Tumgik
marborrascoso · 3 years
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Fallo en la realidad
Ya se acercaban las nueve de la mañana y Javier llevaba diez minutos buscando un buen lugar para fumar hierba sin que nadie le viera.
Su primera opción era un hotel sucio y casi abandonado, que contaba con pocos inquilinos y escasa seguridad. Era muy fácil pasar sin ser vistos, ya que muy pocas veces había personal de seguridad vigilando el establecimiento. Y es por esa razón que muchos desconocidos se albergaban en ese sitio (en especial en el piso 17, porque era el único piso completamente vacío) para realizar diversas actividades no permitidas, como el fumar tabaco y otras drogas ilícitas o tener relaciones sexuales por el escaso presupuesto para una cama. Era el lugar ideal, solo necesitaba que estuviera vacío, lo cual era muy probable por ser temprano.
Grande fue su sorpresa, al observar por primera vez el hotel lleno, había dos colas para el ascensor, dos guardias de seguridad y un recepcionista. Entró a la fila como si nada pasara, pero el pánico se albergó en él al comprobar el hotel llenarse cada vez más. Para irse sutilmente del lugar, hizo que hablaba con alguien por teléfono para que los guardias no sospecharan de su presencia. Sabía que su cara de niño lo salvaba. Desde entonces, trataba de recordar un buen punto para fumar, sin embargo, solamente se le venía a la mente sitios a los que no iría solo. Parecía que lo único que le quedaba era una fumada rápida por la calle. De pronto, recordó que sus padres llegarían hasta la tarde, tenía la casa completamente vacía para él.
Al darse cuenta de que no había nadie en la casa, se metió con seguro al baño y comenzó a fumar con su música favorita de fondo, se sentía en el cielo. Luego de unos minutos, comienza a limpiar para no dejar evidencia. Mientras que está algo atolondrado y viendo un poco borroso, se va a su habitación para recostarse y seguir escuchando música. Aquella tranquilidad no duró mucho, ya que el timbre de la casa comenzó a sonar, tratando de ocultar su nerviosismo, contestó el comunicador, era su tía, quien se hospedaba en su casa hasta octubre, ya que, regresaría al país donde vivía, dato que había olvidado.
Se contempló en el espejo para saber si sus ojos estaban rojos, por suerte no, la droga todavía no le hacía efecto completo. Su tía no sospechaba nada, de todas formas, estaba más concentrada en el abogado que le había dicho que vendría en quince minutos.
Javier se fue para su cuarto, se quedaría ahí hasta que el efecto pasara para no levantar sospechas. Dio un respiro de alivio, su tía ya no era un problema, el proceso de su divorcio lo había salvado, al parecer. Se echó en la cama, volvió a colocarse los audífonos para escuchar su música y dejó que su cuerpo se relajara poco a poco. Al rato, la puerta se abre de golpe, asustando, era su tía.
—Lo siento por asustarte, hijo, estaba tocando la puerta y no respondías - comentó la tía, mientras se acercaba a la cama.
— No te preocupes tía, lo siento, estaba con los audífonos y es por eso que no te escuché— se sentó en la cama torpemente, el susto lo había mareado un poco— ¿necesitas que te ayude en algo?
—No te preocupes— lo miró tiernamente - Y sí, necesito que me llames cuando llegue el abogado, me dijo que vendría en un cuarto de hora y ya ha pasado media hora. Tengo que ir a pagar unos documentos antes del medio medía, no demoraré mucho.
—Sí, no te preocupes tía, estaré atento.
La tía dio las gracias y se retiró.
Se sintió ansioso por esperar al abogado, la droga ya estaba haciendo efecto, maldijo la demora del hombre. Se fue al baño para mojarse la cara, los nervios no dejaban de recorrer su cuerpo, tenía miedo de que el abogado se diera cuenta de su estado y que llamara a sus padres. Nadie podía enterarse de que consumía marihuana, sus padres ya le habían dado el ultimátum y su tía, que lo consentía hasta no más poder, de ninguna forma podía enterarse.
Drogarse en la casa era una de las grandes faltas de respeto para su apellido, si alguien se enteraba, aparte de sus padres, quedaría tachado como un drogadicto y la vergüenza de toda su familia.
Aquellos pensamientos negativos no podían calmarlo, y calmarse era lo que más necesitaba en ese momento.
El timbre sonó. El abogado ya había llegado. Respiró lo más profundo. Para cubrirse, se colocó la capucha de su casaca y sacó de su cajón, una cuellera que le llegaba hasta la nariz, respiró desde su diafragma y abrió la puerta. Saludó muy entusiasta a su parecer y trató de mirar lo menos posible al hombre maduro con lentes. Le invitó a sentarse mientras se dirigía a la cocina a llamar a su tía, rezaba porque el abogado no se haya dado cuenta de su estado, recordó que había olvidado echarse colonia, el nerviosismo empeoraba. Intentó sonar lo más calmado posible mientras le daba la noticia a su tía. Luego, sin entrar a la sala, cerca de la puerta, le dijo al abogado que esperara a su tía, ella llegaría en unos cinco minutos. Sin más que manifestar, se fue a encerrarse a su cuarto, el efecto ya estaba completamente presente, las paredes y el piso se movían, sentía que los órganos de su cabeza daban vueltas y veía lejana la distancia de él a su habitación. Pero ya podía respirar aliviado, su plan había salido perfecto, por lo visto.
Mientras observaba una película de su celular, escucha murmullos en la sala, eso lo alarma y para alejar sus sospechas se acerca a la puerta de la sala para escuchar la conversación de los adultos.
— Dios mío, no puede ser, yo no sabía nada de esto, debe ser un error— escuchó a su tía toda asustada.
— Así como él, hay nueve en esta zona, tengo que llamar a la policía para que hagan un registro de la casa.
— Vamos, no debe ser tan grande, manejémoslo nosotros.
— Lo siento Laura, pero no es ético. Llamaré a un amigo policía para que no traigan tantos patrulleros.
— Dios mío.
Corrió a su cuarto en busca de su droga para esconderla, tenía menos de un gramo, no obstante, sabía que era ilegal comprarla y peor aún, de seguro lo obligarían a decir de dónde lo sacó. No podía canear a su dealer, era su amigo de la universidad, quedaría como un soplón y un drogadicto para todo su distrito y el centro de estudios, de seguro saldría en las noticias. Ya se imaginaba comenzando una nueva vida fuera del país.
De pronto, comenzó a escuchar le decían: “Quédate, es tu fin”, mientras que caminaba completamente nervioso por todo su cuarto, en busca de un sitio para ocultar la hierba. Era inútil, la policía iba a levantar todo.
El baño pasó por su mente, sin pensarlo dos veces, se dirigió al lugar lo más rápido que pudo sin que lo vieran. Colocó un pestillo a la puerta y tiró la hierba al inodoro, jaló la palanca. Un susto menos.
Ahora tenía que parecer no estar drogado, cerró la puerta de su cuarto, se sentó en la cama, tratando de calmarse, su pierna derecha no dejaba de temblar, estaba aterrado, escuchó el timbre sonar, se puso de pie por inercia. Las cortinas se abrieron sin aviso, dejando ver la ventana que lentamente se abría. Pensó en huir, pero luego desistió al suponer que quedaría como prófugo y de seguro podrían su cara en las noticias para buscarlo. Estaba acabado, lo mejor era rendirse.
Vivir en otro país no era una idea tan mala, después de todo. Aún era joven y tenía mucho por delante. En un par de años, de seguro todo estaría olvidado. Total, perdidos hay por montones y la gente siempre encuentra nuevos temas que criticar. Para confirmar que esta situación estaba sucediendo, se acercó a la puerta de la sala para escuchar la conversación de los adultos.
 — Buenas tardes, soy el oficial Vargas, lo haremos lo más rápido posible.
Sintió un frío recorrer por toda su espina dorsal, escuchaba el sonido de las sirenas y pasos fuertes de los policías. Sentía que le harían una requisa como en las películas de crímenes, un policía lo tiraría bruscamente al suelo, apretándole la espalda con su pesada bota, en tanto, los demás policías buscarían la droga, desordenando y rompiendo una que otra cosa en su habitación. Sintió las miradas de repudio y vergüenza ajena de sus vecinos cuando lo vieran salir de la casa con las esposas en las muñecas, que de seguro le estarían marcando muy fuerte. Entró en pánico. Pensó en entrar a la sala, confesar y suplicar perdón. Se acobardó. Se sentó en su cama a esperar lo peor, no dejaba de mirar el suelo que parecía arena movediza, los ruidos se hacían cada vez más fuertes, en cualquier momento abrirían la puerta. Pero, nadie entraba.
Trató de calmarse un poco, se acercó a la puerta de su cuarto, colocó su oído en ella para saber si ya venían. No escuchó nada. Salió de su cuarto y a pasos lentos caminó hasta la sala, se asomó nuevamente a la puerta, escuchaba como su tía bromeaba con el abogado, era una conversación amena, sin ningún policía de por medio. Se quedó pensativo, cuestionando si era verdad lo que había pasado hace unos momentos.
Al rato descubrió la obvia razón de su delirio. Se echó en su cama, pensando en lo idiota que fue, hasta quedarse dormido.
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marborrascoso · 3 years
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Susurros de un corazón asesinado
Fue una tarde de noviembre en la que me encontraba buscando un trabajo para poder solventar mis gastos de estudios mientras paseaba a Mara, mi perrita que adopté en un albergue del Callao. En eso, fije mi mirada en un anuncio pegado en la pared de un restaurante que decía “Se necesita señorita para atender en una tienda femenina. Contacto: 9816210.” En seguida apunté el número en mi celular y esperé a llegar a casa para contactarme con la dueña o el dueño del anuncio.
Esa misma noche, quedé con la dueña en encontrarnos en la tienda al día siguiente. Para mi suerte, el trabajo quedaba en el Centro Comercial Arenales, es decir, a cuatro cuadras de mi casa; y el pago era el mínimo.
Mi jefa era una mujer de mediana edad, tenía un cabello color azabache, que siempre lo llevaba en forma de una cola de caballo. Era una mujer muy ordenada y pulcra. Además, tenía una voz muy dulce y su tienda siempre olía a fresas.
- El olor a fresa es el favorito de mi hijita Amanda, lástima que no pueda olerlo. ¿Por cierto, cuántos años tienes Ale? – me preguntó mi jefa, sus ojos se le iluminaron cuando recordó el nombre de su hija.
- Tengo 21 y qué lástima que su hija no sepa que su tienda huele demasiado bien, ¿Está de viaje? – pregunté.
- Ya quisiera, pero me temo que no. Amalia desapareció hace tres años, fue a una discoteca y nunca regresó. Pararon con la búsqueda por falta de pruebas, sin embargo, pude conseguir un detective particular. Sabes, su cuerpo no fue encontrado. Así que, mantengo la esperanza de encontrar a mi hijita – se acercó al mostrador de la tienda para recoger su cartera – por cierto, ella también tenía veintiuno cuando desapareció – se acercó a la puerta – en fin, te dejó la tienda Ale, ¡mucha suerte!
- Gracias señora y espero de todo corazón conocer a Amalia – comenté sinceramente, la señora me regaló una sonrisa.
- Así será, Ale.
Sin más que decir, la señora Ana se retiró y me quedé sola en la tienda.
Ocho de la noche, cerré la tienda. Fui directo a mi casa, Mara me recibió en son de festejo. Nos fuimos al parque un rato, cenamos atún y nos fuimos a dormir.
Es una noche en una zona céntrica de Lince.
Se colocó un vestido negro hasta un poco menos de las rodillas, dejó suelto su largo pelo azabache. Un maquillaje sencillo, unos tacones combinables con el atuendo, un beso a mamá y salió con sus amistades en dirección a una discoteca.
La estaba pasando bien en la discoteca hasta que decidió ir al baño. De regreso hacía sus amigos, se choca con un joven apuesto.
- Discúlpame, no me di cuenta. ¿Estás bien? – le sonrió, ella se sonrojó al verlo directamente a los ojos.
- Sí, estoy bien. Descuida – respondió sonrojada.
-  Primera vez que te veo por acá, ¿cómo te llamas? Yo soy Marcos, un gusto.
Desperté. Mi corazón palpitaba muy rápido, me llenó una extraña sensación de angustia y tristeza. Mara salió de las sábanas y me lamió el rostro. Me sentí mucho mejor.
Avancé un par de tareas de la universidad, desayuné y me fui al trabajo. Ya iba un mes trabajando y las cosas marchaban bien, mi jefa me trataba como un ser humano y no un empleado más; me iba muy bien en la universidad a pesar de tener mi horario complicado. Todo tranquilo, solo que no dejaba de pensar en la chica de cabello azabache. No la conocía más que en mi sueño, pero tenía esa corazonada de saber de ella, aunque no recuerde cómo.
Al estar tan sumergida en mis pensamientos, no me di cuenta de la presencia de un joven hasta que nos chocamos.
-  Lo siento, ¿estás bien? – me preguntó el chico con una sonrisa, sentí una punzada en el pecho.
- Sí, discúlpame tú a mí. Estaba distraída – respondí un poco avergonzada.
- Descuida. Por cierto, me llamo Mauricio y es mi primer día de trabajo, ¿me puedes decir dónde está la tienda 3 – 303? Por favor. Estoy algo perdido.
- Un gusto Mauricio, yo me llamo Alexandra, pero puedes decirme Ale. La tienda está en el segundo piso, de hecho, al costado de la tienda donde trabajo – respondí más calmada. Ambos por inercia comenzamos a caminar hacía nuestros puestos de trabajo.
- ¡Qué genial! Seremos colegas. Espera – hizo una pausa - ��trabajas en la tienda maldita?
- ¿Tienda maldita? – quedé dudosa - ¿te refieres a Amada? Es la tienda en dónde trabajo.
- Jajaja sí. Lo siento si te incomodé, lo que pasa es que mi dueño me comentó en la entrevista por Zoom que las chicas que trabajaban ahí, no duraban más de un mes. Nadie sabe por qué y eso que se dice que la dueña no es mala. Pero bueno, es lo que me dijo mi jefe.
- Sí, mi dueña es un amor de persona. Bueno, conmigo hasta el momento ha sido buena y que raro lo que mencionas, recién me entero.
- Oh, lo siento. Aunque mi jefe lo contó en modo chisme, para nada serio - nos detuvimos al llegar a nuestros puestos – un gusto conocerte, Ale.
Me quedé pensando en lo que me comentó Mauricio hasta que me concentré en tener lista la tienda antes de las once de la mañana, que era la hora en la que comenzaba a atender. En eso, llega la señora Ana, saludándome siempre con una sonrisa; vino a dejarme el dinero para el cambio y algunas prendas nuevas. Apuntó algo en su agenda y se despidió apurada.
Me puse a acomodar algunas prendas y en eso, me di cuenta de que había una foto en el piso. Supuse que era de mi jefa, ya que, era la única persona aparte de mí que entró a la tienda. Recogí la foto, la miré con más detenimiento y el impacto fue brutal.
La chica de mis sueños, mejor dicho, de mis pesadillas estaba en esa foto. Quedé en shock por un tiempo, luego decido escribirle a mi jefa, mi sorpresa fue enorme cuando mi jefa me comentó que esa chica era su hija perdida y el nombre de la tienda era en su honor.
Decidí concentrarme en mis quehaceres y dejar de pensar en la situación. Ese día el ambiente estuvo tenso.
Me regresé con Mauricio saliendo del trabajo, se había mudado a unas cuadras de mi casa. Era también mi nuevo vecino.
-  ¿Te pasa algo, Ale? Te he notado algo cabizbaja. Se que nos conocimos hoy, pero, ya que vamos a ser vecinos y compañeros de trabajo, sería bueno que nos tengamos confianza y contar con el otro si algo nos pasa; así sea solo para desahogarnos.
- Gracias, Fabián. También puedes contar conmigo. Pero, no me creerías. Ni yo misma puedo creerlo.
- Confía, he escuchado de todo.
- Si te digo que vi un fantasma, ¿me creerías?
- Sí, mi mamá es espiritista.
- ¿Qué? No te creo.
-  Jajaja, es enserio pero mi mamá no se dedica a eso. Es psicóloga.
- Qué alucinante. Entonces lo mío no es tan significante como lo que has escuchado o visto.
Fui con Mauricio al parque Castilla para contarle con más tranquilidad mi situación. Me sentí mucho mejor al hablar sobre el sueño y la foto de Amanda. Mi angustia desapareció, pero la curiosidad no. Ambos estábamos asombrados por mi experiencia.
- Hay fantasmas que suelen contactarse por los sueños – explicó Mauricio.
-  Pero, ¿por qué conmigo? … ¿Y para qué?
- De seguro, tienes el don poder sentir espíritus. Mi mamá lo tiene, ¿no has tenido algunas experiencias parecidas?
- No recuerdo. ¿Crees que debería comentarle mi sueño a mi jefa? Así puedo confirmar si ella desapareció cuando fue a la discoteca.
- No lo sé, ¿crees que ella te creería?
- Entiendo, yo no lo haría, aunque me dijeran.
- Eres muy escéptica para ser una bruja, de seguro tienes tu luna en capricornio.
- ¿Mi luna? Solo sé que soy escorpio. En fin - di un suspiro- ¿Otra explicación más racional de lo que me está pasando?
Pues, puede que te haya chocado la energía de la tienda. Es decir, se llama como el nombre de la chica, huele al aroma favorito de la chica, su madre la tiene presente todo el tiempo, parte de su esencia está en la tienda y ahora sumales eso a tu sensibilidad de poder conectar más fácil en el mundo espiritual u otros planos, como quieras llamarlo. Así que, toda esa energía se ha condensado hacia ti y es por eso que la has podido visualizar en tus sueños.
-  Eso no es una explicación coherente, ¿a tu mamá también le pasa eso?
- No exactamente, pero con tan solo tocar la prenda de alguien o ver una foto o con las cartas del tarot, puede saber su situación, si está viva o ya murió. ¡Verdad! Le puedo decir para que nos ayude a descifrar el paradero de Amanda.
- No, yo no creo en estas cosas. Además, no sería capaz de confesarle que su hija está muerta si es que fuera el caso. De todas formas, gracias por escucharme Mauricio. Me siento más tranquila.
- Descuida, somos amigos. De todas maneras, me avisas si cambias de opinión.
- Me llamo Amanda - respondió tímidamente - un gusto, Marcos.
- Lindo nombre. Me pareces interesante Amanda, ¿quieres una copa?
- No creo, vine con mis amigos.
- Ellos no se va a ir a ninguna parte. Solo una copa y si te quieres ir, voy y te dejo con tus amigos, ¿va
-  Pero aquí, ¿verdad?
- ¿En el baño? – preguntó Marcos todo irónico, haciendo que Amanda soltara una pequeña carcajada.
- jajaja no. Me refiero que la copa la tomamos en la discoteca.
- ¡Por supuesto!, ¿vamos?
Pasaron en medio de la pista. Los amigos de Amanda la vieron irse con el apuesto muchacho, la saludaron a lo lejos y le hicieron señas de felicitaciones por el apuesto que la levaría a la oficina del padre, ya que era el hijo del dueño y lo venía a remplazar los fines de semana.
Conversaron sin medir el tiempo y las copas. La atracción fue al instante y los besos no se hicieron esperar hasta que Marcos quiso ir más rápido, sin embargo, Amanda lo detuvo.
-  No, espera – espetó la joven mientras se alejaba del abrazo de Marcos.
- ¿Vamos a un lugar más privado?
- No, no quiero hacerlo – se levantó, dispuesta a retirarse del lugar.
-  Oh bueno. Puedes salir por la puerta – comentó Marcos, mientras cogía su móvil.
- Bueno, adiós.
Amanda salió del lugar, un poco decepcionada porque pensaba que Marcos le pediría su número para seguir en contacto, pero al parecer, a él no le interesaba conocerla más que esa noche.
De pronto, Marcos sale de la oficina y la llama con la excusa de darle un regalo. Amanda, toda ilusionada entra nuevamente a la oficina sin espetar nada. En eso, marco rápidamente le pone seguro a la puerta. Comienza a forcejear con Amanda, ella solo podía gritar.
Desperté empapada de sudor, con dolor en el cuerpo como si ella hubiera sido la forcejeada, consternada y sin dejar de temblar. Ni los lamidos de Mara podrían calmarme. Estaba nuevamente en shock, no obstante, está vez era peor, que sensación tan indescriptible. Y seguía sin entender a razón de los sueños, ¿Qué quería lograr Amanda con todo esto?, si es que es verdad que se está contactando conmigo.
Ya no quería seguir con esta ansiedad, quería dejar de tener estos sueños macabros y sabía que necesitaba hallar la respuesta a todo esto. Decidí buscar ayuda en Mauricio.
- Si puedes, consigue una foto o una ropa de Amanda para que mi mamá pueda decirte si está viva o muerta. No importa si no logras conseguirlo, con que mi mamá te lea las cartas ya es suficiente para salir de dudas, pero de lo que estoy seguro es que Amanda busca que la ayudes, pero para eso tienes que saber su historia y el sueño al parecer, es el único medio en el que ambas se pueden comunicar. Si puedes, medita. Eso te ayudará a elevar tu conciencia y a lo mejor ya no es necesario que veas fantasmas en tus sueños.
- No gracias, espero que Amanda sea el primer y último espectro que me visita. En fin, gracias Mauricio. Te veo en la noche.
En el trabajo, intenté conseguir algo de Amalia por medio de una idea que le inventé a mi jefa. La cual, consistía en colocar fotos de ella por la tienda. La señora al principio se mostró con poco entusiasmo porque no quería relacionar la búsqueda de su hija con el negocio, sin embargo, al final aceptó. Me ofrecí para hacer los anuncios y así puede conseguir una foto de ella.
Una vez terminado mi turno, me dirigí con Mauricio a la casa donde se encontraba su madre. Ella nos abrió la puerta, nos recibió sonriente. Me sentí protegida al contemplarla.
Nos sentamos en la mesa del comedor, estaba cubierta de una manta negra con velas blancas en las esquinas; las cartas del tarot en el centro y a su costado, un incienso que olía canela.
- Muy bien chicos, comencemos – espetó Sabrina, la madre de Mauricio– primero, todos agarrémonos de las manos y respiremos tres veces con los ojos cerrados – hicimos caso a sus indicaciones.
Una vez terminada la meditación, Sabrina me pidió la fotografía de Amanda. Se la di, ella la miró y tocó por unos instantes.
- Está muerta – espetó.
- ¿Puedes ver la causa de su muerte? – pregunté. Sabrina cogió las cartas del tarot, colocó la foto de Amanda en el centro de la mesa y una vela blanca a su costado. Comenzó a barajear las cartas y sacó una, decía “El diablo"
- No fue una muerte natural – saca otra carta, sale “El Mago” – fue a causa de hombre que sabe que es hábil para el engaño, un charlatán. Esa chica ha sido torturada antes de morir, probablemente haya sido violada primero – saca “La estrella” – Amanda está atrapada en este plano porque busca la paz de su cuerpo y espíritu. or eso se comunica conmigo.
- Volvió a barajear las cartas y las colocó en forma de acordeón, me las acercó y me dijo que eligiera tres cartas. Las escogí y las coloqué en la mesa.
- “El papa”, te pide ayuda en encontrar su cuerpo y al culpable, vuelve a salir el mago. ¿En tus sueños había un joven, ¿Verdad? Investiga sobre él.
- Pero, ¿cómo? - pregunté.
- A lo mejor debe haber noticias en la web sobre su desaparición, voy buscando por Google- espetó Mauricio - ¿sabes su apellido, Ale?
- Torres – respondí – Sabrina, ¿Le puedo preguntar al tarot si Marcos es el asesino? Es el chico de mis sueños.
- Por supuesto – Sabrina volvió a barajear las cartas – haré la tirada del sí o no – sacó una carta – Sí, el mago otra vez. Ten cuidado con ese tipo, se le da muy bien el aparentar y seducir.
- ¡Encontré una nota! – intervino Mauricio– es una del 2018, “Joven desaparecida luego de ir a una discoteca” … La discoteca se llama Colina, señalan a Marcos como el principal sospechoso, sin embargo, lo dejan en libertad por falta de pruebas, ya que en las grabaciones se ve a Amanda salir del cuarto en el que estaban.
- De seguro no lo mostró completo ese monstruo – comenté indignada.
-  Es un hombre que sabe jugar sus cartas – comentó Sabrina.
-  ¡Ya sé! Iré a la discoteca y le sacaré la información a Marcos. Pero para ello, necesito de su ayuda.
Me puse un vestido plisado, botines negros, lacie mi cabello y lo dejé suelto.  Me coloqué una mini cámara espía en forma de collar y me fui en busca de justicia con Fabián, él estaría esperando en un carro, fuera de la discoteca.
Entré al lugar, dejé que mi intuición me llevara a Marcos. Caminé por un rato hasta que lo vi, sentado con una copa en la mano mientras conversaba con el bartender. Me senté a dos sillas de su distancia y pedí piña colada.
De un momento a otro, Marcos se me acerca y me hace el habla. Yo le seguí el juego para que me pudiera invitar la oficina de su padre y así poder buscar una información o hacerlo hablar. Y tal como lo pensé, el asesino me invita a conversar en privado.
- Verdad, ¿aquí no fue donde desapareció la chica de las noticias? - pregunté mientras nos dirigíamos al lugar - … Creo que se llamaba Amanda.
- ¿Amanda? – se hizo el desentendido - ¡Oh ya! ¿Cómo así te acuerdas? Esa es noticia de hace siglos.
- Es que mi prima es amiga de la conocida y pues, me acuerdo por eso.
- Ah ya, pues yo conocí a Amanda ese día, pero no la volví a ver. Obviamente, fui uno de los sospechosos, pero no encontraron nada porque no hice nada.
-  El que nada teme, nada debe.
- Exacto. Ya llegamos – abrió la puerta del lugar – bienvenida, ponte cómoda.
Era el mismo sitio que el de mis sueños, podría sentir pesado el lugar y el miedo en mi cuerpo. Marcos me invitó a sentarme en el mismo sofá en el que se sitió Amanda alguna vez, me invitó una copa y comenzó a hacerme plática.
- Oye, pero ¿Cómo así dijeron que eras el sospechoso? – pregunté.
- No lo sé … No hablemos de eso – se me acercó y colocó su brazo detrás de mi espalda – me gusta tu forma de vestir, es muy peculiar – me habló al oído.
-  Gracias – me alejé un poco de él, comencé a sentirme más incómoda de lo que estaba – pero cuéntame, ¿sabes a dónde te dijo que iría?
- ¿Has venido a interrogarme o a qué? – me alzó un poco la voz.
-  No, pero … Me da curiosidad porque ella era muy unida a mi prima y pues, me tocó un poco la noticia.
- Linda, sinceramente no me importa lo que pienses al respecto. Eso es ya pasado y olvidado. No quiero hablar de eso, solo quiero besarte – se me acercó rápido y yo retrocedí más, negándome a su intención.
- ¡Basta!, eres muy brusco – le respondí y me paré.
-  Otra que se hace la difícil. Mira mamita, son obvias mis intenciones y si no quieres, te puedes largar por la puerta, no estoy para perder mi tiempo.
No podía irme, tenía que seguir sacándole información, pero sabía que mi vida estaba en peligro. En eso, veo a Amanda en el espejo con la vestimenta de ese día, un sudor frío me recorrió la cien. Me paré, miré a Marcos.
-  ¡Tú la mataste! ¡tú lo hiciste! – le grité con rabia, Marcos me miró asustado, no obstante, luego recobró la compostura y se paró para estar a mi par.
- ¿Qué dices? … ¿Con qué pruebas vienes a acusarme de algo serio? – se me acercó – estás loca.
- ¡No te me acerques – retrocedí – tú la mataste, ¡la trataste cómo me estabas tratando a mí y abusaste de ella! Eres un cobarde y mentiroso.
- Mira, loca de mierda – me cogió del brazo y me arrastró hasta la puerta - ¡Lárgate y no vuelvas! … Qué te habrás creído para hablarme de mí ¿ah?
- Volví a observar a Amanda, ahora estaba detrás de él. De alguna forma me sentí segura y lo miré desafiante.
- ¡No! No me iré hasta que lo confiese … ¡Tú la mataste!
- ¡Sí, yo lo hice y qué! – comenzó a acercarse a mí – Y ahora tú también morirás.
Quería huir, pero mis piernas no reaccionaban. Entré en un miedo en el que tampoco podía hablar. Sin embargo, no fue necesario defenderme por mi cuenta. En cuanto Marcos se me acercó para atacar, vi como Amanda lo tumbó en el suelo de un puñetazo en la cabeza. El bastardo cayó inconsciente.
Mauricio entra a la habitación todo preocupado, me indica que la policía llega en camino. Le expliqué lo que había pasado y me creyó. Ahora estaba más tranquila.
-   Por fin, esta pesadilla se acabó – comentó.
- Pienso que todavía no, mira atrás – Me indica Mauricio, muy convencido.
Volteo y veo a Amanda. Sé que no es mi imaginación porque Mauricio también podía verla. Parecía como una persona en carne y hueso; ella me hizo una seña de seguirla, la seguí toda decidida.
Me guio a la mesa, me indicó abrir el último cajón. Estaba con llave, Mauricio sacó varias llaves del bolsillo de Marcos. Probamos hasta que pudimos abrir el cajón, encontré una fila CD con nombres, todos femeninos. Había uno con el nombre de Amanda.
En eso la policía llega, le explicamos lo sucedido, se llevan a Marcos con los CD y nos indican que los acompañemos a la comisaria para testificar. Volteo con la esperanza de ver a Amanda, pero ella ya no estaba.
A los días encontramos el cuerpo de Amanda a tres puntos de Lima, en San Martín de Porres y Rímac. Marcos había confesado que luego de grabarla mientras la violaba (como a muchas otras víctimas), descuartizó el cuerpo y lo enterró en las lejanías de Lima. Había cortado esas partes de las grabaciones para solo mostrar cuando Amanda salía del lugar y así quedar impune. Recibió lo que merecía, cadena perpetua y una indemnización de 20,000 soles mensuales para siempre a la señora Ana. Pero no quedaría ahí, Marco tenía para rato en el juzgado porque tenía que apelar por cada chica que asesinó a cada familiar de las víctimas.  
Ese día en que se dictó la sentencia, me fui a dormir apenas llegué a mi casa. Estaba muy cansada.
Todo es blanco, no sé en donde me encuentro. Siento aire cálido y un aroma a bergamota. A lo lejos veo una figura, me acercó para ver de quién se trata. Era Amanda, con un vestido blanco de seda, estaba sonriendo y yo sonrió de inercia.
Se me acerca y me abraza, yo le correspondo.
-  Gracias – la escuchó decirme.
Nos quedamos de esta manera, abrazadas y felices hasta que desperté. Ya no la volví a ver ni sentir su presencia, otra vez.
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Pensamientos en papel
A veces el mar me habla en mis sueños mientras que el cielo alumbra paisajes que estoy por conocer. 
A veces revivo momentos de ensueño en donde puedo llorar solo de dicha. 
A veces no pronostico nada para dar rienda suelta a vivencias que me pueden hacer feliz.
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