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escribiendolorandom · 3 years
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Falla de fábrica
Como si hubiera sido diseñada para ser defectuosa, algo anda mal en mí y no lo puedo arreglar por más cosas que intente.
Mi linaje familiar es denso, errático, las piezas del dominó caen encima mío, parece que la sangre sí tira después de todo. Volviendo a pasar por las esquinas oscuras que pasaron los demás, soy una versión femenina de la tiniebla que carga mi apellido.
Mis sueños se vuelven frágiles, nunca tan lejanos como ahora que los tengo realmente cerca; cuando era chiquita soñaba muchas cosas, crecí siendo la dueña de mis sueños y ambiciones, el plan era que yo me haría cargo de mis sueños. Que pondría cada gota de esfuerzo hasta llegar a lograrlos. Lo hice con tanto pulmón, que llegando a la línea de meta, el entorno me devora.
Me encuentro acá a un paso, y me estanco. Las personas me asustan, los hombres me asustan, no puedo impresionarlos más, no puedo sostener la máscara que les gusta que lleve.
Quiero y no puedo, mi mente me convirtió en una inválida.
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escribiendolorandom · 4 years
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La libertad jamás puede ser una cuestión negociable. 
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escribiendolorandom · 4 years
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Víspera de recuerdos
No puedo dejar de pensar en las pequeñas decisiones que van formando el camino de la vida. Tuve un primer amor, que no fue amor. Sin embargo, esa primer experiencia grabó cada primer sensación en mi piel, como si fuera una computadora que está siendo programada por primera vez, siendo esos programas las memorias que validarán sus acciones el resto de su existencia. 
Cuando el cuerpo recuerda más de lo que la mente quiere, la guerra entre alma y materia son catastróficas, la última vez que amé fue hace 4 años, la ultima vez que miraba el mundo con los colores nítidos de la felicidad que se propagaban por el cuerpo como un virus. 
¿Qué hacer cuando la persona se va, y la olvidas pero el cuerpo conserva las memorias al punto de atar tus futuras posibilidades de sentir? 
Condicionamiento mental y biológico apoderándose de cada célula corporal. La víspera navideña nunca se sintió tan gris, y no es por el extrañar a alguien.
Es por el cansancio que conlleva la superación de los conflictos que el cuerpo sorteó usando sus mejores armaduras, las armaduras que hoy no se puede sacar, aunque esté fuera de peligro. 
Que difícil es invitar al ADN a que trabaje en conjunto a tus propias convicciones cuando fuiste educada desde la panza a amar a tu príncipe azul sin importar cuanto maltrato recibas con el título de amor.
 La sociedad nos educa para ser dependientes... Romper esos patrones de conducta y sentimiento es el reto que le toca a cada una, (si en algún momento se da cuenta que está actuando bajo las influencias de estigmas inventados).
Cuando era chiquita empecé a sentir las primeras conexiones con mi cuerpo, descubrí que mi cabello dorado brillaba como si tuviera estrellas en las puntas cuando estaba tumbada en el pasto, y miraba de reojo hacia donde estaba tendido, largo y sedoso cabello dorado. De inmediato empecé a percibirme, cuando teniendo ocho años, mi cuerpo decidió que era psíquicamente madura como para que se desarrollen mis pechos, mis curvas e inclusive que mi primer menstruación se haga presente. 
Desde primer grado y segundo, tuve la percepción de que era distinta. De que, por algún motivo, la divinidad me dotó de un pensamiento creativo, con los que hacía diálogos internos inventando historias, cuentos, aprendiendo a leer desde que tuve noción de las palabras, creando mundos imaginarios en donde me perdía cuando el primer hombre de mi vida, mi padre, volvía a casa drogado y lleno de ganas de volcar violencia en uno de los miles de “hogares” en los que crecí. 
Dicen que el padre es el primer hombre con el que las niñas (o niños) tenemos una relación, psicólogos y grandes pensadores establecen que, en base a cómo ha sido tu relación paterna, serán las amorosas. Como, marcando cuan mujer de medio oriente, mi destino antes de nacer. La vida había elegido para mí, una relación llena de turbulencias con mi padre. Mi papá, un hombre al que hasta el día de hoy, quiero y odio al mismo tiempo. La relación con el primer hombre de mi vida, fue una mezcla de buenos momentos paternos, y abusos de la variedad que usted busque; físico, verbal, psíquico y sexual. La desconexión con mi cuerpo se hizo necesaria para poder subsistir a la convivencia conflictiva del hombre a quién llamaba “papá”. 
Crecer con miedo por el hombre del que debería sentir seguridad, no es aconsejable, pero sin embargo, cuando el destino te elije dentro del montón de casualidades, mágicas o no, que se tienen que dar para que cada uno de nosotros nazca y sea quien es, no hay nada que hacer más que “adaptarse al entorno”. 
Naturalmente, así lo hacemos los seres vivos: El que se adapta, sobrevive, se reinventa el más fuerte. Y creo que esa es una de las capacidades más hermosas con las que fui creada. Sostenerme en cuerpo y alma, sostener mis lágrimas, mis gritos y el miedo que se escapaba de mis poros cuando ése hombre, llegaba en estados deplorables. Fueron, metas y “goals” dignos de escribir en un apartado de “Objetivos cumplidos en éste año”. 
Pasando mis 15 años, y cuando, mamá por fín juntó todas sus fuerzas para alejarlo de nuestras vidas, conocí, siendo muy ingenua todavía, al segundo hombre de mi vida.
Quien sería mi pareja durante los siguientes casi cuatro años. Y, a quién permití rebajarme hasta límites imperdonables. Pero, como siempre digo, Nadie puede hacernos algo que nosotros no permitamos. Asumir las responsabilidades de uno mismo, es el primer paso para entender que somos dueños de nosotros, y no volvernos locos en el traspaso de la ruptura, a la reinvención del corazón. 
A los 19 años aprendí lo que significaba sentir humillación y dolor del alma, cuando la primer experiencia amorosa se esfumó de mi vista y me dejó ver la realidad: Más abuso, ésta vez del mental (aunque no menos trágico). 
El abuso no es mi culpa, ni culpa de mi cuerpo, ni de mis curvas. Aún así, dejé que mi mente culpara a mi cuerpo y mi intento de perfección me llevó a formar relaciones con la comida catastróficas, ya no era yo. No era yo, y nunca pude serlo. Porque desde que nací me definieron las decisiones ajenas.
El poder está en decidir ser yo, hoy. A mis 23 años que, cobro conciencia de que mi cuerpo y mi mente son y fueron mis únicos y reales compañeros de sombras y luces, me distingo en los espejos y me reconozco por primera vez, sin odiarme. Cuando entendí que mi cuerpo fue mi trinchera, mi refugio en el que yo somaticé mucho dolor y angustia no elegidos, aprendí a verlo como un amigo, como un aliado. 
Vísperas navideñas... Una fecha de tradiciones inculcadas de antaño. Que obligan a quienes despertamos del cuento, a sentirnos tristes por ser simplemente distintos. No sentir un gran significado por el nacimiento alguien desconocido, saber que, las fiestas paganas, el culto al cuerpo, a los brillos, a las compras de última moda, a las competiciones de mejores estilos de vida en redes, nos están robando lo más preciado que es VERDADERO TIEMPO CON LOS QUE AMAMOS Y CON NOSOTROS MISMOS, es realmente, casi deprimente.
Aún así, en vísperas navideñas decido “sumarme” a la manada de ovejas y fingir que tengo algo por lo que festejar, (aunque, millones de personas en el mundo estén muriendo, o hayan muerto). 
Aprovecho esta “fecha especial”, para hacer retrospección en mi biografía y pedirme perdón. Por haberme dejado de escuchar tantos años, y en realidad, toda la vida. Agradecida con las elecciones del destino que me pusieron en el lugar donde estoy, con la madre que tengo, y los hermanos así de complicados que hoy son. Porque todo ese conjunto (abominable, y decente a veces) me hicieron ser la mujer llena de hambre de sueños que soy hoy. 
La curación es parte de mí desde que desperté y me sentí, ahí. Acompañándome desde que era esa nena tumbada en el pasto mirando como brillaba mi cabello dorado, hasta hoy, una mujer llena de metas y convicciones irrevocables sobre ayudar y dar. Emprender mi propio viaje a través, primero del autoconocimiento, segundo, del perdón y tercero de la reinvención.
No es un proceso lineal, es, una roller coaster de emociones y flashbacks trágicos, pero definitivamente, es un proceso que sé, que al final del camino me van a hacer sentir realizada, digna de cerrar los ojos y despedirme completamente llena de mí, y de los que amé. 
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