b-a-r-e-t-t-a
~ ハナ悪魔 ~ ハナ悪魔
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Catalina. /19. / Estudiante de Filosofia. / Chile. / Adoro el rosado y el negro, así que imagina como es mi personalidad. 
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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Muchas veces quise hacerlo y no me atreví. La verdad es que me atemoriza que hubiera otras personas que vivieran una experiencia similar con alguien tan tóxico y absorbente. Lamentablemente, compartimos espacios en común; además, aquel sujeto es conocido de amigos míos.
Quiero recalcar que llevar a cabo este testimonio me llevó dos años. Si no lo hice antes fue necesariamente porque no me gusta verme expuesta, además de que recibía extorsiones por parte de él. Es más, muchas veces él mismo me hacía creer que estas conductas debía normalizarlas. Hasta un par de días seguíamos bajo una «relación» la cual duró tres años. Desde un comienzo la relación fue intensa y reiteradas veces notaba conductas que me hacían intuir que algo no estaba bien en él. La primera conducta insana que recibí por parte de él fue en noviembre de 2015 cuando lamentablemente transgredí su privacidad por mí inseguridad corporal ya que él estaba completamente obsesionado con las chicas que correspondían a un canon «delgado». Al plantearle aquel tema, dentro de la madrugada, salió de control y lo primero que se dignó a hacer fue a lanzarme un vaso, apuntando a mi cabeza. Este impactó la pared. Estábamos solos en su hogar (vive con su madre y esta había salido). Me sentí totalmente vulnerada. Él comenzó a gritarme y me echó de la casa en un horario en que me podría haber expuesto a un daño (yo vivía a una distancia considerable de él). No sabía qué hacer, así que sólo intenté calmar la situación para que esta no saliera de control. Al rato, llega su madre y lo único que atina a hacer fue contenerlo y justificar su conducta mientras él lo único que hizo fue llorar y gritar: «¡ESTÁ LOCA! ¡ESTÁ LOCA, QUIERO QUE SE VAYA DE ACÁ!». Claramente su madre no me iba a exponer a que me fuese de su casa a las 04:30 AM. Comenzó a escudarse aduciendo que estaba mal y que debía buscar ayuda externa porque claramente él no estaba bien. Ahí fue cuando decidimos tomar distancia por primera vez y empieza una terapia con psicólogo. Estuvo asistiendo a sesiones más de dos veces por semana, lo cual me alarmó y me hizo entender que él ya no estaba en óptimas condiciones. Sin embargo, aquellas conductas fueron aumentando con el tiempo y las normalicé. Quizás fue por temor. En realidad, hasta ahora me perturba la razón de mi tolerancia. Luego de plantearle aquellas inseguridades que me acongojaban, comenzaron sus reiterados abusos tanto a nivel físico como psicológico. Esto comenzó cuando noté que él revisaba constantemente perfiles de otras chicas de manera frecuente, a un nivel obsesivo, y su justificación era que yo estaba completamente enferma y que estaba afirmando cuestiones que distorsionaban la realidad. Cristian retoma sus estudios en 2016. Entra a Pedagogía en Filosofía. En aquel entonces yo me encontraba en proceso de terminar la enseñanza media, lo cual nos hizo estudiar relativamente cerca. Él se negaba constantemente a que lo fuese a buscar después de clases porque decía que yo lo disminuía intelectualmente. En muchas oportunidades me dejaba esperando, entre una y tres horas, fuera de su casa de estudios. Cuando llegaba y me veía quebrada debido a mi espera, lo único que hacía era gritarme o hacerme sentir peor de lo que ya estaba, diciéndome que era una inútil, inclusive una fracasada. Estas conductas de violencia implicaron que dejará de estudiar, lo que me llevó a tomar un tratamiento con una psiquiatra, la cual me diagnosticó trastorno limítrofe de la personalidad (más conocido como Borderline). Si bien desconocía por completo lo que esto significaba, entendía que era necesario que contara con una red de apoyo estable. Por ende, Cristian resultó ser un elemento insano en mi plano cotidiano. Al normalizar este tipo de conductas —debido a que me sentía completamente sola—, me vi totalmente agobiada y frustrada. Esto me llevó a que dejara mi enseñanza media inconclusa. No tenía ánimos de levantarme, mucho menos quería salir de mi habitación. Estaba esperando netamente su apoyo. Este proceso implicó que cayera en una anorexia, además de problemas de insomnio y que me dieran reiteradas crisis de pánico. Alguna vez creí que él podría haber sido un buen elemento en mi vida, mas resultó ser aún más dañino. Cada vez que le escribía, lo único que hacía era responderme para caer bajo una dinámica de manipulación sexual, la cual era un juego para él. Esto hacía que yo saliera de mi habitación una vez por mes, ya que estaba totalmente al margen de ambientes sociales. En agosto comencé a notar que él estaba llevando una vida paralela a nuestra relación y que no sólo mentía, sino que además les comentaba a sus propios amigos (del círculo de tocatas) que se sentía bien al hacerme sentir mal, inclusive terminando conmigo para luego volver. Él tocó en Desintegración-Asco, Nervios y My light shines for you, con lo cual vendía cierta imagen de postura política y de adherencia a la idea del «hazlx tu mismx». En aquel mes, decidí acompañarlo a una tocata y nos quedamos donde un amigo. Hasta el momento, todo iba bien. Al día siguiente (aún recuerdo que era domingo), fuimos a una okupa que está en Rondizzoni, donde estuvimos compartiendo con un grupo de amigos «cercanos». En la madrugada tuvimos que dormir en un sillón que estaba en living y un simple comentario de inseguridad ante la situación lo alteró a un nivel desorbitante. Me golpeó desenfrenadamente. Dejó mi pómulo morado y mis brazos marcados. Arrancó parte de mi cabello. Recuerdo a grandes rasgos aquel episodio, pedí reiteradas veces ayuda y ninguno de sus amigos accedió a brindarme apoyo ante esa violencia. Los testigos fueron Oscar, Deno y Vicho. Durante la mañana siguiente, ellos ni siquiera tuvieron la humanidad de preguntar cómo podía ser que tuviera mi rostro con lesiones. Recuerdo que Cristian estaba totalmente exasperado debido a su comportamiento y me rogó que no lo expusiera ni que mucho menos hiciera algo, ya que su vida se podía ver totalmente quebrada. Aludía siempre netamente a su bienestar, sin empatizar con lo que me pasaba ni lo que provocó. Al llegar a casa, mi madre me preguntó de inmediato qué me había pasado y por temor —y por querer protegerlo porque creía que lo «amaba»— aludí a que había sufrido una crisis donde me agredí a mí misma. Al llegar a mi habitación me vi totalmente angustiada. No quería salir nuevamente. Él resultaba ser indiferente a mi estado anímico, hasta que nuevamente volvió a aquella dinámica de todos los meses para así caer en su juego de manipulación sexual. Cabe añadir que su madre comenzó a generar un recelo bastante maniático conmigo. Me llamaba y amenazaba por creer que yo estaba agrediendo a su hijo de manera psicológica y física. Es más, en reiteradas ocasiones me discriminó por vivir en un barrio totalmente humilde y sin pretensiones burguesas como a la que ella cree pertenecer. Así nos negó por completo poseer un espacio para nuestra intimidad. La primera semana de septiembre decidimos quedarnos juntos, pues claramente lo extrañaba y creía que podría ayudarme a salir de este período oscuro. Acepté pasar la noche con él. Cuando se quedó dormido, encendí su notebook para ver anime y noté que tenía en su «Inicio» del navegador el Instagram de muchas niñas. Además, frecuentaba NIDO.ORG (PÁGINA QUE TODOS SABEMOS QUE TIENE CONDUCTAS ABORRECIBLES HACIA LAS MUJERES). Lloré de desesperación. Esto lo hizo despertar y actuar nuevamente de un modo violento. Creo que aquella instancia fue una de las más fuertes porque además estaba bajo otro tipo de efectos: había consumido cocaína y vodka. Lo primero que hizo fue tomar el celular que me había regalado mi madre hace un par de días y lo quebró. Lamentablemente, eso fue nada frente a lo que sucedería. Luego, desaforado y fuera de control, me quemó el rostro con un cigarrillo y me golpeó reiteradas veces la cabeza. Me encontraba indefensa ante el shock de la situación. Cristian estaba tan desbordado que salió de su casa a las 06:30 AM y preferí seguirlo para que no estuviera en peligro. Yo solo quería procurar su bien a pesar de todo y creía que era la medida más sensata que podía tomar luego de aquel episodio. Al seguirlo, me escupió el rostro delante de una patrulla de carabineros en República, quienes no tuvieron ni la mínima motivación en hacer algo al respecto, mucho menos detener lo que estaba haciendo. Recuerdo que llegamos al GAM y ahí nuevamente me escupió y me tiró el pelo. Ahí una chiquilla se acercó y me dijo que no debía tolerar que él me humillara y que mucho menos debía empatizar con su estado porque cada vez que ocurría un cuadro de violencia, este tipo de personas se victimizaban con sus amigos y familiares, de que era yo quien lo hacía salir de control y que era la culpable de cada uno de sus malestares, tanto a nivel interno como corporal (él, además, tenía trastornos de anorexia). Esto me hacía entrar en cuadros de intensa tensión emocional, ya que sentía la completa culpa del tormento que él vivía. Después de unas horas llegué a casa totalmente desgastada, sin saber en qué situación se encontraba él o si realmente caería en una dinámica evasiva. Me negué a ser indiferente y preferí conectarme. Ahí fue cuando recibí un mensaje por aquel grupo de amigos en común que teníamos ambos. Me dijeron qué iba hacer durante la noche. Luego de aquel episodio no podía ni levantarme. Al día siguiente uno de ellos me menciona que habían ido a Blondie donde había estado consumiendo cocaína con otra niña. Esto no hizo más que ahondar mi devastación emocional. Él y yo no teníamos una relación abierta, por ende, me sentí sumamente pasada a llevar. A partir de estos episodios su violencia fue aumentando. Cada vez se negaba más a verme en mi estado, y reiteradas veces me golpeaba sin motivo alguno justificándose en que yo lo estaba enfermando, y que además no podía fallarle a su madre, quién rechazaba totalmente nuestra relación. A finales de diciembre mi hermano mayor decidió que debía irme de Santiago por mi estado y que no era óptimo que siguiera así. Acepté irme vivir a Antofagasta. Como seguía con este sujeto, llegamos al acuerdo de mantener una relación a larga distancia. Ni siquiera el primer día que llegué a Antofagasta recibí calma. Es más, lo primero que hizo fue salir sin siquiera preguntarme cómo había llegado ni en las condiciones en las que estaba. Ahí tuve una de mis primeras crisis de pánico. Mi hermano mayor no entendía cómo ayudarme. Contener a alguien en ese estado no resulta ser un trabajo sencillo. Aún recuerdo que Cristian debía irse de gira al sur y lo único que me pedía era mantener cibersexo. Tiene notables problemas de masturbación y podía llegar hacerlo más de 30 veces durante la jornada, problema directamente relacionado con los problemas de impulso y autocontrol que él posee. Muchas veces me sentí asqueada por tener que hacer este tipo de cuestiones, no entendiendo si estaba correcto, lo cual me arrastró a caer en dinámicas sexuales-afectivas que hasta el día de hoy me pesan. En medio de nuestras conversaciones le mencioné que no me sentía bien estando tan lejos, que en realidad yo sabía lo que necesitaba: tener estabilidad y calma, que me gustaría mucho que él me brindara elementos de confianza para sentirme estable estando tan lejos para retomar mi vida normal. Lo primero que hizo cuando le mencioné esto fue decir: «MARACA CULIA, TE VOY A DEJAR, ESTAÍ ENFERMA, LOCA, VOY HABLAR CON MI FAMILIA PARA QUE DESTRUYAN TU VIDA, ERÍS UNA GORDA ASQUEROSA, NI SIQUIERA TENÍS CAPACIDAD EN EL PLANO INTELECTUAL, FRACASADA» (sic). Fueron comentarios hirientes que, de tan sólo pensar en cada uno de ellos, me destrozan el alma. Eso gatilló severos problemas de inseguridad en mí. Me sentí tan mal, tan impotente de haber tolerado cada uno de estos tratos, que para que se tranquilizara le dije que si no detenía estos patrones de violencia tomaría medidas al respecto, una de estas fue «funarlo». Cuando le comenté esto, entró en pánico, evadió su responsabilidad al respecto aludiendo a causas externas, como un abuso que recibí durante mi infancia y problemas que poseía a nivel íntimo, como método de manipulación. Si bien le escribí a la Secretaría de Género de la universidad, me sentí totalmente insegura de seguir con esto, así que preferí dar de baja aquel testimonio. En realidad, la razón era que sentía muchísimo miedo: a pesar del daño, empatizaba con su dolor. Él estaba mal, y sentía que debía empatizar con él, porque es humano y todos merecemos empatía por el sólo hecho de tener dignidad. No pude tolerar estar tan lejos y mi hermano mayor decidió que volviera a Santiago. Lo primero que hice fue contactar a Cristian para que conversáramos, la verdad es que cuando nos reunimos ni siquiera me contuvo, solo me golpeó y dijo que era una «POBRE HUEONA, PATÉTICA» (sic). Me ofreció viajar fuera de Santiago con la finalidad de que esta relación acabara, mas seguía sintiendo temor. No entendía qué estaba ocurriendo con sus conductas ni mucho menos la razón de pedirme cuestiones que serían mucho más dañinas para ambos. Era totalmente irracional. Todo esto me impactó a un nivel que me hizo cuestionar mis propias conductas: me volví totalmente sumisa y accedía a todo lo que él me pedía. Su familia ni siquiera le costeaba sus cosas y me exigía pagarle: comprarle drogas, ropa y suplir cada uno de sus caprichos. Calculando todo lo material que le he entregado, hasta ahora gasté $ 3.000.000 aproximadamente en él. En febrero de 2017 realizamos ese viaje. Al principio se veía neutral, lo cual me hizo sentir en confianza. Llegando a Pichilemu, lo primero que hace Cristian fue drogarse e intentar violarme. La verdad es que yo no quería intimar y me hostigó durante más de tres horas. Me tomó de los brazos. Le rogaba que se detuviera. No lo hizo. Estuve llorando toda la madrugada por aquel acto. Con el paso de los días lo único que me pedía era que comprara vodka, vino y otro tipo de sustancias porque lo único que pretendía era evadirse. Ni siquiera salía de la habitación: lo único que hacía era estar todo el día encerrado consumiendo y maltratándome. Cada vez que quería hacer una llamada pidiendo ayuda me quitaba el celular. Incluso se hizo pasar por mí en internet para simular que todo estaba bien. El último día de este viaje resultó ser traumático, de esos eventos que dejan marcas para el resto de la vida. No puedo olvidar aquella jornada donde él lo único que hizo fue humillarme en aspectos familiares, y cuando me comenzó a besar me decía que no quería y luego seguía para hacerme creer que yo estaba abusando de él. Ahí fue cuando me tomó del pelo y comenzó a pegarme patadas en mi zona genital además de zurrarme por completo. Cada vez que me golpeaba, lo hacía sin atisbo de empatía ni interés en calmarse. No sabía cómo frenarlo. Le rogaba llorando que mi cuerpo ya no daba más, que no tenía energías, que podría pasarme algo y ni siquiera eso lo hacía reaccionar. Recuerdo que me quedé dormida con aquel dolor y que ni siquiera podía pararme. Me despertó temprano para ver cómo estaba. Haciendo cómo si nada pasara, me dijo: «Tienes morado. Tu familia no te puede ver así». Debimos quedarnos dos días fuera de mi casa, estando en Santiago, ocultando aquella conducta, él se iba a casa durante todo el día mientras a mí me dejó sola en una plaza con todas mis cosas y en un estado de vulnerabilidad que no le deseo a nadie. Recuerdo la última noche en que recibí una propuesta que él me obligó a aceptar: vender fotos vía internet. Me sentí totalmente pasada a llevar y no entendía nada. Lo único que quería en ese momento era un abrazo y, al contrario, se salió de control de una manera tan aberrante, tan asquerosa, tan inhumana y tan denigrante, que sólo recordarlo me produce un dolor desgarrador y una pena infinita. Me tiró al piso, me orinó la boca mientras me gritaba que era una puta asquerosa. Entré en shock. Estaba temblando, no tenía habla, no podía hablar. Mientras estaba en el piso, me golpeaba incesantemente. En un momento al parecer notó que su conducta era irreparable, por lo que decidió arrastrarme a la ducha, mientras lloraba. Empezó a bañarme y lavarme los dientes, porque sabía que aquel acto de descontrol había transgredido los límites. Luego de aquello me acostó y comenzó a tocarme, yo estando aún paralizada, impotente, sin poder hacer nada. Mientras yo lloraba, Cristian me tocó, me forzó y me penetró. Aquella jornada no dormí. No podía entender por qué él debía actuar bajo violencia. Al salir de aquel espacio, empezó a normalizar su conducta, diciéndome que fuéramos a almorzar, pues debíamos terminar (en sus términos, claro está). Mi familia en ningún momento tuvo conocimiento de estos hechos, ni del estado en el que me encontraba, mucho menos de las conductas que Cristian tenía conmigo. Siempre lo oculté porque sabía que algo así podría «destrozar su vida» —como tantas veces me decía llorando para victimizarse— y, a pesar de que efectivamente él lo hacía expresamente para manipularme, también guardaba la esperanza de que no fuera necesario tener que llegar a esos extremos, que pudiera cambiar y dejar todo lo terrible en el pasado. Tenía fe en que se pudiera redimir, en la esperanza en una vida nueva. Preferí desconectarme y no mantener contacto con nadie, hasta que por desesperación preferí hablarle. El haber vivido una cuestión así me hacía entrar en un cuadro de angustia que ni yo comprendía. Él accedió a verme, y nuevamente me utilizó para tener sexo y que comprara sustancias para él. Comenzamos a contactarnos una vez por mes mediante correo, en los que, básicamente, me decía que no le estaba yendo bien en el plano académico. Esto era totalmente falso. Yo había retomado mis estudios y lo veía constantemente cerca de donde estudiaba, compartiendo junto a sus compañeros. En abril de aquel año, había recién retomado algunos vínculos y decidí salir. Claramente no tenía mayores intenciones de hacer grandes cosas ni evadirme. Sólo quería distraerme un poco para botar las malas vibras. Si bien se presentó la oportunidad de estar con un tercero, esto se hizo saber de inmediato por fuentes cercanas de amigos de él, quienes también normalizaban su violencia y, dentro del grupo, omitían mención o existencia de esta. Estas personas tenían conocimiento de que él se involucraba con otras chicas. Lo primero que hizo Cristian al enterarse de que una persona se me había acercado, fue contactarme para decirme que esto supuestamente lo había destrozado a nivel anímico y académico. La verdad es que preferí mantenerme al margen porque recién estaba despertando de mi alienación. Se volvió totalmente insistente respecto a su estado, por lo cual me acerqué a su casa de estudios para poder contenerlo. Cuando finalmente me reuní con él, descubrí que no era más que otra de sus manipulaciones para caer en una dinámica de violencia y aprovechamiento sexual. Me sentí tan mal conmigo misma, que me defendí. Por primera vez tuve el valor de enfrentarlo y debido a mi osadía de hacerle el frente, él volvió a ejercer toda fuerza en contra de mí, por lo cual debí golpearlo para irme. Pasaron alrededor de dos días y me contactó y lo primero que hizo fue insultarme, porque su ojo estaba supuestamente morado. La verdad es que en ningún momento pretendí ejercer ningún tipo de violencia, sino simplemente protegerme de sus abusos. Luego de aquel incidente, Cristian comenzó a mentir y hablar mal de mí con sus compañeros, manipulando la situación, dando a entender que era yo quien ejercía la violencia en la relación. Por lo que percibí, le creyeron. A ninguno se le ocurrió cuestionar ni su actuar ni su discurso. Decidí cortar el contacto, hasta comencé a tener náuseas durante las mañanas y un notable cambio a nivel corporal, entendiendo que en aquel entonces estaba sumamente delgada por anorexia. Tuve que hacerme dos test de embarazo los cuales arrojaron de inmediato positivo. Mi cabeza se veía totalmente bloqueada y sin poder procesar lo que ocurría. Yo sabía que había tenido relaciones con él y que además no usábamos los métodos de cuidado. Preferí contactarlo, y lo primero que hizo fue denigrarme como persona y disminuirme emocionalmente. Recuerdo que aquella jornada decidí ir a buscarlo la universidad y una compañera de él fue la única que me brindó un abrazo. Llegando a casa, le expliqué que debía ir a un médico. Él se negó a ayudarme tanto económica como emocionalmente. Le mencioné a mi madre que estaba viviendo una etapa totalmente perturbadora y que no sabía qué hacer. Estaba llorando prácticamente todos los días y no me podía levantar. Cristian en reiteradas veces me obligó a buscar otro tipo de alternativas, las cuales me negué por completo. La verdad asumo que una nueva existencia requiere de mucho y que estas eran las peores circunstancias para crear una, pero aun así sentía que esto era una nueva oportunidad para cambiar el tormento que había recibido por parte de él. Cuando fuimos a hacerme la primera ecografía, Cristian comenzó a vomitar y me decía que era totalmente asqueroso ver aquello. Es más, hasta el mismo ginecólogo le dijo que mejor se retirara si iba estar así. Al salir de la sesión me quebré y no dejé de llorar. Él me golpeó muy fuerte en el vientre y comenzó a gritarme que ese hijo no era suyo y que, paradójicamente, si lo tenía me lo quitaría, que buscaría todos los medios posibles para arruinar mi existencia, ya que posee un estatus socioeconómico acomodado. Debido a estos episodios violentos y la carga emocional que llevaba arrastrando por todo lo que viví durante estos últimos años, el cuerpo me pasó la cuenta y tuve una pérdida. No podía soportar tanto dolor y tanta pena. Cristian me dijo que lo intentáramos. Él claramente me vio vulnerable y, aprovechándose de mis esperanzas y de mi apertura a ayudarlo, finalmente accedí. Al momento de la pérdida, me contacta por Facebook y me llama, insultándome y entonces comienzo a sangrar, mientras él está deseándome que ojalá me muera, gritándome que era una maldita puta. Mi madre notó la situación y me quitó el celular, y se preocupó porque debíamos ir a la clínica. No entendía el motivo de Cristian de querer tratarme así cuando realmente estaba en riesgo mi vida. Al tiempo después, mientras me estaba recuperando, accedí a salir con él. En aquella jornada nos reunimos en Los Héroes y fuimos a la biblioteca de su universidad. Si bien, se notaba calmado, me abrazó y se puso a llorar diciendo que él era un «monstruo» y que no volvería a comportarse de un modo «violento». Por primera vez vi un atisbo de arrepentimiento de su parte y creí que quizás era señal de que las cosas empezarían a mejorar, pero al final el patrón se repitió nuevamente, de manera gratuita, sin motivo alguno. Muchas veces creía que todo esto era mí culpa y eso me hacía entrar en pánico: pensaba que yo era el problema. Cristian reiteradas veces comenzó a insultarme en la calle porque supuestamente yo andaba mirando otros individuos, ahí me tomaba la mano y me la apretaba con fuerza desmedida, me pellizcaba la cara o me tiraba el pelo. Ahí deriva una de sus primeras crisis donde se empieza a golpear él mismo y rompe su polera, lo cual me hace entrar en estado de alerta, sin saber cómo reaccionar o ayudarlo. Tuve que frenarlo reiteradas veces en la calle porque salía corriendo y me tiraba piedras. Lamentablemente dejé que estas conductas se repitieran hasta este año. En enero comencé a establecer contacto con otras personas. Esto lo hizo entrar en un cuadro de inseguridad. Me empezó a reprochar que no podía dejarlo y que además yo lo había enfermado. Después de este episodio se molestó al enterarse que había empezado un lazo de amistad con un sujeto que resultó ser su ayudante en la carrera. Su reacción fue morderme la pierna y dejarme morado. En junio su madre se fue al norte y Cristian quedó solo. Con esta excusa me invitó a quedarme en su hogar un fin de semana. El día viernes comenzó a revisar mi celular y me estaba pidiendo explicaciones sobre un contacto, quien resultó ser un amigo que a él le provocaba celos, por lo que no me atrevía a confesar quien era. Él, en un acto de desesperación, comienza a golpearse la cara, termina sangrando y empieza a esparcirla por su cara. Después comienza a pegarme puñetazos en la cabeza. En medio de esto, tocan el timbre. Habíamos hecho un pedido de comida rápida y justo había llegado la entrega. Cristian, lejos de tranquilizarse, comienza a gritar y me arrastra del pelo hasta la puerta para que yo lo atendiera. El joven del pedido me notó angustiada y en pánico. Cristian, al notar que me estaba demorando, salió a verme con toda su cara ensangrentada. Esto espanto al tipo y se fue corriendo. Al entrar a casa me lanzó tres vasos, me tomó de los brazos y me encerró en el baño. Con el rostro totalmente desfigurado y ensangrentado, me decía que me amaba y que me iba a matar. Mientras estoy en el baño, desesperada, él va a la cocina buscar un cuchillo grande —con el que me amenaza— y loza para arrojarme. Al volver al baño, Cristian me empuja a la tina y comienza a tirarme loza en la cabeza, lo que me deja inconsciente. Al despertar, noto que sigue golpeándome el busto y las piernas. Me seguía diciendo que me iba a matar y que luego se suicidaría. Ahí mismo fue cuando se cortó todo el pecho y los brazos delante mío y luego me puso el cuchillo en el cuello. Yo, aterrada, me oriné ahí mismo. Después de esto, Cristian me mantuvo secuestrada en una habitación durante 24 horas, hasta que pude escaparme el día domingo. Al día siguiente tenía clases. A pesar de estar pasando por una crisis horrible asistí, pero un mínimo acto me sacó de quicio y arrojé una botella de vidrio a la pizarra en plena aula de clases. Era evidente que la violencia que Cristian estaba ejerciendo sobre mí estaba afectando mi manera de ver y relacionarme con el mundo. Decidí retomar mi tratamiento tanto con psicólogo como con psiquiatra. El psiquiatra notó que podía estar estable sin medicación y que solo necesitaba una psicoterapia para estabilizarme, pero también notó que lo que me hacía entrar en estos estados al borde de la psicosis eran culpa y responsabilidad de Cristian. A pesar de sus advertencias, a estas alturas Cristian me había forzado a un tipo de dependencia muy difícil de combatir. Lo seguí viendo, y cada vez que nos veíamos, notaba que en su mochila traía cuchillos y tijeras. Siempre que se alteraba se cortaba delante de mí, esto ocurría tanto en lugares públicos como privados. (Es importante recalcar que estoy contando los hitos más graves, pero constantemente había abusos, manipulaciones y gaslighting, donde trataba de revertir todo, haciéndome sentir a mi como la única y terrible culpable de su estado abyecto y de mi desconexión la realidad. Constantemente me hacía sentir que estaba loca o fuera de sí, manipulaba las situaciones para que todos creyeran que yo era la persona enferma, la que inventaba cosas, la que no podía mantener un relato coherente. Me mentía para que yo dudara de las cosas que me pasaban y el resto de sus amigos le seguían el juego y la manipulación, distorsionando aún más mi percepción de la realidad. A un par de amigos que él sabía que me apoyaban les mandaba amenazas de muerte o mensajes hostiles vía redes sociales). Hasta hace relativamente poco y debido a los episodios de violencia y que su madre no me quería ver en su casa —quien a estas alturas no ocultaba su relación tóxica y edípica con Cristian y su consiguiente odio hacia mí—, él me manipulaba emocional y sexualmente para que nos quedáramos en moteles y así poder tener relaciones conmigo. La última vez que eso ocurrió, Cristian empieza a torturarme: me quemó el cuerpo con un encendedor, me golpeó todo el cuerpo mientras me escupía. Al terminar de pegarme, él comienza a cortarse todo el cuerpo con vidrios y tijeras, mientras exclama que cada corte es culpa mía y que me echaría la culpa. Hace un mes me vine a vivir con un amigo, ya con la intención de no verlo más, porque estaba tomando consciencia de que mi vida era más importante y que Cristian ya estaba más allá de toda posible acción que pudiera tomar para poder ayudarlo, sin embargo, él buscó los métodos para llegar al lugar. Un día me espero fuera del edificio, y bajo amenaza tuve que dejarlo entrar al lugar. Inmediatamente me encerró en mi pieza. Sin ningún reparo en si había más gente, mientras la novia de mi amigo estaba en la otra habitación, inadvertida de lo que estaba pasando, comenzó a golpearme. Mi labio se reventó, dejando la pared y una almohada con sangre. Me dijo que, si yo gritaba o daba alguna señal, se suicidaría delante de mí. Esa noche terminé inconsciente. Al día siguiente le oculté la verdad a mi amigo, pues aún no había tenido la instancia para contarle toda la verdad sobre esta historia de violencia que había ocurrido, y todo siguió como si nada. Una semana después Cristian volvió y yo tenía que salir. Por suerte, mi amigo logró convencerlo de que me dejara salir y hacerlo quedarse en el departamento con él. Al día siguiente, mi amigo me comentó que pasaron la noche tomando vodka, conversando y jugando videojuegos. Aún sin poder revelarle la verdad, vi cómo Cristian buscaba invadir mi espacio, tratando de manipular a mi nuevo compañero de hogar, haciéndose ver como una persona atenta, simpática, cordial, sana. Sin embargo, al día siguiente, hicimos panqueques y mi amigo notó que Cristian me trataba de forma humillante y violenta en algo tan básico y sencillo como no saber hacer correctamente los panqueques. Luego de cocinar me encierra en mi pieza y me viola. Al irse me exige dinero para irse a carretear. Los días siguientes, este me amenazaba constantemente con venir armado al departamento, con mensajes largos, insistentes, constantes durante todo el día. Luego de entender que en verdad tenía todo el apoyo de mi amigo, le confesé todo. Él me instó a alejarme definitivamente de Cristian, que lamentablemente por mucho que yo desee lo mejor para él, no puedo seguir exponiéndome a la violencia y al maltrato que me ha dado, porque en última instancia estoy negándome a mí misma en la esperanza de que pueda mejorar. También me dijo que he sido una persona sumamente fuerte por sobrellevar toda esta historia, que si he sobrevivido todo esto ha sido porque he tenido la entereza de seguir en pie y seguir luchando, y que, ante todo, que no estaba sola: que él y mis dos amigos que a lo largo de este proceso me han brindado su apoyo incondicional estarían apoyándome pase lo que pase. El lunes recién pasado, Cristian me manipuló para que lo fuera a ver a su universidad, con la excusa de que quería conversar las cosas. Como era de esperar, me humilló frente a sus compañeros, para luego tenerme retenida en el baño de la universidad mientras revisaba mis cosas, amenazándome con seguirme hasta mi casa y golpearme, por lo que tuve que llamar a mis amigos, quienes vinieron a rescatarme. Cristian, al verlos, quedó congelado, tiritando, mirando al suelo, muerto de miedo por la reacción que ellos pudieran tener con él. El último episodio fue el miércoles, 24 de octubre, en la noche. Me llamó fingiendo estar afectado. Así, en un último acto de apoyo, acudí a él. Sin embargo, me humilló y me golpeó. Me salí de control porque ya no estoy dispuesta a seguir soportando más sus agresiones. Tomé una piedra para que no se atreviera a golpearme. Lo único que se le ocurrió hacer fue grabarme para hacerse la victima luego en su casa, donde todos me humillaron y me trataron de manipuladora, mentirosa, obsesiva y que yo tenía la culpa de todo, minimizando y bajándole el perfil a sus agresiones. Su familia lo sabe todo y, aun así, lo defienden. El padrastro de éste me tiró del brazo hacia la calle. Entré en una de mis peores crisis durante todo este tiempo, ya entrada la noche. Gracias a una señora que vio cómo se desenvolvió esta situación decidió socorrerme y me permitió quedarme en su casa hasta que mis amigos pudieran ir a buscarme. Gracias a eso estoy a salvo. A continuación, adjunto los datos y fotografías de los abusos de Cristian y de sus conversaciones.
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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No me entra en la cabeza como una persona sabiendo lo mucho que la quieres es capaz de lastimar todo eso que tiene destinado para ella.
Oxidado
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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@WeHeartIt /entry/191247792
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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夜へおいでよ
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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Y claro que estaré contigo, porque sé que después de tantas dificultades, vamos creciendo, conociendo, aprendiendo que nada es perfecto y seremos felices.
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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No te miento, yo también extraño hablar contigo y extraño esos momentos donde la felicidad nos rodeaba.
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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“Dios es testigo de esas noches que dormía con lágrimas en los ojos pidiendo que todo estuviera bien.”
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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Si usted ha sido brutalmente roto, pero todavía tiene el valor de ser gentil con los demás, entonces usted se merece un amor más profundo que el océano.
Alguien en el mundo lo dijo.
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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わん。
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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b-a-r-e-t-t-a · 6 years ago
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