#que ya no le diga tao u-u
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jintaov · 5 months ago
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quiere ponerse de pie y dejarle allí, era algo tan fácil de hacer si tanto quería dejar de escucharle y verle, pero como el otro sigue donde mismo, está obstruyéndole el paso. jintao no quería avanzar y que el otro de nuevo creyera que podía tocarle, además que quería intentar calmarse porque tampoco quería hacerle más daño. no porque estuviera compadeciéndose de él, solo porque no quería hacer algo que pudiera meterle en problemas. ¿qué tal si le dejaba un pedazo de piel morado? no quería después que se corriera la voz que el se las ha causado. ¿podrían suspenderle o algo? no es que creyera que estaban en pleno instituto, sino porque sabe que ese tipo de problemas no eran nada profesional. ¿pero como calmarse? el alemán le sigue lanzando palabras, interrogantes y comentarios que oídos no los están recibiendo del todo bien, haciendo que solo su enojo aumentara y aumentara. '' si no te conteste, el motivo es obvio, ¿no? no. quiero. hablar. contigo. '' manera de pronunciar vocablos es como lanzar pesados dados, algo enfurecido, pero también cómo si le estuviera dando una oportunidad más. qué si no quería hablar con él, es que no debería estar cerca de él en ese momento, que se largara de aquel lugar o le dejara marcharse. podría seguir observándole de esa forma, pero cabeza se encuentra un poco de lado, mirada observando a la entrada a la azotea, pensando que solo quería cruzar por allí o que izzak lo hiciera. no sería bueno que estuvieran solos y menos con jintao así. medios irracionales. vaya, que ahora también tiene el descaro de juzgarlo, incluso hasta suelta un bufido, mirándole de reojo, ofendido. pero en pocos meses ya debe haber sabido como funciona, de que tiene poca paciencia pero parece que también ha olvidado ese detalle. e busqué como loco. « ...estuve ansioso y desde entonces no he podido dormir bien... » aquella oración es aún peor, de hacerle bajar parpados, apretándolos con fuerza por un segundo antes de volver a abrirlos y de golpe, de nuevo fulminante.
'' cállate '' porque no quiere escuchar de eso, por varios motivos pero el otro es que no quiere que le esté dando razones para sentir pena por él. oh, ¿se preocupó por él? pobre chiquillo. incluso es bueno saberlo, él también había estado preocupado por él e incluso al final se sintió un tonto por haberlo hecho. no, no solo fue izzak la gota que derramó el vaso de agua, el que le abrió los ojos de que estaba preocupándose por algunes de sus compañeres de academia -incluso de los que no conocía aún del todo-, pues se había arriesgado por él ¡y todo por nada!. y claro, no es que hubiera querido que le sucediera algo, por supuesto que no, solo que en ese instante no estaba pensando claramente. el chino también estaba igual, ¿qué no podía ya explicarle? pero parecía cómo si esperaba que el ex yule supiera sus razones, y es qué... ¿cómo no puede hacerlo si es lo reciente que sucedió y de seguro lo más imprudente que ha hecho en últimos días? bueno, además de tocarle, pero eso último tal vez no le hubiera molestado tanto si no estuviera molesto con él. '' ¿qué actitud, huh? ¿me estás llamando inmaduro acaso? ¿irracional? '' casi escupe palabras, levantándose en un pestañeo y llevando misma mano pero ahora para rodear cuello de igual forma que tomó su mandíbula, avanzando pero sin soltarle, queriendo obligarlo a retroceder. '' ¿realmente no sabes? ¿lo cuan estúpido que has sido? '' y le suelta, dejando de presionar con yemas sobre zona y bajándola a su usual posición '' pero aquí estás, recordándome lo idiota que también he sido yo '' ríe, una que es corta y amargosa, casi sarcástica, sonido que brota desde su garganta '' ¿qué crees que ha sido esto, eh? '' y se apunta con índice de mano izquierda a su rostro, no quejándose de lo que le hicieron -qué igual él pudo darle buena lucha a los encapuchados- sino, que esas marcas eran parte de la explicación '' todo es tu maldita culpa '' y casi no es de insultar, pero es como si tratara de pasar su molestia a tales blasfemias en lugar de sus manos, pero ¿podría?. y era triste que izzak estuviera cargando con esa culpa, cuando no ha sido del único en la lista de quienes se ha preocupado '' ¿en que pensabas en estar fuera de tu habitación cuando nos dijeron lo contrario? '' y ya no puede evitarlo, cuando mano está en pecho adverso, dándole un fuerte empujón '' y no solo eso... ¿¡volver a salir?! debes estar jodiendo '' de tan solo recordarlo, de cómo estuvo preocupado porque... nadie sabía que estaba sucediendo, ¿cómo iba a saber que saldría ileso? y vuelve a dar otro empujón, acercándose, de dar esta vez todavía con más energía, que no se ha percatado como es que prácticamente le ha lanzado contra una pared, escuchando el estruendo. ¿fue encuentro entre muro con espalda? ¿de muro con cabeza? ¿o ambas cosas? no lo sabe. y que, lo más seguro, es que no siente remordimiento de haberlo hecho. al menos no todavía o no por ahora. porque en lugar de sentir eso, parece como si no le importara, porque se acerca a él y le toma de su prenda, la parte que rodea del cuello y la aprieta en su puño. '' lárgate, anda '' y al soltarle de manera ruda, es cómo si le impulsara de nuevo hacia atrás, hacia pared... tan bruscamente como las otras aunque ahora a tan corta distancia entre interlocutor y superficie. mejor que se fuera, porque no estaba resultando nada bien, que capaz solo podía darle una colitis o gastritis de tan solo el coraje que tenía justo ahora.
la luz de las farolas proyectan sombras a través del matiz cálido de luceros. debido al tiempo, el viento se enfrió para cumplir con su deber nocturno, aminorar temperatura, presumiblemente al gozo de ciudadanos. lo cual invita a creer que placible ambiente borrará algún rastro de aspereza. demasiado para hablar, ¿no? disculpas subyugadas en cuerdas vocales que deseaba vociferar, obstaculizadas por feroces dedos castigando mandíbula. su dominio era contundente, una diferencia del cielo a la tierra comparado con vez anterior. lo sabe, lo sabe perfectamente. enfureció a jintao de la peor manera. los avances que hicieron durante semanas se fueron al carajo, sumergiendo órgano bombeador en mar de amargos vocablos. las características de izzak continúan estoicas excepto por sus orbes, comunicando una serie de interrogantes que quizás, no serán respondidas. ¿por qué reaccionó de esa manera? le envió más de diez mensajes, trató de buscarlo y, ¿qué hizo a cambio? ignorarlo. ni quiso escucharlo, revoloteando párpados ante audible quejido que abandona su boca. el agarre dejará una gran marca por las próximas horas o días, totalmente rígido por molestia en tono vocal. no comprende qué lo molestó tanto, necesitando explicación.  ‘  ta— tao… ¿por qué estás tan enojado conmigo? te escribí varias veces y no— no contestaste.  ‘  la voz de izzak casi normal; no se oía como si contrario presionara contra huesos con intención de recordarle quién era, tomándose unos segundos para calmarse. evitar cometer posibles errores y tocarle, aunque en algún punto esa regla se había roto. sus dígitos de zurda envolviendo muñeca que lo mantienen prisionero, desfilando por facciones crudo asombro.  ¿un idiota? ¿él? antes de que pudiera entonar sus dudas, chino decide ponerle fin al calvario. la fuerza empleada tan bruta que lo hace caer sentado, mostrando claramente su disgusto en cada curva de rosáceos.  ‘  ¿puedo saber qué hice para que actúes tan agresivo conmigo?  ‘  ignora que le ha perdido marcharse, apretando ambos puños en el suelo por mero impulso, levantándose con calma. otra persona pudo enfurecerse y golpearlo, pero alemán no es de esos, cruzándose de brazos.  ‘  somos adultos. las personas de nuestra edad resuelven los malentendidos hablando, no con medios irracionales en el calor del momento.  ‘  va a la boca del lobo con todas las de perder. nivela sus miradas, conservando serenidad externa, porque internamente… un caos.  ‘  usa tus palabras, jintao. llamarme idiota no me dice nada.  ‘  este es un mordisco obvio para desatar a la bestia, prefiriendo oír de sus labios cuál fue su crimen, o mejor aún, poner las cartas sobra la mesa. su vista no se aparta de contraparte, determinado en hallar la verdad de actitud.  ‘  te busqué como loco. estuve ansioso y desde entonces no he podido dormir bien.  ‘  demasiado evidente en las bolsas oscuras debajo de ojos y enrojecimiento, luciendo cansado. apenas capaz de funcionar como un ser humano decente.  ‘  no me importa volverme el mayor idiota para ti. pero dime, ¿cuál fue la ofensa en tu contra para tratarme de esta manera? al menos seamos honestos.  ‘  descruza sus brazos, acariciando con las yemas zona afectada previamente, exhalando profundo. normal en él mostrarse un poco nervioso por las horas privadas de sueño.  ‘  te oiré hasta el final, solo dime, ¿a qué se debe tu actitud?  ‘ 
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slhades · 6 years ago
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De gustos y decisiones
One-shot HoroHoroxRen
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La distancia desde Hokkaido a Tokio no era poca, y eso, HoroHoro lo sabía muy bien. No era la primera vez que realizaba el viaje, el que consistía en irse a dedo con camioneros o turistas. Toda una experiencia que no siempre se le hacía demasiado grata, después de todo, no le agradaba ver su querida naturaleza desapareciendo cada vez que se acercaba a la ciudad. Pero siempre había algo que lo mantenía sonriendo en el trayecto y eso era la emoción de volver a ver a sus amigos.
Durante algún tiempo se estuvieron reuniendo para los cumpleaños y año nuevo. Pero después, Chocolove terminó en prisión, Ren se inmiscuyó en sus estudios para heredar el apellido y todo lo que ello conllevaba, Ryu fue a vivir a la mansión Asakura como aprendiz de Mikihisa, Fausto regresó a su ciudad natal para continuar su carrera como médico y el mismo HoroHoro tenía sus problemas con cuidar a su amada naturaleza con ayuda de su hermana. De Yoh, Anna y Manta no supo mucho, pero supuso que Anna seguiría haciendo entrenar a Yoh hasta la muerte y esclavizando a Manta. Debido a todo esto, dejaron de reunirse, pero la amistad que los había hecho conocerse y el camino que recorrieron juntos durante el extenuante torneo los seguía uniendo con la misma fuerza.
Y luego de mucho caminar, con su bolso a un hombro, llegó a la residencia Asakura. Lucia igual, como si estuviera abandonada. Y tal vez demasiado silenciosa. Meh, el ruido ya había llegado.
- ¡Yoh! ¡Anna! – el peliazul entró más ancho que pancho, dejando sus zapatos en el recibidor. Se sorprendió de no tener a la niña demonio enfrente alegándole cualquier cosa, como que hacía mucho ruido, que estaba ensuciando todo o de plano, que se pusiera a barrer o si pretendía esta vez pagar alguna renta- que extraño. ¡¿Manta?!
Y en lo que buscaba por todas las habitaciones del primer piso, no escuchó los pasos de cierta persona bajando las escaleras, con calma y sutileza, como un tigre que pretende hallar el lugar perfecto para descansar luego de su cena.  Al recién llegado se le pasó por la cabeza, sólo por un momento, el pensar que Anna realmente había matado a Yoh de tanto entrenar y a Manta de tanto hacerlo limpiar y se puso histérico buscando los cadáveres.
- ¡¡No puede ser!! ¡¡Yoh, Manta!! ¡¿Dónde están?! ¡¡No se preocupen, yo los salvaré!! – se disponía a buscar en el jardín por si Anna los había enterrado allí, cuando escuchó esa voz.
- es increíble cómo a pesar de los años, sigues haciendo tanto escándalo por nada – aquella altanería y elegancia juntas en una misma voz, como si se tratara de un felino. Y esa voz solo podía pertenecer a una sola persona.
-…- Horo observó muy bien al sujeto que tenia ahora adelante. Cabello violeta, largo hasta la cintura, arreglado con tres características puntas por detrás. Vestía una yukata con un abrigo ligero sobre los hombros. Y ojos dorados. Jamás olvidaría esos ojos tan similares a los de un tigre salvaje, pero por supuesto no podía faltar… - ¿Jun? ¿Te teñiste el pelo? ¡Se te ve muy bien de violeta!
Rápidamente, una vena se hinchó en la frente del otro y una gran molestia se apareció en sus ojos. Clásica escena de estos dos, después de todo, aquella era su mejor forma de comunicarse, la mejor manera de entenderse y de conocerse mutuamente.
- ¡eres un idiota! ¡¿Qué demonios haces aquí?!
- ¡¿Qué demonios haces TÚ aquí en primer lugar?!
- vine a visitar a Yoh.
- ¡Pues yo también!
- pues ya te largas – el pelivioleta lo observó con algo de desánimo, algo muy poco característico de su parte -, llegué aquí hace tres días y la casa estaba vacía y descuidada.
- ¿Descuidada? No suena propio de Anna – Horo pensaba en qué podría haber pasado hasta que de pronto se dio cuenta que ya no estaba discutiendo con el otro. Lo observó más detenidamente. No lucía muy animado, y no es que Ren Tao fuera el alma de las fiestas, pero carecía en aquel momento de cierto brillo. Además ¿Qué hacia ahí? Si no había nadie en casa ¿Por qué no regresó a China? -… oye Ren.
- ¿Qué quieres?
- ¿Estás bien?
Aquella pregunta no se la esperaba, por lo que apenas la procesó, se giró entrando de nuevo a la casa, diciéndole que se apresurara, que el almuerzo ya estaba casi listo. Sorprendido y a la vez no, murmuró que era un amargado y se dirigió al interior del recinto. Típica actitud del chino.
Comida china. Por supuesto. ¿Qué más iba a hacer? Por esta vez, decidió no alegar nada, después de todo, había llegado de improviso. Mientras ambos comían, uno más vorazmente que el otro (no importaba la comida, si Horo tenía hambre, comería y si que la tenía), Ren le comentaba lo que había sucedido con los casi tres habitantes de la casa.
- me enteré que hace seis u ocho meses Anna falleció y… ¡Contrólate, caray!- le espetó cuando el de cabellos azules escupió lo que sea que estuviera comiendo al escuchar la noticia tan de golpe.
- ¡¿Es una broma?! ¿¿Cómo que Anna murió, cuándo, por qué, qué pasó, por qué no supe, qué acaso mhhpphh?? – el de ojos color del trueno tuvo que estamparle un pan en la boca para poder responder al menos una de las preguntas que salían sin parar.
- yo también me enteré hace poco – le respondió -. Al parecer Yoh se lo contó a Chocolove al leer una carta que le mandó hace tiempo y de ahí él me llamó a mí desde la cárcel. Creo que también habló con Fausto y Manta.
- hmm bueno, allá en mi tierra no consiguen llegar las líneas telefónicas y ni hablar de costearnos un celular – comentó el Ainu mientras regresaba a comer, esta vez a un ritmo más tranquilo, aun digiriendo la noticia sobre la itako -. Y Ryu… tal vez no lo halló debido algún entrenamiento.
- sí, lo mismo pensé – dijo el violáceo mientras jugaba taciturnamente con la comida, bajo la mirada del otro guerrero que no de escrutarlo, intentando hallar aquello que no le encajaba -. De Manta no eh sabido mucho, salvo que le va bien en los estudios. La última vez que hablamos yo le llamé para saber de Anna.
- ¡no me digas! – exclamó el shaman de hielo mientras seguía comiendo - ¿y qué más, Hao sale con un sicario?
- bueno, no exactamente, pero…
- ¡vale, vale, vale! Ya entendí. ¿Qué más te dijo?
- que Yoh y Hanna estaban bien, seguían viajando y que pretendían regresar a Tokyo eventualmente… - el chino, aún sin saberlo, seguía bajo los ojos del otro mas no podía notarlo debido a que no conseguía ordenar bien sus pensamientos a la vez que debía juntar coherentemente las palabras para poner al peliazul al tanto de las cosas.
- ¿y es por eso que estás aquí? – ya harto de buscarle la mirada, el más alto tomó el mentón del extranjero y lo vio directamente a los ojos - ¿esperabas encontrar a Yoh aquí?
HoroHoro dejó de comer en cuanto vio la tristeza que se podía ver en los ojos dorados de Ren al momento en que ambas miradas se hallaron. Algo muy grande debía estar ocurriendo para que Ren Tao estuviera así. Aquello ya se estaba saliendo del solo hecho de ser “poco común”. Quería decir algo, quería saber qué es lo que pasaba con el chino para que estuviera así… claro, y siendo el Usui de quien estamos hablando, un poco más y lo grita.
- ¿Ren, qué es lo que sucede?
El violáceo no se esperaba una pregunta tan directa y mucho menos en ese tono tan serio ni con esa mirada tan penetrante. Pero, por supuesto, ni siquiera se esperaba ver al shaman de hielo en ese lugar. Con todos sus problemas internos, era al último que quería ver.
- ah… - y ahora no sabía que contestar. Fantástico. – solo me estoy tomando un descanso y este lugar me pareció idóneo, aún sin Yoh aquí.
Por esa respuesta, Horo sabía que Ren estaba mintiendo, pero decidió no insistir. Por ahora. Luego de que acabaran de cenar comenzaron a discutir sobre quien lavaría los platos. Luego de un montón de insultos, juegos de azar inventados y discusiones fuera de lugar, el peliazul se hizo cargo. Una vez la vajilla estuvo impecable, fue a tomar una siesta en una de las habitaciones del segundo piso.
Ren por su parte decidió salir. Caminó sin rumbo, sin saber en qué ocupar su mente, pues por ella rondaban su padre, su hermana, sus estudios, su aventura junto a los demás en norte América, en aquella fiesta de navidad de hace unos años, en Horo, en lo bien que se veía sin la vincha en su frente, lo fuerte que se había vuelto, sus hombros, sus brazos, su…
-…- se dio un golpe en la cara cuando notó el rumbo que sus pensamientos habían tomado. Se sentó en la banca de un parque y maldijo a Horo por aparecerse en el momento menos indicado, con sus sentimientos sin ordenar. Hacía mucho que había aceptado que estaba enamorado de él, pero ante ello se le presentaba su familia y el hecho de que, incluso si lo dejaba todo, existía la posibilidad de que el otro no correspondiera sus sentimientos. Temía que si se declaraba y las cosas resultaban así, no volviera a ser el mismo, que su desempeño bajara por saber que Horo no volvería a tratarlo del mismo modo que antes de saber sus sentimientos por él. Por eso fue que volvió a Japón en busca del Asakura. Tenía la esperanza de que la simpleza, el optimismo y la honestidad de Yoh pudieran ayudarlo, aunque fuera un poco. Pero no solo tuvo que desechar esa opción, sino que también el Usui se le ocurrió la maravillosa idea de aparecerse ahí mismo también.
Cuando alzó la mirada, vio que en poco comenzaría a atardecer. Supuso que el shaman de hielo seguiría durmiendo o haciendo el vago. De cualquier forma, se puso de pie y fue a hacer las compras necesarias para la cena. Sabía que esta vez tendría que comprar mucho más.
Gracias al cielo y Ren decidió apiadarse de él. Había preparado comida mexicana. Durante la cena no hablaron mucho, tan solo se dedicaron a contarse anécdotas de sus vidas mientras veían un programa de televisión. HoroHoro aun quería averiguar la verdad tras el violáceo, pero este no parecía tener muchos ánimos de hablar sobre sí mismo.
Siempre había sido así. El Tao siempre fue muy reservado. Recordó cómo lo habían encontrado en su propia mansión junto a su hermana, ambos lastimados, sus prendas rotas, encarcelados en mazmorras, esposados a las paredes. Supuso que de ahí vendría el hecho de que fuera tan poco expresivo y tan agresivo, debido a cómo su padre, En Tao, lo había criado, con puño de hierro y al rojo vivo, todo con tal de que su hijo se volviera el shaman King.
Pero en aquel momento, ni siquiera parecía tener ánimos de pelear. Reñir del modo en que lo hacían desde el día en que se conocieron, era todo un mecanismo, toda una estrategia entre ellos dos que surgió naturalmente aquella ocasión y cuyas reglas se fueron ensamblando lenta y silenciosamente. Cuando pelean, Ren se desahoga y Horo intenta romper esa desagradable muralla de hielo que el violáceo ah tenido que construir. Cuando pelean, Horo se da cuenta de que es el único capaz de sacar de quicio a esos niveles al otro shaman y Ren nota como le hierve la sangre al darse cuenta de que cae redondo ante las provocaciones del ojinegro y le hierve aún más al percatarse de que realmente no quiere zafarse de ellas.
- Ren – habló el peliazul ya atorándose con el postre – tú nunca quisiste volverte el shaman King ¿Verdad?
- ¿De qué estás hablando?
- todos luchábamos por algo ¿por qué luchabas tú?
- mi padre me entrenó para eso, para volverme el rey de los shamanes – sus ojos dorados miraron a los orbes negros pertenecientes a su compañero de armas.
- eso está bien para tu padre y para tu familia, pero ¿qué hay de ti? Incluso en mi tribu, todos consideraban que mi sueño era absurdo e ingenuo. Puede que lo sea, pero no por eso me voy a rendir.
- supongo que… en realidad no hay nada.
Y nada más dijeron. Nuevamente, de alguna forma, Horo volvió a calar profundo en él y eso era lo que acabó por enamorarlo, que el shaman de hielo siempre daba justo en el clavo. Y era verdad. Él realmente no había tenido ningún motivo para tomar aquel importante trono, salvo el deseo de su padre. Tras conocer a Yoh, HoroHoro y los demás, aprendió que debía ver por él mismo y forjarse su propio camino, no el de su padre. Tenía las herramientas, pero ningún sueño como el de sus nuevos amigos. Su vida no tenía motivación y eso lo angustiaba. Por supuesto, no era algo que demostrara conscientemente y mucho menos algo que dijera en voz alta a nadie, pero ahí iba el peliazul, que si bien no sabía la causa exacta de lo que sea que lo molestara, conseguía distraerlo: discutiendo. Pero le hacía tan bien, la mayor parte del tiempo.
El violáceo lavó los platos y se fue a su habitación. El peliazul decidió tomarse un baño en las aguas termales. Precisamente por el de cabellos violetas era que había realizado aquel viaje. Tenía una duda sobre qué le pasaba con el chino. Llevaba meses en que no podía evitar llevarlo a su mente o sacarlo a colación en las conversaciones. Su hermana, Pilika, decía que estaba enamorado. Pero ¿Realmente sería eso? Es decir, de entre todas las personas, tenía que ser el chino. Y no negaba que le agradaba discutir con él. Le gustaba saber que cuando se proferían insultos o cualquier cosa, Ren solo pensaba en él. ¿El solo hecho de querer llegar a más que solo las discusiones, le hacía estar enamorado de él? Le gustaba no únicamente discutir, sino pelear. Porque de esa manera podía tocarlo, podía rosar esa piel exótica, tan suave y tersa, y también podía ver más de cerca esos fieros e hipnóticos ojos color trueno, que lo hacían querer más y más.
Con una toalla alrededor de su cuello y ya completamente vestido, subió las escaleras al segundo piso, con intenciones de ir a dormir. Pensó en darle las buenas noches al chino y se acercó a la puerta de su habitación. Decidió no tocar y solo echar un vistazo, pues sabía que se podría ganar una enorme paliza si despertaba al más joven. Cuando entreabrió la puerta, vio a Ren sentado en la ventana, viendo hacia afuera. Su cabello suelto, aquella mirada melancólica y la luz de la luna dándole de lleno, hacían resaltar esa belleza exótica que inconscientemente poseía. Pero no quería que hubiera tanto dolor en sus ojos, en sus bellos ojos. La toalla se deslizó por su cuello hasta el suelo, en el momento en que, sin despegar la mirada del menor, abrió la puerta y caminó hacia él, llamando su atención.
- Horo ¿Qué estas…? – sin ni una palabra, el mayor lo había envuelto entre sus firmes brazos, de forma suave y cálida sobre su pecho. Ren podía escuchar los latidos de su corazón. Pensó en discutirle, pero se sentía demasiado bien. Cerró los ojos cuando sintió una mano ajena pasearse en su cabeza y por su cabello, depositando dulces caricias. En unos pocos segundos, lo había derretido por completo.
- Ren.
- hm? – cuando alzó la mirada para encararlo, sus labios se vieron atrapados por los del peliazul. Ya estaba demasiado embriagado por la situación, por lo que, dejándose llevar, le correspondió. No quería que aquello acabara. Quería estar entre sus brazos y besando sus labios hasta que el mundo decidiera acabarse.
Horo lo besaba con cierta avidez. No es como si tuviera mucha experiencia, pero cuando lo vio ahí sentado con aquella mirada, lo supo. Supo que efectivamente se había enamorado del Tao. No estaba pensando en lo que hacía en esos momentos, pero antes de que se diera cuenta ya estaba abrazándolo y besándole. Con el esbelto cuerpo de Ren entre sus brazos, se sentía tan completo y en paz, que no quería soltarlo, ni aunque todo estuviera en llamas.
- ya me estás diciendo qué es lo que te tiene así, Ren – en algún momento, ambos necesitaban aire. El mayor aprovechó aquel momento en que se separaron para asaltarle con la pregunta. El aludido lo miró a los ojos. Dorado y negro se encontraron en un instante que pareció ser eterno. Ren pudo ver en aquellos oscuros ojos que lo que había sucedido hace apenas unos segundos había sido real y sincero. Se le llenaron los ojos de lágrimas y abrazó con fuerza al peliazul quien no dudó en corresponder al gesto -. Hey, tranquilo, sshhh… aquí estoy, Ren, todo está bien.
- si… - respondió temblorosamente el de cabellos largos, ya completamente con la guardia caída – todo siempre está bien, de alguna forma, cuando tú estás cerca.
Horo sonrió y abrazó aquel cuerpo temblante con más fuerza. Ren por su parte, decidió dejarse querer. Ya estaba cansado de hacerse el fuerte, de demostrar que todo estaba bien y bajo control, cuando era más que obvio para el peliazul que eso no tenía una pizca de verdad. Y decidió decírselo. Decírselo todo.
-... y fue por eso que decidí venir aqui - dijo, ya finalizando su historia - porque te... amo y no sé cómo lidiar con todo esto. Todos esperan gran cosa de mi y siento que no puedo decepcionarlos otra vez...
- pero tambien debes ver por ti, Ren - le interrumpió acariciando su mejilla - ¿qué es lo que quieres? - Horo lo miró y rozó sus labios con los de él, sin dejar de ver aquellas orbes doradas siempre tan fuertes, pero que en aquel momento lucían tan débiles y flaqueantes - ¿Quieres que vaya a China contigo? ¿Quieres ir a Hokkaido conmigo?
Ver por él mismo era algo que le habían enseñado después de ser derrotado por el Asakura, pero que no pudo aprender. Durante el torneo, estuvieron demasiado ocupados en detener a Hao y por su parte, Ren no tuvo tiempo para decidir qué quería o quién era en realidad.
-... no podría pedirte que abandonaras tu hogar - respondió, con un gran sonrojo sobre sus mejillas, dada la cercanía con el otro- sería egoista y...
- déjame a mi decidir eso - le dijo, mirándole fijamente a los ojos y acariciando esa suave mejilla - ahora respóndeme - le exigió ansioso.
Era la primera vez que Ren sentía todo su cuerpo temblar por culpa del shaman de hielo y sin poder evitarlo, como si se derritiera aún más con solo estar cerca de él. Le respondió lo más firme que pudo, sin mentirle ni a él ni a si mismo. Quería irse con él. Vivir su vida con él. Horo sonrió y lo sostuvo nuevamente entre sus brazos, prometiéndole que todo estaría bien. Que Pilika y todo el pueblo estarían felices de recibirlo. Ren sonrió, tan sinceramente como nunca lo había hecho antes.
Al cabo de un mes, Ren ya se había enfrentado a su padre. Encontró apoyo, como siempre, en su hermana quien decidió heredar directamente las responsabilidades empresariales de la familia. Finalmente, En Tao no quedó muy satisfecho con las decisiones de sus hijos, pero decidió dejarlos libres. Varios días después, cuando todo asunto legal estuvo resuelto, el más joven de la dinastía Tao no dudó en viajar directamente a Hokkaido, donde cierto peliazul lo recibió con un fuerte abrazo, un profundo beso...
... y la noche más larga que Ren podrá recordar.
Fin
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