoir quien lo hiciera, y eso no sería tan malo, conocemos a una chica que tuvo un hijo de su propio padre, y esto es lo que papá no quiere que ocurra, aunque le cueste la vida. todavía no se puede comprar gasolina. si no, ya estaríamos en ville rose. papá tiene un amigo que va a conseguirle gasolina de un soldado, tan pronto como tengamos gasolina, cogeremos la furgoneta y nos dirigiremos rápidamente hacia la civilización, así es como papá lo dice, civilización. dice que las cosas no van tan mal en las provincias. yo todavía no le dirijo la palabra. no creo que vuelva a hacerlo nunca. mamá dice que no es culpa suya. que está tratando de protegernos. él no puede protegernos, sólo dios puede protegernos. los soldados pueden venir y hacer con nosotros lo que quieran. esto hace que papá se sienta débil, dice mamá. se enfada cuando se siente débil. ¿por qué iba a estar enfadado conmigo? yo no soy uno de esos cerdos de las pistolas. mamá me preguntó qué te había pasado. dijo que vio a tus padres antes de que se fueran a las provincias, no le quisieron decir nada. yo le dije que te habías ido en barco después de que asaltaran la emisora de radio. habías escapado y te habías embarcado hacia dios sabe dónde. ese chico será un buen hombre, dijo, listo como el hambre. pasó los exámenes de la universidad un año antes que cualquiera de los de aquí. mamá respeta a la gente ambiciosa. dijo que papá no te quería para mí porque no parecía que pudieras ofrecerme algo que ellos no me pudieran dar. quiere que encuentre un hombre que me sea de provecho, alguien que vaya a darme más de lo que ahora tengo. a una chica ya no le basta ser bonita. no tenemos buenos contactos con la alta sociedad. el tipo de hombre que papá quiere para mí no tiene nada que ver conmigo. todo lo que uno puede esperar es un poco de amor, dice mamá, tan poco como una gota en un vaso si te conformas con ello, o una catarata, un río, si es eso lo que necesitas. no tenemos contactos con la alta sociedad, dice, pero tú eres una chica con estudios. lo que ella llama tener estudios no es mucho, de todos modos. van a anunciar los resultados de los exámenes de la universidad por la radio la semana que viene. entonces sabré si has aprobado. escucharé tu nombre. Pasamos el día de ayer contando cuentos. Uno dice ¿Krik?, y tú respondes ¡Krak! Podría contarte muchas historias, te dicen, y luego te las cuentan, pero más que nada las cuentan para sí mismos. A veces parece que hayamos pasado más años en el mar que en tierra. El sol sale y se pone. Así es como sabemos que ha pasado un día. Siento como si estuviéramos navegando hacia África. Quizás iremos a Guinin, a vivir con los espíritus, con aquellos que vivieron y murieron antes que nosotros. Seguramente nos expulsarían de allí también. Alguien tiene un transistor y a veces escuchamos la radio de las Bahamas. En las Bahamas tratan a los haitianos como a los perros, dice una mujer. Para ellos, no somos humanos. A pesar de que su música suena como la nuestra. De que se parecen a nosotros. A pesar de que nuestros padres son los mismos africanos que cruzaron juntos este mismo mar. ¿Quieres saber cómo va la gente al baño en este barco? Seguramente, del mismo modo en que lo hacían en aquellos barcos de esclavos hace muchos años. Hay un rincón reservado para ello. Cuando tengo que orinar, me la saco, me apoyo en la baranda y lo hago rápidamente. Cuando tengo que hacer lo otro, cojo un trozo cualquiera de papel, me agacho y tiro los restos al mar. Siempre me siento incómodo por el olor. Es muy humillante tener que agacharse delante de tanta gente. La gente se gira, pero no siempre. De vez en cuando me pregunto si realmente hay tierra al otro lado del mar. Quizás este mar es infinito. Como mi amor por ti. la noche pasada fueron a casa de la señora roger. papá se metió dentro en cuanto la señora roger empezó a gritar, los soldados estaban buscando a su hijo. la señora roger gritaba: le habéis matado. hemos enterrado su cabeza. no podéis matarle dos veces, los soldados daban voces, ¿perteneces a la federación juvenil de esos maleantes que estaban en la radio? ella gritaba: acaso os parezco joven? ¿puedes identificar a los amigos de tu hijo? le preguntaron. papá nos había sacado de la casa de puntillas y fuimos a la letrina de atrás. desde allí podíamos oírlo todo. creí que me iba a ahogar con el olor de heces podridas. ellos seguían gritándole a la señora roger, ¿pertenecía tu hijo a la federación juvenil? ¿no estaba en la radio hablando de la policía? ¿no dijo abajo con los tonton macoutes? ¿no dijo abajo con el ejército? dijo que los militares tenían que irse; ¿no escribió eslóganes? fue a reuniones ¿verdad? se manifestó en la calle. deberías haberle aconsejado mejor. ella maldijo las tumbas de sus madres. simplemente dijo gritando, ¡espero que vuestras madres nunca descansen en sus malditas tumbas! ella seguía chillando, ¡ya le habéis matado una vez! ¿queréis matarme a mí también? adelante. ya no me importa, ya estoy muerta. ya me habéis hecho lo peor que podíais hacerme. habéis matado mi alma. ellos insistían y seguían levantando la voz y preguntándole: ¿era tu hijo un traidor? dime los nombres de todos sus amigos que eran traidores como él. la señora roger al final grita, sí, ¡era un traidor! pertenecía a ese grupo. estaba en la radio. estaba en las calles manifestándose. os odiaba como os odio yo, criminales, le matasteis. empiezan a golpearla. se oye. se pueden oír los culatazos de las pistolas en su cabeza. suena como si le estuvieran rompiendo todos los huesos del cuerpo. no puedes dejar que la maten, le susurra mamá a papá. ve y dales dinero como hiciste con tu hija. el único dinero que me queda es para irnos de aquí mañana, dice papá. no podemos quedarnos aquí mientras la matan, susurra mamá. mamá empieza a moverse como si fuera a salir por la puerta. papá la coge por el cuello y la aprieta contra la pared de la letrina, mañana nos vamos a ville rose, dice. no lo echarás a perder, no pondrás a tu familia en esa situación, no harás que nos maten. salir allí sería como pedir la muerte. todavía no está muerta, dice mamá, quizás podamos ayudarla. te quedarás aquí, le dice papá. mi madre esconde la cara en la pared de la letrina. empieza a llorar, se puede oír gritar a la señora roger. la están golpeando, machacándola hasta que no se oye nada. no puedes dejar que maten a alguien sólo porque tienes miedo, le dice mamá a papá. sí, sí puedes dejar que maten a alguien porque tienes miedo. ellos son la ley. están en su derecho. simplemente nos estamos comportando como buenos ciudadanos, respetando la ley de este país. esto ha estado ocurriendo por todas partes, y esta noche ocurrirá de nuevo y no hay nada que nosotros podamos hacer. Célianne se ha pasado la noche gimiendo. Durante un rato ha parecido que estaba a punto, pero quizás el niño sea muy testarudo. Ella gritó que estaba sangrando. Hay una mujer vieja que parece haber tenido muchos hijos. Dice que Célianne no pierde sangre. Ha roto aguas. Los únicos recién nacidos que he visto en mi vida eran pequeños ratones. Su piel parece apenas un delgado velo. Pueden verse todas sus venas y todos sus órganos. Siempre he deseado hurgar en ellos para ver si mi dedo atravesaba su piel. Me he ido a la otra punta del barco para no tener que mirar dentro de Célianne. La gente está observando. El capitán le ha pedido a la comadrona que mantenga tranquila a Célianne, para que el barco no se balancee y se abran más brechas. Ahora hay ya tres agujeros cubiertos con brea. Siento miedo al pensar qué ocurriría si tuviéramos que elegir entre nosotros quién se quedaría en el barco y quién moriría. Si llegara ese punto, todos nos comportaríamos como buitres, yo incluido. El sol se pondrá pronto. Alguien dice que este niño no será más que otra boca hambrienta. Por lo menos tendrá los pechos de su madre, dice un viejo. Hoy vamos a comer los últimos restos de comida que nos quedan. corre el rumor de que el antiguo presidente va a volver. hay mucha gente que va a ir al aeropuerto a recibirle. papá dice que no nos vamos a quedar en port-au-prince para ver si es verdad o si es mentira. ya vuelven a vender gasolina en el mercado. las comparsas de carnaval han tomado la calle. nosotros vamos en dirección contraria, a ville rose. quizás allí sea capaz de dormir por las noches. las cosas no se resolverán con el regreso del antiguo presidente, dice mamá ahora. la gente está demasiado esperanzada, y a veces la esperanza es el arma más peligrosa que se puede usar contra nosotros. la gente cree cualquier cosa. la gente diría haber visto de nuevo a cristo marchando con la cruz si tuviera suficiente fe para ello. mamá le dijo a papá que tú embarcaste. papá me dijo esta mañana, antes de que nos fuéramos, que era un mal padre por todo lo que había pasado. dice que un padre tendría que ser capaz de hablar a sus hijos como un hombre civilizado. toda esta locura le ha hecho sentir que no puede hacer nada. lo único que quiere es vivir. papá y mamá no se han dirigido la palabra desde que salimos de la letrina. sé que papá no nos odia, o que no lo hace de la manera en que yo odio a esos soldados, esos macoutes, y toda esa gente que dispara sus pistolas. en el camino hacia ville rose, vimos a unos perros lamiendo las caras de dos muertos. uno de ellos era un niño pequeño que estaba tirado al lado de la carretera con el sol dándole en los ojos abiertos y sin vida. vimos a un soldado sacando por la fuerza de una cabaña a una mujer, llamándola puta. el soldado le estaba afeitando la cabeza, pero evidentemente no nos paramos. papá no quiso ir a casa de la señora roger para ver cómo había acabado aquello, pensaba que los soldados podían estar allí todavía. papá conducía muy aprisa. creí que iba a matarnos. paramos en un mercado del camino. mamá compró un poco de ropa negra para ella y para mí. la cortó en dos pedazos y nos tapamos con ellos la cabeza para guardar luto por la señora roger. cuando me acostumbre a ville rose, tal vez dibuje para ti algunas mariposas, depende de las noticias que me traigan. Célianne ha tenido una niña. La mujer que ha ejercido de comadrona coge al bebé como si lo mostrara a la luna y susurra oraciones… Dios, a esta niña que Tú has creado, guíala, por favor, según tu voluntad durante todos sus días en esta tierra. La niña no ha llorado. Tuvimos que arrojar algunas cosas al mar, porque el agua está empezando a entrar lentamente. El barco debe perder peso. He tenido que echar por la borda mis dos gourdes como ofrenda a Agwé, el espíritu de las aguas. Ayer oí murmurar al capitán que habría que hacer algo con algunas de las personas que no se recuperan de los mareos y las náuseas. Temo que pronto me van a pedir que tire este cuaderno. Quizás tendremos que desnudarnos todos hasta quedar como cuando nacimos, para no ahogarnos. La niña de Célianne es una niña preciosa. La llaman Swiss, porque esta palabra estaba escrita en la navaja con la que cortaron el cordón umbilical. Si fuera mi hija, la llamaría soleil, sol, luna o estrella, los nombres de los elementos. Todavía no ha llorado. Circulan rumores sobre cómo quedó Célianne embarazada. Algunos dicen que tuvo una aventura con un hombre casado y que sus padres la echaron de casa. Los rumores proliferan aquí, como en cualquier otra parte. ¿Te acuerdas de nuestros absurdos sueños? Pasar los exámenes de la universidad y trabajar duro para llegar hasta el final, tan lejos como pudiéramos en los estudios. Sé que tu padre nunca me hubiera aceptado. Yo hubiera intentado ganármelo. Tendría que haberme arrancado el corazón si quería que dejara de quererte. Espero que estés escribiendo tal y como prometiste. ¡Jesús, María y José! Todo el mundo huele fatal. Discuten entre sí. «Es culpa de la mala suerte que yo esté metido aquí con un indigente como tú», se dicen. Piensa en ello. Pelean porque se creen superiores unos a otros, cuando podemos hundirnos todos como el plomo. Hay un viejo desdentado, que intenta ver lo que estoy escribiendo. Chupa la punta de una vieja pipa de madera que no ha visto el fuego en mucho tiempo. Parece un cuadro. Bien mirado, se podría llenar un museo con las imágenes que hay aquí. Sigo sintiéndome un cobarde por haber huido. ¿Has oído algo de mis padres? La última vez que los vi, en la playa, mi madre tuvo un kriz. Se desmayó en la arena. La vi volver en sí cuando zarpamos. Pero evidentemente no sé cómo debe de estar ahora. El agua se está empezando a acumular en el barco. Nos turnamos para intentar sacarla con una palangana. No sé qué es lo que impide que el barco se parta en dos. Swiss no llora. Siguen dándole palmadas, pero no llora. evidentemente el antiguo presidente no vino. arrestaron a mucha gente en el aeropuerto, y mataron a muchos de ellos. lo oí por la radio. esta noche, mientras cenábamos, le dije a papá que te quiero. no sé si esto cambia las cosas. sólo quiero que sepa que he amado a alguien en la vida, en caso de que nos ocurriera algo a uno de los dos, creo que él debe saber esto de mí, debe saber que en mi vida he amado a alguien aparte de él y de mi madre. sé que lo entiendes. tú eres el de los gestos nobles. sólo quería que supiera que soy capaz de querer a alguien. me miró directamente a los ojos y no dijo nada. te quiero tanto que se me ponen los pelos de punta con sólo pensar que podría pasarte algo. papá giró la cara como si me despreciara desde el día en que nací. te estoy escribiendo bajo el baniano del patio de nuestra nueva casa. sólo hay dos habitaciones y el techo es de lata y hace música cuando llueve, sobre todo cuando graniza. entonces parece que caigan encolerizadas lágrimas del cielo, hay un arroyo al pie de la colina en la que está la casa, un arroyo tan poco profundo que ni siquiera podría ahogarme en él. mamá y yo pasamos mucho tiempo hablando bajo el baniano. hoy me ha dicho que a veces hay que elegir entre el hombre al que amas y tu padre. toda su familia se oponía a que se casara con papá porque él era un jardinero de ville rose y ellos eran de la ciudad, algunos incluso universitarios. me lo ha dicho todo en el patio, bajo el baniano, en voz muy baja para no herir los sentimientos de papá. yo le veía mirarnos fijamente desde la casa. le oí carraspear como si nos hubiera oído, como si por el mero hecho de estar juntas le hubiéramos herido profundamente. Célianne está tumbada con la cabeza apoyada en la barandilla del barco. La niña todavía no llora. Ambas parecen muy tranquilas en medio de este caos. Célianne abraza a su hija contra su pecho. No parece que vaya a poder lanzarla al mar. Le he preguntado por el padre del bebé. Ella sigue repitiendo la historia, ahora con los ojos cerrados y sin apenas mover los labios. Una noche ella estaba en casa con su madre y su hermano Lionel, cuando irrumpieron violentamente diez o doce soldados. Los soldados le pusieron una pistola en la cabeza a Lionel y le obligaron a acostarse con su madre. Lionel se negó. Su madre le dijo que les obedeciera, porque tenía miedo de que le mataran allí mismo si seguía resistiéndose. Lionel hizo lo que su madre le dijo. Lloraba mientras los soldados se reían de él y le apretaban cada vez más fuerte el cañón de la pistola en el cuello. Después, los soldados ataron a Lionel y a su madre, y violaron, uno tras otro, a Célianne. Cuando terminaron, arrestaron a Lionel por crímenes morales. Célianne nunca supo nada más de él. Aquella misma noche, Célianne se cortó la cara con una cuchilla para que nadie pudiera reconocerla. Mientras las cicatrices sanaban, empezó a tener vómitos y le salieron erupciones en la piel. Después se dio cuenta de que estaba engordando. Se enteró de la existencia de este barco y se embarcó. Tiene quince años. hoy, mamá me ha contado toda la historia bajo el baniano. los muy bastardos iban a por mí. iban a arrestarme. me vinculaban con la federación juvenil y querían llevárseme. papá se enteró de ello, fue al cuartel y les dio dinero, todo el dinero que tenía. nuestra casa en port-au-prince y todas las tierras que su padre le había dejado. se lo dio todo para salvar mi vida, por eso estaba tan furioso, mamá me lo ha contado esta noche bajo el baniano. no tengo palabras para agradecérselo a papá. no sé cómo hacerlo. debes amarle por esto, dice mamá, debes hacerlo. nunca podrás olvidar el sacrificio que ha hecho. no sé cómo hacer para darle las gracias. ahora es más que mi padre. es un hombre que dio todo lo que tenía para salvar mi vida. esta noche han leído en la radio los nombres de los que han aprobado los exámenes de la universidad. has aprobado. Estamos más tranquilos respecto a las vías de agua. El capitán ha puesto en las brechas toda la brea que le quedaba y parece que el agua no va a entrar durante un tiempo. Mucha gente se ha ofrecido voluntaria para tirar a la hija de Célianne por la borda. Ella no les deja. Están esperando a que se duerma para hacerlo, pero ella no duerme. No sabía que los niños muertos fueran de color morado. Los labios sobre todo, porque la niña es muy negra. Morada como el mar cuando se ha puesto el sol. Célianne se va durmiendo poco a poco. Debe de estar cansada después del parto. No quiero tocar a la niña. Si alguien va a tirarla al mar, creo que debería ser ella. Han tirado todo lo que salió del cuerpo de la madre después de la niña. Ahora van a lanzar al bebé muerto. Pienso si todo esto no atraerá a los tiburones. Célianne tiene las uñas hundidas en la espalda desnuda de su hija. El viejo de la pipa me ha preguntado: «Kompé, ¿qué escribes?». «Mi testamento», le he contestado. me estoy acostumbrando a ville rose. aquí hay muchas mariposas, muchísimas. hasta ahora ninguna se ha posado en mi mano, lo que significa que no tienen noticias para mí. a veces no puedo bañarme en el arroyo contiguo a la casa, porque el agua está helada. sólo al mediodía está bien, pero entonces podría verme mucha gente. lo que hago es coger un cubo de agua por la mañana y dejarlo al sol para bañarme por la noche bajo el baniano. ahora el baniano es mi amigo más fiel. dicen que los banianos pueden vivir cientos de años. y que las ramas que caen al suelo pueden convertirse a su vez en árboles. si le dieran la oportunidad, dice mamá, un baniano podría convertirse en un bosque. desde este lugar, bajo el árbol, veo montañas, y, detrás de ellas, más montañas. infinidad de montañas peladas. es como si todas estas montañas me estuvieran alejando cada vez más de ti. La ha tirado por la borda. Me fijé en su cara contraída antes de que soltara al bebé. Éste cayó ruidosamente al agua, flotó un rato y después se hundió. Y poco después ella saltó también. En el mismo momento en que se hundía la cabeza de la niña, se hundió la de ella. Desaparecieron juntas como dos botellas en una catarata. Todo sucedió muy aprisa. No hubo ocasión de intentar salvarla. Era imposible. El mar en este lugar es como los tiburones que lo habitan. No tiene piedad. Dicen que tengo que tirar mi cuaderno. El viejo tiene que tirar la pipa y el sombrero. El agua entra otra vez y están intentando achicarla. He pedido un momento para escribir esta última página y he prometido lanzarlo después. Sé que nunca lo leerás, pero ha estado bien imaginar que te tenía aquí hablando conmigo. Espero que mis padres estén vivos. Le he pedido al viejo que, si algún día llega a tierra, les cuente lo que ha sido de mí. Me ha pedido que escriba su nombre en «mi libro». Le he preguntado cuál es su nombre completo. Se llama Justin Moise André Nozius Joseph Frank Osnac Maximilien. Lo dice de una manera que uno podría pensar que es un rey. «Sé que se acerca un barco de los guardacostas. Lo he soñado», dice el viejo. Señala una mancha lejana en el horizonte. Miro hacia donde señala y no veo nada. Aquí, ver un barco debe de ser como ver un espejismo en el desierto. Ahora debo tirar mi libro. Se va a hundir con ellas, con Célianne y su hija y con todos esos hijos del mar que tal vez pronto me reclamen. Voy hacia ellos ahora como si ese fuera mi destino, como si el mismo día de mi nacimiento mi madre hubiera elegido para mí una vida eterna entre los hijos del azul y profundo mar, aquellos que han escapado de las cadenas de la esclavitud para crear un mundo debajo de los cielos y de esa tierra sanguinolenta en la que vives. Tal vez fui elegido desde el principio de los tiempos para vivir en el fondo del mar con Agwé. Quizás por eso soñé en la estrella marina y en las sirenas y en la misa católica submarina. Tal vez era una invitación para que yo acudiera. En cualquier caso, sé que te seguiré recordando aunque me convierta en un hijo del mar. hoy he dicho gracias. he dicho gracias, papá, por salvarme la vida. él sólo rezongó un poco y me puso una mano en el hombro. la quitó enseguida, como una mariposa. y después allí estaba, la mariposa negra volando a nuestro alrededor. empecé a correr y a correr para que no se posara en mí, pero de hecho ya había traído las noticias. sé lo que debe de haber ocurrido. esta noche he escuchado bajo el baniano el transistor de mamá. en la radio sólo hablan de más asesinatos en port-au-prince. esos cerdos se niegan a parar. no sé qué va a ocurrir, pero no me imagino viviendo aquí para siempre. te escribo debajo del baniano. mamá dice que los banianos son sagrados y que a veces, si llamamos a los dioses bajo sus ramas, oyen nuestras voces con más claridad. ahora siempre hay mariposas a mi alrededor, mariposas negras a las que hurto mi mano para que no se posen en ella. les tiro piedras, pero vuelan demasiado aprisa. anoche en la radio oí que otro barco se había hundido en la costa de las bahamas. no puedo imaginarte allí, entre las olas. se me ponen los pelos de punta. desde aquí no puedo ni siquiera ver el mar. más allá de estas montañas hay más montañas y más mariposas negras y un mar infinito como mi amor por ti. Autor: Edwidge Danticat
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edpnt-blog · 8 years ago
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1979 
Constance se mueve hasta el principio del aula y da la media vuelta por delante de los alumnos hasta llegar a las ventanas. En un movimiento nervioso e inconsciente, se inclina hacia adelante en las puntas de los zapatos y poco después regresa a los talones con suavidad, como un mínimo paso de baile. Al igual que el de entrelazar las manos al hablar, es un gesto que ha adquirido con el tiempo y que le debe, más que a ninguna otra cosa, al estar de pie frente a las clases durante los últimos veintitantos años de su vida. Pasea la mirada sobre los niños y atraviesa la distancia que la separa del escritorio, sobre el que hay una taza con restos de té con leche, en un par de pasos cortos. En el pizarrón a su espalda yacen, escritas con tiza blanca y la letra pulcrísima que años y años de un ejercicio tenaz de la caligrafía le han dejado, un par de oraciones cortas para practicar lo poco de análisis sintáctico que han llegado a ver. Cada tanto uno de ellos levanta la mirada y se fija en algún detalle, mordisqueando el extremo de un lápiz negro, o levanta la mano para hacer una pregunta que ella responde con increíble paciencia. Salvo Evan que, como ha pasado antes y está segura de que volverá a pasar en el futuro, hoy duerme con la mejilla sobre las manitos, los brazos cruzados sobre el pupitre de madera. Ha tratado de todo con él… despertarlo, enviarlo al baño a lavarse la cara, hacerlo pasar al frente, cambiarlo de lugar y que interactúe con alguien que no sea Heathfield, ya eterno a su flanco. Nada parece jamás quitarle de encima el silencio y el cansancio. Tener que ver eso en una criatura de diez años le rompe el corazón... en lugar de quedarse adentro él debería correr desesperado a los recreos, debería reírse y tomar a la escuela aún con esa misma inocencia de los ojos de los demás niños. No como un lugar para escaparse. Y ha llegado al punto sin retorno en el que no hay ya más nuevas ideas, no más milagros. Porque ningún uso tiene enviarlo a hablar con el director si el problema no es ni ha sido nunca él: ése está en otro lado, es mucho más complejo de solucionar que con un llamado de atención o una mala calificación en la esquina de una hoja a medio rellenar. Cuando el timbre de salida resuena en el pasillo, todos aguardan a que de las últimas indicaciones respecto de la tarea para moverse de sus asientos. Él, sin embargo, se pasa una mano por la cara y levanta con esfuerzo esa mochila que se percibe más pesada de lo que debería. A Wells casi que no la mira cuando pasa por delante del escritorio y ella le pide, llamándolo por su apellido, que se quede un momento. Thomas, que caminaba junto a él hacia afuera, se detiene en la puerta y los mira. Es únicamente después de que la mujer le da los buenos días que sigue su camino, e incluso ahí lo nota inseguro. Supone, y al asumirlo no se equivoca, que lo esperará un poco más allá, en el corredor vacío— Siéntate por favor —pide, un momento después de aproximar una de las sillas vacías al otro lado del escritorio. Él duda, como casi siempre, y se sienta cuando ella lo hace. De la cartera, que a la maestra la acompaña sin falta cada día, saca una bolsa de papel madera que sitúa en la mesa entre los dos: de su interior toma un recipiente plástico con un par de sándwiches de jamón y queso, una manzana y una botella de agua. Él, con el mentón bajo y los ojos celestes grandes y desconfiados, la observa con fijeza—. ¿No tienes hambre? —indaga y, quitándole la tapa, lo empuja con cuidado por sobre la superficie de madera. Evan, que le dedica poco más que una mirada, de inmediato niega con la cabeza— Está bien —le asegura—. Lo preparé para ti, Evan —a la próxima pregunta, un corto ‘¿de verdad?’ que parece escapársele, lo pronuncia después de otro rato. La manito, entretanto, se mueve un par de milímetros en pos del recipiente. Ella asiente, le dice que sí, por supuesto, que no hay ningún problema y que, si no llega a terminarlo, se lo puede llevar. Él come en silencio, primero una mitad del sándwich y después la otra, bebe agua y luego arranca la corteza del otro pan, que se lleva a la boca despacio—. Evan, ¿puedo preguntarte algo? —el chico no la mira, juega con la manzana entre las manos un momento— ¿Adónde vas ahora? —‘A casa.’— ¿Estás seguro? —así, un rato pasa. En realidad no cree, bajo ningún concepto, que vaya a irse a casa. Por el par de viejas herramientas que de tanto en tanto le ha visto cargar consigo en la mochila, supone que trabajará en un taller mecánico después de la escuela. Él vuelve a preguntarle si puede llevarse la manzana y el sándwich, y ella responde que sí una vez más. Después de guardar ambas cosas (el último que pretendía meter sólo así dentro de un bolsillo y que ella retiene el tiempo suficiente para envolverlo en una servilleta), se pone de pie y cuelga la mochila de uno de los delgados hombros. ‘Le prometo que no voy a olvidarme más de hacer la tarea.’— No, no… —‘¿Puedo irme?’—. Sí, claro.
1981
Cada letra se separa del fondo celeste debido al grueso borde negro, y al final del camino la frase “saludos desde San Diego, California” abarca prácticamente todo el frente de la postal. Evan, con las rodillas dobladas sobre una silla y los codos apoyados contra la mesa de la cocina de su mamá, posa los ojos sobre cada dibujo en la superficie de papel como si tratara de hacer un poquito suyo ese paisaje del que únicamente ha oído hablar a Roger. Entretanto ella gira la manecilla del temporizador, que deberá recordarle dentro de media hora que debe quitar el budín de naranja del horno, y después lo deja en la mesada. Al paño de cocina con el que termina de limpiarse los restos de harina de las manos lo lleva consigo al acercarse a la mesa y, haciéndose con una silla libre, se sienta. Cuando lo llama, diciéndole que venga con una palmadita en los mulsos, el niño ni siquiera lo duda: sin soltar la tarjeta en ningún momento, se acomoda en las rodillas de su madre con la cabecita escondida entre el cuello y hombro izquierdo— ¿Te gusta la postal? —indaga, incluso aunque significa resaltar lo obvio y nada más. En tanto él se mueve para asentir con la cabeza, el pelo castaño le cubre los ojos un momento y es ella quien lo aparta con una caricia de la mano que no lo abraza (sin anillos ni pulseras ahora, porque al cocinar es el único momento en que verdaderamente le resultan incómodos)— Es muy bonita. ¿La puedo ver? —él estira la manito después, ofreciéndosela, y la fémina la toma con cuidado. Aunque no recuerda si el último sitio que visitaron fue Sacramento o Santa Rosa, allá cuando era más sencillo viajar porque Ev era muy pequeño y Wendy aún no había llegado, está segura de que no, tan al sur no lograron ir nunca. Pero les habría gustado, y es algo que les queda pendiente, por eso reconoce algunos de los paisajes que las ilustraciones retratan. Una iglesia, la cruz oscura levantándose contra el cielo turquesa, la misión de San Diego de Alcalá con sus pulcras paredes blancas y el jardín florido a su frente. Las calles de la ciudad, edificios y casitas de familia bañadas por la luz áurea del sol; el puerto con su figura imponente, el mar azul y los barcos en la distancia. Desviando la vista de la postal un instante, Loise se pregunta qué pensará él al mirarlas. Porque para ella no significa más que la seguridad de saber que su compañero está bien, que disfruta todo lo que puede de las ciudades y paisajes a pesar de que cada vez cuesta un poco más aguantar los viajes tan largos. Está cansado ya de los días de ausencia y extrañar a Loise, a Wendy, a Evan… no quiere más perderse de ninguno de los dos pero de él en especial, de estos pocos momentos en familia en los que el chico encuentra y puede alegrarse de tener un poco de paz. ‘¿Cuándo va a volver?’ pregunta, y la siguiente inspiración profunda le llena los pulmones del aroma dulzón y cítrico de lo que Loise ha preparado, que se calienta poco a poco en el interior del horno. De golpe se da cuenta, tiene hambre. A ella no le dice nada. La mujer al final devuelve la tarjeta y vuelve a envolverlo con los brazos, las manos unidas frente a su cuerpo. Él observa de nuevo la inscripción a mano alzada en la parte trasera, la letra complicada junto a las estampillas de colores: “hijo, te quiero con todo mi corazón. R.”— El fin de semana —él se queda en silencio. Para entonces habrá vuelto a casa de su padre y tendrá, muy probablemente, que esperar hasta el mes próximo para poder regresar aquí. Los dos están conscientes de esa espera, y aunque es con una pena idéntica, mientras que Loise la carga con dolor, Evan está resignado. ‘¿Y hace calor ahí?’—. Sí, la ciudad está junto a unas playas muy bonitas —él la mira durante un rato más, dándola vuelta entre las manos. Absorbe en las yemas de los dedos los colores, las líneas oscuras, la textura del papel… a todo se lo queda en la retina, en el recuerdo. ‘¿Crees que puedo ir?’—. Claro… ¿por qué no? —‘Roger puede llevarme, ¿o no?’ ahí la mira a ella, los ojos grandes y claros que parecen haber atrapado una lucecita de esperanza. ‘Y podría trabajar ahí…’— Ev… —surge, durante algún tiempo, un profundo silencio. La fémina se aclara la garganta y piensa en que no tiene que llorar, no ahora, no frente a él. Se centra, en lugar de eso, en formarse una respuesta que sea, para él, lo menos dolorosa posible—. Te prometo que voy a llevarte algún día, ¿sí? —‘¿Cuándo?’— Cuando… hagamos un trato, ¿quieres? Si te va bien en la escuela, y la terminas, iremos a visitar San Diego —‘Está bien.’—. Ahora guardemos esto, para que no se rompa, y ve a despertar a Wendy… ¿quieres chocolate con leche? —cuando Evan sale de la cocina, oye sus pasitos contra los peldaños de la escalera y luego en el piso de arriba durante un par de segundos. Bennett se lleva una mano al rostro, cubriéndose los ojos un instante, y luego la misma viaja a la gargantilla y la crucecita plateada para atraparla entre los dedos. Para evitar la opresión en la garganta mira un momento por la ventana: afuera alguna nube grisácea se mueve tiempo suficiente para que al jardín lo bañe la luz del sol. Ella suspira.
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