#Ficciones verdaderas
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«En cuanto al problema de la ficción, es para mí un problema muy importante; me doy cuenta de que no he escrito más que ficciones. No quiero, sin embargo, decir que esté fuera de la verdad. Me parece que existe la posibilidad de hacer funcionar la verdad en la ficción; de inducir efectos de verdad con un discurso de ficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite, “fabrique” algo que no existe todavía, es decir “ficcione”. Se “ficciona” historia a partir de una realidad política que la hace verdadera, se “ficciona” una política que no existe todavía a partir de una realidad histórica».
Michel Foucault: Microfísica del poder. Las Ediciones de la Piqueta, pág. 162. Madrid, 1980
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Enrique Vila-Matas, el perseguidor
Algunos de sus últimos libros son “Esa bruma insensata” e “Impón tu suerte”. Foto: La Vanguardia Su nueva novela, Montevideo, parte de un cuento de Cortázar ubicado en un hotel de esa capital para convertirse luego en una exploración de lo que llama ficciones verdaderas. Origen: Enrique Vila-Matas, el perseguidor
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Entrevista para el Chicago Tribune y Los Angeles Times (Otoño 2022)
Metro Underground / Entender la noche del otro
Entrevista a Brontis Jodorowsky
Alfredo Padilla
En mi puericia, al contacto de mis primeros coqueteos con el cine, conocí a Brontis Jodorowsky, en una película del español Luis Alcoriza. Brontis interpretaba el papel del niño Daniel, una especie de ángel hermafrodita que vive con su madre (Fabiola Falcón), en una casona semidestruida de Bogotá, dentro de una atmósfera de claustrofobia sexual, incesto, fetichismo y voyerismo. La cinta llevaba por nombre El muro del silencio (1974), y había marcado profundamente mi niñez, irrumpiendo el sueño de mi razón; el personaje de Brontis era inocente aún en su malicia. Posteriormente lo vería en Bayoneta (2018), de Kyzza Terrazas, en el papel de Dennis, el antiguo entrenador de Miguel “Bayoneta” Galíndez (Luis Gerardo Méndez), un boxeador retirado, cuyo funesto destino lo llevaría a vivir en cierta buhardilla de un complejo habitacional en Turku, Finlandia. Ambos personajes, el ángel colmado de malicia y el coach de boxeo convertido a padre postizo, trazarían una línea narrativa en mi vida, que me llevaría a mi comprensión del Yo y al olvido de los recuerdos que no pude tener, porque como escribió el poeta Enrique Lihn: “no hay nada más difícil de olvidar que las intenciones que no llegaron al acto, los actos suspendidos en la sorpresa y la violencia”.“Hoy cumples siete años, ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre”, le dice el protagonista (Alejandro Jodorowsky) a su hijo (Brontis), en la película El Topo (México, 1970), “¡Destrúyeme! No dependas de nadie”. Un brutal despojo de la infancia perdida, que me ayudaría a quemar las naves de un cruento pasado construido por otros. Hoy, dejando nuevas huellas en arenas que desconozco, me complace presentarles mi entrevista, con el laureado actor y director mexicano-francés, Brontis Jodorowsky, en la que hablamos sobre el reencuentro con la consciencia de la humanidad, la identidad, la noche oscura del alma, las crisis, su libro Algunos cuentos de sabiduría y otras tonterías: ficciones para faltos de tiempo (2017), de su papel en la película Bayoneta (2018) de Kyzza Terrazas y del concepto de la muerte.
A.P. : En Táu (2011), la película de Daniel Castro Zimbrón, interpretas a Gustavo, un hombre que viaja al desierto de Wirikuta, en una expedición que confrontará su más profundo dolor. Tras la pandemia, mucha gente lo perdió todo, o al menos, lo más vital. ¿Qué viaje debemos tomar para reencontrarnos con nosotros mismos?
B.J. : Hubieron una variedad de reacciones con la pandemia, tanto a nivel gubernamental como personal, de país en país sobrevinieron actitudes similares, y a la vez muy distintas. Lo que me pareció fundamental y que también tiene que ver con la crisis climática, es que fue un fenómeno que tocó a toda la humanidad. Claro, fue una oportunidad para un trabajo sobre sí mismo, por estar aislados, y mucha gente sintió que tenía que “rentabilizar“ el Covid-19 escribiendo sus memorias, realizando web meditation o tik tok yoga; todo esto tiene que ver con una forma de individualismo que promueva la sociedad. Asocio tu pregunta con la idea de la autoayuda ; el trabajo sobre sí mismo es necesario, sí. Pero la noción de autoayuda tal como se ha desarrollado, con todas sus publicaciones - que alimentan un mercado - tiene un poco que ver con el ombliguismo, el cada cual por su cuenta y esa ilusión del Self-made man, a la raíz de ciertos males de nuestra sociedad. La verdadera apuesta después de la crisis que hemos pasado es cómo reencontrarnos juntos, más que reencontrarse a sí mismo. No podemos hablar sobre lo que todo el mundo perdió dado que hay gente que no perdió nada (muchas empresas de Internet, los servicios de streaming, por ejemplo, bendicen la pandemia). Hay gente que sí perdió mucho, según su clase social y su nivel económico, los ahorros, la talla de su casa, etc. No es lo mismo si te separaste de tu pareja porque resultó difícil convivir 24 horas sobre 24, o si la pareja sobrevivió a ese test y se dieron cuenta de que su amor podía atravesarlo todo. Yo te puedo hablar de lo que yo sentí y de lo que más me dolió: esa separación con mis seres queridos, con mis hijas, la disgregación geográfica. En París, después del primer confinamiento podíamos pasear solo dentro de un área de un kilómetro alrededor de nuestro domicilio, y una de mis hijas vivía a un kilómetro 300. Trampeamos un poco. Entendí como nunca el valor del contacto humano, el valor de compartir momentos, el valor de un simple abrazo. Ciertos aspectos del modo de vida que propone la sociedad nos llevan a enfocarnos en nosotros mismos, las sobre presentes redes sociales nos acorralan con sus algoritmos que siempre te ofrecen lo que te gusta, lo que te mantiene dentro de tu territorio mental y emocional para que con esas pequeñas dosis de dopamina artificial puedas soportar una existencia absurda. Hay que encontrar los caminos para guardar la consciencia de que este fenómeno nos tocó en tanto que humanidad, y que ha durado — en China todavía están con políticas “Zero Covid“ de aislar ciudades enteras, mientras que otras ciudades quedaron abiertas en plena crisis por motivaciones político-económicas y lo pagó muchísima gente por falta de precaución; otras encontraron su equilibrio. Si alejándose de intereses egoístas — que en el fondo son intereses comerciales, la humanidad hubiese tratado el problema de manera global, habríamos hecho un progreso. Hoy en día estamos frente a un problema más grave aún: el de la urgencia climática. Estamos desordenando completamente el medio ambiente gracias al cual vivimos y en una actitud de inconsciencia suicidaría no estamos reaccionando en tanto a humanidad… Me parece que más que preguntarnos qué hacer para reencontrarnos con nosotros mismos, individualmente, deberíamos preguntarnos : ¿cómo hacemos todos para reencontrarnos dentro de la consciencia de la humanidad?
A.P. : Muchos de nosotros tenemos la sensación de que cuando queremos abandonar un espacio denominado como “nuestra identidad”, entramos en otro lleno de incertidumbre, donde nos sentimos a ciegas. La noche oscura del alma es para algunos místicos un periodo de tristeza, miedo y angustia necesario para acercarse a Dios. ¿Estamos pasando por esta etapa, o es simplemente ansiedad generalizada?
B.J. : La cuestión de la identidad es interesante, sobre todo actualmente. Necesitamos pertenecer, el ser humano es un ser social que se desarrolla en contacto con otros seres humanos, según los estímulos que recibe del exterior. Esto es puramente teórico, pero a un bebé recién nacido lo metes en un cuarto totalmente oscuro y en quince días se vuelve ciego, dado que la luz no ha estimulado su nervio óptico. Emocionalmente somos así: un ser no querido, no acariciado, tendrá más dificultades para vivir la empatía y la compasión; en la vida, si recibes amor lo puedes compartir. A la vez, la noción de identidad puede ser es algo que te encierra en modelos de pensar preestablecidos, en modelos de sentir, de actuar. Como todo ser, una sociedad es orgánica, tiene grandes riquezas y grandes trampas, aspectos terribles y otros luminosos. La identidad en su faz oscura, es algo que te va a encerrar, a limitar, que va impedirte el acceso a tu verdadero ser; es un sistema de inhibiciones. La religión, por ejemplo, es pertenencia, es formar parte de un grupo que se identifica con un mito, en principio con el objetivo de elevación espiritual compartida. Pero a la vez la iglesia está llena de prejuicios sobre la sexualidad, de sistemas de poder, de misoginia, etc. Es muy doble eso de la identidad. Hasta políticamente: puede ser una noción de cohesión social o un veneno absoluto. Hay una bonita adivinanza para niños, que a veces a los adultos les cuesta resolver: “¿Qué está más lejos de ti, la punta de tu nariz o el pulgar de tu pie?“ ¡La respuesta es ninguno de los dos, dado que los dos son tú! Cuando realizas que has vivido en pertenencia a una identidad impuesta, o a la cual no te identificas más, querer separarte de ella es delicado; no te vas a cortar un brazo, so pretexto de que de esa manera serás más tú… Hay que saber distanciarse sin perderse. Porque, en el fondo, nuestra identidad está ligada a nuestra vivencia, a nuestro transcurso; somos un relato. Y nuestra historia personal, familiar, social, está ligada — como las grandes obras de teatro de Shakespeare que combinan la pequeña y la grande Historia — con muchas circunstancias de la narrativa que compartimos con los demás, con la sociedad. Dentro de eso, hay que tener clarividencia. Me hablas de identidades, de saber quién eres. “¿Quién soy?“, es una pregunta compleja, a veces angustiante. Pero si “Quién soy“ es complejo, vaporoso, fluido, algo intangible; más accesible es saber quién NO eres y dejar caer lo que no eres, lo que sientes que no eres, lo que van a ser las inhibiciones, los prejuicios, los límites mentales, los miedos emocionales, etc. Eso lo puedes identificar, es palpable, concebible, desechable. Por otra parte, si estamos de acuerdo con Carl Jung, de que el inconsciente tiene una dimensión colectiva, entonces “Quién soy“ no puedes ser nada más tú, tu Yo. La pregunta se transforma entonces por ella misma en “Quiénes somos“. Volvemos a la identidad… Según el sicólogo francés Serge Tisseron una de las preguntas que causa ansiedad es la del sentido de la existencia: “Qué sentido tiene mi vida“ y él argumenta que es una pregunta imposible, a menos de darse cuenta de que, in fine, el sentido de nuestra vida es el sentido que tenemos para los otros. Vale la pena meditarlo. En el mito judeocristiano, Jesús dice: “Por sus obras los conoceréis”. Así como el conjunto te recibe, le da sentido a tu vida. Eso no quiere decir que si el conjunto te recibe bien, ese sea tu verdadero sentido: a veces tienes que ser alguien que rompe las barreras, que sale de los esquemas, del conformismo, que va más allá de lo previsto, que hace avanzar a la humanidad de un salto con un nuevo conocimiento o una inspiración artística; ahí puede haber una forma de rechazo hacia ti. ¿Quiere eso decir que tu vida pierde su sentido? No, puesto que tras un tiempo, lo que es justo permanece y el mundo progresa. El conjunto avanza más lentamente que el individuo. Ahí entramos en otro espacio lleno de incertidumbre: tenemos algo inscrito muy profundamente en nosotros, en lo que algunos llaman el cerebro reptiliano, que es la noción de territorio. Fuera del territorio conocido, está el peligro. Un tigre, por ejemplo, tiene un territorio: lo marca con su orina, en él tiene de qué beber, presas, sol y sombra, etc. Si sale de su territorio, se mete a la comarca de otro tigre, donde puede haber peligro, falta de agua o de presas, es decir peligro de muerte. Nosotros tenemos un territorio mental (me identifico a lo que pienso o a ideas aprendidas), un territorio emocional (me identifico a lo que siento o a mis temores), un territorio sexual (me identifico a lo que deseo o a mis prejuicios), territorios que pueden ser catastróficos, pero que corresponden a lo que conocemos. El conjunto de nuestros comportamientos repetitivos, de nuestra manera de pensar, de lo que hemos sentido, los deseos que hemos podido satisfacer o no, ese es nuestro territorio. Nos cuesta cambiar de rutina, abrirnos a nuevas ideas, abrir nuestro corazón a nuevos sentimientos o aceptar los sentimientos negativos que descubrimos nos habitan y que reprimimos a tal punto que nos ahogan. Tenemos temor al cambio y a lo desconocido porque nos introduce a un territorio oculto. Metafóricamente hablando, a menudo preferimos un aire viciado que conocemos a un aire puro desconocido. Sin embargo, en el momento en que te quieres conocer renunciando a lo que no eres, inevitablemente vas a entrar a un territorio ignorado hasta entonces. La única manera de ampliar tu conocimiento, es ir a lo desconocido y soltar lo que no eres; además de cuestionar tu sentimiento contigo mismo, ello cuestionará tu sentimiento para con los otros. Y viéndote a ti mismo de otra manera, ellos también te van a percibir de otra manera: te pueden rechazar o aceptar. En ese sentido es útil el trabajo con los sueños. En su libro La Maîtrise des Rêves, Marc-Alain Descamps explica que no te puedes morir en tus sueños, porque nuestra mente no conoce el estado de su no consciencia. Si sueñas que estás dentro de un ataúd y que la gente está llorando, hay un punto de vista tuyo, no estás desaparecido. Todos hemos tenido esas pesadillas en las cuales te persigue un monstruo para comerte. Tiene variadas formas, pero es un mismo esquema narrativo de algo que te va a devorar: expresión probable de una pulsión reprimida. Aunque pueda ser a veces el llamado de un proceso positivo, tú lo ves como un angustiante monstruo que va a devorar el ser limitado que eres en ese momento. Cuando trabajas el sueño lúcido, durante una tal pesadilla de persecución devoradora, puedes darte cuenta de que estás soñando. En ese momento, en vez de huir con angustia o esforzarte en despertar, te detienes, haces frente al monstruo, hasta corres hacia él. Ahí va a haber una gran luz y un despertar lleno de orgullo, un sentimiento de fuerza y plenitud que puede durar una semana. Te cuento algo que he vivido. Volviendo a nuestro tema, el miedo a renunciar a lo que NO somos para encontrar quienes somos, es obviamente un proceso en el que debemos aceptar el miedo del que tú hablas y ese miedo, todos lo vivimos. Lo menciono porque es bueno realizar que mucha gente vive lo mismo que tú. Dicen en México: “Mal de muchos, remedio de pendejos”. A menudo cierto es. A menudo también no: el mal de muchos no será un remedio, pero sí ayuda saber que eres parte de un mal general, compartido. Regreso a la idea inicial: no soy un individuo, sino que somos, y ahí está para mí una posible solución.
A.P. : Como expresa el filósofo español Eugenio Trías: “en esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra”. ¿Cuál fue la noche oscura del alma que te convirtió en Brontis Jodorowsky?
B.J. : Es que no soy Brontis Jodorowsky, una entidad fija. Uno cree que es todo el tiempo el mismo, pero no: crecemos, nos achicamos; nos crece el cabello, luego se nos cae; tu energía es inextinguible, luego surgen dolores en diferentes partes del cuerpo; pasas de la insaciable curiosidad a la rigidez mental o sigues aprendiendo nuevas cosas, tu manera de comunicarte con los demás es más amena… Físicamente, las células de nuestro organismo se regeneran en permanencia. Al hígado le toma de seis meses a un año renovarse completamente, pero hay partes que en un día ya no son (somos) las mismas. Vivir es un cambio, una regeneración constante. Cuando te identificas a una personalidad, en cierta manera te anquilosas, mientras que el universo mismo está en perpetuo movimiento. En el microorganismo sucede lo mismo, estamos todo el tiempo adaptándonos a este proceso de la vida, ese proceso que es no morir. Como escribí en un aforismo: “Gracias a mis padres, que con la vida me han dado la muerte”. Vivir es en permanencia adaptarse a todo nivel al medio ambiente y a sus cambios. Entonces, ¿cómo imaginar que eres tú algo ya hecho e inmutable? Eso dicho, cuando yo era niño, mis padres hablaban mucho del cambio. Por una razón u otra había que "cambiar". El lenguaje es muy importante; el decirle a una persona « ¡cambia! » o « ¡tienes que cambiar! » me parece un enfoque erróneo. Un árbol no cambia, un árbol se desarrolla. No tengo por qué cambiar, si eso significa ser otra cosa que lo que soy. Cuando una familia te insta a cambiar, es probable que lo que quiere decir es « adáptate a mí », « sé como yo quiero que seas ». Un ejemplo : un árbol crece en un terreno ventoso y ese fuerte viento que sopla contra su tronco hace que crezca inclinado. Digamos que eres ese árbol. De repente te das cuenta de que ese viento te hace crecer chueco, adolorido y por un trabajo de concientización logras deshacerte de la influencia de esa toxicidad. Ahora, no porque cesa ese viento el árbol repentinamente se endereza como con resorte, "cambia" y adquiere a una forma ideal que se supone hubiera de haber tenido. No: tras la toma de consciencia y a partir de esa adquirida inclinación, empieza a crecer hacia la vertical. Pero lo negativo que padeció, es parte de su existencia, de sus ser y su desarrollo, es parte de su historia: somos una historia y todas las circunstancias terribles o maravillosas que vivimos forman parte de nuestro ser, nuestro ser que es relato. Yo no sé que es exactamente "la noche oscura del alma ». Sí sé que uno pasa en su historia por momentos de oscuridad, de dificultad, en los cuales te cuestionas si tienes la fuerza, el anhelo, la valentía suficientes para cuestionarte. Si lo pienso, la noche oscura del alma no es precisamente algo negativo: es un momento en el que el enfoque cambia y puedes ir hacia la comprehensión de lo que te sucede. Como todos, en mi vida he pasado por momentos de sufrimiento. El sufrimiento es parte de nuestra vida, no hay vida sin sufrimiento. La concepción que tenemos del sufrimiento tiene que ver con el dolor, concretamente. Desde los inicios del siglo XX y el descubrimiento de los analgésicos, nuestra civilización se ha vuelto férreamente anti-dolor: nadie tiene que sufrir de lo que sea y mucho menos de dolor físico. Los pain killers son muy recientes. Antes, con todas sus catástrofes y sus guerras — también con toda la maravilla de su desarrollo— la humanidad siempre había interactuado con el dolor: la gente vivía con dolor de dientes, con dolor de estómago, con dolor de cabeza, no era un escándalo, no tragaban una píldora a la menor incomodidad: atravesaban el dolor, por necesidad aprendían de él a vivir, con él. Hoy hay gente que llora porque la simple opinión que el otro expresa "le duele" y la vida en sociedad se vuelve imposible. No estoy en contra del tratamiento del dolor, obviamente, es un progreso importante de la medicina. Pero interrogo nuestra relación a este. Hay momentos en que puede también ser un maestro, una manera de comunicar de nuestro cuerpo con nosotros. ¿Cuándo te das cuenta que tu cuerpo existe? Cuando te duele; si no, lo olvidas. Somos muy mal agradecidos con nuestro cuerpo. De vez en cuando, cuando estoy procrastinando, me acaricio la mano, me acaricio el pie, los hombros, y le digo: “Gracias cuerpo, vas cargando mi consciencia todos estos años de mutación, fiel hasta que un día nos apaguemos; gracias, gracias, gracias.” Recomiendo hacerlo vez en cuando. Es de notar que al mismo tiempo que aparecieron los analgésicos, llegaron los estimulantes, los speed, la anfetamina, las drogas como la cocaína o la heroína, que te engancha porque durante el trip te quita el dolor, físico y psicológico. El alcohol seduce porque desinhibe, salen todas las pulsiones que la sociedad te reprime a veces sin razón, a veces con razón — no queremos que cunda por ahí la pulsión asesina… Esos momentos de la noche oscura del alma, como tú los llamas, son momentos necesarios que nos permiten una mirada introspectiva, a condición de que en esa oscuridad abramos los ojos. Se dice que muchos chamanes son voluntariamente ciegos; por alguna razón será. ¿Para entrar en una oscuridad (de la noche oscura del alma), a partir de la cual se ve mejor? ¿Y a partir de su mirada interior, poder entender mejor la noche del otro? De nuevo la relación con el otro… Cuando alguien fallece se reúne la gente en el velorio, y en general concluye el día de tristeza con una gran cena, en la que se es muy alegre y se come bien, porque la vida continua. La luz y la oscuridad están ligadas mitológicamente en las primeras frases de nuestro relato judeocristiano: lo primero que hace Dios en el cuento de hadas, es separar la luz de las tinieblas, el día de la noche. Es decir que en el origen van juntas, son una y misma cosa. ¿Cómo es eso que la luz y la oscuridad eran una y misma cosa? El mito nos hace aparecer después de que esa separación haya ocurrido, así que no nos es posible concebirlo: no lo "vimos". Pero es como el símbolo de Yin y el Yang: dentro de la coma negra hay un punto blanco, lo que implica que no existe la total oscuridad, como tampoco existe la total luz, dado el punto negro en la coma blanca. La total oscuridad y la total luz, como toda noción de pureza, son nociones en algo totalitarias. La pureza de la raza, por ejemplo, que blanden movimientos de extrema derecha, pureza basada en el rechazo del otro. La verdadera pureza, no es pura en ese sentido: la verdadera luz, nuestra luz mitológica, es día y noche oscura del alma a la vez.
A.P. : Me parece que tu libro “Algunos cuentos de sabiduría y otras tonterías: (Ficciones para faltos de tiempo)”, logra un portentoso ejercicio de prestidigitación literaria, al hacer que las historias cotidianas e íntimas, hechas de detalles, que en otras manos podrían resultar anodinos, se transformen en una poderosa narración de validez universal capaz de curar.
B.J. : Gracias, aunque no haya sido mi objetivo curar a nadie mientras lo escribía; no pretendo ser terapeuta. No me atraen las bonitas frases de sabiduría genérica (a menudo acompañadas de ilustraciones cursis), que plagan las redes sociales en búsqueda de « likes » y seguidores. Trato que todo lo que escribo tenga que ver con un proceso personal; mis micro-cuentos están, de una manera u otra todas ligadas con fantasías y procesos míos. Su breve formato es porque encuentro que hay algo de poético en el aforismo y porque ambicionaba ofrecer un libro que se pudiera leer “entre dos puertas“ o en los transportes públicos, por ejemplo. La multiplicación actual de solicitaciones a nuestra atención roen nuestro tiempo. Así que traté de reducir mis historias al mínimo de palabras, de hacer un proceso de destilación, o digamos de liofilización de mi experiencia, para que al contacto de la imaginación del lector las compactas historias se desarrollen en su mente, que este les dé contexto, marco e interpretación. Si, como dices, esa experiencia metafóricamente compartida le es útil al lector, me alegro; pero con que le arranque una sonrisa ya estaré satisfecho.
A.P. : En Bayoneta (2018), la película de Kyzza Terrazas, interpretas a Denis, el antiguo entrenador del boxeador Miguel “Bayoneta” Galíndez, quien vive exiliado en Finlandia - tras sufrir un fuerte trauma - trabajando de día como sparring en un gimnasio de boxeo, sin más esperanzas que ganar lo suficiente para alcoholizarse. ¿Qué te atrajo de esta historia, de tu personaje y qué te quedaste de él?
B.J. : Me atrajo el papel del coach y su relación con ese joven ex-campeón lidiando con la depresión y la culpa, un rol de humanidad, en un esquema que lejanamente me recordaba a John Wayne en el famoso Western Río bravo (1959). Las buena películas de género son a menudo un pretexto para hablar de otra cosa que lo que implican los cánones del genero mismo: en la película de Howard Hawks, más que de disparos, asaltos de banco o del Grand Canyon, se trata de la historia de alguien que intenta sacar a su amigo del alcoholismo, Wayne tratando de levantar a Dean Martin, una bella película sobre la amistad. En la parte coach/boxeador - Denis/Bayoneta, sentí que podía haber algo así. Ya al ver la película terminada, llegué a la aceptación final y total de que una cinta realmente encuentra su identidad en la mesa de edición. En tanto que actor, conoces el guión original, sabes las escenas que se filmaron, en qué orden estaban y luego ves la película y lo primero que sientes es que “faltan“ muchas de esas cosas. Claro Bayoneta es la historia de Galíndez, Luis Gerardo Mendez estaba en todas las secuencias, era su historia y lo esencial no era la relación con el coach. Pero en el corte final, de lo que había entre esos dos hombres quedó algo un poco esquemático. Había también otros personajes secundarios y otras sub-intrigas con actores finlandeses de mucho talento y también todo eso se cortó. Me encantan las películas que cuentan una historia principal enriquecida con "sub-historias", con personajes secundarios desarrollados, porque la vida está llena de cosas entretejidas, de micro-eventos y relaciones que no son lo esencial pero que le dan sabor y relieve a la narrativa. Luego, cada director hace la película que quiere hacer, la que le habla a él; es su visión la que cuenta, son sus años de arduo esfuerzo para que exista el film. Cuando lo platiqué con Kyzza, me dijo que había optado por un “estudio de carácter”. En general, como público, me interesan más las historias que los estudios de carácter; cuál sea la forma artística, anhelo en una obra la posibilidad de catarsis. Pero lo que cuenta es que un director sea fiel a sí mismo y aunque no fue un súper éxito taquillero, a mucha gente le gustó la película y yo me encuentro bien en las escenas que quedaron. Bueno, perdón: opinar sobre el trabajo de los demás es tan fácil…« opinadores » no faltan: todos tenemos opiniones que tomamos muy en serio. Afrontar el proceso creativo, lograr hacer una película, encontrar su vía personal, es otra cosa y le estoy agradecido a Kyzza por su confianza. A.P : Al final, “Bayoneta” Galíndez ve morir a un alce. ¿Cuál es su relación con su historia, es quizá la aniquilación del pasado?
B.J. : No sé. Esa es una pregunta para Kyzza, no para mí. Yo no actúo de ese alce, entonces no te puedo decir, jajaj. La metáfora del venado existe también en la película que hice con Daniel Castro Zimbrón, su opera prima Tau (2012), pero cobraba otro sentido dado que el contexto era Wirikuta, el desierto mágico, algo que ver con el duelo y con los huicholes…La breve aparición del venado azul es ahí algo bastante bonito. Hay un cineasta que ha tenido mucha influencia en toda una generación: Carlos Reygadas, y desde su reconocimiento internacional han aparecido en otras películas mexicanas elementos de ese tipo, que introducen algo « extraño », metafórico, fantástico, aunque no siempre de manera tan oportuna. A lo que voy es que un cineasta tiene que encontrar su cine, porque en cierta manera todas las historias ya fueron contadas; lo importante es cómo la vas a narrar tú: que seas pintor, escritor, cineasta, dramaturgo, lo que debes buscar es tu forma. Todos nosotros en tanto que seres humanos, en nuestra constitución neurológica, fisiológica, somos iguales; pero a la vez somos todos únicos: no hay dos huellas digitales, dos formas de orejas idénticas en toda la humanidad, no hay un diseño del iris igual a otro - por eso puede existir el reconocimiento facial. Carlos Reygadas encontró su cine, puede gustar o puede no gustar - a mí, por ejemplo, Nuestro tiempo (2018) me encantó: ahí llegó a su forma más completa y tengo mucho apetito por su próxima entrega. Pero ver aquí y allá « reygaderías », elementos sobrenaturales gratuitos o súper lentitud con no actores - por ese temor de ciertos directores de confrontarse a un actor y ese a priori que algunos tienen de que un actor no va a ser auténtico - pues no me interesa tanto. Ahora, cuando un cineasta abre puertas, también se puede explorar ese nuevo campo: en la muy buena Sundown (2021), Michel Franco introduce de repente un elemento así, con unos puercos en una ducha y es formidablemente coherente. Cuando es justo, es justo; cuando no, son efectos estilísticos vacíos.
A.P. : ¿Cómo se afronta con solemnidad la muerte de un ser querido?
B.J. : Lo sabes, mi hermano Cristóbal falleció el pasado mes de septiembre. ¡Qué tristeza! Más que afrontar, diría que la muerte se atraviesa, te atraviesa y transforma tanto a ti como al fallecido en ti. Tu amor por él, sin disminuir, cambia de naturaleza. Es ese el proceso del luto, por eso el tiempo que requiere: aceptación de la ausencia tangible, mutación de la presencia y del sentimiento. “Para que algo quede de ti en mí, debo dejarte ir… “ En fin, no se pueden definir procesos o recetas para todos los seres humanos y para todas las vivencias, todas las muertes. Lo vivo así ahora porque está relacionado con mi historia, mi transcurso. Ya he pasado por varias muertes. La primera, la viví a los 17 años, cuando falleció Renée, mi abuela materna. De familia muy católica, fue madre de 14 hijos, así que puedes imaginar además el numero de nietos y bis-nietos. Tenía más de 80 años, estaba agonizando en la clínica y había literalmente una cola para verla una última vez, con 15 minutos cada cual para despedirse de ella. A mis seis años mi madre se fue a hacer teatro a Polonia y me dejó medio año con mis abuelos. Me querían mucho y aún más quizás porque, dentro de la visión del mundo de esa familia tan tradicional, yo era “el pobrecito”: hijo ilegitimo (mi padre y mi madre eran amantes, él estaba casado), de un padre artista, ¡y judío además de todo!, abandonado en cierta manera ahí por sus genitores… Entonces me arroparon muy bien, con mucho afecto. Fueron probablemente mi primer modelo de pareja estable y amorosa. Recuerdo aún la cálida y tierna mano de Julien, mi abuelo medio ciego, durante los paseos por la tarde, y el delicioso aroma del entre-senos de mi abuela cuando me abrasaba cariñosamente en cualquier momento del día. Al llegar mi cuarto de hora para despedirme de ella, ya estaba a punto de irse – falleció al día siguiente. Me senté a su lado, le di la mano y pasamos los quince minutos mirándonos en silencio. Hay momentos así, en los cuales las palabras están de sobra. Transcurridos mis quince minutos, justo cuando nuestras manos aceptaban soltarse, pronunció suavemente, casi en un suspiro: “Je prendrai soin de toi” (Te cuidaré). ¡Qué gran regalo me hizo ahí! A pesar de que yo considere fundamental haber leído por lo menos el Génesis y los cuatro Evangelios, saber de mitología greco-romana, del sufismo o del pensamiento budista, no soy creyente. Pero ella sí creía. Había nacido católica, ido a Misa todos los domingos, vivido en la fe cada día y en ella moría, totalmente convencida de que al expirar iba a subir al Cielo y entrar en la luz de la Virgen María. Cuando pequeñas, mis hijas me preguntaron si Santa Claus existía. Como nunca quise mentirles, les dije: “Mientras crean en él, existirá”. Para ellas existiría y es lo que contaba para ellas. Reconozco y respeto el total y absoluto derecho de creer en Santa Claus, lo respeto profundamente (lo que obviamente no le otorga el derecho a nadie de obligarme a creer en Santa Claus, ni a imponer en mi casa a fines de diciembre un árbol podado con bolitas de colores - si captas la metáfora). Pero aunque yo no sea creyente, su intención amorosa de decirme que para siempre estaría conmigo, me apoyaría, me cuidaría desde ese cielo al que ella iba a naturalmente acceder, era un mensaje de amor profundo: “Te amaré más allá de la muerte”. Sus palabras se grabaron en mi corazón y han sido desde entonces una fuente de fuerza interior. Unos años más tarde, falleció Bernadette, mi madre, en un accidente de avión, y lo alucinante es que la tarde misma de su vuelo me dijo al despedirnos: “Si muero durante mi viaje, no quiero flores en mi entierro, porque son muy caras y mis amigos son muy pobres”. ¿Qué presciencia fue esa? La misma noche se estrelló su avión en las afueras de Madrid. Al principio no sentí nada. No vertí ni una lágrima, me quedé impávido cuando frente al Château de Vincennes su amigo Michel me anunció con voz temblorosa el accidente. No lograba entender: “Mi madre ha muerto. ¿Cómo es posible que no sienta nada — me dije. ¿Acaso soy un insensible, un ser sin corazón?“. Era simplemente que cuando un shock es tan fuerte, en un reflejo de supervivencia psicológica tu mente se protege del dolor. La mañana siguiente viajé a Madrid y al aterrizar empezó el proceso: vertí las lágrimas contenidas y entré en un extraño estado de lucidez dolorosa, en el que todo se volvió relativo; lucidez tan exigente y pura, que no se puede asumir más allá de un cierto tiempo. Deberíamos vivir en permanencia con la consciencia de la muerte, de nuestra posible muerte en cualquier momento, de la posible muerte en cualquier momento de nuestros seres queridos y, más allá, de la del entorno, hasta de la de la humanidad entera. Nuestra vida, el simple hecho de vivir, la vida misma adquiriría otra dimensión, otra calidad. Lo sabemos, en teoría. Pero ello requeriría un cierto grado de energía, de compromiso, me atrevo a decir de amor - y todos somos hasta cierto punto perezosos con eso, ¿no? Preferimos cerrar los ojos y seguir adelante, tibios, como si fuéramos eternos. Pero volvamos al momento. Con la mejor intención del mundo mi padre me aconsejó de no ver al cuerpo de mi madre. Temía que fuera para mí algo insoportable y traumático. Lo escuché, pero resultó ser un error: como no la vi (una tía monja que fue conmigo es quien asumió reconocer el cuerpo), mi mente no pudo integrar correctamente su fallecimiento. Por algo se dice “ver para creer“. Por no haberlo constatado con mis ojos, algo en mí se negaba a creerlo; hasta tuve un mes más tarde la alucinación de verla pasar en un automóvil frente a mi casa… Aprendí ahí lo fundamental que es el velorio, esa costumbre de pasar un tiempo con el cuerpo del fallecido. Un tiempo que te pone frente al echo, a la ausencia ya del ser dentro de ese cuerpo, un tiempo de “des-encarnación“, el tiempo que tu consiente y tu inconsciente requieren para poder entablar el proceso del luto: periodo de transformación del fallecido en relato íntimo, tanto en el corazón como en la mente de los que continuamos en vida. Sigamos. En 1995 falleció mi hermano Teo, a los 24 años. Repentinamente, de manera inconcebible, prácticamente inaceptable; fue tremendo. Ahí yo tuve que sostener a mi padre y asumir encargarme de muchas cosas: reconocer el cuerpo en la morgue, gestionar la funeraria, con su madre tratar de que no hubiera autopsia - por haber muerto de una sobredosis, había legalmente que practicarla - estar presente a la clausura el féretro, otro requerimiento legal, tras la incineración recibir la urna aún tibia con sus cenizas; hasta imaginar qué hacer con ellas… Que muera antes de ti tu abuela o tu madre, está en cierta manera dentro del orden de la vida (por más ilusorio que sea ese orden). Pero tu hermano menor, en esas circunstancias… El dolor fue tan profundo, para mí como para todos los miembros de la familia que nos tomó prácticamente 20 años poder evocarlo sin que se nos vele la voz. Yo estaba en ese momento ensayando « Le Tartuffe », de Molière, con la compañía francesa Le Théâtre du Soleil. Creo que si no hubiera estado en pleno trabajo creativo, con un papel como el de Orgón y el apoyo de la tropa, hubiera probablemente padecido un trastorno psicológico. Ahí sentí el valor sanador del arte. A la vez, tuve también que aceptar que la muerte de mi hermano había machacado tanto mi corazón, que en algo me llevaba a ser un mejor actor. Fue difícil aceptarlo, despojarme de la idea y culpabilidad de que en cierta manera estaba « devorando al cadaver » de un ser querido para nutrir mi artesanía. Pero me di cuenta de que era parte del proceso, una manera de aceptar la vulnerabilidad y volverla riqueza. En ese momento el teatro me salvó, me salvó no detenerme, sumergirme en el trabajo y el compañerismo artístico, me ayudó a atravesar ese huracán emocional y a canalizarlo para, más aún que un mejor actor, ser un mejor ser humano. En todo caso eso espero. Es un cliché decir que todo fin implica un comienzo, pero puede ser acertado. La siguiente experiencia con la muerte fue la de mi tía Marie-Renée, la hermana mayor de un par de años de mi madre, que en cierta manera la remplazó en el rol de abuela con mis hijas. A ella la pude acompañar hasta el fin, en el hospital. Marie-Renée no se esperaba morir: tenía solo 75 años, era una mujer alegre y llena de energía, pero de repente padeció de algo a priori benigno que se fue complicando y falleció en un par de meses. Espero no suene frío, pero fue muy interesante observar cómo ocurrió: tenemos la idea de que la muerte es instantánea, que llega en un momento dado y preciso; pero no, morir, la muerte misma, también es un proceso que va por etapas. Cuando morimos, no todos los órganos de nuestro cuerpo se apagan al mismo tiempo, los sentidos se van uno por uno, el oído al último; te vas muriendo de las extremidades hacia el centro: la necrosis había empezado en sus pies y en sus manos, pero ella seguía viva. Ya no veía, había perdido el uso de la palabra, pero su corazón seguía latiendo, respiraba profundamente, reaccionaba a la voz… No sé si en esa etapa tu mente está todavía en estado de comprender y aceptar lo que está por ocurrir. Pero la abracé y le dije al oído: “No temas, yo pensaré en ti, te llevaré dentro de mi corazón”. Y en diez minutos su ritmo cardiaco se fue apaciguando, haciéndose cada vez más lento, hasta que con un profundo último suspiro cesó de latir. Toda nuestra vida es ir de una inspiración a una expiración. Nacemos naturalmente cuando nuestro pulmones están listos para nuestra primer inspiración. Cuando alguien muere, se dice que expiró. Y, cosa hermosa, también decimos que tenemos una inspiración cada vez que nace una idea creativa en nosotros. Acompañar a Marie-Renée hasta su último momento, con cariño y paz, asumir en cierta manera el mitológico papel de Caronte, me ayudó mucho a aceptar su partida. Acompañar a un(a) moribundo(a) no tiene nada de macabro, es un acto que te llena de vida y de gratitud, en algo te deja sin “deuda“. Todos deberíamos, por lo menos una vez en nuestra vida, acompañar a alguien que se va. Nadie debería morir solo. Por eso en las mitologías a menudo hay un ser que acompaña el paso de una dimensión a la otra. En cierta manera también, dado que Marie-Renée había asumido el papel de abuela con mis hijas, eso me permitió metafóricamente, por proyección, acompañar simbólicamente a posteriori a Bernadette: estar ahí, acompañarla, que muera en mis brazos, en algo alivió la tristeza de no haber podido despedirme así de mi madre. En el trabajo de teatralización terapéutica, es banal que una persona juegue el papel de otra, para permitir “saldar cuentas“. Luego, el pasado mes de septiembre, fallece Cristóbal, mi hermano tan querido… ¿Cómo hablar de eso? Es tan reciente. Diga lo que diga, cual sea tu experiencia, cada vez que un ser querido muere, vuelves a emprender el camino triste y doloroso. Lo que he aprendido sin embargo de mis pasadas experiencias, que la muerte sea repentina o anticipada, es que ese camino es el de la aceptación del fenómeno, cuan triste sea, y que alguien muera a los 83, a los 47, a los 24, a los 75 o a los 57 años, esa es su vida completa; eso es lo que hay que aceptar. Y, sin entrar en detalles, puedo decir que en el caso de Cristóbal es más verdadero aún… Me parece que solo la aceptación de la separación tangible permite honorar por completo al fallecido y, al dejarlo ir, adquirir una presencia nueva en nosotros, hecha de su transcurso, libre de su encarnación, relato de enseñanza. Pero volvamos a tu pregunta inicial : ¿Cómo se afronta con solemnidad la muerte de un ser querido? Todo depende de la vivencia que has tenido, de la persona que eres, de tu relación con la persona que falleció. No hay recetas, modelo, buena o mala reacción: la fallecida puede ser una persona muy cercana, y sin embargo de repente sentir una rabia tremenda hacia ella, justamente por haber fallecido. “Descanse en paz“ no es algo obvio, es también un proceso que debemos llevar a cabo en nosotros: hay gente que a los 90 años siente todavía resentimiento hacia sus padres fallecidos décadas atrás; yo conozco uno que no ha aliviado todavía del todo de esa mezcla de veneración y rencor. El tiempo emocional, sicológico, inconsciente, no es el mismo que el del calendario. Tanto como antagónicos sentimientos, épocas distantes conviven en nuestro presente interior. La paz del “Descanse en paz“ es un estado que, a travez del duelo, debemos aceptar, desarrollar. Para que en cierta manera, la muerte de un prójimo pueda, más allá de la pena, hacer florecer algo en nosotros. En fin, cuando hablas de solemnidad, probablemente te refieres a la video que subí en las redes pocos días después de la repentina muerte de Cristóbal. Aquí el enlace : https://www.instagram.com/reel/CitanOFjItd/?igshid=MDJmNzVkMjY%3D En ese video me baso sobre lo que sabía en ese momento; luego supe otras cosas que completarían la historia, que le darían otro enfoque. Pero bueno, no hubiera sido muy diferente mi forma de expresarlo. Mi hermano Adán, la hija y los dos hijos de Cristóbal, tres de sus ex-parejas, estábamos todos juntos en el proceso de vaciar su departamento. Aparte de todo lo que evoqué anteriormente, la muerte de un prójimo te echa encima una cantidad de cuestiones prácticas que resolver : acabar de pagar su renta, que no corten la luz mientras se vacía el departamento cuyo dueño quiere recuperarlo para un próximo inquilino, deudas pendientes, gastos funerarios, ¿qué hacer con los libros, muebles, ropa, papeles y otras pertenencias? En el caso de Cristóbal, también sus pinturas, los manuscritos de su nuevo libro, etc. Sin hablar de las cuestiones legales de herencia — otro vasto tema. Todo ello te obliga a estar en la acción, lúcido; sin embargo, en medio de todo eso te sumergen las olas emocionales. Como estás en esa acción con otras personas y que sus olas de tristeza no se derraman al mismo tiempo que las tuyas, se puede seguir adelante, consolarse mutuamente, acompañarse, sostenerse y navegar esa noche oscura del alma sin ahogarse. Durante esos tristes pero híper-activos días, a una de las ex-compañeras de Cristóbal le llegaron comentarios en internet cuestionándola sobre por qué no se había hecho pública la causa de su deceso; a ello se combinaron algunas teorías fuera de lugar sobre la vacuna contra el Covid, accidentes en otro país y un par de divagaciones venidas del espacio intersideral. Hay algo tan misterioso en la muerte… Me di cuenta de que, como cualquiera, cuando leía en un periódico sobre la muerte de alguien, lo primero que yo también buscaba era la causa. ¿Por qué? Hay un largo artículo sobre quién era ese gran pintor y su aporte, ese matemático y sus descubrimientos, o ese político y su lugar en la Historia; sobre transcurso, vida… ¿pero por qué no leo el artículo sin buscar primero la causa de su muerte? Mi conclusión es la siguiente: la causa, la razón, es en cierta manera la puerta entre dos dimensiones; la que conocemos y la inconcebible: la de la desaparición de nuestra consciencia de ser. Recuerda que no podemos soñar que morimos. Nuestra psique no lo puede imaginar concretamente y por ende darle una imagen, aunque sea onírica: siempre estamos ahí, actores o testigos, presentes. Ya escribía Sigmund Freud en Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte (1915) : “(…) nuestra propia muerte no nos es representable y cada vez que tratamos de representárnosla podemos notar que en realidad seguimos estando ahí como espectador. Por eso en la escuela psicoanalítica pudimos aventurar esta afirmación: nadie, en el fondo, cree en su propia muerte o, lo que es lo mismo: en el inconsciente, cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad.“ Bueno, ya hablamos de eso en la primera parte de la entrevista… Ahora, se puede creer en la reencarnación. Pero si la reencarnación existe, de todas maneras no se reencarna con la consciencia de uno mismo: quizá pasamos a ser otra persona, un animal o lo que tú quieras, pero si yo reencarno en ese otro, no recuerdo la vida anterior. Ciertas prácticas pretenden dar acceso a esa memoria… ¿Pero hasta qué punto es verdad ese recuerdo de una vida anterior? Cada quien se cuenta la historia que le hace bien, ¿porqué no? Si eso te hace feliz y te lleva a vivir una vida mejor, a que tu acción en el mundo sea más positiva, perfecto; pero son creencias, como la creencia en Santa Claus o la influencia de Plutón en mi carrera diplomática. Más seriamente, cuando sí conocemos la causa del fallecimiento, nuestra psique concibe una puerta, un río Stix, algo que separa claramente el mundo de los vivientes y el más allá de los muertos. Como la separación de la luz y la oscuridad al momento de la creación, en nuestra mitología judeo-cristiana, para recordar la primera parte de nuestra conversación. “Por ahí pasó: por una intoxicación alcohólica, por un accidente de automóvil, por darse un tiro en la cabeza, porque tenía 97 años y se apagó, lo mató una bala perdida, o demasiada Coca-Cola…“ Ahí tu mente puede aceptar y concebir, visualizar - en una especie de velorio interior. Mientras que si no conoces la causa, en cierta manera la frontera entre vida y muerte se desvanece, y ese momento “pre-creativo”, donde la luz y la oscuridad se combinan, es angustioso: no saber de qué se murió el otro, por qué puerta pasó, abre para nosotros la posibilidad de desaparecer en ese “entre-mundo“, de disolvernos, como en la película End game (2019), con un tronar de dedos. A un nivel inconsciente, sin esa delimitación, la muerte del otro puede simplemente aspirarnos. Bueno, quizás voy un poco lejos para explicar lo que también puede ser una simple curiosidad compasiva… Pero así lo pensé al tratar de entender lo inentendible que abarca la muerte. Después de todo, una de las principales actividades de nuestra mente es darle sentido a lo que no lo tiene. Somos los relatos que nos hacemos a partir del maravilloso caos de la existencia. En todo caso, sentí que para las muchas personas que habían trabajado con Cristóbal en la Gestalt, en la Escuela Metamundo, en las terapias, los talleres y la búsqueda espiritual, había una necesidad emocionalmente vital de saber de qué había muerto. De ahí la video. Salió como salió, conté lo que yo sabía en ese momento, no busqué ser solemne, sino honesto y simple. Recibí una cantidad enorme de respuestas agradecidas y me di cuenta de que había hecho bien. Y que también me había hecho bien hacerlo. No se debe vivir el luto de manera solitaria. Encerrarse en el dolor, es tóxico. Las emociones existen para ser compartidas, tanto como los pensamientos o la experiencia de la vida. Compartir es lo que nos hace humanos. Lo pude hacer con lo que llamas “solemnidad“, quizás porque justamente ya había pasado yo por varias experiencias de muerte y, en cierta manera, renacido de ellas. Sentados aquí frente a ti y al lado mío, están todos mis muertos, mis maestros.
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Verano 2023
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Una fracción atraviesa el revestimento de cristal y es absorbida por el fondo reflectante, de aluminio o plata. Si se concentra un poderoso rayo láser sobre este punto durante el tiempo necesario, y el fondo absorbe la radiación y la calienta, el rayo puede finalmente taladrar el espejo.
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¿Como coño se ha acabao la primavera y el otoño? Solo queda el invierno y el verano, hermano
[y no hay más opciones]
Vivaldi se ha quedado sin estaciones Si compones, si conoces la penuria de no sacar todo lo que debes, lo que puedes Verdadera lujuria cuando ves que ya lo tienes
Añado: Mejor que te aclares/ vienen fríos polares
hagamos vida en bares/---/¿Es que no lo veis que mi alma se consume?/ quiero mojitos/en chiringuitos/tangas apretaítos/bailar pegaítos/al son de Puerto Rico/no sé si me explico/no se puede sufrir siempre.
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Y de pronto tienes 30 años, el plan renove no te parece tan desproporcionado. Como darle la vuelta al calcetín. De las más joven a la más mayor en grupos de exactamente misma edad. Como sacudir un mantel desde un octavo piso. Las miguitas del pan integral 100% volando por el barrio. Hundiénonos en la vida.
Metiendo los pies en pedalear al borde del Mein, ver piezas con temazos que te vuelvan loca, hundir, hundir, hundir en ensaladas del lidl, en guiñar los ojos porque viene el sol, el sol llega como llegó el amor, en tromba, en oleada, en tentáculo.
Antifascismo en el espectador contra un actor. Vaya juego, vaya efecto. La emoción se lo come todo. La emoción lo hunde todo. Y me hundo, me hundo. En la emoción excitante de ser tan intelectual que mis orgamos son el hilo de mis neuronas titilando y sabes qué. Me da igual.
Hundirnos en siestas, en cines, en amistades, en todo y en nada. El mes de las consecuencias. El mes de abrir los ojos llenos del legañas, y firmar: no quiero más así, no hay consecuencia y el tiempo es tuyo entero.
Leer en la cama, en el sofá, en el metro, en el tranvía, en todas, todas, todas las cafeterías. Leer y que te piquen. Leer y que las letras sean mis hormigas y mis aceitunas y mis puntos de la i. Leer y respirar. Leer y tirarse por el tobogán del spa de Praga. Leer y leer subtítulos. Comer, pho, algo de fiebre, algo de baile, algo de cuerpo, algo de hombro, y algo de cuello.
Ha sido un verano que se ha enfrentado como una hiena y una avispa, el ocio, el placer, la vida, la brisa, las horas de sueño, las ficciones.
Miss Maisel, las tortugas ninjas, falso amor, las almas en pena de isherin, las vidas pasadas, oppenheimer, barbie, la tienda de los horrores, y el rey dijo qué mágica máquina es esta, la arquitectaTECETC los perssonajes las personas las mujeres las casas las necesidades encontrar la voz, la voz te habla de lejos porque eres pequeña y estás saltando al agua en verano y quieres llevar biniki de mayores, y luego la voz artística soy yo
y estoy invadiendo y estoy asustando y exigiendo y gozando abriendo dando cediendo invado contamino y me calmo porque tengo un hambre voraz
soy la voz artística y te sonrío con restos entre los dientes
y luego llueve tanto, se caen señales, se caen los alambres que ponen en las ventanas para que no se ponen las palomas, llueve todo el agua que no ha caído en verano, lloro un poquito por dentro, me rompo un poquito por dentro, y me arreglo, y ponemos postits y somos amigas, y entra más gente, y abrazo y ensancho, y nos contamos, nos emborrachamos a gritos, nos viajamos, nos visitamos, nos amamos,
no tengo muchas conclusiones
tengo un aviso un susto un miedo un alivio
paralizarse no sirve de nada
pedir ayuda a los tuyos
sí, siempre
Elena diciendo: "Ponlos a follar si quieres, pero a cenar: no."
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Un deseo de mi amiga que extiendo a toda la gente que amo: espero que estés comiendo rico, disfrutando del fresco, yendo en bici a todas partes, durmiendo, follando, leyendo mucho, mirando al cielo, respirando, andando descalza por la casa, quedándote dormida a ratos en el sofá con los platos de la cena aún en la mesa, despertando para ir a la cama sin darle importancia porque total, ya los fregarás mañana.
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#REPOST @greta_y_sus_mundos with @get__repost__app A pocos kilómetros de Luxor, en este pequeño valle hay más de 60 tumbas que acogieron las momias reales de muchos de los nombres más famosos de Egipto. Las tumbas reales son verdaderas obras de arte donde pintores y escultores pudieron plasmar retazo del día a día del Antiguo Egipto junto a complicadas plegarias religiosas y hechos de armas. La tumba de Tutankamon ha sido recientemente reabierto al público tras 10 años de un minucioso trabajo de restauración. 💙💙💙 . #repostandroid #repostw10 #lasonambula #literatura #cultura #GretaysusMundos #elcomplicedelos7regresos #mujer #escritora #elche #book #fantasia #ficcion #novela #hadasyduendes #Amazon (en Elche) https://www.instagram.com/p/ClswSxjjhpr/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Adiós (parte 2)
Estaba cansado, llevaba más de 24 horas despierto, de las cuales ocho o nueve las había dedicado a beber y esconder, de mis amistades cercanas, la tristeza que sentía por mi próxima partida. Se suponía que nos iba a recoger un amigo, pero, fiel a su carácter, estaba dormido. Estábamos en la estación de trenes, sin creer lo que acababa de suceder. Yo estupefacto y burlándome de mi suerte, mi amigo desconcertado sin saber si me desmoronaría o de qué forma reaccionaría; al pobre no le queda mas que esperar a que yo reaccionara porque no conocía el lugar y no sabía hacia dónde dirigirse. Afortunadamente el pueblo era pequeño y ya lo conocía lo suficiente para llegar a cualquier lugar en él sin importar el estado en el que me encontrara. Emprendimos los dos kilómetros y medio hacia la casa en la que dormía nuestro amigo y en donde me alcanzaría la persona que acababa de irse en el tren con dirección a Múnich.
La caminata y la nevada me ayudaron a despejar un poco mi cabeza, sin embargo, el alcohol seguía bombeado por mis venas. Llegamos a la casa, nos acogieron con la calidez de la calefacción encendida y el olor a desayuno cocinándose. Colapsé sobre una silla en la cocina, en la que el ruido no tenía claridad en mi cabeza; las conversaciones y las risas revolvían mi interior, quería gritarles que se callaran, pero al mismo tiempo quería comer y olvidar lo embarazoso de lo que acababa de vivir. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Qué esperaba encontrar? Mejor dicho, ¿qué esperar lograr? Empezaba a asomarse la sobriedad en mi cabeza y no me gustaba lo que encontraba. Quería estar en mi casa, en mi cama, comiendo currywurst viendo cualquier cosa en Netflix, tomando té o mejor aún, despertando junto a alguna mujer anónima de la noche anterior.
El timbre me sacó de mi estupor. Me puse nervioso al instante, sentía mis sentidos a flor de piel, mi estómago hecho nudo y un poco de miedo. Sabía quién iba a aparecer en cualquier instante, deseaba que no lo hiciera, deseaba no haber ido, deseaba haber tomado un tren más tarde o haberme subido en otro vagón y no haberme cruzado con ella en la estación. Pero estaba ahí, la había visto en el tren, me había hablado y quedamos de vernos en esa casa una hora después. Entró a la cocina, sonrió y saludó a todos, se sentó a mi lado, tomó mi mano y se integró a la conversación.
Me sentía incómodo y feliz a su lado. Estaba lleno de culpa y vergüenza. Comimos, platicamos un rato y eventualmente nos dejaron a solas en la cocina. ¿Qué haces aquí? Fue lo primero que me dijo. Le expliqué que había estado tomando con mis amigos y seguí el impulso que sentí de ir a verla. Le pregunté cómo se encontraba y fuerte y estoica como siempre, dijo que bien de tal forma que no podías no creerle. Me preguntó cómo estaba y así inició lo que no quería que pasara, ella consolándome mientras me desahogaba.
Empecé a decirle todo lo que pensaba y sentía. Le compartí la culpa que sentía y lo apenado que estaba. Dijo lo que necesitaba escuchar, que sabía que era cierto, pero necesitaba escucharlo de ella. No era mi culpa, las enfermedades no son culpa de nadie y yo no había hecho nada malo. Las decisiones que había tomado eran lo mejor para los dos y ella no me reprochaba nada, todo lo contrario, seguía llena de amor por mí. No había mucho más que decir, no había más que hacer, todo lo que debía decirse estaba dicho, lo que necesitaba aclararse estaba aclarado y todo lo que había que perdonarse estaba perdonado.
Quedé de ver a unas amigas en Múnich y pasaré unos días allá, ¿quieres acompañarme? Me preguntó conociendo mi respuesta. Le dije que no podía, debía regresar a casa. Lo sé, me respondió, caminemos juntos a la estación. Nos despedimos de todos y caminos de regreso a la estación de trenes. No recuerdo que hayamos hablado en el camino, seguro lo hicimos, pero en mi memoria no quedó registrada esa conversación.
La estación de Pfarrkirchen solo tiene dos andenes, para una misma vía de tren. Un andén es para el tren que llega del oeste y la otra es para el tren que llega del este. Esos trenes llegan con cinco minutos de diferencia y parten con uno o dos minutos de diferencia en sentidos opuestos. Nos encontrábamos en el espacio entre los dos andenes. Llegamos apenas unos minutos antes que los trenes y le pedí no decirnos adiós, evitemos todo tipo de despedida por favor. Llegó primero el tren que yo debía tomar, me dijo que me subiera porque en cuanto llegar el suyo el mío partiría. Nos abrazamos fuerte, nos besamos con sencillez y suavidad, acaricié su mejilla izquierda, me di la vuelta y subí al tren mientras llegaba el suyo. Ella ascendió, se acomodó en un asiento a la altura de donde yo me había sentado, me volteó a ver y, en cuanto arrancaron los trenes, esbozó una sonrisa estremecedora apenas perceptible. Esa es mi última imagen de ella, su rostro afable y triste con una agridulce e imperceptible sonrisa, dirigiéndose al oeste mientras yo me dirigía al este. Las direcciones de nuestros respectivos trenes presentándonos la metáfora perfecta para los caminos opuestos que tomaban nuestras vidas. Ella se dirigía lenta y segura hacia su muerte recién anunciada, consolando a todos los que la rodean, portando una sonrisa estoica, resignada y entera, fuerte y vulnerable, sin quejas. Yo me dirigía de vuelta a mi país, lleno de incertidumbre, deseando quedarme, con poco entusiasmo para enfrentarme a todo lo que me recordaba al viejo yo que tanto quería dejar atrás, sintiendo que le había fallado, que estaba huyendo, a pesar de no querer hacerlo; con la diferencia de que mi camino seguiría y estaba lleno de posibilidades, mientras el suyo se dirigía a sus últimas paradas. Nuestros caminos coincidieron en Pfarrkirchen, nos alcanzó el tiempo para enamorarnos, no tuvimos una despedida, pero vimos a nuestros trenes partir en sentidos opuestos y ese fue el cierre que necesitábamos.
Ave Literaria.
(parte 1)
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Tengo antojos extraños, no soy de las que se les antoja un chocolate, un dulce, algo de comer ni de beber; mis antojos son peculiares, no se me antojan viajes a la playa sino a lugares exóticos y misteriosos, se me antoja un beso o un momento, no cualquier momento, se me antojan instantes en los que tiempo, espacio y conversación coincidan, en los que la intención se vuelva voluntad y el recuerdo se grabe sobre piedra. Se me antoja la vida retratable, memorable y redactable. Se me antoja no la risa discreta sino las carcajadas que no puedes detener. Se me antojan momentos que den pie a historias e historias que inicien momentos. Se me antoja vivirte y quedar registrada en tus inolvidables.
Ficciones verdaderas
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Siempre vuelve a llover
Caminan bajo la lluvia, si los vieras de lejos podrías ver como el vapor materializa sus palabras en el aire, en un instante de la alegre conversación ella se acerca un poco a él, que lleva sus manos en los bolsillos de la sudadera, le voltea a ver con una sonrisa de fotografía y desliza su brazo entre el suyo, en uno o dos pasos más apoya su cabeza en su hombro y siguen caminando. No la ha mirado en todo el rato, su mirada al frente, no por indiferencia si no mas bien porque aún no acaba de comprender el orden de las cosas que lo llevaron a esta situación, el encuentro en el elevador, la plática cotidiana y el destino compartido, no la voltea a ver porque teme que al hacerlo ella se esfume como el vapor de la conversación, se convierta en peñas gotas de lluvia y se vaya con la corriente, teme que como siempre vuelva a llover.
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Secretos de familia
Spy x Family es principalmente una comedia con muchos momentos de acción que parodia el relato de los espías. Esta historia nos plantea la familia ensamblada y como sus integrantes a lo largo de los capítulos irán forjando verdaderos lazos de amor. Convirtiéndose en una verdadera familia.
Serializada hasta el momento en 8 volúmenes, la serie continua en publicación y ya se anunció para este año la primer temporada de su anime, el cual le dará aun más visibilidad.
En España y Argentina la serie fue licenciada por la editorial Ivrea.
La historia transcurre en un país ficcional dividido en Este y Oeste como ocurrió durante el SXX en la guerra fría. De hecho las referencias a la “cultura de espías” aparecen como tópicos que nos recuerdan a series como Mission: Impossible, The man from Uncle o las películas de James Bond de los 70’s y la ineludible película de Stanley kubrick “Dr. StrangeLove”.
En el primer volumen descubriremos al agente Tasogare del “Oeste” quien tendrá como misión infiltrarse en el territorio enemigo y detener las amenazas a la paz entre el Este y el Oeste. Para ello deberá casarse y tener un hijo. A lo largo de los primeros 5 capítulos (misiones) conoceremos a Anya, la hija adoptiva con poderes psíquicos y a Yor, la esposa quien asesina por encargo. La historia de Tasogare es una incógnita, no sabemos su verdadera identidad, y lo mismo ocurrirá con Anya y con nuestra asesina Yor.
Spy x Family es principalmente una comedia con muchos momentos de acción que parodia el relato de los espías. Esta historia nos plantea la familia ensamblada y como sus integrantes a lo largo de los capítulos irán forjando verdaderos lazos de amor. Convirtiéndose en una verdadera familia.
El arte de la ilustración es bueno y para acentuar los momentos más humorísticos introduce caricaturas de los propios personajes que refuerzan los sentimientos y gestos que nos transmiten. También los momentos de acción tienen una buen desarrollo. Estamos ante un manga entretenido que nos invita a seguir leyendo y acompañar el crecimiento de esta familia tan peculiar que guarda muchos secretos.
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He recorrido el mundo, he visto el mundo, he amado el mundo… y he aprendido una cosa en el mundo, y es que nadie goza en él de felicidad. ¡La felicidad!
Yo la he buscado, y, para hallarla, he recorrido las ciudades, he atravesado los reinos, he surcado los mares. ¡ La felicidad! La he buscado en las poéticas noches de un clima encantador, sobre las olas límpidas de los lagos de Suiza, en las cimas pintorescas de las más altas montañas, en los espectáculos más grandiosos de la Naturaleza. La he buscado en la vida elegante de los salones, en los festines suntuosos, en el aturdimiento de los saraos y de las fiestas. La he buscado en la posesión del oro, en las emociones del juego, en las ficciones de una literatura romántica, en los azares de una vida aventurera, en la satisfacción de una ambición desmedida.
La he buscado en las glorias del artista, en la intimidad de los hombres celebres, en todos los placeres de los sentidos y del espíritu. La he buscado, en fin, en la fe de un amigo, sueño de cada día y de todos los corazones… ¡ah, Dios mío! ¿dónde no la he buscado?
Y vosotros, amigos míos, ¿la habéis hallado? ¿Sois felices? ¿No os falta nada? Pero me parece oír aquí, como en todas partes, un lúgubre concierto de gemidos y de quejas, que se elevan por los aires. Me parece que vuestros corazones hacen resonar este grito unánime de la humanidad doliente: felicidad, felicidad, ¿dónde estás? ¡Dime dónde te ocultas, e iré, al precio de mi fortuna, de mi salud, de mis días si es preciso, iré a buscarte, a asirte, a poseerte! ¿Cómo puede explicarse semejante misterio, puesto que el hombre ha nacido para la felicidad? Es porque la mayoría de los hombres se equivocan acerca de la naturaleza misma de la felicidad, y porque la buscan donde no está…….
Sólo Dios puede satisfacer esta necesidad del corazón del hombre. Pero, ¿cómo alcanzar a Dios y poseerlo? Dios aparece en sus obras y sobre todo en la obra admirable de la Encarnación y de la Redención. Dios, en la persona de su Hijo, Jesucristo, ha descendido de los cielos, ha venido hasta nosotros, se ha hecho el compañero de nuestro viaje, el pan de nuestra alma. Dar a conocer el nombre de Jesús ha obrado una verdadera revolución en el mundo. “Pero yo no creo en Jesucristo”, replicará el incrédulo. ” ¡Eh!, le responderé yo: yo tampoco creía, y precisamente por eso era desgraciado”. Jesucristo se nos da, y para hallarlo es preciso velar y rogar. Jesús está en la Eucaristía, y la Eucaristía es la felicidad, es la vida
Hermann Cohen
Gran sermón en París (24 abril 1852)
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Top Libros 2020
El pasado 2020 descubrí a excelentes plumas, Olga Tokarczuck quien recientemente ganó el Nobel de Literatura 2018, Mircea Cărtărescu probablemente uno de los mejores escritores de nuestro siglo, el español Juan José Millás con sus grandes historias escondidas en apenas un ciento de páginas, y Stanislaw Lem uno de los mejores escritores de ciencia ficción.
Sin más preámbulo están aquí los libros que pasaron por mis manos este 2020 ordenados en ascendencia en calidad y descendencia en numeración. También añadí algunas notas en Goodreads que pueden leer dando click en “notas”.
¡Feliz 2021!
★ (Horribles):
No hubo ninguno este año.
★★ (Malos):
21. La niebla (Stephen King, 1980) (notas)
★★★ (Buenos):
20. Entre los rotos (Alaide Ventura Medina, 2020) (notas) 19. El mejor mundo posible (Emilio Lezama, 2019) (notas) 18. Diario de una volátil (Agustina Guerrero) 17. Mi verdadera historia (Juan José Millas, 2017) (notas) 16. Ficciones (Jorge Luis Borges, 1944) (notas) 15. Huesos en el jardín (Henning Mankell, 2004) (notas) 14. El viejo y el mar (Ernest Hemingway, 1952) 13. La sequía (J. G. Ballard, 1964) (notas)
★★★★ (Muy buenos):
12. Mañana tendremos otros nombres (Patricio Pron, 2019) (notas) 11. ¿Olvida usted su equipaje? (Jorge Ibargüengoitia, 1997) (notas) 10. Yonqui (William S. Burroughs, 1953) (notas) 9. Escucha la canción del viento / Pinball 1973 (Haruki Murakami, 1979 / 1980) (notas) 8. Leonora (Elena Poniatowska, 2011) (notas) 7. Mary Ventura y el noveno reino (Sylvia Plath, 2019) (notas)
★★★★★ (Excelentes):
6. Las bellas extranjeras (Mircea Cartarescu, 2013) (notas) 5. Desde la sombra (Juan José Millás, 2016) (notas) 4. Secreciones, excreciones y desatinos (Rubem Fonseca, 2001) 3. Los errantes (Olga Tokarczuck, 2007) (notas) 2. 4 3 2 1 (Paul Auster, 2017) (notas) 1. Solaris (Stanislaw Lem, 1961) (notas)
4.01.2021
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31 de julio del 2021
Ruge el rio seco,
ruina de un viejo sentimiento,
En un eco que perturba
El vacío en mi pecho
Mis cuerpos
Y mi cabeza no tolera
No resiste más otro
Grito afonico
Alarido ahogado, perdido,
"El vacío que avanza me amenaza"
Juega con el miedo
Baila a mi espanto
Se retuerce de placer
Risa histerica ante mi
Jocosa desesperación
Monomanoide de mi mente tejedora
De realidades en las que
Quizas adentro mio no estoy tan sola,
Realidades falsas
Realidades verdaderas
Alternas, ficcionales, paralelas,
Y tan ficcional el futuro que
Me propone el tiempo
Pero ¿Que tiempo hay
Al borde de la eclosión de un
Infinito de nuevas posibilidades?
Prometedoras nuevas posibilidades
Y ninguna me acoje a mi.
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Rebeldía
La rebeldía no es portarse mal simplemente por nadar contra la corriente, eso lo podríamos interpretar como "prostitución en busca de atención" (ser un attention whore, dirían nuestros amigos gringos). La rebeldía es hacer lo que creemos correcto a pesar de que vaya en contra de las normas. Pero estas normas no necesariamente son lo que está escrito. Un código de policía, un manual de convivencia, una constitución política; son todas ficciones que intentan proyectar lo que la gente podría prohibir. La realidad va mucho más allá, basándose en las verdaderas prohibiciones que se democratizan y nos imponen los otros.
Hoy basta pronunciar una frase que huela un poquito a moralidad vieja para que las turbas furiosas de internet te cancelen en algunos casos, o a veces pronunciar un "pero" para notar el odio en sus rabiosos ojos. ¿Acaso no es rebelde pronunciarlas? Para mí lo es, aunque me cueste la cabeza. Es por esto que mi rebeldía se oculta siempre entre mis propias palabras, pronunciando lo que sienta correcto aunque no suene de esa manera, y aunque lo diseñe como un mensaje subliminal maquillado entre eufemismos (supongo que eso me divierte).
Esto igual se puede hacer de muchas maneras. Lo único que todas las rebeldías verdaderamente rebeldes en la historia han tenido en común, es que representan una forma de libertad de pensamiento. Una idea nueva en la que se tenga fe es la cosa más rebelde que se puede concebir. No tiene por qué ser muy inteligente; ¡nadie dijo que un rebelde deba ser inteligente! Lo único que esto requiere es una buena ración de principios.
Por esto, ciertamente respeto a quien luche por sus convicciones en palabra y obra, aunque no sea muy brillante que digamos. Lo único que no respeto en este campo es que se pretenda acabar con la igualdad entre las personas, o que se me prohíba siquiera una palabra utilizando como excusa una forma de rebeldía. Cualquiera que sea incapaz de debatir sus ideas presentando argumentos y sin ofenderse por una opinión contraria, no será jamás considerado un rebelde. ¿Qué clase de respeto ha ganado una persona así?
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La tragedia está en que si ella pudiera ver el futuro y supiera que conmigo sería extremadamente feliz, tampoco me escogería, no me daría una oportunidad. Porque así funciona el amor; sabemos que con ciertas personas funcionaría bien y no tenemos el valor de vivir una vida aburrida, feliz, pero aburrida. Queremos más que felicidad. Entonces estoy aquí, observándola enamorarse de alguien más, sabiendo que podríamos ser felices y que eso jamás será suficiente. El problema no es suyo ni mío, el problema es lo que entendemos como amor. Porque una vez enamorado no puedes regresar a ser solo un amigo y ella no puede volver al momento en el que no estaba seguro si amistad o algo más. Esa es la tragedia. Uno se enamora y ambos pierden lo que tenían así como lo que no pudieron ser. El amor está tan lleno de desdicha como de gozo y eso nadie te lo dice.
Retazos de vacío, Ave Literaria.
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