°Ɗιѕƒяυтα єѕтє мσмєηтσ ƒιηαℓ, αηтєѕ ∂є qυє тυ ρяυєвα cσмιєηcє.° | DNR | Uss Pedrito
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Urgot – El temerario
Datos básicos
Nombre: Urgot.
Edad: Desconocida.
Orientación sexual: Asexual.
Residencia: Zaun.
Afiliaciones: Destruir a los líderes de Zaun, e impartir su propia ideología.
Rol: Luchador/Tirador.
Historia
Urgot, quien fue alguna vez un poderoso verdugo noxiano, había sido traicionado por el imperio que lo hizo matar a tantos en su nombre. Atado con cadenas de hierro, lo forzaron a aprender el verdadero significado de la fuerza en el Dragado, una mina de prisioneros en las profundidades de Zaun. Él emergió como un desastre que propaga caos por toda la ciudad. Proyecta una imponente sombra sobre el submundo criminal. Levantando a sus víctimas con las mismas cadenas que alguna vez lo esclavizaron, purgará su nuevo hogar de los indignos, y lo convertirá en un crisol de dolor.
Urgot siempre creyó que él era digno. Como verdugo, y asesino de los débiles, era una viva encarnación del ideal noxiano en el que la fuerza debe dominar, algo que lleva a cabo con cada golpe de su hacha. Su orgullo creció conforme los cuerpos se apilaban a una mayor altura detrás de él, y su intimidante presencia mantuvo a innumerables grupos de guerra atemorizados.
Aun así, una sola palabra bastó para sellar su destino. Enviado al distante Zaun para eliminar una supuesta conspiración contra el gobernante de Noxus, Urgot se dio cuenta muy tarde que la misión era una trampa para expulsarlo de la capital mientras el usurpador Swain tomaba el control. Rodeado por agentes de los barones químicos y, enfurecido porque todo lo que había creído era una mentira, llevaron a Urgot a las minas de tecnoquímico debajo de Zaun. Estaba destrozado. Estaba esclavizado. Al fin y al cabo, él no era digno. Soportó las infernales condiciones de las minas en un silencio sombrío mientras aguardaba la muerte.
En el Dragado, la muerte acudió de varias maneras...
La Baronesa Voss, guardia de la mina, en ocasiones prometía liberar a los prisioneros a cambio de una tortuosa confesión. Al final, encontraban la libertad bajo el filo de su espada. Los gritos que resonaban por los túneles instruyeron a Urgot sobre las maravillas de Zaun. Había algo especial en la ciudad, algo magnífico y evidente, incluso en los secretos que se derramaban por gargantas degolladas. Urgot no sabía lo que era hasta que, finalmente fue llevado ante voz Voss, quien temía que lo quebrantara.
Pero en cuanto la cuchilla de la baronesa se abrió paso por su piel, Urgot comprendió que su cuerpo ya estaba devastado por una agonía que iba más allá de cualquier cosa que Voss pudiera infringirle. El Dragado lo había hecho más fuerte de lo que alguna vez fue como verdugo.
El dolor era el secreto de Zaun. Su risa ahuyentó a Voss hasta la superficie, y un reinado de anarquía comenzó en las profundidades.
Tras tomar el control de la prisión, Urgot se deleitó con nuevas pruebas de supervivencia. Detectó las partes más débiles de su cuerpo y las reemplazó con maquinaria que encontró; tecnología creada por aquellos que morirían sin ella. La necesidad es la madre del dolor.
Los guardias no podían acceder a las áreas que Urgot había confiscado del dominio de Voss. Los mismos prisioneros estaban más atemorizados de su nuevo amo de lo que estaban de ella. Incluso, algunos desarrollaron un respeto fanático por Urgot tras ser obligados a escuchar sus febriles sermones sobre la naturaleza del poder; su puño asfixiaba a aquellos que se negaban a escuchar.
Fue hasta que un agente noxiano llegó al Dragado que Urgot se vio forzado a confrontar su propio pasado. Aunque el espía lo reconoció y buscó ayuda para lograr escapar, Urgot lo atacó despiadada mente y arrojó su destrozado cuerpo a la oscuridad.
No era la fuerza la que dominaba Noxus, comprendió Urgot, sino los hombres... y los hombres eran débiles. No deberían existir gobernantes, ni mentiras, nada que interfiriera con el caos puro de la supervivencia. Comenzando un disturbio que encendió una vena tecnoquímica dentro de la mina, Urgot estremeció a la ciudad de arriba y resquebrajó la prisión con una explosión que rivalizó al mismo nacimiento de Zaun. Muchos prisioneros murieron y cientos más desaparecieron en el Sumidero debajo de la ciudad. Pero los dignos, como siempre, sobrevivieron.
Desde entonces, el reinado de terror de Urgot ha seguido creciendo. Siendo una abominable fusión de maquinaria industrial y brutalidad noxiana, aniquila a los barones químicos y a sus lacayos, uno a uno, y reúne a su propio séquito de entre los oprimidos de Zaun. Para todos aquellos que se salven de su masacre, él entrega un mensaje: él no está aquí para dominar, sino para sobrevivir. Si eres digno, también sobrevivirás.
Y las pruebas... Son sólo el comienzo.
“Ellos me encadenaron. Me dieron un arma.”
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Finalmente el Puño de la Sombra despertó, al parecer había terminado muy débil luego de su extraño acontecimiento, podría ser que Zed conocía la forma de solucionarlo, pero simplemente no lo haría, y las razones del porqué eran más que obvias, tenía una oportunidad de arreglar esa equivocación que ella tuvo al alejarse de las sombras e irse con el equilibrio, el maestro pudo verlo horas antes. Finalmente pudo escuchar su voz, sabía que ella no estaría muy contenta luego de eso; no hacía más que mirar a una pared, esperando que la contraria o explotase, o decidiera relajarse, el maestro de las sombras estaba preparado para cualquier movimiento que ella pudiera o quisiera hacer.
Luego de escucharla, decidió hacer algo. Bien recordaba cuando no era más que un estudiante, un joven débil que no podía derrotar al hijo del maestro, recordaba aquel odio que sentía hacia Shen y su padre, el cual tan sólo daba visto bueno a su hijo por el simple hecho de serlo, era totalmente injusto, y lo recordaba, aunque, Zed estuvo dispuesto a todo, con tal de conseguir el poder, y derrotar a su rival. Suspiró, para luego ordenar a sus estudiantes que desalojaran la habitación. Las armas de Akali se encontraban en una pequeña mesa frente a su cama, el ninja en ningún momento pensó que fuese peligroso.
Sin pronunciar una sola palabra, se quitó de nuevo su máscara, también desnudó su mano diestra, para llevar la misma al rostro contrario, limpiando sus lágrimas. Aunque trataba de hacerlo con delicadeza, sus manos, su piel, habían perdido suavidad, qué se esperaba de las manos de un maestro ninja. Sin embargo, aun y con una mirada inexpresiva, el Maestro de las Sombras continuaba dejando caricias en el rostro de Akali, recordando viejos momentos, aquellos en los que uno no despreciaba al otro, aquellos en los que podrían haber sido felices. Una leve mirada melancólica se pudo ver en el rostro del maestro, una mirada causada por la nostalgia, la tristeza, sin embargo algo tan débil que se necesitaría gran concentración para notarse.
Equilibrio sobre orden
El puño de la sombra se estaba tomando un pequeño descanso, había recolectado muchas semillas para hacer cultivos, y así sobrevivir en el exilio, ahora le tocaba conseguir agua natural, eso era arriesgado, ya que para eso se tendría que cruzar hacia la zona oscura, la zona prohibida por el equilibrio, pero al fin y al cabo tenia que ir. A llegar a aquella zona se notaba que no era bienvenida, por cada vez que avanzaba sentía que alguien la amenazaba, por lo tanto fue lo más rápido posible a una catarata, para con un recipiente guardarlo. Ahora solo quedaba volver a casa.
~ Todo esto… Por una maldita caja ~
Escuchó unos gritos, que provenían del bosque, no pudo resistir, tenia que ir a ver. Fue por las ramas de los árboles, manteniéndose lejos del alcance, para apreciar como a un pequeño, a un niño lo rodeaban, lucía verdaderamente asustado, clavó una mirada a quien era el culpable de tal acto, su viejo e inolvidable amigo, Zed, el joven temblaba por cada vez que lo encerraban cada vez más, ver eso le causaba furia. Sacó sus kamas, para dar un gran salto poniéndose delante del niño, sus cejas estaban ligeramente inclinadas, una mirada fija, reflejaba el pasado, la cara del puño de la sombra, era la misma que ponía cuando el maestro Kusho, le ordenaba entrenar contra Zed, recordaba que por alguna razón era ligeramente agresivo, casi mudo, pero que si algo quería, era querer ser el mejor.
~ La historia se repite, el gran maestro enfrentando a indefensos, muy bien aprenden esos alumnos… ~
Dijo la pelinegra con tono de sarcasmo. A pesar de que el niño no le otorgaba nada a cambio, su objetivo era defenderlo.
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Obviamente no se esperaba esa reacción por parte de Akali, aunque tuviese su explicación, no pensaba que pudiera ocurrirle, tal vez sí la estaba subestimando. Sin embargo Zed no se mostró sorprendido, aunque lo estaba sólo en cierta forma, en su rostro jamás se reflejó sorpresa alguna, además de que ya sabía lo que le había sucedido, y era claro luego de haber convivido tanto con el Maestro de las Sombras tiempo atrás, en el pasado, raro estaba siendo que no sucediera, después de todo ella tenía la capacidad, aunque nunca se dedicó a perfeccionar o siquiera aprender la técnica.
El maestro dio media vuelta, mirando en dirección a su templo, estaba dispuesto a dejar a Akali allí, después de todo él no la llamó, no lo hacía responsable de ella. Dio un paso al frente, pero se detuvo, por alguna razón no podía abandonarla en ese lugar y de esa forma. Dio un muy hondo suspiro, para finalmente regresar. Ordenó a sus estudiantes a que le ayudaran a llevarla, mientras que él recogía sus armas y regresaba su máscara a su propio rostro. Por alguna razón sus discípulos habían quedado fascinados, y de alguna manera parecían respetar al Puño de la Sombra ahora más que cuando llego en un principio a interrumpir una ejecución.
No sabía ni cómo habían llegado a eso, Akali inconsciente a cuidado del Maestro de la Sombra, qué extraño, sin embargo, de esa forma pudo ver un gran potencial en la ninja, algo que claramente podría aprovechar. Akali era perfecta para aprender las artes prohibidas, y con Zed ella se convertiría en la mejor. A pesar de todo, el maestro no lo dejó pasar sin dejar en claro que en aquel momento el Puño de la Sombra era su enemiga, para advertirles que no se acercaran a ella, después de todo ella odia a Zed, se fue a la orden Kinkou y ahora desafió a su antiguo maestro. Ella es la única de los tres que no dudaría en matarlo, mientras que Zed piensa en todo ese talento desperdiciado, que se liberaría si dejase a un lado el equilibrio y siguiera el camino de la sombra.
Equilibrio sobre orden
El puño de la sombra se estaba tomando un pequeño descanso, había recolectado muchas semillas para hacer cultivos, y así sobrevivir en el exilio, ahora le tocaba conseguir agua natural, eso era arriesgado, ya que para eso se tendría que cruzar hacia la zona oscura, la zona prohibida por el equilibrio, pero al fin y al cabo tenia que ir. A llegar a aquella zona se notaba que no era bienvenida, por cada vez que avanzaba sentía que alguien la amenazaba, por lo tanto fue lo más rápido posible a una catarata, para con un recipiente guardarlo. Ahora solo quedaba volver a casa.
~ Todo esto… Por una maldita caja ~
Escuchó unos gritos, que provenían del bosque, no pudo resistir, tenia que ir a ver. Fue por las ramas de los árboles, manteniéndose lejos del alcance, para apreciar como a un pequeño, a un niño lo rodeaban, lucía verdaderamente asustado, clavó una mirada a quien era el culpable de tal acto, su viejo e inolvidable amigo, Zed, el joven temblaba por cada vez que lo encerraban cada vez más, ver eso le causaba furia. Sacó sus kamas, para dar un gran salto poniéndose delante del niño, sus cejas estaban ligeramente inclinadas, una mirada fija, reflejaba el pasado, la cara del puño de la sombra, era la misma que ponía cuando el maestro Kusho, le ordenaba entrenar contra Zed, recordaba que por alguna razón era ligeramente agresivo, casi mudo, pero que si algo quería, era querer ser el mejor.
~ La historia se repite, el gran maestro enfrentando a indefensos, muy bien aprenden esos alumnos… ~
Dijo la pelinegra con tono de sarcasmo. A pesar de que el niño no le otorgaba nada a cambio, su objetivo era defenderlo.
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Claro que había cambiado, Zed estaba siendo consumido por el afán de poder, y aunque era algo que no lo destruiría, si lo volvería alguien diferente. Y claro que se han visto algunos cambios, para empezar toda la sangre que fue derramada sólo para conseguir los secretos de la técnica prohibida, tantos ninjas que murieron, incluyendo su mismo padre. Una clara prueba de la determinación de una persona, buscando crecer, la fortaleza lo es todo, así como los débiles son aplastados por los fuertes.
Claro que reconoció la marca, que de alguna manera hizo sentir aun más personal el asunto. Sin embargo, Zed estaba casi seguro de que Akali hacía aquello por desprecio, un odio que la llevaba a querer luchar y avergonzar al maestro frente a sus estudiantes. Probablemente por eso había elegido por luchar sin armas, sin embargo, no había una victoria segura para ninguno de los dos.
Luego de escuchar las reglas, por fin comenzó el enfrentamiento, el puño de la sombra utilizó una de sus técnicas, para cegar y poner en desventaja al enemigo. El maestro cerró sus ojos para agudizar sus otros sentidos, pues sabía que en ese momento la vista le era inútil. No esperaba que ella se atreviera a hablar, pero sonrió ante sus palabras, era bastante lista.
—La oscuridad no vence a oscuridad, sino que se vuelven uno.—
Luego de hablar hizo su movimiento, algo tan pequeño, pero que sin embargo, estaba seguro de que ella detectaría. Efectivamente, usó su sombra para escabullirse, al parecer nunca se vio en peligro estando rodeado de humo. Era cierto que no tenía mucha movilidad debido a su protección, ¿pero quién necesita movilidad cuando puede usar su misma sombra?
Acechó a la ninja, en cualquier momento podría tirarse, pero estaría desperdiciando su ventaja. Hasta que finalmente abandonó su sombra, con un movimiento brusco se posicionó detrás del puño de la sombra. Con velocidad levantó y extendió su pie derecho para golpear la espalda contraria, y aunque sus reflejos le permitieron moverse unos centímetros, fue suficiente para empujar a una distancia considerable hacia enfrente a la misma. De no ser por sus reflejos la habría derribado.
—Akali, el Puño de la Sombra... Un potencial increíble... A favor del equilibrio. Cuando podrías ser la mejor, si siguieras al maestro correcto.— Se quedó de pie, otro movimiento como ese y ella sería la primera caída.
Equilibrio sobre orden
El puño de la sombra se estaba tomando un pequeño descanso, había recolectado muchas semillas para hacer cultivos, y así sobrevivir en el exilio, ahora le tocaba conseguir agua natural, eso era arriesgado, ya que para eso se tendría que cruzar hacia la zona oscura, la zona prohibida por el equilibrio, pero al fin y al cabo tenia que ir. A llegar a aquella zona se notaba que no era bienvenida, por cada vez que avanzaba sentía que alguien la amenazaba, por lo tanto fue lo más rápido posible a una catarata, para con un recipiente guardarlo. Ahora solo quedaba volver a casa.
~ Todo esto… Por una maldita caja ~
Escuchó unos gritos, que provenían del bosque, no pudo resistir, tenia que ir a ver. Fue por las ramas de los árboles, manteniéndose lejos del alcance, para apreciar como a un pequeño, a un niño lo rodeaban, lucía verdaderamente asustado, clavó una mirada a quien era el culpable de tal acto, su viejo e inolvidable amigo, Zed, el joven temblaba por cada vez que lo encerraban cada vez más, ver eso le causaba furia. Sacó sus kamas, para dar un gran salto poniéndose delante del niño, sus cejas estaban ligeramente inclinadas, una mirada fija, reflejaba el pasado, la cara del puño de la sombra, era la misma que ponía cuando el maestro Kusho, le ordenaba entrenar contra Zed, recordaba que por alguna razón era ligeramente agresivo, casi mudo, pero que si algo quería, era querer ser el mejor.
~ La historia se repite, el gran maestro enfrentando a indefensos, muy bien aprenden esos alumnos… ~
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No tuvo cuidado de la primera acción de la ninja, es mas, se esperaba ya algo parecido, por lo que incluso luego de eso, se dedicó a continuar su camino. Sin embargo, fueron las primeras palabras contrarias lo que hicieron que se detuviera, pero aun no fue suficiente para conseguir que el maestro se diera vuelta. No fue hasta sus palabras siguientes, que Zed decidió voltear su cuerpo para mirarle. Observó como descubría su rostro, sin pronunciar ni una sola palabra, a pesar de que sentía la ligera nostalgia por ver el rostro de Akali después de tanto tiempo.
Siguió contemplando, mirando su rostro sin siquiera mover un músculo. Varios pensamientos vagaban por su mente a medida que ella le hacía recordar más cosas, sucesos del pasado. Qué buena memoria tenía ella, Zed desvió su mirada hacia el suelo debido a la misma nostalgia. Luego de algunos segundos volvió a levantar, mirando el rostro de su contraria; comenzó a caminar hacia ella, desprendiendo sus navajas de sus brazos, para acto seguido retirar un shuriken de su espalda, dejándolo caer al suelo, así mismo con el otro, dando a entender que aceptaba su desafío. Para corresponder lo personal que fue Akali, el maestro de las sombras retiró lentamente su máscara, ya estando más cerca de ella, mostrando su rostro inexpresivo.
Asintió con la cabeza lentamente, cerrando sus ojos mientras lo hacía. Sabía que aquello no sería fácil para ninguno de los dos, Akali tenía una habilidad y un poder increíbles, aunque claramente se desperdiciaban al elegir por seguir el equilibrio. Menos mal que no usarían sus armas, pues tanto ella como el mismo Maestro de las Sombras podrían salir lastimados, pero la memoria y la valentía de la ninja eran algo digno de encomio. Finalmente hizo una señal con su mano izquierda, moviendo sus dedos, dándole a entender que le daba la oportunidad de comenzar donde y como quisiera.
Equilibrio sobre orden
El puño de la sombra se estaba tomando un pequeño descanso, había recolectado muchas semillas para hacer cultivos, y así sobrevivir en el exilio, ahora le tocaba conseguir agua natural, eso era arriesgado, ya que para eso se tendría que cruzar hacia la zona oscura, la zona prohibida por el equilibrio, pero al fin y al cabo tenia que ir. A llegar a aquella zona se notaba que no era bienvenida, por cada vez que avanzaba sentía que alguien la amenazaba, por lo tanto fue lo más rápido posible a una catarata, para con un recipiente guardarlo. Ahora solo quedaba volver a casa.
~ Todo esto… Por una maldita caja ~
Escuchó unos gritos, que provenían del bosque, no pudo resistir, tenia que ir a ver. Fue por las ramas de los árboles, manteniéndose lejos del alcance, para apreciar como a un pequeño, a un niño lo rodeaban, lucía verdaderamente asustado, clavó una mirada a quien era el culpable de tal acto, su viejo e inolvidable amigo, Zed, el joven temblaba por cada vez que lo encerraban cada vez más, ver eso le causaba furia. Sacó sus kamas, para dar un gran salto poniéndose delante del niño, sus cejas estaban ligeramente inclinadas, una mirada fija, reflejaba el pasado, la cara del puño de la sombra, era la misma que ponía cuando el maestro Kusho, le ordenaba entrenar contra Zed, recordaba que por alguna razón era ligeramente agresivo, casi mudo, pero que si algo quería, era querer ser el mejor.
~ La historia se repite, el gran maestro enfrentando a indefensos, muy bien aprenden esos alumnos… ~
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—A diferencia de esa basura tras de ti, yo estuve dispuesto a aceptar el poder, no tuve miedo de aprenderlo, y usarlo. A diferencia de los ignorantes de la orden Kinkou, abrazando y protegiendo esa farsa del equilibrio.— Hizo una pausa antes de continuar, no le importaba lo que tuviera que decir. —El maestro era un ignorante, manteniendo oculto un poder de tal magnitud... Y al único que se atrevió a desartarlo, fue desterrado... Él obtuvo lo que merecían personas como el.— Respondió firme a su provocación, sin flaquear ni un segundo.
—¿Qué importa? Mientras nadie amenace mi reino.— No era muy notable el cambio, ni siquiera sus discípulos a su alrededor pudieron darse cuenta de ello. Sin embargo, Akali y el niño, que estaban más cerca, tal vez se dieron cuenta del cambio repentino en el Maestro de las Sombras.
Zed empuñó sus manos, dejando salir sus navajas, al ver al niño que comenzaba a ponerse valiente, al parecer el Puño de la Sombra había hecho que el sabor a muerte se fuera del pequeño. No era para eso, pues de un momento a otro su sombra se movió, cambiando de lugar, algo a lo que seguramente la contraria pudo darse cuenta, pero no le dejó tiempo para reaccionar. El sonido de sus órganos siendo atacados sonó, aunque muy poco audible, y la sangre del muchacho salió de su boca, al mismo tiempo que brotaba aun más de su pecho. Alguna de esta llegó a salpicar a la misma Akali, de inmediato Zed volvió a su lugar, un movimiento que el ninja había entrenado y perfeccionado.
—¿A qué viniste? ¿A protegerlo? Me temo que hiciste mal tu trabajo.— Habló con tono burlesco, sin despegar la mirada de la ninja. —Qué desperdicio... Todo ese potencial, en manos de esa mentira que tanto proteges... No cabe duda que sigues al maestro equivocado...— Su único objetivo era la muerte del muchacho, no le interesaba Akali. Finalizada su tarea, se dio media vuelta, caminando de nuevo hacia su templo, aunque imaginaba que la contraria no lo dejaría así.
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El puño de la sombra se estaba tomando un pequeño descanso, había recolectado muchas semillas para hacer cultivos, y así sobrevivir en el exilio, ahora le tocaba conseguir agua natural, eso era arriesgado, ya que para eso se tendría que cruzar hacia la zona oscura, la zona prohibida por el equilibrio, pero al fin y al cabo tenia que ir. A llegar a aquella zona se notaba que no era bienvenida, por cada vez que avanzaba sentía que alguien la amenazaba, por lo tanto fue lo más rápido posible a una catarata, para con un recipiente guardarlo. Ahora solo quedaba volver a casa.
~ Todo esto… Por una maldita caja ~
Escuchó unos gritos, que provenían del bosque, no pudo resistir, tenia que ir a ver. Fue por las ramas de los árboles, manteniéndose lejos del alcance, para apreciar como a un pequeño, a un niño lo rodeaban, lucía verdaderamente asustado, clavó una mirada a quien era el culpable de tal acto, su viejo e inolvidable amigo, Zed, el joven temblaba por cada vez que lo encerraban cada vez más, ver eso le causaba furia. Sacó sus kamas, para dar un gran salto poniéndose delante del niño, sus cejas estaban ligeramente inclinadas, una mirada fija, reflejaba el pasado, la cara del puño de la sombra, era la misma que ponía cuando el maestro Kusho, le ordenaba entrenar contra Zed, recordaba que por alguna razón era ligeramente agresivo, casi mudo, pero que si algo quería, era querer ser el mejor.
~ La historia se repite, el gran maestro enfrentando a indefensos, muy bien aprenden esos alumnos… ~
Dijo la pelinegra con tono de sarcasmo. A pesar de que el niño no le otorgaba nada a cambio, su objetivo era defenderlo.
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°Eℓ εҩųïℓïɓŗïσ εş εℓ ɱąεşŧŗσ đεℓ ŋεƈïσ.°
En su templo se desarrollaban toda clase de disciplinas que sacaran a relucir el poder interior de uno mismo. Su entrenador, Zed, era el mejor y el más estricto a la hora de hacer su trabajo; con ello, la traición y la cobardía eran algo imperdonable a los ojos del ninja.
Un maldito cobarde, quien había decidido traicionar a su maestro por miedo al poder era alguien digno de muerte. Era obvio que el niño estaba ya en el filo de sus cuchillas, pero algo lo interrumpió, a él y a sus acompañantes. Por dentro de su máscara frunció el entrecejo al verla a ella, empuñando sus manos.
—No tienes ni idea de lo que está pasando aquí. Vuelve a tus asuntos.— Demandó con voz firme, para luego escuchar sus palabras de burla, por las cuales apretó los dientes, aunque sabía que estaba equivocada.
—Yo sólo desprecio a los débiles.— Así eran las cosas, los odiaba, y ese niño era demasiado débil, se negaba incluso a aceptar su propia fuerza, no era más que un desperdicio que debía ser eliminado de la tierra. Y claro, a la edad del chico, Zed ya era poderoso, a la edad del pequeño Zed ya tenía grandeza. No le daba lastima, más bien le daba asco, le causaba gran molestia, por eso iba a morir.
—Será mejor que te apartes... De lo contrario, la sangre de aquel mocoso salpicará tu lindo rostro y manchará tu bella cabellera.— ¿Estaba usando sarcasmo? Cómo saberlo, Zed suele usar el mismo tono de voz para todo, pero ese tono firme y claro es el que lo caracteriza. Hablaba en serio, pues aunque ella estuviese, tan sólo era de usar su sombra para que los órganos del chico brotaran de su pecho.
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El puño de la sombra se estaba tomando un pequeño descanso, había recolectado muchas semillas para hacer cultivos, y así sobrevivir en el exilio, ahora le tocaba conseguir agua natural, eso era arriesgado, ya que para eso se tendría que cruzar hacia la zona oscura, la zona prohibida por el equilibrio, pero al fin y al cabo tenia que ir. A llegar a aquella zona se notaba que no era bienvenida, por cada vez que avanzaba sentía que alguien la amenazaba, por lo tanto fue lo más rápido posible a una catarata, para con un recipiente guardarlo. Ahora solo quedaba volver a casa.
~ Todo esto… Por una maldita caja ~
Escuchó unos gritos, que provenían del bosque, no pudo resistir, tenia que ir a ver. Fue por las ramas de los árboles, manteniéndose lejos del alcance, para apreciar como a un pequeño, a un niño lo rodeaban, lucía verdaderamente asustado, clavó una mirada a quien era el culpable de tal acto, su viejo e inolvidable amigo, Zed, el joven temblaba por cada vez que lo encerraban cada vez más, ver eso le causaba furia. Sacó sus kamas, para dar un gran salto poniéndose delante del niño, sus cejas estaban ligeramente inclinadas, una mirada fija, reflejaba el pasado, la cara del puño de la sombra, era la misma que ponía cuando el maestro Kusho, le ordenaba entrenar contra Zed, recordaba que por alguna razón era ligeramente agresivo, casi mudo, pero que si algo quería, era querer ser el mejor.
~ La historia se repite, el gran maestro enfrentando a indefensos, muy bien aprenden esos alumnos… ~
Dijo la pelinegra con tono de sarcasmo. A pesar de que el niño no le otorgaba nada a cambio, su objetivo era defenderlo.
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