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Alex Txikon: crónica del Everest
Cuando el sol cae, la vida muere.
Si de verdad queremos subir allí arriba, tenemos que actuar cuando la vida muere. Es entonces, cuando debemos ser el buen equipo que somos y solo entonces sabremos si estamos lo suficientemente preparados y si estaremos a la altura, ¿Seremos capaces de vencer a nuestros miedos?
Son las 7.30 de la mañana y a pesar de que me gusta dormir, estoy aburrido de estar en el saco; tengo ganas de afrontar el día y de solventar los problemas que van surgiendo; de sentirme vivo.
La vida nace a las 9.30 con los primeros rayos del sol, que calientan, nuestros cuerpos entumecidos. Pero sólo para algunos ya que Aitor y Pablo no salen del saco antes de la diez o diez y media. Para esa hora ya estoy de vuelta y media. Todos los días les hago diferentes gamberradas para que salgan de sus tiendas: esto va para largo, me voy a tener que reciclar. je, je!!!
Desayunamos los tres juntos y planificamos el día y los trabajos que vamos a realizar. Aquí los día vienen y van en un abrir y cerrar de ojos. Pasamos una media de 12 horas dentro de nuestras tiendas personales tratando de mantener el cuerpo caliente.
A Pablo le gusta echar la siesta, pero se lo he prohibido y ya lleva dos días sin ella (y no la echa de menos). Ya pasamos demasiadas horas en ‘módulos de aislamiento’, como para además hacer horas extra!!!
Han venido a visitarnos Bea, Roger y Adrián. Gracias por vuestra ayuda y por haber compartido con nosotros momentos irrepetibles. Los amigos son parte esencial de nuestras vidas.
Las mañanas son poco productivas ya que se juntan los desayunos con las comidas. Comemos siempre a las 13.00 y yo diría que es entonces cuando arrancamos. Todos los días hay trabajo. Normalmente no damos abasto pero rara vez nos agobiamos. Siempre tenemos una sonrisa para regalarnos entre nosotros.
A Pablo le encanta bromear con Chhepal, Norbu… y yo me paso el día haciéndole bromas a Aitor y Pablo. Al pobre Pablo le escondo el teléfono y jugamos a frío, frío y caliente, caliente. Aitor, en cambio, le echamos a los tés y comida desde tabasco hasta pimienta. Qué paciencia tienen los dos!!!
He decir que estoy super orgulloso de ellos dos y del trabajo que están realizando. Tanto Aitor como Pablo son muy buenas personas, de esas que cuestan encontrar; les estoy muy agradecido por su participación en esta expedición y sobre todo por su paciencia.
Aitor tiene una niña de 9 meses. Se llama Erika y no hay un día que no nos hable de ella. La echa de menos, muchísimo. Pero junto con Aitor seguimos día a día su evolución. Hoy se ha bajado de la cama ella solita, pronto empezara a caminar!!
Como Erika, ansiosa por adentrarse en lo desconocido, por dar sus primeros pasos, nosotros nos morimos de ganas por salir de nuevo hacia arriba y recorrer esos primeros 25.000 pasos que nos separan del Campo 2.
Cuando el sol cae, son los momentos más duros del día. Una vez más he de reconocer/sincerarme que el Sagarmatha (Everest) sabía que veníamos. Los ideales son pacíficos pero la historia es violenta y cruel.
Antes de salir de expedición, mi intuición me decía que este año iba a contar con muchas complicaciones. Hasta ahora, mi intuición no me ha fallado.
Pero esta vez una sencilla sopa me ha hecho cambiar ese sentimiento premonitorio. Aunque en este oficio nunca se sabe.
He de aclarar que por alguna extraña razón que desconozco, el simple hecho de tomarme una sopa en un campo base siempre lo he asociado a sentimientos muy negativos. En lo más profundo de mi subconsciente estará la clave del porqué de esta asociación.
Quiero creer que no estoy loco, pero por primera vez, las sopas que me he tomado durante esta expedición me han transmitido una sensación positiva y optimista acerca del devenir de esta aventura.
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