#Friedrich Nies
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animemakeblog · 10 months ago
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Meme #124
Animes: Majikoi: Oh! Samurai Girls and Daily Lives of High School Boys
Characters: Hidenori Tabata, Tadakuni, Yoshitake Tanaka, Christiane Friedrich, Kazuko Kawakami, Momoyo Kawakami, Yukie Mayuzumi, Yamato Naoe, Miyako Shiina
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beauty-marked-beauties · 2 years ago
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Today's Beauty-Marked Beauty is: Christiane Friedrich from Maji de Watashi ni Koi Shinasai!
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ihardblack · 27 days ago
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“Mira el firmamento como entenebrece las aguas y aprecia las últimas bandadas descendiendo hacia los árboles, mi amado Friedrich”, con este enunciado, Madame J’adore regresa al castillo.
A pocos minutos de que la medianoche llegase, el joven se sentó en la butaca del salón y su cuerpo empieza a tiritar.
El vals ya había iniciado.
La hermosa joven rumana no quería desperdiciar la velada.
Alentando al atractivo muchacho le incita a la más extravagante danza.
Acomodando su camisa se acerca hacia ella y delicadamente la toma de la cintura para besarla.
Un salto. Un espasmo en su cuerpo se aleja de ella.
“¿Qué te sucede?”, interrogó la muchacha. “Nada”, citó el adolescente.
El terror en sus ojos no se hizo esperar. Ya casi eran las doce de la noche y Friedrich repentinamente agarra su mano derecha para evitar el acelerado descontrol de su transformación.
A vista y paciencia de los invitados, notaron su incomodidad. Y se preocuparon pero esto no detuvo ni interfirió en la celebración.
Entre murmullos y extrañezas, el jovencito se disculpó de su amada para dirigirse al tocador.
¡Madre Santa! ¡Madre de todos los cielos! ¡Se ha convertido en otra persona!
Encerrado en uno de los cubículos, Friedrich Manson golpea su cabeza contra las paredes a toda agresividad bañada en sangre su rostro y cabeza, extrae de su bolsillo su pañuelo de seda y la muerde con fuerza chillando de dolor.
Mientras tanto en el salón, el aterciopelado abanico de las pálidas pieles de las bellezas francesas, entre los encajes de sus pequeñas cinturas los invitados no hacían más que aplaudir e incentivar el menú. Por el otro lado, un desquiciado, enfermo, deforme, atolondrado yacía quien se casaría con la mujer de su vida.
De sus entrañas. De su carne y hueso. Lo han poseído. Se lo han llevado. El espíritu que hace tres días ingresó por la ventana de su habitación. Aquel que ayuda necesitó perdió la razón.
Huye.
Corre.
Escapa.
La celebración era realizada en uno de los castillos de su tío quien era conde.
Al paso de unos minutos, logra obtener la calma pero sus cambios físicos, no se iban.
No quiso desilusionarla.
El mensajero sanguinario.
El vampiro del vals.
Escribió con su sangre su temporal ausencia. Se ha fugado por la ventana.
Ahora se dirigía hacia las gárgolas quienes lo esperaban para tomar su carruaje.
El pobre se vio esclavo de la tormenta, los cimientos de su caballerosidad no hacían más que derrumbarse poco a poco. 
La tierra húmeda que enterraba sus pies, las larvas que salían de su cuerpo no apagaron la brutalidad de aquel espíritu.
Una sombra de más de tres metros de altura lo rodeó ahorcándolo sin piedad alguna.
Un fraile de la inquisición.
Los equinos horrorizados relinchan con fuerza despertando el pantano.
El chico le ordena al espectro que en paz lo deje.
La sustancia no obedece y nuevamente vuelve a espantar la arboleda pero esta vez con más belicosidad.
Las consecuencias de estos efectos prácticamente lo destrozaron mutilando su agonía.
Ahora, el ente, iba por la tenencia del cuerpo de su enamorada.
Autor: Valentina Neira Yáñez. ✅ Publicado bajo el Registro de Propiedad Intelectual. Todos los derechos reservados.
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jgmail · 5 months ago
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Quien domina la cultura siempre acabará dominando el Estado
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Por Alain de Benoist
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La siguiente entrevista fue publicada por primera vez el 27 de junio en el blog del escritor turco Eren Yesilyurt.
Alain de Benoist es un escritor y pensador francés considerado como uno de los principales representantes del movimiento europeo conocido como la Nueva Derecha. De Benoist ha escrito muchas obras importantes, especialmente sobre la identidad, la cultura y el nacionalismo. Le he preguntado sobre la Revolución Conservadora, el gramscismo de derechas, las elecciones francesas y muchos otros temas. Esta es la primera entrevista que se ha hecho a de Benoist en Turquía.
¿Qué piensa del concepto de “Revolución Conservadora”? ¿Qué significado tiene hoy el concepto de Revolución Conservadora? Usted es considerado como un intelectual francés que muestra un considerable interés por los intelectuales alemanes del siglo pasado, especialmente por Friedrich Nietzsche, Carl Schmitt y Ernst Jünger. Empecemos por su interés por la Revolución Conservadora y los intelectuales conservadores revolucionarios.
La expresión “Revolución Conservadora” suena como una especie de oxímoron, una contradicción en los términos. Pero no es asó. Cuando uno desea hacer cambios radicales con tal de preservar ciertos elementos obviamente te conviertes automáticamente en un revolucionario. Si pensamos, por ejemplo, que para preservar los diferentes ecosistemas tenemos que acabar con el sistema capitalista, principal responsable de la contaminación y los daños ecológicos, entonces se hace manifiesto la magnitud de los cambios que debemos hacer. Muchos autores (y no sólo en Alemania) han sido clasificados como revolucionarios conservadores, empezando por Hegel, Walter Benjamin y Gustav Landauer.
También hay que recordar que lo que ahora llamamos Revolución Conservadora (RC) en Alemania nunca fue un término que usaran estos autores para autodescribirse. Ese término fue acuñado por el ensayista suizo-alemán Armin Mohler en una conocida tesis publicada en 1951 para designar a varios centenares de autores y teóricos que, bajo la República de Weimar, no pertenecían ni a la derecha tradicional o al nacionalsocialismo. Mohler distinguió varias corrientes diferentes dentro de la RC, siendo las principales los Jóvenes Conservadores, los Nacionalrevolucionarios y los representantes del movimiento Völkisch.
Usted busca crear una revolución cultural de derechas en contra de la hegemonía cultural de las izquierdas. Es conocido su interés por intelectuales de derecha como Schmitt y Jünger, así como por intelectuales marxistas como Antonio Gramsci. Usted incluso se describe como un “gramscianista de derechas”. ¿Qué han aprendido los intelectuales de derechas de Gramsci? ¿Por qué es tan importante la hegemonía cultural? Y tomando en cuenta lo anterior, ¿qué significa el concepto de “metapolítica”, un concepto muy utilizado por usted?
Antonio Gramsci, uno de los líderes del Partido Comunista Italiano, fue el primero en plantear la tesis de que ninguna revolución política es posible a menos que la mente de las personas haya sido imbuida por ciertos valores, temas y “mitos” transmitidos por los partidarios de esa revolución. En otras palabras, sostuvo que la revolución cultural era la condición sine qua non de cualquier revolución política y asignó esta tarea a lo que él llamó los “intelectuales orgánicos”. El ejemplo clásico de este problema sería la Revolución Francesa de 1789, que probablemente no habría sido posible si las élites de esa época no hubieran simpatizado con las ideas difundidas por la filosofía de la Ilustración. Del mismo modo, podría decirse que Lenin fue posible primero gracias a Marx.
El concepto de “metapolítica”, a menudo muy mal entendida, se refiere sobre todo al trabajo de los “intelectuales orgánicos”. La metapolítica es lo que está más allá de la política cotidiana: por lo que en ciertos momentos es más importante dedicarse al trabajo de las ideas, a un esfuerzo cultural y teórico, que embarcarse en empresas políticas prematuras condenadas al fracaso.
El “gramscismo” no hace referencia necesariamente a una familia particular de pensamiento. Ser conscientes de que la cultura no es algo secundario frente a la acción política es una idea importante para cualquier círculo. En este sentido he podido hablar de “gramscismo de derechas”.
Añadiría que, a finales de la década de 1970, me di cuenta de que el mundo estaba en un proceso de cambio y que los conceptos y teorías de los años anteriores se estaban quedando cada vez más obsoletos como consecuencia de ello. El gran ciclo de la Modernidad parecía estar llegando a su fin, mientras que el mundo venidero era aún demasiado incierto. Llegué a la conclusión de que había que empezar de cero y construir una doctrina intelectual sin preocuparse por la procedencia de sus ideas. Para mí no existen ideas de derechas e ideas de izquierdas, sino ideas correctas e ideas erróneas.
Mayo de 1968 fue sin duda un punto de inflexión, pero tampoco debemos sobrevalorarlo. Ante todo, debemos darnos cuenta de que en mayo del 68 surgieron dos corrientes que estuvieron relacionadas la una con la otra, pero que en realidad eran muy ajenas entre sí. Por un lado, había revolucionarios sinceros que querían romper con la sociedad del espectáculo, teorizada por Guy Debord y más tarde por Jean Baudrillard, y poner fin a la lógica del beneficio; y por otro, liberales-libertarios que querían fundar “una playa sobre la cual ver guijarros” y que obedecía a una realidad puramente hedonista. Los representantes de esta tendencia se dieron cuenta rápidamente de que el sistema capitalista y la ideología de los derechos humanos eran los principios más indicados para permitirles alcanzar la libertad ilimitada y la “revolución del deseo” que tanto buscaban.
Desde este punto de vista, yo no diría que seguimos viviendo en una hegemonía cultural creada por mayo del 68, sino que, más bien, estamos viviendo el reinado de una ideología dominante basada en una antropología de tipo liberal, a la que se han adherido muchos de los antiguos actores de mayo del 68. La hegemonía innegable de esta ideología dominante, cuyos dos vectores principales son la ideología del progreso y la ideología de los derechos humanos, no tiene nada de inevitable. En cuanto al argumento que cita (“los derechistas dirigen el Estado, pero nosotros dirigimos la cultura”), me parece extremadamente hipócrita, que es precisamente lo que Gramsci nos ayudó a comprender: quien domina la cultura siempre acaba dominando el Estado. La prueba es que quienes hoy dirigen el Estado están cada vez más influidos y manipulados por la ideología dominante que reina también en los medios de comunicación y en los círculos editoriales del sector cultural. Como vio claramente Marx, esta ideología dominante también está siempre al servicio de la clase dominante.
Con el inicio de la globalización parece que la distinción entre derecha e izquierda ya no es tan fuerte como antes y que resulta insuficiente para definir los conflictos actuales que se libran en la arena política. ¿Cómo podemos caracterizar las tensiones políticas del siglo XXI? ¿En base a qué contradicciones fundamentales divergen los países y el mundo? En su opinión, ¿siguen siendo válidas las distinciones entre izquierda y derecha? ¿Se ha convertido hoy la política esencialmente en una guerra cultural?
Lo que se denomina “populismo”, a menudo de forma puramente polémica, es uno de los fenómenos más característicos de la recomposición política que ya he mencionado. También habría que hablar de la aparición de “democracias iliberales”. Pero no hay que equivocarse: No existe una ideología populista, ya que el populismo es ante todo un estilo y este estilo puede estar al servicio de sistemas y doctrinas muy diferentes. Lo que mejor caracteriza al populismo es la clara distinción que hace entre democracia y liberalismo. En un momento en que las democracias liberales están todas más o menos en crisis, es hora de reconocer que existe una incompatibilidad fundamental entre liberalismo y democracia. La democracia se basa en la soberanía popular y en la distinción entre ciudadanos y no ciudadanos. El liberalismo analiza las sociedades desde la perspectiva del individualismo metodológico, es decir, piensa todo como una agregación de individuos. Desde el punto de vista liberal, los pueblos, las naciones y las culturas no existen como tales (“la sociedad no existe”, como dijo Margaret Thatcher). El liberalismo espera que el Estado garantice los derechos individuales sin percibir la dimensión colectiva de las libertades. También condiciona el ejercicio de la democracia rechazando cualquier decisión democrática que contradiga la ideología de los derechos humanos.
La asimilación del populismo a la “extrema derecha” (concepto que aún necesita de una definición precisa) no resulta para nada serio. Cuando se tildan de “extremistas” las reivindicaciones de una mayoría de ciudadanos, en última instancia se legitima el extremismo. Al hacerlo, terminamos por ser incapaces de cuestionar las causas profundas del auge del populismo.
Todavía es demasiado pronto para hacer un balance de los regímenes populistas que han surgido en los últimos años. A algunos les va muy bien. Otros han empezado a decepcionar a su electorado transigiendo con el sistema, como vemos actualmente en Italia (aunque el Gobierno de Giorgia Meloni es simplemente conservadurismo liberal que verdadero populismo). Pero carecemos de la perspectiva necesaria para emitir un juicio global.
Aún no se ha producido el fin de la hegemonía liberal y “occidentalista”, pero nos estamos acercando rápidamente a ello. Lo que ocurra en Francia, Alemania, España e Italia en los próximos diez o quince años será sin duda decisivo. Ya está claro que hemos entrado en un periodo de interregno, es decir, en un periodo de transición. La característica de los periodos de transición es que todas las instituciones experimentan una crisis generalizada. La brecha que se ha ensanchado entre la “clase alta” y las clases populares, asociada a una clase media en declive; la miseria social debida a la inseguridad política, económica y cultural de la mayoría; las amenazas que plantea la generalización de la precariedad y el agravamiento de la inseguridad, todo ello no hace sino agravar la crisis.
Pronto se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo. Todos los sondeos predicen que, en muchos países, incluida Francia, las elecciones darán la victoria a movimientos que durante mucho tiempo han sido etiquetados y demonizados como de “extrema derecha” por los actores políticos dominantes. ¿Qué puede decirnos del destino del populismo en la arena política? ¿Seguirán estos movimientos una línea de compromiso y se integrarán en el sistema, como en el caso de Italia, o estamos ante el principio del fin del orden de Maastricht y de la hegemonía liberal?
Es probable que la decisión de Emmanuel Macron de disolver la Asamblea Nacional tras las elecciones europeas, marcadas por el espectacular ascenso de la Agrupación Nacional (más del 30% de los votos) y el hundimiento de la antigua “mayoría presidencial” (15% de los votos o el 8% de los votantes registrados) acelere aún más la recomposición política. Mientras escribo, nos acercamos a las elecciones legislativas que tal disolución ha hecho inevitables. Creo que todo ello confirmará las tendencias reveladas por las elecciones europeas, a pesar de las diferencias entre los dos sistemas de votación, pero no podemos saber de antemano en qué medida. Lo que es seguro es que entramos en un periodo de gran inestabilidad. Son posibles los escenarios más diversos. Oswald Spengler usaba la expresión “años decisivos”.
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lesbianjoannaharvelle · 3 months ago
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i got tagged by @aturnoftheearth ! <3 love you Jay
last song: Molotov by Resolve (one of my favourite bands, I love them so much...)
favourite colour: green! like a very dark, mossy green
currently reading: Lord of the Rings - The fellowship of the Ring, Death Note 2, Dangerous Girls, Catch 22, also started The Robbers by Friedrich Schiller but we'll see if I'll finish that. Oh and I finished the Kimi ni todoke series yesterday (30 books!!) and cried <3
currently watching: Lost! really excited to finally watch the whole show. I'm also kinda watching Interview with the Vampire currently but I always forget about it again whoops
last movie: Cuckoo! Before that I watched I saw the TV glow, Notting Hill, Longlegs, Deadpool & Wolverine, Trap
sweet, spicy, or savoury: sweet
relationship status: wouldn't you like to know, weather boy
tea or coffee: exclusively tea. i can't drink coffee, it makes me jittery :(
last thing i googled: I think the weather in my area?
tagging @kerryweaverlesbian @mrcowboydeanwinchester and @limbel !
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El "reino de Dios" no es algo que se aguarde; no tiene un ayer ni un pasadomañana, no llega dentro de 'mil años' — es una experiencia en un corazón; está en todas partes, no está en ningún lugar.
(Friedrich Nietzsche)
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compneuropapers · 12 days ago
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Interesting Papers for Week 47, 2024
The neural basis of swap errors in working memory. Alleman, M., Panichello, M., Buschman, T. J., & Johnston, W. J. (2024). Proceedings of the National Academy of Sciences, 121(33), e2401032121.
Brain region–specific action of ketamine as a rapid antidepressant. Chen, M., Ma, S., Liu, H., Dong, Y., Tang, J., Ni, Z., … Hu, H. (2024). Science, 385(6709).
Predictive sequence learning in the hippocampal formation. Chen, Y., Zhang, H., Cameron, M., & Sejnowski, T. (2024). Neuron, 112(15), 2645-2658.e4.
A neural circuit architecture for rapid learning in goal-directed navigation. Dan, C., Hulse, B. K., Kappagantula, R., Jayaraman, V., & Hermundstad, A. M. (2024). Neuron, 112(15), 2581-2599.e23.
The Consolidation of Newly Learned Movements Depends upon the Somatosensory Cortex in Humans. Ebrahimi, S., van der Voort, B., & Ostry, D. J. (2024). Journal of Neuroscience, 44(32), e0629242024.
The effect of noninstrumental information on reward learning. Embrey, J. R., Li, A. X., Liew, S. X., & Newell, B. R. (2024). Memory & Cognition, 52(5), 1210–1227.
Closed-loop microstimulations of the orbitofrontal cortex during real-life gaze interaction enhance dynamic social attention. Fan, S., Dal Monte, O., Nair, A. R., Fagan, N. A., & Chang, S. W. C. (2024). Neuron, 112(15), 2631-2644.e6.
Attentional selection and communication through coherence: Scope and limitations. Greenwood, P. E., & Ward, L. M. (2024). PLOS Computational Biology, 20(8), e1011431.
Complexity of mental geometry for 3D pose perception. Guo, C., Maruya, A., & Zaidi, Q. (2024). Vision Research, 222, 108438.
Dynamic assemblies of parvalbumin interneurons in brain oscillations. Huang, Y.-C., Chen, H.-C., Lin, Y.-T., Lin, S.-T., Zheng, Q., Abdelfattah, A. S., … Chen, T.-W. (2024). Neuron, 112(15), 2600-2613.e5.
Selective reactivation of value- and place-dependent information during sharp-wave ripples in the intermediate and dorsal hippocampus. Jin, S.-W., Ha, H.-S., & Lee, I. (2024). Science Advances, 10(32).
Cell-class-specific electric field entrainment of neural activity. Lee, S. Y., Kozalakis, K., Baftizadeh, F., Campagnola, L., Jarsky, T., Koch, C., & Anastassiou, C. A. (2024). Neuron, 112(15), 2614-2630.e5.
The critical dynamics of hippocampal seizures. Lepeu, G., van Maren, E., Slabeva, K., Friedrichs-Maeder, C., Fuchs, M., Z’Graggen, W. J., … Baud, M. O. (2024). Nature Communications, 15, 6945.
The cortical amygdala consolidates a socially transmitted long-term memory. Liu, Z., Sun, W., Ng, Y. H., Dong, H., Quake, S. R., & Südhof, T. C. (2024). Nature, 632(8024), 366–374.
Signatures of Bayesian inference emerge from energy-efficient synapses. Malkin, J., O’Donnell, C., Houghton, C. J., & Aitchison, L. (2024). eLife, 12, e92595.3.
Neurodynamical Computing at the Information Boundaries of Intelligent Systems. Monaco, J. D., & Hwang, G. M. (2024). Cognitive Computation, 16(5), 1–13.
A general model unifying the adaptive, transient and sustained properties of ON and OFF auditory neural responses. Rançon, U., Masquelier, T., & Cottereau, B. R. (2024). PLOS Computational Biology, 20(8), e1012288.
The right posterior parietal cortex mediates spatial reorienting of attentional choice bias. Sengupta, A., Banerjee, S., Ganesh, S., Grover, S., & Sridharan, D. (2024). Nature Communications, 15, 6938.
Upper bounds for integrated information. Zaeemzadeh, A., & Tononi, G. (2024). PLOS Computational Biology, 20(8), e1012323.
Integration of history information Drives Serial Dependence and Stabilizes Working Memory Representations. Zhang, Z., & Lewis-Peacock, J. A. (2024). Journal of Neuroscience, 44(32), e2399232024.
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languagestoday · 4 months ago
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1. "La connaissance s'acquiert par l'expérience, tout le reste n'est que de l'information."
— Albert Einstein
2. "Le vrai voyage de découverte ne consiste pas à chercher de nouveaux paysages, mais à avoir de nouveaux yeux."
— Marcel Proust
3. "L'ignorance, c'est la nuit de l'esprit, et cette nuit n'a ni lune ni étoiles."
— Confucius
4. "Le courage n'est pas l'absence de peur, mais la capacité de vaincre ce qui fait peur."
— Nelson Mandela
5. "La folie, c'est de faire toujours la même chose et de s'attendre à un résultat différent."
— Albert Einstein
6. "Il n'y a rien dans une chenille qui vous dit qu'elle va devenir papillon."
— R. Buckminster Fuller
7. "La vie, c'est ce qui arrive quand vous êtes occupé à faire d'autres projets."
— John Lennon
8. "Le plus grand danger qui nous menace est de perdre notre humanité."
— Albert Schweitzer
9. "L'éducation est l'arme la plus puissante que vous pouvez utiliser pour changer le monde."
— Nelson Mandela
10. "On ne voit bien qu'avec le cœur. L'essentiel est invisible pour les yeux."
— Antoine de Saint-Exupéry
11. "L'homme est condamné à être libre."
— Jean-Paul Sartre
12. "Le succès, c'est d'aller d'échec en échec sans perdre son enthousiasme."
— Winston Churchill
13. "La beauté sauvera le monde."
— Fiodor Dostoïevski
14. "Celui qui a une raison de vivre peut supporter n'importe quelle épreuve."
— Friedrich Nietzsche
15. "Rien n'est plus dangereux qu'une idée, quand on n'a qu'une idée."
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estefanyailen · 1 year ago
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"Mi fórmula para expresar la grandeza del hombre es amor fati: no desear nada diferente de lo que es, ni en el futuro ni en el pasado, ni para toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, sino amarlo." - "Ecce Homo"
- Friedrich Nietzsche
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marcosrequena1 · 7 months ago
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Este no es NOSFERATU, es Friedrich Gustav Max Schreck sentado descansando entre grabaciones. '
Max Schreck nunca se desmaquillaba, no interactuaba con sus compañeros y pedía que lo llamaran todo el tiempo Orlock.
En 1922, la actuación del Conde Orlock en la película Nosferatu resultó tan convincente que al poco tiempo de estrenarse empezaron a circular rumores. Se argumentaba que el papel protagónico no fue interpretado por un actor humano, sino por un vampiro real. Su postura, apariencia e incluso la forma en que el actor eligió interpretar al monstruo resultaba muy extraño y demasiado convincente. En todo este tiempo la leyenda persistió dando origen a múltiples leyendas y teorías a través de ensayos, libros e incluso una película titulada La sombra del vampiro (2000), dirigida por E. Elias Merhige.
Antes de interpretar el papel el actor puso sus condiciones: "Si voy a realizar este papel, requiero libertad para actuar de la manera que considere más apropiada”, el director aceptó los términos y tuvo a su protagonista. Schreck exigió inmersión total en el papel y estableció ciertas reglas que debían seguirse al pie de la letra. Dentro y fuera de escena se referirían a él como Orlock, siempre aparecería maquillado y no tendría ningún tipo de relación con sus compañeros actores.
Otra de sus condiciones fue que no se revelara su nombre real (ni siquiera en los créditos). Siempre que alguien lo cuestionaba sobre su identidad, aseguraba que era Orlock. “Me encontraron y trajeron aquí para contar mi historia”, advertía con su extraño tono de voz. El método del actor para entrar en personaje terminó afectando a los otros actores, quienes ansiaban conocer la identidad de su colega. El director optó por seguirle la corriente, asegurando que Orlock era un vampiro de verdad, invitado a participar en la película para contar su propia historia. Le pagaba con sangre y requería total respeto a su privacidad.
Nosferatu terminó de producirse con un equipo reducido de profesionales. Varios actores confesaron sentirse aliviados de que las grabaciones concluyeran. Sobre todo, porque no tendrían que ver nuevamente al sujeto extraño de apariencia cadavérica.
Pese a su extensa y exitosa carrera, Schreck siempre será recordado por su interpretación del siniestro Conde Orlock, especialmente fuera de Alemania. Se volvió un icono para el cine de terror, algo totalmente merecido. Fue él quien dio vida a uno de los primeros monstruos en el cine y el responsable por las pesadillas de muchas personas, y todo a través de expresiones y miradas, sin decir una sola palabra.
Créditos a: Cine Conciencia
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olim-lacus-colueram · 8 months ago
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Madrugada III
Contemplar vacas es un cruce teórico: mientras yo las contemplo, ellas me contemplan. Así yo me afirmo como ser teórico; nada que ver con el cogito cartesiano. Una vaca me mira, luego existo. Según Nietzsche, contemplar vacas es “un espectáculo difícil de comprender para el hombre —pues este se jacta de su humana condición frente a los animales y, sin embargo, contempla con envidia la felicidad de estos—, porque él no quiere más que eso, vivir, como el animal, sin hartazgo y sin dolor”. No es la vida teórica pura, absoluta o categórica: es mundana, desnuda y sin expectativas. Sólo es mirar y rumiar, pues “no sabe qué significa el ayer ni el hoy, salta de un lado para otro, come, descansa, digiere, salta de nuevo, y así de la mañana a la noche y día tras día, atado estrechamente, con su placer o dolor, al poste del momento y sin conocer, por esta razón, la tristeza ni el hastío.” Ellas se topan con un ser aparatoso, aparentemente reflexivo, un mamífero de dos patas que creyó capturarlas en laudes con una cámara; pero no: el bípedo fue momentáneamente capturado y luego ligeramente olvidado. El breve rumiante fue un paria.
Las frases citadas son del libro de Friedrich Nietzsche titulado DE LA UTILIDAD Y DE LOS PERJUICIOS DE LA HISTORIA PARA LA VIDA. Madrid: Edaf, 2000.
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traitor-for-hire · 10 months ago
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Les Quatre Filles March, chapitre 46
Sous le parapluie
Tandis que Laurie et Amy effectuaient des promenades conjugales sur un tapis de velours tout en ordonnant leur maisonnée, et prévoyaient un futur sans nuage, Mr. Bhaer et Jo appréciaient des promenades d’un autre genre, le long de chemins boueux et de champs détrempés.
« Je fais toujours une promenade en fin d’après-midi, et je ne vois pas pourquoi je devrais y renoncer, simplement parce que j’y rencontre le Professeur quand il repart », se dit Jo, après deux ou trois rencontres ; car, même s’il y avait deux chemins possibles pour aller chez Meg, quel que soit celui qu’elle prenait, elle était sûre de le croiser, à l’aller ou au retour. Il marchait toujours rapidement, et ne semblait jamais la voir avant qu’elle ne soit assez près ; alors il avait cet air, comme si ses yeux de myope avaient échoué à reconnaître la dame en approche jusqu’à cet instant. Puis, si elle allait chez Meg, il avait toujours quelque chose pour les bébés ; si elle était tournée vers la maison, il était simplement venu se promener et voir la rivière, et allait justement revenir, à moins qu’ils ne soient fatigués de ses fréquentes visites.
Dans ces circonstances, que pouvait faire Jo, si ce n’est le saluer poliment, et l’inviter à entrer ? Si elle était fatiguée de ses visites, elle le dissimulait parfaitement, et prenait soin qu’il y ait du café pour le souper, car « Friedrich — je veux dire Mr. Bhaer — n’aime pas le thé. »
Dès la seconde semaine, tout le monde savait parfaitement ce qui se tramait, mais tous essayaient de faire comme s’ils étaient aveugles aux changements de Jo — ils ne lui demandaient jamais pourquoi elle chantait tout en travaillant, recoiffait ses cheveux trois fois par jour, et revenait si rayonnante de ses promenades de l’après-midi ; et personne ne semblait soupçonner le moins du monde que le Professeur Bhaer, tout en parlant philosophie avec le père, donnait à la fille des leçons en amour.
Jo n’était même pas capable de perdre son cœur de manière convenable, mais essayait fermement de réprimer ses sentiments ; et n’y parvenant pas, elle menait une vie passablement agitée. Elle craignait mortellement d’être moquée pour avoir succombé, après ses nombreuses et véhémentes déclarations d’indépendance. Elle craignait tout particulièrement Laurie ; mais grâce à la nouvelle directrice, celui-ci se comportait avec une correction digne de louanges, n’appelait jamais Mr. Bhaer « un vieux bonhomme épatant » en public, ne faisait jamais la moindre allusion à l’apparence améliorée de Jo, ni n’exprimait la moindre surprise en voyant le chapeau du Professeur sur la console du hall des March presque tous les soirs. Mais il jubilait en privé, et attendait avec impatience le moment où il pourrait donner à Jo une plaque gravée d’un ours et d’un écot, comme blason approprié.
Pendant deux semaines, le Professeur vint et s’en fut avec la régularité d’un amant ; puis il ne vint pas pendant trois jours entiers, et ne donna pas signe de vie — ce qui rendit tout le monde grave, et Jo pensive, au début, puis — tant pis pour la romance — très fâchée.
« Dégoûté, j’en suis sûre, et reparti aussi soudainement qu’il était venu. Cela ne me fait rien, bien sûr ; mais j’aurais pensé qu’il serait venu nous faire ses adieux, comme un gentleman », se disait-elle, avec un regard désespéré vers le portail, tandis qu’elle se préparait pour sa promenade coutumière par un triste après-midi.
« Tu ferais mieux de prendre le petit parapluie, ma chérie, on dirait qu’il va pleuvoir », lui dit sa mère, remarquant qu’elle portait son nouveau bonnet, mais n’y faisant pas allusion.
« Oui, Marmee ; veux-tu que je te ram��ne quelque chose ? Je dois aller en ville et acheter du papier », répondit Jo en tirant sur le nœud sous son menton, devant le miroir, comme une excuse pour ne pas regarder sa mère.
« Oui, je voudrais de la silésienne sergée, des aiguilles numéro neuf, et deux mètres de ruban fin couleur lavande. As-tu mis tes grosses bottes, et quelque chose de chaud sous ton manteau ?
— Je crois, répondit distraitement Jo.
— Si jamais tu croises Mr. Bhaer, ramène-le à la maison pour prendre le thé, j’ai très envie de voir le cher homme », ajouta Mrs. March.
Jo entendit cela, mais ne répondit pas, et se contenta d’embrasser sa mère et de s’éloigner rapidement, en pensant avec un soupçon de gratitude en dépit de son cœur brisé,
« Comme elle est bonne avec moi ! Que font les filles qui n’ont pas leur mère pour les aider quand elles ont des soucis ? »
Les merceries ne se trouvent pas parmi les bureaux, les banques, et les entrepôts de grossistes, où l’on retrouve la plupart des gentlemen ; mais Jo finit dans cette partie de la ville avant même d’avoir fait une seule course, errant comme si elle attendait quelqu’un, examinant les engins d’ingénierie à travers une fenêtre, et les ballots de laine par une autre, avec un intérêt très peu féminin ; trébuchant sur des barils, manquant de se faire étouffer par des ballots qu’on descendait, et bousculée sans cérémonie par des hommes affairés qui avaient l’air de se demander « comment diable était-elle arrivée ici ». Une goutte de pluie sur sa joue fit revenir ses pensées, de ses espoirs déçus à ses rubans ruinés ; car les gouttes continuaient de tomber, et, étant une femme tout autant qu’une amoureuse, elle se dit que, s’il était trop tard pour sauver son cœur, elle pouvait peut-être sauver son bonnet. Maintenant elle se souvenait du petit parapluie qu’elle avait oublié dans son empressement à quitter la maison ; mais les regrets ne servaient à rien, et elle ne pouvait qu’en emprunter un, ou se soumettre à l’averse. Elle leva les yeux vers le ciel menaçant, les baissa vers le nœud écarlate, déjà taché de noir, puis les porta sur la rue boueuse au-devant, enfin elle jeta un long regard en arrière, vers un certain entrepôt sinistre, où était écrit « Hoffman, Swartz & Co. » au-dessus de la porte, et se dit, avec un air plein de reproches,
« C’est bien fait pour moi ! Quelle idée j’ai eu de mettre mes meilleures affaires, et devenir me promener par ici, en espérant voir le Professeur ? Jo, j’ai honte de toi ! Non, tu n’entreras pas demander un parapluie, ou découvrir où il est par ses amis. Tu vas patauger dans la boue, et faire tes courses sous la pluie, et si tu attrapes la mort, et ruines ton bonnet, tu n’auras que ce que tu mérites. Allons ! »
Là-dessus elle se jeta si impétueusement à travers la rue, qu’elle manqua d’un rien de se faire annihiler par un chariot, et se précipita dans les bras d’un vieux et digne gentleman, qui dit, « Je vous demande pardon, M’dame », l’air mortellement offensé. Quelque peu intimidée, Jo remit de l’ordre dans ses vêtements, couvrit ses chers rubans de son mouchoir, et laissant derrière elle la tentation, partit à toute allure, les chevilles de plus en plus humides, et sous les heurts des parapluies. Le fait que l’un d’eux, d’un bleu plutôt délavé, se maintienne au-dessus du bonnet sans protection attira son attention ; et levant la tête, elle vit Mr. Bhaer qui la regardait.
« Je crois connaître la jeune dame folontaire qui va si brafement sous le nez de nombreux chevaux, et marche si vite dans tant de boue. Que faites-fous ici, mon amie ?
— Des courses. »
Mr. Bhaer sourit, en regardant d’un côté l’usine de conserves, et de l’autre la tannerie ; mais il dit seulement, très poli,
« Fous n’afez pas de parapluie ; puis-je fenir aussi, et porter les paquets pour fous ?
— Oui, merci. »
Les joues de Jo étaient aussi rouges que son ruban, et elle se demanda ce qu’il pensait d’elle ; mais peu importait, car l’instant d’après elle s’en allait, bras dessus – bras dessous avec le Professeur, avec l’impression que le soleil était soudain de retour et extraordinairement brillant, que le monde était à nouveau plaisant, et qu’une femme très heureuse piétinait dans la boue ce jour-là.
« Nous pensions que vous étiez parti », dit hâtivement Jo, car elle savait qu’il était en train de la regarder — son bonnet n’était pas assez grand pour dissimuler son visage, et elle craignait qu’il ne trouve la joie qui s’y lisait peu convenable.
« Croyiez-fous que je partirais sans dire au refoir à ceux qui ont été si incroyablement gentils afec moi ? » demanda-t-il, l’air si plein de reproche qu’elle pensa l’avoir insulté avec cette suggestion, et répondit chaleureusement,
« Non, je ne le pensais pas ; je savais que vous étiez pris par vos affaires, mais vous nous avez manqué — à Père et Mère en particulier.
— Et fous ?
— Je suis toujours heureuse de vous voir, sir. »
Dans son anxiété à garder sa voix calme, Jo l’avait rendue plutôt froide, et la monosyllabe glacée à la fin de la phrase sembla refroidir le Professeur, car son sourire disparut, et il dit, gravement,
« Je fous remercie, et je viens encore une fois avant de partir.
— Vous partez vraiment, donc ?
— Je n’ai plus d’affaire ici ; c’est fini.
— Avec succès, j’espère ? » dit Jo, car une amère déception s’était fait sentir dans sa courte réponse.
« Je dois le penser, car une voie s’est ouferte pour moi qui me permettra de gagner mon pain et d’être d’une grande aide à mes Jünglings.
— Racontez-moi, s’il vous plaît ! J’aime à tout savoir sur — sur les garçons, dit Jo avec empressement.
— C’est si gentil, je fous le dis folontiers. Mes amis m’ont trouvé un poste dans une université, où j’enseigne comme chez moi, et gagne suffisamment pour assurer l’avenir de Franz et Emil. Je defrais être reconnaissant pour cela, n’est-ce pas ?
— En effet ! Comme ce sera splendide, que vous fassiez ce que vous aimez, et de pouvoir vous voir souvent, avec les garçons — » s’exclama Jo, en se raccrochant aux garçons comme excuse à la satisfaction qu’elle ne pouvait s’empêcher de trahir.
« Ah ! Mais nous ne nous verrons pas soufent, je le crains ; cet endroit est dans l’Ouest.
— Si loin ! » et Jo abandonna ses jupes à leur sort, comme si ce qui allait advenir de ses vêtements ou d’elle-même n’avait plus d’importance.
Mr. Bhaer pouvait lire plusieurs langages, mais il n’avait pas encore appris à lire les femmes. Il se flattait de plutôt bien connaître Jo, et par conséquent, se trouvait très surpris par les contradictions de sa voix, son visage, ses manières, qu’elle lui avait montrées ce jour-là en rapide succession — car elle était passée par une demi-douzaine d’humeurs différentes en l’espace d’une demi-heure. Quand elle l’avait rencontré elle avait eu l’air surprise, quoiqu’il fût impossible de ne pas penser qu’elle était venue dans ce but. Quand il lui avait offert son bras, elle l’avait pris avec un air qui l’avait empli de joie ; mais quand il lui avait demandé s’il lui manquait, sa réponse avait été si glaciale et formelle que le désespoir l’avait envahi. En apprenant sa bonne fortune elle avait presque battu des mains — n’était-elle heureuse que pour les garçons ? Puis, en entendant sa destination, elle avait dit « Si loin ! » avec une détresse qui l’avait porté aux sommets de l’espoir ; mais l’instant suivant elle l’en fit redescendre en observant, comme complètement absorbée par le sujet,
« Voici où je dois faire mes emplettes, voulez-vous venir ? Ce ne sera pas long. »
Jo était assez fière de ses compétences en matière d’achats, et souhaitait tout particulièrement impressionner son escorte par le soin et la rapidité avec laquelle elle allait conclure ses affaires. Mais, dû à son agitation, tout alla de travers ; elle renversa le présentoir des aiguilles, oublia que la silésienne devait être « sergée » jusqu’après qu’on l’eut coupée, donna la mauvaise somme, et finit par s’embrouiller complètement en demandant le ruban lavande au comptoir des cotonnades. Mr. Bhaer fut témoin de la scène, la regarda rougir et bafouiller ; et, à mesure qu’il l’observait, sa propre confusion semblait s’apaiser, car il commençait à comprendre qu’en certains occasions les femmes, comme les rêves, sont pleines de contradictions.
Quand ils sortirent, il prit le paquet sous son bras avec un air plus joyeux, piétinant dans les flaques d’eau comme par jeu.
« Ne defrions-nous pas faire quelques courses, comme fous dites, pour les bébés, et avoir un festin d’adieu ce soir si je viens pour ma dernière visite à fotre si agréable maison ? » demanda-t-il en s’arrêtant devant une vitrine pleine de fruits et de fleurs.
« Qu’achèterons-nous ? » demanda Jo, ignorant la fin de sa phrase, et humant en entrant le mélange de parfums avec un faux-semblant de ravissement.
« Peufent-ils manger des oranges et des figues ? » demanda Mr. Bhaer, l’air paternel.
« Ils en mangent quand il y en a.
— Aimez-fous les noix ?
— Autant qu’un écureuil.
— Des raisins de Hambourg ; oui, nous boirons pour la patrie afec eux ? »
Jo se renfrogna devant cette extravagance, et demanda pourquoi il n’achetait pas un panier de dattes, un baril de raisins secs et un sac d’amandes, pour finir ? Alors Mr. Bhaer lui confisqua son porte-monnaie et sortit le sien, et compléta les achats en achetant plusieurs livres de raisins, un pot de marguerites roses, et une jolie jarre de miel. Puis, déformant ses poches avec les paquets noueux, et donnant les fleurs à porter à Jo, il rouvrit le vieux parapluie, et ils repartirent.
« Miss Marsch, j’ai une grande faveur à fous demander », commença le Professeur après une promenade humide sur un demi-pâté de maisons.
« Oui, sir », et le cœur de Jo commença à battre si fort qu’elle craignait qu’il l’entende.
« J’ai le courage de le dire malgré la pluie, parce qu’il me reste si peu de temps.
— Oui, sir », et Jo serra manqua d’écraser le petit pot de fleurs en le serrant soudainement.
« Je foudrais acheter une petite robe pour ma Tina, et je suis trop stupide pour aller seul. Voudrez-fous bien me conseiller et m’aider ?
— Oui, sir », et Jo fut soudain aussi calme et froide que si elle venait d’entrer dans un réfrigérateur.
« Peut-être aussi un châle pour la mère de Tina, elle est si pauvre et malade, et son mari est une telle charge — oui, oui, un châle chaud et épais sera un cadeau amical pour la petite mère.
— Je le ferai avec plaisir, Mr. Bhaer. Je saute aux conclusions, et il m’est plus cher à chaque minute », ajouta Jo pour elle-même. Puis, en se secouant mentalement, elle entra dans la boutique avec une énergie qui faisait plaisir à voir.
Mr. Bhaer la laissa faire, et elle choisit une jolie robe pour Tina, puis demanda à voir les châles. Le vendeur, un homme marié, daigna s’intéresser au couple, qui semblait faire des achats pour leur famille.
« Votre dame préférera peut-être ceci ; c’est un article de qualité supérieure, une couleur très demandée, modeste et raffiné », dit-il, en sortant un châle gris bien chaud et en en drapant les épaules de Jo.
« Est-ce que cela vous convient, Mr. Bhaer ? », demanda-t-elle en lui tournant le dos, profondément reconnaissante de cette chance de dissimuler son visage.
« Parfaitement bien, nous allons le prendre », répondit le Professeur. Il paya, tout en souriant pour lui-même, tandis que Jo continuait d’inspecter les comptoirs, en chasseuse de bonnes affaires aguerrie.
« Rentrons-nous à la maison, maintenant ? » demanda-t-il, comme s’il trouvait ces mots très plaisants.
« Oui, il est tard, et je suis si fatiguée. »
La voix de Jo était plus pathétique qu’elle ne le pensait, car maintenant le soleil semblait avoir disparu aussi brusquement qu’il était venu, le monde était à nouveau terne et misérable, et pour la première fois elle se rendait compte qu’elle avait les pieds gelés et mal à la tête, et que son cœur était plus froid encore que les premiers, plus douloureux que la seconde. Mr. Bhaer s’en allait ; il ne se souciait d’elle que comme d’une amie, tout ça n'était qu’une erreur, et plus tôt ce serait fini, mieux ce serait. Avec cette idée en tête, elle héla un omnibus qui approchait avec un geste si vif que les fleurs s’envolèrent du pot, et furent méchamment abîmées.
« Ce n’est pas notre omnibus », dit le Professeur, en faisant signe au véhicule de passer son chemin, et en s’arrêtant pour ramasser les pauvres marguerites.
« Je vous demande pardon, je n’avais pas bien vu le nom. Peu importe, je peux marcher, j’ai l’habitude de piétiner dans la boue », répondit Jo, en cillant furieusement, parce qu’elle aurait préféré mourir que de s’essuyer ouvertement les yeux.
Mr. Bhaer vit les gouttes sur ses joues, bien qu’elle ait la tête tournée ; cette vue sembla l’émouvoir au plus haut point, car il se pencha soudain vers elle et demanda, sur un ton qui signifiait énormément de choses,
« Chère à mon cœur, pourquoi pleurez-vous ? »
Si Jo n’avait pas été une novice dans ce genre de choses elle aurait dit qu’elle ne pleurait pas, qu’elle avait un rhume, ou n’importe quel autre bobard féminin propre à l’occasion ; au lieu de ça cette créature sans dignité répondit avec un sanglot irrépressible,
« Parce que vous vous en allez.
— Ah, mein Gott, c’est si bon ! » s’écria Mr. Bhaer, en parvenant à joindre les mains malgré le parapluie et les paquets. « Jo, je n’ai rien que beaucoup d’amour à fous donner ; je suis venu pour voir si vous en vouliez, et j’ai attendu pour être sûr que j’étais quelque chose de plus qu’un ami. Est-ce le cas ? Pouvez-vous faire une petite place dans fotre cœur pour le vieux Fritz ? » ajouta-t-il tout d’une traite.
« Oh, oui ! » dit Jo, et il fut tout à fait satisfait, car elle posa les deux mains sur son bras, et leva la tête vers lui avec une expression qui montrait clairement combien elle serait heureuse de traverser la vie à ses côtés, même si elle n’avait pas de meilleur abri que le vieux parapluie, tant qu’il était celui qui le tenait.
C’était une demande faite dans l’adversité, car même s’il l’avait souhaité, Mr. Bhaer ne pouvait se mettre à genoux à cause de la boue, il ne pouvait pas non plus lui prendre la main, si ce n’était au sens figuré, car les siennes étaient pleines ; il pouvait encore moins se livrer à de tendres démonstrations en pleine rue, même s’il en était bien près ; aussi le seul moyen qu’il avait d’exprimer sa béatitude était de la regarder, avec une expression qui mettait si bien en valeur son visage qu’il semblait y avoir de petits arcs-en-ciel dans les gouttes qui brillaient dans sa barbe. S’il n’avait pas énormément aimé Jo, je ne pense pas qu’il l’aurait aimée à ce moment-là, car elle était loin d’être séduisante, avec ses jupes dans un état lamentable, ses bottes en caoutchouc qui clapotaient à ses chevilles, et son bonnet ruiné. Heureusement, Mr. Bhaer la voyait comme la plus belle femme au monde, et elle le trouvait plus semblable à Jove que jamais, même si son chapeau à large bord était tout avachi, avec les ruisselets qui tombaient sur ses épaules (car il ne tenait le parapluie qu’au-dessus de Jo), et que tous les doigts de ses gants avaient besoin d’être raccommodés.
Les passants les prirent probablement pour un couple de fous inoffensifs, car ils oublièrent tout à fait d’arrêter un omnibus, et s’en allèrent tranquillement, indifférents à la nuit tombante et au brouillard. Ils se souciaient peu de ce que pensaient les autres, car ils profitaient de cette heure heureuse qui ne vient qu’une fois dans la vie — ce moment magique qui rajeunit le vieux, embellit l’ordinaire, enrichit le pauvre, et donne au cœur humain un avant-goût du paradis. Le Professeur avait l’air d’avoir conquis un royaume, et le monde n’avait plus rien à lui offrir pour son bonheur, tandis que Jo pataugeait à côté de lui avec le sentiment que sa place avait toujours été celle-ci, et se demandant comment elle aurait jamais pu choisir autrement. Bien sûr, elle fut la première à parler — de manière intelligible, je veux dire, car les remarques pleines d’émotions qui avaient suivi son « Oh, oui ! » impétueux n’étaient ni cohérentes ni rapportables.
« Friedrich, pourquoi n’avez-vous —
— Ah, ciel ! Elle me donne le nom que personne ne dit plus depuis que Minna est morte ! » s’exclama le Professeur, en s’arrêtant au milieu d’une flaque pour la regarder avec une gratitude ravie.
« Je vous appelle toujours ainsi en moi-même — j’ai oublié ; mais je ne le ferai plus, à moins que cela ne vous plaise.
— Me plaise ! Cela m’est plus doux que je ne sais le dire. Dis-moi “tu”, aussi, et je pourrai dire que ton langage est presque aussi beau que le mien.
— Est-ce que ce n’est pas un peu sentimental ? » demanda Jo, pensant à part elle que c’était une monosyllabe tout à fait charmante.
« Sentimental ? Oui ; Gott merci, nous autres Allemands croyons au sentiment, et nous conserfons notre jeunesse ainsi. Fotre “vous” anglais est si froid — dis-moi “tu”, chère à mon cœur, cela signifie tant pour moi », plaida Mr. Bhaer, plus comme un étudiant romantique que comme un professeur plein de sérieux.
« Eh bien, alors, pourquoi ne m’as-tu pas dit tout cela plus tôt ?
— Maintenant je dois défoiler tout mon cœur, et je le ferai avec joie, parce que tu en prendras soin ensuite. Vois-tu, ma Jo — ah, ce cher, amusant petit nom ! — j’afais envie de dire quelque chose le jour où l’on s’est quittés à New York ; mais je pensais que le séduisant ami était ton fiancé, et donc je n’ai rien dit. Aurais-tu dit “oui”, alors, si j’afais parlé ?
— Je ne sais pas. Je crains que non, car je n’avais pas de cœur, à ce moment-là.
— Prut ! Ça je ne le crois pas. Il était endormi jusqu’à ce que le prince du conte traverse le bois, et vienne le réveiller. Ah, enfin, “Die erste Liebe ist die beste” ; mais ça je ne devrais pas m’y attendre.
— Oui, le premier amour est le meilleur ; aussi sois content, car je n’en ai jamais eu d’autre. Teddy n’était qu’un garçon, et il a vite dépassé sa petite lubie », dit Jo, anxieuse de corriger l’erreur du Professeur.
« Bien ! Alors je suis heureux, et certain que tu me donnes tout ton cœur. J’ai attendu si longtemps, je suis defenu égoïste, comme tu le verras, Professorin.
— Ça me plaît, s’exclama Jo, ravie de son nouveau nom. Maintenant, dis-moi ce qui t’a amené ici, juste au moment où je le désirais le plus ?
— Ceci », et Mr. Bhaer tira un bout de papier déchiré de la poche de son gilet.
Jo le déplia, et eut soudain l’air confuse, car c’était l’une de ses contributions à un journal qui payait pour des poèmes, ce pour quoi elle avait envoyé une tentative occasionnelle.
« Comment cela a-t-il pu t’amener ? » demanda-t-elle, ne sachant trop ce qu’il voulait dire.
« Je l’ai trouvé par chance ; je l’ai reconnu par les noms et les initiales, et j’y ai trouvé une petite strophe qui semblait m’appeler. Lis et trouve-la ; je fais en sorte que tu ne sois pas mouillée. »
Jo obéit, et parcourut rapidement les lignes qu’elle avait baptisées —
DANS LE GRENIER
Quatre petits coffres bien en rang Ternis par la poussière, usés par le temps Tous décorés et remplis, il y a bien des années Par des enfants aujourd’hui grands Quatre petites clefs, pendues tout à côté Par des rubans fanés, leurs couleurs vives et gaies Quand ils furent attachés, avec une fierté d’enfant Par un jour de pluie, il y a bien des années Quatre petits noms, un sur chaque couvercle, Qu’une main hardie a gravés Et au-dessous gisent, cachées, Les histoires de la joyeuse société Qui jouait ici autrefois, et souvent s’arrêtait Pour entendre le doux refrain Qui au-dessus du toit allait et venait Dans la pluie d’un jour d’été. “Meg” sur le premier, écrit d’une main sûre. Je l’ouvre avec amour, Car rangé ici, avec bien des soins Se trouve un précieux butin, Les témoins d’une vie paisible- Cadeaux à une douce enfant, jeune fille, Une robe de mariée, des billets à une épouse, Un petit chausson, une boucle de bébé. Aucun jouet dans ce premier coffre, Car tous ont été emportés, Pour se joindre dans leur grand âge Aux jeux d’une autre petite Meg. Ah, mère heureuse ! Je sais bien Que tu entends, comme un doux refrain, Des berceuses gentiment murmurées Dans la pluie d’un jour d’été. “Jo” sur le second, griffonné et rayé, Et à l’intérieur un trésor bigarré De poupées sans tête, de cahiers déchirés, Oiseaux et bêtes maintenant muets, Butins ramenés du pays des fées Que seuls foulent les jeunes pieds, Rêves d’un futur jamais réalisé, Souvenirs d’un passé bien aimé, Histoires confuses, poèmes inachevés, Missives d’avril, tristes ou gaies, Mémoires d’une enfant obstinée, Vestiges d’une femme déjà âgée, Une femme dans une maison esseulée, Qui entend, comme un triste refrain- “Sois forte, ma chérie, et l’amour viendra te trouver,” Dans la pluie d’un jour d’été. Ma Beth ! Sur le couvercle portant ton nom Toujours la poussière est chassée, Par les larmes d’yeux aimants, Par des mains vigilantes et zélées. Pour nous, la mort a canonisé une sainte Toujours plus divine qu’humaine Et nous déposons, avec de douces plaintes, Des reliques dans cet autel domestique : La cloche d’argent, si peu agitée, Le petit bonnet qu’elle portait, La belle Catherine, emportée, morte, Par les anges, suspendue au-dessus de la porte. Les chansons qu’elle chantait sans se plaindre Depuis la prison de sa douleur À jamais tendrement mêlées À la pluie d’un jour d’été. Sur le couvercle poli du dernier coffret - Une légende maintenant avérée - Un preux chevalier arbore sur son bouclier “Amy”, en lettres or et bleu. À l’intérieur, filets qui ont retenu ses cheveux, Pantoufles qui ont fini de danser, Fleurs fanées, rangées avec soin, Éventails relégués dans un coin, Joyeuses déclarations enflammées, Babioles qui ont joué leur rôle Dans les espoirs, les craintes, les hontes juvéniles, Le récit d’un cœur de jeune fille Qui apprend maintenant des charmes plus justes et vrais, Et entend, comme un gai refrain Les cloches nuptiales sonner Dans la pluie d’un jour d’été. Quatre petits coffres bien en rang Ternis par la poussière, usés par le temps Quatre femmes qui ont, de joies en infortunes Appris à aimer et à travailler en cet âge doré. Quatre sœurs, pour un temps séparées Aucune égarée, l’une partie plus tôt qu’à son tour, Et par le pouvoir immortel de l’amour, Plus proche et chérie que jamais. Oh, le jour où nos trésors cachés S’offriront à la vue du Père Puissent-ils être riches en heures dorées, En actions embellies par la lumière, Vies dont la musique résonnera longtemps Comme une chanson vous réchauffe le cœur Âmes qui s’élèveront avec joie Après la pluie, un jour d’été.
« C’est un très mauvais poème, mais c’est ce que je ressentais quand je l’ai écrit, un jour où je me sentais très seule et où j’avais pleuré un bon coup sur un sac de chiffons. Je n’aurais jamais pensé qu’il finirait là où il pourrait me trahir », dit Jo en déchirant les strophes que le Professeur avait chéries pendant si longtemps.
« Oublie-le, il a fait son œuvre, et j’en aurai un noufeau quand je lirai le livre brun dans lequel elle garde ses petits secrets », dit Mr. Bhaer avec un sourire en regardant les fragments de papier voler dans le vent. « Oui, ajouta-t-il sincèrement, je le lis, et je pense en moi-même, Elle a un chagrin, elle est seule, un amour véritable lui apporterait du réconfort. J’ai un cœur plein, plein pour elle. Est-ce que je n’irais pas lui dire “Si ce n’est pas une offre médiocre que de donner ce que j’espère recevoir, prends-le, au nom de Gott ?”
— Et tu es venu et as découvert que ce n’était pas médiocre, mais justement la chose précieuse dont j’avais besoin, murmura Jo.
— Je n’ai pas eu le courage de le penser, au début, aussi chaleureux et gentil qu’ait été ton accueil. Mais bientôt j’ai commencé à espérer, et puis j’ai dit, “Elle sera mienne si je dois en mourir” ! » s’exclama Mr. Bhaer avec un air de défi, comme si les murailles de brume qui se refermaient sur eux étaient des obstacles qu’il devait surmonter ou abattre vaillamment.
Jo pensa que c’était splendide, et résolut de se montrer digne de son chevalier, même s’il n’était pas venu en caracolant sur un preux destrier et en tenue d’apparat.
« Qu’est-ce qui t’a retenu si longtemps ? » demanda-t-elle ensuite, car elle trouvait si agréable de poser des questions confidentielles et d’obtenir des réponses délicieuses, qu’elle ne pouvait rester silencieuse.
« Ça n’a pas été facile, mais je n’avais pas le cœur à t’enlefer à ce si heureux foyer avant d’avoir la possibilité de t’en offrir un, après beaucoup de temps, peut-être, et de travail. Comment poufais-je te demander d’abandonner tant de choses pour un paufre fieux, sans autre fortune qu’une petite éducation ?
— Je suis bien aise que tu sois pauvre. Je ne pourrais pas supporter d’avoir un mari riche », dit fermement Jo, avant d’ajouter plus doucement, « Ne crains pas la pauvreté. Je l’ai connue suffisamment longtemps pour perdre toute appréhension et me trouver heureuse de travailler pour ceux que j’aime, et ne dis pas que tu es vieux — quarante ans, c’est la force de l’âge. Je ne pourrais pas m’empêcher de t’aimer même si tu en avais soixante-dix ! »
Le Professeur trouva cela si touchant qu’il aurait bien eu besoin de son mouchoir, s’il avait pu l’atteindre. Comme il ne le pouvait pas, Jo se chargea de lui essuyer les yeux, et dit en riant, avant de lui soutirer un ou deux paquets :
« Je suis peut-être forte-tête, mais personne ne peut dire que je ne remplis pas mon rôle, car le devoir d’une femme est censé être de sécher les larmes et de porter des fardeaux. Je dois porter ma part, Friedrich, et aider à acquérir ce foyer. Tu ferais bien de t’y résoudre, ou je n’accepterai jamais », ajouta-t-elle, résolue, tandis qu’il essayait de lui reprendre sa charge.
« Nous verrons. As-tu la patience d’attendre longtemps, Jo ? Je dois partir et faire mon travail seul. Je dois aider mes garçons, d’abord, parce que même pour toi, je ne romprais pas ma promesse à Minna. Peux-tu me pardonner cela, et être heureuse pendant que nous espérons et attendons ?
— Oui, je sais que j’en suis capable, car nous nous aimons, et cela rend tout le reste facile à endurer. J’ai un devoir, moi aussi, et un travail. Je ne pourrais pas être heureuse si je les négligeais, même pour toi, il n’y a donc nul besoin de se hâter ou d’être impatients. Tu peux faire ta part là-bas dans l’Ouest, je peux faire la mienne ici, et nous pouvons être heureux tous les deux en espérant le meilleur, et laisser le futur à la grâce de Dieu.
— Ah ! Tu m’offres tant d’espoir et de courage, et je n’ai rien à te donner en échange, rien qu’un cœur plein et ces mains vides », s’exclama le Professeur, bouleversé.
Jo n’apprendrait jamais, jamais, à être convenable, car quand il eut dit cela, alors qu’ils se tenaient sur les marches, elle glissa simplement les deux mains dans les siennes en chuchotant tendrement, « Elles ne sont plus vides maintenant », et elle se pencha et embrassa son Friedrich sous le parapluie. C’était terrible, mais elle l’aurait fait même si la bande de moineaux sur la haie avait été des êtres humains, car elle était aux anges et ne se souciait plus de rien, si ce n’est de son bonheur. Bien qu’il n’eût rien d’extraordinaire, le couronnement de leurs deux vies fut ce moment où, quittant la nuit et la tempête et la solitude pour la lumière et la chaleur et la paix du foyer qui les attendait, Jo fit entrer son amoureux avec un joyeux « Bienvenue à la maison ! » avant de refermer la porte.
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lascronicasdehefestion · 11 months ago
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Año 2206... ...Cuantas cosas han cambiado... [Parte 2]
Todas las religiones coexisten de manera armónica. Los viejos paradigmas y dogmas han caído. Ya ninguna religión excluye, todas iluminan y guían. Ofrecen paz y esperanza a todos. Los Namuh nos dimos cuenta que todos orábamos al mismo Dios, solo que lo llamábamos de diferentes formas.
Cuantas cosas han cambiado. Mientras escribo esto observo por la ventana un grupo de adolescentes. Están todos contentos y celebrando. Está Juan, el vecino del piso de arriba, junto con Vanesa su novia del colegio. Junto a ellos está Sebastián, mi sobrino, con sus amigas Martha y Beatriz. Acaba de llegar al grupo David, el hijo de mis vecinos de junto.
Todos están tan contentos. Sebastián le acaba a pedir a David que sea su novio. Que chamo tan pícaro, ya entiendo el porqué siempre viene a visitarme, y yo que creía que era por el SPlayS3D. Martha, la doctora corazón del grupo, los anima a que se besen, definitivamente la chama es toda una cupido, creo que ella los presentó. ¿Será que Sebastián se atreve?, pues sí... ...se atrevió, jajajaja. Pensar que hace un mes ni siquiera se atrevia a hablarle al pobre de David. Pero así son los chamos, me gustaría volver a tener esa edad.
Mi abuelo me contó en una oportunidad que en su juventud, las personas eran señaladas y perseguidas por simplemente por sus preferencia sexuales. Muchos jóvenes murieron a manos de intolerantes. Esa intolerancia generó mas intolerancia, la cual dividió a toda la raza Namuh. Poco a poco dejaron de ser personas para convertirse en blancos, negros, ricos, pobres, Homos, Bix y Heteros; y como suele suceder en los grupos, dentro de ellos mismos emergieron las actitudes extremistas.
Gracias a Dios que todo cambió. Ahora Sebastián y David pueden caminar por la calle tomados de la mano, acompañados de sus amigos y amigas, como tantas otras personas en el mundo. Pero siempre debemos recordar que todo estos logros y el cambio en todo el mundo fue posible gracias a un grupo de hombres y mujeres especiales que decidieron que todos eran iguales, sin importar su apariencia, como pensaban, en que creían o que les gustaba. El mundo cambió gracias a la determinación de la Generación-X....
...Pero esa es otra historia...
Hefestión
“Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.” Friedrich Wilhelm Nietzsche
-- Posted by Hefestion to Las Cronicas de Hefestión at 5/19/2006 05:20:00 PM
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aurevoirmonty · 1 year ago
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« Avec ces prêcheurs d’égalité je ne veux être confondu ni mêlé. Car ainsi me parle, à moi, la justice : “Égaux ne sont les hommes.” »
Friedrich Nietzsche, Ainsi parlait Zarathoustra (1883–1885)
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neptunianashes · 1 year ago
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Todavía no se dieron cuenta de la revolución en la clase baja que hizo Milei. Javier hizo militancia mandando a leer libros de Friedrich Hayek, Milton Friedman, Ayn Rand, Rothbard a la gente de los barrios humildes. No hay miedo, adoctrinamiento ni demagogia que sirva contra los que llevan las ideas en la Libertad en su corazón, el votante pobre que abrió los ojos no volverá nunca más al peronismo, y parece que todavía los peronistas no se dieron cuenta.
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neuroconflictos · 2 years ago
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“Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso. Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente.
Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso".
* * *
“Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu b��squeda te ha vuelto insomne y te ha desvelado demasiado. Quieres subir a la altura libre, tu alma tiene sed de estrellas. Pero también tus malos instintos tienen sed de libertad.
Tus perros salvajes quieren libertad; ladran de placer en su cueva cuando tu espíritu se propone abrir todas las prisiones. Para mí eres todavía un prisionero que se imagina la libertad: ay, el alma de tales prisioneros se torna inteligente, pero también astuta y mala".
* * *
“He encontrado más peligros entre los hombres que entre los animales, peligrosos son los caminos que recorre Zaratustra. ¡Que mis animales me guíen!”.
-Friedrich Nietzsche-
"Así habló Zaratustra"
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